Buenas aquí les dejo una adaptación de un libro que me gusto, los personajes de inuyasha no me pertenecen ni la historia ni los personajes del libro espero que les guste

Asesino de brujas

Libro 1

La bruja blanca

(poco a poco, el pájaro construye su nido)

Cap. 14

Dios, Ten Piedad

Kag

Los susurros llegaron a nuestros oídos desde el santuario y la luz del fuego proyectaba sombras en los rostros de las estatuas alrededor. Bostezando, mire la más cercana: una mujer simple con mirada de aburrimiento supremo en el rostro. Empatice con ella.

-Aún recuerdo mi primer intento. Le di al blanco de inmediato. -El arzobispo se rio como solían hacerlo loa ancianos al remorar cuentos del pasado-. Es más, justo me habían recogido de la calle, acababa de cumplir siete años y no tenía una couronne en el bolsillo ni experiencia alguna a mi nombre. Nunca siquiera había sostenido un arco, y ni hablar de disparar una flecha. El viejo obispo lo llamo un acto de Dios.

Mi esposo curvo los labios a modo de respuesta.

-Ya lo creo.

Bostece de nuevo. El oratorio era sofocante y el atuendo de lana que vestía, recatado, parduzco y deliciosamente cálido no ayudaba ni un poco. Mis parpados se cerraban por su propia cuenta.

Sería un acto de Dios que soportara la misa sin roncar.

Después del fiasco de la biblioteca, había pensado que era prudente aceptar la invitación de marido a la misa de la tarde. Aunque no sabía si él creía mi historia y la de Hojo sobre la enseñanza de las escrituras, él había adoptado la idea y yo había pensado el resto del día memorizando versículos. El castigo más diabólico de todos.

- "Gotera constante en un día lluvioso es la mujer que pelea"

-había recitado él, mirándome con molestia y esperando que yo repitiera el versículo. Todavía estaba fastidiado por nuestra discusión anterior.

-La lluvia y los hombres son una molestia.

Él había fruncido el ceño, pero había continuado.

- "Quien la domine podrá dominar el viento y sostener aceite en la mano".

-Quien la domine… algo sobre el aceite y una mano… -sacudí las cejas con expresión traviesa-. Quel risque! Qué clase de libro es…

El interrumpió antes de que pusiera en duda su honor, endureciendo la voz.

- "El hierro con el hierro se pule y el hombre pulirá el semblante de su amigo".

-El hierro con hierro se pule, así que está actuando como un imbécil porque yo también soy un trozo de metal. Y así había proseguido.

Siendo sincera, la invitación a misa había sido un alivio grato. El arzobispo sujeto el hombro de mi esposo con otra risita afable.

-Por supuesto que no le di ni por asomo al blanco en mi segundo intento.

-Lo hizo mejor que yo. Tarde una semana en darle al blanco.

- ¡Tonterías! -El arzobispo sacudió la cabeza, sonriendo ante el recuerdo-. No olvido tu talento natural. Tenías bastante más talento que el resto de los novatos.

El tintineo proveniente del campanario evito que cayera sobre la chimenea.

-Ah. -El arzobispo, quien por lo visto había recordado donde estaba, dejo caer la mano y acomodo la tela sobre su cuello-. La misa está a punto de comenzar. Si me disculpáis, debo ir con el resto de los asistentes. -Hizo una pausa en la salida y endureció la expresión-. Y recuerda lo que hemos hablado esta tarde, capitán Diggory. Precisa una vigilancia más estricta. Mi esposo asintió, ruborizándose.

-Si, señor.

Caminé y me detuve a su lado en cuanto el arzobispo se marchó.

- ¿Vigilancia más estricta? ¿Qué diablos significa eso?

-Nada. -Tosió con prisa y extendió el brazo-. ¿Vamos?

Pase a su lado hacia el santuario.

-A la mierda con la vigilancia más estricta.

Iluminado por cientos de velas, el santuario de Saint-Cecile parecía salido de un sueño… o de una pesadilla. Mas de la mitad de la ciudad se había reunido en la sala amplia para oír el sermón del arzobispo. Los que eran lo bastante adinerados como para asegurarse sus asientos lucían prendas elegantes y joyas: Vestidos y trajes borgoña oscuro, amatista y esmeralda con dobladillo dorado y mangas de encaje, manguitos de piel y pañuelos de seda. Las perlas brillaban luminiscentes desde sus orejas y los diamantes centellaban ostentosos desde sus gargantas y muñecas.

En la parte trasera del santuario, estaba el sector más pobre de la congregación, con rostros solemnes y sucios. Las manos juntas. También había un grupo de Chasseurs con chaquetas azules entre los que estaba Bankotsu. Nos hizo señas para que fuéramos allí. Maldije en silencio cuando mi esposo accedió.

- ¿Permaneceremos de pie durante toda la misa?

Me miro sospechosamente.

- ¿Nunca has asistido a misa?

-Claro que si -mentí, hundiéndome en mi lugar mientras el continuaba guiándome hacia adelante. Hubiera deseado tener puesta una capucha. Había más personas allí de las que había imaginado. Presuntamente, ninguna era una bruja, pero uno sabia…después de todo, yo estaba allí-. Una o dos veces.

Ante su expresión incrédula, señale la extensión de mi cuerpo.

-Soy una criminal, ¿recuerdas? Discúlpame por no memorizar cada proverbio y aprender cada regla.

Puso los ojos en blanco y me empujo los últimos escalones.

-Los Chasseurs permanecen de pie como acto de humildad.

-Pero yo no soy una Chasseur…

-Gracias a dios. -Bankotsu se apartó para hacernos sitio y mi autoritario esposo me obligo a colocarme entre los dos. Sujetaron sus antebrazos a modo de saludo con sonrisas tensas-. No sabía si nos acompañaríais o no, debido al fiasco de esta tarde. ¿Cómo se ha tomado la noticia su Eminencia?

-No nos ha culpado.

-Entonces, ¿a quién ha culpado?

Mi esposo coloco sus ojos en mi durante un segundo más que breve antes de mirar de nuevo a Bankotsu.

-A los novicios que hacían guardia. Los han retenido de sus puestos.

-Y con todo derecho.

Sabía que no debía corregirlo. Por suerte, su conversación termino cuando la congregación se puso de pie y comenzó a cantar. Mi esposo y Bankotsu se unieron de inmediato mientras el arzobispo y sus auxiliares entraban en el santuario, avanzaban por el pasillo y hacían una reverencia ante el altar. Desconcertada e incapaz de comprendes una palabra de su horrorosa balada, me invente mi propia letra.

Puede que incluyera a una camarera llamada Liddy.

Mi esposo frunció el ceño y me empujo con el codo mientras todo guardaban silencio de nuevo. Aunque no podía asegurarlo, los labios de Bankotsu temblaron como si intentara no reír. El arzobispo se giró para hablarle a la congregación.

-Que el señor este con vosotros.

-Y con tu espíritu -respondieron al uno sonó

Observe con fascinación mórbida mientras el arzobispo alzaba los brazos extendidos.

-Hermanos, reconozcamos nuestros pecados y preparemos para celebrar los misterios sagrados.

Un sacerdote a su lado alzo la voz.

- ¡Dios ten piedad!

-Has sido enviado para curar los corazones arrepentidos -prosiguió el arzobispo-. ¡Dios, ten piedad!

La congregación se unió a su voz.

- ¡Dios, ten piedad!

-Has unido las naciones bajo la paz del reino de dios. ¡Dios, ten piedad!

¿La paz del reino de Dios? Resople y cruce los brazos. Mi esposo me empujo con el codo otra vez y movió los labios para formar la palabra: Basta. Clavo sus ojos dorados en los míos. Hablo en serio. Bankotsu sin duda ahora sonreía.

- ¡Dios, ten piedad!

-Has venido con tu palabra y tus sacramentos a fortaleceremos en la santidad. ¡Dios, ten piedad!

- ¡Dios, ten piedad!

-Vendrás en tu gloria con la salvación para tu pueblo. ¡Dios, ten piedad!

- ¡Dios, ten piedad!

Incapaz de contenerme, susurre:

-Hipócrita.

Mi esposo parecía a punto de estallar. Su rostro se había enrojecido de nuevo y una vena latía en su garganta. Los Chasseurs de alrededor nos fulminaban con la mirada o se reían. Los hombros de Bankotsu temblaron con su risa silenciosa, pero la situación no me resulto graciosa como antes. ¿Dónde estaba la salvación de los míos? ¿Dónde estaba nuestra piedad?

-Dios todopoderoso, ten piedad de nosotros, perdona nuestros pecados y concédenos la vida eterna.

-Amen.

De inmediato, la congregación comenzó a cantar otra canción, pero deje de escuchar. Observe al arzobispo alzar las manos hacia el cielo, cerrar los ojos y perderse en la canción. Mientras Bankotsu sonreía y empujaba con el codo a mi esposo cuando cantaba la canción errónea. Mi esposo se reía a regañadientes y lo apartaba.

-Tú que quitas los pecados del mundo, ten piedad de nosotros -cantaba el niño que teníamos afrente. Sujetaba la mano de su padre y se balanceaba con la cadencia de voces-. Tú que quitas los pecados del mundo, ten piedad de nosotros. Tú que quitas los pecados del mundo, escucha nuestras plegarias.

Ten piedad de nosotros.

Escucha nuestra plegaria.

Al final de mi sesión de tortura de lo proverbios, había oído un versículo que no había comprendido.

Como el rostro en el agua es reflejo del rostro, así el hombre se refleja en el corazón del hombre.

- ¿Qué quiere decir?

-Significa que… El agua es como espejo -había explicado mi esposo, frunciendo levemente el ceño-. Nos devuelve el reflejo de nuestro rostro. Y nuestra vida, el modo en que vivimos, las cosas que hacemos…-Miraba sus manos, incapaz de mirarme a los ojos-…reflejan nuestro corazón.

Explicado de ese modo, tenía sentido. Sin embargo… mire a los fieles de alrededor, a los hombres y mujeres que suplicaban piedad y pedían mi sangre a gritos con el mismo aliento. ¿Cómo era posible que ambas cosas habitaran en sus corazones?

-Kag, lo… -Se aclaro la garganta y se obligó a mirarme. Sus ojos dorados brillaron con sinceridad. Con arrepentimiento-. No debí haber gritado. En la biblioteca. Lo… siento.

Nuestra vida refleja nuestro corazón.

Si, explicado de ese modo tenía sentido, pero aún no lo comprendía. No comprendía a mi esposo. No comprendía al arzobispo.

O al niño bailarín. O a su padre. O a Bankotsu, o a los Chasseurs, o a las brujas o a ella. No comprendía a ninguno.

Conscientemente de los ojos de los Chasseurs sobre mí, dibujé una sonrisa forzada y le di un golpecito en la cadera a mi esposo, fingiendo que había sido un espectáculo planeado. Una broma. Que había estado provocándolo para obtener una reacción. Que no era una bruja en la misa, de pie entre mis enemigos y adorando al dios de otros.

Nuestra vida refleja nuestro corazón.

Tal vez eran todos hipócritas, pero yo era la más hipócrita de todos.

Continuara…

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