Disclaimer: Los personajes pertenecen única y exclusivamente a Rumiko Takahashi, yo solo los tomo para crear estas historias sin fines de lucro.
Advertencias: Cliché, un poco de OoC, Slow burn, complicaciones en las relaciones, ya se la saben. Repito, esto va LENTO, PERO MUCHO, si desean seguir a pesar de todo, adelante.
Agradecimientos y mención especial aTaishaSelenepor su trabajo maravilloso de arte para este fic. Sus fanarts son los mejores y también a la increíble Jiyuu Akabane, quien hizo una ilustración preciosa para este fic que verán mucho después. ¡Gracias a ellas!
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Rasgo femenino » 1
Abrió los ojos antes de que la alarma sonara y juró que su cuerpo estaba tan lleno de energía que podría cargar un auto con sus propias manos; y la verdad era que, si retomaba sus clases de boxeo, podría hacer hazañas parecidas en la vida real. Rápidamente se puso de pie, tendió su cama —y la alarma en su celular sonó mientras eso pasaba—, salió de su habitación a poner un poco de café para desayunar en la máquina cafetera, se hizo un par de tostadas y lavó los platos con ligereza. Con la misma rapidez tomó una ducha, se cepilló los dientes y pronto salió del baño para poder vestirse; traía una toalla en la cabeza, la otra cubriendo su cuerpo, se puso cremas hidratantes, tomó su uniforme que estaba listo en el clóset, se maquilló dos veces, no convencida de si llevaba mucho o poco cosmético en la cara y, al final, decidió quedarse con un look medio: ni tan cargado ni tan ligero. Secó su cabello, lo peinó e hidrató y como era de costumbre, lo dejó suelto para que se notara que era largo y espeso, lo que la hacía lucir más estilizada, según lo que decían los blogs en internet. Tomó sus llaves, cartera y salió del departamento.
Camino al lugar a donde se dirigía se distrajo con las vistas a través de los vidrios de la ventana del taxi, observando los enormes edificios, grabándose la nueva ruta, ya que la anterior había quedado para el otro extremo de la ciudad y siempre solía costarle mucho adaptarse a las nuevas rutinas, aunque en este caso, estaba muy emocionada. Al llegar al destino, el taxi se detuvo frente al edificio, ella pagó y segundos después estaba frente a la moderna construcción: una fábrica bastante imponente y con luminosa fachada cubierta de enormes vidrieras. Tomó aire profundamente, se cercioró de que todo estuviera en orden con respecto a su informe y enderezó el cuerpo para mostrar seguridad.
«Vamos, tú puedes»
Caminó con paso seguro, hizo una reverencia como saludo a los guardias y cuando sus dedos empujaron las elegantes puertas de vidrio templado, un mundo nuevo pareció revelarse ante ella. La gente seguía llegando; había buena afluencia de personas que entraban tras su llegada, caminando ordenados por la derecha mientras un par de personas salía por la izquierda. Había llegado temprano, como era de esperarse, y eso la hizo sentir muy bien. Como su uniforme había sido asignado con anterioridad para su periodo de prueba de una semana, no tuvo que presentarse ante nadie en recepción de la planta baja, así que tomó el ascensor para ir al piso que previamente ya había visitado, subió con unas cuantas personas a su lado en completo silencio y así siguió hasta que se esparcieron por los pasillos para dirigirse a sus lugares asignados.
Sonrió cuando se encontró con la recepcionista general del piso y asistente auxiliar de otras de las secretarias allí existentes; la saludó con una enorme sonrisa.
—Buen día… —hizo una pequeña pausa mientras intentaba recordar el nombre de la joven frente a ella—, ¿Higurashi?
La aludida sonrió de nuevo, asintiendo. Le había dado sus segundos para que lo revisara y le alegraba que hubiera sido bien aprovechado.
—Higurashi Kagome —repitió, solo para confirmar—. Buen día para ti también, Mayu Satō.
—Me alegra que estés a tiempo. Por favor, sigue por el pasillo hacia allá derecho —le indicó el lugar por el que antes se habían perdido sus compañeros, hacia la derecha. Desde el ángulo en donde estaban había una hermosa vista que solo era obstruida por los enormes ventanales que trasparentaban absolutamente todo, era como una forma de jamás aburrirse en el lugar— y luego gira a la izquierda para que puedas encontrar el departamento de recursos humanos para que te den el gafete de colaborador en periodo de prueba, ¿sí?
—Sí, muchas gracias.
Se dirigió sin más al lugar que la castaña le había indicado.
No podía creerlo, en serio no podía creer que de entre todos los trabajos que podía haber encontrado, justamente la hubieran aceptado en la fábrica de ropa jean más grande del país, de hecho, exportadora y perfilada con la alta costura, distribuida en países de Europa y América. Aquello era toda una nueva experiencia. En su anterior trabajo como administradora de una pequeña empresa de artículos para recién nacidos le había ido bien, pero a la final habían caído en banca rota debido a las bajas ventas por las tasas ínfimas de natalidad y había tenido que salir sin más remedio de la organización que le había dado la bienvenida a Shibuya desde que se había mudado a los dieciocho años. Saludó e informó sobre la petición de su gafete. A pesar de todo, sus hermanos habían estado pendientes de ella todo ese tiempo, aunque trabajara; mil veces habían dicho que no necesitaba hacerlo, que ellos ganaban lo suficientemente bien como para mantenerla, pero era obvio que no iba a aceptar eso, la conocían ya perfectamente como para saber que no era en nada diferente a ellos. Lo que más le alegraba era que su padre sí entendiera su postura y siempre la hubiera respetado.
Diez minutos después salía de la oficina con su identificación de colaboradora en periodo de prueba hasta que regresó nuevamente a Mayu, quien la esperaba muy animada, parecía que le había caído bien.
—Te guío hasta la oficina de tu futuro jefe, Kagome, sígueme —le indicó con mucha cortesía, caminando con un estilo bastante marcado. Kagome lo notó y trató de ser consciente de sus movimientos, intentando imitar los de su compañera para lucir igual de increíble que ella. No quería ponerse tensa, era solo que todos ahí tenían un andar ligero y elegante, especialmente las mujeres—. Y este es el lugar —le abrió la puerta, mostrándole el espacio amplio e iluminado del Director de Desarrollo Comercial Internacional de la empresa; un lugar más bien sofisticado con colores blancos, vidriería, pisos alfombrados, ventilación, muebles de oficina en colores beige, una pequeña sala al sur del departamento, una enorme silla Sacco en color negro y un escritorio bastante pulcro, con espacio suficiente para que trabajen dos personas.
—Es increíble —susurró, sin quitar los ojos del lugar.
—Probablemente pases mucho tiempo con tu jefe en esta oficina, así que usarás la laptop que está aquí —para ese tiempo, Mayu ya había ingresado y le mostraba la portátil colocada a un lado del mueble con base de vidrio—. El señor Taishō es un hombre muy ocupado y en ocasiones puede parecer malhumorado, pero en el fondo es un buen sujeto y puede tener su lado sensible, créeme —le dijo de forma sincera. Kagome asintió—. Le gusta la coca cola bien fría o el café helado, cualquiera de las dos está bien y es lo único que puedes hacer por él además de trabajar en equipo, no le gusta que sus asistentes hagan otras actividades que no les corresponde como la limpieza o incluso tomar funciones de otros cargos.
—Entiendo —Kagome no estaba creyendo demasiado la versión porque cuando le había hecho la entrevista, juraba que casi se había hecho pipí en la ropa; su jefe era un hombre casi frívolo, con mirada penetrante y expresión inmutable, además de que parecía únicamente concentrado en los negocios. De todos modos, podría ser verdad, Mayu parecía llevar ahí años.
—Por favor, no te despegues de él, siempre querrá que traigas a la mano tu tableta —la misma que yacía sobre el escritorio que le pertenecería y estaba justo afuera de esa oficina— para que apuntes datos importantes y recordatorios, el señor Taishō depende mucho de ti, además de que tomará en cuenta tus sugerencias, le gusta hacer parte de las decisiones a sus asistentes.
—Muchas gracias por la información, Mayu, estaré mentalizándome —hizo una leve reverencia antes de empezar a dirigirse a la salida junto con la castaña de ojos verdes.
—Sé que serás quien se quede aquí, Kagome, vi al señor Sesshōmaru muy satisfecho después de tu entrevista la semana pasada, te irá bien —le auguró de forma sincera. Hacía tiempo no se encontraba con un nuevo elemento en la empresa que prometiera tanto.
—Eso espero —se mordió ligeramente los labios, dirigiéndose a su lugar de trabajo.
—Oh, por cierto, el café y la gaseosa de tu jefe las puedes pedir en la cafetería sin ninguna especificación, las chicas ya saben perfectamente cómo ayudarte con ello, ¿sabes en dónde están? —Inquirió con interés, mientras la veía empezar a mover las cosas a su conveniencia, la azabache afirmó—. Maravilloso. Hoy tiene una reunión, seguro llegará en media hora más, así que te dejo tranquila para que te familiarices, ¿sí? Estoy por aquí por si necesitas algo, ¿de acuerdo?
—Muchísimas gracias, Mayu, eres muy amable —le respondió Kagome con una voz enternecida mientras la veía avanzar.
Le había dejado la información necesaria para poder empezar y esperaba que fuera de la mejor manera. Tenía que ser así, se había preparado mucho tiempo para eso, había tratado de crecer de forma profesional. Se fijó en la hora y notó que, según lo que la secretaria había dicho, su jefe estaría con ella en pocos minutos, así que, sin más, se dirigió a la cafetería para pedir un café helado… Pensó que un café sería lo más adecuado para un lunes.
—¿Una orden para ti o para… —la joven observó la información en su identificación y supo de quién se trataba— tu jefe?
—Para él —Kagome se sonrojó. Aún no podía llamarlo jefe, quería decir… no la habían contratado, solo era su día de prueba.
—En seguida.
Esperó el café muy poco tiempo. Había varias personas trabajando en la cafetería, se notaba que los encargados del área de costura iban constantemente a pedir un café, se veían bastante dispersos, no parecían estar precisamente estresados en su trabajo; hizo una nota mental sobre el ambiente laboral tan adecuado que manejaba «Jean Piece». Después de un rato de quedarse analizando todo a su alrededor, la joven barista le llamó la atención para entregarle la bebida junto a un par de servilletas, agradeció con una ligera reverencia y regresó a su piso; al pasar de nuevo, le sonrió a Mayu y se dirigió sin más hasta la oficina del señor Taishō. Cuidadosamente se quedó pensando en un lugar adecuado para ubicar la bebida sin que pudiera afectar el espacio del escritorio y que no pueda causar accidentes, estaba tan concentrada, que ignoró lo que parecía ser un hombre bastante enojado hablando al teléfono; cuando se enderezó una vez que colocó el vaso en el lugar que creyó perfecto, divisó por las vidrieras al señor Sesshōmaru con su andar imponente y sin quitarle la mirada de encima, lo siguió lo más que pudo con la vista mientras corría hacia la salida.
Supo que definitivamente algo había ido mal cuando se estrelló contra alguien y al segundo siguiente, notó que algo frío mojaba a ambos.
No podía ser.
—¡Agh, maldita sea! —Exclamó, indignado por lo repentino que había sido todo. Despegó el celular de su oreja y se miró el cuerpo con frustración.
El vaso plástico con gaseosa y hielos todavía rodaba por el piso ahora manchado del negro de la bebida.
—¡Dios, lo siento mucho, señor! —Trató de disculparse sin saber cómo proceder, mientras el hombre frente a ella cortaba de forma brusca y se sacudía la ropa con fastidio.
—Maldita sea, maldita sea —masculló entre dientes y pasó por su lado, dirigiéndose a su escritorio.
Kagome se quedó de piedra y las manos le empezaron a sudar, pero optó por respirar, sacudirse también el uniforme y regresar a él para hacer una reverencia monumental.
—Lo lamen-
Calló cuando le hizo una señal de alto mientras se llevaba el celular de nuevo a la oreja, aparentemente haciendo una llamada importante. Kagome pestañeó un par de veces al notar que aquel rostro se le hacía ligeramente familiar, pero la idea se deshizo rápido cuando lo escuchó hablar, indignado, regresando de forma brusca a la terrible realidad.
Esperen, ¿ese era su jefe? Miró para todos lados de forma disimulada y Sesshōmaru ya no estaba; notó que quien estaba sentado en ese puesto era él y no quien esperaba. ¿En dónde estaba su placa de identificación o gafete? Cerró los ojos, tratando de calmarse.
—Hola, sí —dijo en su llamada, tratando de moderar la voz—. Necesito un cambio de ropa, está en la tintorería, ¿puedes ir por ella…? Sí, sí, es el único traje que hay por ahora, tráelo lo más rápido que puedas. Gracias.
Cuando la llamada se terminó, Kagome supo que sus días ahí también. Aquellos ojos dorados parecidos a los de su entrevistador se posaron sobre ella de manera escalofriante, acentuando el silencio y los nervios dentro de ella. Tragó duro, no sabiendo si abrir o no lo boca, maldiciéndose por dentro por no saber cómo comportarse después de semejante estupidez. Lo escuchó suspirar, era obvio que estaba buscando palabras adecuadas para no sonar como un patán y despedirla antes de que siquiera supiera su nombre.
—Lo siento mucho una vez más, señor —agachó la cabeza, avergonzadísima, quizás más que antes.
—¿Se supone que eres mi nueva asistente? —Preguntó con un deje irónico, luego negó con la cabeza—. Vuelvo de mis vacaciones y me recibe la ruina de mi ropa justo antes de la reunión —se lamentó, volviendo a mirar sus prendas manchadas por la coca cola que estaba llevando. Ni siquiera había mirado bien a la muchacha frente a él y la verdad era que no le importaba demasiado en ese momento—. ¿Sesshōmaru fue quien te entrevistó? —Preguntó un poco distraído mientras se estiraba para prender su computador.
—Sí, señor —le respondió rápido, sus manos habían empezado a sudar—. Francamente, pensé que sería él mi jefe, por eso me distraje al verlo pasar fuera de la oficina y quise salir antes de que él entrara y fue cuando… —bajó la voz antes de repetir el lamentable suceso. Su voz sonaba casi estoica, pero estaba muerta de pena por dentro.
—Ah, aparte no te ha dicho quién sería tu superior —se detuvo un segundo, volviendo a negar y sonriendo—. Es un idiota, siempre hace las cosas mal —comentó en voz baja, aunque fue audible para la joven, quien frunció el ceño. El tiempo siguió corriendo y la azabache no se movió un centímetro, como si esperara algo más. Por su parte, el recién llegado notó el café sobre su escritorio y pudo ver que la chica había estado preparando ese detalle para recibir a quien erróneamente creyó su futuro empleador—. ¿Te vas a quedar ahí todo el día? No te ofendas, pero después de este encuentro, no estás en ventaja… —alzó la vista para verla y trató de enfocar los ojos en el gafete, aunque era imposible leerlo desde ahí.
—Higurashi Kagome —se animó a decir, aunque no supo exactamente por qué. Carraspeó—. Y no, no… no iba a quedarme aquí todo el tiempo, señor —suponía que lo siguiente sería tomar la poca dignidad que le quedaba y marcharse, pero su cuerpo parecía no querer aceptarlo y por eso no se movía.
Justo antes de una nueva intervención, alguien tocó a la puerta. El hombre peli plateado hizo pasar a la joven, quien llevaba una placa dorada en sus manos.
—Lamento la demora, Taishō-sama —hizo una reverencia, hablando rápido—. Hola, Higurashi —le saludó rápido, asombrándola. ¿Ya la conocían por allá? Era imposible—. La placa está lista nuevamente —la colocó en un espacio libre del escritorio y pronto notó el desastre en el director.
Él le hizo una señal para que no lo dijera.
—Gracias. Llame, por favor, a aseo —pronto le hizo un gesto para que se retire. Kagome por fin pudo ver cómo se llamaba aquel hombre que probablemente sería quien iba a proceder a despedirla.
—¿InuYasha?
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Aunque la orden de su jefe había sido que se vaya a conseguir un nuevo uniforme o lo que fuera, no podía evitar mirar a la lavadora dar vueltas con una expresión de decepción en su rostro. Se sentía como una estúpida, una torpe y una ridícula; recordar todo lo que había pasado minutos antes, cómo había actuado, cómo había arruinado la ropa de InuYasha, la terrible interacción que habían tenido… no había cosa que le pareciera mínimamente agradable de todo lo que había vivido, excepto que no la había despedido de forma directa. ¿Quería hacerla sufrir? Se abrazó a sí misma portando la salida de baño que una de las costureras le había prestado hasta que su ropa estuviera seca y planchada, suspiró hondo y volvió a enfocar la vista en la máquina.
Afuera se escuchaba el ir y venir de todos los trabajadores cociendo cada pieza de tela jean para la siguiente colección que tendrían, según lo que había escuchado. Una amable mujer se ofreció a planchar sus prendas apenas estas estuvieron secas y ella, aunque apenada, accedió porque lo necesitaba en serio. Cuando estuvo lista y pudo cambiarse, su ánimo ya no era el mismo; se sentía completamente inútil y le estaba costando mantener el semblante conforme. Caminó por entre las personas y al llegar al lugar de Mayu, se detuvo para saber qué sería de ella por fin. Era obvio que, a ese tiempo, el señor InuYasha estaría en su reunión.
—¿Qué sucedió? —Quería oír la versión de la azabache, porque ya lo sabía perfectamente. Mientras Kagome se cambiaba, Taishō-sama había ido hacia ella para hacerle preguntas sobre la nueva y ella solo pudo dar sus mejores referencias, haciendo notar que Higurashi era una mujer amable y eficiente que había estado pendiente de cada detalle y revisando la información que la antigua asistente había dejado en el computador, preocupada por tomar atención a sus sugerencias y aparentemente buena en su profesión.
—Creo que es hora de irme, ¿no es así? —Inquirió, mirando hacia el piso, suspirando.
—No, en realidad… —Mayu se distrajo un momento en el computador, su compañera pareció no entender—. El señor Taishō dijo que al final del día hablaría contigo, así que debes esperarlo para saber qué decisión ha tomado.
—¿Lo dices en serio? —Sus ojos se iluminaron y fue tomando color en el rostro paulatinamente.
La castaña asintió, volviendo a verla. Kagome le caía bien, parecía la persona más adecuada para ocupar ese puesto.
—Mientras tanto, puedes seguir con tu día de trabajo normalmente, Higurashi, te deseo mucha suerte.
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El resto del día había analizado la información y hecho los apuntes necesarios, además de adaptación de la accesibilidad en la tableta para que se acomodara a sus necesidades como si estuviera segura de que la iban a contratar finalmente. Había salido a almorzar y en ese receso habló con un par de personas, parecía que les caía bien; era un poco extraño que muchos de ellos ya supieran su nombre, suponía que por la castaña y, claro, también se había vuelto «famosa» por regar gaseosa sobre la ropa de un ejecutivo y todavía seguir con los pies sobre la tierra. Las manos habían estado frías todo el tiempo, pero su mente había trabajado lo mejor posible para mantenerla ocupada y concentrada; no volvió a ver a InuYasha en todo el día, según Mayu, después de las vacaciones que había tenido, muchos pendientes le esperaban a su vuelta. La castaña también le había comentado que el señor Taishō había perdido a su anterior secretaria porque ésta se había casado y ahora su marido le había prohibido trabajar, lo cual la había dejado muy desconcertada porque le parecía ridículo que casarse fuera igual a limitarse en la vida.
La tarde estaba cayendo bastante acentuada cuando Sesshōmaru había agradecido a todos en su piso por un día más de trabajo y los despedía a sus hogares. Ella se había quedado ahí, sin saber qué hacer o para dónde ir porque Mayu le había hecho señales para que esperara allí.
—¿Se va a quedar aquí, Higurashi? —Le inquirió el mayor, viéndola con expresión plana y sacando audazmente el apellido del gafete de la muchacha.
—Sí, señor, creo que InuYasha-sama necesita hablar conmigo, pero no estoy muy segura de si venga a esta hora —le dijo con sumo cuidado, cruzando los brazos por delante de su pelvis.
Sesshōmaru iba a decir algo más cuando escuchó que el ascensor traía a alguien más al piso, adivinando que se trataba de su torpe medio hermano.
—Bien —asintió. Él no se había enterado del incidente con la coca cola—. Hasta mañana.
—Hasta mañana, Taishō-sama —le devolvió la despedida, haciendo una reverencia mientras lo veía irse en la dirección en la que InuYasha se encaminaba hacia ella.
Los hermanos se miraron de forma fugaz y no hubo nada que decir; el mayor esperó el ascensor sin volver la vista mientras el menor ponía su atención en la azabache, que lo esperaba sin saber realmente qué, porque le parecía todo, en cierta forma, surrealista. Sea lo que fuere que pasara ese día, tendría mucho que contar a sus allegados. Hizo una reverencia a modo de saludo y no se sentó en ningún momento.
InuYasha suspiró, el día había sido largo y cansado, tenía un montón de cosas que hacer al día siguiente y en casa todavía le esperaba más.
—Bien, Kagome —comenzó a decir. La aludida no esperó a que su nombre se hubiera quedado en la mente del ambarino—, este día ha empezado con el pie izquierdo para ti, así que… ¿qué tienes para mí?
Ella asintió con avidez, enfocándose en sus siguientes movimientos, como si lo hubiera estado esperando.
—He revisado la información que dejó la anterior asistente y también organicé las posibles actividades que podría llevar a cabo mañana —se dispuso a revisar la tableta, sin pensar demasiado, solo dejándose llevar por su impulso de exponer lo eficiente que podía ser, porque de verdad quería el puesto e InuYasha no parecía ser un mal jefe en realidad, así que todas eran ventajas si la oportunidad se daba—, esto, a razón de las fechas en las que se encuentran distribuidas, sin embargo, todavía necesito el reporte de la reunión que tuvo hoy para estar al tanto de sus actualizaciones, Taishō-sama, ya que…
Mientras la muchacha seguía hablando, él no pudo evitar recobrar la duda que le había quedado desde la mañana por saber que el apellido de esa muchacha era conocido para él, pero sabía que no la conocía a ella de nada, era la primera vez que la veía. Parecía una mujer vivaz y profesional, su forma de expresarse daba a notar que se podía confiar en su criterio, además de que, aunque era muy respetuosa y parecía medir todo lo que decía, notaba que no era alguien que podría quedarse callada ante una desacuerdo o ser una simple asistente servicial que más pudiera parecer un robot que una persona que interactúa y reacciona; notaba que era detallista, lo había percibido desde el café y admitía que sus preguntas a Mayu habían sido más bien para confirmar que sus intenciones de darle una oportunidad a pesar del incidente eran correctas, lo cual pareció ser muy acertado ya que no solo había obtenido buenas referencias, sino que ella las estaba demostrando ahí con creces. Kagome era la mujer que estaba buscando cuando ese puesto se creó en JP.
»—¿Señor? —Le llamó la atención, notando que el ambarino se había quedado callado como si de pronto se hubiera perdido en sus pensamientos.
Ese rostro se le hacía conocido, estaba segura de que antes lo había visto.
—Estás contratada —le dijo, después de salir del trance, para mirarla con determinación. Quizás se estaba arriesgando, pero necesitaba una asistente a la velocidad de la luz.
Kagome se atragantó con sus ganas de llorar inmediatas ante la emoción que le causó aquello. Casi no podía creerlo, pero no iba preguntar si era en serio, porque en el rostro de su —ahora sí— jefe, se notaba perfectamente que era verdad.
—Muchas gracias por esta oportunidad —hizo un ligero movimiento de cabeza y sonrió, intentando seguir regulando su emoción. Sentía que se había contenido mucho para estar a la altura de la empresa y había valido la pena, aunque resultara un poco agotador.
—Busco lo que mejor le hace a mi empresa —le respondió, también dedicándole una ligera sonrisa profesional; le había hecho cierta gracia su forma de contener los gritos internos que se miraban en sus expresiones—. Así que… —se hizo a un lado, como si le cediera el paso—, ¿hora de irse a casa?
—Sí, claro —captó inmediatamente la invitación, tomó sus cosas y caminó junto a él hacia el ascensor.
Durante el trayecto ninguno de los dos dijo algo; Kagome iba metida en sus emociones, contando el tiempo para llegar a casa y contárselo a todos mientras que InuYasha volvía a su mundo con problemas personales, aun así, el silencio no fue incómodo, ya que ambos estaban más bien ocupados. Cuando escucharon el sonido del elevador indicar que las puertas se abrían, ambos se dispusieron a salir, chocando en el acto y trayéndolos de nuevo a la realidad.
—Lo lamento —se disculpó ella, con voz tímida y sonriendo nerviosamente por instinto.
—No te preocupes, Higurashi —le devolvió, con voz amable y dándole el paso. Kagome anduvo rápido y pudieron salir sin ningún percance—. Hasta mañana, Yamada y Shina, gracias por su día de trabajo.
Kagome notó cómo el ambarino sabía el nombre de muchos de sus colaboradores y aquello la hizo sentir extrañamente reconfortada… Lo correcto era eso, que todos sintieran que son importantes para la organización, pero verlo era casi imposible en la práctica, así que tener la oportunidad de presenciarlo y en una empresa tan grande, era francamente conmovedor. Ella también se despidió de ellos, quienes le respondieron con el mismo ánimo. En ningún momento InuYasha había dejado de caminar a su lado.
—Muchas gracias de nuevo por la oportunidad, Taishō-sama—repitió, un poco más relajada, sintiendo la brisa de la tarde darle en la cara. Se habían detenido justo frente al edificio, ya que cada uno tomaba rumbos diferentes ahí.
—Creo que hiciste lo necesario para ganarte el puesto y si el amargado de Sesshōmaru estuvo conforme contigo, algo muy bueno debes de tener —se atrevió a bromear con lo de su hermano, arrancándole unas risas a la azabache. Pensó que sería más confortante si al llegar a casa el ambiente se siguiera sintiendo así, menos tenso.
—Yo creo que puedo hacer algo importante por ustedes, así que pienso que fue buena elección por parte de ambos —respondió, sintiendo que eso tal vez habría sonado egocéntrico, pero no vio una reacción negativa en él. Satō había tenido la amabilidad de mostrarle el organigrama y explicarle la relación de los socios ese mismo día, también un par de chismes sobre las riñas entre los hermanos Taishō.
—Espero que así sea.
—Hasta mañana entonces, Taishō-sama —hizo una nueva reverencia, sin dejar de sonreír.
—Oye, dime InuYasha, está bien —ladeó un poco el rostro. No estaba acostumbrado a esas mierdas de excesivos formalismos… escuchar Taishō-sama de la mayoría de colaboradores era suficiente tortura cuando estaba fuera de la oficina, pero no podía ser igual con quien podría ser su mano derecha—, serás mi colega ahora —hizo una señal con el dedo índice y ella volvió sonreír ampliamente—. ¿Yo puedo llamarte Kagome o prefieres Higurashi?
—Sí, está bien por mi apellido o nombre de pila, lo que prefiera, Tai-, digo —se rectificó de inmediato—, InuYasha.
El aludido volvió a dedicarle un gesto conforme y asintió, como dando por finalizada esa pequeña charla que les estaba ayudando a familiarizarse un poco uno con el otro. Taishō suspiró antes de volver a mirarla y, casi sin pensarlo, llevó sus dedos índice y medio de la mano derecha hasta la frente para hacer un característico gesto de despedida que a Kagome casi le heló la sangre.
—Arrivederci —terminó por decir y sin más, dispuso su camino hacia el estacionamiento.
Higurashi se quedó ahí, con la boca semiabierta y la garganta seca, encontrando entre sus recuerdos, la razón exacta por la que ese rostro masculino se le había hecho tan familiar desde el principio.
Y el corazón casi se le salió por la boca.
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Pfff, me gustaría decir que este fic es uno de los que debo, pero no, la verdad es que Rasgo femenino es de mis fics más pensados en 2022. Espero que me vaya bien con este proyecto —quiero decir, que me sienta contenta con su desarrollo, que me parezca una idea estructurada mejor que mis proyectos anteriores, que sienta que he mejorado—, aunque está resultando un poco difícil escribirlo. Tengo muchos nervios, no les voy a negar que siento que este inicio ha sido un poco mmmm, raro, pero prometo que fluirá con el paso de los capítulos, de la misma forma que Kagome fluye y no trata de "estar a la altura". Le he hecho unas diez modificaciones a este capítulo, AYUDA.
Este primer capítulo está inspirado en un fic que leí hace montones y no me acuerdo ni el nombre, pero en el primer día, Kagome tenía un accidente similar con InuYasha, aunque se resolvía al instante, acá me inspiré de él para dar paso a este caótico día de la azabache y la revelación de que InuYasha no es alguien precisamente nuevo en su vida. ¡Veremos qué pasa después!
Si alguien se anima a acompañarme en esta aventura, les quedaría muy agradecida.
Nos leemos.
