Buenas aquí les dejo una adaptación de un libro que me gusto, los personajes de inuyasha no me pertenecen ni la historia ni los personajes del libro espero que les guste
Asesino de brujas
Libro 1
La bruja blanca
(La desgracia nunca llega sola)
Cap. 7
Dos Llamados Ira y Envidia
Inu
El ruido del choque de espadas invadía el patio de entrenamiento.
El sol de última hora de la mañana se alzaba sobre nosotros, apartando el frio otoñal, y el sudor brotaba de mi frente. A diferencia de los otros Chasseurs, no me había quitado la camisa. Se aferraba a mi pecho, la tela húmeda me irritaba la piel. Castigándome.
Había permitido que otra bruja escapara, había estado demasiado distraído con la ladrona pecosa para notar que un demonio había estado esperando en el interior. Kikyo estaba devastada. No había sido capaz de mirarme cuando su padre por fin la había llevado dentro. El color recorrió mi ser ante el recuerdo. Otro fracaso.
Bankotsu había sido el primero en quitarse la camisa. Habíamos estado entrenado durante horas y su piel de tez trigueña resplandecía de sudor. Las marcas cubrían su pecho y sus brazos: una por cada vez que había abierto la boca.
- ¿Aun piensas en tus brujas, capitán? ¿O tal vez en mademoiselle Tremblay?
Hundí mi espada de madera en su brazo como respuesta. Bloquee su contrataque y golpee su estómago con el codo. Con fuerza.
Dos ronchas más se unieron a las otras. Esperaba que se convirtieran en moretones.
-Tomare eso como un sí. -Doblando el torso hacia delante sobre el estómago, logro sonreírme con burla. No lo había golpeado con la fuerza suficiente-. Yo que tu no me preocuparía. Todos olvidaran el fiasco de la mansión pronto.
Aprete mi espada hasta que mis nudillos se pusieron blancos.
Un cosquilleo apareció en mi mandíbula. No serviría de nada atacar a quien era mi amigo desde hacía más tiempo que nadie. Incluso si ese amigo era un hijo de…
-Después de todo, has salvado a la familia real. -Enderezo la espalda, aun sujetándose el lateral de su cuerpo, y amplio su sonrisa-. Para ser justos, también te has humillado ante esa bruja.
No puedo decir que lo comprenda. La paternidad no es particularmente de mi agrado… pero ¿La ladrona de anoche? Ella sí que era bonita…
Ataque hacia adelante, pero el bloqueo mi avance, se rio y golpeo mi hombro.
-Tranquilo, Inuyasha. Sabes que bromeo.
Sus bromas habían comenzado a ser menos graciosas desde mi ascenso.
Bankotsu había llegado a la puerta de la iglesia cuando teníamos tres años. Cada recuerdo que tenía lo incluía a el de un modo u otro.
Habíamos compartido la infancia. Habíamos compartido la habitación. Los conocidos. La furia.
El respeto alguna vez había sido mutuo.
Retrocedí y el exagero mientras se limpiaba mi sudor en sus pantalones. Algunos de nuestros hermanos se rieron. Dejaron de hacerlo al ver mi expresión.
-Toda broma tiene algo de verdad.
Inclino la cabeza, aun sonriendo. Sus ojos afilados de color azul oscuro no pasaban nada por alto.
-Tal vez… pero ¿acaso nuestro señor no nos ordena apartarnos de la falsedad? – No hizo una pausa para que yo respondería. Nunca lo hacía -. Él dice: (Hable cada uno a su prójimo con la verdad, porque todos somos miembros de un mimo cuerpo.)
-Conozco la Biblia.
-Entonces, ¿Por qué silencias mi verdad?
-Hablas demasiado.
Él se rio más fuerte y abrió la boca para deslumbrarnos de nuevo con su ingenio, pero Hojo lo interrumpió, jadeado. El sudor enmarañaba su cabello alborotado y la sangre sonrojaba sus mejillas.
-El mero hecho de poder decir algo no significa que debas decirlo. Además -añadió, arriesgándose a mirarme-. Inuyasha no era el único presente en el desfile. O en la mansión.
Mire el suelo con determinación. Hojo debería haber sabido que lo mejor era no intervenir. Bankotsu nos observó con interés descarado mientras clavaba su espada en el suelo y se apoyaba en ella.
Deslizo los dedos por su barba.
-Si, pero parece que él lo toma particularmente mal, ¿verdad?
-Alguien debe hacerlo. -Las palabras salieron de mi boca sin que pudiera evitarlo. Aprete los dientes y me gire antes de hacer o decir algo de lo que me arrepentiría.
-Ah. -Los ojos de Bankotsu brillaron y enderezo la espalda con vigor, olvidando su espada y su barba-. Eso es lo que te molesta, ¿no? Que has decepcionado al arzobispo. ¿O a Kikyo?
Uno.
Dos.
Tres.
Hojo nos miró con nerviosismo.
-Todos lo hemos decepcionado.
-Tal vez. -La sonrisa de Bankotsu desapareció y sus ojos astutos brillaron con una emoción que no podía nombrar-. Sin embargo, solo inuyasha es nuestro capitán. Solo inuyasha disfruta de los privilegios que acompañan el puesto. Quizás es justo que solo inuyasha afronte las consecuencias.
Lance mi espada sobre el estante.
Cuatro.
Cinco.
Seis.
Me obligue a respirar hondo, a disipar la furia en mi pecho. El musculo en mi mandíbula aun latía.
Siete.
Tienes el control. La voz del arzobispo llego hasta mi desde la infancia. Esa ira no puede dominarte, inuyasha. Respira hondo. Cuenta hasta diez. Contrólate.
Obedecí. Despacio, con firmeza, la tensión en mis hombros ceso.
El calor en mi rostro desapareció. Fue más fácil respirar. Sujete el hombro de Bankotsu y su sonrisa vacilo.
-Tienes razón, Bankotsu. Ha sido mi culpa. Asumo la responsabilidad.
Antes de que pudiera responder, el arzobispo entro al patio de entrenamiento. Sus ojos de acero hallaron los míos y, de inmediato, cerré el puño sobre el corazón y realicé una reverencia. Los demás hicieron lo mismo.
El arzobispo inclino la cabeza a modo de respuesta.
-Descansad. -Nos incorporamos como si fuéramos uno. Cuando el me indico con una seña que me acercara, Bankotsu frunció más el ceño-. Los rumores de tu mal humor de esta mañana se han propagado por toda la torre, capitán Diggory.
-Lo siento, señor.
Sacudió la mano.
-No te disculpes. No te esfuerzas en vano. Atraparemos a las brujas y quemaremos su pestilencia para erradicarla. -Frunció el ceño-. Lo ocurrido anoche no fue tu culpa. -Los ojos de Bankotsu brillaron, pero el arzobispo no lo noto-. Han requerido mi presencia en una función esta mañana junto a uno de los dignatarios extranjeros del rey. Si bien no apruebo el teatro, porque es una práctica vil propia de vagabundos y bribones, me acompañaras.
Limpie el sudor de mi frente.
-Señor…
-No ha sido una pregunta. Límpiate. Prepárate para partir en una hora.
-Si, señor.
La emoción innombrable en los ojos de Bankotsu se clavó en mi espalda mientras yo seguía al arzobispo dentro. Solo después, sentado en el carruaje en el exterior del Soleil et Lune, me permití sentir una punzada amarga de arrepentimiento.
El respeto alguna vez había sido mutuo. Pero eso había sido antes de la envidia.
Continuara...
Pd:
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