5 años después de partir

Beth aún luchaba por recuperar su normalidad, vivía aferrada a la esperanza de que Grant regresaría un día a casa, a iluminar su vida como siempre. A medida que el tiempo pasaba, el tema del capitán desaparecido se convertía en el elefante en la habitación de aquellos que algunos se negaban a hablar. Al menos en público era así; retomar una vida normal, o al menos intentarlo, y solo esperar lo mejor, en privado era carcomerse por la angustia y llenar su mente de dudas. La madre de Grant era el ejemplo de ello; una vida sin un hijo nunca vuelve a ser normal.

—David, quiero creer que soy yo, pero siento que tu madre me ha estado evitando todo el día —comentó Beth mientras se servía un poco de ponche navideño.

Las reuniones eran habituales en la familia de Grant; navidad era una época llena de alegría, aunque en los últimos años, podría creerse fingida.

—Ella... está un poco estresada por las épocas es todo —explicó David, dándole un sorbo al ponche.

—No lo sé, siento que está un poco extraña conmigo; incluso antes de navidad, ya no me visita con tanta frecuencia, y cuando quiero visitarla siempre está haciendo algo —Beth insistió, haciendo caso a su intuición.

—Bueno, además de navidad se acerca nuestro cumpleaños y los últimos años no han sido muy felices para ella, ni para nadie —explicó David.

—Realmente crees que sea por eso? —preguntó Beth.

—Absolutamente; ven, reunámonos con los demás —la rodeó por el hombro y se condujeron hacia el grupo familiar.

Beth se sentía en un ambiente de extraña complicidad; la lucha moral que debatía pensando que se divertía mientras Grant estaba perdido la agobiaba. Igual sabía que él lo entendería; Grant siempre fue comprensivo, valor que demostraba con frecuencia. Comprender a otros seres humanos no es sencillo; no puedes vivir las experiencias de otros, pero la empatía y la tolerancia fortalecen esa capacidad que pocos tienen. ¿Podría la tolerancia soportar el peso de una propuesta inesperada? Beth estaba a punto de averiguarlo.

—Beth, ¿puedes venir un momento? —David llamó a la cocina a su cuñada.

—¿Qué sucede? —preguntó Beth sintiendo cómo creía un ápice de ansiedad en su pecho. Su intuición generalmente no le fallaba.

David titubeo antes de pronunciar palabra; el actuar de David alimentaba los nervios que empezaba a sentir.

—La familia estaba pensando en organizarle un funeral a Grant —David fue directo pensado que los preámbulos serian incensarios.

Los nervios se convirtieron en sorpresa.

—Grant no está muerto —afirmó directa sintiendo que su pecho ardía. No decidía qué le ofendía más: el hecho de que pensaran que Grant había muerto o que hayan tomado una decisión tan importante sin ella.

—Estuvimos conversando —explicó David.

—Ah, ¿De verdad? —dijo escondiendo sarcasmo en incredulidad— ¿Y no les parece que la esposa tenga que estar en esa conversación? —preguntó ofendida— ¿O no lo hicieron porque sabían que de lleno no iba a aceptarlo? —agregó.

—Beth, creo que todos debemos cerrar el ciclo.

—¿¡Cerrar el ciclo!?— exclamó Beth sintiendo su sangre hervir —esto es….es— el enfado mezclado con sorpresa no le permitía formar una oración, era demasiado para ella.

—Beth, tranquila.

—¡No me pidas eso David!, ¿¡Cómo puedo estar tranquila después de lo que me has dicho!?—reprochó Beth apoyándose del mesón y apretando la orilla. Necesitaba contener su enojo.

-Beth yo- David trato de acercarse.

-No- interpuso su mano entre los dos sin mirarlo, espero unos segundos hasta llevar su atención a David de nuevo, el pudo sentir la decepción en su mirada-Jamás te creí capaz de esto.

—¿Se puede saber qué está sucediendo aquí? —preguntó la madre de Grant entrando a la cocina. Los niños escucharon unos gritos.

Beth miró a Martha; sus ojos seguían poseídos por el enojo y la decepción.

—¿Por eso me ha estado evitando? —preguntó Martha tratando de explicar el motivo del cambio en su comportamiento.

—¿A qué te refieres? —preguntó Martha extrañada por la pregunta inesperada.

—Le he dicho —David se dirigió a su madre.

Martha comprendió la raíz de la discusión, al inicio no encontraba un argumento para explicar tal decisión hasta que concluyó con las palabras que Beth no deseaba escuchar y menos en ese instante.

—Es lo mejor —concluyó Martha.

Beth desvió su mirada de ellos; cerró los ojos, apretó los labios para no explotar de enojo. La resignación le parecía enfermiza y mas viniendo de su familia, aquellos que decían amar a Grant. Se sentía traicionada por todos.

—No estoy de acuerdo —contestó Beth con rigidez plantándose frente a ellos.

—No es debatible; ya está decidido —replicó Martha que se conocía por ser una mujer segura y difícil de convencer.

Beth experimentaba una mezcla extraña de emociones, era la primera vez que Martha le hablaba de esa forma, tan fría, sin dulzura o comprensión.

-El va a regresar- afirmó Beth con determinación buscando ganar fuerza ante Martha.

-No Beth, no lo hará- replicó Martha sacando esa afirmación con el dolor más profundo de su alma. Una lágrima no tardó en salir y mirando directamente a los ojos a Beth agregó: «¿Por qué lo dejaste partir?»

El interior de Beth se derrumbo; era innecesaria una explicación para esa pregunta. Si lo había hecho con la intención de ganar la discusión, entonces era una derrota justa. Lo que sugiere esa cruel pregunta fue suficiente para destruirla.

—Yo amo a su hijo —fue lo único que pudo articular Beth.

—Y aun así lo dejaste partir —Martha reafirmó su postura. Beth se consideraba a sí misma como una buena compañera de vida para Grant; no contemplaba la idea de dañarlo de ningún modo; pues lo amaba de verdad.

—¡Solo respete su decisión! —exclamó Beth secuestrada por el dolor y la frustración.

—Y ahora todos pagamos el precio —sentenció Martha sin una pizca de duda en su voz.

—Mamá por favor, es suficiente —David intervino viendo como la situación se salían poco a poco de control.

La culpa es un peso enorme; una culpa mal dirigida puede confundir hasta al más noble. Beth se consideraba a si misma como una buena compañera de vida para Grant, en su esquema no contemplaba la idea de dañarlo de ningún modo, pues lo amaba de verdad.

—Yo…yo —líneas de lágrimas se dibujaban por su rostro— debo irme —dijo secando sus lágrimas— muchas gracias por la invitación.

Beth se retiró del lugar huyendo del sentimiento de culpa que le había sembrado aquella persona en quien creía confiar, aquella que consideraba su madre, su familia.

Beth se mantuvo al margen de la familia de Grant. Unas semanas después del suceso efectivamente se llevó a cabo un funeral aunque no el que esperaban. Martha falleció un día antes del cumpleaños de sus amados hijos; esa mañana David la encontró en la cama abrazada a su foto familiar favorita; murió con una sonrisa quizás recordando aquel momento de felicidad cuando sucedió esa foto familiar.

—No le guardes rencor, a pesar de lo que dijo; ella te amaba— dijo David parándose a un lado de ella frente a la urna.

—No lo hago; ya no —pronunció Beth compasiva. —Sé que solo habla desde el dolor; yo la entiendo; espero que ahora se encuentre en paz.

Los momentos de angustia pueden quebrar hasta el más fuerte. Martha lo intentó, luchó, pero el amor materno la hizo sucumbir. La muerte de Martha resonó en la mente de Beth sirviendo para que siguiera en pie; ella guardaba la esperanza así como muy en el fondo tenía la certeza de que Martha también. Por tanto, no podía solo rendirse; alguien debía esperar por él.


Todos sabemos realmente de quien es la culpa ¿verdad? aunque no exime a Grant de ser tan ciego.

Ya tengo armado el esquema de la historia completa hasta su final, aspiro seguir escribiendo.

Muchas gracias por leer.