Hola hermosas, ¿Cómo están? Espero que muy bien. Estoy iniciando una nueva historia que espero sea de su agrado, ojalá la agreguen a sus favoritos.

Esta historia al igual que las anteriores es un Anthonyfic, no es apta para menores de edad, muchas gracias por comprender.

DESTINO

CAPÍTULO 1

La algarabía y la emoción podía escucharse en la pequeña habitación, los gritos de emoción de tres jovencitas se escapaban entre las paredes de aquel armonioso lugar que había servido como hogar para dos de ellas desde su tierna infancia.

-¡Estoy muy emocionada! – Gritó Cassie una vez que acomodó las pertenencias de Annie en la maleta que ella misma había llevado consigo.

-¡Aún no puedo creer que tus padres hayan accedido! – Gritó Candy con la misma emoción que gritaba la primera. La rubia pecosa al igual que Cassie Britter estaba muy emocionada por la nueva aventura que emprenderían juntas.

-Yo aún estoy muy nerviosa. – Dijo Annie con la emoción en su voz, pero al mismo tiempo tenía miedo de emprender una nueva aventura.

-No tienes que temer, Annie. – Dijo Candy sin quitar la sonrisa de sus labios. – Sabes que estaremos las tres juntas. – Agregó una vez más la rubia, intentando calmar el corazón acelerado de su hermana.

-Es verdad Annie. – Dijo Cassie sin perder su emoción, acercándose a la pelinegra para tomar sus manos entre las suyas y al igual que Candy, brindarle la misma confianza que la rubia más joven le daba a su hermana. – Mis padres estarán atentos a nosotras, sabes que fue casi imposible convencerlos. – Agregó hincándose frente a ella para poder tener la calma de la menor.

-Es que nunca he vivido tan lejos del hogar. – Dijo Annie con cierta impaciencia en su voz.

-Yo tampoco, Annie. – Dijo Candy con una dulce sonrisa. – Pero sabes que ya no es posible para la señorita Ponny y la hermana María mantenernos más tiempo aquí. – Dijo la pecosa con cierta nostalgia en su voz, a pesar de la aventura que las esperaba en su futuro, no podía dejar de pensar que extrañaría horrores a sus dos madres.

-¡Pero no es para estar triste! – Dijo Cassie intentando darles ánimo a las dos, había notado que de un momento a otro, ambas chicas habían entristecido y no le convenía que lo hicieran, porque de esa manera sería más difícil despedirse del hogar de Ponny. - ¡Al contrario! – Dijo una vez más con emoción. – En Nueva York podrán encontrar una nueva forma de vida, allá se gana más dinero que en Chicago y ambas podrán venir cuando lo deseen y así podrán ayudar un poco más en el orfanato. – Agregó la joven con una gran sonrisa, contagiando una vez más a Candy con su emoción, sin embargo Annie simplemente sonrió con timidez, era notoria su ansiedad.

-¡Es verdad, Annie! – Gritó Candy con emoción, ella sabía que en Nueva York se ganaba más que en Chicago y con el título de enfermera que acababa de obtener le sería más fácil salir adelante. Annie sonrió más tranquila, de una u otra forma el que Candy estuviera con ella y con Cassie la hacía sentirse un poquito mejor.

Candy y Annie habían crecido en el hogar de Ponny, jamás habían sido adoptadas por ninguna familia. La familia de Cassie había estado a punto de adoptar a Candy, sin embargo la pequeña rubia no había querido separarse de Annie y los Britter habían decidido ayudar a ambas pequeñas en todo. A ambas les habían dado vestido, alimento y también estudio, Annie había estudiado alta costura y Candy se había decidido por ser enfermera. Las dos jóvenes tenían que viajar desde muy temprano para llegar a Chicago y completar sus estudios, así habían viajado alrededor de tres años en los que se especializaron cada una en lo que más amaba hacer.

El tiempo había pasado y la hermandad desarrollada con Cassie Britter había sido innegable, la jovencita rubia de ojos azules era solo un año mayor que Candy y Annie y al igual que las dos hijas del hogar tenía muchas ganas de salir adelante y enfrentar al mundo sola sin la compañía de sus padres, sin embargo para poder hacerlo, sus padres le habían sugerido que viajara en compañía de ambas chicas, esa había sido la única condición para aceptar ponerle un departamento en la gran ciudad de Nueva York.

-¡Ya es hora! – Dijo Candy emocionada una vez más al darse cuenta de la hora.

-Es verdad, mis padres deben estar desesperados. – Dijo Cassie con la misma emoción de la pecosa. Annie sonrió con nerviosismo a pesar de la emoción que tenía por irse con su hermana y con su mejor amiga.

-Candy, Annie. – Dijo la señorita Ponny una vez que tuvo frente a ella a sus dos pequeñas maleta en mano. – Creo que no está de más decirles que este siempre será su hogar. – Dijo de nuevo la buena mujer con las lágrimas a punto de salir de sus cansados ojos.

-Es verdad, niñas. – Dijo la hermana María igual de conmovida, sin embargo su voz sonaba mucho más serena que la de la señorita Ponny. – Este siempre será su hogar y podrán venir las veces que lo deseen. – Dijo abrazando a ambas jovencitas. – Usted también señorita, Britter. – Dijo mencionando a Cassie, quien le sonrió agradecida por sus palabras.

-Señorita Ponny… - Dijo Candy con la voz quebrada por le emoción. – Hermana María… - Agregó abrazando a ambas mujeres con cariño. Annie hizo lo mismo que Candy y se despidió de ellas con un fuerte abrazo y con un terrible miedo en su corazón, un miedo casi tan grande como el que había sentido la primera vez que había viajado sola con Candy rumbo a Chicago para comenzar sus estudios.

Las despedidas terminaron cuando las maletas estuvieron acomodadas la parte posterior del vehículo de los Britter, el cual esperaba por el trío de chicas para llevarlas hasta la estación de Chicago, en donde los padres de Cassie las estarían esperando para despedirlas.

La mirada de Candy se llenó de lágrimas al ver desde lejos al par de buenas mujeres que las había criado durante dieciséis años. Tanto la señorita Ponny, como la hermana María estaban agitando sus manos en señal de despedida.

-Estaremos bien, Candy. – Le dijo Annie con una sonrisa al ver que su hermana era la que ahora necesitaba un poco de aliento. Candy le sonrió con ternura, sabía bien que siempre era Annie la que necesitaba palabras de apoyo, pero también sabía que cuando ella las necesitaba, Annie siempre estaba dispuesta a dárselas.

-Estaremos bien, Annie. – Dijo Candy con la misma sonrisa que ponía cuando deseaba ser positiva, cuando deseaba que las cosas funcionaran por primera vez en su vida diferente a como habían sido hasta ese momento.

La emoción que Candy y Annie tenían en ese momento parecía que iba a desbordarse de sus corazones, no era como la primera vez que habían emprendido su viaje a Chicago, no era como ese día en el que habían salido por primera vez a enfrentarse a la gran ciudad, porque aquella vez sabían que al terminar el día volverían de nuevo a su viejo hogar. En esta ocasión todo era diferente, la emoción que sentían iba cargada de nostalgia por que no sabían cuánto tiempo tardarían en volver a ver a sus madres, iba cargada de incertidumbre porque no sabían a lo que se iban a enfrentar, pero al mismo tiempo iba cargada de alegría porque las dos deseaban que todo lo que encontraran en su camino fuera no solo nuevo, sino también bueno.

-¡Papá! ¡Mamá! – Gritó Cassie al bajar del vehículo que aún no terminaba de detenerse. Annie abrió los ojos sorprendida por la audacia de su amiga, mientras Candy reía divertida.

-¡Cassie! – Dijo Annie intentando que su amiga se comportara de una manera más femenina.

Cassie corrió hasta sus padres y estos al ver el comportamiento de su hija miraron a todos lados para ver si alguien había puesto atención a su descuido, sobre todo Helena Britter que era quien generalmente se escandalizaba con esos arranques de su hija.

-¡Cassie, por favor compórtate! – Dijo Helena al tener a su hija frente a frente.

-¡Lo siento mamá! – Dijo Cassie con el rostro enrojecido por la breve carrera que había corrido.

-Buenos tardes señor y señora Britter. – Dijo Annie con el gesto tímido con el que siempre saludaba.

-Buenas tardes Annie. – Saludó el señor Britter y la señora Britter, quien sonrió con ternura ante el gesto de la pelinegra, la elegante mujer siempre había deseado que su hija fuese más como Annie y no cómo comúnmente lo era. – Candy… - Dijo con la misma sonrisa a la pecosa, quien sonrió y extendió su mano para saludar al matrimonio que en el pasado había ayudado a ambas a salir adelante.

-Nos alegra mucho volver a verlas. – Dijo el señor Britter con una gran sonrisa. El señor Britter tenía un gran cariño por Candy y Annie, a las dos las veía como a sus hijas a pesar de que ninguna de las dos había querido ser adoptada completamente por su familia.

-A nosotras también señor Britter. – Dijo Candy con su eterna sonrisa, sonriendo gustosa por volver a ver a aquel que había hecho de su tutor y el de su hermana desde que tenían seis años.

-Yo sigo pensando que es muy arriesgado que tres jovencitas vivan solas en un departamento en Nueva York. – Dijo la señora Britter una vez más, ella era la que estaba más inconforme con dejar ir a su hija y a las dos beneficiarias de su marido a vivir su vida en la gran manzana.

-No te preocupes querida, te aseguro que el departamento está en una de las mejores y más seguras zonas de la ciudad. – Dijo el señor Britter para calmar a su esposa.

-Aun así, querido… - Dijo con nerviosismo, sabía bien que su marido era incapaz de poner en peligro a hija y sus amigas.

-Tranquila mamá. – Dijo Cassie con una sonrisa mientras besaba la mejilla de su madre. – Te aseguro que estaremos muy bien las tres. – Dijo una vez más la jovencita, intentando convencer a su madre que todo estaría bien con ellas.

-Es que entiendo que Candy y Annie vayan a Nueva York a trabajar, pero tú Cassie… - Dijo Helena Britter con impaciencia, aún no comprendía el motivo por el cual su hija quería irse lejos de ella si no tenía necesidad de hacerlo.

-Es el sueño de nuestra hija, querida. – Dijo el señor Britter con una sonrisa, observando a su hija y a las dos jovencitas de Ponny muy emocionadas. – Y qué mejor que tenga la compañía de Candy y Annie. – Dijo una vez más sonriendo con confianza a ambas muchachas.

-No se preocupe señora Britter. – Dijo Candy con el ánimo que la caracterizaba, segura que todo saldría de maravilla en Nueva York. – Le aseguro que Cassie está en buenas manos. – Dijo con una gran sonrisa, mientras la elegante dama sonreía agradecida con el ánimo de Candy, sin embargo aquella emoción que la pecosa demostraba no era suficiente para acallar los remordimientos que la acechaban.

-¿Lo ves querida? – Preguntó el señor Britter, convencido que era mejor que su hija emprendiera el vuelo junto a la avispada Candy y a la sensata Annie. – Candy y Annie cuidarán a nuestra hija, y Cassie cuidará de ellas. – Dijo una vez más el caballero.

El llamado al andén anunció la salida, faltaban pocos minutos para que el tren emprendiera su camino y la emoción en las muchachas aumentó de inmediato. Podía verse en sus rostros la alegría y la impaciencia, así también como el temor reflejado en Annie quien era la que más temía comenzar su vida lejos de la seguridad que le brindaba el hogar de Ponny.

-Cassie… recuerda que si necesitas algo no dudes en llamarnos. – Dijo el señor Britter abrazando con ternura a su hija, para después permitir que su esposa diera una vez más la bendición a las jovencitas.

-¡Adiós! – Se escuchaba decir a Candy y las otras jóvenes, quienes al igual que la pecosa agitaban su pañuelo en señal de despedida.

-¡Llamen en cuanto lleguen! – Decía el señor Britter comenzando a sentir la lejanía de su hija.

-¡Lo prometo, papá! – Dijo Cassie emocionada, agitando su mano con emoción para despedirse de su padre y de su madre, los cuales cada vez se hacían más y más pequeños conforme el tren se alejaba de la estación.

Candy, Annie y Cassie, se dirigieron hasta el camarote que se les había asignado, el señor Britter había pagado primera clase para que su hija y sus amigas pudieran viajar lo suficientemente cómodas hasta llegar a Nueva York, el viaje era largo y sabía que era mejor que descansaran en el recorrido.

Candy pasó casi toda la noche en vela observando por la ventana todo el recorrido, a pesar de que se sentía cansada la emoción que sentía en su pecho no le permitía cerrar sus ojos. Observó a Annie y a Cassie, las dos habían caído rendidas después de un par de horas de recorrido. Candy las veía sin comprender cómo habían podido dormir, ella con la emoción que tenía en su pecho no podía cerrar los ojos ni un solo segundo.

-Se ven tan a gusto… - Pensaba la rubia con cierta tranquilidad en su mente. – No sé cómo pueden dormir, a mí la emoción no me deja descansar. – Decía la pecosa volviendo a mirar por la ventana, intentando descifrar entre la oscuridad de la noche las formas que se reflejaban en el panorama.

El viaje había sido de 22 horas y estaba a punto de llegar a su final. Candy con los ojos cansados pero con el ánimo aún en su pecho volvía a mirar por la ventana.

-¿Qué sucede Candy? – Preguntó Cassie al ver que la rubia seguía sin dormir.

-Pronto llegaremos. – Dijo la pecosa mirando a la rubia ojiazul que estaba junto a su hermana.

-Charles nos estará esperando. – Dijo Cassie segura de que el mayordomo de su padre las estaría esperando para alojarlas en el departamento que había comprado.

-¿Él vivirá con nosotros? – Preguntó Candy un poco confundida.

-¡Por supuesto que no, Candy! – Dijo Cassie con alegría. – Charles, únicamente nos llevará al departamento y se encargará de que todo esté bien para avisar a mi padre que lo dejó todo como lo ordenó. – Dijo la jovencita colocándose ahora junto a Candy, sin embargo un vestigio de nerviosismo la invadió.

- ¿Y él dónde vive? – Preguntó Candy con curiosidad.

-Charles es el mayordomo de mi padre, vive en la mansión. – Respondió Cassie con tranquilidad, para ella era muy común lo que decía, pero para la joven pecosa era aún incomprensible la cantidad de dinero que poseían los Britter, ella se sentía rica y afortunada con la mesada que les proporcionaba a ella y a Annie cada mes.

-¿Podrías haberte quedado en la mansión de tus padres? – Preguntó Candy un tanto confundida, no comprendía por qué Cassie había decidido vivir con ellas en el departamento.

-Si quisiera podría hacerlo. – Respondió Cassie con nerviosismo. Candy la miró esperando que continuara hablando. – Quiero aprender a ser independiente, es difícil cuando ellos están tan cerca y encima de mí, te aseguro que a veces creo que pronto estarán aquí en la ciudad. – Dijo mirando hacia la ventana, suspirando un tanto melancólica al recordar que su vida había sido un tanto encerrada, si no hubiera sido por Candy y Annie, jamás le hubieran permitido salir a conocer el mundo por sus propios medios, aunque la seriedad que mantenía la joven era algo que hacía pensar a Candy.

-Ellos se preocupan por ti, Cassie. – Dijo Annie, quien ya se había despertado y ponía también atención a lo que decía la joven.

-Lo sé, pero a veces siento que me asfixian. – Dijo Cassie segura que la sobreprotección de sus padres no era lo que ella deseaba toda su vida.

-Candy y yo siempre soñamos con tener un papá y una mamá. – Dijo Annie suspirando, recordando los días en los que de pequeñas jugaban a que las adoptaban a las dos juntas. Cassie las miró con ternura a las dos, porque a pesar de que eran mucho más maduras que ella, eran menores de edad.

-Mis padres les ofrecieron a una de ustedes ser adoptada. – Mencionó Cassie queriendo saber qué había sucedido en el pasado, ella era aún pequeña para comprender el motivo por el cual lo habían rechazado.

-Annie y yo no quisimos separarnos. – Dijo Candy con cierta pena en sus palabras, le daba pena admitir que habían rechazado una gran oportunidad para tener padres, sobre todo Annie, quien era la que más había albergado en su corazón una familia. Cassie las miró a ambas y sintió ternura por la unión de las jóvenes del hogar de Ponny.

-No sabía… - Dijo Cassie apenada porque sus padres solo habían ofrecido adoptar a una de ellas.

-No te preocupes, Cassie. – Dijo Candy de inmediato al ver que la joven se sentía mal por no haber sido adoptadas. – Gracias a eso Annie y yo pudimos estudiar juntas, crecimos juntas y ahora continuaremos juntas. – Dijo la pecosa tomando la mano de Annie con emoción. Annie sonrió ante las palabras de su hermana, ella sabía que a pesar de sus deseos de ser adoptada no podía haber sido más feliz que crecer al lado de Candy, la señorita Ponny y la hermana María.

-Mis padres querían que tuviera una hermana… - Dijo Cassie con melancolía, recordando las ocasiones en las que su madre había perdido el producto. – Pero les agradezco que en lugar de una me hayan dado dos hermanitas. – Dijo tomando las manos de ambas jóvenes. Annie y Candy sonrieron felices porque Cassie las consideraba como sus hermanas.

Candy y Annie habían estudiado gracias a los Britter y gracias a ello ambas habían utilizado el apellido de la familia para poder registrarse en la escuela de enfermería y en la escuela de moda en la que Annie se había especializado como diseñadora de ropa, sin embargo Candy era la que menos utilizaba aquel apellido.

Cassie era una joven que tenía todo para ser feliz, era heredera de una cuantiosa fortuna, estaba a punto de comprometerse con uno de los jóvenes más importantes del país y a pesar de todo deseaba tener más libertad, había convencido a sus padres de que quería emprender en la moda y con los conocimientos de Annie en alta costura y su buen nombre, pondrían en Nueva York una casa de diseño con la que demostraría a sus padres que podría valerse por sí misma y que no necesitaba casarse con un niño rico e inútil que le diera su buen nombre y protección, esos eran los motivos por los que Cassie había convencido a su padre de permitirle ir a Nueva York junto a Candy y Annie, a pesar de la negativa de su madre.

Cuando el tren llegó a su destino y el buen Charles se encargó de recibirlas, las tres jovencitas seguían muy emocionadas, ni el desvelo de Candy había hecho disminuir la emoción y la alegría que sentía por estar por primera vez en la gran manzana y por respirar ese aire a libertad que percibía en su futuro.

-¡Es muy hermoso! – Decía Candy emocionada observando desde la ventana del automóvil los edificios que había en la ciudad.

-¡Candy! – Decía Annie con pena al ver que su hermana no disimulaba nada su emoción.

-¿Nunca habían estado en Nueva York? – Preguntó Cassie con una sonrisa, le causaba emoción el ver que Candy y Annie estaban tan emocionadas por su estancia en la gran ciudad.

-¡Jamás! – Dijo Candy sin meter la cabeza de la ventanilla.

-Solo hemos visitado Chicago. – Confesó Annie con pena en su voz. Cassie las miró con ternura, ella había visitado muchas veces Europa y Nueva York para ella era como estar en casa.

-Yo me encargaré de llevarlas a los lugares más importantes de la ciudad. – Dijo Cassie con emoción, sin embargo el leve carraspeo de Charles la regresó a la realidad. – Bueno, Charles nos llevará… - Dijo incluyendo al viejo mayordomo, quien estaba obligado a cuidar de ella y llevarla de un lugar a otro, esa había sido la condición que su madre había puesto para aceptar su disparatada idea de ser "emprendedora".

Cuando llegaron al edificio en el cual vivirían a partir de ese momento, el asombro de Candy y de Annie no se hizo esperar, ya que estaba ubicado en un lugar que definitivamente se notaba que era una de las mejores zonas de la ciudad.

-¡Es hermoso! – Dijo Annie con la emoción en su garganta, hasta ese momento sintió la emoción por la vida que emprendería junto a su hermana y Cassie.

Caminaron por los pasillos seguidas de Charles, quien llevaba las maletas de las jóvenes, mientras ellas observaban el lujo que había por los corredores.

-¡Cuidado, Candy! – Gritó Annie al ver que un muchacho caminaba en dirección contraria a la de ellas, pero por venir admirando los alrededores Candy no había advertido.

-¡Fíjate por dónde caminas, pecosa! – Dijo el joven levantando la voz al haberse estrellado con la rubia de ojos verdes.

-¿¡A quién le dices pecosa, engreído!? – Preguntó Candy ante el horror de Cassie y de Annie, la pecosa no iba a permitir que un muchacho con tan malos modales le gritara de esa forma.

-Te lo digo a ti pequeña pecosa… - Agregó el castaño de cabello largo, quien se detuvo frente a Candy para señalarle las pecas.

-¡A mí me gustan mis pecas! – Dijo Candy ofendida con el castaño, poniendo las manos sobre sus caderas para enfrentar al patán que quería hacerla sentir mal.

-Candy… - Le decía Annie por lo bajito, intentando pasar desapercibida de aquel joven que la estaba intimidando por el poco respeto que tenía hacia una dama.

-¡Es más yo colecciono las pecas y estaba pensando en buscar más! – Dijo Candy con la mirada furiosa, encarando fijamente a aquel individuo que la miraba con cierto rencor en sus ojos al ver que la pequeña joven no se sentía intimidada por su presencia, como se sentía la mayoría de las personas que él ofendía.

-Pues creo que deberías…

-¿Se encuentra bien señorita? – Preguntó Charles al ver que Candy había tenido un inconveniente con el elegante joven que estaba frente a ella.

-No se preocupe Charles… - Dijo Candy sin perder la vista de aquel impertinente, su molestia era evidente, sin embargo no la haría retroceder. – Es solo que en este edificio al parecer no hay caballeros… - Dijo Candy girando su cabeza con indignación para sacarle la vuelta al castaño y seguir su camino.

Charles miró al castaño fijamente, quien se abstuvo de responder al comentario de Candy, simplemente observó como la pequeña pecosa se dirigía hacia el final del pasillo seguida de las otras dos jovencitas que lo miraban una con temor y la otra con admiración.

-Con su permiso, caballero. – Dijo Charles al pasar junto a él, demostrando que él no estaba dispuesto a permitir que faltara el respeto a las jovencitas.

-¡Candy! – Dijo Annie cerca de la ojiverde, quien no se detuvo ni por un momento. - ¿Cómo te atreviste a tanto? ¡Ese joven mira como si fuera un demonio! – Dijo Annie mientras miraba como el joven seguía con la vista sobre ellas.

-¡Está guapísimo! – Dijo Cassie emocionada, girando ella también la cabeza para ver al joven que seguía observando hacia donde se dirigían.

-¡Es un malcriado! – Dijo Candy dirigiéndole una mirada asesina. El joven castaño sonrió de lado y se alejó del lugar.

Charles terminó señalando la puerta del departamento en el cual vivirían las jóvenes, abriendo con las llaves que tenía consigo.

-Adelante. – Les dijo con una sonrisa, intentando olvidar el pequeño altercado que habían sufrido. La emoción de las tres jovencitas pronto desvaneció aquel recuerdo y juntas emitieron un grito que por poco deja sordo al buen Charles.

-¡Nuestro propio departamento! – Gritó Cassie con emoción, ella era la única que podía decir que el departamento era suyo, ya que a pesar de que lo compartiría con Candy y Annie, podía darse cuenta que ellas aún no se sentían como parte de la familia Britter a pesar de todos los años que su padre había estado apoyándolas económicamente.

-¡Esto es un sueño! – Dijo Candy observando el lugar.

-Es nuestro sueño Candy… - Dijo Cassie abrazándola emocionada. Annie sonrió cuando la joven extendió su mano para que se les uniera.

-Nuestro sueño. – Dijo Candy mirando a Annie.

-Charles, ¿Mañana podrías llevarnos al local de la calle 57th? – Preguntó Cassie al mayordomo quien colocaba el equipaje en la sala del departamento.

-Lo que usted diga señorita. – Dijo Charles con una sonrisa.

Después de que Charles acomodara el equipaje en las respectivas habitaciones, se despidió de Cassie no sin antes recordarle que su padre le había encargado mucho estar al pendiente de ellas.

-Lo sé Charles, pero por ahora me quedaré aquí con ellas. – Dijo Cassie asegurándose de que ni Candy, ni Annie la escucharan.

-Su madre me encargó…

-Lo sé Charles, pero por favor no les digas nada… - Decía Cassie con súplica al noble mayordomo, quien le sonrió con el cariño que había desarrollado por ella desde que la había visto crecer.

-Pero no me pida que no venga por usted cuando necesite salir… - Le dijo con una sonrisa paternal. Cassie sonrió agradecida por la complicidad que Charles tenía con ella.

-Te lo prometo… - Dijo Cassie levantando su mano en señal de promesa.

-¿Sucede algo Cassie? – Preguntó Candy al ver que la jovencita se despedía de Charles de una manera muy peculiar.

-¡Nada Candy! – Dijo Cassie sorprendida. – Lo que sucede es que estoy prometiendo a Charles que nos cuidaremos mucho. – Dijo cambiando por su expresión por una de gusto.

-No te preocupes, Charles. – Dijo Candy con una gran sonrisa. – Nosotras nos cuidaremos. – Dijo de nuevo la pecosa, levantando su mano justo como Cassie lo había hecho momentos antes.

-¡Oh! ya lo creo que sí señorita, Candy. – Dijo Charles despidiéndose por fin de las jovencitas con una sonrisa traviesa, demostrando que con Candy todo estaba más seguro.

-¿De verdad alguna de ustedes no prefiere quedarse con la habitación más grande? – Preguntó Cassie segura de que alguna de las jovencitas podría sentirse más a gusto en la habitación principal.

-No te preocupes, Cassie. – Dijo Candy con una gran sonrisa. – Annie y yo estamos acostumbradas a dormir en una habitación más pequeña. – Dijo sin dejar de sonreír, segura que aquellas habitaciones eran más grandes que la que compartían con otros niños en el orfanato.

-Es verdad, Cassie. – Dijo Annie apoyando el comentario de Candy. – Nosotras estaremos bien. – Agregó la tímida jovencita.

Después de permanecer platicando hasta altas horas de la noche, Candy se había quedado dormida en el sillón de la sala del departamento, el cansancio había hecho de las suyas y la rubia pecosa por fin se había rendido a los brazos de Morfeo.

-Candy… - Decía Annie con cuidado, llamando a su hermana para que se fuera a dormir a la habitación. – Es hora de ir a dormir Candy… - Decía la pelinegra sabiendo que era inútil que intentara despertarla.

-¿Tendremos que llevarla a su cama? – Preguntó Cassie con travesura. Annie soltó una risita con la misma expresión de la rubia ojiazul.

-Candy tiene el sueño muy pesado… - Dijo Annie rascando su nuca, pensando qué sería más difícil si intentar despertarla o llevarla cargando a su habitación. – Pero también te puedo asegurar que a pesar de ser tan esbelta y pequeña pesa demasiado… - Dijo la joven con frustración.

Cassie comenzó a reír por lo dicho por Annie y ella misma se sintió con la fuerza suficiente para poder llevarla hasta su habitación, pero después del tercer intento se dio por vencida y ambas decidieron dejarla en el sillón.

A la mañana siguiente, Candy se despertó muy temprano, tal vez la emoción que sentía por comenzar a explorar la ciudad o por la incomodidad que había sufrido el sillón la habian echo madrugar.

-¿Pero por qué estoy en la sala? – Se preguntó la rubia una vez que había abierto sus ojos y se había estirado tanto para enderezar su cuerpo. – De seguro Annie no pudo despertarme… - Dijo con simpatía al saber que era más fácil arrastrarla que despertarla. La pecosa se levantó con ánimo del lugar que había servido como descanso y se dirigió hacia la cocina para tomar un poco de agua y después irse a la habitación que le correspondía.

Una vez ahí volvió a recostarse pero ahora en la comodidad de su nueva cama, la cual estaba tan cómoda y suave que no tardó en quedarse dormida una vez más, más sin embargo a los pocos minutos de comenzar a descansar como debía ser, unos ruidos extraños la despertaron casi de inmediato.

-¿Pero qué es ese ruido? – Se preguntó Candy con cierta molestia al haber sido interrumpida en su descanso, levantándose con desgano después de haberse acabado de acostar.

-¿Qué sucede Candy? – Preguntó Annie, quien al igual que Candy había sido despertada por los ruidos del exterior.

-No lo sé, Annie. – Dijo Candy dirigiéndose a la entrada del departamento para averiguar qué era lo que sucedía, sin embargo Cassie estaba cerrando la puerta casi al mismo tiempo. - ¿Qué sucede, Cassie? – Preguntó la rubia ojiverde a la ojiazul.

-Es el joven de ayer. – Dijo Cassie con nerviosismo. Candy se esforzó en hacer memoria para saber a quién se refería.

-¡Ese malcriado! – Dijo Candy dispuesta a ir a ponerlo en su lugar, era la única que continuaba vestida y no se quedaría con la boca cerrada.

-¿A dónde vas Candy? – Preguntó Annie angustiada por la reacción de su hermana, sabía bien que Candy no se andaba con rodeos y estaba dispuesta a poner en su lugar a aquel que se había atrevido a despertarlas tan temprano por la mañana.

-A decirle a ese engreído que es una falta de respeto molestar a los vecinos tan temprano. – Respondió la rubia con bastante energía.

-Candy, al parecer él no se encuentra en estado conveniente. – Dijo Cassie segura de haber observado que el castaño del día anterior parecía alcoholizado.

-¿A qué te refieres, Cassie? – Preguntó Candy al no comprender a lo que se refería su amiga.

-Parece que está un poco ebrio. – Dijo la joven con cierta pena de reconocer lo que había visto en el pasillo. El rostro de Candy de pronto se transformó con malicia, al pensar en una manera más conveniente de vengarse de aquel impertinente.

-¿En qué piensas Candy? – Preguntó Annie al darse cuenta que a su hermana se le había ocurrido algo.

-Creo que tengo una mejor idea en lugar de irle a reclamar. – Dijo Candy con picardía en su voz.

-Pero Candy… él es un hombre… - Dijo Annie temerosa, por alguna razón ese joven le había dado desconfianza y temor a la pelinegra.

-Además no creo que haya querido importunarnos. – Dijo Cassie intentando defender al joven que a ella le había parecido demasiado atractivo.

-Importunarnos o no lo ha hecho. – Dijo Candy con tranquilidad, retirándose a la cocina para comenzar a preparar el desayuno, después de todo ya estaban las tres levantadas a pesar de que no daban aún las seis de la mañana. Annie miró a Cassie y le sonrió resignada, sabía bien que a pesar de todo Candy no cedería ante la idea que se le había ocurrido.

Continuará…

Aún no defino los días en los que actualizaré, pero pronto tendrán el siguiente capítulo.

GeoMtzR

20/09/2024