Bajo su pálida luz, la luna teje un velo de misterio insondable, su ciclo un eco eterno del nacimiento, la plenitud y la decadencia. Es la guardiana de la vida oculta, el pulso secreto de la naturaleza, de la lluvia que alimenta raíces, de la sangre que marca el ritmo de la creación.

En su resplandor frío habita tanto la fertilidad como la sombra de lo incomprensible. Los mitos que la rodean susurran entre lo sublime y lo siniestro, testigos de lo más oscuro que el alma humana puede concebir y de lo más puro que puede florecer. La luna, en su silencio, observa... y guarda.

Sophie, con años de experiencia trabajando como asistente en el gremio, desarrolló un instinto casi infalible para evaluar a los aventureros que cruzaban la puerta. Al ver al cazador acercarse, su primera impresión fue demoledora: "Otro más que terminará en el menú de los orcos", pensó con desdén. Para ella, aquel hombre, con su cabello maltrecho, ropas desgastadas y un aire de miseria, parecía alguien que había venido a la mazmorra en busca de una muerte rápida, un alma que había abandonado toda esperanza de redimirse.

Siguiendo su instinto y sin ocultar su opinión, Sophie negó categóricamente ofrecerle asistencia.

—No puedo ayudarte —dijo con frialdad—. Mi tiempo es valioso, y prefiero invertirlo en alguien con verdadero potencial.

Su tono cortante y su expresión de desaprobación fueron más allá de la simple negativa: se rehusó incluso a continuar la conversación, cerrando cualquier posibilidad de interacción. El cazador, sorprendido y un tanto herido por el trato, se quedó inmóvil por un momento. Sin información sobre la mazmorra y tratado con tanta indiferencia, se vio obligado a buscar ayuda en otra recepcionista.

Después de observar a su alrededor, encontró a una mujer bestia con orejas de lobo y mirada afilada que lo recibió con una actitud igualmente despectiva, aunque menos hiriente que la de Sophie. La recepcionista, mientras hojeaba un registro sin mucho interés, levantó la vista hacia él y le preguntó:

—¿Y tú? ¿Qué haces aquí? —Su voz tenía un tono seco, pero al menos mostraba algo de disposición a escuchar.

En el breve momento que tuvo para explicar su situación, el cazador le habló a Rose de su batalla en el bosque junto a las montañas y de su propósito: encontrar la "sangre bendita". Con un tono sincero, confesó que buscaba desesperadamente una cura para una enfermedad que lo estaba consumiendo. Rose, con su manera fría y profesional de hablar, escuchó atentamente y luego le habló de los dioses que caminaban entre los mortales en Orario, seres capaces de otorgar bendiciones a aquellos que se unieran a sus familias.

Las palabras de Rose cayeron como un rayo en el alma del cazador. Algo dentro de él, oculto en las profundidades de su mente, se rompió al escuchar sobre los dioses. Una hebra de memoria, frágil y dolorosa, comenzó a sacudirse, emergiendo de su inconsciente. Sin saber por qué, un recuerdo nebuloso lo golpeó: la imagen de un ser que lloraba desconsoladamente en las afueras de una aldea pesquera. Ese llanto era desgarrador, melancólico, y llevaba consigo un eco de inmoralidad mezclada con una extraña sensación de calma.

El cazador intentó aferrarse a esa imagen, tratando de darle forma en su mente, pero era como si su memoria estuviera cubierta por una bruma impenetrable. "¿Fue un hermano perdido? ¿Alguien enfermo?" se preguntaba, sintiendo un vacío abismal en su interior. Aunque no podía recordar los detalles, el peso de aquella escena lo paralizó.

Rose, al notar la expresión helada del cazador y su evidente desconcierto, decidió darle algo de espacio. Continuó explicándole sobre las familias de los dioses en Orario y cómo estas acogían a nuevos aventureros para otorgarles una falna, el don divino que les permitiría adentrarse en la mazmorra con mayores posibilidades de sobrevivir. Sin embargo, las palabras de Rose parecían resonar en un eco distante para el cazador, quien estaba atrapado en su propio torbellino de pensamientos.

Con una mezcla de irritación y profesionalismo, Rose finalmente le entregó un folleto detallando las familias dispuestas a aceptar nuevos integrantes.

—Vuelve cuando hayas encontrado una familia. Entonces podremos hablar sobre tus próximos pasos —dijo con tono firme.

El cazador tomó el folleto con manos temblorosas, pero al mirarlo, se dio cuenta de que no entendía nada de su contenido. Las palabras estaban escritas en un sistema desconocido para él, lo cual le resultó desconcertante. Mientras salía del gremio, una nueva pregunta lo golpeó: ¿Cómo es que puedo hablar y entender a esta gente si claramente somos tan distintos unos de otros?

Con el folleto en mano, una mente llena de ecos que no podía descifrar y una determinación silenciosa, el cazador se adentró en las calles de Orario, dispuesto a encontrar respuestas tanto sobre su misión como sobre los fragmentos rotos de su memoria.

Para la diosa Teteo Innan, el día había transcurrido con la misma calma que marcaba su vida desde que descendió del Tenkai. Siendo una diosa de la luna, había optado por un estilo de vida sencillo, dedicándose a la agricultura en las afueras de Orario. Su pequeño campo era suficiente para subsistir, y aunque le pesaba que el monopolio de la agricultura estuviera en manos de la diosa Deméter, no le importaba. La tranquilidad de su rutina compensaba la falta de ambición.

Desde su descenso, Teteo había evitado involucrarse en los problemas y las intrigas de los dioses de arriba, prefiriendo enfocarse en el rol de cuidadora, un papel que le llenaba de satisfacción. Cuando llegó al mundo terrenal, su sueño era formar una familia fuerte, aventureros que pudieran enfrentarse a los peligros de la mazmorra, pero también sanadores que aliviaran el sufrimiento del mundo. Sin embargo, la realidad de Orario la golpeó con fuerza.

Desde su llegada, lo único que había visto eran las sombras de la humanidad: homicidios en las esquinas, esclavitud descarada, niños abandonados que apenas sobrevivían en las calles, y una constante atmósfera de orgullo, miedo e incertidumbre. A menudo se preguntaba si su elección de descender había sido un error. El deseo de regresar al Tenkai le cruzó la mente más de una vez. Allí, aunque limitada, al menos podía prestar su poder en el ámbito celestial, una labor que parecía mucho menos abrumadora que la desesperanza que la rodeaba en el mundo humano.

Esa mañana, mientras cuidaba su pequeño campo, algo cambió. Su atención fue capturada por una figura en la distancia: un hombre que parecía perdido en las bulliciosas calles de Orario. A primera vista, no tenía nada extraordinario, pero al instante sintió algo en él. Había una esencia que la golpeó como un eco familiar.

"La esencia de la luna."

Ese aroma, esa energía, era algo que solo ella podía reconocer. Era como si un fragmento de su propia sangre divina estuviera ahí, caminando entre los mortales. Algo sagrado que había perdido en el Tenkai y que ahora vagaba por el mundo terrenal.

El corazón de Teteo se aceleró. La posibilidad de que alguien, o algo, vinculado a su divinidad estuviera allí, perdido en una ciudad que, desde su perspectiva, parecía destinada a la ruina, no era algo que podía ignorar. Con una mezcla de curiosidad, esperanza y temor, se dispuso a observar al desconocido desde la distancia, preguntándose si el destino finalmente había decidido mover su rueda.

El cazador, exhausto por sus errantes pasos en Orario, había seguido su instinto hasta las afueras de la ciudad. Allí, el bullicio y las calles estrechas daban paso a un paisaje apacible: un campo de maíz bañado por la luz del crepúsculo. Sin saberlo, sus pasos lo guiaron hasta un lugar donde el tiempo parecía detenerse. Mientras observaba a los niños trabajar en los sembradíos, una sensación de calma, casi desconocida para él, lo envolvió.

Fue entonces cuando la vio.

Desde su posición, podía ver cómo la diosa descendía por una pequeña ladera. La figura de Teteo Innan parecía casi etérea, envuelta en una neblina que reflejaba los colores de la luna. Cada paso que daba parecía revitalizar la tierra misma, mientras el rocío que caía de su vestido bendecía las cosechas. Los niños, que hasta ese momento reían y trabajaban, dejaron sus herramientas y se inclinaron con respeto hacia la diosa.

El cazador sintió una punzada en su pecho. No era miedo, ni admiración. Era algo más profundo, una conexión que no podía comprender. Su respiración se agitó y por un momento su mente comenzó a fragmentarse, como si algo enterrado en su memoria intentara emerger. La ira, ese sentimiento que lo había acompañado como una sombra constante, bullía en su sangre, pero una fuerza mayor, cálida y serena, la mantenía en equilibrio.

Teteo notó al extraño. Su apariencia desgastada y la profunda tristeza en sus ojos no pasaron desapercibidas para ella. La esencia de la luna que emanaba de él la hizo detenerse. Algo en ese hombre resonaba con su propia divinidad, como si un fragmento de su hogar en el Tenkai estuviera atrapado en su alma.

"Bienvenido a este campo", dijo la diosa con una voz que era suave como el murmullo de la noche. Sus ojos de obsidiana se encontraron con los del cazador, que no pudo evitar dar un paso adelante, como atraído por un imán invisible.

"¿Quién eres?" preguntó el cazador, su voz ronca por la mezcla de asombro y confusión.

"Soy Teteo Innan, diosa de la luna y cuidadora de este humilde lugar. Pero más importante, creo que eres alguien que busca respuestas, aunque todavía no comprendas las preguntas".

El cazador, aún atrapado entre el deseo de acercarse y la desconfianza que lo había protegido durante tanto tiempo, asintió con torpeza.

"Algo... en ti me resulta familiar", confesó, su mirada fija en los ojos de la diosa.

Teteo sonrió suavemente, aunque una sombra de preocupación cruzó su rostro. Sabía que el hombre frente a ella no era un simple mortal perdido; había algo oscuro y roto en su interior, pero también algo divino. "Tal vez el destino nos haya reunido aquí para descubrirlo juntos".

Ella extendió su mano, invitándolo a acercarse. El cazador dudó por un instante, pero finalmente dio el paso. La conexión entre ambos parecía resonar en el aire, como si la luna misma los envolviera en su luz.

La diosa Teteo Innan lo guio hacia su humilde hogar, un pequeño refugio ubicado al borde del campo de maíz. La estructura era sencilla pero acogedora, construida con madera y piedra, con una atmósfera cálida que parecía contener un eco de serenidad divina. En el interior, utensilios hechos a mano y decoraciones con símbolos de la luna y el cielo nocturno adornaban las paredes. El cazador se detuvo en la entrada, observando con una mezcla de cautela y curiosidad.

"Por favor, siéntate. No acostumbro recibir visitas, pero creo que este encuentro tiene un propósito mayor," dijo Teteo con un gesto amable, indicando una silla frente a una mesa de madera rústica.

El cazador obedeció con cierta torpeza, aún sintiendo la carga de una extraña conexión con aquella mujer. Antes de sentarse, echó un vistazo a los campos por la ventana, como si intentara asegurarse de que seguía en el mundo real y no en una visión.

"¿Cómo debo llamarte?" preguntó Teteo mientras servía un poco de agua fresca en una jarra.

"Mi nombre no importa," respondió rápidamente, su tono seco y defensivo. "Alguien como yo no debería crear vínculos. No tiene sentido."

Teteo inclinó ligeramente la cabeza, observándolo con una mirada que parecía atravesar su alma. "¿Por qué dices eso? Pareces estar en buen estado, al menos físicamente. Aunque..." hizo una pausa, como si deliberara sus palabras. "Tu espíritu está cansado. Eso puedo verlo claramente."

El cazador frunció el ceño, sorprendido por su percepción. "¿Cómo puedes decir eso? ¿Acaso sabes algo de mi enfermedad?"

"No sé nada," admitió la diosa con calma. "Solo escuché tus palabras y observé tu presencia. Pero al parecer, mi intuición no estaba tan equivocada."

El cazador permaneció en silencio, incapaz de esconder su asombro. No había esperado que alguien pudiera entender tanto de él con tan poco. Finalmente, rompió el silencio. "Pensé que estaba muriendo... Pero ahora no estoy tan seguro. Si estuviera sano, ¿por qué me siento vacío? ¿Por qué siento que algo me falta?"

Teteo tomó asiento frente a él, sus ojos oscuros brillando con una mezcla de compasión y sabiduría. "Tal vez no sea tu cuerpo el que está enfermo, sino tu mente. Dices que has perdido tus recuerdos, ¿no es así?"

El cazador asintió lentamente. "Es como si hubiera perdido toda una vida en un abrir y cerrar de ojos. No recuerdo los últimos meses... y hay un vacío inmenso detrás de eso."

La diosa cruzó las manos sobre la mesa, reflexionando. "Eso es algo inusual, incluso en este mundo. Podría ser obra de un arcano poderoso, tal vez de origen divino."

"¿De un dios?" preguntó él, sus ojos estrechándose con desconfianza.

"Es posible, pero sería un acto prohibido," explicó Teteo, su tono grave. "Manipular la mente de un mortal hasta tal punto está más allá de lo permitido. Si un dios hiciera algo así, su castigo sería regresar al Tenkai, dejando este mundo para siempre. No muchos estarían dispuestos a sacrificar tanto por un mortal."

El cazador apretó los puños sobre la mesa, intentando contener la rabia que empezaba a arder en su interior. "Entonces, ¿qué soy? ¿Un experimento? ¿Un capricho? Nada tiene sentido."

Teteo observó su frustración, sintiendo una oleada de compasión por él. "No lo sé todavía, pero lo que sí puedo decirte es esto: tu existencia no es un error. Si estás aquí, es por algo. Quizás juntos podamos descubrir qué es."

El cazador alzó la mirada, sorprendido por la sinceridad en sus palabras. Por primera vez en mucho tiempo, sintió un destello de esperanza.

El cazador, todavía impactado por los eventos recientes, escuchó las palabras de la diosa Teteo con cierta incredulidad. La posibilidad de trabajar en el campo como forma de pagar su estancia en la ciudad le parecía sencilla, casi mundana, en contraste con la complejidad de sus problemas. Pero lo que realmente lo desconcertó fue el tono compasivo de la diosa y su declaración de que era su deber ayudar, como madre de los dioses.

La revelación de que ella era una diosa fue como un rayo en su mente. En su estado mental fracturado, la conexión con el pasado empezó a aflorar como una grieta en un dique. Al procesar esta información, sus recuerdos desordenados lo golpearon con fuerza. La escena del llanto de un niño volvió a su mente como un eco perturbador, acompañado por un susurro que escapó de sus labios sin que él lo notara: "Teme a la vieja sangre".

Su cuerpo no soportó la tensión, y cayó inconsciente frente a Teteo. La diosa, aunque desconcertada, permaneció serena. Observó con detenimiento su estado, sus palabras y la mención de la "vieja sangre", una expresión que nunca antes había escuchado, pero que parecía cargada de significado. Optó por dejarlo descansar en un lugar seguro, preocupándose por su bienestar y reflexionando sobre las posibles implicaciones de lo que había presenciado.

Mientras dormía, el cazador se encontró en un extraño sueño, vívido y simbólico. Se vio frente a una anciana en una silla de ruedas, que lo miraba con una mezcla de dureza y sabiduría. A su lado estaba una mujer cuya presencia irradiaba una calidez casi maternal, una figura que le dio una breve sensación de paz. Sin embargo, las palabras de la anciana resonaron como un golpe:

"Vive tu vida. La cacería ha concluido."

Luego, la mujer agregó con un tono esperanzador:

"Ojalá encuentres tu valor en el mundo de la vigilia."

Estas palabras, junto con las imágenes, rompieron una parte de las cadenas que retenían su mente. Aunque los detalles seguían siendo confusos, el cazador recordó algo fundamental: estaba curado, pero su sangre llevaba una corrupción indescriptible. También recuperó fragmentos de un lugar oscuro y mortífero, una prisión de muerte de la que había escapado.

Cuando despertó, la luz del día llenaba la pequeña casa de Teteo. Su mente estaba más clara que antes, pero las nuevas revelaciones lo llenaban de dudas. La diosa lo observaba con una mezcla de preocupación y curiosidad. Su única pregunta fue sencilla pero contundente:

"¿Qué es la vieja sangre?"

El cazador, aún desorientado, no pudo responderle. Pero sabía que esta frase encerraba las claves de su pasado y su futuro. El camino hacia la verdad sería largo, pero ya no estaba completamente solo.

El cazador respondió con una claridad que pareció desconcertar tanto a él como a la diosa Teteo Innan. Hablar sobre la sangre vieja, que según él provenía de los grandes, evocó memorias y fragmentos de un pasado que no lograba descifrar del todo. Al mencionarlo, la diosa se interesó de inmediato, especialmente porque la referencia parecía apuntar a algo que trascendía su conocimiento actual, algo antiguo y lleno de misticismo.

Cuando el cazador hizo mención de la iglesia de la sanación, conocida por su supuesto remedio universal, Teteo se sintió aún más intrigada. La existencia de una institución tan poderosa que pudiera rivalizar con los dioses o trabajar en las sombras, era algo que desconocía y especialmente que esta pueda tener conexiones con Evilus, era un misterio que no podía ignorar. Era posible que esta iglesia se escondiera tras un velo de bondad, mientras practicaba artes prohibidas o influenciaba a mortales para sus propios fines.

Cuando la diosa le pidió su nombre de nuevo, algo en el cazador cambió. Ya no tenía sentido ocultarlo, especialmente frente a alguien como Teteo, cuya presencia evocaba una extraña sensación de paz y reconocimiento. Al revelar su nombre, Lunaris Argento, la diosa quedó perpleja. Su conexión con la luna era innegable: no solo por el nombre, sino por la esencia que emanaba de él, como si su existencia misma estuviera ligada al astro nocturno y su influjo.

Teteo Innan, siendo la diosa de la luna, no pudo ignorar la extraña coincidencia. Parecía que Lunaris había llegado a ella no solo por casualidad, sino como parte de un entramado mayor, un destino que los unía. Con su curiosidad creciente, comenzó a especular: ¿era Lunaris un elegido de los grandes, alguien cuyo pasado y propósito estaban escritos en la misma luna que regía su dominio? O tal vez... ¿un eco de algo olvidado incluso por los dioses?

La revelación de su nombre no trajo respuestas claras, pero sí sembró más preguntas. El misterio en torno a Lunaris Argento se volvía más profundo, al igual que la conexión inexplicable con Teteo y su lugar en un mundo lleno de enigmas y peligros.

El momento había llegado. Teteo Innan, con un aura solemne, observaba a Lunaris mientras él, tras una reflexión cargada de autodesprecio y resignación, aceptaba formar parte de su familia, pero bajo una condición clara: debía mantenerse en las sombras, apartado del brillo y el reconocimiento que usualmente conlleva ser parte de una familia divina. Su deseo de anonimato no era un capricho, sino una declaración de su identidad, forjada por el sufrimiento y las derrotas acumuladas.

Lunaris se quitó su desgastado abrigo, revelando una espalda cubierta de cicatrices que contaban historias de dolor, lucha y sobrevivencia. Algunas eran recientes, testigos del enfrentamiento con el orco, mientras que otras hablaban de encuentros pasados con bestias desconocidas. Su cuerpo era un lienzo de heridas, pero también un símbolo de resistencia.

Teteo, conmovida por la profundidad del sufrimiento de Lunaris, se dispuso a otorgarle su bendición. Extendió su mano, dejando caer unas gotas de su sangre divina sobre la espalda del cazador. En el instante en que la sangre tocó su piel, una intensa luz se desató, acompañada por una cacofonía que parecía resonar en los mismos cimientos del mundo.

El aire se llenó de una energía mística, y frente a los ojos de la diosa apareció la lista de estadísticas del recién bendecido. Pero lo que vio la dejó perpleja, incluso aterrorizada. Entre las características usuales, como fuerza, resistencia y agilidad, había una estadística que nunca antes había visto en un humano: Arcano.

Esa palabra, inscrita en los registros de Lunaris, era un signo inconfundible de algo extraordinario, un milagro que no debería existir. El Arcano era un atributo asociado con los dioses y los grandes misterios del cosmos, reservado para entidades cuya existencia desafiaba las leyes del mundo mortal. Que un humano poseyera esa estadística solo podía significar que algo horroroso y trascendental había ocurrido en su pasado.

Teteo sintió una mezcla de asombro y temor. ¿Qué había enfrentado Lunaris para que su ser estuviera impregnado de semejante anomalía? ¿Qué secretos y peligrosos poderes latían en la sangre de aquel joven marcado por la luna y las sombras?

Y después de que su temor pasara se dio cuenta que la hoja de estadísticas era diferente en el, su números y estadísticas que mostraba eran diferentes a los de sus otros hijos y esto solo reforzo su sentimiento anterior, sin embargo, la diosa decidió guardar silencio por el momento. El vínculo estaba sellado, y Lunaris ahora era parte de su familia. Pero en su interior sabía que este era solo el comienzo de un enigma mucho más profundo, uno que podría cambiar no solo la vida de Lunaris, sino también el destino de la ciudad y quizás del mundo entero.

(x)

Estas son las estadísticas del cazador en nivel uno dándole un enfoque mas hacia lo arcano y estaré usando el sistema de estadísticas de bloodborn ya que se me hace mas sencillo de usar

Vitalidad (Vitality): 12

Salud básica suficiente para sobrevivir a los encuentros iniciales en Orario y enfrentamientos moderados.

Resistencia (Endurance): 11

Le otorga una barra de estamina limitada pero funcional para esquivar y realizar ataques consecutivos.

Fuerza (Strength): 9

Su fuerza es modesta, solo adecuada para manejar armas ligeras o técnicas que no dependen del poder bruto.

Habilidad (Skill): 20

El atributo principal de Lunaris. Su destreza lo convierte en un experto con armas rápidas y técnicas, ideales para combates precisos y ágiles.

Arcano (Arcane): 18

Una estadística muy alta para su nivel, lo que destaca su conexión sobrenatural y lo prepara para usar herramientas arcanas desde el principio.

Sangre Pungente (Bloodtinge): 7

Apenas suficiente para manejar armas a distancia básicas, como la Pistola de Cazador, pero no es su enfoque.

Suerte/Descubrimiento (Discovery): 10

Un puntaje estándar que podría aumentar en áreas donde predomina lo arcano o lo oculto.

Si piensan que esta muy roto para ser un personaje inicial no duden en escribirlo y tratare de balancearlo mejor para la próxima vez.

(x) aclaraciones del capitulo

En este capítulo, he optado por introducir una diosa de la mitología mexica como una figura central para brindar mayor flexibilidad al desarrollo narrativo. Teteo Innan, madre de los dioses y la luna en su panteón original, representa una elección que me permite explorar temas ricos en simbolismo: la dualidad entre creación y destrucción, la conexión con la naturaleza, y su rol como tejedora del destino, tanto literal como metafóricamente. Su inclusión ofrece un contraste con las deidades del universo de DanMachi, sin alejarse del espíritu de una narrativa que entrelaza lo divino con lo humano.

Al no encasillar la historia en una temporalidad fija del canon, se abre la posibilidad de situarla en un periodo oscuro de Orario, previo a los eventos conocidos, o en un interludio que permita explorar detalles poco abordados en la serie principal. Esta libertad también me da espacio para profundizar en el trasfondo del protagonista, Lunaris Argento, y su misteriosa conexión con la "sangre bendita" y los ecos de un pasado más oscuro, aludiendo al lore de Bloodborne.

Por otra parte, Teteo Innan como diosa presenta cualidades que la hacen adecuada para el viaje de Lunaris. Su conexión con el maíz, la adivinación, y su carácter maternal y compasivo ofrecen un contrapunto esperanzador al protagonista, quien hasta ahora ha estado envuelto en una narrativa de pérdida, corrupción, y lucha interna. Además, su papel como tejedora y protectora de los desfavorecidos resuena con la lucha de Lunaris por redefinir su propósito y reconciliarse con un pasado roto.

Aunque otras deidades como Artemisa podrían haber sido consideradas, sus características restrictivas, como su voto de castidad y su exclusividad hacia mujeres, habrían dificultado una inclusión coherente de un protagonista masculino en su familia. En cambio, Teteo Innan permite explorar un espectro más amplio de emociones y dilemas, no solo personales, sino también sociales, al ser una deidad que se involucra directamente en las vidas de los marginados.

Finalmente, este capítulo cierra con la aceptación de Lunaris en la familia de la diosa, marcando un punto crucial en su camino. Su estadística de arcano, un atributo inusual y aterrador, augura un destino profundamente vinculado a lo desconocido y lo inhumano. Esto, combinado con las alusiones a la "sangre bendita" y la corrupción que lo persigue, establece un terreno fértil para explorar temas de redención, lucha interna y el impacto del pasado en su presente. La historia apenas comienza a desentrañar los misterios que rodean a Lunaris y a su recién encontrada familia.

Con esto dicho me despido por ahora y espero disfruten del capítulo.