Muy buenas tardes a cada una de ustedes, muchas gracias por sus lindos comentarios, espero que este capítulo también sea de su agrado.

Les recuerdo que los personajes no son de mi propiedad, la historia es completamente mía y es solo para mayores de edad.

GRACIAS POR SU COMPRENSIÓN.

DESTINO

CAPÍTULO 20

Anthony llegó en su auto a una hermosa colina nevada, en lo alto de esta, estaba un árbol impresionantemente alto, sus ramas se extendían a lo ancho revelando el fácil acceso que debía tener cuando no estaba resbaladizo. Observó el viejo edificio frente a él y sonrió al imaginar a una pequeña pecosa correr desde ahí hasta las faldas del viejo roble.

-El padre árbol… - Pensó Anthony con una sonrisa al reconocer quién era aquel roble que lo saludaba con sus ramas secas y dormidas por el invierno. – Debe de verse hermoso en primavera. – Suspiró Anthony profundamente, inhalando el fresco viento que soplaba desde lo alto.

Admiró por unos momentos la imagen que le regalaba aquel sencillo hogar, lugar que parecía solitario, cuando se escucharon las campanas de la torre que estaba enseguida del edificio principal, pronto los pequeños salieron corriendo del interior. Sus risas llegaron hasta Anthony, quien de inmediato adivinó que eran los hermanitos de Candy. Sonrió al ver la alegría con la que los niños salían del lugar mientras una mujer mayor intentaba controlarlos.

-¡Niños! – Decía aquella mujer, quien supuso era la señorita Ponny. - ¡Tranquilos por favor! – Decía la buena mujer con una paciencia envidiable.

-¡El que no se comporte terminará limpiando la nieve hasta la colina! – Dijo de pronto una religiosa que se unía a la mayor para intentar tranquilizar a los niños. Aquel llamado hecho por la novicia fue lo que hizo que los pequeños dejaran de correr y pelear entre sí.

Anthony sonrió al ver que aquella sutil amenaza había servido para controlar a los pequeños, los cuales se mantuvieron en fila y se dirigieron hasta la entrada del edificio.

La señorita Ponny advirtió de la presencia de Anthony, quien saludó desde lo alto de la colina con un ademán amable, ella le respondió de la misma manera y esperó a que el joven bajara para que le revelara qué estaba haciendo en ese lugar.

-Buen día. – Saludó Anthony una vez que estuvo cerca de la buena mujer.

-Buen día, joven. – Saludó la señorita Ponny mientras los últimos pequeños miraban curiosos al recién llegado. – Dígame ¿Qué se le ofrece? – Preguntó con amabilidad, ella sabía que algunos viajeros a veces se perdían por los alrededores, al estar el hogar un poco alejado del pueblo era común que se desviaran. - ¿Se encuentra perdido? – Preguntó con simpatía. Anthony sonrió por la manera tan amable y sutil de preguntar las cosas, dispuesta a ayudarlo justo como su pecosa.

-Eso depende... Soy Anthony Brower Ardlay. – Respondió Anthony con su maravillosa sonrisa.

-¿Es un príncipe? – Preguntó una de las pequeñas que se había regresado a ver al rubio. Anthony rió de buena gana al escuchar la pregunta de la niña, al mismo tiempo que recordó la manera tan tierna como le llamaba su pecosa.

-No Samantha, no es un príncipe. – Dijo la hermana María quien se había regresado por ella para llevarla a desayunar. - ¿O si joven? – Preguntó con duda, era un joven bien vestido, elegante, con porte, bien podría serlo.

-Por supuesto que no. – Respondió Anthony con una sonrisa franca. - Estaba buscando el hogar de Ponny. – Dijo el rubio aclarando que estaba buscando el viejo orfanato donde había crecido su novia.

-Y llegó al lugar correcto. – Dijo la señorita Ponny estudiándolo discretamente. Sabía que aquel joven elegante no iría con el interés de adoptar a uno de sus chicos, era demasiado joven y no portaba argolla matrimonial, lo que le indicaba que era soltero. Anthony sonrió ampliamente a corroborar que no se había equivocado de lugar. - ¿Qué se le ofrece? – Preguntó una vez más la mayor, su voz amable y tierna hizo sentir a Anthony como si la conociera de antes.

-Vine a traer un encargo. – Dijo sin saber qué más decir para excusar los regalos que tenía en su auto.

-¿Un encargo? – Preguntó la señorita Ponny extrañada, sabía que en esa época del año no había ningún visitante ni nadie enviaba nada porque el correo estaba cerrado. – Usted no es del correo ¿Verdad? – Preguntó segura de ello.

-Por supuesto que no. – Dijo Anthony caminando junto a la mayor quien lo invitaba a pasar al interior del orfanato. – Lo que sucede es que Candy me ha enviado a dejar algunos obsequios para los niños. – Dijo seguro de que a su pecosa le hubiese gustado enviar un regalo para cada uno de ellos, incluidas sus dos madres.

-¿Candy? – Preguntó la señorita Ponny sorprendida. – Pero si ella ya envió el dinero necesario para los obsequios de los niños. – Dijo la buena mujer.

-Creo que pensó que estaría bien otro presente. – Dijo Anthony indicando que en su auto tenía los regalos que había llevado para los niños.

Anthony caminó hasta su automóvil y con destreza lo dirigió hasta la entrada del hogar, por la ventana los pequeños observaban aquel auto tan elegante y brillante que estaba frente a la puerta de su casa, todos admiraban maravillados la elegancia del vehículo.

-¿Necesita ayuda? – Preguntó la señorita Ponny, quien observaba aún incrédula cómo Anthony comenzaba a bajar varias cajas de su auto.

-No se preocupe, puedo hacerlo. – Dijo Anthony seguro de bajar todo por sí mismo.

La señorita Ponny y la hermana María estaban sorprendidas por la cantidad de cajas que estaba bajando, unas más grandes que otras, sin embargo todas venían envueltas.

-¿De quién son todos esos regalos? – Preguntó uno de los niños a la hermana María.

-No lo sé Jhon. – Respondió la religiosa sin saber qué responder a los pequeños.

-Pase por favor. – Dijo la señorita Ponny, permitiendo que Anthony entrara al edificio una vez que terminó de vaciar su automóvil. – Estábamos a punto de desayunar ¿Quiere acompañarnos? – Preguntó de buena voluntad. Anthony sonrió agradecido, él había desayunado antes de salir de la mansión, sin embargo el olor a chocolate inundó su nariz y esto pudo observarlo la señorita Ponny.

-Muchas gracias, pero hoy ya desayuné. – Dijo sin poder evitar saborearse por el olor a chocolate.

-Pero una taza de chocolate si me acepta ¿Verdad? – Preguntó segura que no se equivocaba en el antojo que percibía en su mirada. Anthony asintió con una sonrisa.

-Un buen chocolate jamás se desprecia. – Respondió Anthony con amabilidad, mientras la señorita Ponny le indicaba hacia dónde ir.

Anthony entró observando todo el lugar, era un lugar muy humilde, sencillo, pero extremadamente limpio y ordenado para tener viviendo a cerca de una docena de niños. Sus memorias viajaron a las historias que Candy había contado del lugar, historias en las que ella se esmeraba por describir cada rincón de su amado hogar.

-¿Cómo conoció a Candy? – Preguntó la señorita Ponny una vez que trajo la taza de chocolate con malvaviscos, espolvoreado con un poco de canela en polvo. Anthony sintió una emoción especial al estar a punto de probar aquella bebida tan alabada por Candy.

-La conocí en el hospital. – Respondió Anthony con una mirada de ensueño, sus ojos no podían esconder lo que la pecosa había despertado en su joven e inquieto corazón. Las miradas de la señorita Ponny y la hermana María se encontraron suspicaces ante el brillo que desprendían los ojos de Anthony. Ambas sonrieron conmovidas por la bondad del joven que amaba a su pequeña revoltosa. – Tuve un pequeño accidente y ella se encargó de atenderme. – Agregó para expandir un poco más su respuesta.

-Candy es una excelente enfermera. – Dijo la hermana María con orgullo.

-La mejor de todas. – Dijo Anthony sin poder evitar sonreír.

Anthony tomó un sorbo del chocolate y no pudo evitar cerrar los ojos al comprobar que como le había dicho Candy, era el mejor chocolate caliente que había probado en su vida, inclusive el chocolate que su novia preparaba no sabía tan delicioso como el que tenía frente a él.

-Está delicioso. – Dijo Anthony mientras saboreaba sus labios para limpiar la espuma que seguramente había quedado en su labio superior.

-La señorita Ponny, prepara el mejor chocolate del mundo. – Dijo Jhon con una sonrisa, estaba ansioso por saber qué era lo que hacía Anthony ahí.

-Creo que tienes razón. – Dijo Anthony con una sonrisa al jovencito Jhon. - ¿Cuántos años tienes? – Preguntó al ver que era el mayor de todos los niños que estaban ahí.

- Cumpliré doce años esta primavera. – Respondió Jhon con una sonrisa que indicaba que ya se sentía un hombre. Anthony sonrió y realmente creyó que era un pequeño hombrecito obligado a madurar por las circunstancias de la vida.

-Eres todo un hombre. – Le dijo Anthony para orgullo del adolescente.

-¿Conoces a Candy? – Preguntó Jhon con emoción, la verdad era que extrañaba mucho a la pecosa. Anthony asintió.

-Candy es… - Respondió sin estar seguro si podía revelar que era su novia y que pronto sería su prometida. Apretó el anillo que llevaba cerca de su pecho. – Alguien muy especial para mí… - Dijo con una sonrisa de enamorado, sonrisa que no pasó desapercibida para las buenas mujeres, ni siquiera para Jhon quien era muy joven para comprenderlo.

-Candy es nuestra hermana mayor, igual que Tom. – Dijo Jhon con emoción. – Y todos la extrañamos mucho. – Dijo Jhon una vez más.

-¡Sí! – Gritaron los pequeños que estaban cerca de ahí, todos estaban intrigados con el elegante visitante.

-Pues ella les ha mandado unos obsequios porque también los extraña. – Dijo Anthony seguro de que era buen momento para comenzar a repartir lo que había llevado.

-Pero Candy ya nos envió la ropa de este año. – Dijo Jhon seguro de que Candy ya les había enviado el regalo de navidad, que consistía en un cambio de ropa nuevo. Ahí no había juguetes nuevos, todos eran donaciones de personas que ya no los querían y otros estaban rotos de tanto uso y se habían desechado. El corazón de Anthony se estrujó al ver que efectivamente los niños no jugaban con algún juguete nuevo.

-Pero esta vez le fue muy bien y me pidió de favor que yo se los trajera porque ella tenía que trabajar muy duro para poder comprar más. – Dijo Anthony sin poder evitar el nudo en su garganta. La señorita Ponny y la hermana María estaban igual de conmovidas que él.

Anthony comenzó a repartir los juguetes que había en las cajas, seleccionando las muñecas para las niñas y los automóviles y pelotas para los niños, quienes emocionados abrazaban aquel detalle como un tesoro muy valioso. Jhon veía cómo los niños corrían emocionados con los juguetes y el niño en su interior, aquel que se negaba a crecer pero que al mismo tiempo se creía un hombre, deseaba tener también algo para él mismo.

-Este es para ti Jhon. – Dijo Anthony entregándole un balón de fútbol. Los ojos de Jhon se abrieron maravillados, mirando a Anthony agradecido.

-¡Lo recordó! – Dijo de pronto Jhon mientras abrazaba el balón feliz. - ¡Candy recordó que yo siempre había querido un balón de fútbol! – Decía emocionado, sacando a ese niño que aún estaba creciendo. Aquellas palabras conmovieron una vez más al joven Ardlay.

Anthony lo miraba agradecido por haber acertado en los regalos, había llevado una gran variedad de juguetes para niños y niñas porque no sabía exactamente la cantidad de los que vivían ahí.

-Es usted muy amable joven Ardlay. – Dijo la señorita Ponny con una sonrisa tierna.

-Es algo que Candy…

-Sabemos que Candy no lo envía. – Dijo la señorita Ponny una vez más. El rostro de Anthony fue de sorpresa y pena al mismo tiempo. – No se preocupe… – Dijo una vez más al ver que se había sentido avergonzado. – Candy nos envía una cantidad de dinero cada mes y ya nos había enviado lo necesario para la ropa de este año. – Reveló la mayor, quien solo compraba ropa a los pequeños una vez al año.

-No sabía cómo explicarles que traía regalos para los niños… pero es algo que deseaba hacer desde que Candy me habló con tanto entusiasmo del lugar en el que había crecido… - Dijo de inmediato para que no creyeran que les había mentido en todo. – Ella… ella es alguien especial para mí… - Confesó Anthony una vez más, mientras sus ojos brillaban con anhelo.

-Lo sabemos. – Dijo la señorita Ponny una vez más, convencida de que así era.

-Candy nos contó sobre usted. – Dijo la hermana María, revelando que la pecosa ya les había dicho algo de su príncipe. Anthony sonrió feliz porque ellas sabían de su existencia.

-¿De verdad? – Preguntó emocionado. La señorita Ponny asintió.

-Ella debe de considerarlo alguien muy especial también. – Dijo revelando que su pequeña revoltosa no siempre contaba lo que le sucedía en la gran ciudad de Nueva York.

-Yo no sé qué decir… - Dijo Anthony con pena. Tanto la señorita Ponny como la hermana María habían visto los sentimientos de Anthony, pero hasta que sus ojos brillaron de esa manera tan intensa pudieron descifrar que realmente la amaba. – Ella me hace muy feliz… – Dijo para sorpresa de ambas mujeres.

-Se ve que usted es un buen chico. – Dijo la señorita Ponny poniendo su mano sobre la mano de Anthony. – Y nos alegra saber que nuestra Candy tiene a un joven dispuesto a cuidarla y defenderla. – Decía segura que aquel joven estaría siempre dispuesto a cuidar de su pequeña niña. Anthony asintió seguro de que así sería, agradecido por la confianza que ambas mujeres depositaban en él y que estaba dispuesto a corresponder.

-Agradezco la confianza, les aseguro que haré siempre todo lo posible por cuidarla y mantenerla a salvo. – Dijo con una sonrisa llena de felicidad. La señorita Ponny y la hermana María se miraron cómplices una a la otra, estaban seguras que aquel caballero cuidaría bien de su pequeña.

La plática entre ellos se extendió por algunas horas, mientras los niños jugaban y corrían afuera con sus juguetes nuevos, disfrutando su infancia, siendo felices a su manera, con lo poco que tenían era más que suficiente para tener esa sonrisa de felicidad en sus rostros. Anthony los observaba maravillado, era como imaginarse a su pecosa corriendo por aquellos paisajes, feliz por lo que tenía.

-Muchas gracias por todo. – Dijo Anthony al momento de despedirse de las buenas mujeres, debía partir de regreso a Chicago para reunirse con el joven Stevens.

-Al contrario joven Ardlay, gracias a usted por todo lo que ha hecho por nuestros niños. – Dijo la hermana María con una sonrisa llena de agradecimiento.

-Es algo que tenía que hacer. – Dijo con una linda sonrisa, desde que había escuchado las limitaciones que Candy le había contado sentía una gran necesidad de ayudar al humilde orfanato, quería dar algo de lo mucho que él tenía y que gracias a la pecosa había comprendido que podía hacer por el prójimo. – Le aseguro que pronto tendrá noticias mías también. – Dijo Anthony seguro de contribuir con una aportación mensual para que pudieran ayudarse.

-Es usted un ángel joven Ardlay. – Dijo la señorita Ponny con la voz visiblemente conmovida.

Anthony se despidió de los niños y de las dos madres de Candy, mientras los pequeños corrían detrás del automóvil gritando gracias y palabras de despedida. El rubio suspiró conmovido por la manera tan fascinante en la que los niños se despedían de él, era mucho el amor que tenían para dar y deseó en esos momentos que todos y cada uno de ellos encontrara pronto un hogar seguro, sobre todo Jhon, quien al ser un adolescente sería muy difícil encontrar una familia que lo adoptara, pensó una vez más en su novia y la vio en la misma situación.

El camino a Chicago fue lleno de pensamientos, deseaba hacer mucho por el hogar y se encargaría de ello, sabía que su tío no se opondría a sus deseos destinando una aportación vitalicia a nombre de los Ardlay.

El día siguiente llegó y Anthony esperaba en las oficinas de Chicago al joven Tom Stevens, quien puntual llegó a la cita. El joven vaquero entró una vez que fue anunciado.

-Buen día Thomas. – Saludó Anthony con confianza al ver al joven entrar con confianza al lugar.

-Anthony, buen día. – Saludó Tom con un apretón de manos fuerte y franco. – Llámame Tom, por favor. – Dijo con tranquilidad sentándose ante la invitación del rubio.

-Muy bien Tom, quisiera hablar contigo referente a las inversiones que manejamos en Nueva York. – Comenzó Anthony para poner las condiciones que serían de mayor ventaja para el vaquero y por supuesto también para las empresas.

El negocio de los caballos era en lo que había incursionado Tom, dedicándose a entrenar caballos de carreras que comenzaban a tener mucho éxito en Nueva York, donde las apuestas en los hipódromos cada vez aumentaban y los caballos que él entrenaba y criaba se abrían paso entre la gente conocedora del ramo.

-Me parece muy interesante tu propuesta. – Dijo Tom seguro que le convenía lo que Anthony decía. - ¿Tendré que viajar a Nueva York? – Preguntó para saber si era necesario que él estuviera allá para manejar la inversión.

-Tal vez no de momento. – Dijo Anthony seguro que no era necesario hacerlo por lo pronto. – Pero tal vez más adelante sea preciso hacerlo. – Agregó anunciándole a Tom que podría ir a visitar a Candy algún día de estos.

-Tengo una hermana allá. – Dijo Tom de pronto. Anthony lo miró con interés, sabía que hablaba de su pecosa. – Bueno dos, pero Candy es con la que más confianza tengo. – Dijo explicando que con la rubia tenía una relación muy peculiar.

-Candy White. – Dijo Anthony con una sonrisa de enamorado, sonrisa que Tom distinguió y se sorprendió de que alguien pudiera poner los ojos en su pequeña hermanita, sin embargo muy al contrario de lo que sintieron la señorita Ponny y la hermana María, Tom tuvo un sentimiento de protección hacia la rubia, ya que Anthony representaba al joven burgués que él siempre había despreciado y que a pesar de tener una buena impresión de él no le parecía que alguien así tuviera un interés especial en ella.

-¿La conoces? – Preguntó Tom con un brillo que advirtió a Anthony que no estaba para nada contento con ello.

-La conocí hace unos meses en el hospital donde labora. – Respondió Anthony estudiando su reacción.

-Candy es una buena chica. – Dijo Tom como advirtiéndole que no jugara con ella.

-Lo sé. – Dijo Anthony seguro de ello. – Ella es muy especial para mí. – Dijo el rubio una vez más, demostrando a Tom que no escondía lo que sentía por ella. Tom aunque incómodo por aquella revelación pensó que tal vez, solo tal vez estaba exagerando.

-Candy ya es una mujer a pesar de que es muy joven, siempre fue responsable y sabe lo quiere, pero no me gustaría que un chico burgués como tú jugara con sus sentimientos. – Dijo Tom con cierta molestia en su voz.

-¿Un chico burgués? – Preguntó Anthony con confusión. Tom asintió. – Creo que soy un chico normal, como tú. – Dijo Anthony una vez más.

-No… yo soy un chico de campo, he vivido en la pobreza, he pasado hambre, y he llegado hasta aquí gracias a la oportunidad que me ha dado mi padre. – Dijo el vaquero describiéndose como alguien muy diferente al rubio.

-Tal vez tengas razón, sin embargo yo también he crecido trabajando, a pesar de lo que pudieras creer jamás tuve dinero en mi bolsillo hasta hace poco. – Dijo para sorpresa de Tom, quien creía que alguien como él debía mal gastar todo el tiempo. – He labrado la tierra y he vivido entre peones, tal vez no como tú, pero también he trabajado mucho para llegar a labrarme un futuro. – Dijo demostrando que no era simplemente un niño rico que no sabía nada del trabajo y si bien no podía compararse con las dificultades en la vida de Tom, le parecía injusto que lo tachara como si fuese el mismo Neal Leagan.

-Como sea..., Candy no es una chica para pasar el rato. – Dijo una vez más mirando al rubio frente a él.

-Estoy totalmente de acuerdo. – Dijo Anthony sin dejar de mirarlo, demostrando que no se sentía intimidado por lo que pensaba de él.

Tom decidió desviar el tema de conversación, no le gustaba hablar de Candy, creía en ella y estaba segura que su hermanita no se dejaría engañar por el joven heredero, se sentía orgulloso de pensar que ella había aprendido muy bien de sus consejos.

Anthony pensó mucho en lo que decía Tom, estaba de acuerdo con él en que eran completamente diferentes y no se refería a la clase social, sino a las dificultades que habían enfrentado en la vida, si bien el jamás había pasado hambre y había crecido en el seno de una familia que lo amaba y lo protegía, también había crecido a base de esfuerzo y trabajo arduo. La tía abuela jamás les daba dinero para que gastaran y nunca compraba algo que fuera considerado un derroche, los lujos eran inevitables, pero cuidar lo que tenían era imprescindible. Había experimentado la soledad al perder a su madre y si bien no era lo mismo que no crecer con una, podía comprender ese sentimiento de ausencia y pérdida en su vida.

Los recuerdos de Anthony viajaban siempre en torno a Candy y mientras más tiempo pasaba lejos de ella, más necesidad tenía de verla una vez más, había hablado con Tom, había establecido un buen negocio con él, uno que haría sentir orgullo a su tío al lograr retenerlo. Pensó en Albert y en la posibilidad de regresar a Lakewood, donde Stear y Archie lo esperaban para regresar en unos días a Nueva York. Pensó en Candy y las ganas que tenía de verla, sobre todo después de la plática sostenida con Tom, quien le había hecho ver que no únicamente su familia se opondría a su amor, sino que él, que vendría siendo una especie de cuñado tampoco aprobaría que estuviera con ella.

-Te extraño tanto pecosa. – Decía Anthony enamorado, mirando al cielo, buscando la estrella a la que le había deseado una feliz navidad y un próspero año a su pecosa. – Nadie impedirá que te ame Candy… nadie… - Se decía convencido de ello, esperanzado que jamás permitiría que alguien ya fuera de su familia o de la de ella los separara.

Aquel sentimiento que tenía arraigado en el alma no le permitió dormir en toda la noche, por el contrario lo hacía recordar más y más a la rubia, mientras el peso de su ausencia crecía cada vez más. Se levantó muy temprano aún sin haber dormido y decidido a volver. Preparó un pequeña maleta y salió directo a tomar el primer tren con rumbo a Nueva York sin importarle nada, ni la tía abuela, ni su tío, quien ya se esperaba lo que iba a hacer, ni sus primos, quienes esperaban su regreso para volver los tres juntos.

El silbato del tren anunció su salida, había dejado indicaciones al mayordomo de retrasar la noticia de su viaje hasta que no hubiera otro remedio que hacerlo, sabía bien que la tía abuela estaría pendiente de él y de su negocio con el joven Stevens, sobre todo porque se había imaginado que no era sino una excusa para alejarse de Elisa.

El corazón de Anthony saltó con el silbido del tren y comenzó a latir más fuerte de lo normal, su ansiedad incrementaba tan solo de imaginar que estaría pronto a su lado, se imaginaba su sonrisa, su mirada llena de amor y ternura y sus labios tan suaves y dulces que se le ofrecían en un dulce y tierno beso.

La llegada del tren fue a punto de medio día, un desperfecto los hizo perder algunas horas en el camino, horas que eran interminables para Anthony, quien deseaba haber llegado a su destino antes de que la pecosa entrara a trabajar. Quería sorprenderla y llevarla él mismo hasta su lugar de trabajo. El sueño no le pesaba, la adrenalina que se juntaba en su cuerpo tan solo por pensar en verla de nuevo era lo que lo animaba para continuar despierto.

Llegó a la mansión sorprendiendo a James y a la demás servidumbre, tomó un baño y salió casi corriendo de ahí, quería verla, quería estar a su lado, comenzaba a sentir que su vida no tenía sentido si no la tenía junto a él, cuan largos habían sido sus días lejos de ella, cuan aburrida se había tornado la navidad y el inicio de un nuevo año si no tenía su sonrisa, si no tenía su presencia junto a él. Se sorprendió por la intensa necesidad que tenía de ella, la amaba y quería demostrarle a ella y a su hermano Tom que no era un simple capricho de un niño burgués, sino que era un hombre hecho y derecho enamorado de la dulzura e inocencia de su pecosa y solo de ella y que era la mujer con la que quería compartir todos los días de su vida.

Llegó hasta el departamento agitado, sonrió feliz, enamorado, imaginándose la sorpresa que se llevaría la rubia al verlo ahí esperando. Por un momento pensó en ir por ella hasta el hospital y esperar para que terminara su turno, pero recordó que había estado laborando de noche y pensó que tal vez la encontraría ahí, tenía la esperanza de que su espera por fin hubiese terminado, había sido una mayor tortura el viaje de regreso por la impaciencia que crecía en su interior, entre más cerca estaba más lejos la sentía y más crecían sus ganas de verla.

Tocó la puerta con emoción, esperando que le abriera, sin embargo el silencio fue lo único que obtuvo en el lugar. Candy no estaba, igual que sus amigas, ninguna de las tres jóvenes estaba en el departamento. Miró su reloj de bolsillo y pensó en trasladarse al hospital, pero de pronto el cansancio lo atrapó y las ganas de conducir le advertían que no era conveniente, se sentó a un lado de la puerta dispuesto a esperarla, pronto llegaría.

El tiempo pasó lento para él, sin embargo la hora en la que la pecosa llegaba generalmente al departamento se acercaba. La joven enfermera caminaba con desánimo de vuelta a su hogar, tenía días que estaba sola, ni siquiera el vecino molesto había estado ahí para molestarla, y aunque eso le daba un gran alivio, a veces deseaba tener alguien con quien hablar. Pensó en Annie y Cassie, quienes la invitaban casi a diario para ir a merendar en la mansión de los Britter, así que aceleró su paso y se decidió a cambiar su ropa y darles una sorpresa. Llegaría a su departamento solo a darse un baño, deshacerse del olor a hospital del que siempre se quejaba Cassie e iría hasta su mansión.

Se escuchó la campanilla del ascensor y la rubia suspiró pensando en su novio, su sonrisa llegó hasta ella y no pudo evitar sentir nostalgia por su recuerdo. Aquel recuerdo que venía a su mente, una vez más hizo que toda la intención que tenía en visitar a sus amigas quedara en eso, una simple intención.

Los ojos de Candy se abrieron con sorpresa al ver al final del corredor lo que parecía la imagen de su novio. Un Anthony sentado y recargado en la puerta de su departamento, mirando hacia abajo mientras con sus manos apartaba sus rubios cabellos de su rostro. Candy se quedó de piedra por unos momentos al creer que estaba alucinando.

-¿Anthony? – Lo llamó con suavidad. El rubio pareció escuchar su murmullo o simplemente sintió su presencia, de inmediato volteó hacia el corredor y ahí encontró la imagen más perfecta y anhelada por tantos días.

-¡Candy! – Dijo Anthony poniéndose de pie casi de un solo movimiento. Candy lo miró sorprendida mientras sus ojos comenzaban a liberar las lágrimas contenidas todo ese tiempo.

-¡Anthony! - Gritó Candy con emoción esta vez, segura de que ese grito había salido con fuerza de sus labios, para después correr hasta él quien hacía lo mismo abriendo sus brazos para que ella se arrojara a ellos y se dejara envolver en su abrigo.

-¡Candy! Candy, mi adorada pecosa. – Le decía Anthony mientras la sostenía con fuerza entre sus brazos y se llenaba del dulce aroma que desprendían sus cabellos, en ese momento ni el aroma a medicina era impedimento para adorarla, para embriagarse de ella, de su aroma, de su presencia. La unió a su pecho mientras sus corazones se sincronizaban impacientes, buscando el mismo ritmo que los volvía a renacer, el ritmo incontrolable de la felicidad que sentían en su interior. - ¡Por fin estoy a tu lado pecosa! – Le decía enamorado, sin querer soltarla, mientras la joven enfermera se aferraba a él como si fuese una visión y no quisiera que se esfumara repentinamente.

-En verdad estás aquí, Anthony. – Le dijo Candy con el rostro bañado en lágrimas, con sus grandes ojos verdes enfocando el rostro del ser amado, quien la miró de la misma manera, enamorado, sonriente, acunando su rostro para besarlo una y otra vez con besos cortos y esparcidos por todo su contorno.

-Sí, pecosa, soy yo, por fin estoy a tu lado, por fin estamos juntos. – Le decía sin querer detener aquellas caricias tan necesitadas. Candy seguía sin soltar su rostro, maravillada por su sola presencia, le parecía aún una visión frente a ella tenerlo tan cerca.

Ambos jóvenes se quedaron mirando por un segundo, buscando con la mirada sus labios, aquellos labios que tanto habían extrañado y que necesitaban volver a sentir, querían volver a experimentar aquella dulce y suave caricia que los había envuelto meses atrás y que añoraban tanto. Anthony se acercó a ella y lentamente la rubia cerró los ojos, ofreciendo su boca para que él la tomara y la envolviera en un profundo beso, beso lento, suave que se apoderaba de su boca, un beso húmedo que demostraba la necesidad de la joven de sentir sus labios sobre los propios, quería fundirse en él, quería tomar más de lo que estaba recibiendo.

Cuando terminó el beso ambos estaban sonrojados, briagos de sus besos, demostrando que para los dos había sido un suplicio estar separados, sus miradas decían todo, sus expresiones de amor contaban su historia de necesidad, de simple alegría por estar juntos de nuevo.

-Te extrañé tanto. – Le dijo Anthony sosteniendo su rostro para mirarla fijamente. Candy abrió sus ojos y separó sus labios rojos por el beso compartido.

-También te extrañé. – Le respondió con un brillo intenso en sus ojos verdes, los cuales parecía querían decir un poco más de lo que podían expresar con su mirada. - ¿Tienes hambre? – Preguntó Candy de pronto, el sonido que interrumpió el dulce encuentro fue el motivo para su pregunta. Anthony sonrió apenado, recordando que no había probado alimento desde la noche anterior.

-No he comido nada. – Respondió Anthony sin poder evitar sonrojarse. Candy lo besó con ternura y lo invitó a pasar a su departamento. - ¿Quieres ir a comer? – Preguntó Anthony dispuesto a llevarla a un buen restaurante.

-Creo que es mejor comer aquí. – Respondió Candy con travesura al escuchar una vez más la queja de su estómago. Anthony rió de buena gana, asintiendo y agradeciendo porque se sentía muy cansado.

Entraron al departamento, Candy se fue a su habitación para quitarse su uniforme e irse de inmediato a la cocina y así preparar algo de comer para los dos.

-Te ayudo. – Le dijo Anthony levantándose de su asiento porque estaba seguro que si no se levantaba pronto se dormiría.

Candy asintió feliz de tener su ayuda, no porque no pudiera hacerlo sola, sino porque de esa manera estaría más cerca de él y podría disfrutar un poco más de su presencia.

Entre los dos terminaron pronto de preparar una rica cena que les permitiría saciar su hambre, se sentaron a la mesa y entre miradas tiernas comenzaron a cenar.

-Te quedó delicioso. – Dijo Anthony saboreando el platillo de pollo que Candy había preparado solo para él.

-¿De verdad te gusta? – Preguntó Candy con cierta timidez, ella sabía que no era muy buena cocinera pero se defendía.

-Está delicioso. – Le respondió Anthony besando su mano en repetidas ocasiones.

-Las verduras también quedaron muy ricas. – Dijo Candy como cumplido al rubio, quien se había encargado de preparar las verduras al vapor. Anthony comenzó a reír seguro que era una tontería si lo hubiese echado a perder. - ¿Quieres más? – Preguntó la rubia al ver que prácticamente Anthony había terminado.

-Creo que me siento satisfecho. – Respondió sin confesar que el apuro al comer había provocado que se llenara más rápido de lo normal.

-Lavaré los platos mientras descansas un poco. – Dijo Candy al ver que su novio tenía su rostro muy cansado.

-Te ayudo. – Dijo Anthony dispuesto a ayudar una vez más a su novia, sabía que estaba cansada tal vez no tanto como él, pero deseaba que ella no se tomara más molestias por su culpa.

-De ninguna manera. – Dijo Candy con una sonrisa, tomando de la mano de Anthony para llevarlo hasta el sillón y sentarlo ahí mientras ella limpiaba la cocina. – Vuelvo en un momento. – Le dijo besando sus labios con lentitud. Aquel beso lento y dulce, provocó que Anthony se quedara mirándola fijamente, obedeciendo sus designios, permaneciendo sentado mientras observaba cómo su hermosa novia desaparecía a través de la puerta que llevaba a la cocina, tan solo asintió como un bobo y la admiró fijamente.

Candy trató de limpiar la cocina lo más pronto posible para regresar al lado de su novio, tenía ganas de estar más tiempo con él, quería disfrutar su presencia antes de tener que separarse una vez más porque la noche estaba cerca. Terminó de lavar los platos y antes de ir con su novio acomodó su vestido alisándolo tranquilamente, peinó una vez más sus cabellos asegurándose de no tenerlos desacomodados y después sonrió con nerviosismo.

-¡Terminé! – Dijo con un poco de emoción por saber que podría estar cerca de él nuevamente, pero cuando posó sus ojos sobre la imagen de su novio, no pudo evitar sonreír con ternura, pues este se había quedado dormido en el sofá. Candy lo miró con suma dulzura, observándolo largamente, admirando sus largas pestañas, su perfecto perfil y sus labios tan apetecibles que estaban entreabiertos como pidiendo ser besados. Se sentó junto a él y lo acarició lentamente, Anthony se removió un poco y terminó recostado en el pecho de la pecosa.

El corazón de Candy comenzó a bombear con mayor prisa, sintiendo como su respiración se aceleraba al sentir la cercanía de su novio muy cerca de su pecho, podía sentir su respiración chocar con este, podía sentir su cuerpo lacio y vencido encima de ella, tardó unos segundos en controlarse para después abrazarlo con ternura, buscando la manera de hacerlo sentir cómodo a su lado.

Al poco rato de tenerlo ahí junto a ella visiblemente cansado se dejó vencer por su propio cansancio, acomodándose de manera que los dos pudieran descansar, el fuego de la chimenea poco a poco se iba extinguiendo y con ello el calor que había en la habitación.

Candy se despertó unas horas más tarde porque a pesar de tener el cálido cuerpo de su novio junto a ella, las partes no cubiertas comenzaban a sufrir el frío de la noche, imaginó que su novio estaría igual, pero el cansancio le impedía despertarse. Lo dejó con cuidado para ir por una manta y cuando regresó el rubio estaba recostado sobre el sofá descansando plácidamente. Ella sonrió con ternura y lo cubrió por completo para después irse a su habitación y dormir un poco más de tiempo.

Continuará…

Hemos llegado al final de este capítulo, y como ven Anthony no soportó estar lejos de Candy, así que se les escapó a todos y no solo fue a hogar de Ponny, sino que se fue hasta Nueva York y ya está al lado de su pecosa, hay el amor, el amor, ¿Qué les puedo decir? jijijijii solo que hay que disfrutarlo siempre!


AGRADECIMIENTOS ESPECIALES

TeamColombia:

Hola hermosas! Efectivamente Albert no puede no apoyar a su sobrino, es el único que lo puede defender de la insistente Elroy, pero sabemos que más sabe el diablo por viejo que por diablo, así que vamos a ver que sucederá más adelante, por lo pronto el rubio ya se escapó de nuevo y está al lado de su pecosa, ahora sí que como el bello durmiente jijijijiji.

Muchas gracias por comentar amigas, espero que estén muy bien. Gracias por sus comentarios!

Saludos!

María José M:

Hola hermosa! ¿Cómo estás? Espero que muy bien. Definitivamente me hiciste recordar a Candace de Phineas and Ferb jajajaja, también ruego que Elisa deje en paz a Anthony, pero creo que la insistencia de Elroy le da el impulso a seguir fastidiando, vamos a ver cuando se cansa la vieja.

Quería y fue al hogar de Ponny, no se quedó con las ganas, creo que un hombre que hace tantas cosas por ti definitivamente no hay que dejarlo ir, esperemos que Candy lea este mensaje y no lo deje ir nunca.

Creo que antes era muy fácil eso de los detectives privados, era una profesión que muchos practicaban y mientras se les contratara... Albert solo hizo lo que creía necesario, aunque no planeó que lo cacharan jajajaja.

También espero que estés muy bien amiga y que hayas pasado un día llena de la compañía de tus seres queridos.

Saludos!

Mayely León:

Hola hermosa, gracias por tu comprensión, espero que estés muy bien, mi ánimo está como la montaña rusa, pero no puedo hacer nada más que seguir adelante hermosa. En verdad Elroy es un fastidio, creo que Anthony se ha librado de ella hasta el momento, pero al parecer es más terca que Elisa, ojalá que pronto desista.

Te mando un fuertísimo abrazo amiga, espero que pases un lindo día.

Saludos!

Rose1404:

Hola hermosa! Como siempre un placer leer que estás bien, me alegra saberlo, yo también soñaba con un niño y una niña, sin embargo Dios me concedió dos niñas y un niño, y a pesar que cada día tengo más cosas que hacer gracias a ellos, estoy feliz de tenerlos. Vas a ver que venga lo que venga lo más a amar tanto como al primero.

Definitivamente la voz de Elisa es difícil de olvidar, y es posible escuchar sus gritos sin confundirse, creo que eso es lo que hace que uno no pueda sacarse a ese personaje de la mente jajajaja.

Así era antes con las llamadas telefónicas, todavía a mí de pequeña me tocó que la operadora interrumpía de vez en cuando para que dijeras si querías recibir o no otra llamada, sobre todo cuando era de larga distancia y cuando no podías comunicarte era muy molesto.

Muchas gracias por leer hermosa, espero que estés muy bien, te mando un fuerte abrazo.

Saludos!

Luna Andry:

Hola Luna hermosa! ¿Cómo estás? Espero que estés muy bien, como siempre un gusto y un placer leer tu comentario. Elisa es una máquina de berrinches y de mente maquiavélica, siempre está interesada en hacer el mal, la diferencia es que no ha conocido a Candy todavía, ojalá no sea muy malvada con la rubia.

Creo que podemos hacer algo con Neal jjajajaja definitivamente se merece un "guamazo" jajajaja.

Si! Anthony y Candy están muy enamorados y como dices, como cualquier pareja que recién empieza su romance se extraña cada cinco minutos, pero este príncipe bello no aguantó y se regresó al primer descuido jajajaja. Ahora a esperar como reacciona toda la familia.

Te mando un fuerte abrazo amiga, gracias por leer.

Saludos!

ViriG:

Hola hermosa! Creo que fue mejor que Anthony estuviera enterado de lo que había hecho su tío, pero como le dijo "mejor te hubiera preguntado" así el pobre de George no hubiera tenido que dejar a su familia en fechas tan importantes.

La vieja Elroy espera, cree que el año de permiso otorgado será fácil para ella de esperar, sin embargo no esperaba que una enfermera de hermosos ojos verdes y pecas encantadoras le ganara con el mandado a su nieta... ni modo... para la próxima... pero no en mis historias jajajaja.

Stear es un amor, me encanta cómo pone en su lugar a la gente, creo que debería escribir una historia solo para él jajajaja. Sí, Candy pasó solita la navidad, pero ya le llegó su recompensa por ser niña bien portada jijijijiji.

Anthony se fugó a Nueva York, este sí que le dieron la mano y se tomó hasta el pie jajaja, pero creo que era lo mejor que podía haber hecho.

Pues está hermosa tu perrita! me encantó se ve adorable! que originales los disfraces en verdad, sobre todo el pasearla por las calles de la ciudad! Me esperaré a navidad para verla de ayudante de santa.

Creo que tienes razón, estás muy peque aún para tener una bendición, todo a su tiempo ya verás.

Hermosa, te mando un fuerte abrazo y como siempre te deseo mis mejores deseos.

Saludos!

Julie-Andley-00:

Hola hermosa! ¿Cómo estás? No te preocupes, sé que primero es lo primero, me imaginaba que estabas muy ocupada, pero sé que leerás cuando estés con tiempo.

Muchas gracias por leer y sobre todo por darme un poco de tu tiempo para dejarme un comentario, tú mejor que nadie sabes la alegría que representa leer un comentario.

Te mando un fuerte abrazo hermosa.

Saludos!


Muchas gracias a todas y cada una de las lectoras anónimas, gracias por invitarme a ese espacio tan íntimo en donde podemos dejar volar la imaginación. Les envió un fuerte abrazo a cada una de ustedes.


GeoMtzR

05/11/2024.