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"Después de que por fin había terminado sus tareas de la escuela, su papá le había dicho que ahora sí podría salir a jugar con sus hermanos, así que ahí estaba, corriendo a como las piernas le daban hasta encontrar el terreno baldío en donde sus mejores aventuras tenían lugar cada semana. Cuando se presentó por fin, sus amigos estaban alrededor de alguien que parecía ser nuevo.

—¿Te gustaría jugar con nosotros? —Escuchó inquirir a su hermano mayor mientras el nuevo solo los observaba con una expresión de pocos amigos. El resto estaba expectante.

Jamás lo había visto y podía asegurar, por la forma en la que Miroku le hablaba, que era algún recién llegado al barrio. Notó que tenía el cabello largo y plateado, lo cual llamó su atención de inmediato, pero mucho más cuando notó los ojos dorados del niño. Abrió ligeramente la boca, pero al instante se puso alerta, como siempre que conocía a alguien nuevo. El extraño sería unos dos años mayor, posiblemente, pero parecía ser un niño de pocos amigos. Seguía ahí parado con los brazos cruzados delante del pecho y la boca fruncida.

—Está bien, juguemos —respondió finalmente y aunque parecía imposible, había notado ya su presencia ahí porque alzó los ojos y se encontró con los suyos directamente.

Y le sonrió"

Había dicho que le gustaba que le dijeran «Yasha», simplemente así, y por mucho tiempo todos se dirigieron a él por el mismo apodo. Se habían ido acercando con el pasar de las semanas, parecía que, de alguna forma, con sus carácteres tan fuertes y casi a la defensiva, habían logrado hacer algo así como un clic. Obviamente, sus hermanos se habían dado cuenta y, protectores como solo ellos, se hicieron notar con su cercanía y constante vigilancia. Sonrió al recordarlo; parecía que incluso cuando ella era un niño, seguían protegiendo su integridad como si fuera una niña. Su amistad con Yasha era solo eso, una relación cercana y fraterna que habían entablado porque tenían gustos en común, simplemente se entendían mejor que el resto del grupo. Con el tiempo descubrieron muchas cosas el uno del otro, aunque a su manera, ya que eran solo niños… Lo único que Kagome siempre tuvo claro es que era un niño y no le iba a decir a nadie lo contrario.

Ni siquiera a InuYasha.

Ni siquiera cuando se fue de la ciudad y nunca más volvió a saber de él.

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Japón se movía con intensidad. La productividad en el sector textil jean estaba tomando cada vez más fuerza y era increíble cómo la alta costura podía mezclarse con ese tipo de tela. De la misma forma, el primer mes de trabajo en Jean Piece había supuesto un gran reto para Kagome, quien simplemente había tenido que adaptarse como más había podido para sacar toda su eficiencia a flote y ajustarse al ritmo tan constante y pesado que tenía su jefe, especialmente cuando en esa temporada, la demanda había subido no solo dentro del país, sino que se había proyectado en el mercado extranjero, especialmente en Europa.

InuYasha era un hombre inteligente, de carácter recto, pero tenía un buen corazón y sus momentos de «flexibilidad» —que era como la azabache los había bautizado—, sin embargo, seguirle el paso y amoldarse a ese estilo de trabajo tan fluido hasta que se hiciera natural, le había sacado un par de dolores de cabeza.

Aun así, Kagome era una mujer que estaba segura de sus capacidades y se decía cada día frente al espejo que podía con todo. Sus partes favoritas, sin duda, eran cuando analizaban juntos las estrategias de marketing y coordinaban los resultados de estas con el área de ventas; InuYasha, con ese andar tan marcado desde que lo conocía, utilizaba una pequeña pelotita de hule roja que tiraba y recibía cada vez que lanzaban una idea. Por un lado, ella sentada en el mullido mueble a un extremo de la oficina y utilizando su tableta; por otro, Taishō recostado en el filo de su escritorio con la pierna derecha reposando sobre la izquierda, el brazo izquierdo sosteniendo el codo derecho que se encargaba de impulsar la esfera y pensar. Eso también pasaba con los reportes que tenía que hacerle cuando estaban un poco más holgados de trabajo, que no había sido muy seguido, pero parecían más un momento de recreación que trabajo como tal. El ambiente laboral de JP era el mejor que había conocido jamás y tenían buena química al trabajar, hacían un equipo interesante y productivo, lo que hacía la convivencia bastante más agradable de lo que había esperado después de su extraño y desastroso primer día.

Algo que le llamaba mucho la atención era que, entre tanto, podía darse cuenta de que aquel niño que había conocido cuando tenía nueve años se había convertido en el hombre que veía cada día. Le daba nostalgia observarlo como si no pudiera acercarse para contarle que habían sido amigos alguna vez, pero también se sentía extraño e increíble al mismo tiempo. No había cambiado en muchas cosas, pero era obvio que esos dieciocho años no habían pasado en vano. Notaba que a veces venía un poco estresado de su casa y otras hablaba con alguien por teléfono un poco alterado, pero jamás se había atrevido a preguntarle, no le parecía nada adecuado. La verdad era que no conocía muchos detalles de la vida íntima actual de su jefe, es más, no sabía nada más que su nombre, su correo electrónico del trabajo, un par de anécdotas profesionales que le había contado, sus bebidas favoritas, lo que habían compartido cuando eran niños y su inconfundible despedida acompañada del gesto con los dedos en la frente mientras decía el icónico arrivederci. Oh, y la confianza de que le había dicho que lo llame por su nombre de pila. Le daba la sensación de que, quizás en algún lugar de su cerebro, InuYasha había reconocido algo familiar en ella.

Pero suponía que así se iba a quedar, en ideas de su subconsciente.

Kagome se tiró en la cama, suspirando hondo por lo bien que siempre le caía un buen baño calientito. Abrió los brazos y los dejó descansar extendidos sobre el colchón, escuchando cómo la lima pasaba por las hermosas uñas de su compañera. Los fines de semana de relajación eran siempre gratos y un ritual desde que se habían conocido, siete años atrás.

—Quiero decir —hizo una ligera pausa antes de admirar lo bien que habían quedado—, ya ha pasado un mes, Kagome, deberías decírselo —le sugirió como por décima vez desde que se había enterado de semejante bomba y luego alzó sus castaños ojos para encontrarse con el cuerpo en reposo de la azabache.

La aludida respondió moviendo la cabeza de forma negativa y volviendo a suspirar. Había más de una razón por la que no quería decirle a InuYasha que ella era ese niño que había sido su mejor amigo por una temporada en su ciudad natal, pero en especial confesarle que solo después de su partida, se había dado cuenta, a sus diez años, que sus sentimientos por aquel niño de ojos dorados eran diferentes a todo lo que había sentido antes, y solo después de unos pocos años, había podido identificarlo como el tan enigmático y emocional primer amor.

—No, Sango, yo creo que-

No pudo seguir hablando porque el celular vibrando sobre la mesita de noche la interrumpió. La joven castaña siguió limando sus uñas mientras, fingiendo distracción, atendía segundo a segundo la llamada de su mejor amiga.

¿Cómo está mi nena? —Escuchó la voz masculina por el auricular y puso los ojos en blanco, en cambio, Kagome sonrió suavemente.

—Hola, Ko —empezó a juguetear con sus dedos índice y medio mientras se preparaba para una charla llena de halagos como estaba ya acostumbrada cada vez que su novio la llamaba—, ¿cómo va todo por allá?

Mientras la conversación fluía, Sango suspiraba lo más imperceptiblemente posible, ya que no quería sonar molesta, pero no podía evitar ponerse así cada vez que estaba en presencia o escuchaba siquiera la voz del muchacho. No era secreto para nadie que ella no tenía una especial simpatía por él, pero estaba haciendo lo posible por no incomodar a Kagome, quien solo intentaba ser feliz después de sus caídas anteriores.

¿Cómo va el trabajo en…? ¿Cómo dijiste que se llamaba la empresa? —Tanaca hizo una mueca de estupefacción ante la pregunta y luego arrugó las cejas, indignada.

—Es Jean Piece —pero la azabache no pareció procesarlo del mismo modo y soltando una ligera risita, continuó—: deberás apuntártelo en el refrigerador.

Lo siento, cariño, estoy muy despistado estos días.

La joven castaña volvió a hacer muecas mudas mientras imitaba la voz estúpida del novio de su amiga en tono bajo, moviendo la cabeza de un lado para otro y por último, poniendo los ojos en blanco. Para cuando la llamada estuvo a punto de terminar, ella se sentía completamente asqueada.

—Cuídate, te estaré esperando —concentrada en el móvil, Kagome apenas se sentó sobre la cama—. Adiós, te quiero.

Al final, se estiró para volver a dejar el celular en donde lo había agarrado antes y suspiró, sin borrar esa sonrisita que no sabía muy bien si era de simple satisfacción, alegría, costumbre o solo… no podía describirla, pero no parecía ser de un sentimiento muy fuerte en específico, sin embargo, no dejaba de ser una sonrisa.

—¿En serio, Kagome? —El turno favorito de Tanaca era ese, siempre que podía hacerlo—. ¿Un mes y todavía no se le graba el lugar en donde trabajas?

Aunque era claro para Kagome que su amiga tenía razón, no hizo más que encogerse de hombros y pensar que quizás estaba exagerando. Kōga era un hombre ocupado, se movía constantemente y sus últimos viajes habían sido seguidos, no se habían visto en semanas y no podía culparlo exactamente por no grabarse un detalle tan tonto como ese.

—Solo está estresado —soltó entonces, como resultado de sus cavilaciones—, él también tiene mucho trabajo y… —pestañeó un par de veces seguidas ante la mirada reprobatoria de su compañera que por años había sido su roomie— al menos se preocupa por estar seguro de en dónde trabajo.

—¿Sabes qué? —Negó con la cabeza para zanjar el tema—. Mejor te pinto las uñas, ven.

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No tenía idea de que la empresa tuviera su propia bodega solo para documentos antiguos, copias de proyectos de instituciones externas, auditorías, incluso fotos; cualquier documentación que tuviera que ser estrictamente impresa estaba archivada y ordenada en ese cuarto. No pudo evitar darle una vista concentrada a todo para grabarse su orden y así ser más eficiente la próxima vez que tuviera que ir por algo. Su jefe le había dicho que por favor consiguiera un folder específico del año 2012 cuyo nombre repetía en su cabeza una y otra vez para no olvidarlo… todavía se ponía un poco nerviosa en ciertas ocasiones antes de apoderarse por completo de su puesto de trabajo, pero debía admitir que ahí le había costado mucho menos. Pasó los dedos por la repisa, leyendo con cuidado las etiquetas.

InuYasha lo hacía fácil para todos…

Seguramente había tardado más de lo que debía, así que se apresuró en encontrar el pedido, mordiéndose los labios por la presión que ella misma se había impuesto. Una semana más de trabajo, no podía creer cómo volaba el tiempo. Se encontraba en los archivadores que Satō le había indicado antes de dejarla sola entre esas cuatro paredes. Cuando alzó la vista, notó que el objetivo de su búsqueda estaba ahí, pero parecía demasiado alto para ella, incluso usando tacones. Miró para todos lados buscando una escalera, pero no encontró nada; maldijo mil veces en su mente el hecho de tener que seguir utilizando la falda de ese uniforme con la que tanto le costaba dar pasos largos y suspiró hondo antes de intentar estirarse lo más que podía para finalmente mover con las uñas el montón de carpetas y atraer la que realmente le interesaba. Cerró los ojos como para tratar de concentrarse hasta que sus dedos apresaron la pasta dura y fue arrastrando el cartapacio hasta el filo de la percha.

El sonido de la puerta abriéndose la puso tan alerta, que no coordinó sus movimientos y lo siguiente que sintió fueron al menos cinco de esas carpetas cargadas de papeles caerle encima, golpeando violentamente su cabeza y hasta raspando su frente con los filos recubiertos de aluminio. Trató de cubrirse con las manos, pero el daño estaba hecho y no se veía nada bien.

—¡Higurashi!

InuYasha, quien había decidido ir a por la carpeta, suponiendo que tal vez era demasiado pronto para esperar que su asistente conociera toda la empresa, corrió inmediatamente hasta ella para ayudarla, con una extraña angustia en el pecho después de no haberse perdido detalles de ese accidente que pasó demasiado rápido para su gusto.

—Dios… —gimoteó, tocándose la frente y apretando los ojos. El dolor comenzaba a hacerse insoportable y punzante, como si el cuerpo estuviera digiriendo el golpe de manera tardía.

—Por Dios, Higurashi, ¿cómo te sientes? —De forma delicada, la tomó entre los brazos para ayudarla a levantarse y escaneó su cara para corroborar los daños que se había hecho, sintiendo que la respiración se le aceleraba con cada segundo que pasaba—. Vamos, tenemos que ir a la enfermería —le dijo, decidido, barriendo con los pies los documentos esparcidos y haciéndose camino entre ellos.

—No, no, InuYasha —volvió a quejarse, sintiendo un ligero mareo; ni siquiera estaba muy consciente de que su jefe la estaba teniendo de pie—, lo siento, no pude cumplir con la tarea que me asignó, yo…

—No digas tonterías —lo escuchó decir con tono severo, aunque lo oía más lejos cada vez—. Yo mismo te llevaré.

InuYasha miró para todos lados, cual gato analizando su entorno antes de saltar de grandes alturas y después de suspirar, la tomó estilo nupcial y sin opción a reclamos, salió de la bodega con ligereza.

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Durante todo el tiempo en que la doctora de la enfermería de la empresa había atendido a la azabache diciéndole que se quedara tranquila mientras la pastilla actuaba y analizaba cómo evolucionaba el dolor, InuYasha se había quedado ahí, observándola fijamente y en silencio, después de dar su testimonio de cómo había pasado el accidente, claro y llenando los datos en la ficha que el jefe de recursos humanos le había pasado, como un reporte para corregir el sistema de seguridad en la organización. Se dio cuenta de que quizás se había quedado ahí más de lo normal y lo supo porque cuando todo se quedó en silencio, la joven regresó lentamente la vista hacia él, como con cautela, y al notar que no dejó de verla un segundo, quitó rápidamente su atención de él, sonrojándose ligeramente por la vergüenza que le había causado su incesante escudriño.

Taishō suspiró entonces, bajando la vista y moviendo los pies sobre el piso, tronando sus dedos y afirmando los brazos contra sus piernas; de alguna forma se sentía culpable por lo que había sucedido, pero la verdad es que no era solo por eso que se había quedado ahí todo el tiempo. Desde el primer día en que vio a Kagome, notó que en ella había algo que se le hacía extrañamente familiar y aquella idea se reforzó aún más cuando vio su apellido, pero haciendo memoria, no recordaba que algún Higurashi que hubiera conocido entrara en el perfil de la chica y, francamente, su vida personal y laboral estaba muy hasta el tope como para detenerse a preguntarle sobre la vida privada a su asistente, que además le parecía una imprudencia, tomando en cuenta que tenían una dinámica laboral impecable y le hacía mucho ruido pensar en ponerla tensa con preguntas que podrían llegar a ser, incluso, incómodas.

Sin embargo, pese a todos esos antecedentes, aquella tarde parecía haberse propiciado la oportunidad perfecta para detenerse a observarla un poco más de cerca y notar cómo su mente seguía reconociéndola como alguien extremadamente cercano, como si tuviera en la punta de la lengua a la persona a la que le recordaba, pero sin poder realmente decirlo en voz alta.

—InuYasha.

—Kagome.

Ambos se quedaron un segundo en silencio después de notar que se llamaron al mismo tiempo y sonrieron luego, ligeramente divertidos por la coincidencia.

—Adelante, jefe, dígame —le dio pase, sin quitar la sonrisa y sosteniendo la bolsa con hielos sobre la frente. Aunque ya se había acostumbrado, todavía le causaba cierto nerviosismo tenerlo tan cerca y no atreverse a decirle nada, observar el hombre en el que se había convertido y compararlo de inmediato con el niño que había amado tanto.

El corazón pareció acelerarse un poco. Apretó los dedos de los pies.

—No, por favor- —por otro lado, Taishō se negó en un acto de caballerosidad que obviamente no fue con mala intención, pero notó en la expresión de su compañera que no era necesario que hablara ella primero solo por ser mujer. Suspiró—. Quería pedirte disculpas, Higurashi —se animó a proseguir, con un tono de culpabilidad muy marcado—. Con normalidad, el porcentaje de incidentes laborales en JP en bastante bajo —explicó, ya con bases más técnicas y que involucraban directamente a su organización—, mejoramos nuestro sistema de salud y seguridad en la empresa cada año y corregimos los errores para evitar daños tan terribles —se tomó un segundo para volver a respirar hondo y le hizo un gesto con la mano que apuntaba a sus heridas— como este.

Si había algo que Kagome había apreciado y admirado desde el principio sobre JP era su nivel de sanidad laboral, lo mucho que realmente apreciaban y se preocupaban por sus colaboradores, ¡es que era palpable! Sin embargo, aquello no era lo único que le causaba ese extraño sentimiento de orgullo, sino también él, InuYasha: era distinto a los otros ejecutivos, parecía ser más empático que su medio hermano Sesshōmaru —quien, aunque era un jefe decente, no parecía muy amigable y hablaba un noventa por ciento menos que InuYasha—, realmente era casi como «el jefe del pueblo». Sin darse cuenta, había estado sonriendo todo el tiempo, no lo podía evitar.

—Comprendo, aunque sigo pensando que mi torpeza no es precisamente un factor determinante para establecer un peligro real para todos —se imputó y el platinado negó con la cabeza.

—Claro que es un factor determinante y se usará lo mejor posible —terminó por decirle y pronto se instaló un nuevo silencio después de que Kagome decidiera no protestar más ante esa afirmación—. ¿Qué querías decirme antes?

—Oh —al instante, la azabache se quedó callada, analizando si era correcto hacer el pedido o sería demasiado abuso de su parte.

—¿Higurashi?

Ante el nuevo llamado, la aludida quitó la mano del hielo y respiró profundamente.

—Quizás este accidente no solo se debe a mi torpeza, jefe —comenzó a explicar y él la observó con atención, frunciendo las cejas—, sino también a que siento que la parte inferior de mi uniforme me obstaculiza mucho movimiento, ya que solo puedo dar pasos cortos con la falda —se tocó el pedazo de tela y giró el rostro para verlo directamente a los ojos—. Me gustaría saber si es posible cambiar la falda por un pantalón. Los gastos correrían por mi cuenta —se adelantó a decir antes de recibir una negativa, tomando en cuenta que InuYasha había empezado a mover la cabeza de un lado a otro.

—No, de ninguna manera —Higurashi bajó la vista, asintiendo y en señal de que aceptaba el rechazo a su propuesta—, no tienes por qué pagar nada, la empresa no tiene ninguna política que obligue a los empleados a usar pantalones o faldas según su género, solo deben portar el uniforme.

—¿Lo dice en serio? —Le inquirió con un tono emocionado que casi la hace levantarse de la camilla. Sus ojos se iluminaron como un par de luceros y no pudo evitar volver a sonreír, pero esta vez de una forma más genuina que se notó en verdad.

—Sí, pero no te levantes —InuYasha hizo un ademán para que se quedara en su posición—. Si necesitas hacer un cambio, ve con Satō para que te ayude con una solicitud de las prendas que requieras y que te tomen las medidas para que te las confeccionen lo más pronto posible —le dio la indicación con toda la naturalidad del mundo, completamente seguro de lo que decía y evidentemente más liberado de culpa, porque esa conversación que parecía tan simple, le estaba dejando una sensación de resolución inmediata, no había cabos sueltos, su asistente parecía conforme con la solución que le brindó y, además, estaba siendo atendida como era debido, era perfecto.

Cuando Kagome quiso decir algo más, la doctora apareció de nuevo por la habitación, saludándolos de nueva cuenta con mucho respeto.

—Higurashi, parece que se encuentra mejor —le comentó con una sonrisa, notando el evidente cambio en el humor de su paciente.

—Sí, doctora, me siento bastante mejor.

—Bien, yo tengo que retirarme a seguir con el trabajo —Taishō sintió que su presencia ahí ya estaba de más, así que simplemente se puso de pie, notando también que todo estaba saldado allí. Sin pensarlo demasiado, giró para Kagome y llevó sus dedos índice y medio hasta la frente—. Arrivederci, Higurashi.

Kagome volvió a sonreír, esta vez, sintiendo algo cálido dentro de su pecho por los recuerdos que se removían cada vez que él hacía eso.

"—Quiero decir, ya ha pasado un mes, Kagome, deberías decírselo".

Y aunque las palabras de Sango resonaron en su mente como si estuvieran empujándola hacia un barranco, no pudo hacer más que devolverle el gesto desde su posición, con una expresión que intentaba dejar de lado sus pensamientos y trataba de concentrarse por completo en la realidad.

No, todavía no estaba lista para hacerlo.

Arrivederci, InuYasha.

»


Me ha costado como un mes y medio escribir este capítulo, pero me alegra saber que lo he hecho cada vez que he tenido ganas de escribirlo y me he tomado un tiempo para construirlo como he querido. No puedo soltar todo de una vez y las cosas deben tomarse su tiempo no solo para enamorarse, sino para desvelar sus vidas, todo lo que ha pasado durante estos dieciocho años que no se han visto.

"Slow burn" se llama esta técnica, así que, como siempre pasa con mis historias, hay que tener paciencia.

AAAAAAAAAAAAAAAAAH, NO PUEDO CREER QUE EL FIC HAYA TENIDO ESTE RECIBIMIENTOOOOO. Definitivamente, son las mejores. Quiero agradecer de todo corazón a cada una de ustedes por sus comentarios, por la expectativa que tienen aquí, por compartirme en sus paginas y tomarse el tiempo de regalarme un follow y un favorito, no saben cuánto me impresionó publicar y regresar después de horas para ver que más de una persona ya estaba interesada en esto. Gracias, en serio, gracias por valorar de esta forma cada cosa que hago, las llevo en mi corazón.

Un saludo enorme a:

Rosa Taisho

Valentinehigurashi

Carli89

Fuentes Rodriguez

Kayla Lynnet

Marlenis Samudio

Karii Taisho

MegoKa

Annie Perez

Rocio K. Echeverria

Benani0125

Gracias por sus halagos, por todo ese amor que me demostraron con sus hermosos reviews, LLORO. Nos leemos pronto, espero saber qué opinan de los pequeños detalles en estos dos. Pronto se irán desvelando los detalles, por lo pronto creo que ya tienen claro que la palabra "niño" en el summary, no es un error.

Un beso, diosas.