4.
Se sirvió una copa de vino tinto tal como le gustaba, a la medida, y luego caminó a paso lento hasta su sillón, con las luces apagadas, simplemente admirando la belleza de la noche a través de los ventanales de la elegante sala de su apartamento.
A Kōga lo había conocido cuando solo era una niña de quince años y él ya un adulto de diecinueve, era el mejor amigo de su hermano Ginta, estudiaban juntos la universidad y algunas veces se lo cruzó cuando iba a su casa, aun así, fue muy fácil para ella sentirse atraída por lo increíblemente guapo que era, aunque Wolf no le hacía ningún tipo de caso, es más, la trataba más bien como a una hermana pequeña, con esa familiaridad, incluso cuando no habían tenido gran interacción; por ese tiempo ella ya estaba tomando clases de modelaje —porque siempre le había gustado hacerlo, incluso había hecho un par de comerciales en su infancia—, así que se había expuesto ya a ciertos contactos que fue coleccionando a medida que pasaba el tiempo y mucho más después de haber escuchado una conversación entre él y su hermano en donde mencionaba que le gustaría trabajar en alguna agencia de modelaje. Quería ganarse la simpatía de Kōga aunque ni siquiera la determinara, así que se propuso a crecer, incluso pensó en montar ella misma su propia agencia, pero las cosas no iban a salir tan maravillosas.
Ginta se mudó a Estados Unidos por lo cual no vio a su amor platónico por un buen tiempo, obligándose a seguir con su vida mientras esperaba ansiosamente por hacerse mayor de edad y poder acercarse a él de una maldita vez. Tenía su número de teléfono, pero cada vez que lo llamaba él parecía responderle a alguna prima y eso francamente la tenía harta, hasta que decidió esperar pacientemente, concentrarse en sus estudios, su carrera y en sí misma para después de eso ser la mujer que Wolf merecía. Y se lo había propuesto con todas sus fuerzas porque era el gran amor de su vida, simplemente no podía olvidarlo a donde quiera que fuera o con quien quiera que se le ocurriera estar, simplemente lo quería a él.
Veinte años había cumplido cuando Sensitive, una de las mayores agencias de modelos del país, le ofrecía cortésmente una invitación para formar parte de ellos. Sí, recibía una invitación, no había tenido que aplicar como las modelos normales, resultó ser un acierto que por fin hubiera una organización tan grande que la representara, eso también significaban contratos internacionales, seguridad, prestigio y, sobre todo, contactos, una forma perfecta para atraer a Kōga. Era excepcional. Poco tiempo le tomó hacerse amiga del director, quien la adoraba por quien era, en un inicio, como modelo, ya luego la valoró por su persona, así que para cuando se dio cuenta, ya lo tenía en la palma de su mano y Jakotsu concedía cada deseo que ella pedía —o eso era lo que ella creía—, incluso el de recomendar a un buen amigo suyo para que entrara a la agencia.
"—Por ahora no está disponible el puesto de PR, pero puedo ofrecerle trabajo como Scouter Jr, seguro que también le gustará" le había dicho Jakotsu Kinomoto, así que no le quedó más que morderse los labios, asentir y concertar una cita con su crush para proponerle aquello, a sabiendas de que estaba recién graduado.
Había hecho y puesto todo de sí misma para que la próxima vez que se encontraran, Kōga no viera en ella una niña, sino una mujer. Una mujer que lo había querido desde la primera vez que lo había visto y que estaba dispuesta a hacer todo por él. Y lo había invitado a su apartamento, claro, ¿en dónde habría más intimidad que en su espacio?
"—Ayame… —pestañeó un par de veces cuando estuvo frente a la despampanante modelo, que le sonreía de forma amplia y lo observaba con ojos brillantes—. Vaya, hola… —se había puesto ligeramente nervioso, más bien shockeado por el recibimiento y la invitación.
—¡Kōga! —Kakazu chilló y lo abrazó espontáneamente como si se tratara de su amigo de toda la vida—. Cuánto tiempo sin verte, por favor, pasa.
Wolf se limitó a asentir y entregarle el paquete de finísimos chocolates que le había llevado. Se sintió un poco extraño, sinceramente no sabía qué obsequiarle, porque aunque la conocía desde hacía mucho, realmente no sabía quién era.
—Espero no haber sido grotesco con mi presente, quiero decir… —se rascó la nunca—, ¿chocolates para una modelo?
—Son mis favoritos, gracias —en ningún momento dejó de sonreír, estaba extasiada por cómo se veía de guapo ese día; los años le habían asentado maravillosamente.
—Me alegro. Oye… pues estás hecha toda una mujer, Ayame, qué impresión —decidió comentar por fin cuando la joven volvió a él para dirigirse al living.
Kakazu soltó una ligera carcajada ante el comentario.
—¿No he salido lo suficiente en los medios como para que te esperaras este «glow up»? —Comentó con un poco de ironía, pero no dejó su expresión sonreída y avanzó hasta su minibar—. ¿Algo de tomar?
—Whiskey está bien. Pues sí, pero no es lo mismo, las cámaras a veces mienten… —la observó de nuevo y delineó sus curvas sin poderlo evitar, luego regresó al rostro delicado y perfecto, era casi una fantasía… casi como una mujer irreal y completamente distinta a la niñita que había conocido. Ya no quedaba nada de esa Ayame y si era muy franco, la miraba completamente como una nueva persona—. En persona te ves más… guapa —le sonrió galante como él solo, aceptando el vaso de cristal con su bebida.
—Me halagas… —ladeó apenas el rostro, ligeramente sonrojada—. Entonces brindemos… —alzó su copa con champagne y una expresión ladina le adornó la cara— porque ambos estamos pensando lo mismo del otro".
Lo había conseguido, ella realmente lo había conseguido desde ese primer encuentro. Kōga le hizo pensar que todo su esfuerzo había valido la pena y por eso su amor hacia él se había disparado tanto, por eso no medía lo que podía ser capaz de hacer por su cariño. Poco después de esa primera cita y de hablar sobre el trabajo, le había dicho que estaba interesado genuinamente en alguien que conoció en la universidad antes de graduarse, hacía poco más de un año, tirando a la basura todas sus expectativas. Sin embargo y a pesar de todo eso, decidió que podía seguir luchando, en especial porque, según lo que el mismo Kōga contaba, ella parecía no estar demasiado interesada en él.
"—Se llama Kagome. Es preciosa"
Y ese nombre le había resonado siempre.
Kagome…
Kagome…
Kagome no le había hecho nada y ya sentía rechazo por ella.
Haberle conseguido ese trabajo a Kōga también significaba que de alguna manera ahora le debía un favor a ella, así que, fuera o no ético, lo usaría para pedirle hacer algo juntos sin que se negara. Después de tantas citas previas, de pasar tiempo con él mientras la dizque Kagome seguía dándole largas a Kōga, por fin había logrado que el interés en ella se notara; y sabía perfectamente que se trataba de algo físico, pero no le importaba.
Por algo siempre se empieza, ¿no?
"Ambos estaban ebrios o quizás él más que ella, pero lo estaban pasando bien. El primer beso había encendido más la calentura propia del alcohol en sus cuerpos y ahora la mano masculina recorría su espalda, aunque de forma insegura, se notaba que quería hacerlo después de todo.
—A-Ayame, espera… —apartó los labios, sintiendo que el corazón se le iba a salir por la boca. Estaba muy interesado en Kagome, pero la convivencia con una mujer como Ayame había complicado que pudiera resistirse.
—No quiero esperar, lo he hecho desde te conocí —volvió a besarlo, fue una caricia húmeda y profunda. Las manos femeninas empezaron a descender, sedientas por palpar la hombría de Wolf.
Lo deseaba más que a nada en el mundo.
—Espera —jadeó. De algún modo, eso no se sentía como algo precisamente correcto—. Te dije que me interesaba alguien más.
—Y si fuera correspondido —le respondió rápido, porque se había preparado mentalmente para afrontar esa afirmación ya que sabía que lo diría—, sería ella quien estuviera aquí contigo ahora mismo—le susurró cerca del oído, descendiendo más su mano y acomodándose mejor sobre su sofá. Tenía a Kōga a sus pies y no iba a dejarlo ir. Que la probara por lo menos una vez y que ya luego decidiera si podía desprenderse de ella. Sonrió, maliciosa.
—No soy de piedra, Ayame —la tomó por la quijada con cierta rudeza que hizo que la excitación femenina ascendiera.
—Entones demuéstramelo —lo retó— y hazme el amor, Kōga".
Cada vez que recordaba la primera vez que su más grande sueño se había hecho realidad, sentía que todo su cuerpo se deshacía por la sensación tan placentera. Después de ese caos, Kōga y ella habían seguido teniendo ese tipo de encuentros durante poco más de dos años y eran muy frecuentes. Seguían siendo amigos, jamás formalizaron nada, pero para ella era suficiente. Sin embargo, un día simplemente le había dicho que ya no podían seguir porque la tal Kagome le había dicho que sí, que sí iba a ser su novia y todo su mundo se vino abajo.
Odió a esa mujer de manera tan profunda que casi pierde su trabajo por la histeria que le había causado. Se prometió que Kōga volvería a ella como fuera. Dos años habían pasado desde que esa mujer la había hecho desvincularse de Sensitive, pero, así como había entrado antes, había vuelto ahora y más fuerte que nunca.
Y esa vez, iba a pelear con todo, no importaba lo sucio que fuera. Lo único que quería era él, Kagome podía irse al infierno, le interesaba menos que nada.
Tomó el móvil que descansaba entre sus piernas cruzadas y buscó entre sus contactos a su interés, aplastó un par de veces y segundos más tarde, el timbre de llamada saliente resonaba entre el silencio del lugar. Ya era un poco altas horas de la noche.
—¿Hola?
La pelirroja apretó el celular con fastidio cuando escuchó la contestación.
»¿Hola? ¿Quién habla a estas horas de la noche, disculpe?
No podía ser. Ayame cerró los ojos y hasta se indignó porque si no la reconocía era porque ni siquiera estaba registrada en el maldito celular.
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—¿Por qué no habla? —Trató de no elevar demasiado la voz—. Escuche, si desea, puede dejar un recado al señor Wolf, ahora mismo está durmiendo, pero yo se lo doy con gusto —informó de manera cordial, aunque hubiera mil posibilidades de que fuera alguna broma o hasta un número equivocado porque ni agregado lo tenía—. ¿Hola?
Después del último hola, Kagome escuchó perfectamente el sonido de una llamada colgada. Sin decir nada, se sentó en la cama, recostándose en el respaldar y mirando el celular de forma distraída… era extraño, no podía negar que se sentía muy raro y mucho peor a pocos días de que Kōga le hubiera dicho que Ayame había regresado a la agencia; miró para su pareja que dormía plácidamente a su lado como si no pasara absolutamente nada. Suspiró hondo y decidió que no ganaba nada con sus conjeturas y que mejor era irse a dormir.
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La expresión angustiada que tenía mientras se miraba al espejo de cuerpo entero con la salida de baño puesta era tal, que ella misma se espantó con su reflejo. Una nueva semana había empezado y sus nuevos traumas también volvían a aflorar sin que pudiera controlarlos. Los días anteriores había intentado de mil maneras controlarse, pero desde esa noche de viernes en que había recibido la misteriosa llamada que su novio no explicó de forma muy convincente, todo se había venido abajo. Pestañeó un par de veces mirando a la nada.
"Mientras sus cejas se fruncían cada vez más, los ojos se iban llenando de lágrimas lentamente. La mano que tapaba su boca temblaba de tal forma que le dio pánico pensar en lo que sería de sus nervios.
«¿Te gusta cómo me veo?», le decía ella e inmediatamente más abajo había una sensual foto íntima, ¡y él se la estaba respondiendo!
«No te voy a negar que lo extrañaba. Extraño tu cuerpo y lo sexy que eres» respondió su pareja y lo acompañó con emojis sugerentes.
«Ha sido un largo tiempo sin que tus dedos se deslicen dentro de mí». La repulsión que sintió cuando leyó aquello casi la hace vomitar. Apretó los dedos de los pies por la impresión que sintió y quiso detenerse, pero era imposible. «¿No extrañas verme en este conjunto?», había enviado una nueva foto con lencería que Kagome no había sentido inspiración para usar jamás. Literalmente era virgen cuando estuvo con Kōga por primera vez.
Se sintió menos mujer, lo cual resultaba un poco irónico dado su pasado como «Gume».
«Hay que vernos para quitarte toda esa ropa».
«Pareces necesitado de atención, cariño… ¿tu novia no te hace este tipo de detalles?». Las lágrimas no dejaron de correr ante esa pregunta y el estómago se le revolvió de solo pensar en qué habría respondido él; no sé atrevía a seguir hurgando, pero no le quedaba más remedio. Cerró los ojos, tomó aire y la ducha seguía sonando, señal de que su pareja no había terminado de bañarse.
«No, pero te he dicho ya que no hables de Kagome, ella no tiene nada que ver con esto».
Soltó una risilla irónica entre su dolor y las ganas de ahorcarlo se hicieron tales, que quiso lanzar el celular a la pared y destruirlo una y mil veces más.
—Cínico, mal nacido, hijo de perra… —arrastró los insultos y sorbió la nariz para intentar calmarse. Había pasado del dolor, vergüenza y humillación a un estado de cólera imparable. Su cara estaba completamente roja y ahora se estregaba la cara con una mano, tenía ganas de arrancarle los ojos. Y a ella, a esa mujer que la conocía y no había tenido el mínimo respeto, pero, de nuevo, más a él, porque era con Kōga con quien llevaba un año de relación, no con Ayame.
—Amor, ¿has visto mi-? —Cuando Wolf salió por fin de la ducha y encontró a su pareja con el semblante destrozado, la cara empapada y el celular en su mano, supo que todo se había ido a la mierda—. Kagome…
—¡Quiero que te vayas al demonio!"
Aun después de tres años no podía evitar sentir ese retorcijón en el estómago cada que lo recordaba. La separación con Kōga había sido dura porque realmente lo quería. Sus hermanos y padre no sabían nada, porque incluso ellos lo conocían, habían ido a casa a cenar por el cumpleaños de ella, ¡habían viajado a Kioto juntos, maldito fuera! Kagome suspiró hondo, volviendo a estregarse el rostro como cada vez que se sentía ansiosa por ese tema. Después de la ruptura solo Sango sabía todo al pie de la letra y había sido esa amiga que estuvo ahí para cuidarla y recordarle todos los días que no tenía que volver; por ese motivo, Tanaca odiaba tanto a Wolf, por eso jamás podían encontrarse en el mismo lugar sin que el ambiente se hiciera tenso o que su mejor amiga terminara soltando alguna indirecta referente al tema de su engaño.
Kōga había hecho méritos para volver con ella por poco más de un año entero. Le rogó de mil maneras que lo perdonara y jamás perdió el interés, siempre estuvo ahí con detalles, aguantó sus insultos, le explicó la clase de relación que había tenido con Ayame desde antes de que ellos empezaran a salir de forma romántica, le dijo un montón de cosas que a la final ella terminó comprendiendo de alguna forma. Claro que la traición no era justificable, pero en cierto modo sentía que no podía competir contra una modelo profesional que era perfecta, tan delicada, sexy y sobre todo, femenina, algo con lo que ella no podía conectarse completamente. Siempre había sentido que tenía que fingir un papel ante la sociedad y su relación con la feminidad se volvía cada vez más tóxica, todo un postureo.
Por mucho tiempo meditó en por qué no podía encontrar un equilibrio entre lo que era y lo que se suponía que debía ser, porque estaba consciente que dentro de ella había una Kagome sensual, una mujer llena de delicadeza y a la vez rudeza, alguien que podía ser todo a la vez, que podía ser ella misma, sin embargo, no, no y sentía que comparándose con Ayame no llegaría a ningún lugar. Jamás le había molestado que su pareja trabajara en una agencia de modelaje a este ese día.
"—De acuerdo, Kōga, puedo volver contigo —le dijo por fin y lo vio sonreír como si se quitara un gran peso de encima.
—¿Lo dices en serio? —Pero le volvía a preocupar que fuera mentira, así que ahora estaba más nervioso hasta que la vio asentir—. ¡Gracias, amor, gra-…!
Antes de que pudiera abalanzarse para darle un beso, ella lo detenía con un gesto.
—Pero antes —lo desafió con la mirada, severa… lo quería y de verdad lo extrañaba a pesar de todo—, quiero que cancelen el contrato de Ayame en Sensitive.
El aludido se incorporó lentamente, cambiando su expresión a una más seria.
—Pero te he demostrado todo este tiempo que no tengo nada con ella, Kag-
—Es mi condición —ella también se puso seria.
—P-pero no puedo decirle a Jakotsu que termine el contrato con una de sus mejores modelos, yo solo soy Scouter-…
—Basta, Kōga —volvía a interrumpirlo porque si él quería volver, tenía que demostrar que podía hacer todo por ella, para que no se sintiera tan miserable como los meses anteriores y así quizás dejar de compararse tanto con Kakazu—. Si quieres volver conmigo debes hacer que esa mujer se vaya de la agencia —tomó aire hondísimo sin dejar de verlo con severidad. Kōga se mordió la mejilla internamente— o simplemente hasta aquí llega toda esta mierda.
—Amor, pídeme cualquier cosa —su tono era suplicante. Sabía que había cometido un error garrafal, pero el precio que Kagome le cobraba era demasiado alto, alarmante—, pero esto no, no es posible.
—Es mi última palabra —sentenció—. O se va ella o no vuelves a saber de mí y esta vez es en serio —se acomodó la cartera y preparó su cuerpo para bajarse del taburete—. Te doy veinticuatro horas más para que me des una respuesta"
Y lo había conseguido, así mismo ella aceptó volver. Todavía recordaba el regaño tan grande que Sango le había dado cuando pasó; le había dicho que le haría la vida imposible a Kōga cada vez que lo viera hasta que se olvidara de que le había puesto los cuernos y por su culpa ahora ella tenía problemas de autoestima, lo peor es que Wolf conocía su historia como Gume.
Que Ayame regresara a Sensitive significaba que también regresaban sus problemas, de alguna forma.
Se colocó la ropa interior y soltó su cabello de la prisión de la toalla. Medio vestida ahora tomó los armadores de ropa con su antigua falda y el nuevo pantalón que ya había usado la última semana y calzó ambas piezas alternativamente. ¿Y si volvía a utilizar la falda? En realidad no le hacía ningún daño y le quedaba bien. Suspiró como por vez diez mil en lo que iba de la mañana. ¿Y el cabello? ¿Debería llevarlo suelto como siempre o podría ponerse con algún peinado más chick? ¿Un poco maquillaje más acentuado? Quizás una sombra ligeramente café con un toque dorado discreto que fuera acorde a su piel.
—Amor, el desayuno ya está… —se detuvo en seco apenas la vio y poco después sonrió, ladino—. Uy…
Kagome, como por reflejo, se tapó el pecho, aunque estuviera con brasier, pero segundos después reparó en que él era su pareja y no pasaba nada. Sonrió, medio nerviosa.
—Ya voy, gracias —agachó la cara, sonrojándose de a poco.
Kōga caminó hacia ella notando de inmediato la incomodidad en su pareja; Kagome siempre había sido algo tímida al estar semidesnuda frente a él, sabía que era parte de su personalidad, pero esta conducta se había acrecentado desde que le contó el regreso de Ayame a su vida. Suspiró cuando la tuvo cerquita, tomó su quijada y la hizo mirarlo.
—¿Está todo bien entre nosotros? —Y lo preguntaba porque desde la llamada de esa noche, estaba más distante de lo normal.
—Sí, ¿por qué no habría de estarlo? —Ahora su voz se acompañaba de un ligero tono receloso.
Kōga sabía perfectamente que no habría terceras oportunidades con ella.
—Por nada —negó con la cabeza y ella se limitó a asentir, queriendo volver a quitarle la mirada—. Hey… —la detuvo para poco después plantarle un muy húmedo beso en los labios que a ella le costó un poco corresponder como debía, pero lo hizo. En todo el fin de semana que se quedó en el departamento de ella no tuvieron sexo y aquello debería ser un indicativo de que algo andaba muy mal después de la noticia esa—. No demores —le susurró, limpiándole los labios con el pulgar, no le quitó la vista de encima, era casi rudo.
Había tensión entre ellos y no era de la buena.
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Durante los últimos tres días había sido la mejor espía jamás vista por el ojo humano. Había bastado un mensaje de él diciéndole que no lo molestara porque ese fin de semana iba a pasar en casa de su novia para que ella lo siguiera el viernes después del trabajo y diera con la dirección exacta de la aludida. Muy temprano esa mañana se había levantado para estar ahí y verla subirse al taxi que la condujo de igual forma hasta el lugar en donde trabajaba la muchacha.
Se le iluminaron los ojos cuando la vio dirigirse a JP. Sonrió, victoriosa, sacando su celular para marcar el número de una buena amiga que no veía hacía un buen par de semanas.
—Buen día, señorita —la saludó, viendo desde su ángulo cómo la muchacha se perdía por entre los cristales de la entrada.
—¡Ayame! ¿No es muy temprano para llamar? —Le respondió su interlocutora, se escuchaba subiendo escaleras.
—Un poco. Oye, ¿tú ya estás en el trabajo? —Inquirió con interés mientras cerraba los vidrios de su camioneta.
—Mmm, sí, ¿qué necesitas?
—Un favor, pero debemos tomarnos un café en tu hora de almuerzo, ¿qué dices?
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Concentrada entre los documentos que su jefe tenía que firmar, se quedó un momento parada ordenándolos por última vez, coordinando, como siempre y de manera detallada, que todo estuviera en orden. A ese trabajo le ponía más atención que a otros tal vez porque el primer día había arruinado la ropa de quien sería su jefe y eso, de alguna forma, condicionó a su cerebro para ser perfecta.
Por otro lado y en la misma posición, InuYasha entraba a su oficina, completamente concentrado en su tableta, leyendo un artículo importante. Esos últimos días habían estado muy tensos con respecto a su matrimonio, pero nada de eso se llevaba a la oficina y menos con Sesshōmaru dando vueltas por ahí todo el tiempo.
Kagome no se inmutó cuando escuchó que alguien entraba, puesto que sabía perfectamente que era su jefe, sin embargo, apenas estuvo libre, alzó la cabeza para recibirlo con una radiante sonrisa. Los problemas de la casa no se llevaban nunca a la oficina, además, con lo buen jefe que era InuYasha, no se lo merecía.
—Buen día, Higurashi, oye- —se detuvo apenas divisó algo extraño en la apariencia de su colega. Volvió a mirarla con detalle un segundo y notó que volvía a traer una falda—. ¿Quién eres tú y qué hiciste con mi asistente? —Inquirió con un ligero tono bromista, olvidando por completo lo demás y caminando hacia su escritorio.
—Buen día para usted también, InuYasha —le devolvió el saludo sin poder evitar otra sonrisa. De alguna manera, le alegraba que la relación entre ellos fuera cada día un poco menos tensa, a veces no podía evitar verlo más bien como un compañero o amigo en vez de un jefe como se había acostumbrado siempre—. Nada, creo que es adecuado seguir las normas de vestimenta —se excusó, agachando la cabeza. Obviamente no le iba a decir por qué había cambiado de opinión.
—Pero si te dije antes que no hay nada que lo prohíba —le respondió mientras se estiraba para desbloquear la pantalla de su ordenador. Después de unos segundos volvió a ella y notó que también se había recogido el cabello en una coleta y no lo traía suelto como ya todos estaban acostumbrados a verla. Además, había algo en su cara que no sabía bien cómo definir, pero se veía más… ¿colorida? No entendió muy bien.
Ante la mirada de escudriño de su jefe, la joven tragó duro sin saber cómo actuar. Estaba tan cerca de él que podría decirle sin tapujos que era Gume, su antiguo amigo de la infancia, pero es que no se atrevía. Hasta le daba pánico pensar en hacerlo y no sabía hasta cuándo iba a atormentarse con lo mismo.
»—Oye —le llamó la atención el nuevo llamado—, ¿alguien en la empresa te dijo algo sobre tu cambio? ¿Es por eso por lo que decidiste no usar más el pantalón? —Esta vez, la pregunta estaba enfocada realmente en la salud del clima laboral.
—No, no, no —se apresuró a decir—, para nada, es más, no he recibido nada más que halagos.
—Me alegro —comentó, aliviado y nuevamente se concentró en su computador—. Entonces, se trata de algo personal, ¿no? —Esto último lo preguntó ya volviendo a verla.
Kagome no pudo evitar sentir un escalofrío recorrerla después de esa afirmación. ¿Tan obvia era? Y sí, quizás como le había demostrado a su jefe que de verdad quería eso y de repente lo cambiaba, parecería muy obvio que algo andaba mal con ella.
»Amm, lo siento, no debí preguntarte eso —se puso de pie, sintiendo que su comentario estaba fuera de lugar. Aunque su relación con Higurashi era cada vez más «amistosa», sabía que él mismo era quien profesaba aquello de la discreción sobre la vida personal de cada uno.
—No, no, está bien, InuYasha —le dedicó una sonrisa apacible—. Agradezco su preocupación y la muestra amistosa… es solo que —bajó un poco la voz, estaba apenada— es un poco complicado.
—Entiendo —asintió. Poco después de verla así, como por impulso, rodeó su escritorio, se acercó un poco a ella y puso una mano en su hombro, haciendo que lo mire inmediatamente—. Yo no suelo hacerme precisamente amigo de mis colegas o de mis asistentes, pero… —curvó ligeramente los labios; de verdad apreciaba el trabajo que ella hacía desde que llegó—, me caes bien, Higurashi, y te necesito cómoda en el trabajo para que todo marche de buena forma, así que puedes contar conmigo si necesitas algo —le ofreció entonces, mientras observaba cómo esos expresivos ojos marrones se ponían cada vez más brillantes, se dilataban y bailaban rápidamente.
Cómo esa mirada podía ser tan parecida a la de…
¡La mirada de Kagome era idéntica a la de Gume, su pequeño amigo de la infancia que había dejado en Kioto hacía poco más de dieciocho años! No podía ser. Se quedó en silencio, arrugando un poco la expresión, tratando de desmentir lo que su cerebro le estaba indicando; pero no podía ser, Gume era un niño y Kagome claramente era una mujer, además de que, en efecto, no se llamaba Gume y aunque tuvieran el mismo apellido, muchas cosas no concordaban ahí.
—¿InuYasha? —Le inquirió cuando notó que se había quedado como en trance—. ¿Está todo bien, señor?
El aludido volvió a la vista a ella y sacó su mano con suavidad para no parecer grosero, aunque estaba bastante confundido. ¿Y si le preguntaba? Es que no podía ser, seguro eran cosas suyas.
—Sí, sí, Kagome, todo está bien… —le respondió todavía con la voz perdida. Volvió para sentarse sin más, pero no podía concentrarse—. Puedes volver a tu trabajo.
—Permiso —ella hizo una reverencia y enseguida se retiró, dejándolo en un increíble silencio, hundido en sus pensamientos.
Gume… Hacía muchos años que no recordaba ese nombre.
—Gume… —pensó en voz alta y le llegó un cálido recuerdo de aquellos años. En ese tiempo había hecho más amigos de los que podía imaginar que tendría en ese momento, siendo un hombre adulto y exitoso—, ¿qué será de ti, amigo?
Desde afuera y gracias a los cristales, Kagome se quedó observando el semblante pensativo de su jefe, sintiendo una ligera angustia en el pecho. Negó después de poco, volviendo a lo suyo.
Definitivamente, no estaba lista para revelarle que era Gume.
Y quizás nunca lo estaría.
»
Mientras ideaba este fic pensé: ¿por qué las relaciones con Kōga siempre deben ser perfectas? ¿Por qué él debe ser el novio ideal y Kagome la malnacida que no puede olvidar a su ex? ¿Y por qué Kagome siempre es la que ha llevado una vida perfecta y de repente comete errores con InuYasha? ¿Por qué es él quien se lleva todo el drama? Me gustó la idea de poner a Kagome en este plan, además de que su historia me permite dimensionarla mejor y eso me alegra mucho, la hace un personaje más redondo y realista, al menos a mi parecer.
Espero no estar decepcionando a nadie, pero quien ya me ha leído antes sabe cómo soy con los fics JSJSJQJ. Ya sé que la relación de InuYasha y Kagome va MUY lenta, pero ya dije que este es un slow burn, tenemos que esperar por lo menos hasta que estos dos tengan esa conversación que se deben. Para este tiempo, escribir este capítulo me ha tomado solo 24 horas y eso me gusta, ya que por fin estoy conectando con el fic.
¡Hola, guapísimas!
Dios, ojalá tener el tiempo de responderles a todas más personalmente, pero por ahí voy dando mis patadas de ahogado. Siento que me están teniendo mucha paciencia, espero que no se les acabe, porque lloro ASAKLSJKLAS. Sí, hasta ahora han acertado la mayoría de sus predicciones respecto a InuYasha y su esposa; Kōga tiene sus cosas, está inspirado en alguna persona que conozco, así que ya verán su actuar. En este capítulo conocemos a Ayame, también su historia con Kōga, lo que vivió K y cómo afecta a su vida. Yo creo que es un error y todos estamos de acuerdo con ello, que ella le haya dado una nueva oportunidad sabiendo lo que le hizo, pero ¿no hay mucha gente cometiendo esos errores? Kagome todavía lo amaba y aunque le hizo daño, al extrañarlo tanto, lo aceptó de nuevo, claro que sin sanar por completo. Al sol de hoy, yo creo que hay algún sentimiento de parte de ella, pero no fuerte.
Les quiero agradecer por todas sus opiniones, estamos iniciando este viaje y estoy muy feliz de que ustedes me estén acompañando.
MegoKa
Karii Taisho
Cindy Osorio
Ferdy Arevalo
Carli89
Benani0125
Annie Perez
Rosa Taisho
Rocio K. Echeverria
Marlenis Samudio
Kayla Lynnet
Lady Minisa Bracken
Fuentes Rodriguez
Gracias totales por tomarse el tiempo de dejarme un review largo, yo es que amooo. Espero pronto poder responderles una a una, ¡revisen su bandeja!
PD. De antemano me disculpo si hay errores ortográficos y de puntuación visibles (dentro de mis posibilidades de corrección, claro); mi país está viviendo una crisis energética inconmensurable, así que en pocas horas voy a quedarme sin corriente. Publico porque no quería fallar con la actualización de cada domingo, pero en el transcurso de esta semana espero poder darle una última revisión (aunque ustedes ya hayan sido castigados con mis dedazos y otras cosillas xDDD). Un beso y, de nuevo, disculpas.
