En el primer capítulo olvidé mencionar algo muy importarte y es que esta idea surgió de un prompt que hizo MakotaTaeny9 a quien le agradezco mucho la propuesta.

Aprovecho para darles las gracias por el buen recibimiento de esta nueva historia. Espero les guste lo que hay planeado.


La mañana encontró a Regina en vela, mirando por la ventana del desayunador. El encuentro con David acaparando su mente, sin poder concebir que el príncipe sacrificara el alma por la suya y mucho menos la razón que le dio.

"Porque te deseo a morir"

Esas palabras resonaban en su cabeza como un eco ensordecedor, apoderándose del tiempo y espacio a su alrededor. Cerró los ojos recordándolas. Era tan vívida la imagen que podía jurar que seguía en su habitación con él. Era tan real que acarició sus labios, deseando inconscientemente volver a sentir la suavidad de los de David.

Inhaló profundamente al darse cuenta de lo que le sucedía. Tomó el libro de hechizos que abrió justo en la página indicada llevándose la sorpresa de que el nombre de Rumpelstiltskin aparecía de nuevo en él, como si el de David jamás hubiera estado ahí.

Decidió caminar hasta el apartamento de Mary Margaret con la esperanza de que el trayecto desvaneciera el deseo vehemente y prohibido que había nacido en ella. Se obligó a enfocar sus pensamientos en encontrar la forma de liberar a David del Oscuro. No se le ocurría cómo conseguirlo, pero tenía claro que lo primordial era que él estuviera convencido de buscar una solución.


Entró al apartamento de Mary Margaret como si fuese la dueña del lugar donde afortunadamente se encontraban todos reunidos y despiertos.

—Pudiste anunciarte —dijo la maestra a modo de reclamo por el atrevimiento de Regina.

—Es una reina, amor. Las reinas no se anuncian solas. —El pirata esbozó una amplia sonrisa al ver la molestia en la madre de Emma por su broma.

—¿Tienes alguna noticia? —preguntó la sheriff viendo como Regina abrazaba y besaba la cabeza de Henry quien había corrido a los brazos de su madre en cuanto la vio llegar.

—Anoche apareció en la mansión.

—¿Cómo? ¿Y no nos llamaste? —preguntó Mary Margaret, totalmente alarmada.

Regina ni siquiera se inmutó, siguió con su entera atención en su hijo a quien veía un poco desaliñado.

—¿Dijo algo? —Fue Henry quien preguntó esta vez, mirando a su madre con expresión esperanzada y casi suplicante.

Regina cerró los ojos y exhaló por la boca decidiendo en ese instante que no podía decirles que David confesó que se sacrificó por ella, que le dijo que la desea a morir y que la besó. Sin mencionar que ella respondió al beso sin darse cuenta. Lo hizo inconscientemente, pero lo hizo y eso, no hacía más que conflictuar su mente.

—¿Mamá?

—¿Regina? —preguntaron Emma y Víctor casi al unísono con Henry.

La alcaldesa de Storybrooke reaccionó y, al darse cuenta que las miradas se encontraban centradas en ella, adoptó su característico porte altivo.

—No realmente. —Se limitó a responder. Sin embargo, eso no fue suficiente para los demás que siguieron cuestionando con la mirada. Entornó los ojos antes de continuar—: Dijo que fue porque lo llamé. Traté de hablar con él para saber sus intenciones, pero no funcionó. Simplemente desapareció de nuevo.

—Y, ¿cuál es el plan? —cuestionó Víctor porque hasta ese momento no entendía cómo iban a hacer para ayudar a David. Ser el Oscuro significaba inmortalidad y, hasta donde sabía, no había forma de deshacerse de la maldición.

—Convencer a David de no dejar que la oscuridad lo consuma por completo y despertar a Rumpelstiltskin para que nos diga qué podemos hacer —dijo Regina convencida. Fue algo que estuvo pensando durante la larga noche en vela que pasó.

—¿Cómo conseguiste llamarlo? —preguntó Emma con actitud sombría porque su súper poder le decía que Regina no estaba diciendo toda la verdad.

—Un libro de hechizos que perteneció a mi madre y que creó Rumpelstiltskin. Lo usé para invocarlo por primera vez porque quería deshacerme de mi madre.

—¿Así comenzaste a usar magia oscura? —cuestionó Henry con interés. Su madre asintió con una ligera expresión de dolor en el rostro.

—Y te convertiste en la Reina Malvada —reprochó la maestra en un susurro mientras negaba con la cabeza.

—A diferencia de ti, princesa, no todos tenemos la fortuna de ser auxiliados por las hadas —arremetió con rabia y un dejo de tristeza porque sin duda su vida habría sido muy diferente de haber sido escuchada por las polillas mágicas.

Azul agachó la cabeza y retorció los dedos entre sus propias manos evidenciando su nerviosismo y culpabilidad. Jamás entenderían que, ayudar a Regina, significaba la muerte. Era despertar la ira de Cora y Rumpelstiltskin al mismo tiempo. Al ver que el hada no se atrevió a decir nada Regina resopló y se digirió a todos en general:

—Lo importante es que sé cómo invocarlo, aunque no tengamos la daga y que, la próxima vez que aparezca, debemos intentar sacarle información.

—Bueno, invócalo ahora mismo —presionó Mary Margaret con brusquedad, provocada por la desesperación. Regina torció los ojos consiguiendo molestar a la maestra.

—Es más que evidente que no saben cómo tratar con el Oscuro. David no vendrá por más que lo llamemos. No es así como se mueve el Oscuro —agregó en tono sombrío.

—¡Oh! ¿y cómo es, su Majestad? —preguntó Killian entre dientes pues a su parecer, Regina se estaba pasando de lista con sus explicaciones a medias.

—Lo hará cuando él quiera. Cuando le convenga.

—¿Y qué es lo que le convenía anoche? —cuestionó Emma mirando a Regina quien pareció perturbarse un poco aunque de inmediato recobró su porte elegante y altivo. Fue apenas un segundo, pero fue perceptible a sus ojos.

—Ya les dije que no pude hablar mucho con él. Así que no lo sé —respondió molesta por la insistencia de la sheriff.

—Bueno, ¿qué esperas para llamarlo de nuevo? —presionó la maestra.

—¿Y qué vamos a hacer si viene? —Víctor preguntó alarmado por lo que su novia pedía—. No creo que sea seguro traerlo si no tenemos un plan —expresó con nerviosismo.

Regina resopló, movió la mano invocando el libro que apareció, lo abrió y les mostró la página donde se encontraba el nombre.

—Anoche en vez del nombre de Rumpelstiltskin aparecía el de David. Antes de venir acá me di cuenta que ya no era así.

—¿Eso quiere decir que no quiere ser llamado? —preguntó Killian haciendo su mejor esfuerzo por entender.

—Significa que el Oscuro está jugando con nosotros y que tenemos que ser más listos que él o perderemos a David para siempre.


La noche ya estaba entrada y el frío rozaba las tersas mejillas de la alcaldesa de Storybrooke quien se sentía irritada después de pasar todo el día buscando una maldita solución para lo de David. Al menos Mary Margaret no perdía la esperanza alegando que, como el príncipe era de buen corazón y un héroe, no se perdería en la oscuridad tan fácil. Y los demás, con tal que los ánimos no decayeran, decidieron creer cuando lo cierto era que tarde o temprano sucedería. Ninguno de ellos conocía la oscuridad, lo seductora, perversa y envolvente que podía llegar a ser. Pocos lograban salvarse de ella y era un camino de no retorno.

Abrió la puerta para entrar a la Mansión que se encontraba en penumbras y, en cuanto cerró tras ella, una luz resplandeció a sus espaldas. Se giró por la sorpresa viendo una linterna flotante en el vestíbulo. Exhaló entrecortadamente y subió los peldaños con lentitud, percatándose que la linterna se alejaba a su paso, dirigiéndose a las escaleras como si fuese un guía.

No era ninguna idiota, sabía que se trataba de David y que no había más que seguir el juego si quería encontrarlo por lo que siguió la linterna, subiendo cautelosa los escalones hacia la planta alta y, mientras lo hacía, se ofuscó al pensar que seguramente parecía una princesa hipnotizada yendo tras la luz que la llevaría hasta un destino fatal como si de una maldición se tratase.

Aun así, no se detuvo. Siguió hasta llegar a la planta alta donde recorrió el largo pasillo que conducía hacia su habitación a donde entró decidida a enfrentar al Oscuro. La linterna desapareció de inmediato dejando todo en penumbras de nuevo. Contrariada encendió las luces, buscó en los rincones del lugar sin encontrar pista alguna de David. Dio media vuelta al tiempo que invocó su magia para encender todas las luces de la Mansión mientras se apresuraba por el pasillo de vuelta para bajar las escaleras. Al pisar el primer escalón las luces volvieron a apagarse y frente a ella apareció de nuevo una linterna flotante mucho más pequeña que la anterior.

—David, sé que eres tú —dijo con la mirada clavada en la luz que comenzó a avanzar, incitando a seguirla.

Decidida a enfrentarse al nuevo Oscuro bajó los demás escalones hasta el descanso donde se detuvo un momento a buscarlo con la mirada rápidamente sin éxito. Siguió bajando con desconfianza porque dudaba que las intenciones fuera jugar a las escondidillas. Duda que se disipó tan pronto como la linterna tocó la planta baja. Todo el lugar quedó iluminado por un montón de linternas flotantes y fue cuando apareció. David, el nuevo Oscuro, caminaba hacia ella, deteniéndose al pie de las escaleras quien, haciendo gala de la caballerosidad, le ofreció una mano y se inclinó haciendo una debida reverencia.

—Majestad.

La voz profunda hizo estragos en el cuerpo de Regina. Sensación que se convenció de ignorar. Notó de inmediato que las ropas oscuras que llevaba eran vestimenta de príncipe encantador e incluso portaba capa y espada, y no pudo evitar pensar fugazmente que quizá era la daga. Volteó a verlo a los ojos, mismos que le devolvieron una penetrante mirada que logró cautivarla por completo hasta que una sonrisa maliciosa se dibujó en el apuesto rostro. Fue cuando el temor de caer en las garras del Oscuro la invadió.

—No pienses —dijo con voz ronca y agudeza en la mirada, presionando silenciosamente. Era necesario que Regina se dejara llevar para conseguir seducirla para hacerla suya.

Ella pasó saliva con dificultad, relamió sus labios, recobró la compostura y decidió actuar:

—Debemos buscar la forma de salvarte.

—¿Salvarme de qué? —cuestionó bajando la mano que le ofreció y ella nunca tomó.

—De la oscuridad. —Notó que las luces flotantes comenzaron a parpadear con descontrol y eso la alertó.

—No, Regina —habló con un tono meloso que le ayudó a conseguir de nuevo la atención de la reina que posó los bellos ojos en él. Avanzó hacia ella con cautela, satisfecho de ver que no se inmutaba, deteniéndose cuando ya se encontraba prácticamente pegado a esa escultural figura—. ¿Por qué querría renunciar a ser el Oscuro si es lo que me está permitiendo estar muy cerca de ti?

Se apoderó de los labios de la reina en un beso feroz del cual ella intentó huir. Los hizo aparecer justo enfrente de la entrada de la Mansión donde pudo acorralarla entre su cuerpo y la puerta. Le metió la lengua hasta la garganta, gimiendo dentro de la bella boca cuando ella respondió a su demandante beso.

Regina quería convencerse a sí misma que lo besaba por seguir ese absurdo juego, pero lo cierto era que se encontraba correspondiendo con la misma pasión que era besada. Había algo excitante, seductivo y prohibido en ese inesperado encuentro con David. Sabía que debía aprovechar para seguir cuestionando, para convencerlo de mantenerse lúcido, pero por alguna razón decidió seguir, acariciando todo de él a su alcance. Jadeó con fuerza cuando el Oscuro atacó su cuello con húmedos besos y ligeros roces con los dientes que enardecían su cuerpo. Era tanto el calor del momento que cuando menos lo pensó no tenía ropa interior, los fríos dedos acariciaban su hendidura y por poco gime con fuerza cuando encontró su clítoris y lo frotó.

—No tienes idea lo mucho que me calienta sabe que toda esta humedad es por mí —dijo con voz aún más ronca y profunda, fascinado con verla entrecerrar los ojos—. Ni siquiera tengo que esperar más para poder meter mis dedos. —Gimió largamente porque Regina se encontraba tan mojada que pudo penetrarla con dos dedos al mismo tiempo. La vio retorcerse algo incómoda por la brusquedad y sabía que se debía a que, a pesar de estar muy excitada, se sentía bastante estrecha. Colocó su pulgar contra el hinchado clítoris y lo masajeó.

—Oh, jodeeer —chilló Regina indignamente a su parecer, pero es que sentía que se derretía por completo y que estaba a punto de perder la razón para abandonarse al placer que David, el maldito Oscuro, le estaba dando.

El timbre resonó por el lugar, Regina apretó los labios, David miró fijamente la puerta y la voz de Robin llamándola se escuchó del otro lado. Una mano se posó sobre la boca de la reina mientras que sus brazos eran alzados por encima de su cabeza sostenidos por las muñecas por sogas mágicas. Miró con desespero a los ojos del Oscuro quien, sin dejar de penetrarla con su dedos, dijo:

—Dile que se marche, que no deseas verlo. Díselo o yo mismo haré que se largue.

Los ojos de Regina se agrandaron con horror, mismos que cerró cuando David bombeó dentro de ella con sus gruesos dedos. Mordió su labio inferior cuando él quitó la mano de su boca y Robin insistió tocando con su puño la puerta tras ella volviendo a llamarla con insistencia.

—E… estoy indispuesta, Robin —jadeó un par de veces bajito—. Mañana podemos hablar —dijo alzando la voz para asegurarse que el ladrón la escuchara. Ni siquiera supo cómo consiguió articular palabra, pero lo agradecía y esperaba al menos haberse escuchado lúcida.

Milady, sé que te encontraste con David anoche y temo que pueda hacerte algo. Déjame acompañarte para que no estés sola.

La insinuación de que Regina pudiera no estar a salvo con él logró enojar a David que detuvo sus movimientos y los ojos le brillaron de una manera que preocupó a la reina.

—Deja que se vaya —le pidió bajito con la esperanza de que David no le hiciera daño a Robin. El Oscuro fijó su mirada en ella y lo siguiente que supo fue que ahora sogas mágicas le alzaban y abrían las piernas, dejándola expuesta para él. Regina exhaló e inspiró por la boca en repetidas ocasiones antes de que Robin volviera a tocar la puerta haciendo vibrar la madera tras ella—. Me gustaría estar sola esta noche. —Se apresuró a decirle porque no quería seguir hablando con él mientras se encontraba en esa situación. Contuvo el aliento cuando los dedos bombearon dentro de ella de nuevo.

¿Segura? —preguntó Robin no muy convencido.

—¡Sí! —exclamó Regina con voz algo agresiva porque justo en ese momento los dedos, bien enterrados en su intimidad, se curvaron, golpeando ese punto especial dentro de ella con insistencia.

Te veo mañana, Milady. Descansa.

Le habría encantado que le importara, pero no fue así. Regina se encontraba consumida por el placer y la excitación que nacían desde su vientre y poco a poco se extendían por todo su cuerpo, apoderándose de ella.

—Eso es. No pienses —tarareó el Oscuro abriendo con magia la blusa de fina seda negra que Regina llevaba, bajando las copas del brasier para exponer los firmes senos adornados por unos lindos pezones endurecidos, tan paraditos que parecía invitarlo a jugar con ellos.

Regina jadeó con más fuerza cuando acarició el pezón izquierdo. David sonrió satisfecho mientras se acercaba al derecho al cual dio un pequeño beso ganándose un gemido ahogado. Sacó la lengua para lamer alrededor al tiempo que volvía a bombear a la reina con sus dedos haciendo que se retorciera sacando el pecho. Movimiento que el Oscuro aprovechó para tomar el pezón con su boca y chupar, jugando entre sus dedos el otro duro pezón al cual torturó pellizcando y jalando gentilmente.

Las piernas de Regina comenzaron a temblar porque cada músculo de su cuerpo se tensaba poco a poco conforme se acercaba al orgasmo. La boca de David ahora tenía su pezón izquierdo dentro de la boca mientras que la mano libre recorría su espalda hasta llegar a sus nalgas que acarició, pasándose entonces hacia el frente, pasando los fríos dedos por su bajo vientre, mordisqueando y succionando con fuerza su pezón, curvando los dedos en su interior estimulando con insistencia. Apretó los dientes para no suplicar que la hiciera venir, aunque sus gemidos y jadeos desesperados seguramente la delataban.

—Es hora de venirse, Majestad —anunció David poniendo los dedos de su mano izquierda sobre el clítoris de Regina.

Cuando lo frotó la tensión se apoderó del cuerpo de la reina quien se arqueó casi imposiblemente, jalando las restricciones mágicas, abriendo la boca para dejar escapar los más bellos gemidos que David jamás había escuchado. Su pene durísimo daba tirones dentro de los pantalones, sus bolas cargadas dolían, moría por hacerla suya, por apoderarse de ella, pero sabía que Regina no estaba lista para eso aún.

—David —lo llamó con la boca seca y la voz entrecortada. No tenía idea por qué lo hacía. No sabía si quería saber que ahí estaba con ella, o si quería que se detuviera, solo sabía que necesitaba sentirlo presente—. David…

—Aquí estoy —dijo con cariño, acercando su boca a la de ella—. Déjate ir.

—Oh, David —sollozó Regina cerrando los ojos con fuerza al sentir que el placer se apoderaba por completo de su mente apagando cualquier pensamiento coherente, sintiendo el orgasmo demasiado cerca.

"Vente para el Oscuro"

Estalló en millones de pedazos alrededor de los dedos de David. Arqueó la espalda más si es que eso era posible y agitó las caderas al compás de las bruscas contracciones de su cuerpo mientras que los movimientos de los dedos la acompañaban en cada oleada de placer hasta que todo cesó y abandonaron su interior. Abrió los ojos para encontrarse con que David se llevaba a la boca los dedos empapados con la evidencia de su orgasmo. Mismos que chupó, gimiendo de placer al degustar. Se apoyó con las manos en la puerta a cada lado de la cabeza de Regina a quien miró fijamente, adorando la forma en que los pequeños jadeos abandonan la apetitosa boca.

—Sabes a cielo, Majestad.

Los labios de David se apoderaron de los suyos en un beso posesivo que solo consiguió llenarla de nuevo de esa provocativa sensación que la arrastraba hacia lo prohibido. La besó hasta que la dejó sin aliento y, cuando por fin le permitió jalar aire, todo oscureció.