Hace décadas que no escribo, pero aquí vamos.
Dejaré un resumen más extenso que deja en claro algunos aspectos de la historia. Obligatorio es leerlo si quieres saber de qué va todo esto.
Luego, en las anotaciones, colocaré todos los avisos de lo que hallarás aquí. Puedes leer las anotaciones o no (lo dejo bajo el criterio del lector), pero tenga en cuenta que se llevará sorpresas si no lo hace, y se encontrará con spoilers si lo hace. Básicamente, si quieres adelantos de lo que va a ocurrir, lee las anotaciones; si no, no lo hagas.
Ahora sí, procedamos con el verdadero resumen.
Resumen:
El Shinobi no Kami, Naruto Uzumaki Namikaze, ha muerto luchando contra la entidad casi omnipotente Kaguya Ōtsutsuki, la Diosa Lunar. Gracias al Shinigami, que un día se ofreció a él con un tratado extremadamente tentador y conveniente, podrá remendar los errores del pasado renaciendo en un nuevo mundo con el objetivo de cumplir su última promesa. Pero nunca nada sale según lo planeado, y él sabrá esto…
Naruto Uzumaki es un niño nacido en la bajeza de los barrios poco pudientes de la metrópoli de Kyoto; allí donde el crimen y el horror campan a sus anchas, en el vertedero de las grandes megacorporaciones; los suburbios miserables, la cuna de la desesperanza. Sin padres, sin familia, sin amigos, y solo con un patrocinador muy distante y frío, él aprendió a vivir en el borde del precipicio como otros tantos de su calaña, perseguido por el filo peligroso y perseverante de la muerte. Un niño inconstante, solitario y descarriado que dentro de sí esconde cosas inimaginables, y que deberá abrirse paso por la vida hasta descubrir su verdadera naturaleza y destino inexorable: el de un Dios Shinobi y un Príncipe Carmesí.
En su camino conoce a una ignota niña llamada Lucyna Kushinada que, además de compartir su misma condición —sola y descarriada—, lo enceguece sin razón aparente, un sentimiento ensordecedor y llenador, encendiendo aquel fuego sagrado en su corazón que lo vuelve adicto y dependiente de tales sensaciones en un ciclo sin fin, cayendo enamoradizo sin ninguna otra opción. Alguna razón irracional tendrá su joven mente para caer ante los encantos de lo que él llama: una Dama Lunar.
En un mundo donde la tragedia es inevitable, para él, el dolor de la pérdida sería inaguantable. Por lo tanto, la huida es la única salida razonable. Allá donde se reflecta la luz del Sol. Allá donde los hombres ilusos soñaron alguna vez con viajar. La piedra refulgente que brilla invicta en los cielos nocturnos, y que siempre lo ha llenado de tanta esperanza. El deseaba ir con ella a ese lugar espacial tan especial y declarársele… Pero nunca nada sale según lo planeado, y él sabrá esto…
El destino es caprichoso, los ciclos tienen una tendencia calamitosa a repetirse, y la vida da giros inexplicables; pasando de ser alguien que corre al límite, al borde del abismo, para convertirse en un fantasma sombrío y perenne que aparece y desaparece ni bien se ha derramado la última gota de sangre.
Hasta tal punto llega el capricho del destino que él termina siendo el posible salvador de dos mundos o el destructor de uno… Todo depende de la ignominiosa suerte de Uzumaki…
Una historia que une el Lore de los dos mundos conectados a través de viajes interdimensionales y pactos con la muerte. Dos historias que se desarrollan paralelamente y que desembocarán en la tragedia o en la salvación del protagonista; todo depende de sus actos y de las decisiones tomadas por aquellos que lo rodean. Un choque irreversible entre la realidad cibernética y ciberespacial y el ya conocido misticismo sobrenatural del chakra, tan poderoso y portentoso chakra. Una historia extraña y con varios puntos disonantes entre sí (inevitables por la propia rareza e incompatibilidad de tantos conceptos amañados y juntados a mi antojo), pero que, en su extravagancia, procura entregar algo nuevo y poco explorado. Con toques muy lúgubres y deprimentes por momentos, y con trazos hermosamente románticos y líricos por otros. Esto es la segunda versión de una historia mucho menos enrevesada (y esa historia ya era de por sí enrevesada). NarutoxCyberpunkEdgerunners & NarutoxCyberpunk2077. NarutoxLucy & LucyxNaruto.
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Anotaciones:
(*Aquí hay adelantos y aclaraciones de lo que se encontrará dentro de la historia. Simplemente puede saltarse esta parte si no le interesa y proceder con la lectura del capítulo.)
Primero que nada, en esta historia se realizan varios cambios profundos en el canon original de Naruto. Si no gusta, avisados están.
Este fanfic proviene del borrador de otra historia (que quizás subiré en algún momento), donde allí trato un NarutoxLucy y un crossover de NarutoxCyberpunk bastante clásico y al que todo el mundo está acostumbrado, respetando el canon de Naruto en su gran mayoría. Esto difiere mucho de aquello (solo mira el tamaño de estas estúpidas notas que advierten de ello).
Todos los cambios (o la gran mayoría) tienen una justificación detrás que los ampara, ya sea por motivos narrativos y de trama o por mayor cohesión y coherencia en los hechos narrados hacia futuro en el mundo de Cyberpunk 2077.
Se integrarán y extenderán ciertos conceptos olvidados o dejados a medias de la obra original de Naruto: como el caso de los Shinigami y su relación con el clan Uzumaki. Es necesario justificar de alguna forma (por lo menos para mí) la manera en cómo se conoce y se termina firmando el pacto que da nombre a esta pequeña historia.
Olvídense de la existencia del clan Ōtsutsuki (el extraterrestre). Aquí Kaguya es una humana que comió el fruto prohibido y se volvió ridículamente fuerte (mucho más que en la obra original. Para equilibrar).
También he recompuesto el concepto de los Uchiha y su «enfermedad», tratando su condición mental desde una perspectiva mucho más realista y madura en cuanto se pueda. Desde luego que su irracionalidad sigue presente, y persistente, para evitar que estos tomen un poder excesivamente alto con costos nulos; y de este modo se crea el contrapunto perfecto para lo que tengo planeado.
Así y otros tantos cambios varios que se irán viendo a lo largo de la trama.
En esta historia se plantean varias dudas y preguntas como:
¿Cómo es posible un viaje a otro mundo? ¿Por qué hacerlo? ¿Qué ocurrirá cuando la espiritualidad de Naruto choque de frente con el mundo cibernético? ¿Qué consecuencias habrá? ¿El chakra rechazará a la cibernética o se fusionarán para crear algo más fuerte, o incluso, algo más débil? ¿Pueden convivir juntos en el mismo cuerpo? ¿Qué es lo que realmente define a una persona? ¿Su esencia o alma, su personalidad, sus vivencias? ¿Cómo se estructura la mente y el espíritu? ¿Son compatibles con la cibernética? ¿Es plausible que un ser nato con el chakra padezca la ciberpsicosis? ¿Existen otras alternativas de psicosis en el mundo shinobi que entren en conflicto o sean más graves que la antes susodicha?
Estas y otras tantas son las preguntas a través de las cuales fui elaborando y creando la historia, la cual todavía se encuentra en desarrollo, aunque muchos sucesos (los más trascendentales) ya están pensados o inclusive escritos: como el final, por ejemplo, del cual me baso para la creación de muchos hechos previos.
Como verán, las ambiciones de esta travesía van mucho más allá de un simple Naruto cae en "X" mundo y actúa de manera badass enseñando sus habilidades geniales (ya hay otras historias muy buenas que hacen esto bastante mejor). Esto pasará en algún momento, no obstante, tengo la intención y la necesidad imperiosa de darle una mayor profundidad y argumentación a sus acciones y las de los demás personajes, así como del mundo que los rodea.
Me fascinan los mundos ciberpunks y, de entre ellos, el que más me gusta es el de Cyberpunk 2077, y mi obra favorita de todos los tiempos es Naruto; dando como resultado este extraño y poco común experimento. Espero que salga bien.
A pesar de que la ambientación es en un mundo ciberpunk, trataré todo tipo de temas, siendo el único límite mi imaginación y, quizá, mi propia moderación con respecto a ciertas cuestiones. Desde ya anticipo que esta historia será «extraña» y que abarcará muchos géneros y temas diversos, y que, también, no tengo cobardía alguna a la hora de meterme al «fango».
Aquí hallarás aventura, drama, horror, humor, romance, desamor, ciencia ficción, fantasía, y lo más importante; la tragedia (porque después de todo esto sigue siendo una distopía ciberpunk, y, consecuentemente, la tragedia es el lazo universal que ata a los personajes). Todo esto y mucho más en «Un Pacto con la Muerte».
En segundo lugar, el amorío principal de la historia es Naruto x Lucy. La relación la justificaré desde un inicio para que sea más creíble. Van a tener interacciones y un desarrollo en su vínculo muy tempranero.
Tendrán sus idas y venidas, habrá conflictos disruptivos y momentos idealmente románticos, es decir, no será una historia románticamente perfecta, idílica y pura donde todos los eventos de la trama favorecen su relación de principio a fin. Deberán de tomar decisiones que influirán en el otro y, a su vez, esto ocasionará reacciones de su contraparte que los llevará a realizar otros actos, y así sucesivamente. En resumen, pretendo que se relacionen como dos humanos más o menos funcionales y normales, o todo lo normal que se pueda en esta realidad despiadada y distópica, y que no sean simples máquinas destinadas al coito (cosa que va a darse tarde o temprano, supongo). Pero la pareja del protagonista (Naruto) es esa. No hay discusión ni engaño.
En tercer lugar, he de remarcar que la construcción del mundo y los personajes será muy lenta, sobre todo al inicio. De hecho, el prólogo real era demasiado largo para ser colocado en un único capítulo. Obviamente tuve que recortarlo y dividirlo en varias partes para no ahogar al lector en un mar de conceptos interminable e intragable, razón por la cual el primer capítulo se nota tan inconcluso. Esto es solo la primera parte del prólogo real que dura hasta el capítulo 4.
Por supuesto que una vez desarrolle y justifique al nuevo Naruto y el mundo que lo rodea, e introduzca la mayoría de los conceptos que se trabajarán a lo largo de la historia, la trama tomará otro ritmo un poco más acelerado (o eso creo).
En cuarto lugar, en esta historia se narrarán hechos de violencia muy explícita y, también, contenido sexual llegado el momento. Aviso por si a alguno le molesta o incomoda.
Del mismo modo se narrarán otros temas muy sensibles o maduros, aunque, en un principio, no tengo intenciones de hacerlo tan explícitamente como los antes mencionados. De cualquier manera, previo a cada capítulo (a partir del capítulo 2) se colocará un aviso, y si el contenido narrado tiende a ser demasiado explícito será colocada una advertencia extra.
En quinto lugar, esto es la representación —a mi manera— de una distopía ciberpunk, y, como ya dije, la tragedia es una parte fundamental de lo expuesto aquí (lo pone en las etiquetas). En esta historia habrá tragedias, que llegarán como consecuencia de los actos de Naruto o no, siendo posible que ocurran hechos de «mala fortuna» o desgracias por el accionar de terceros. El objetivo es mantener una trama entretenida y que no sea solo Naruto resolviendo todos sus conflictos a la perfección, ganando siempre y dando igual las consecuencias de sus errores o malas decisiones. Los antagonistas tendrán peso real justamente por esto. Tampoco pretendo forzar situaciones desalentadoras ya que estas se darán de forma natural con el correr de la trama y los sucesos dentro de esta, sin embargo, avisados están si se suceden acontecimientos que no son de su agrado. Lea con discreción.
Por último, la historia puede estar sujeta a cambios y modificaciones futuras de los cuales se avisará en los capítulos nuevos siempre que suceda (y en las notas finales del capítulo modificado también se alertará de ello). Ni siquiera sé si el título final de esta cosa será «Un Pacto con la Muerte», ya que este nombre lo coloqué originalmente porque es gracias a dicho pacto que se explican los sucesos de todo lo narrado. Hasta que no se me ocurra nada mejor, quedará así.
Estas notas se irán actualizando según vaya avanzando en el desarrollo de esta cosa.
Y ahora sí, nada más que aclarar. Muchas advertencias y peros, aunque son muy necesarios
Te felicito si te has tomado el tiempo de leer estas notas, ahora solo te falta leer el prólogo de 4 episodios para entender mínimamente lo que transcurre por estos lares.
¡Solo disfruten!
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Un Pacto con la Muerte
~~Prólogo~~
Capítulo 1: La Historia del Padre Pródigo
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En mitad de una Danza Lunar. Night City.
La tarde caía en la ciudad de las furias, las tristezas, los vicios, los lunáticos (entre ellos muchos ciberpsicópatas obcecados con damas extraterrenales con sueños inalcanzables), los pirómanos, las pesadillas y los sueños rotos, es decir; Night City, la tumba predilecta de los descarriados, el paraíso de los desalmados; un lugar donde la desgracia, invariablemente, prevalece. El sitio donde todo aquel, enamorado e iluso, que crea poder vencer a la fuerza imparable del destino es pulverizado sin pestañear. Llámese fuerza del destino o simple y llanamente poder corporativo. Da igual, todo termina de la misma manera: en un instante. No hay final feliz. No existe la redención por tus errores. No te compliques buscando soluciones o escapatoria. Mueres siendo otra gran decepción sin la menor oportunidad de defenderte o en un gran combate contra este destino ineludible y, si tienes suerte, así te recordarán como a una leyenda, a pesar de que todo lo luchado fuese en vano o no terminara siendo lo esperado. Es por esto que jamás debes prometer nada a nadie, a menos que quieras apuñalar con saña la confianza de alguien amado con la verdad de la mentira encubierta en falsas promesas, cayendo en el desengaño mutuo de saber que nunca se logrará lo deseado por ambos, y de que nunca se expiarán de dicha falta o culpa porque ya no habrá nadie a quien pedirle perdón ni nadie que deba ser perdonado. Porque el dolor, el abuso, la tragedia, y sobre todo las tragedias románticas; la muerte, la mentira y la traición, inintencionada o no; son la norma común en las calles de esta metrópoli del horror. Todo termina en el fracaso porque las corporaciones, las aplastadoras seriales de sueños, siempre ganan, y en el camino a su victoria al resto desgarran y engañan. Ellos controlan los hilos conductores de lo que transcurre en casi cualquier rincón salvaje de la jungla de neones. Entonces, ¿por qué esforzarse tanto? ¿No es más fácil agachar la cabeza y rendir cuentas a estos grandes magnates del poder y la riqueza, esperando que te den un vanagloriado y recatado puesto en su extraordinaria e invencible compañía del terror? Después de todo, no hay nada que hacer frente a tal adversidad, no hay razón por la que oponérseles, no hay forma de vencerlos, ni a ellos ni al destino impuesto…
Pero, ante este sublime escenario de desastres que solo evocan más y más tragedias, había un hombre, solitario y descarriado, que desafiaba aquel destino impuesto por el poder empresarial, y otros tantos poderes y entes desconocidos para él, en pleno siglo de la deshumanización en beneficio del valor productivo y, a decir verdad, en favor de rellenar aún más las arcas inagotables de las eminencias predominantes y, por consiguiente, gobernantes de la totalidad de su realidad abarcable. ¿Era un iluso aquel entusiasta que se antepusiera a ello? Probablemente. Un iluso con el suficiente descaro y coraje para intentarlo. ¿Era otro hombre más, otro hombre corriente pero muy desfachatado? Dudable. Tendría que ser un poco especial, o creerse verdaderamente único, o estar decididamente desquiciado para siquiera plantearse la idea de contraponerse a un imposible como este. Un ciberpsicópata, tal vez. Un narcisista, quizás. ¿Sería aquel psicótico adepto de la cibernética con complejo de deidad que por fin derrotara a las grandes megacorporaciones, transformando la utopía de ganarles en su juego del poder en algo realizable y admisible? Resultaba improbable e increíble, aunque sea imaginárselo, el que alguien pudiese dar batalla a las corporaciones imponiéndose por sobre las voluntades corruptas de los hombres de las altas esferas, menos en su pugna ya clásica del dominio, algo en lo que se podría considerar expertos a estas alimañas llamadas «corpo», quizá este era el único ámbito aislado en el que podrían considerarse «buenos», y ni siquiera fue por el buen sentido de la palabra. Así que, teniendo en cuenta todo esto, ¿qué clase de bestia feroz y desamparada de cualquier tipo de cordura podría ser capaz de anteponerse a las grandes glorias del nuevo mundo? ¿Qué tipo de individuo creería tener las aptitudes sobrehumanas para defenestrar tan enorme adversidad?
Desde luego, tal individuo o bestia, debería de abandonar todos sus lazos emocionales para concentrarse en su propósito mayor, rozar el cielo con las manos con una fuerza y potencia desconocidas y cercanas solo a la de un dios, poseer la astucia zorruna más inteligible e impredecible que se haya recordado jamás en un humano, convertirse en su propia deidad personal que únicamente se admire a sí mismo en la desventajosa carrera del ego, desventajosa porque, a pesar de que creas con fervencia en tu heroicidad cuasi celestial, ninguna cantidad de egocentrismo puro y desmedido puede superar al de los grandes roedores corporativos adictos a la exaltación que les provoca su supremacía, creyéndose los mejores en todo que todos los demás… Desde luego, tal sujeto tan poderoso, astuto y soberbio que roce la divinidad, debería de abandonar toda su humanidad con tal de lograr semejante hazaña…
Y mucho más…
En el epicentro del poderío corporativo, entre las obras máximas de las empresas más grandes del globo; estaba el hombre. Parado con mirada aburrida y pasiva en el exterior, ocultando su verdadera faceta sagaz y desafiante. Vestía como un punk corriente que te podrías encontrar en cualquier otro bulevar depresivo de la ignominiosa ciudad: pantalones negros, chaqueta de cuero de un granate muy oscuro, camiseta negra y lisa debajo, zapatos militares. Con tranquilidad practicada a través años fingiendo algo que no es, prepotente contra una barandilla transparente que frente a él se hallaba se apoyó, hecha seguramente con vidrio o alguna aleación similar, no se podría decir con exactitud en este orbe terrestre repleto de falsedades y copias sintéticas. El joven contempló a una de las grandes estructuras empresariales delante de él, concretamente, la más alta de todas; la más comedida en su sencilla decoración, de cuyo origen sólo conoces por el logo retroiluminado que avisa a quién le pertenece la maravillosa construcción, la más grandiosa obra de los que siempre salen ganando; el altar del ego enaltecido de los prodigiosos, y ominosos, emperadores del Océano Pacífico y, por qué no, del planeta entero en la actualidad: la Torre de Arasaka se alzaba en su portentoso esplendor en el corazón de tan horripilante megaciudad. Un perfecto y oscuro tótem de sueños rotos, o por incumplir, y de pesadillas desesperantes y surreales, o por realizarse. La megaconstrucción de la megacorporación más grande y poderosa del mundo.
Ojos azules como el mar, o por lo menos del azul que estos tenían cuando no estaban completamente contaminados, observaron su objetivo. Nítido en su campo visual que solo enfocaba aquella monumental torre mientras un viento desasosegado pretendía desconcertar su punto de concentración inamovible, inalterable. Cabello rubio, como el atardecer que caía, ondeo en el aire, enmarcando el rostro bien definido y prominente tanto por su belleza única como por el respeto que exudaba y que le infundía a cualquiera que pasara. El blondo destacaba algo entre toda la multitud que continuaba con su quehacer diario, pero él, meditativo y absorto en su propio mundo de las ideas, no despegó sus iris azulados de aquel edificio cuando era asaltado con miradas indiscretas y un poco hambrientas de, tanto mujeres como hombres, corporativos de la zona. Asco le daría a él esas miradas, sobre todo por quiénes eran la mayoría de esos mirones, si es que pudiese quitar la vista un solo segundo de la estructura colosal de enfrente. Como si fuera la mayor y singular obsesión de su corta y mísera vida. Como si su existencia dependiera de lo que ocurriera o de lo que se hallara en ese lugar. Parecía un gran imán o, en términos más precisos, un enorme agujero negro que lo atraía a su horizonte de sucesos y finalmente a su singularidad, que llevaba a sus ojos a caer inconscientes, o tremendamente despiertos, ante la tamaña fuerza gravitatoria que ostentaba aquel sitio para él.
"Mañana… te mostraré cuanto he madurado, padre." Declaró el hombre rubio de unos veintitantos años con poca o ninguna simpatía, pero si con bastante ironía entremezclada con la furia fría poco disimulada. Todo lo contrario, pues la rabia álgida, y no tan calculadora, se hizo muy presente a través de sus puños blanquecinos por el apriete ejecutado sin mucho autocontrol. Gélido hombre que si tocabas su pecho podrías asegurar que estaba muerto y vivo a la vez: muerto por las temperaturas inhumanamente bajas que enfriaban al tacto de su bronceada piel, y vivo por su corazón incansable e impaciente que revotaba en sus adentros por la inminente intrusión en terreno enemigo, muy enemigo. Los zánganos vestidos de traje y corbata y ornamentados con las líneas de ciberware, pulseras, collares y demás parafernalia de tonalidades doradas y plateadas, opulentos a más no poder en su demostrada altivez, horrorosa jactancia de haber derruido miles de vidas con el infinito objetivo de aumentar finitas ganancias a sus ya inconmensurables riquezas. Otros despropósitos, que estaban en lo más bajo de la cadena jerárquica, ensimismados en su carrera por ver quien le lame mejor las botas, por no decir otra cosa, al alto mando de turno.
"Ahh." Intentó respirar profundamente el ojiazul para calmar sus instintos más asesinos y primitivos, pero ese descontrol absurdo lo dominaba demasiado. Fumaría, pero ya se había acabado toda la cajetilla que traía, y una señal fehaciente de ello fue la inmensa cantidad de colillas arrojadas a sus pies; resultado de su manía ansiosa. No era para menos. Tantos años de engaños hacia su persona culminarían el día de mañana. Tanta traición y mentira acabarían por desentrañarse con la verdad absoluta, aquella de la que solo son conocedores un grupo selecto de hombres y mujeres, aquella que se encontraba enterrada bajo mil llaves y centenares de agentes de seguridad por miedo a que se liberara el monstruo que ellos mismos crearon o ayudaron a crear. Animal sanguinario y desalmado que ya había dado por comenzada su cacería, a pesar de la falta de conocimiento real sobre las causas y motivos detrás de los hechos, él tuvo que rescatar la información de algún lado, y los hombres de Arasaka eran los perpetradores y, por lo tanto, conocedores de su agravio. ¿Quién más sino respondería sus preguntas? Destiló cada fragmento posible de sus lenguas viperinas, viles y largas para dar con el correcto destinatario de su brutalidad, causando la inminente devastación de estos. Él, aferrado a sus deseos egoístas, aniquilaría a cuanto vanidoso corporativo se opusiera a su arbitraria justicia. Apagaría sus luces, sus sueños, de neón, como ya lo venía haciendo, y les haría sentir el fuego que corre por sus venas. Quemaría toda la ciudad si es que hiciese falta. Sería lo suficientemente fuerte…, tendría las fuerzas y el poder necesarios y tomaría venganza por…
"Agh." Farfulló por lo bajo. La ira impía le impedía cuadrar sus imperiosos pensamientos con claridad. Destellantes imágenes de todo lo sufrido, de lo vivido hasta ahora, pasaron en una irritante película a través de sus ojos usando las memorias incompletas de su mente. Sentía implosionar dentro de sí estos sentimientos y sensaciones tan repentinos desde que salió invicto de aquella batalla, o más bien, de la trampa que intentaron tenderle. Una furia ciega que hacía arder a sus ojos más que cualquier inyección, más que cualquier otra droga que haya consumido para combatir su desfavorable devenir. Cometió toda clase de acciones cuestionables para llegar hasta aquí. Sus puños sangrientos, manchados con la inocencia de los desprovistos de la oportunidad de nacer, eran una diáfana muestra de ello. Cosa que lo atormentaría incesantemente por el resto de sus días. Pero toda esta odisea tuvo una finalidad, una meta que estaba a su alcance y le ocasionaba este tormento inagotable, este maremoto indómito de emociones, en su mayoría negativas y nocivas. Y, sin embargo, todos estos sentimientos aún palidecían con el amor y el anhelo, y también con la enfermiza obsesión, que sentía por la luna…
Su luna, su obsesión lunar. Su última esperanza. Aquella que lleva la luz de su vida, aquella que lo guía en su sendero, apesadumbrado y sombreado, ante la estrepitosa oscuridad acrecentada a cada paso que daba. A cada respiración cortada. A cada latido abatido…
Bip*
El sonido de una llamada entrante penetró en los sentidos del rubio, cortando todo tren de pensamiento, dejando solo el vacío. Sus ojos se iluminaron viendo, mediante sus lentes cibernéticas, quién era el emisor del llamado. Ya sabiendo quién era, intentó tomar un par de respiraciones profundas para no preocuparla con su estado alterado. Demasiado temor y preocupación rondaban en la mente de ella por lo que sucedería mañana como para encima tener que lidiar con su enojo intrusivo y fogoso, con su melancolía lamentable y desenfrenada. Nunca se despegaría de encima si descubría su trepidante vaivén emocional. Claro que ellos ya conocían sobre su obsesión, pero no comprendían el real efecto superlativo que tenía en su psique, y tampoco se los diría ya que ellos, en particular Lia, correrían envalentonados a avisarle a…
Bip*
Debería contestar para acabar con el ruido penetrante e insoportable, pero todavía se recomponía de su aparente ofuscación, agobiado con las ideas intrusivas de otra mente aparte que solo pensaba en una cosa. Que desgracia la suya que, por estos lares, su cabeza solo se saciaba con la ilusión de aplastar y destrozar el sueño corpo. Destruiría la esperanza de todos aquellos que creyeron verse o ser superiores por el simple hecho de nacer donde nacieron. Les devolvería la cortesía siendo él el aplastador de sus deseos y aspiraciones. Tal como ellos se lo hicieron a él. Era uno de sus sueños, además de…
Bi-
"Hola, ¿qué ocurre?" Cortó el zumbido antes de que le de otro ataque. Voz perezosa y sosegada como de costumbre, contrastando con el anhelo imparable de destruir de hace unos instantes.
"¡Ey! ¡¿Dónde estás?!" Preguntó una voz femenina, bastante preocupada y algo vacilante, por el rubio ojiazul. Una pausa breve se hizo dominante de la comunicación. ¿Qué podría decirle? Estaba literalmente a menos de cien metros de la fortaleza inexpugnable de su mayor y el más mortal de los enemigos. Ah, en fin. Soltaría lo primero que se le viniera a la mente. Y eso es…
"Me perdí en el camino de la vida…" Respondió el hombre, casi cómicamente. No le causó ninguna gracia a su interlocutora, pudo saberlo por su resoplido y respiraciones agitadas. Ella seguro pensaba que él tenía la suficiente imbecilidad y credulidad como para echar su vida por la borda a cambio de cumplir un tonto capricho de hacerlo todo por su cuenta, en solitario, porque simplemente no poseía un instinto de la autoconservación desarrollado de forma apropiada, como solían decirle. Algo que le jugó en contra toda su vida, sobre todo aquel fatídico día por lo visto, o escuchado…
"No estarás en la torre, ¿verdad?" Preguntó preocupada la mujer, esperando de todo corazón que no fuera el caso.
"Mmm…" Pensó el ojiazul en voz alta, causando una gran crispación del otro lado. Juró oír un «estúpido tomate hueco» dicho por lo bajo. Se escuchó el sonido de hielos moviéndose en una masa de agua contenida, y lo más probable es que fuere una bañera, y quizá ella estaba allí luego de una inmersión, o en mitad de una. Ya pudo imaginársela desnuda, no porque tuviera ideas perversas dirigidos hacia su persona de ningún tipo, sino porque ella solía andar así, desnuda.
Sacó un kunai de sus mangas y comenzó a girarlo en su mano derecha a una velocidad vertiginosa y con una destreza y maestría envidiables, pues necesitaría estar calmado él para calmarla a ella, y ya que no tenía cigarros, era momento de recurrir a su tic nervioso que uno vaya a saber dónde y cuándo adquirió. Él iba a hablar, ya viendo venir el arranque tempestuoso y alarmado de su compañera o amiga o… lo que fueran, pero ella se le adelantó.
"Naruto…," Una ráfaga huracanada de preocupación predominó en su oyente, apreciable gracias a la agitación captada a través del holófono, proveniente del otro lado. Ella respiró hondo y se dispuso a expulsarle en la cara, metafóricamente, todo su pavor. "dime que no…" Iba a preguntar con una voz que expresaba lo demasiado intranquila que se hallaba. El mencionado como Naruto, rápido interrumpió con practicada calma, buscando la serenidad de su lo que sea. Giró el kunai.
"Tranquila. Estoy en la Plaza Corpo. Nada más. Y no, no pretendo saltar a la torre Saka' como un lunático, no de momento al menos." Dijo Naruto, poniéndose serio por primera vez en toda la conversación. "Simplemente… quería visualizar mi objetivo de cerca para estar más motivado." Continúo con sosiego y pereza, logrando su propósito de calmar a la otra joven. "Pareces demasiado nerviosa, ¿estás bien?" Preguntó él, curioso de que le induce tal estado de destemplanza. Giró el Kunai en su mano y lo lanzó al aire atrapándolo y escurriéndolo entre sus dedos, como un príncipe jugando con su pluma. Iban a cometer un acto que podría considerarse suicida en la mayoría de los casos, pero, justamente por ello, tomaron las medidas de contención adecuadas para obtener sus beneficios… y venganza, para que engañarse. Ellos buscaban venganza por todas las transgresiones aguantadas. Más él que nadie.
"Sabes lo que va a pasar mañana. Iremos a una misión suicida." Respondió con amargura la voz femenina. "Y no intentes minimizar la situación. Nadie ha conseguido o siquiera intentado lo que queremos. Es absurdo. Además, me preocupa mucho lo de tus «desconexiones» tan sorpresivas. ¿Qué ocurre si te vuelve a pasar en mitad del asalto?" La preocupación se palpaba en el aire, aun sin compartir el mismo espacio, por lo que el rubio quería hacer.
Y era cierto. Nadie consiguió asaltar la nueva Torre Arasaka con éxito, y si es por intentarlo, ni siquiera un loco lo ha pretendido. Naruto rebatiría el hecho o sería el primer loco en intentarlo. Probablemente un poco de ambas, pero no había otra opción. Lo que el rubio más deseaba se encontraba en los altos pisos de la torre que la megacorporación tenía aquí, en Night City. Allí donde solo los prestigiosos genios de la compañía pueden entrar, o también puedes acceder si tus padres te guardaron tal honor con su renombre. Como el imbécil, según en palabras del propio Naruto, de Yorinobu Arasaka. Paró el Kunai en su dedo medio sobre su punta sin filo e hizo un par de agites con la mano haciéndolo revotar y girar como si de un balón se tratase.
Yorinobu era un lastre, débil e inútil, y también la gran decepción de la familia. Aunque, Naruto le tuvo que agradecer esta inutilidad y cobardía al heredero de Saburo, pues gracias a esto fue adoptado bajo el ala de la familia imperial, para luego traicionarlos y darles la espalda ante la mínima posibilidad. Todo a causalidad de la desconfianza de un padre por su hijo. Su escape fue el ejemplo ideal de porque no hay que menospreciar tanto a un hijo. Uno nunca sabe cuándo estos te podrían devolver el favor, con poca o nula gentileza. Tal vez, incluso, mostrándoselo solo con su irremediable incompetencia. Pero algo más que oportuno para que él terminara siendo príncipe de la «digna» realeza japonesa, su Príncipe Carmesí. No obstante, actualmente se encontraba, como era obvio, en su exilio autoproclamado.
Gracias a la información privilegiada que manejaba como el ex príncipe que es, Naruto sabía que era el único que podía vencer en esta situación tan desventajosa. Por otra parte, incluso con todas las ventajas a su favor, el rubio no era tan prepotente como para creer que saldría ileso. El plan no tenía fisuras, eso queda descartado, aun así, las cosas tendrían que salir al detalle. Además, necesitaría ayuda de sus, presuntos, viejos compañeros de laboratorio.
"Lo sé. Por eso te llevo a ti, la mejor netrunner del mundo, aparte de contar con la ayuda de los Kuroi. Todo saldrá bien. Confía en mí." Expresó él, contestando a las preocupaciones de la proclamada por él mismo como «la mejor netrunner del mundo». Omitió lo dicho sobre las desconexiones que sufría.
Naruto pudo escuchar una risilla que evacuó cualquier tensión de la conversación. Volvieron al tono cotidiano y simpático que manejaban entre ellos dos, demasiado simpático y sensual en algunas ocasiones.
"Tonto. ¿Qué te hace creer que soy la mejor?" Cuestionó la voz femenina del otro lado, ahora más suave y… ¿Seductora? Naruto sabía ser elocuente y muy convincente por lo visto.
El intercambio de palabras había perdido todo ese peso extra por el nerviosismo de lo que ocurriría mañana, y eso parecía estar bien para él y para ella. Y para todos.
"Me baso en los hechos y en toda la información recogida. No hay una corredora que combata y robe información como tú. La más rápida que he tenido el placer de conocer." Elogió él a ella, dando la información recabada y contrastada de primera mano. Su compañera corredora era de las más hábiles de la contemporaneidad, más aún en el ámbito de secuestrar y robar datos de las grandes fortalezas corporativas que se creía eran inescrutables. La mismísima Arasaka la comparó con Altiera Cunningham, y no fue para inflarla en elogios vacíos para rellenar su ego, estaba en los datos de Venko. Entrarían y saldrían tan rápido del servidor de almacenamiento que a Arasaka no le daría tiempo ni de reconocerlos. Por el contrario, Naruto quería que lo reconocieran para así poder declarar sus intenciones y dejarle una sorpresa especial al viejo de Saburo.
"Parece que Uzumaki quiere verme desnuda en su cama, otra vez."
'¿Eh? ¿Dónde quedó su preocupación?' Pensó el rubio, incrédulo, tomado con la guardia baja por su joven y seductora amiga. Volvió la Femme Fatale que él conocía. Asimismo, Naruto Uzumaki tuvo que poner los ojos en blanco ante esta última declaración. Como si no anduviera desnuda la gran mayoría del tiempo, sumergiéndose en la red a todas horas para luego salir y mostrarse al aire de la mañana, la tarde o la noche tal y como nació. Además, el Uzumaki seguía sin comprender como burló sus defensas para colarse en su casa aquel día. Era una corredora muy buena. ¿Tanto como para saltarse sus defensas de tal manera? Naruto también era un netrunner decente, aceptable. Después de todo, por algo terminó en aquel laboratorio subterráneo de Arasaka, persiguiendo el sueño de servir a la megacorporación más poderosa del mundo, aunque ese nunca fue su verdadero sueño.
"Me gustaría no llevarme esas «sorpresas» otra vez, si puede ser. A la próxima puede que no me contenga…" Dijo él, rememorando aquel momento y dejando una advertencia no muy clara de lo que haría si pasaba devuelta. No sabía en qué momento su conversación se desvirtuó tanto que terminaron coqueteando, pero aquí estaban, otra vez, rehuyendo del conflicto para centrarse en su singular vaivén emocional, cediendo al aprecio flagrante por el otro. Giró el Kunai, lo lanzó al aire y lo atrapó en su dedo índice por donde estaba el hueco circular del pomo.
"Lo veremos esta noche, hoy no pretendo darte revancha pensando en lo que puede acontecer mañana. Te estaré esperando. Nos vemos ahora, Naru…" Saludó la competente netrunner con tono juguetón, demasiado sensual, alivianando toda la tensión anterior y recordándole al rubio la vieja abreviatura de su nombre usado en aquellas instalaciones corporativas, previo al desastre que ocurrió en aquel tren subterráneo.
Él solo sonrió ante el apelativo abreviado. Pero en su cabeza resonaban recuerdos algo distintos a los que su contraparte podía tener en estos instantes, consumiéndolo y revocando cualquier otro rastro que rondara por su cabeza y siendo reemplazados por una sola cosa: su mayor obsesión. Absorto y perdido en ello. Estaba más cerca de lo que jamás se habría imaginado. Todo su esfuerzo sería redituado con esto. Al final, todo volvería a ser como era con la gente que apreciaba y amaba…
Disturbios inconfundibles de una locura efervescente golpeó con dureza al joven Uzumaki. El advenimiento de una fuerza desconocida se hacía notar en su cabeza enturbiada. Irreconocible para él, su verdadera naturaleza estaba saliendo a flote cada día más y más…
Y más…
"Nos vemos…, Lucy..." Se despidió, completamente distraído, abstraído del plano real, tanto, que soltó sus pensamientos indiscretos al viento. Cortó la comunicación de inmediato, antes de que la mujer del otro lado tuviere la oportunidad de responder, preguntar o despedirse, mientras sus viejos recuerdos incompletos le entumecían un poco el pensar, un poco demasiado. Reminiscencias de aquello, lo que más anhelaba, volvieron furiosas a por él y proclamándole toda su atención. Un sentimiento de vacío y de plenitud a la vez golpeándolo como un camión a toda velocidad y arrastrándolo a lo único que vaga en su mente estas últimas semanas. Él la recuperaría. Uzumaki ignoró esta nueva ola, o lo intentó, teniendo una misión muy en claro.
Cuando estuvo seguro de que la comunicación ya se había cortado, el Uzumaki se irguió desafiante, entretanto miraba a la Torre Arasaka sin una pizca de temor, y él esperó, que en el futuro no existiera nada de arrepentimiento. "Recuperaré lo que es mío y solo mío." Se escuchó en un susurro bajo y peligroso. "La recuperaré. Y recobraré mis sentidos e iré a por ti, Saburo. Que no te quepa ninguna duda." Uzumaki Naruto amenazó. Sus iris se volvieron rojos en un instante, para más tarde desaparecer y volver al violeta natural de sus ojos, y luego al azul mentiroso de nuevo.
Naruto se dispuso a irse, sin antes echar un último vistazo al astro blanco y fantasmal que era la luna alzándose en la tarde-noche de esta ciudad contaminada por la avaricia y el descontrol. Podrías hallar en ella lugares pintorescos y agradables e inclusive personas entrañables y buenas, pero no fue lo usual, al contrario, era rara la vez que te abrían los brazos y te ayudaban sin pedir algo de antemano, sin arrancarte los brazos por un mísero favor.
La luna tenía un brillo fantasmagórico y tenue por la absurda contaminación lumínica de la urbe que nunca duerme, pero, más tarde, entrada la noche se solía diferenciar por sobre todas las luces de neón con gran amplitud, conquistando los cielos con su etérea blanquitud y demostrando una vez más que no importa cuánto escarbes e intentes luchar contra la naturaleza de las cosas, la luna siempre sale victoriosa, su imagen se impregna en tus retinas y no te abandona. Uzumaki fue un ejemplar testigo de esto último. En mitad de la plaza también sobrevolaron los peces Koi, uno naranja y el otro azul, tan característicos del lugar en el cual se encontraba presente. Un enorme disco cristalino de una gran circunferencia, soportado por grandes vigas de acero que se entretejían entre sí, en el centro de todo. Se preguntó que se sentiría luchar en este marco magnífico para demostrar su supremacía sobre Arasaka, y tal vez Militech, y tal vez las otras corporaciones. Pensó que sería el emplazamiento ideal para una batalla o, más bien, la destrucción de Adam Smasher, la chatarra parlante; de esta manera transformándolo en una leyenda de verdad e inmortalizándolo en los añales de Night City mientras lo atraviesa con su katana, sus ojos inyectados en sangre escarlata, su sombra fantasmal encima de los restos del Buriki-hen, y quedando él como la eminencia solitaria y gobernante de esta brillosa selva de concreto.
Percibió una punzada de dolor en su mano. Revisó y se había cortado con el filo con el que había estado jugando todo este rato, lo apretó él mismo dentro de su mano con gran emoción por culpa de los pensamientos intrusivos. Estaba casi seguro de haber visto la marca de una medialuna morada que ardía con fervencia y luminiscencia propia en su palma derecha, pero podría ser tranquilamente otra de sus alucinaciones despiertas y lúcidamente preocupantes. Tales delirios aglomeraban su mente y entorno con estrepitosa asiduidad. Le preocupaba el padecer alguna especie de ciberpsicosis a causa de llegar, después de tanto cromo quemado y tanto plomo esfumado contra su piel, a su límite humano, inhumano para todos los demás. Pero, sin embargo, según Hellman el no poseía límites para el ciberware, sino que cualquier tipo de cibernética existente encontraba sus límites en su cuerpo anómalamente perfecto. Es por eso que fue el único loco que, justamente, no caía en la locura desenfrenada cuando, por ejemplo, utilizaba los insufribles prototipos de ciberesqueletos… Ah, como odiaba esas basuras de metal que siempre se quemaban pese a que Arasaka lo llevará a los climas más fríos y propicios para evitar la defunción de la maquinaria, porque ésta era incapaz de seguir el ritmo infernal de la genética Uzumaki. Ahora que lo contemplaba, extrañaba el frío, y solo durante su pequeña estadía en Polonia se dio cuenta de cuánto lo prefería por encima de cualquier otro tipo de clima. Polonia.
Con los pensamientos intrusivos, de nuevo, acerca de lo que ocurrió allí, en Varsovia, miró a la luna, otra vez. Palabras sin oyente ni emisor fueron recitadas en la mente del falso rubio, esperando que en algún momento se convirtiera en la realidad del mañana para él. Rencorosos lo saludaron los recuerdos del ayer, rememorándole todos sus errores, nuevamente. Un repentino sentimiento de frustración y desesperación nació en él. El vacío ensordecedor que lo acompañó siempre en esta travesía haciendo eco en su ser como nunca antes. El todo, su todo, quemando en él con flamantes aires vengativos. Flamígero su interior cuando pensaba en aquello que tanta obsesión le suscitaba, ese fuego divino que recorría su columna cada vez que llegaba ello a su mente, tentaba la activación de su Sandy a máxima potencia para correr dentro de las instalaciones de la megacorporación japonesa, con tal obtener devuelta sus sensaciones, sus anhelos, sus amores…
"Necesito saberlo a toda costa." Expresó con una avaricia muy inocente el joven «rubio». El cual sería capaz de todo, todo solo por saber la verdad. Incluso, quizás, pensaría en firmar un pacto con la muerte. Quizás, solo quizás.
La lírica enfermiza del amor le hervía los sesos, lo calcinaba sin pesar ni cesar. Extenuante la sensación de ingobernabilidad emocional y sentimental. Lo odiaba. Y el engañoso rubio, asqueado de tanto pensar y reflexionar, partió de una vez. Saltó por la barandilla hacia abajo donde lo esperaban unas escaleras de concreto. Bajó por ellas para desvanecerse en el salvajismo distópico de neón y ruina.
'Debería visitar al joven David antes de mi probable muerte. Podría regalarle algo. ¿Me pregunto qué le gustaría como regalo de despedida? Quizá un BD porno. Puede ser. Los jóvenes como él se masturban a dos manos a esa edad. Además, David fue testigo de la desnudez absoluta de Liara, cosa de la que no está tan acostumbrado como yo. El pobre debe de estar desesperado por aliviarse. Hecho un cóctel de hormonas.' Pensó Naruto con diversión, yéndose del escenario ideal para tragedias y muertes ignominiosas. La fragua de leyendas… Y quién sabe, tal vez él sería alguna dentro de un tiempo… Aunque, ¿es eso algo bueno o malo?
Mientras bajaba, Naruto no fue consciente de la mirada consternada de una mujer descarriada. Una emperatriz sin trono ni dominio ni luz, solamente con colores apagados y difusos en su haber, con una flagrante carencia de rojo en su iris.
Una exemperatriz de la luz, de ojos lavanda comparable a los manantiales secretos y ultrapurificados de los oasis perdidos en los infinitos e intransitables desiertos de Kaze no Kuni, segura de haber visto el fantasma de un hombre muerto hace mucho tiempo en el cuerpo de un príncipe exiliado, un Príncipe Carmesí...
Pero los muertos, inclusive los príncipes, e incluso los vanagloriados y enigmáticos Príncipes Carmesíes, nunca vuelven a la vida.
¿O sí?
~~~~o~~~~
El comienzo de toda historia se da con el final de otra. Finaliza un viaje y empieza otro...
Ese es el ciclo. El interminable ciclo. Irrompible.
Que inicie el cuento de Naruto Uzumaki, el shinobi que nunca se rinde y (a veces) no falta a su palabra...
¿Cómo iniciará su historia?
~~~~o~~~~
¿Qué?
¿Que cómo qué…?
…
Entonces…
¿Cómo debiera empezar esto?
¿Por dónde empezar tal trágica aventura?
Bueno, si se le podía catalogar de aventura a su miserable vida llena vaivenes. Tal vez simplemente era la historia de otro fracasado que lo perdió todo en la lucha injusta de la vida. Alguien motivado por sus propios errores que nunca miró atrás, pero que fue demasiado prepotente como para darse cuenta de su ceguera a futuro y que, por lo tanto, se dio de bruces contra el gran muro de la realidad, su dolorosa y deprimente realidad. Tal vez las personas como él solo estaban destinadas a morir enclaustradas en su obcecación.
Ah, sí. Eso ultimo le hizo recordar. Se estaba muriendo, o quizá ya lo estaba. El dolor que sentía era inmenso, comparable a tener una montaña encima que te crujía con el más mínimo indicio reflexivo. Aunque, si estaba muerto, no tendría que poder sentir dolor, ¿cierto?
Entonces. ¿Estaba vivo? ¿Sabía lo que era el dolor? ¿Sabía quién era? ¿Recordaba su nombre? ¿Cómo se suponía que debía recordarlo con este dolor tan intenso?
Él sintió el dolor, el verdadero dolor.
Había imágenes en su cabeza, pero no podía distinguir los nombres de las cosas o personas. Era confuso e indistinguible dentro de la marabunta de emociones y pensamientos inconclusos. Pero debería poder recordarlo, no, tenía que hacerlo, después de todo no había otra manera de determinar con exactitud su situación actual. Sin embargo, tenía la mente demasiado convulsa para realizar una tarea tan absurdamente banal. Algo irónico considerándolo de quién siempre fue el mayor prodigio Uzumaki que había dado a luz la tierra de los shinobi y, concretamente, Konohagakure no Sato.
Oh. Ahí había algo. Konoha y Uzumaki. Recordaba el primero como un lugar verde lleno de vida, paz y tranquilidad, aunque en lo profundo podía dilucidar la escondida naturaleza oscura y lúgubre sobre la cual se cernía aquella endeble paz. El sentimiento de traición e indignación en esos últimos pensamientos era casi tangible, una furia al rojo vivo, salvaje e íntegramente destructiva hacia esa ignorancia autoimpuesta por el «bien mayor». Todo ese trago amargo menguado por los rayos del sol, su sol carmesí. Un sol escarlata que con su luz lo acompañó y lo guio en los momentos más penosos de su ardua y «gloriosa» vida. Pocos conocían su triste y melancólica naturaleza, pero era la verdadera que solo ella… solo esa persona especial, a la cual le prometió tanto, conoció. Y aun así le falló. En cuanto a Uzumaki, no había nada muy esclarecedor. Solo venían a su cabeza las imágenes de remolinos, específicamente el de un collar azul que obsequio a un amor sin rostro mientras lanzaba palabras vacías al aire, una luna brillaba en el horizonte, una sonrisa y unas palabras de aquella mujer llenándolo de... ¿esperanza?
¿Eso que sintió fue esperanza o…? No. Fue la absoluta desesperación de incumplir una promesa que no recordaba, que quería olvidar debido a la imposibilidad de su cumplimiento razonable. Otra de las tantas pegas de su vida fueron las promesas vacías y rotas. Sería capaz hasta de romper un pacto con la muerte si es que se lo propusiese. Bueno, quizás eso último era dudable. Pero no importa a quién le preguntases porque seguramente lo engañó o le prometió algo que nunca llegó, ya sea por desinterés o por el simple hecho de que en su existencia todo importaba más bien poco, a excepción de su sol claro está, y todo a causa de un único ser de ojos carmesí…
Y otra vez, volvió esa rabia. Pero si posteriormente lo que experimentó se asemejaba como al Jutsu de fuego de un simple Genin quemándolo hasta carbonizar su carne, ahora aparentaba ser un huracán de llamas del Amaterasu desintegrándolo y pulverizándolo hasta la médula. ¿Esos ojos rojizos le causaban este suplicio?
Mierda. No lograba sacar nada en claro de estos pensamientos dispersos más allá de que su vida fue un auténtico calvario. Quitando algunos nombres en específico como Konoha y Uzumaki, o aquellos conceptos aislados como el de ser un prodigio o ese sol que lo colmaba con su optimismo, fuera de ello solo había una neblina de confusión demasiado abstracta para sacar ideas vívidas, concisas. Casi como si alguien estuviera manipulando su psiquis en contra de él. Algo que no puede ser visto, escuchado u oído. Un ser de otro planeta, de otro universo, de otra dimensión, de otro plano distinto al suyo, cercano a una especie de dios oscuro y mortífero que lo torturaba con sus fracasos en una serie inacabable de imágenes sin rostros; sin acabar y con falta de detalles definitorios que le dieran la tan necesaria luz para determinar el qué, el cómo, el cuándo, el dónde. Alguna deidad que luego de su muerte abrupta estuviere, con el propio beneplácito de tan alto grado, regodeándose de su pobre agonía. Un dios inmortal. Un dios omnipotente de verdad y no una simple imitación como lo es… Kaguya ¿Quién era Kaguya? El dolor se intensificaba de sobremanera cuando ese nombre apareció en su mente dispersa. ¿Pero por qué? ¿Qué significado tenía? ¿Realmente estaba muerto y ella fue la causante de todo, esa tal Kaguya? Entonces, si él ya se hallaba muerto, este páramo de infinita oscuridad debiera de ser los dominios de… un Dios de la Muerte, un…
Shinigami…
'Aghh' Cualquier dolor se fue. La claridad llegó. Sus ojos se abrieron de repente, observando directamente a las fauces pútridas de una deidad de la muerte. Este ser le sonreía con picardía, disfrutando al máximo cada onza de su sufrimiento impartido por él mismo, y también por aquel mundo que él dejó atrás. Miró con detenimiento y pudo discernir su figura al detalle a pesar de toda la oscuridad que los apañaba. Un ser de unos seis metros de altura, relativamente delgado, que poseía un cabello completamente blanco del cual sobresalían un par de cuernos negros totalmente demoníacos. Su cuerpo era de una tez morada con manchas negras alrededor de los brazos, donde parecía sostener una especie de sarta roja, también se encontraba recubierto en su gran mayoría por una simple como mundana túnica blanca, parte de su pecho y abdomen quedaban al descubierto. Y el bien sabía por qué: era en su estómago donde almacenaba las almas y esencias de aquellos descarriados y aventurados que se les fue otorgado la marca de la muerte luego de firmar un pacto con este Shinigami, y que fallaron en su cometido y, por lo tanto, debieron de ser castigados pasando una eternidad en pena con otros miles de centenares de almas transgresoras, que no necesariamente firmaron un pacto con la muerte, pero sí que realizaron actos deleznables que le adjudicaron a la parca divina el derecho de consumir sus vilipendiadas esencias. La cara de este demonio fue lo que más espantaba: con esas escleróticas negras rodeando el iris amarillo de sus ojos juzgadores que despedían una mortandad estranguladora, además de aquellos dientes negros que desprendían una podredumbre casi percibida por su sentido inexistente, por lo menos en este espacio, del olfato.
No fue hasta que visualizó el «pequeño» tantō (de unos setenta centímetros de largo) con vendas en el mango y colocado entre su inmunda dentadura, que recordó el día de su mayor y más mortal de los pecados. Esa tarde otoñal en la cual firmó, con su propia y pura sangre de Uzumaki, un pacto con la muerte. En ese tratado se establecieron dos puntos vitales: primero; que él utilizaría un sello de la muerte especial capaz de matar a un dios contra la entidad milenaria y la Semidiosa de la Luna, o Diosa Lunar, Kaguya Ōtsutsuki, jurando por la eternidad que llevaría a cabo su cometido, y segundo; fue la separación de su alma en dos mitades iguales, dos esencias: una inmaculada y sin recuerdos de nada, un requerimiento que le explicitó el Shinigami para que se pudiera dar la reencarnación de manera completa y sin contratiempos en forma de esencias intrusas queriendo controlar su nuevo cuerpo, transformándola, a esta mitad inmaculada y sin memorias, en lo que se podría considerarse como «nueva vida», nacida de un fragmento de él, una mitad; y la otra, la suya, la que actualmente se encontraba frente al dios otorgador del pacto, destinada estaba a reencarnar en el cuerpo del renacido y futuro contenedor si la divinidad lunar se anteponía a él y lo asesinaba sin finalizar sus objetivos. Básicamente, una parte de su alma se mantendría en su cuerpo mortal hasta destruir a la Diosa Lunar o, en su defecto, hasta que muriera intentándolo, mientras que la otra mitad sería reencarnada posterior a su deceso en un nuevo cuerpo, concebido por un tercero que prestaría su vientre de forma voluntaria para que él finalizara el acuerdo. El renacimiento se daría en una nueva dimensión o mundo o lo que sea bajo el control del Shinigami para asegurar en lo posible su victoria, y que no muriese infortunadamente antes de siquiera estar preparado para su segundo combate contra Kaguya, o eso fue lo que le dijo la deidad cuando establecieron el pacto. Vaya uno a saber si cumpliría con cada punto establecido.
La razón para no utilizar métodos naturales para la creación de este nuevo individuo era muy sencilla: ¿Cómo podría condenar a un hijo de su propia sangre y linaje a cargar con tan alta carga? Él era pragmático y decidido a cumplir con su misión se hallaba, pero no fue un insensible y desgraciado que condenaría a su propia progenie a un destino peor que la muerte: el ser esclavo de los deseos y preconcepciones de unos padres hundidos en la miseria y la tragedia, encadenado de por vida a las decisiones de sus antepasados injustamente, sin opciones de por medio, sin alternativas de elegir otro camino que no sea ése y solo ése; continuar con el legado maldito del clan Uzumaki… No podría perdonarse jamás si un vástago suyo salía lastimado por este pacto o si se convertía en un rehén de sus errores. Sí, él estaba creando una nueva vida aquí, pero era en esencia su propio renacimiento. Tomaría el cuerpo y fusionaría sus consciencias antes de que el niño fuera independiente de su propia persona. Aunque, esto último se escuchaba igual o aún más horrible que mandar a su primogénito al frente de batalla si era sincero consigo mismo.
De cualquier modo, todo esto sonaba bastante complejo, pero era muy simple. Tenía dos oportunidades para disolver el alma de Kaguya Ōtsutsuki y si fallaba su esencia sería consumida al completo por el Dios de la Muerte. Ya había derrochado una de esas oportunidades, no volvería a fracasar. Aunque aún le martilleaba en la cabeza lo oportuno que se veía la segunda parte del trato…
Convenientemente esta segunda parte del compromiso fue ofrecida al completo por la divinidad, justo cuando necesitaba salvarle la vida a su queridísima amada, alejándola de las sucias garras de Konoha y el cruel mundo shinobi. Esto, sumado a otra de tantas conveniencias, lo llevó a pensar que el dios deseaba más el pacto que él mismo. ¿Pero qué otra opción tenía si a lo que se enfrentaba era una maldita semidiosa que rozaba la omnipotencia?
Recuperándose de su ensoñación, dirigió su vista al ser que tenía en frente, esperando alguna burla. Curiosamente ocurrió todo lo contrario.
"Eres el humano que más rápido ha despertado de su trance." Resonó la voz de ultratumba de uno vaya a saber dónde. Su boca no parecía moverse cuando hablaba.
Un elogio, o lo que se acercaba a uno, era el escenario más inhóspito para esperar, y viniendo de este dios además. Pero sí, él estaba despierto y recordaba todo. Él cumpliría con su misión sin dudar un solo instante.
"Tan solo tardaste catorce de milenios." Mencionó con una risa al final.
Se tomó su tiempo aparentemente. Estaba seguro de… ¿Un momento? ¿Acaso dijo catorce milenios? ¡Tardo milenios en recordar quién era! ¡¿Cómo se supone que cumpla con su deber si su amada murió trece mil años antes de su renacimiento?!
"Recuerda que en la inexistencia de tu estado actual el tiempo para ti no existe (y el tiempo humano, de hecho, es una ilusión). Da igual si tardases millones de lustros o tan solo un par de minutos, el tratado se dará, de eso no hay duda. Después de todo, un pacto con la muerte no se puede romper…" Escuchó otra risa en la oración final.
Esto lo calmó. En cuanto al final de la frase… Era algo ya sabido para él. Fue el precio a pagar para tener el poder de matar a un dios. Kaguya rozaba la omnipotencia cuando la enfrentó, saltando entre dimensiones con un simple parpadeo, expulsando grandes masas de chakra explosivo como quien lanza un Jutsu Katōn y lanzando esos huesos que te desintegraban atómicamente al tacto, y aún si tenía que pagar con el sufrimiento eterno en el estómago del Shinigami si fallaba nuevamente, enfrentaría a este ser imposible de vencer y los sacrificios de todos sus seres amados no serían en vano. Menos el de ella… Su amada Uchiha que cargaba en el vientre la reencarnación de su propio ser, de su próximo contenedor. Estaba decidido. Mataría Kaguya Ōtsutsuki y liberaría a la humanidad del Tsukuyomi Infinito. Cueste lo que cueste. Tantos sacrificios no caerían en sacos rotos…
"No me equivoqué escogiéndote…, Namikaze."
Esa frase confirmaba el hecho que más temía. Ser utilizado como un engranaje dentro de una gran maquinaria que se estaba atascando. Obviamente al Dios de la Muerte no le interesaba un ápice la humanidad, pero si esta dejaba de existir, ya no habría ciclo de la vida y la muerte que lo alimentara. Esto todavía no justificaba el ser tan abiertamente insistente con su reencarnación en un nuevo mundo. Probablemente tendría centenares de humanidades a las cuales embaucar con sus tratos.
"Cierto, pero… tengo mis motivos. Tal vez algún día te esclarezca lo acontecido, en favor de tu limitada comprensión. Sin embargo, si ya estás listo, creo que es momento de proceder con nuestro tratado, Namikaze."
Seguramente los tenía. Ahora que se daba cuenta, él no podía responderle con palabras, solo pensamientos. No sentía nada. Solo contemplaba a la muerte en su figura espiritual mientras su alma flotaba en este espacio. Era momento de avanzar y de reencontrarse con ella. Esperaba mantener sus recuerdos, aunque sea para evitarle el agravio de recordarle cómo y quién era. Ya cargó con el peso suficiente ella sola, no podía seguir castigándola con más contratiempos indeseables.
"No te preocupes por tus recuerdos, los muertos se adhieren a ellos de forma inevitable. La diferencia está en el niño que vas a consumir, pues él sí es solo un pedazo de esencia renacido desde cero. Tan inocuo y vacío que podrías considerarlo una nueva vida. Pero da igual, porque tú lo engullirás como un león a su cría más débil, ajajajaja." Reía sacando su tantō de la boca.
Su hilaridad solo lo puso más tenso. Fantasmas de la sensación que dejó esa espada en su cuerpo humano ya hace años lo atormentaron día y noche. Que partieran tu esencia a la mitad no era algo agradable, ni tampoco deseable.
"Mis mejores deseos para ti, Namikaze. Espero que llegues a tiempo. Nunca olvides quién eres y a quién te debes. Vence al maleficio eterno y legarás el poder de los ojos bermellón, necesario para cumplir tu última misión…" Sonrió la máxima deidad de la muerte. Conteniendo una carcajada hacia el final.
'¿Qué? ¿A qué se refiere con el mal…?'
Corte*
Cualquier tren de pensamiento de Uzumaki Namikaze Naruto fue cortado con el tenue y voraz siseo de una espada, deshilachando su mente, otra vez, en ese mar inconcluso en cuyas profundidades estaba sumergido con anterioridad. Sintió la necesidad de gritar, pero no pudo. Le estaban rebanando y descociendo su persona en billones de fragmentos hasta no quedar nada. Y no quedo nada…
…
Nada…
…
El Shinigami sonrío. Daba igual el resultado de su accionar en este nuevo mundo, la deidad ganaría después de todo este embrollo.
Un hecho bastante curioso que el Namikaze terminara siendo su propio padre. Consecuencias de hacer un pacto con la muerte y de jugar con la vida y el alma de uno mismo como si fuese una simple pieza de ajedrez intercambiable, todo por una victoria imposible, inviable. El Shinigami lo sabía.
Aún no tuvo en cuenta que el intrépido Namikaze se libere de su maldición y cumpla con la proeza de matar a Kaguya, pero eso solo sería otra buena noticia. Ella se había vuelto un verdadero problema.
¿Que por qué un dios de la muerte estaba tan interesado en acabar con el alma de una humana ascendida que a través de una pseudo omnipotencia obtiene poderes que le permiten viajar por las diferentes dimensiones? Bueno, la pregunta se respondía sola. Un ser como este podría romper el equilibrio establecido. Sobrado de problemas con los otros Shinigami se hallaba como para encima estar preocupándose de una mortal aspirante a diosa que tenía un resentimiento profuso hacia los humanos.
'Suficiente reflexión.' Pensó la deidad. Colocó el acero nuevamente en su boca.
'Es momento de darle un motivo extra al Namikaze de cumplir con su palabra.' Desapareció en la nada con un propósito evidente luego de su reunión.
"Despídete de lo que más ames…" Un nombre fue pronunciado en el silencio de la nada misma con excitación y anticipo. Se saciaría como nunca antes.
…
…
…
~~o~~
Año 2054, 23 de noviembre. Kyoto, Japón.
Corría el año 2054 en otra horrible ciudad invadida por el capitalismo destartalado y las ambiciones desmedidas de las corporaciones codiciosas. Otro infierno de neón decorado con el crimen y la desigualdad que les era indiferente a todos. Mientras no afectara su delimitado hábitat corporativo, harían como si no pasase nada. Calles prístinas y limpias en los barrios más pudientes, pero, todo lo contrario, en el lado pobre y desgraciado de la metrópolis, que generalmente era su gran mayoría. Da igual en que ciudad del globo, todo sucedía de la misma manera. No importaba si la ciudad fuese controlada por Arasaka, Militech, Petrochem, Zetatech, SovOil, Biotechnica, Kang Tao, o por todas estas a la vez, el resultado siempre fue idéntico. Lo peor es que no había ni un atisbo o indicio de cambio, o no uno para bien, eso seguro. A las grandes corporaciones tampoco es que les interesara mucho el cambio por el bien común.
En una de estas tantas ciudades semejantes, en uno de sus edificios calcados, en una de sus oficinas iguales y aburridas, había un hombre. Un hombre rubio con traje que exudaba superioridad, mando. Y era una persona muy superior que mandaba a muchos por debajo de su alto rango. Aun así, no era más que otro de tantos peones reutilizables y desechables de Arasaka, la compañía para la cual trabajaba. Él lo sabía, pero no por eso dejaba de luchar por sus sueños. Se había convertido en uno de los altos cargos con esfuerzo, mucho ingenio y trabajo, demasiado trabajo, y también con algo de oportunismo y buena elección de aliados. Trabajaba sin descanso y ya no recordaba con exactitud las últimas vacaciones que tuvo, a lo sumo unos mínimos días de parón y luego a continuar con su labor.
"Ahh." El hombre rubio de ojos azules suspiró con exasperación, leyendo otro informe mientras bebía una taza de café. Sentado en una silla de oficina negra que parecía bastante cómoda, frente a él un escritorio negro con paneles retroiluminados de color blanco en los bordes bajos, encima una computadora integrada la cual solo necesitaba que conectaras tu enlace neuronal para funcionar, y tampoco hacía falta que lo mantuvieras conectado todo el rato, pues solo faltaba poner el código de acceso y reconocer la firma genética y neurológica del usuario para que después respondiera con simples pensamientos. El ambiente de la oficina era sobrio, y hay quien diría que aburrido y monótono. En la cima de la torre más alta de Kyoto, rodeado de ventanales, exceptuando la pared de delante del escritorio que daba a la puerta asegurada, se encontraba en su oficina el máximo ejecutivo de Arasaka en la sede de dicha ciudad. La decoración era nula, solo habiendo muebles de corte minimalista y poco más, el escritorio y la silla eran lo único que destacaba. Alguna planta verde de hojas anchas y sintéticas por allí, pero nada del otro mundo; nada muy extravagante como acostumbraban los opulentos y poco generosos aristócratas de la nueva era.
Y allí estaba el rubio, abatido por lo tedioso de su quehacer mientras investigaban aquel prototipo de biochip que desarrollaban en secreto. Lo llamarían Relic y estaba seguro de que sería algo que revolucionaría el mundo en algún momento, pero aún el proyecto estaba muy verde. En harás de su desarrollo no descansaba mucho. Y ahora tenía que leer las pretensiones absurdas de los corporativos más ambiciosos de la empresa.
Con un traje completamente azul marino, camisa blanca y una corbata con tres rayas diagonales verdes, zapatos negros, lentes ondulados de color café claro; una barba de candado bien cuidada, igual de rubia que su cabello peinado hacia atrás, probablemente con toques de gomina, y su ya característico semblante serio y tranquilo. Anders Hellman, de 46 años de edad, no era un hombre muy sociable, pero que no se confunda esto con apatía, solo que se centraba demasiado en el trabajo y se olvidaba un poco del resto, quizá se abstraía mucho del mundo y la socialización quedaba en recóndito y diminuto segundo plano. Fuera de esto él siempre trato de ser bueno y educado con sus subordinados y superiores. Hellman conocía el valor de las relaciones humanas y el cómo usar esto a su favor.
Semblante serio y tranquilo, sí, pero también agradable cuando la situación lo requiriese. Además, la gente generalmente era más propensa a ayudar y comprometerse con aquellos que los tratasen de buena manera. ¿Para qué imponerse a los demás de una forma soberbia y estúpida si puedes obtener el mismo respeto siendo considerado y bueno con los que te rodean y ser exigente cuando verdaderamente se necesite? Permisivo con las pequeñeces y estricto con las tareas de mayor grado de importancia, así se fue consiguiendo una buena reputación y se ganó la confianza de todos y fue en ascenso rápidamente hasta llegar a donde se encuentra hoy en día, el ejecutivo de mayor rango de Arasaka en la sucursal de Kyoto, y otras cosas más, solo teniendo cuatro décadas y media de existencia. Una verdadera hazaña, más teniendo en cuenta que él no poseía ni familiares ni amigos dentro de la empresa; lo obtuvo todo por su cuenta. También ayudó el hecho de ser una de las personas más agudas y capaces de la corporación, eso es verdad. Al mando del proyecto Relic estaba ahora, que lo consiguió por su gran talento con la bioingeniería en específico. Pero, de vuelta, él demostró tener un genio absoluto en casi todos los campos habidos y por haber dentro de la empresa. Ya sea en materia económica, científica o cuando tenía que ir como representante de la compañía a una negociación, él relucía con sus amplias capacidades y cualidades idóneas para tales trabajos.
A pesar de todo esto, él tenía una gran limitante para sus ambiciones. Este límite era su moral y ética. No es que Hellman fuera un pastor de la bondad y el buen hacer, simplemente él poseía unas fronteras morales claras donde los demás parecían tenerlas difusas o inexistentes. Uno de tantos ejemplos era la experimentación o utilización de menores para proyectos que estaban proponiendo en los altos mandos de la corporación. Surgieron, otra vez, con la idea de recolectar un grupo de netrunners, joven y capaz, para darles entrenamiento y la posterior tarea de atravesar el muro negro en aras de adquirir cualquier rastro de información perdida por el DataKrash en ese mar de IAs corrompidas y Daemons asesinos. La excusa para esto fue darles una «oportunidad» a niños desamparados y huérfanos por un cambio profundo y para bien en sus miserables vidas en las calles, y que mejor que ayudando a la megacorporación más grande del mundo, Arasaka, a recuperar datos perdidos de más allá de la Blackwall. Por supuesto, esto fue una dulce y atractiva manera de llamar a un campo de trabajo forzado de menores, que se dedicaría a extraer cualquier tipo de información relevante perdida en la antigua red. Podrían extraer proyectos secretos o planes a futuro de Militech (su clásico archienemigo) o cualquier otra empresa competidora; lo que sea mientras signifique una ventaja para Arasaka. Incluso, podrían hacerse con datos sensibles de otros competidores o grandes magnates y figuras importantes, y todo con tal de extorsionarlos para conseguir acuerdos beneficiosos a futuro, o sencillamente ostentar información delicada para que no interfieran socavando su autoridad y buena imagen a la hora de ejecutar sus propias ilegalidades.
Todo muy oscuro y perverso, pero esta no sería la primera vez de Arasaka recolectando un grupo de niños para tan ardua tarea. Los «campos de oportunidades» ya se habían utilizado en la gran década de los '20 con otros motivos. La razón para darlo de baja fue no solo el foco de Arasaka en aquel momento, que era la guerra corporativa contra Militech, sino también el hecho de que algunos de sus «oportunistas» escapó y alarmó a las autoridades japonesas, armando un gran revuelo en Japón, que era donde se encontraba el laboratorio en ese entonces. Por suerte pudieron persuadir al niño y a la población y autoridades que le creyeron, es decir, Arasaka realizó un asesinato y algunos sobornos, nada fuera de lo común. Ahora, para evitar el alboroto ante una plausible fuga, llevarían a cabo el proyecto en un lugar desconocido e inaccesible de los Estados Libres de América que, según los informes que había recibido la semana pasada, era un antiguo laboratorio de armas nucleares en desuso que alguna vez emplearon, previo a la Gran Cuarta Guerra Corporativa. Y esta vez colocarían a un equipo de combate medianamente experimentado para evitar fugas. En fin, este proyecto no se reactivaría hasta renovar ese laboratorio para adaptarlo a sus «nuevas necesidades».
'Tomará uno años.' Leyó, suspirando hacia el final en desacuerdo con estas medidas tan desagradables. Con suerte, el grupo reclutado para ir más allá del muro negro, sobrevivirían y conseguirían un trabajo en la empresa como netrunners fijos de la corporación, tal vez defendiendo sus fortalezas de datos. Se lo iban a merecer luego de su ardua y muy arriesgada tarea que rozaría la esclavitud. Solo esperaba que Saburo no diera su brazo a torcer y le hiciese caso. Esto no era una buena idea.
'A otra cosa, supongo.' Pensó Hellman deslizándose al siguiente informe frente a él.
'Se alza una nueva organización conocida como los «Kuroi Manto» o «Capas Negras» y se cree que habitan en uno de los megaedificios de Night City (California, América). Como su nombre indica, llevan capas negras y se diferencian entre ellos con máscaras que representan distintos tipos de animales. Se desconocen métodos empleados en el combate, operaciones realizadas o como mantienen su territorio. Existen suposiciones acerca de su origen como un grupo fanático del renombrado edgerunner Kurogane, aunque aún no se tienen datos concisos que ratifiquen una relación directa más allá de su apariencia coincidente. Entre sus actividades solo se datan luchas con otras bandas de la ciudad, además de obras de caridad o beneficio social, como ayudar a enfermos y familiares de estos a causa de la última gripe aviar que asoló a la metrópoli en ruinas y que dejó miles de fallecidos tras de sí. Este accionar es probable que sea para favorecer la opinión popular de cara a futuras acciones desconocidas.'
'Ah.' Contuvo el enésimo suspiro en la mañana mientras sus ojos visualizaron otro informe más acerca de Akagami no Kurogane, el edgerunner, o ghostrunner, que había causado tanta agitación en Night City desde hace varios años, siendo comparado incluso con Adam Smasher o Morgan Blackhand, metiéndose de lleno en el historial legendario de dicha ciudad. De ese nivel de agitación se trataba. No sería nada nuevo que no se haya visto antes, un mercenario haciendo de las suyas por esa ciudad en caos absoluto —aunque ya no era tan caótica como después de la Cuarta Guerra Corporativa— y actual recuperación. De no ser porque éste no es un simple merc o edgerunner haciendo de las suyas. No, este es muy especial. Lo primero y lo más importante es que no se sabía nada acerca del sujeto en sí, y por nada, es absolutamente nada. Todo lo que se obtuvo eran suposiciones y conjeturas de los informantes oficiales de Arasaka que, por alguna razón, eran incapaces de dar con datos concretos del individuo. Sexo, edad, apariencia, ciberware, afiliación, motivaciones o siquiera un pequeño hilo del cual tirar para saber más acerca de él. Lo único que se sabía fue de unos pequeños fragmentos de información algo vagos obtenidos de fuentes poco fiables y convulsas. De allí pudieron recabar su apariencia al menos: posee una cabellera roja como la sangre, ojos rojizos que suelen brillar; una máscara blanca, que se asemeja a la cara de un zorro con rasgos tintados de escarlata, y una capa negra que cubría la mayor parte de su cuerpo. Nadie vio su rostro así que esta descripción valía igual de poco que no saber nada. En cuanto a su armamento, se sabía de la utilización de un tantō o un ninjatō, junto con lo demás que se creía ser un armamento shinobi, todo de color negro.
Jamás uso armas de fuego, pues se especializaba en el asesinato silencioso y premeditado de sus víctimas, por lo menos en la gran mayoría de casos. También se obtuvo la información del uso de venenos no identificados hasta ahora, y de paso, completamente irreproducibles en los laboratorios de Arasaka. Aparte de su existencia, la otra cosa de la que estaban seguros fue que Kurogane odiaba a las corpos, o al menos, le causaban el suficiente rechazo para no trabajar para o con ellas. Arasaka intentó ofrecerle un contrato a largo plazo pensando en la locura que sería tener a una bestia silenciosa como él y a Adam Smasher de su lado en una futura guerra, pero ni siquiera recibieron una contestación, lo que dejó en claro su oposición y negativa.
Lo más trascendental acerca del merc pelirrojo se obtuvo hace unos siete meses, cuando algunos civiles creyeron reconocerlo previo a los hechos que más tarde serían conocidos como «La Matanza de Japantown». Alrededor de unos cien Garras de Tygre asesinados en el corazón del distrito japonés, y todos guardaban la similitud de haber sido asesinados por armas blancas, nada de disparos. De vuelta, Kurogane solía ser silencioso, invisible e indetectable, pero eran varios los testigos que afirmaron verlo aquel día. Nunca obtuvieron pruebas muy concretas, pero era todo lo que tenían. No por nada le decían el ghostrunner, término únicamente utilizado para él, pues era como un fantasma que apareció en la ciudad de la mismísima nada y se ganó el estatus de leyenda. Ni siquiera los fixers que lo contrataron sabían algo más allá de lo bueno y discreto que era en sus trabajos. El edgerunner nunca dejaba pruebas que refutaran su inculpabilidad, y si no fuera por aquellos que reconocieron contratarlo para un trabajo, nadie habría sabido nada de él en un principio. Fue comparable al modus operandi de los antiguos Shinobi, pero llevado al extremo y en una era discordante con tales prácticas tan anticuadas…
Sin embargo, le funcionó. Hasta ahora solo hubo pequeñas pinceladas de información sobre su persona. Hasta ahora.
Hellman deslizó el documento para pasar al siguiente, causándole un interés inmediato por lo que leyó por encima. 'Mph. Interesante.' Pensó el rubio ejecutivo de Arasaka, bebiendo de su vaso de café sintético entretanto terminaba de leer el nuevo informe que le llegó acerca del individuo enmascarado. De alguna manera se confirmó su participación en la masacre de los Garras de Tygre por una especie de ajuste de cuentas debido a que la banda mencionada secuestró a alguien de su… organización '¿Organización? ¿Kurogane poseía una organización y no se enteraron hasta ahora?' Continuó leyendo hasta un punto que le llamó bastante la atención e iba relacionado con sus dudas. Kurogane no solo poseía una organización, sino que también adquirió el control íntegro de uno de los megaedificios de la ciudad. 'Curioso. ¿Cómo es que nadie se dio cuenta de esto antes?' Se cuestionó Hellman. Y no era para menos. Para controlar un edificio de miles de personas que equivalía a un distrito entero se necesitaba una banda completa y muy bien organizada, además de armada y lista para cualquier asalto de las pandillas de Night City o cualquier corporación lo suficientemente dispuesta y poderosa, como Arasaka o quizá Militech. Justo se mencionaba algo relativo hacia el final del informe.
'Kurogane llevaba desaparecido varios meses. No recibía trabajos ni hubo señales de su muerte o del asesinato repentino por parte de algún rival suyo. Por lo tanto, enviamos un equipo especializado a que se infiltre en las filas de esta agrupación ilícita aprovechando la desaparición de su cabecilla. Fallo rotundo. Descubrieron al equipo y desparecieron sin dejar rastro. Solo recuperamos el dato de que esta organización opera bajo el nombre de «Kuroi Manto», confirmando de una vez la relación del edgerunner con la organización mencionada, preconcebida anteriormente como un grupo de fanáticos del mismo. Se envía este informe a toda la empresa para no involucrarse en los asuntos de la asociación señalada aquí, y si la última se mantiene en contacto con usted, asegúrese de acudir de manera inmediata al departamento de seguridad de Arasaka más cercano, o en caso extremo, la sede más próxima a su persona.' Terminó de leer el informe sin firma de ningún tipo o acreditación al departamento de Arasaka encargado de la investigación infructuosa. Aunque, probablemente fuera contraespionaje. Hellman supuso también que los distintos informes fueron realizados con meses de separación, ya que al principio se hablaba de Kuroi Manto como una simple banda de fanáticos del edgerunner más famoso de esa ciudad, y ahora, todo cobraba mayor sentido sabiendo que le servían directamente a el fantasma de Night City. Las piezas comenzaban a encajar.
"Tenemos a un espía de primer nivel aquí. Uno capaz de hazañas casi imposibles y muy versado en el combate por lo que se lee. Alguien que ha pasado demasiado tiempo por debajo de nuestro radar, y que ha fundado agrupaciones de la noche a la mañana sin que nos percatásemos. Extraño, muy extraño." Pensó en voz alta el rubio. El informe seguramente llevaba un par de meses de preparación y contención, eso según el protocolo a seguir. Tendría que revisar luego si conservaba algo de información concerniente al tema para ayudar en la investigación. Información contrastada. Dudaba que fuera el caso siendo que las operaciones de Kuroi Manto se daban al otro lado del océano, en una metrópoli lo suficientemente grande para mantenerte ocupado la gran mayoría del tiempo, una ciudad en caos que poco a poco recuperaba su brillo, y a la cual volverían tarde o temprano.
Él tenía sus conjeturas personales acerca de quién era este sujeto. Casualmente coincidía su aparición con la llegada de una ola filtraciones en grandes corporaciones, incluyendo la suya, Arasaka; que pudo moverse con conocimiento previo y, gracias a la alerta de transacciones extrañas que Hellman denunció, cortar cabezas de antemano, por orden explícita de Saburo. Él dijo que había sido a partir de un proceso laborioso de meses que recogió todos los datos para inculpar a sus compañeros del tráfico humano que se estaba ejecutando en las sombras de la empresa, pero, realmente, nunca habría podido alcanzar esta información sin ayuda de agentes externos. Sin la ayuda de la mujer sin nombre, nada de esto habría sido realizable, no tendría el puesto que hoy día tiene, Saburo no lo trataría como a su mano derecha —después de Hanako—. Porque sí, Anders Hellman poseía más poder y estima de lo que la gente común podía visualizar. Todo por esa dama que no volvió a ver jamás…
"Sea como sea, dudo que Kurogane se presente a mi oficina a saludar y desearme una buena mañana." Dijo de manera cómica el solitario ocupante de la habitación cuando se decidía a continuar el desarrollo del proyecto Relic en su laboratorio privado, hacia el sur de la sucursal actual. En el instante que comenzó a levantarse, recibió un llamado de su secretaria.
"Señor Hellman, el doctor Akira Yamaoka desea verlo en este instante en el hospital central de la ciudad. Dice que es de extremada urgencia y necesidad su presencia" Escuchó la voz de la asistente a través de un holograma en la esquina de su escritorio. Hellman se sorprendió gratamente de un llamado de tal clase, y encima del reconocido doctor Yamaoka. Muy extraño.
"¿No mencionó ningún motivo?" Preguntó el ojiazul sorprendido de tal llamado, de manera tan repentina, casi sonando como la invitación de la vida a una distracción en su ardua mañana. Casi como un llamado del destino.
"Solo mencionó lo que le acabo de informar, señor" Respondió la secretaria. "¿Acudirá a la reunión?"
'Parece ser algo muy importante' Reflexionó el rubio trajeado. 'Tampoco tenía otros planes, quitando el siempre ocupante y laborioso proyecto Relic' Decidido a ir a esta abrupta reunión, dictada por una inesperada bifurcación de su destino, se levantó y caminó hacia la puerta.
"Dígale que estaré allí en unos instantes, Kristina." Declaró Anders.
"Como ordene, señor" La susodicha contestó mientras desaparecía su holograma de la mesa. Hellman salió de la habitación por la puerta doble de su oficina, pasando por la antesala y dirigiéndose directo al garaje donde se encontraba su VA. Durante el camino era asaltado por elogios y saludos de sus inferiores, en la ya clásica cotidianeidad de ser el pez más gordo de aquí, y a quién le tienen que lustrar las botas para obtener un ascenso. Vaya pereza, pensó siempre. El genio respetado y vanagloriado respondió apacible ante esto, sin darle demás importancia a un hecho tan común y trivial en su vida.
Llegó a la zona de estacionamiento y subió a su VA personal. Una vez dentro, estableció el Hospital Central de Kyoto como su destino a llegar, relajándose y tomando una copa de champagne en quién sabe cuánto tiempo. A la vez pensó y le preocupó lo que podría haber ocurrido. El doctor Yamaoka no era fácilmente espantable o impresionable, y era un médico de gran renombre que llevaba décadas y décadas en su trabajo. Tuvo que suceder un hecho único o tremendamente catastrófico para, además, llamarlo justo a él. Anders Hellman, un simple bioingeniero, aunque de simple no tenía nada, al igual que su viejo amigo que lo llamó de una manera muy inesperada.
Akira Yamaoka, hijo del ya célebre Mura Yamaoka, es el director general del Hospital Central de Kyoto, además de un estudioso de la medicina y de las implicaciones del ciberware en esta. Otra de las grandes mentes pensantes dentro de la gran urbe, y este es alguien de la confianza de Hellman. Lo ayudó en algunos proyectos anteriores cuando apenas daba los primeros pasos en bioingeniería, cooperando con Anders en todo lo que hiciera falta, naciendo de este modo una fructífera y saludable amistad. Tampoco es que tuviera muchas opciones de antemano. Todo lo que se encuentre en Japón está intrínsecamente supeditado a Arasaka, y viceversa. Incluso si eres una insignia en tu campo y una persona con tanto poder como el señor Yamaoka, debes responder al beneplácito de la corporación más grande y poderosa de tu país. Quién sabe lo que podría ocurrirte si no lo haces.
'Yamaoka no suele exagerar en cuanto a temas urgentes se deben de tratar.' Pensó el rubio, vislumbrando la gran ciudad a su costado derecho a través de la «ventana», que en realidad era una pantalla reflectora de todo lo que ocurría fuera del VA. Esto fue hecho así por motivos de seguridad. ¿Quién quería un lindo ventanal endeble si podías tener el metal más confiable y resistente del mundo?
Volviendo a los informes que leyó a la mañana, había algo que lo incomodaba un poco. Se decía que Kurogane detestaba a las corporaciones más que a nada en el mundo, y a los hombres corporativos los aborrecía con profunda determinación por pura lógica. Hace unos cinco años que empezó esta gran ola de filtraciones de las megacorporaciones que, por suerte, encubrieron con sus escandalosas repercusiones la propia limpieza que hizo Arasaka en las sombras. De un momento a otro las empresas gigantes del globo tenían toda clase de información comprometida de sus competidores, con el problema de que esto era una regla común que afectaba a todos por igual. La catástrofe no se hizo esperar y llegó el evento que más tarde se conocería como 'La Gran Filtración': la mayor filtración de información, a nivel corporativo, desde que Rache Bartmoss destruyó las fortalezas de datos empresariales, liberando todo lo que había dentro de ellas al público y, posteriormente, causando el DataKrash por el programa usado, el RABIDS, que como efecto colateral liberó IAs de grado militar en toda la Red, y estas comenzaron a mutar y a corromper todo lo que hallaban en su paso. Los hechos recientes no fueron tan exagerados como el suceso ocasionado por Bartmoss, pero una vez se supo que pasaba, las acusaciones cruzadas no se hicieron esperar, desorientando aún más el quid de la cuestión y haciendo inviable el hecho de hallar y señalar al verdadero culpable. Sin embargo, todos sospechaban de Arasaka porque fueron los que mejor parados salieron del desastre, no obstante, ellos se movieron y previnieron la desgracia por las acusaciones internas de Hellman. Y ahí estaba el problema y el causante de su incomodidad. La posibilidad latente de que él haya sido parte de un plan mayor, sin objetivo claro, por lo menos para él, le resultaba incómodamente probable; es más, en estos momentos podía encontrar a uno de los factibles, sino el único, individuo que cumplía con los requisitos requeridos para ejecutar tales accionares sin ser detectado y, además, que a nadie se le cruzase por la cabeza ni siquiera mencionarlo: Kurogane, el ghostrunner, el fantasma de Night City; el amo y señor de los Kuroi Manto.
Era una suposición muy apresurada, y poco sustentada, pero no tenían muchos más responsables entre manos a los cuales atribuirles la provocación de tal desastre. Y Hellman sabía de dónde obtuvo la información… De un informante misterioso sin afiliación del cual no se supo más nada, o al menos a él le fue imposible saber algo más, desde aquel entonces. Por lo tanto, él había hablado e intercambiado información con un fantasma. Esto no quería decir que el habló directamente con Kurogane (no hay cosa que le aterraría más que eso teniendo en cuenta su historial poco amigable con trajeados como él), pero sí era verosímil que haya sido uno de los Kuroi de los que leyó esta mañana, uno de sus subordinados que se extendía en una amplia red de telarañas transparente a lo largo del planeta, indivisible incluso para la inteligencia de Arasaka, solo visible a la luz de la mañana que no ha llegado aún y que cuando llegara, si no la visualizaban tarde o temprano, se toparían con el nido de frente. Y sus pequeños arácnidos les picarían, de eso no hay duda; la verdadera duda es: ¿Qué tan dañinos podrían ser sus nuevos contrincantes apodados los Kuroi Manto? Dudable era el que fueran alguna vez aliados si tenía presente en la cabeza los antecedentes de ambos bandos y el ideario opositor que manejaban con el fantasma. Así que, en definitiva, ya los podría ir considerando sus futuros rivales o enemigos.
Y ya podía verlos, o imaginárselos en su mente, sus espías plantados en cada esquina o lugar de interés para el mandamás de las tinieblas, un ser sin miedos y con muchos rencores. Había leído que Kurogane tenía cierto complejo de héroe, o de dios, y que detestaba a las corporaciones por las ininterrumpidas transgresiones que estas cometían contra la vida humana, que era de irrelevancia para él (o ellos, sabiendo ahora que contaba con un grupo) si te arrepentías de lo acometido, pues ellos te destrozarían y desintegrarían tu cadáver. Si no le fallaba la memoria eso fue el testimonio aislado de un hombre que vivía aquí, en Kyoto, recogido por su secretaria de los informantes que el propio Hellman poseía. Había leído muchos informes, testimonios y fragmentos en sus ratos libres del hombre conocido como Kurogane y, en un principio, le parecieron relatos casi fantasiosos, pero que, en la actualidad, con la novedosa información que atenía de la organización secreta, cobraban mayor sentido si empezaba a encastrar las distintas piezas dadas; un grupo de asesinos dispuestos para él. Eso sí, todavía todo esto seguía siendo una suposición alocada nacida de sus empedernidos momentos de reflexión a solas, muy posiblemente desacertada y alejada de lo que en realidad pasaba. Casi siempre fue así. Nunca nada es como realmente crees. De las primeras cosas que le enseñaron.
Asimismo, si este fuera el caso, y Kurogane y Kuroi Manto hayan generado tantos disturbios y revuelos, sus informantes de Arasaka, las fuentes oficiales de la empresa y sus departamentos de espionaje, se lo habrían dicho a él o a Saburo, quien le habría confiado la información a él en última instancia. ¿O no? Sería imposible que le ocultaran hechos de tal magnitud a la hegemonía predominante del corporativismo en las últimas décadas, y quizá más si ignorabas sus años bajos posteriores a la guerra, de la cual Militech tampoco salió muy bien parada, todo lo contrario. Estando a punto de perder la presidencia de NUSA, por un conflicto interno iniciado por los ataques terroristas de grupos no identificados en Washington (¿Habrán sido los Kuroi?), no se encontraban en las excelentísimas condiciones que querían dar a entender y mostrar al público. De hecho, estaban de capa caída en comparación con la situación actual de Arasaka, quienes a pasos agigantados recuperaban lo perdido en la guerra. Sea como fuere, sabrían lo que se cosía detrás de escena en un momento dado.
Y esperaba que fuera pronto…
"Llegando a destino" Hellman escuchó la voz robótica de la inteligencia artificial que manipulaba el vehículo volador, sacándolo de su ensueño interminable. Observó como éste se situaba en un estacionamiento exclusivo para invitados de alto rango. Se abrieron las compuertas y bajó del VA a la azotea, donde se encontraba esperándolo su próximo acompañante.
Akira Yamaoka es un hombre bajo y regordete de unos 87 años de edad. Camisa celeste claro, traje azul y encima de este un guardapolvo de médico; cabello negro enmarañado y desordenado, dejando en claro que su apariencia física no es lo que más le importe, gafas con un marco negro y las lentes transparentes. Su rostro estaba arrugado y marcado por el tiempo, pero lo que destacó por sobre todo del hombre fue la cara absolutamente seria y casi petrificada en lo que dedujo que era su pavor. Algo que presagiaba malas noticias o, por lo menos, no muy buenas.
Ya habiendo visto su expresión, que no vaticinaba cosas positivas, de hecho, al contrario, Anders no dudó un segundo y tomó un cigarro de una caja que tenía en sus bolsillos, lo prendió con un mechero rectangular, metálico y plateado con unas inscripciones en japonés, también sacado de un bolsillo interno de su chaqueta. Y se colocó el cigarro en la boca, comenzando a fumar.
'Esto dará para largo. Muy largo.' Fue el último pensamiento del rubio antes de proceder con las presentaciones y acudir dentro de la instalación.
…Continuará…
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(*Reescrito por última vez el 10 de septiembre de 2024.)
