Buenas aquí les dejo una adaptación de un libro que me gusto, los personajes de inuyasha no me pertenecen ni la historia ni los personajes del libro espero que les guste

Asesino de brujas

Libro 1

La bruja blanca

(poco a poco, el pájaro construye su nido)

Cap. 10

Consumación

Kag

La cathedral saint-cecile d cesarine se alzó ante mí, como un espectro siniestro de capitales, torres y muros altos. Las ventanas del color de las joyas se erguían bajo el sol. Las puertas de palisandro talladas e incrustadas en piedra blanca estaban abiertas mientras subíamos los escalones y un grupo de Chasseurs salió por ellas.

-Compórtate -susurro mi nuevo esposo. Sonreí con sonora, pero no dije nada.

Un Chasseur se detuvo frente a mí.

-Identificación.

-Em…

Mi esposo inclino la cabeza, tenso.

-Es mi esposa, Kagome.

Lo mire, sorprendida de que hubiera podido pronunciar las palabras a través de sus dientes apretados. Como era habitual, me ignoro.

El Chasseur frente a mi parpadeo. Y parpadeo de nuevo.

- ¿Su…? ¿esposa, capitán Diggory?

El asintió de modo imperceptible y, de verdad, temí por sus dientes. Sin duda se romperían si continuaba apretando la mandíbula.

-Si.

El Chasseur se atrevió a mirarme rápido.

-Esto es… muy inusual. ¿El arzobispo sabe que…?

-Nos espera.

-Por supuesto. -El Chasseur giro hacia el paje que acababa de aparecer-. Informa al arzobispo de que el capitán Diggory y su… esposa han llegado. -Lanzo otra mirada furtiva en mi dirección mientras el paje partiría. Le guiñe un ojo. Mi esposo emitió un sonido impaciente, sujeto mi brazo y me obligo a girar hacia la puerta.

Aprete mi brazo de un tirón.

-No hay necesidad de lisiarme.

-Te he dicho que te comportaras.

-Ah, por favor. He guiñado un ojo. No me he desnudado cantando (Liddy la pechugona).

Oímos alboroto a nuestras espaldas y nos giramos a la vez. Mas Chasseurs marchaban por la calle, cargado lo que parecía un cadáver. Aunque el cuerpo estaba envuelto en una tela para cuidar las formas, no hubo confusión al ver la mano que colgaba por debajo de la sabana.

O las enredaderas que habían crecido entre sus dedos. O la corteza que cubría su piel.

Aunque mi esposo me retenía, me incline más cerca e inhale la dulzura familiar que emanaba del cuerpo. Interesante.

Uno de los Chasseurs se apresuró a ocultar la mano.

-Lo encontramos a las afueras de la ciudad, capitán.

Mi esposo inclino la cabeza el callejón junto a la iglesia sin decir ni una palabra, los Chasseur avanzaron rápido hacia allí. Aunque a mí me llevo dentro del edificio, gire el cuello para observarlos partir.

- ¿Qué ha sido eso?

-No es asunto tuyo.

- ¿A dónde lo llevan?

-He dicho que no es…

-suficiente. -El arzobispo entro en el vestíbulo, mirando con desagrado el fango y agua que se acumulaban a mis pies. Se había cambiado y vestía una túnica clara, y había limpiado las salpicaduras de lodo y arena de su rostro. Reprimí el deseo de tocar mi vestido rasgado o peinar mies enredos con los dedos. No importaba que aspecto tuviera. El arzobispo podía irse al carajo-. El certificado de matrimonio espera en mi estudio. ¿Dónde debemos ir a buscar tus pertenecías?

Fingiendo desinterés, escurrí mi cabello mojado.

-No tengo ninguna.

-No… tienes ninguna -repitió el despacio, mirándome con desaprobación.

-Eso he dicho, si, a menos que tus secuaces y tu queráis saquear el ático del Soleil et Lune. He tomado prestados sus disfraces durante años.

-No esperaba otras cosas. -frunció el ceño-. Te encontraremos ropa presentable. No deshonrare a inuyasha haciendo que su esposa parezca una pagana, aunque lo sea.

- ¿Cómo te atreves? -Sujete mi vestido arruinado fingiendo estar ofendida-. Ahora soy una mujer cristiana que le teme a Dios…

Mi esposo me arrastro lejos antes de que dijera algo más. Oi el crujido de sus dientes.

Después de firmar velozmente el certificado de matrimonio en el estudio, mi esposo me guio por un pasillo angosto y polvoriento, en un intento ovio de evitar el vestíbulo atestado. Dios no querría que alguien viera a su nueva esposa. Aunque era probable que los rumores sobre el escándalo ya circularan por la torre.

Una escalera de caracol arrinconada al final del pasillo llamo mi atención. A diferencia de las escaleras arcaicas de palisandro, ubicadas por toda la catedral, esa era de metal y evidentemente había sido construida después de la original. Había algo allí… en el aire de la escalera… tire del brazo del capitán e inhale imperceptiblemente.

- ¿A dónde lleva esa escalera?

El siguió mi mirada antes de sacudir la cabeza con brusquedad.

-A ningún lugar que vayas a visitar. El acceso fuera de los dormitorios está restringido. Solo el personal autorizado puede acceder a los pisos superiores.

Pues bien. Contad conmigo.

Pero no dije nada más y permití que el me llevara por varias escaleras distintas hasta una puerta de madera sencilla. La abrió sin mirarme. Me detuve fuera, ante las palabras talladas sobre la entrada:

NO PERMITIRAS QUE UNA BRUJA VIVA.

Me estremecí. Era la famosa torre de los Chasseurs. Aunque ningún cambio visible marcaba el pasillo de enfrente, había algo austero en el lugar. Carecía de calidez o benevolencia. La atmosfera era lúgubre y rígida como los hombres que residían allí.

Mi esposo asomo la cabeza por la puerta un segundo después y miro la inscripción aterradora y luego a mí.

- ¿Qué ocurre?

-Nada. -Me apresure a seguirlo, ignorando el pavor que recorrió mi columna al cruzar la entrada. Ahora no había vuelta atrás.

Estaba en las entrañas de la bestia.

Y pronto, estaría en la cama de la bestia.

Joder, claro que no.

Me guio por el pasillo, con cuidado de no tocarme.

-Por aquí. -Señalo una de las puertas que delineaban el pasillo,

Pasé a su lado para entrar en la habitación…y me detuve en seco. Era una caja de cerillas terriblemente simple, miserable y anodina sin ninguna característica que la definiera. Las paredes eran blancas, los tablones del suelo eran oscuros. Solo una cama y un escritorio llenaban el espacio. Peor, él no tenía pertenencias ni nada parecido. Ninguna baratija. Ningún libro. Ni siquiera una cesta para la ropa sucia.

Cuando vi la ventana angosta y demasiado alta en la pared como para observar el atardecer, realmente me morí un poco por dentro.

Mi esposo debía de ser la persona más insípida del mundo.

Oi que cerraban la puerta a mis espaldas. Sonaba definitivo: como la de una celda al cerrarse.

El alzo las manos despacio, como si intentara calmar a un gato salvaje.

-Solo me quitare la chaqueta. -Movió los hombros para deslizar su abrigo mojado y lo colgó sobre el escritorio antes de comenzar a quitarse la bandolera.

-Puedes parar ahora mismo -dije-. No… No te quites más ropa.

El apretó la mandíbula.

-No te obligare a hacer nada -arrugo la nariz con desagrado-, Kagome.

-Llámame kag. -Hizo una mueca ante mi nombre-. ¿Acaso te resulta ofensivo?

-Todo lo relacionado contigo me resulta ofensivo. -Movió la silla del escritorio y tomo asiento con un suspiro inmenso-. Eres una delincuente.

-No es necesario sonar santurrón, chass. Estas aquí por ti, no por mí.

Frunció el ceño.

-Esto es por tu culpa.

Me encogí de hombros y tomé asiento en su cama inmaculadamente hecha. Hizo una mueca de dolor cuando mi vestido mojado toco la manta.

-Deberías haberme soltado en el teatro.

-No sabía que ibas a… que ibas a incriminarme…

-Soy una delincuente -razone, sin molestarme en corregirlo.

De todos modos, ya no importaba-. Me comporte como tal. Deberías haberlo esperado.

Señalo furioso mi rostro magullado y mis dedos rotos.

- ¿Y cómo te ha resultado comportarte como criminal?

-Estoy viva, ¿no?

- ¿Lo estas? -Alzo una ceja-. Pareces alguien que ha estado a punto de morir.

Sacudí una mano relajada y sonreí con picardía.

-Los riesgos que conllevan el trabajo.

-Ya no.

- ¿Disculpa?

Sus ojos ardieron.

-Ahora eres mi esposa, nos guste o no. Ningún hombre te tocara de ese modo.

La tensión, tirante y pesada, apareció entre los dos con sus palabras.

Incline la cabeza y camine hacia el mientras una sonrisa se extendía en mi rostro. El me fulmino con la mirada, pero su respiración se detuvo cuando me incline sobre él. Poso los ojos en mi boca. Incluso sentado era más alto que yo.

-Bien. -Coloque la mano alrededor de uno de los cuchillos de su bandolera. Lo coloqué sobre su garganta antes que él pudiera reaccionar y hundí la punta con la fuerza suficiente para hacerlo sangrar. El sujeto mi muñeca con la mano, la aplasto, pero no me obligo a apartarme. Me acerque más. Nuestros labios estaban a un suspiro de distancia-. Pero deberías saber -susurre-, que, si un hombre me toca de cualquier modo sin mi permiso, lo abriré en dos. -Hice una pausa para el efecto dramático y arrastré el cuchillo desde su cuello hasta su ombligo y un poco más bajo. Trago con dificultad-. Incluso si ese es mi esposo.

-Tenemos que consumar el matrimonio. -Su voz era baja, cruda…furiosa-. A ninguno de los no conviene la anulación.

Me aparte bruscamente, alce mi manga para exponer la piel de mi antebrazo. Sin apartar los ojos de los suyos, hundí la punta del cuchillo e hice un corte. El intento detenerme, pero era tarde. La sangre broto. Arranque la manta de su cama y deje que las gotas de sangre cayeran sobre las sábanas.

-Listo. -Fui hacia el baño, ignorando su expresión de perplejidad-. Matrimonio consumado.

Saboree el dolor en mi brazo. Lo sentía real, distinto al resto de lo ocurrido en aquel día miserable. Limpie el corte despacio, con cuidado, antes de cubrirlo con una tela que halle en el armario que estaba en un rincón.

Casada.

Si alguien me hubiera dicho esa mañana que estaría casada al atardecer, me habría reído. Y luego probablemente le habría escupido en la cara.

El Chasseur llamo la puerta.

- ¿Estas bien?

-Dios, déjame en paz.

Abrió apenas una rendija de la puerta.

- ¿Estas decente?

-No -mentí.

-Entrare. -Asomo la cabeza y entrecerró los ojos al ver la sangre-. ¿Era necesario?

-Si hay algo que soy, es meticulosa.

Quito la tela para inspeccionar el corte. Obligándome a mirar su pecho. Aun no se hacía cambiado y tenía la camisa mojada por el rio. La tela se aferraba a el de modo que me distraía particularmente. Así que me obligue a mirar la bañera, pero mis pensamientos regresaban en él. Era demasiado alto. Anormalmente alto para ese espacio pequeño. Me pregunte si tenía alguna clase de enfermedad.

Mis ojos regresaron a su pecho. Era probable.

-Creerán que te he asesinado- dijo. Coloco la tela en su lugar y abrió el armario para tomar otra y limpiar el suelo y lavabo.

Terminé de vendar mi brazo y me uní a él.

- ¿Qué hacemos con las pruebas? -Me limpie las manos ensangrentadas con el dobladillo de mi vestido.

-Las quemaremos. Hay una caldera en el piso inferior.

Mis ojos se iluminaron.

- ¡S! Una vez incendie un almacén. Una cerilla y el lugar ardió como una chimenea.

- ¿Incendiaste un edificio?

Era evidente que esta gente tenía problemas auditivos.

-Es lo que acabo de decir, ¿no?

El sacudió la cabeza y anudo la toalla.

-Tu vestido -dijo sin mirarme. Baje la vista hacia la prenda.

- ¿Qué le pasa?

-Esta cubierto de sangre. También hay que deshacerse de él.

-Claro. -Resoplé y puse los ojos en blanco-. No tengo otra ropa.

-Es tu problema. Entrégamelo.

Lo fulmine con los ojos. El me devolvió la mirada asesina.

-No tengo otra ropa -repetí. Sin duda tenía problemas auditivos.

-Deberías haber pensado en eso antes de hacerte un corte profundo en el brazo. -Extendió la mano, insistente.

Paso otro segundo.

-Bien, de acuerdo. -Una risita alocada escapo de mi garganta-. ¡Está bien!

A ese juego podían juagar dos. Intente quitarme el vestido por la cabeza, pero mis dedos, aun tiesos y doloridos, evitaron que tuviera éxito. En cambio, la tela húmeda se quedó atascada en mi cuello, ahogándome y estuve a punto de romperme el resto de los dedos En el intento desesperado por librarme de la tela.

Pronto, unas manos fuertes aparecieron para ayudarme. Me aprete por instinto y mi vestido se rasgó con la misma facilidad con la que lo había hecho en el teatro.

Nerviosa, le lance mi vestido a la cara. No estaba desnuda. La suave ropa interior cubría las áreas sensibles, pero era suficiente. Cuando se deshizo de mi vestido, su rostro ardía. Aparto la vista con rapidez.

-Hay una camisa allí. -señalo el armario con la cabeza antes de mirar la herida en mi brazo-. Le diré a una criada que traiga un camisón para ti. No permitas que vea tu brazo.

Puse los ojos en blanco de nuevo mientras él se iba y me vestí con una de sus camisas ridículamente grandes. La prenda me caía por debajo de las rodillas. Cuando estuve segura de que se había marchado, volví al cuarto.

La luz dorada del atardecer entraba a través de la ventana solitaria.

Arrastre el escritorio hasta ella, coloque la silla encima y subí. Haciendo equilibrio con los codos sobre el alfeizar, el mentón en mis manos y suspire.

El sol aún era hermoso. Y a pesar de todo, atardecía. Cerré los ojos y disfrute.

Pronto, una criada entro para comprobar que hubiera manchas de sangre en las sábanas. Satisfecha, las retiro sin decir ni una palabra. Mi estomago se hundió despacio hasta el suelo mientras observaba su espalda rígida. No me miraba.

- ¿Tienes un camisón? -dije esperanzada, incapaz de soportar el silencio.

Ella hizo una reverencia, correcta y formal, pero evito mis ojos.

-El mercado no abre hasta mañana, madame. Se marcho sin decir otra palabra. La observe irse con mal presentimiento. Si esperaba hallar un aliado en esa torre miserable, era demasiado optimista. Incluso le habían lavado el cerebro al personal doméstico. Pero si creían que podían quebrar mi espíritu con el silencio -con el aislamiento- iba a llevarse una sorpresa divertida.

Baje de mi torre de muebles y camine por el cuarto en busca de algo que pudiera usar contra mi captor. Chantaje. Un arma. Cualquier cosa. Me devane los sesos recordando los trucos que había usado contra Hiten y Manten a lo largo de los años. Después de abrir con fuerza el cajón del escritorio, hurgue entre su contenido con toda la cortesía que mi esposo merecía. No había mucho que inspeccionar.

Algunas plumas, un frasco de tinta, una vieja Biblia desgastada y… un cuaderno de cuero, cuando lo tome y hojee las páginas, varias hojas cayeron al suelo. Cartas. Las inspeccione de cerca y una sonrisa apareció despacio en mi rostro.

Cartas de amor.

Un Chasseur de cabello plateado muy confundido me despertó con la mano esa noche. Yo estaba acurrucada en la bañera, envuelta en su ridícula camisa, cuando el irrumpió en el cuarto y me toco la costilla con su dedo.

- ¿Qué? -Lo ahuyente furiosa mientras hacia una mueca ante la luz repentina.

- ¿Qué haces? -El retrocedió, aun agazapado sobre sus rodillas, y coloco la vela en el suelo-. Cuando no te he visto en la cama, he creído que tal vez… que habías sido capaz de…

- ¿Huir? -dije con astucia-. Aún está en mis planes.

Endureció su expresión.

-Sería un error.

-Todo es relativo -Bostece y me acurruque de nuevo.

- ¿Por qué estás en la bañera?

-Bueno, no dormiré en tu cama, ¿o sí? Esta parecía la mejor alternativa. Hizo una pausa.

-No tienes… no es necesario que duermas aquí -balbuceo-. Quédate la cama.

-No, gracias. No es que no confié en ti, pero…bueno, si, es exactamente eso.

- ¿Y crees que la bañera puede protegerte?

-Mmm, no. -Suspire, parpadeando. Mis parpados eran terriblemente pesados-. Puedo cerrar la puerta con llave…

Un momento.

En ese instante, desperté de un salto.

-He cerrado la puerta con llave. ¿Como has entrado?

Él sonrió y maldije a mi corazón traicionero por titubear. La sonrisa transformo su rostro… como el sol. Fruncí el ceño, cruce los brazos y me acomode dentro de su camisa. No quería hacer esa comparación, pero no podía quitarme la imagen de la cabeza. Su cabello plateado, despeinado como si él también hubiera dormido en un lugar el que no debía, no ayudaba.

- ¿Dónde has estado? -replique. Su sonrisa vacilo.

He dormido en el santuario. Necesitaba… un poco de espacio. Fruncí el ceño y el silencio entre los dos se prologo. Después de un largo instante, pregunte:

- ¿Cómo has entrado?

-No eres la única que sabe forzar cerraduras.

- ¿En serio? -enderece la espalda, con el interés despierto-.

¿Dónde aprendería semejante truco un Chasseur santo?

-El arzobispo.

-Por supuesto. Es un imbécil muy hipócrita.

La frágil camaradería entre los dos de derrumbó. El se puso de pie de un salto.

-Nunca le faltes el respeto. No frente a mí. Es el mejor hombre que he conocido. El más valiente. Cuando yo tenía tres años, el…

Lo hice callar poniendo los ojos en blanco. Estaba convirtiéndose en una costumbre cuando estaba con inuyasha.

-Escucha, Chass, eres mi marido, así que siento que debo ser sincera contigo y decirte que con gusto asesinare al arzobispo cuando tenga la oportunidad.

-Él te mataría antes que alzaras siquiera un dedo. -Un resplandor fanático brillo en sus ojos y alce una ceja escéptica-. Hablo en serio. Es el líder más calificado en la historia de los Chasseurs. Ha asesinado más brujas que cualquier otro hombre vivo. Su talento es leyenda. Él es una leyenda…

-Es viejo.

-Lo subestimas.

-parece ser un tema aquí. -Bostece y me gire, moviéndome para encontrar una posición más suave de la bañera-. Oye, esto ha sido divertido, pero es hora de mi sueño reparador. Necesito estar increíble para mañana.

- ¿Para mañana?

-Volveré al teatro -susurre, con los ojos cerrados-. Lo poco que he visto de la obra esta mañana parecía fascinante.

Hubo otra pausa, mucho más larga que la anterior. Lo espié por encima del hombro. El toqueteo la vela unos segundos antes de respirar hondo,

-Ahora que eres mi esposa, lo mejor será que permanezcas dentro de la torre de los Chasseurs.

Me incorpore con rapidez, el suelo quedo inmediatamente olvidado.

-No creo en absoluto que eso sea lo mejor.

-Han visto tu cara en el teatro -La ansiedad ardió en mi estomago-. Y ahora saben que eres mi esposa. Todo lo que hagas será vigilado. Todo lo que digas me afectara a mí, a los Chasseurs. El arzobispo no confía en ti. Cree que lo mejor es que permanezcas aquí hasta que aprendas a comportarte. -Me miro con severidad-. Coincido con él.

-Que lastima. Creía que tenías mejor juicio que el arzobispo -replique-. No puedes mantenerme encerrada en esta trou a merde.

Me hubiera reído al ver su expresión consternada si no hubiera estado furiosa.

-Cuidado con esa lengua. -Tenso la boca y movió los orificios nasales-. Eres mi esposa.

-Si, ¡tú lo has dicho! Tu esposa. Ni tu esclava, ni tu propiedad. He firmado ese estúpido papel para evitar la encarcelación…

-No podemos confiar en ti. -Alzo la voz por encima de la mía-. Eres una criminal. Eres impulsiva. No querría que abrieras siquiera la boca fuera de este cuarto…

- ¡Mierda! ¡Joder! Vete al ca…

- ¡Basta! -la sangre se golpeó en su garganta y su pecho subió y bajo intensamente mientras hacia un esfuerzo por controlar la respiración-. ¡Dios, mujer! ¿Cómo puedes hablar así? ¿No tienes vergüenza?

-No permaneceré aquí -replique furiosa.

-Harás lo que se te ordena. Sus palabras eran firmes, definitivas.

Joder, claro que no. Abrí la boca para decirle eso, pero él ya había salido del cuarto hecho una furia y había cerrado la puerta de un golpe con tanta fuerza que mis dientes temblaron.

Continuara…

Pd: ¡Feliz noche De Brujas!

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