Prologo

Las Dunas del Pasado


El tic tac del reloj me acompaña. Lo único audible es el sonido de fricción de mi lápiz sobre el papel. Llevo en este lugar ya casi dos años, siendo por mucho el lugar más seguro que he encontrado.

Los recuerdos de mi vida siempre asechan.

Mi vida no ha tenido un buen inicio después de todo.

Tuve que huir de mi propio país debido a las amenazas de muerte que recibí.

Solo recordarlo me hace tener escalofríos. El gobierno no nos otorgó protección; en cambio, tuve que escapar de todo ojo público por unos años.

Todo parecía la conspiración de un loco.

Incluso mis colegas tuvieron que huir para salvar sus vidas, pero lamentablemente, todos ellos acabaron traicionados por sus propias familias.

«Fue un accidente.» Dijeron los noticieros de mi país, encubriendo la realidad.

¿A mí? Solo me declararon terrorista nacional.

Luego, mundial.

Escribo y escribo, quiero escribir esta historia, quiero colocar mi vida aquí.

Para que, cuando lo haga público, todos lo sepan.

Aun si estoy muerto.

Escape de mi país y me fui a la otra punta del mundo; a Japón, en un pueblo alejado de las ciudades principales. Por un tiempo estuve siendo perseguido como un fugitivo, el invento que hicimos hubiera cambiado por completo la forma de usar el combustible.

El material de producción era tan eficaz que incluso podía alimentar una ciudad entera con una pequeña máquina que construí.

He estado huyendo desde entonces, abandoné toda mi vida.

Ahora, solo soy un cuerpo esperando su final.

Siempre he pensado que debí morir allá en mi país, que no debí dejarme llevar por el deseo de vengarme, de seguir vivo solo para evitar que esto se quedase así.

Todo para que al final ya no quede nada.

Cuando me doy cuenta veo que solo estoy rayando la hoja.

Aprieto mis dientes con fuerza, la ira dentro de mí no me deja concentrar.

Mi habitación es un completo desastre. No tengo mucho dinero y apenas puedo sobrevivir realizando trabajos para estudiantes universitarios.

Con el poco dinero que tenía, logré alquilar un taller que pertenecía a unos abuelos. El cuarto está lleno de polvo y suciedad; mi escritorio es iluminado por una sola lámpara que apenas ilumina la mitad del espacio.

Sobre él, se amontonan mis trabajos en pilas que no siguen ningún orden lógico.

«Aunque siento un poco de pena por las personas que están aquí.» Miro mi celular. Una notificación es lo único que se asoma, "Ya salió el último capítulo del arco 6 de Re: zero."

Una de las pocas historias que sigo.

Curiosamente, la conocí gracias a los abuelos que viven aquí.

Estos abuelos están increíblemente apasionados con la historia, incluso son ellos quienes me dicen cuando salió un nuevo capítulo.

Los abuelos que me alquilan también perdieron a su hijo. Este despareció exactamente igual que la historia y tenía el mismo nombre; claro, no tardé en descubrir que uno de sus familiares les pidió hacer una historia en memoria de su hijo.

Los abuelos sorpresivamente aceptaron.

El autor hizo una historia que rápidamente se hizo popular en todo el mundo. Esa historia es Re: zero.

«Un isekai eh…»

La indiferencia del mundo te hace querer ver historias en las que puedes escapar e ir a un lugar donde tienes diferentes posibilidades, donde puedes tener poder y disfrutar tu vida a pesar de las adversidades.

Un lugar donde no estas atado a tu pasado, donde tu eres el centro del mundo y este gira en torno a ti.

Mientras divago en mi mente me doy cuenta de algo.

Yo quizás no soy diferente, después de todo el lugar más seguro para mí sería otro mundo. Sin embargo, si tienes algún talento este mundo te recompensa. Mientras tengas poder este es el mejor lugar para vivir, incluso mejor que cualquier otro mundo.

Como ingeniero, tengo múltiples conocimientos que podría aplicar en otro mundo.

Aunque no es solo por ser ingeniero, sino porque he estado encerrado y mi único hobbie es investigar cosas sobre maquinas antiguas. No sé si podría luchar así bestialmente pero tampoco he descuidado mi cuerpo.

Suspiro, sonriendo levemente.

«Como si esas cosas pasaran.»

Caprichosamente, mientras pienso en que sería de mí en otro mundo.

Este responde a mi llamado.

"¡Marco!"

Un grito profundo resuena en mi cabeza. Con él, una sensación de tristeza y dolor recorren mi pecho. En mi cabeza, casi como su fuera parte de mi vista, veo un tubo de metal atravesando mi pecho.

La sangre brota de mi pecho, mientras que debido a mis convulsiones mi vista se nubla, pero puedo ver que hay personas peleando con todas sus fuerzas, el sentimiento de inutilidad recorre mi cuerpo mientras este se desvanece.

Por último, un grito.

Entonces la visión se detiene.

—¡Ahg! —jadeo por la impresión del momento.

No entiendo que acabo de ver.

Quizás ya me estoy volviendo loco.

La ansiedad en mi empezó a incrementarse, un sentimiento profundo arremete en mi cuerpo; mi corazón empieza a latir con rapidez. Aprieto mi pecho y miro las cámaras que estaban instaladas.

"Se ha detectado una presencia."

—Otra vez, después de dos largos años.

Pensé que había escapado.

Me fui a otra parte del mundo, a una finca en un lugar remoto.

No salí y todas mis cuentas eran falsas.

Veo como cinco hombres saltan las vallas del exterior de la finca. Todos con trajes negros semi militares, sus mascaras parecen de algún plástico extraño y están armados con fusiles.

Me dirijo rápidamente a mi escritorio, abro el cajón inferior y saco una pistola, tomo el cargador y con un clic esta queda cargada.

«¿Cómo me descubrieron?» No puedo pensar nada, no hay nadie que me conozca; cambie mi peinado e incluso me hice una cirugía facial clandestina. Incluso cree una identidad falsa por lo que no debería ser conocido.

No tiene caso pensar más.

Saco mi laptop y la dejo cargando el código, tengo que darle tiempo para que todo salga bien. Una lástima que no podré colocar mi historia.

Al menos, quería no ser simplemente un terrorista.

Salgo rápidamente en búsqueda de a los abuelos, sintiendo el ruido de la madera siendo golpeada en cada paso.

Al salir, no puedo evitar apreciar las decoraciones, que rápidamente se difuminan con mi velocidad.

El piso de madera, el papel tapiz.

Cuando vine me parecía hermoso, ahora solo es una decoración más.

los hombres estarán aproximadamente en unos diez minutos así que tengo que sacarlos por la ruta de escape.

Paso a paso la presión se hace más grande, después de todo ellos no saben que acogieron a un terrorista. Tengo que pensar algo lógico, pero tampoco es que sepa que se puede decir.

Llego a la sala, donde una típica sala japonesa con un sofá que compre para ver la televisión me recibe. En el sofá estaban ambos abuelos, apreciando una foto de su hijo, el cual no ha vuelto desde entonces.

Trago saliva en un intento de poner toda mi fuerza en mi voz.

—¡TENEMOS QUE IRNOS YA! —intento ser lo más fuerte posible, mi voz siempre ha sido bastante grave por lo que se escucha con facilidad.

Ambos me miran, dándome una sonrisa junto a una mirada relajada, contrastando con mi desesperación y miedo.

Entonces, Kenichi me mira y sonríe.

—Parece que gané la apuesta. —Este pone su mano junto a la de su esposa, sin mostrar señal de temor alguno.

Naoko solo sonríe, mirándole con un rostro lleno de paz.

Ella, por una enfermedad a causa de la vejez, perdió la voz; comunicándose por su lenguaje corporal y también usando el lenguaje de señas.

—¡No hay tiempo que perder! ¡Yo puedo cargar a Naoko, si tomamos la ruta de escape! —miro a ambos desesperado, preocupado por la vida de quienes me han cuidado con cariño.

Burr, Burr.

Mi celular vibra descontroladamente.

En mi ruta de escape se detectó movimiento hostil.

Si entraron también por mi ruta de escape entonces puedo reducir la lista a unas dos personas.

Sin embargo no será fácil para ellos salir de allí, ese lugar está lleno de trampas en caso de detectar una presencia que ingrese por el lado opuesto.

A pesar de esto, también soy consciente de que no hay una forma de escape segura.

Los temblores de mi celular coinciden con mis pequeños espasmos, el sudor empapa mi frente y mi cabeza comienza a sentirse pesada.

Me siento tentado a rendirme, después de todo, estoy cansado de huir, pero no puedo permitir que estas personas arriesguen su vida por mi culpa.

Su amor puro y sincero merece algo mejor que esto.

—¿También la ruta de escape? —pregunta Kenichi con una sonrisa.

Kenichi sabe de mis rutas porque fue el quien me ayudo a construirlas, yo solo fingí ser alguien paranoico pero el no tuvo ningún problema. Si tenían las dos rutas entonces podía escapar por la ultima ruta, el problema es que no los podía llevar a ellos.

—Ya sabía quién eras, después de todo fui ministro de este país. No te preocupes por nosotros; he vivido una vida con un único arrepentimiento. Siempre he sido el mejor en todo lo que hago, pero no pude proteger a mi único hijo. —Kenichi suelta una única lagrima de arrepentimiento y abraza a su esposa—. Nosotros nos quedaremos, al menos tu debes vivir.

Intento hablar, doy un paso, pero puedo ver su determinación.

Ellos ya están dispuestos a terminar aquí. Verlos así, personas que nunca se habían rendido, siempre con la esperanza de volverlo a ver. Aún no puedo encontrar un motivo, pero no puedo dejar que mueran en este lugar.

Empiezo a mover mis manos intentando decir algo coherente, no se me ocurre nada, pero quizás les puedo dar algo de esperanza.

Sin embargo, no me veo capaz de hacerlo.

—Podemos escapar, lo haré posible. Ustedes me dieron hogar, me trataron bien por lo que no puedo dejarlos morir por mi culpa —refuto su negativa desesperado.

Kenichi me mira, a pesar de tener ahora más de cincuenta años, su cuerpo está en forma y es capaz de realizar cualquier actividad física sin problemas.

Un cuerpo prodigio sin duda alguna.

El podría tomar a Naoko y escapar si quisieran.

Ambos hacen una sonrisa satisfecha, como si de alguna forma hubiesen cumplido su objetivo.

Kenichi mira por un instante la foto de su hijo antes de decir:

—Te hospedamos aquí porque sentimos en ti una conexión con nuestro hijo. De alguna forma, a pesar de ser alguien de otro país, pude sentir en ti una conexión. Ya sabes, los sentidos de los padres no se comparan con nada. —Me guiña el ojo, tomándome por sorpresa—. ¿Creíste que un terrorista se podría ocultar en Japón sin más? Claro que usé mis conexiones como exministro.

Naoko me mira con calidez.

Con unas señas con las manos me pide que me acerque. Ella tampoco se ve preocupada, en cambio su rostro es de una relajación extrema, aceptando su destino.

Camino hacía ellos sintiendo toda la presión de la situación, cuando estoy lo más cerca posible Kenichi me obliga a agacharme. Ambos juntan sus brazos alrededor mío en un cálido abrazo, su calidez es algo que no siento desde la última vez que vi a mis padres juntos.

No puedo evitar pensar en ellos.

«¿Qué será de mi viejo?»

Unos segundos después Kenichi me da un empujón, me mira con firmeza y me grita que debo irme.

—¡Aprovecha la salida de la cocina, tienes que irte ahora o será demasiado tarde!

Mientras ambos se despiden de mí, una fuerte explosión sacude la puerta del lugar, llenando la sala de escombros y polvo.

—¡Go!

Rápidamente, comienzan a escucharse pasos fuertes y voces en inglés que ordenan asegurar la zona.

—Aseguren la zona. Maten a todos menos al objetivo —ordena una voz desconocida.

Ahora está claro.

Vienen por mí.

El hecho que no quieran mi vida significa que quieren robar todo lo que tengo. Si me atrapan... Estaré peor que muerto.

En un acto instintivo, aun con la vista obstruida, tomo mi pistola y disparo ante la primera señal de movimiento.

Ante el disparo un cuerpo cae al suelo.

Son paredes de madera, tampoco es tan difícil predecir donde estarán.

Al instante, estos se alertan, disparando sin dudar hacía el suelo, intentando disuadir la situación. Al llegar a la cocina tomo el horno, arrancándolo para abrir la escotilla debajo de este.

El gas empieza a salir pero cierro la pluma al instante.

Los disparos siguen taladrando en el ambiente.

El polvo ha bajado un poco por lo que se puede distinguir mejor.

Mientras los hombres disparan, escucho una voz.

—¡Ni crean que les dejaré seguir! —Kenichi arremete contra los hombres, rápidamente toma del cuello a uno y lo utiliza como rehén.

Los hombres le apuntan pero este no se inmuta.

Kenichi tiene en su mano el arma de su rehén, apuntándole a todos. Es una simple finta, pero es el tiempo suficiente para poder iniciar la trampa.

Abro mi celular y, mientras lo hago, una sonrisa se empieza a dibujar en mi rostro.

Quizás no tenga que huir, quizás pueda salvarlos. Agradezco mi desconfianza al instalar todo esto.

Presiono el botón de inicio.

Torretas instaladas salen de la pared. Con una inteligencia artificial estas reconocen a Kenichi y a Naoko. Las torretas no son más que subfusiles, estas empiezan a disparar a los hombres armados en una lluvia de balas, matando a varios de los presentes.

En un momento, me detengo y pienso que tal vez no necesitaría escapar sin ellos, así que decido esperar. Los hombres que habían entrado por mi ruta de escape probablemente también han sido eliminados.

Solo tengo que esperar.

Las balas dejan de sonar y todos los hombres en la habitación estaban muertos. Mi rostro se relaja un poco y rápidamente me emociono. Intento dirigirme a la sala, pero en ese momento una granada comienza a rodar por el suelo.

Una pequeña sorpresa.

Mis ojos se encuentran con los de Kenichi por un instante y él me sonríe por última vez. Con un gran impulso este corre hacia Naoko para abrazarla en una última prueba de amor.

«Lo que es la fuerza del querer.» Pienso, antes de ser iluminado por una luz cegadora.

¡BOOOM!

La explosión retumba con fuerza, los escombros caen del techo y la cocina se desmorona rápidamente, dejándome sin aliento. Me agacho instintivamente para protegerme, mientras que mis oídos zumban por el estruendo ensordecedor.

Cuando me pongo de pie, la desolación me invade al ver que la ruta de escape esta obstruida por los restos de la explosión. La desesperación se apodera de mí al pensar que el sacrificio de ambos ha sido en vano.

No quiero ver la sala, no quiero ver las consecuencias de mis acciones.

Mi vida es una tragedia sin fin.

No estoy seguro de poder soportarlo de nuevo.

Aprieto mis labios con fuerza y corro hacia mi habitación, consciente de por qué esos malditos están aquí: quieren los planos para crear la máquina y monopolizar el mercado de la energía.

Pero no voy a dejárselos tan fácilmente.

Mi mente trabaja a toda velocidad, buscando una esperanza en medio de este caos.

Al llegar a mi habitación, me encuentro con dos hombres armados revolviendo todo el lugar. Sin pensarlo dos veces, apunto y les disparo a la cabeza, cayendo al instante al suelo.

Rápidamente me dirijo hacia mi portátil, lo inicio y escribo el comando para publicar los planos en la Deep Web y hacerlos accesibles al público en general.

No daré la posibilidad a ningún país de quedarse con ellos, o todos lo tienen o nadie lo tiene. Si un país consigue esto podría causar un desequilibrio mundial; o peor una tercera guerra mundial.

Pero si todos lo tienen no tendrán otra opción que seguir adelante; utilizar o banear dicha tecnología sería otro cuento.

No voy a permitir que mi trabajo y el sacrificio de mis colegas y seres queridos fuese en vano.

Estoy decidido a luchar hasta el final.

Justo cuando estoy por presionar la tecla enter lo escucho.

—¡Arriba las manos! —me grita un hombre apuntándome con un fusil— ¡Tenemos a Marco Luz!, el exministro y su esposa murieron, cambio —afirma el hombre a través de su radio.

El hombre avanza hacia mí con su arma en mano y, aunque sé que mi hora ha llegado, una extraña sensación de paz invade mi ser en lugar del miedo.

«Los giros de la vida no son como lo esperaba.»

En ese instante, mi vida entera parece desfilar ante mis ojos como un rápido flashback: los recuerdos de mi infancia y adolescencia, mis sueños de convertirme en un gran inventor y crear algo que cambiara el mundo.

Los recuerdos de mi vida junto a mis compañeros, junto a *****.

De repente, una voz desconocida y madura resuena en mi cabeza:

"Te amo". Es un tono alegre y a la vez melancólico, como si fuera un reencuentro fortuito que me causara una sensación de profunda tristeza. No entiendo de dónde viene esa voz, pero de alguna manera me reconforta en mi momento final.

"Marco."

Veo la imagen de una chica de cabello plateado y rostro pálido, con una apariencia angelical. Ella parece querer decirme algo, pero rápidamente, la imagen se desvanece cuando un cuchillo atraviesa su pecho, bañándome en una lluvia roja.

El hombre se acerca cada vez más y mi mente vuelve al presente.

Me doy cuenta de que él también está hablando, pero no logro prestar atención a sus palabras. Se que tengo que actuar rápido si quiero sobrevivir y proteger lo que tanto me ha costado crear.

Me armo de valor y presiono instintivamente la tecla "enter" en mi portátil.

En un instante todo cambia, giro rápidamente y aprieto el gatillo de mi arma con todas mis fuerzas, pero fallo, mi disparo apenas y roza su cabello.

El hombre se sobresalta ante mi reacción y aprovecha la oportunidad para disparar.

¡Bang!

La bala impacta mi hombro y me hace caer al suelo, retorciéndome de dolor. A pesar de que no siento miedo, la ira se apodera de mi ser mientras la sangre fluye, encharcando el suelo.

«Lo merezco, lo merezco sin duda alguna.»

—¡Maldito bastardo! Alégrate que no te puedo asesinar. —El hombre toma impulso y me da una patada en el estómago—. Tenías que arriesgarlo todo. Por tu culpa, mi familia tuvo que morir.

Cierro los ojos con fuerza, tratando de controlar el dolor que se intensifica en mi hombro. Al abrirlos de nuevo, mi vista se nubla por una extraña neblina que se arrastra por el suelo, rodeando mis pies y extendiéndose hacia el hombre que me apuntaba con su arma.

—¿¡Has liberado los datos al mundo entero!? —el hombre grita furioso al enterarse del supuesto error. Él se quita la máscara y me muestra un rostro contorsionado por la ira.

«¿John?» No puedo creerlo.

John, uno de los colegas que vi morir está en frente de mí.

Uno que se sacrificó para salvarme.

John no parece notar la neblina y sigue hablando por su radio, ajeno a lo que está sucediendo a su alrededor. Me doy cuenta de que la neblina me está envolviendo por completo, cubriendo mi cuerpo como un manto invisible.

Le doy una sonrisa de satisfacción y él inmediatamente me apunta con su rifle. A pesar de la situación, no siento desesperación. La neblina apenas me permite ver el rifle, pero en el último momento puedo distinguir algo más: un campo abierto, lleno de la misma neblina, y al final, una sombra desconocida.

Por alguna razón, esa sombra me hace sentir calmado y feliz.

Es como si fuese una sombra de mi destino.

Cierro los ojos con fuerza mientras siento que la vida se me escapa.

Mi mente se llena de pensamientos del pasado mientras la oscuridad comienza a invadir mi visión. Pude vencer al sistema, pude luchar contra ellos y hacerles frente, pero al final, no fui lo suficientemente fuerte para salvar mi propia vida.

Un sentimiento de tristeza profunda se apodera de mí, no por mí mismo, sino por las personas que se sacrificaron por mí.

Mis amigos, mi familia, todas aquellas personas que lucharon a mi lado.

Me pregunto si iré a verlos.

Aunque, lo más probable es que, si existe un Dios.

Este me mande al infierno.

Si alguna vez tengo otra oportunidad, espero tener una vida pacífica y tranquila. Que pueda vivir sin el miedo constante de ser perseguido, sin la necesidad de luchar por la supervivencia día tras día.

Me gustaría tener la oportunidad de amar y ser amado, de disfrutar de las pequeñas cosas que la vida tiene para ofrecer. Al final deseo tanto un isekai como cualquier niño.

Finalmente, me rindo a la oscuridad y dejo que todo se desvanezca.

Ya no siento dolor ni miedo, solo una sensación de paz y tranquilidad.