Buenas aquí les dejo una adaptación de un libro que me gusto, los personajes de inuyasha no me pertenecen ni la historia ni los personajes del libro espero que les guste

Asesino de brujas

Libro 1

La bruja blanca

(La desgracia nunca llega sola)

Cap.8

Un Acuerdo Beneficioso Para Ambos

Kag

Cuando me desperté por la mañana, los rayos de luz polvorientos brillaban a través de la ventana del ático. Parpadee despacio, perdida en el instante placentero entre el sueño y la vigilia, en que no hay memoria. Pero mi subconsciente me perseguía. Los ruidos brotaron del teatro mientras los actores se llamaban a gritos y las voces entusiastas entraban por la ventana. Fruncí el ceño, aferrada a los remanentes del sueño.

El teatro estaba ruidoso esa mañana.

Me incorpore de un salto. El Soleil et Lune hacia una función matutina cada sábado, ¿Cómo podía haberlo olvidado? Mi rostro latió de modo particularmente doloroso mientras me desplomaba sobre la cama. Ah, claro… por eso… Me había hecho añicos la nariz y me habían obligado a correr por mi vida.

El ruido de abajo aumento cuando comenzó el primer acto.

Gruñí. Ahora, estaría atascada allí hasta que la obra terminara y necesitaba orinar con desesperación. En general, no era problema escabullirme hasta el baño en el piso inferior antes de la llegada de los actores, pero me había quedado dormida. Me puse de pie, hice una mueca ante el dolor en mi espalda y evalué con rapidez del daño. Sin duda tenía la nariz rota y mis dedos de habían hinchado hasta el doble de su tamaño durante la noche. Pero llevaba puesto un vestido lo suficiente elegante como para pasar desapercibida entre los asistentes… salvo por las manchas de sangre. Me lamí los dedos sanos y froté las manchas con energía, pero la tela permaneció roja.

Con un suspiro impaciente, mire los percheros llenos de disfraces polvorientos y el baúl junto a la cama que compartía con Gogo. Pantalones de lana, bufandas, guantes y chales salían de él, junto a mantas mohosas que habíamos encontrado en la basura la semana anterior. Toque despacio el lateral de la cama perteneciente a Gogo.

Esperaba que hubiera llegado a salvo a su casa de su tía.

Sacudí la cabeza, me giré hacia el perchero de los disfraces y escogí uno al lazar. Gogo podía cuidarse sola. En cambio, yo…

Me rendi después de los tres intentos vergonzosos que hice para desvestirme. Mis dedos rotos se negaban a funcionar y mi cuerpo simplemente no podía alcanzar los botones entre mis hombros. Así que, en cabio, tomé un sombrero bergere y gafas de alambre de un cuenco cercano y me los puse. La cinta de terciopelo aun ocultaba mi cicatriz y mi capa estaba cubierta de las peores manchas de sangre. Tendría que bastar.

Mi vejiga insistía en vaciarse y me negaba a orinar en una esquina como un perro. Además, podía colocar el anillo de Midoriko en mi boca en caso de necesitar un escape rápido. Sospechaba que el vestíbulo estaría demasiado atestado de personas como para maniobrar siendo invisible, si no hubiera dejado a un lado el disfraz. Nada llamaría la atención que un espectro pisando los dedos de los pies.

Incline el sombrero sobre mi rostro y baje la escalera que llevaba tras los bastidores. La mayoría de los actores me ignoraron, excepto…

-se supone que no deberías estar aquí -dijo una chica con nariz ganchuda. Tenía el rostro redondo y el cabello de color y la textura de la seda amarilla. Cuando me gire hacia ella, dio un grito ahogado-. Dios santo, ¿Qué le ha pasado a tu cara?

-Nada. -incline la cabeza rápido, pero el daño estaba echo.

Su altanería se transformó en preocupación mientras se acercaba.

-No, no. -Le sonreí con vergüenza-. Me he perdido de camino al baño, ¡es todo!

-Esta en el vestíbulo. -Entrecerró los ojos-. ¿Tienes sangre en el vestido? ¿Estas segura de que estas bien?

-Estoy perfectamente. -Asentí como una maniaca-. ¡Gracias!

Me aparte demasiado rápido como para ser inocente. Aunque mantuve la cabeza inclinada, sentía otros ojos sobre mí al pasar. Mi cara debía tener un aspecto realmente fantasmal. Quizás hubiera sido más prudente utilizar el anillo de Midoriko.

El vestíbulo era infinitamente peor. Nobles acaudalados y mercaderes que aun tenían que hallar sus asientos invadían el lugar. Me mantuve en los límites, cerca de las paredes para evitar atraer atención indeseable. Por fortuna, los espectadores estaban demasiado interesados en sí mismos como para notar mi merodeo. Después de todo, el Soleil et Lune era más popular por su chismorreo que por sus obras.

Oi a una pareja susurrado que el arzobispo en persona asistiría a la función: otro motivo excelente para regresar al ático cuanto antes.

Como padre de los Chasseurs, el arzobispo guiaba a su guerra espiritual contra el mal de Belterra, proclamando que Dios le había encomendado erradicar lo culto. Había quemado a cientos de brujas, más que cualquier otro, y no se detenía. Lo había visto una vez desde lejos, pero había reconocido la luz cruel en sus ojos como lo era: obsesión.

Me escabullí en el baño antes de que alguien notara mi presencia. Después de aliviarme, me arranqué el sombrero ridículo de la cabeza y me detuve frente al espejo. De inmediato, el reflejo revelo por que los actores me habían mirado sorprendidos. Mi cara era un desastre. Había moretones de un violeta intenso bajo mis ojos y la sangre seca salpicaba mis mejillas. Frote las manchas con agua fría del grifo, me frote la piel hasta que quedo rosa y limpia. No ayudo mucho a mejorar el efecto total de mi aspecto.

Un golpe cortes sonó en la puerta.

- ¡Lo siento! -dije avergonzada-. ¡problemas estomacales!

El golpeteo ceso de inmediato. Los susurros de desaprobación de la mujer atravesaron la puerta mientras se apartaba. Bien. Necesitaba que la multitud se disipara, y un baño cerrado con llave era tan buen lugar para hacerlo como cualquier otro. Fruncí el ceño ante mi reflejo y comencé a limpiar la sangre de mi vestido.

Las voces de fuera cedieron gradualmente mientras la música aumentaba su volumen para indicar el comienzo de la obra. Abrí un poco la puerta y espié el vestíbulo. Solo quedaba tres acomodadores. Me saludaron con la cabeza cuando pase, sin notar mi rostro magullado en la oscuridad.

Fue más sencillo respirar mientras me aproximaba a la puerta tras bambalinas. Estaba a pocos pasos de la distancia cuando abrieron la puerta del auditorio a mis espaldas.

- ¿Puedo ayudarlo, señor? -pregunto un acomodador.

Alguien murmuro una respuesta y el vello en mi nuca se erizo.

Debería haber continuado mi camino hacia el ático. Debería haber corrido. Mi instinto gritaba que huyera, que huyera, que huyera, pero no lo hice. En cambio, mire con rapidez al hombre de pie en la entrada. El hombre alto de cabello blanco plateado vestido con un abrigo azul.

-Tu -dijo el.

Antes de que pudiera moverme, salto. Me sujeto los brazos con sus manos, como un tornillo, y me giro de modo tal que quedo frente a la salida. Supe de inmediato que por más que luchara sería imposible liberarme. Él era demasiado fuerte. Demasiado grande. Solo había un modo de avanzar.

Hundí la rodilla en su entrepierna.

El doblo el cuerpo hacia adelante con un gruñido y aflojo el agarre.

Libere mis brazos, le lance el sombrero a la cara y corrí hacia las profundidades del teatro. Había otra salida tras bambalinas. Los miembros del elenco me miraban boquiabiertos mientras corría derribando cajas y objetos de atrezo al pasar. Cuando atrapo el borde de mi capa, arranque el broche en mi garganta para quitarla, sin perder el equilibrio. Pero el Chasseur continuaba persiguiéndome. Sus pasos triplicaban los míos.

Sujeto mi muñeca justo cuando vi la chica de nariz ganchuda con la que me había cruzado antes. Anuqué intente liberarme, mis gafas cayeron al suelo mientras luchaba por avanzar hacia ella y el me sujeto más fuerte. Las lágrimas cayeron por mi rostro destrozado.

- ¡Por favor, ayúdame!

La chica de nariz ganchuda abrió los ojos de par en par.

- ¡Suéltala!

Las voces sobre el escenario titubearon ante su grito y todos nos quedamos paralizados.

Mierda. No, no, no.

Aprovechando su vacilación, retorcí el cuerpo para liberarme, pero su mano encontró mi pecho accidentalmente. El aflojo el agarre, era evidente que estaba consternado, pero extendió la mano cuando me aparte y sus dedos sujetaron el escote de mi vestido. Horrorizada, observe a cámara lenta como la elegante tela se rasgaba mientras los pies del hombre se enredaban en mi falda. Nos aferramos el uno al otro, intentando en vano recobrar el equilibrio. Y caímos en el escenario.

La audiencia emitió un grito ahogado, e hizo silencio. Nadie se atrevía a respirar. Ni yo.

El Chasseur, que aún me sujetaba sobre el debido a la caída, me miro con ojos en par en par. Observe, entumecida, como cientos de emociones atravesaban su rostro. Perplejidad. Pánico. Humillación. Furia.

La chica de nariz ganchuda freno detrás de nosotros y el hechizo se rompió.

- ¡Cerdo asqueroso!

El Chasseur me aparto como si lo hubiera mordido y aterrice sobre mi espalda. Con un golpe fuerte. Los gritos furiosos de la audiencia surgieron cuando mi vestido se abrió. Observaron mi rostro magullado, mi corse roto, y sacaron sus propias conclusiones. Pero no me importo. Mirando a la audiencia, el horror recorrió mi cuerpo al imaginar quien podía estar mirando. La sangre abandono mi rostro.

La chica de nariz ganchuda me envolvió con los brazos, me ayudo a ponerme de pie con amabilidad y me llevo tras bambalinas. Dos miembros corpulentos del elenco sujetaron al Chasseur. Los espectadores comunicaron su aprobación a gritos mientras lo arrastraban a la fuerza detrás de nosotras. Mire hacia atrás, sorprendida al ver que él no se resistía, sino que su rostro estaba pálido como el mío.

La chica tomo una sábana de una caja y envolvió mi cuerpo con ella.

- ¿Estas bien?

Ignore su pregunta ridícula. Por supuesto que no estaba bien.

¿Qué acababa de ocurrir?

-Ojalá lo encierren en prisión. -Fulmino con la mirada al Chasseur, que estaba de pie, aturdido, en medio del elenco. La audiencia aun gritaba con furia.

-No lo harán -dije con pesar-. Es un Chasseur.

-Todos prestaremos declaración. -Ella alzo el mentón y les hizo una seña a los demás, que se movieron con incomodidad, sin saber que hacer-. Lo hemos visto todo. Tienes suerte de haber estado aquí. -Miro mi vestido rasgado y sus ojos brillaron-. ¿Quién sabe que podría haber ocurrido?

No la corregí. Necesitaba marcharme. Todo aquel fiasco había sido un intento de huida lamentable y esa era mi última oportunidad. El Chasseur no podía detenerme ahora, pero los guardias llegarían pronto. No les importaba lo que la audiencia hubiera creído ver. Me llevarían a prisión, sin importar mi vestido rasgado y mis magulladuras, y sería fácil para los Chasseurs atraparme cuando el desastre hubiera quedado resuelto.

Sabia a donde llevaría eso. A una hoguera y una cerilla. Acababa de decidir que olvidaría la discreción y saldría corriendo, quizás podía colocar el anillo de Midoriko entre mis dientes al llegar a la escalera, cuando la puerta a la derecha del escenario crujió al abrirse.

El arzobispo entro y mi corazón se detuvo.

Era más bajo de lo que había creído, aunque era más alto que yo, tenía cabello entrecano y sus ojos azules que parecían de acero. Ardieron brevemente mientras me observaba: el rostro magullado, el cabello enmarañado, la sabana colgando de mis hombros. Entre cerro los ojos ante la destrucción alrededor. Curvo los labios.

Inclino la cabeza hacia la salida.

-Dejadnos solo.

Los miembros del elenco no necesitaron oírlo dos veces… y yo tampoco. Por poco tropecé con mis pies al intentar salir del lugar lo más rápido posible. El Chasseur extendió la mano y sujeto mi brazo.

-Tu no -ordeno el arzobispo.

La chica de la nariz ganchuda vacilo, sus ojos nos miraron a los tres. Pero un gesto del arzobispo la hizo salir a toda prisa por la puerta.

El Chasseur me soltó en cuanto ella desapareció y realizo una reverencia ante el arzobispo, cubriendo su corazón con el puño.

-Esta es la mujer que estaba en la mansión de tremblay, su Eminencia.

El arzobispo asintió y poso de nuevo los ojos en mí. Inspecciono mí y, una vez más, endureció la mirada… como si mi valía hubiera sido evaluada y considerada insuficiente. Junto las manos detrás de la espalda.

-Entonces, eres nuestra ladrona escapista.

Asentí, sin atreverme a respirar. Él había dicho ladrona. No bruja.

-Nos has puesto en un aprieto, querida.

-Lo….

-Silencio.

Cerré la boca. No era estúpida como para discutir con el arzobispo. Si alguien estaba por encima de la ley, era él.

Avanzo hacia mi despacio, con las manos aun juntas detrás de la espalda.

-Eres una ladrona astuta, ¿verdad? Lo bastante talentosa como para evitar ser capturada. ¿Cómo huiste del tejado? El capitán Diggory aseguro que la mansión estaba rodeada.

Trague con dificultad. Había repetido la palabra ladrona. La esperanza apareció en mi estómago. Mire al Chasseur de cabello plateado, pero su rostro no revelaba nada.

-Mi… mi amiga me ayudo -mentí,

El alzo una ceja.

-Tu amiga, la bruja.

El pavor me recorrió la columna. Pero Gogo estaba a kilómetros de distancia: a salvo y escondida en la Foret des Yeux. El bosque de los ojos. Los Chasseurs nunca serían capaces de encontrarla allí. E incluso si lo hicieran, su aquelarre la protegería.

Mantuve contacto visual cuidadoso, evité moverme para no quedar expuesta.

-Ella es una bruja, sí.

- ¿Cómo?

- ¿Cómo es bruja? -Aunque sabía que no debía provocarlo, tampoco pude evitarlo-. Creo que cuando una bruja y un hombre se quieren mucho…

Me golpeo. La bofetada resonó en el silencio del auditorio vacío.

La audiencia había abandonado la sala tan rápido como el elenco.

Toque mi mejilla y lo fulmine con la mirada, llena de furia silenciosa. El Chasseur se movió incomodo a mi lado.

-Niña asquerosa. – Los ojos del arzobispo sobresalieron de modo alarmante-. ¿Cómo te ayudo a escapar?

-No traicionare sus secretos.

- ¿Te atreves a ocultar información?

Un golpeteo sonó a la derecha del escenario y un guardia avanzo.

-Su santidad, hay una multitud reunida fuera. Son varios de los espectadores y del elenco: se niegan a partir hasta saber que sucederá con la chica y el capitán Diggory. Empiezan a… llamar la atención.

-Terminaremos pronto. -El arzobispo enderezo la espalda y de acomodo la túnica mientras respiraba hondo. El guardia hizo una reverencia y salió.

El arzobispo centro de nuevo la atención en mí. Paso un largo instante silencioso mientras nos fulminábamos mutuamente con la mirada.

- ¿Qué voy hacer contigo?

No me atreví a hablar. La resistencia de mi rostro tenía un límite.

-Eres una criminal que anda con demonios. Has incriminado públicamente a un Chasseur por acoso, entre otras cosas. -Curvo los labios y me contemplo con repulsión tangible. Intente en vano ignorar la vergüenza que ardía en mi estómago. Había sido un accidente. No lo había incriminado a propósito. Sin embargo… si el malentendido de la audiencia me ayudaba a escapar de la hoguera…

Nunca dije que fuera alguien honorable.

-La reputación del capitán Diggory quedara arruinada -prosiguió el arzobispo-. Me vere obligado a retirarlo de su puesto, en caso de que cuestionen la santidad de los Chasseur. O de que mi santidad sea cuestionada. -Sus ojos ardieron. Intente una expresión arrepentida, por si sus puños se movían de nuevo. Apaciguando por mi arrepentimiento, el comenzó a caminar de un lado a otro-. ¿Qué voy hacer contigo?

Aunque era evidente que sentía repulsión hacia mi persona, continuaba posando su vista de acero en mí. Como una palomilla atraída por la llama. Me recorrió como si buscaran algo en mis ojos, en mi nariz, en mi boca. En mi garganta.

Para mi consternación, note que la cinta se había deslizado durante mi lucha con el Chasseur. La sujete con rapidez. El arzobispo frunció la boca y me miro de nuevo.

Tuve que recurrir al poder de mi voluntad para no poner los ojos en blanco ante su absurda interna. No iría a prisión ni moriría en la hoguera. Por el motivo que fuera, el arzobispo y su mascota habían decidido que no era una bruja. Sin duda no cuestionarían su error.

Pero la pregunta persistía… ¿Qué quería el arzobispo? Porque sin duda algo quería. El hambre en sus ojos era inconfundible y cuanto antes lo descubriera, antes podría usarlo a mi favor. Tarde varios segundos en notar que continuaba con su monólogo.

-…gracias a tu destreza manual. -Se giro para mirarme, con una expresión particularmente victoriosa-. Talvez podemos llegar a un acuerdo beneficioso para ambos.

-Lo escucho -balbucee. El Chasseur asintió, tenso.

-Excelente. En realidad, es bastante sencillo: contraer matrimonio.

Lo mire, boquiabierta.

Él se rio, pero el sonido carecía de alegría.

-Como tu esposa, inuyasha, esta criatura desagradable te pertenecerá.

Tendrás todo el derecho de perseguirla y disciplinarla, en especial después de su indiscreción. Sería lo esperable. Incluso, necesario. No habría ningún crimen, ninguna inmoralidad. Continuaras siendo un Chasseur.

Me reí. El sonido salió estrangulado, desesperado.

-No me casare con nadie.

El arzobispo no compartió mi risa.

-Lo harás si deseas evitar un azote en público y el encarcelamiento. Si bien no soy el jefe de los guardias, es muy amigo mío.

Lo mire boquiabierta.

-No puedes chantajearme…

Sacudió una mano como si estuviera ahuyentando una mosca fastidiosa.

-Es la sentencia propia de una ladrona te aconsejo que lo pienses bien niña.

Recurrir al Chasseur, decidida a mantener la calma a pesar del pánico que subía por mi garganta.

-No puedes querer esto. Por favor, dile que encuentre otra solución.

-No hay otra solución -intercedió el arzobispo.

El Chasseur estaba de pie muy quieto. Parecía haber dejado de respirar.

-Eres como un hijo para mí, Inu. -el arzobispo alzo la mano para sujetar su hombro: un ratón consolando a un elefante. Una parte desconectada de mi mente quería reír-. No desperdicies tu vida, tu carrera prometedora, tu juramento ante Dios, por esta pagana.

Cuando sea tu esposa, podrás encerrarla en el armario y no pensar de nuevo en ella. Tendrías el derecho legal a hacer lo que desees con ella. -Lo miro de un modo significativo-. Este acuerdo también resolvería… otros asuntos.

La sangre por fin regreso al rostro del Chasseur… No, lo inundo. Subió por su garganta hacia sus mejillas, ardieron más que sus ojos.

Apretó la mandíbula.

-Señor, creo que…

Pero no lo escuché. La saliva cubrió mi boca y mi visión se nublo.

Matrimonio. Con un Chasseur. Tenía que haber otra manera, cualquier otra…

La bilis subió por mi garganta y, sin que pudiera evitarlo, lance un arco de vomito a los pies del arzobispo. Él se apartó de un salto con un grito de repulsión.

- ¡Como te atreves! -Alzo un puño para golpearme de nuevo, pero el Chasseur actuó con agilidad veloz. Atrapo la muñeca del arzobispo con la mano.

-Si esta mujer será mi esposa -dijo, tragando con dificultad-, no la tocara de nuevo.

El arzobispo expuso los dientes.

-Entonces, ¿aceptas?

El Chasseur soltó su muñeca y me miro, un rubor oscuro subía por su garganta.

-Solo si ella acepta.

Sus palabras me recordaron a Gogo.

Ten cuidado.

Solo si tú lo haces.

Gogo había dicho que necesitaba encontrar protección. Mire al Chasseur de cabello plateado y al arzobispo que aún se frotaba su muñeca. Quizás la protección me había encontrado.

Hiten, Manten, los guardias, ella… Nadie podría herirme si tenía a un Chasseur como esposo. Y lo otros Chasseurs no serían una amenaza: si podía mantener la farsa. Si podía evitar hacer magia cerca de ellos. Nunca sabría que era una bruja. Estaría oculta ante las narices de todos.

Pero… también tendría un marido.

No quería un marido. No quería encadenarme a nadie por matrimonio, en especial no a alguien rígido y santurrón como ese Chasseur. Pero si el matrimonio era mi única alternativa a pasar la vida en prisión, quizás era la opción más agradable. Sin duda era la única opción que me sacaría de aquel teatro sin estar encadenada.

Después de todo, aún tenía el anillo de Midoriko. Siempre podía escapar después de firmar el certificado de matrimonio.

De acuerdo. Enderece los hombros y alce el mentón.

-Lo hare.

Continuara…

Pd: ¡taran! ¿qué les pareció el capitulo de hoy? xD

Gracias por seguir leyendo esta historia y dejándome Reviews x)

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