20 años después en la clínica
Beth ansiaba buscar una razón para explicar la escena tan atroz que presenció; en su mente, la única idea que se repetía era el hecho de dejar partir a Grant hace 20 años, nada más.
—No es tu culpa, Beth... No es culpa de nadie —David trató de alentar a Beth—. A veces nos enfrentamos a situaciones que no podemos controlar —agregó.
—Esta se fue mucho de control, ¿no lo crees? —Beth no lo miraba, ella seguía cautivada en la nada con una expresión dura—. David… ¿qué diablos pasó? —Beth finalmente llevó su atención a David; no había lágrimas, ni tristeza, ni rabia, solo un enorme vacío que no podría explicar.
Aquel que busca la verdad debe estar dispuesto a enfrentarla; no cualquiera está dispuesto a aceptarla, solo los valientes son capaces de conocer la verdad, aprender de ella y continuar.
—¿Te parece si tomamos un poco de aire? —pidió David, levantándose del banco y tendiéndole la mano.
Beth tomó la mano de David; él la ayudó a levantarse de la camilla y caminaron despacio hacia un pequeño patio que tenía la clínica. Tomaron asiento en un banco, sintiendo el frío de la madrugada. David se quitó la chaqueta y se la puso a Beth para protegerla del frío. Se hizo un silencio. David dejó escapar un suspiro cansado.
—La administración superior ha decidido manejar el tema del Tulpar con discreción. Pero como supervisor, tengo algunas conexiones y ellos me han mantenido informado porque saben que Grant es mi hermano.
—¿Y bien? —apremió Beth; debía existir una razón lógica para la pesadilla que vivían.
—Según lo que han investigado, el Tulpar colisionó al parecer contra un asteroide alrededor de los 147 días de transito transcurrido. Y a juzgar por el estado de Grant, es posible que haya estado en la cabina para el momento —explicó David.
—No tiene sentido —comentó Beth, frunciendo el ceño con extrañeza—. Grant tiene experiencia volando en áreas complicadas. Lo ha hecho con frecuencia.
—Lo sé; aun así, nadie está exento. Un error lo puede cometer cualquiera, hasta el mejor.
—¿Qué sucedió con el copiloto? ¿Dónde estaba? —preguntó Beth, cada vez más intrigada.
—No lo sé; lo que sí sé es que la escena que encontraron al abordar la nave fue grotesca: encontraron cuatro cuerpos sin vida, y luego a Grant en una cápsula criogénica que casi se quedaba sin energía; fue muy afortunado.
Beth sonrió incrédula ante la última afirmación.
—¿Cómo lo encontraron? —inquirió Beth.
—Una de nuestras naves tuvo que hacer un desvío, así dieron con el Tulpar; puede que haya sido el destino o quizás el cielo escuchó nuestras plegarias.
—Sí, puede ser —agregó Beth, pensativa—. ¿Qué sucedió con los otros tripulantes? ¿Por qué no estaban en una cápsula también?
—El impacto afectó las cápsulas, menos una —explicó David—; afortunadamente, la usaron para mantener a Grant con vida.
—¿Qué sucedió con el resto? —Beth seguía indagando.
—Aún no lo he averiguado. Puedo inferir que murieron de hambre; la nave no parecía tener ningún suministro extra de alimento y su cargamento eran montañas de cajas de enjuague bucal.
—¿Los familiares ya saben?
—Sí; ha corrido el rumor de que algunos de ellos quieren iniciar una demanda.
—¿Contra quién? Ya Pony Express no existe.
—Exacto; todavía no lo sé. Por el momento, queda esperar.
Esperar, sonaba como una gran ironía. Beth se había convertido en una experta esperadora. Todos los años que cultivó su paciencia le servirían para conocer el desenlace de la historia; ya había esperado veinte años, ¿qué importaría unas semanas más?
Aunque la conversación con David le agitó los pensamientos a Beth, en su interior, al escuchar la historia, para ella algo simplemente no encajaba. A medida que los analizaba, los vacíos acrecentaban su duda. Su intuición no le fallaba, algo más había ocurrido, ¿pero qué?
Lo que restaba de madrugada, Beth decidió dormir en la emergencia, a pesar de la insistencia de David para que fuese a descansar a casa, mientras él estaba atento a la evolución de Grant. El médico aún no había otorgado el permiso para verlo, debían esperar al día siguiente.
Beth despertó en el sofá de su casa. Miró a su alrededor; nada era igual, pero seguía siendo familiar. Ella recordaba el viejo florero azul que estaba sobre la mesa de la esquina, con una fea planta que le regaló la vecina cuando se mudaron, el mismo jarrón que rompió accidentalmente Grant hace veinte años, justo antes de irse.
Beth se miró en el viejo espejo de la sala; aquel al que le tuvo que renovar el marco de madera cinco años después de ver partir a Grant. En su reflejo lucía joven nuevamente, casi al final de sus veintes. ¿Qué estaba pasando?
La puerta del recibidor se abrió de repente.
—¡Princesa! ¿Adivina quién llegó? —el tono de voz era alegre y familiar; ella lo sabía.
Beth se aproximó a la entrada, y ahí estaba él, con su encantadora sonrisa que iluminaba la casa y su corazón cada vez que llegaba.
—¿Grant? —susurró ella, sorprendida.
—Hola, princesa —le saludó con ese tono dulce que ella recordaba.
Beth se acercó a él poco a poco, lo tomó del rostro; sus ojos se cristalizaron y pronto salieron unas lágrimas que no eran de tristeza, más bien de genuina felicidad. Ella sonrió y se aferró a él con todas sus fuerzas.
—Te extrañé tanto —expresó, aun sin soltarlo, apretando sus ojos con fuerza.
Grant la rodeó con sus fuertes brazos, transmitiendo de manera cálida todo el amor que ella anhelaba.
—Yo también te extrañé a ti —contestó él con dulzura.
—Gracias por regresar a mí —Beth expresó, aliviada.
—Te prometí que siempre lo haría —susurró Grant con una sonrisa.
Los sueños son un enigma; funcionan para muchos, para desvincularse del presente. En tus sueños puedes viajar a mundos lejanos y vivir historias que nunca vivirías; son mundos de fantasías alimentadas por el subconsciente. Fantasías que no queremos ver terminado.
—Beth, quiero volver a casa.
El tono en la voz de Grant cambió; el miedo era lo que se escuchaba esta vez en su voz. Beth levantó su mirada temerosa y vio cómo poco a poco Grant se iba convirtiendo en cenizas y se desmoronaba entre sus brazos.
—No, no, no —decía Beth una y otra vez, angustiada al ver a su amado desmoronarse—. Grant, no, no te vayas, por favor, por favor, por favor —repetía, desesperada.
Los sueños no siempre son buenos; a veces, las fantasías que anhelamos se pueden convertir en nuestra mayor pesadilla.
Aun sigo aquí con miles de cosas que hacer pero sin olvidar mi querida historia, me anime a compartirla también en wattpad en su versión en ingles, si deseas leer la versión en ingles me puedes conseguir como missshimmer1
