20 y algunos años más atrás
Un largo viaje ameritaba un buen descanso, era la idea que tenía propuesta Grant después de regresar, luego de pasar un año y medio en el espacio. A pesar de que Grant era un aventurero apasionado por explorar nuevas experiencias, de vez en cuando le gustaba cumplir con ciertos rituales, como comer en su café favorito después de un largo viaje. Pero hechos inesperados te llevan a vivir experiencias interesantes.
—No puedo creer que mi café favorito haya cerrado —se quejó Grant, como un niño, mientras conducía su confiable camioneta.
—¿Y te sorprende? Ese lugar se estaba viniendo abajo —replicó Jimmy, quien acompañaba a Grant en el asiento de copiloto.
—Me gustaba su café.
—¿Te refieres al que parecía petróleo? ¿Y sabía a tierra húmeda? —expresó Jimmy con un tono de burla.
—No era tan malo —Grant hizo una pausa—. ¿Has probado tierra húmeda? —preguntó extrañado, siguiendo el juego.
—¿Nunca fuiste niño? En fin, ¿a dónde vamos ahora? —Jimmy miró por la ventana, notando que no iban por el camino habitual—. Ese café de mala muerte era el único que trabajaba a estas horas de la noche.
—¿Sabes Robert, de almacén? Me dijo que quedaba un café a unas cuadras del que me gustaba que cierra tarde, quizás tengamos suerte —explicó Grant con un aire optimista.
—Espero que tengan un mejor café.
Grant y Jimmy lograron dar con el pequeño café, un lugar modesto con un estilo country. Cuando entraron, los deleitó el delicioso aroma del café en el aire. Había uno que otro cliente, algunas mesas puestas al lado de las ventanas, una barra y dos meseras. Ambos escogieron una de las mesas.
—Necesito ir al baño, ya vuelvo —dijo Grant a Jimmy antes de sentarse.
—Espera, en cualquier momento viene la mesera. ¿Qué vas a pedir?
—Pide lo que sea, mientras no sea dulce para mí —pronunció las últimas palabras, mostrando desagrado.
—Bien, pero no quiero quejas después.
—Tienes mi palabra —Grant se hizo una cruz en el corazón, levantando la mano, antes de retirarse al baño.
Elizabeth siempre se enfocaba en hacer bien su trabajo. Disfrutaba sus horas en el café y trataba de crear un ambiente que tanto sus clientes como sus empleados pudieran disfrutar. A pesar de su juventud, había demostrado su capacidad de liderazgo y responsabilidad para gestionar el café apropiadamente. Para Beth, ese tipo de cargos no se tomaban a la ligera; su compromiso era con todos.
—¿Beth? —una de las meseras ingresó a la pequeña oficina donde Beth revisaba unas facturas. Ella desvió su atención de los papeles y la llevó a la mesera.
—¿Qué sucede?
—Tessa dice que un sujeto la está molestando.
—¿Cómo? —preguntó Beth, extrañada y con un deje de molestia.
—Le está haciendo comentarios incómodos —explicó la mesera, apenada por interrumpir el trabajo de Beth.
Beth se levantó sin escuchar más, salió de la oficina, habló con Tessa y ella le señaló al sujeto que se encontraba sentado de espaldas. Elizabeth, decidida, se dirigió a la mesa a encararlo.
—Buenas noches.
Jimmy levantó la mirada, encontrándose con Beth. Sonrió de manera pícara, encantado con la apariencia de la chica.
—Pues buenas noches, hermosura —habló con un tono pícaro.
Beth frunció el ceño con molestia.
—He venido hasta aquí para atender la queja de una de mis meseras hacia usted —comunicó con seriedad, tratando de reprimir su enojo.
—¿Queja? —se extrañó Jimmy.
—Usted ha estado incomodando a mi mesera con sus comentarios inapropiados. Le pido, por favor, que se controle o tendrá que marcharse —sentenció con determinación.
—¿Comentarios inapropiados? Solo le dije que era preciosa —se defendió Jimmy, ofendido por la acusación.
—Y otras cosas más que ella no le ha pedido.
—Los halagos no se piden —replicó Jimmy.
—A ella no le hacen falta sus halagos.
—¿Qué sucede?
Muchas historias de amor comienzan por casualidades, y muchos piensan que se trata del mismo destino uniendo almas gemelas. La verdad absoluta no la tiene nadie, pero sí es cierto que cuando se inicia una chispa entre dos almas, es difícil apagarla. Esa chispa se encendió cuando Beth y Grant cruzaron miradas por primera vez.
—¿Es su amigo? —preguntó Beth, rompiendo el segundo de silencio cuando sus miradas se cruzaron, negada a que el hombre que tenía enfrente nublara su juicio.
—Depende… ¿ha hecho algo malo? —respondió él con una pregunta de vuelta, sin apartar sus ojos ensimismados en ella.
—Digamos que está a punto de cruzar los límites.
—Oh, entonces no, no lo conozco —contestó Grant con un tono serio.
—¿Acaso cree que estoy jugando? Si su amigo no se comporta con mis meseras, tendrán que marcharse.
Grant mostró preocupación; el viaje había sido largo, estaba cansado y lo que menos quería era irse de ese lugar sin probar bocado.
—Oiga, señorita, no hace falta que nos agitemos. Estoy seguro de que mi amigo podrá comportarse, ¿verdad, Jimmy?
—Pero yo no he he—
—Jimmy —pronunció Grant con severidad.
Jimmy refunfuñó girando los ojos, luego forzó una sonrisa.
—Disculpe los inconvenientes, señorita. No sucederá de nuevo —fingió con una voz cordial que a Beth no dudó en parecerle molesta.
—Eso espero.
—Tranquila, yo me aseguraré de ello —intervino Grant.
Beth se retiró con una curiosa sensación en su interior. El tal Jimmy no le generaba nada de confianza, pero el otro sujeto tenía una vibra diferente; algo en él la hizo sentir segura. Y su mirada, esos ojos azules que la miraron como nunca nadie la había mirado antes.
—¿Qué rayos pasa contigo? —reclamó Grant a Jimmy—. Ya tengo suficiente con que mi café favorito haya cerrado, como para que nos echen de este.
—Solo le dije unas palabras bonitas —Jimmy se encogió de hombros y se acomodó en la silla, cruzando los brazos.
—Sé cuáles son esas palabras, y no son bonitas —afirmó Grant, apoyando sus brazos sobre la mesa.
—El problema, Grant, no son las palabras, es la persona —afirmó Jimmy con seguridad.
—¿Por qué? —preguntó Grant, intrigado con las palabras de su amigo.
—Si eres tú quien le dice las lindas palabras, se sienten halagadas; si lo digo yo, es acoso —explicó, con una expresión de amargura.
—No digas eso.
—Sabes que es cierto. Cuando entramos, fuiste el primero en llamar la atención de las meseras, incluso de su jefa —dijo, inclinándose hacia adelante—. O me dirás que no notaste cómo te miró —habló con una sonrisa pícara.
—Estás hablando tonterías —Grant negó, sintiendo una leve sensación de calor recorrer su cuerpo.
—Por un momento la dejaste sin habla. De hecho, ambos se quedaron así, pero no te culpo; también es preciosa.
—Eres un imbécil —dijo Grant, con una sonrisa que parecía nerviosa por las especulaciones de su amigo—. Comportarte, al menos hasta que pueda comer algo y salgamos de aquí.
Pero Grant no pudo pasar desapercibidas las palabras de Jimmy. Sí, era hermosa. Y sí, se quedó absorto por un momento. ¿Cuántas chicas había visto en su vida? Pero ninguna le despertó las emociones que sintió al verla. Podría ser una atracción pasajera o quizás el comienzo de una historia que estaba dispuesto a explorar.
Feliz año nuevo a todos.
Nos adentramos ahora en la historia de como Grant y Beth se conocieron.
Muchas gracias por leer.
