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"—¿Por qué siempre dices "arrivederci"? —Mientras lanzaba una piedrita a la fuente de agua inactiva frente a ellos, inquiría de forma casual. Les gustaba hacer eso, era su actividad favorita.

Su compañero imitó la acción y ambos vieron el agua hacer ondas por el peso de la roca. Por algunos segundos, nadie dijo absolutamente nada. El ambarino analizaba la pregunta: nunca se la había hecho ninguna persona y la verdad era que su respuesta no tenía demasiada ciencia, así que solo se encogió de hombros.

—¿Conoces a alguien más a tu alrededor que se despida igual que yo? —Miró a su lado para encontrar la mirada chocolate buscando alguna reacción. Omitía el detalle de que lo había escuchado mil veces de su abuelo y por eso lo había adoptado, porque se oía diferente y eso le gustaba. Diferente tal y como lo era él con su cabello platinado y ojos dorados.

Gume sonrió y negó con la cabeza, pensando en que aquella era la respuesta más genial que había escuchado jamás. Aunque debía esperárselo del nuevo.

»—Pues ahí tienes la respuesta.

Ambos volvieron a su tarea de lanzar piedras y escuchar cómo sonaban al chocar contra la masa de agua, completamente embelesados con ese simple juego."

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Había pasado un millón de veces el cepillo por su cabello hasta que lo sintió completamente ordenado y sedoso, así que dejó el peine sobre su cómoda y se miró al espejo, esperando que le devolviera un buen resultado, pero no fue exactamente así. Se miró de un lado a otro y después de poco se recogió los largos mechones hasta simular que tenía un corte bastante marcado. Luego de verse un rato y fantasear, suspiró con decepción, soltando sus hebras y dejándolas caer por la espalda. Tener en cabello tan largo a veces le resultaba simplemente asfixiante, pero al parecer también añadía un atractivo femenino muy fuerte en ella, por lo que cada vez que tenía esas ganas de cortarlo, se recordaba porqué lo había dejado crecer desde los diez años.

Los segundos siguieron pasando mientras ella se quedaba ahí, en silencio, únicamente pensando en cosas concretas sobre sí misma, sobre su trabajo, sobre su cambio de uniforme, sobre InuYasha… Otra semana había iniciado después de que había tenido ese accidente y las palabras de Sango le martillaban cada día recordándole que ya era hora de que le dijera la verdad a su jefe, aunque seguía negándose; no quería ponerlo incómodo, no sabía cómo iba a reaccionar, pero tal y como avanzaba el tiempo, su anhelo de ser un poco más cercana con él se iba haciendo más grande. Era como no ver a un familiar en años y cuando lo tienes cerca no puedes decirle que eres tú, que son cercanos y que pueden volver a compartir después de toda una vida sin verse. Pensar en ese nuevo conflicto ahora le causaba tristeza, lo que significaba que sus sentimientos habían empezado a desarrollarse y ya le importaba y afectaba más el no decirlo, como que sin darse cuenta su mente resentía la represión de no poder ser completamente sincera con InuYasha, que mientras más pasaba el tiempo, más raro parecía soltarlo de repente.

¿Y si no le creía? ¿Y si la echaba después? No sólo estaba en riesgo su relación cordial con él, sino su trabajo, que le importaba demasiado y que necesitaba de verdad. Además, se había quedado un poco pensativa ese día y él ya le había preguntado si todo estaba bien, así que solo era cuestión de tiempo para que ella misma no lo soportara y terminara diciendo cualquier cosa. En el fondo, seguía siendo muy impulsiva, aunque intentara moderarlo por su trabajo y relaciones laborales; se movía en un entorno lleno de empresarios y gente adinerada que apreciaban mucho "la discreción, prudencia y el buen recato" que socialmente se atribuía a las mujeres.

Negó con la cabeza y decidió que era mejor dejar de comerse la mente con ese tema por el momento, así que se levantó para ir a su cama y desde ahí, más cómoda, marcarle a su padre para saber cómo estaba.

—Hola, papá, ¿cómo sigues? —Inquirió con una sonrisa, haciendo círculos en el colchón. Le gustaba siempre hacer cualquier figura en cualquier superficie.

¡Hija! —Lo escuchó saludar, más animado. Su padre sufría de presión alta y la semana anterior había estado un poco delicado de salud, ella había estado a punto de pedir permiso en JP para ir a visitarlo incluso sabiendo que estaba siendo atendido, pero él se negó diciéndole que estaba bien y que no quería que perdiera días de trabajo por eso; ahora se escuchaba bastante y recuperado y era notorio el cambio entre la llamada de ese día y del anterior—. Me alegro mucho por que llames, yo estoy bien.

Kagome volvió a sonreír, con el corazón pareciendo más ligero después de eso, palpitando con más claridad; su papá había conocido a InuYasha cuando eran unos niños, ¿se acordaría de él todavía? Lo dudaba, pero su mente no pudo evitar volver a esos años felices de infancia. Suspiró antes de volver a responder.

—Me alegro, espero verlos pronto.

También yo, hija —le respondió con un tono cariñoso—. Quien no está muy bien es tu hermano Miroku —le informó entonces, con voz dudosa.

La azabache se enderezó sobre la cama y arrugó las cejas, activando las alarmas.

—¿Qué pasa con él?

Yara le pidió el divorcio.

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Ni siquiera se asomó por la mirilla para comprobar que no fuera alguien queriendo asaltarla, solo se limitó a extender la mano para abrir, con la noticia de su hermano dándole vueltas en la cabeza; cuatro años de matrimonio se habían ido a la basura y ahora Miroku tal vez se sentía horrible, en especial porque antes le había dicho que le habría gustado tener hijos y demás…

—¡Sorpresa! —Sus divagaciones terminaron apenas la voz animada de s u pareja se dejó escuchar, emocionada. Traía un par de bolsas en las manos que, adivinaba ella, eran comida.

—¡Kōga! —Sin poder evitar la emoción, se lanzó a él para darle un abrazo e inmediatamente invitarlo a pasar—. ¿Cómo estuvo el viaje? —Inquirió desde su lugar mientras cerraba la puerta. Como era de costumbre cada vez que llegaba sin avisar, se sentía ligeramente avergonzada por solo ir con una camisa de algodón oversize y unos shorts holgados, pero esa vez no iba a comentar nada sobre lo evidente.

Ella era así y además, estaba en su casa, no pasaba nada. Así mismo Kōga se había enamorado de ella, así que no tenía nada que reprocharle.

Su pareja, por otro lado, suspiró antes de responder, casi cambiando la expresión por una tensa, pero dejándola al instante—. Bien, bien, amor, sabes que siempre me va bien —colocó las bolsas sobre la mesa del comedor, evadiendo así el tema—. Traje comida china, tu favorita.

A Kagome le brillaron los ojos apenas lo escuchó y aunque ni siquiera lo pensó, a su mente llegó el recuerdo de la última vez que su jefe le había pedido el almuerzo porque se quedaron a trabajar forzosamente en ese horario.

"—¿Comida china? —Escaneó el repostero y la panza le hizo ruiditos al reconocer la magnificencia de los alimentos. Los ojos le estaban brillando, pero no se atrevía siquiera a tocarla. Ella jamás había especificado nada, solo había dicho que podría comer realmente cualquier cosa en ese momento, así que le delegaba la elección a su superior.

—Sí, ¿está mal? —Inquirió InuYasha, despreocupado, descubriendo su comida y preparando los palillos. Sesshōmaru odiaba que comieran en la oficina, pero a él le importaba muy poco si es que tenía que hacerlo—. Escuché sin querer cuando le comentaste a Satō que amabas la comida china.

La aludida pestañeó un par de veces, sintiendo ligeros hincones en las manos por la emoción que la estaba embargando; sonrió después de unos segundos… Tan atento a los detalles como siempre; definitivamente, había cosas que nunca cambiaban.

—Sí, jefe, así es. Muchas gracias…"

Bueno, estaba claro que, Kōga, después de años de relación, lo recordaría.

—Gracias. ¿Quieres comer ya? —Le ofreció entonces, saliendo del trance.

Kōga dejó de sacar los recipientes y le sonrió, viéndola a los castaños ojos tan expresivos que amaba. Hizo un gesto y ella se acercó para que pudiera rodearla con los brazos y darle un delicado beso en los labios.

—Para eso vine.

La cena entonces transcurrió bastante ligera, ellos conversaban de cosas triviales, más que todo del trabajo de Wolf, quien no había podido parar de mencionar lo mucho que le emocionaba el reconocimiento que había ganado la agencia de modelaje en la que trabajaba y la fiesta que realizarían pronto para celebrarlo. Por algún motivo que Kagome prefirió ignorar, no se animó siquiera a decir el nombre de pila de su jefe y siempre se refirió a él como su superior, pero es que su pareja tampoco le había preguntado, así que no había mucho que agregar. Después de un par de risas y tiempo compartido, ambos arreglaron la mesa y se prepararon para sentarse en el mueble de la sala para ver un poco la televisión. Sintonizaron en alguna comedia que ya habían visto antes y mientras Kōga no paraba de pensar en cómo iniciar la conversación por la que realmente había ido hasta ahí esa noche, observaba desde su ángulo a la azabache reír una y otra vez con los mismos chistes que seguro recordaba por lo menos vagamente.

—Ah —expresó, conmovida, secándose una lagrimilla con el dorso de la mano derecha que sostenía el remoto—, ah, no importa cuántas veces vea esta película, esta parte siempre será mi favorita.

Por unos segundos su expresión sonreída se mantuvo, sin embargo, era completamente consciente de que los ánimos de su pareja no iban para el mismo lugar, la ligera tensión con cada segundo se hacía más palpable, pero su cerebro, de alguna extraña forma que desconocía, trataba de aferrarse a cualquier otro pensamiento que le permitiera ignorar lo que estaba a punto de suceder. No podía evitarlo, simplemente no había manera de que viera a Kōga para encontrarse con ese semblante concentrado en ella, listo para soltar cualquier cosa.

—Sí, es una gran peli —afirmó después, ligeramente alterado por lo pobre que estaba manejando la situación y lo mucho que le iba a costar soltar todo lo que tenía dentro. Parecía mentira que llevaran tanto de conocerse y él aún no sabía cómo comportarse en momentos como ese.

Kagome, por otro lado, tuvo que suspirar por milésima vez en ese día y regañar a su cerebro diciéndole que ya era suficiente de tanta evasiva y de que ya era hora de enfrentarlo. Sabía que después de lo que había pasado hacía dos años, ella ya no era la misma y no toleraba para nada esos «tenemos que hablar» repentinos porque siempre tenía miedo, el estómago se le revolvía solo de pensar en lo que podría ser.

—¿Sucede algo, Kōga? —Se acomodó en el sofá blanco para estar frente a frente, apoyando el brazo sobre el respaldar y descansando la cara en ese puño—. Noté que algo andaba raro desde que llegaste, en realidad —informó para que notara que no era algo del momento, que realmente lo conocía y estaba al tanto de sus cambios de humor. Hacía un par de semanas que no se veían y era obvio pensar que deberían estar de comiéndose a besos, pero era todo lo contrario con ellos—. ¿Está todo bien contigo? ¿Tienes algún problema? —Esto último lo preguntó genuinamente preocupada, cambiando por completo sus dudas y pasándolas a un extremo más bien angustiado por la salud de su pareja.

—No, no, Gum —se apresuró en aclarar, moviendo las manos para después ponerlas a cada lado de su chica—, yo estoy bien, no se trata de mí… —Volvió a quedarse callado luego de eso, meditando en sus palabras, pensando en si era adecuado decirle. Sintió que las tripas se le hicieron un nudo en el abdomen y tuvo que obligarse a seguir no sólo por la somatización, sino por la insistencia en los ojos chocolates de Kagome—. Oye, necesito que conversemos de algo, pero quiero que lo tomes bien —le apretó ambos hombros, su pareja ahora ya no tenía la antigua versión preocupada, más bien parecía ligeramente desconfiada— como la increíblemente madura mujer que eres, ¿sí? —Pero él prosiguió, no quería perder el foco.

Higurashi entrecerró los ojos con desconfianza, trataba de no tomárselo personal.

—Eso me suena un poco a chantaje emocional… —soltó, porque no era idiota, la verdad es que no venía a cuento de nada lo que Kōga acababa de decir y seguramente querría usar esa afirmación como seguro por si ella reaccionaba mal, sin embargo, veía que sería una pérdida de tiempo—, pero sí, te escucho —decidió darle el paso. Sí, puede que estuviera muerta de nervios por dentro, pero no iba a desmoronarse y ponerse a llorar rogándole que cualquier cosa que tuviera que decir mejor callara, que no quería salir herida o demás. No, primero estaba ella.

Kōga tomó aire hondísimo, consciente una vez más de que su novia no era ninguna estúpida y, claro, que no servía de nada seguir alargando esa conversación de forma innecesaria, así que se limitó a soltarla y enderezarse por fin.

—Kakazu ha vuelto a «Sensitive» —al momento que dijo eso, pudo notar cómo el color en el rostro de Kagome descendía y sin hacer un solo movimiento, se ponía pálida como una hoja de papel. El balde de agua fría en ella fue evidente al igual que el temblor en sus párpados que amenazaban con dejar ir quizás un par de lágrimas—. Te juro que le dije a Jakotsu mil veces que escogiera a otra modelo para la celebración —se adelantó a aclarar de inmediato para evidenciar su posición—, pero ella ha crecido demasiado como profesional, Kagome… —y no mentía: aquella mujer se había vuelto la modelo más cotizada del mercado actual, era imparable, tal como les había dicho a él y a Jakotsu que sería después de que la hubiera hecho salir de la agencia, dos años atrás—, dejar ir la oportunidad de tenerla en la agencia representa pérdida para nosotros…

Kagome giró el rostro para evitar ser demasiado evidente con lo mucho que se le había revuelto el estómago; le estaba resultando muy difícil procesarlo de repente. Hacía un par de años había tenido que lidiar con ella, volver a lo mismo solo le causaba náuseas.

—Y tú estarás pegado a ella todo el tiempo, ¿no? —No pudo evitar reprocharle, el resentimiento en sus ojos era casi tangible; Kōga tragó duro después de notarlo.

—Es mi trabajo —se limitó a responder, porque la verdad era que Gum tenía toda la maldita razón, nunca se equivocaba.

La azabache entonces pareció descubrir algo que la alteró al instante, encendiendo todas sus alarmas por llegar a esa conclusión. Se puso de pie tan rápido como le dieron las piernas y lo miró desde su posición, indignada e incrédula.

—¿Estabas con ella en este viaje a Kagoshima…? —Negó con la cabeza, es que no podía ser—. Kōga…, no me mientas —ladeó el rostro, no se perdió ni una expresión en la cara de su novio—, ¿estabas con ella?

—¡No, claro que no, amor, apenas entró! —Al tiempo que se exaltaba por la acusación, se ponía de pie para quedar a su altura, frunciendo el ceño hasta que fue incómodo y doloroso—. Por favor, Kagome, tienes que confiar en mí —le pidió y controló el impulso de quererla abrazar como si eso fuera a calmar los ánimos.

—Lo intento, créeme, pero es muy difícil para mí ahora mismo —fue sincera una vez más, porque aunque su mente le decía que tenía que responder que sí le creía para arreglar las cosas y terminar el conflicto de una vez, su corazón gritaba por que se expresara y fuera sincera con lo que estaba sintiendo que era francamente horrible.

A su mente llegó Sango y le dio mareos solo de pensar en cómo se pondría al enterarse de eso; repetiría mil veces que odiaba a Kōga y que debería dejarlo.

—Kagome, no es mi culpa que haya vuelto —le respondió después de poco, pero su voz ya sonaba exasperada—, sabes que en su momento hice todo lo que estuvo en mis manos para que la desvincularan de Sensitive, pero ya no puedo decidir sobre quién se va o quién se queda, ha sido decisión del director —y no mentía. Le daba coraje saber que Kagome lo estaba juzgando como si él pudiera controlar ese tipo de cosas.

¿Qué más directo quería que fuera?

—Bien, no podemos hacer nada entonces —se cruzó de brazos, inhalando hondo para alejar las lágrimas que quisieron rodar mil veces durante esos últimos minutos

—Ven aquí —a Kagome ese abrazo la tomó por sorpresa y aunque estaba bastante incómoda con todo eso y muy triste, se dejó hacer—. Sabes que no te voy a volver a fallar, confía en mí —le sobó el cabello y su voz perdió convicción en esa última frase, dejándola un poco más al aire, como un pensamiento en voz alta.

—Promete que no volverás a hacerlo, Kōga… —negó contra el pecho masculino para después separarse apenas y poder mirarlo—. Promételo… —lo vio asentir—. Además, sabes que si vuelve a pasar algo así —arrugó las cejas y apretó la camisa de lino entre sus puños, demostrando la ira que también la estaba invadiendo solo con imaginarlo—, no volveré a darte ninguna oportunidad, yo-…

—Lo sé —la tomó por la quijada y sin pedir permiso le plantó un beso que pareció que aprovechaba el trance de la chica para ser correspondido. Le limpió con delicadeza los labios usando su dedo pulgar—. No pasará.

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El cristal de su copa de champaña difuminó por un momento la imagen que se reproducía en su pantalla, pero ella jamás quitó la vista del dispositivo. La voz de su mejor amigo se escuchaba alegre mientras hacía comentarios que últimamente ya se sabía de memoria por la cantidad de veces que había visto los vídeos sola y completamente en silencio. Aunque el momento que presenciaba a través del vídeo era feliz, a ella no se le ponía una sonrisa ni por error, es más, a veces el corazón se le apretaba hasta que casi le costaba respirar.

Por supuesto que lo vio abrir la puerta de forma sigilosa, como si no quisiera ser visto y ella no se lo iba a negar, por lo que ni siquiera se molestó en dedicarle una mirada fugaz, simplemente siguió concentrada en la enorme pantalla plana que tenía en frente, a tan solo unos metros. Poco después sintió que el colchón se hundía por el peso del cuerpo masculino a su lado, aunque también fue algo suave, como si ni siquiera quisiera tener peso para no molestarla. Lo escuchó hacer ese típico movimiento con su corbata para aflojar el nudo.

El ánimo tenso era evidente, pero no extraño.

—¿Qué haces? —Inquirió por fin, aunque era muy obvio, pues su compañera no se había movido.

—Cada vez que discutimos veo el video de nuestra boda —movió los labios mecánicamente, no despegó los ojos de donde estaban—, eso me recuerda un poco por qué dije que sí… —cuando por fin se dignó a mirarlo, las lágrimas amenazaban con volver a rodar—, cosa que parece que tú no harás nunca, InuYasha.

»


Creo que hacer este capítulo me costó menos porque por fin estoy avanzando y puedo mostrar lo que no podía en entregas anteriores.

Este capitulo fue de revelaciones, creo que eso es lo que lo hace lento, que cada entrega va revelando un poco más la vida de todos, son dieciocho años que caben aquí. Ya me imagino que tienen claro lo que pasó con Kagome y ahora, aunque ustedes todas mencionaron la actitud de Sango y que estaban de acuerdo con ella, entienden por qué se comporta así. Sango es esa amiga que sabe cosas y Kagome también sabe KJSKLASJ, pero mi pobre bebé cometió ese error de dar una segunda oportunidad, aunque parece que Kōga se ha portado bien. ¡Hay mucho que deben saber que hay detrás de este suceso! Ahora también sabemos que InuYasha está casado, creo que eso era de esperarse. Ahora empieza el largo camino…

Les quiero agradecer muchísimo por irse sumando a esta aventura y por sus comentarios. Les dejo un beso, espero poco a poco ir despejando sus dudas. Muy pronto veremos la confesión, no se apuren, les juro que no falta mucho JKASJHASK.

MegoKa

Karii Taisho

Sylvia

Cindy Osorio

Carli89

Benani0125

Annie Perez

Rosa Taisho

Rocio K. Echeverria

Marlenis Samudio

Kayla Lynnet

Lady Minisa Bracken

Fuentes Rodriguez

Un abrazo para todas.