6

El labio inferior femenino tembló, el corazón pareció desaparecer del pecho y una especie de vacío se instaló en la boca de su estómago. Fuera de ofenderse por esa pregunta tan directa y, ciertamente, poco delicada, la verdad era que estaba entrando en pánico. Pestañeó un par de veces seguidas mientras intentaba procesar lo que su cerebro ya le había avisado que significaba aquella pregunta y a la vez le sugería que, por su propio bien, fuera una broma o confusión.

—¿Perdón? —En primera instancia, lo miró con una expresión confundida y alzó ambas cejas—. ¿A-a qué se refiere, Taishō-sama? —Y se dirigió a él de esa forma que sabía que no le gustaba no a propósito, lo juraba—. No entiendo su pregunta —lo negaría hasta el final, ¿qué tal si solo era una imprudencia de parte de su jefe y no lo que ella pensaba?

—Eso, Higurashi —insistió, con el semblante bien serio y rígido. No había medido consecuencias, ni siquiera había reparado en lo impertinente que había sido con su cuestionamiento sin ningún tipo de respeto o tacto, la verdad era que estaba, hasta cierto punto, molesto, y no sabía muy bien cómo gestionar sus emociones; había perdido por completo su profesionalismo—, que si siempre has sido una mujer desde que naciste —InuYasha sabía que lo que quería preguntar tenía un nombre, pero no recordaba y, francamente, le importaba muy poco en ese momento. La vio ponerse aún más pálida, confirmando sus sospechas.

—Así es —lo miró por fin a los ojos. No estaba mintiendo y por lo tanto no escondía nada, además, ¿de dónde InuYasha tendría pruebas para acusarla de ser Gume? Es más, ¿por qué rayos le estaba preguntando eso? Apretó las manos.

—Bien —al tiempo que decía eso, del bolsillo interno de su saco extraía una foto que parecía bastante vieja, pero se notaba que había sido cuidada de alguna forma—. ¿Conoces a este niño?

Cuando su jefe le extendió el pedazo de papel entre sus dedos índice y medio, Kagome sintió que la sangre se le fue a los pies y todo el cuerpo le tembló. Le entraron enormes ganas de llorar al ver la foto que Miroku les había sacado en la que estaban los dos, tan pequeños, tan inocentes, tan cercanos… El pecho comenzó a subir y bajar por el esfuerzo que estaba haciendo para retener las lágrimas, poniéndose en evidencia. Ya no lo podía negar, estaba literalmente siendo expuesta.

»Lo pregunto de nuevo, Kagome —era increíble cómo su voz podía ser tan severa cuando el disgusto lo dominaba—: ¿sabes quién es este niño? —Admitía que se estaba arriesgando mucho porque de no ser así, se habría metido en un problema enorme con su asistente del que probablemente no tendría salida, habría cometido un error muy grave, pero si no fuera porque estaba casi completamente seguro de que Kagome era Gume, juraba que no se habría atrevido a hacer eso.

Entonces ella asintió, confirmando finalmente lo que había estado analizando desde el día anterior y comparándolo con las pruebas que había obtenido en la mañana. Abrió apenas la boca por la impresión, anonadado, a pesar de todo, por lo que acababa de revelarse ante él.

—Sí, InuYasha —por fin lo miró, ahora sus ojos cafés brillaban por las lágrimas acumuladas, su forma de dirigirse a él y el tono de voz cambiaron también, como si algo dentro de ella hubiera roto una especie de barrera—, soy Gume… —decir ese nombre frente a él les causó escalofríos a ambos—, tu amigo de la infancia.

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Se sirvió un poco de güisqui y suspiró hondo antes de beberlo.

Kagome estaba rara. Desde aquel día en que le dijo que Ayame había regresado a trabajar a Sensitive, se había puesto arisca, fría, distante; demoraba un montón en responderle los WhatsApp, no atendía a sus llamadas, cuando se veían en su departamento decía que estaba muy cansada como para tener sexo o si quiera dormir juntos, que prefería dormir sola y cuando él le preguntaba qué pasaba, solo decía que nada. Estaba tan incómodo con esa situación, pero sabía que no duraría toda la vida, así que tendría que ser paciente.

Movió en círculos en vaso de cristal hasta que bebió por completo su contenido. Sentía cómo el alcohol resbalaba por su garganta y le dejaba una sensación cálida por dentro. Se dirigió al minibar con ánimos de servirse un trago más, pero el timbre en su entrada lo paró en seco, frunció el ceño y rápidamente llegó hasta la puerta para abrirla sin siquiera fijarse por la mirilla. No esperaba a nadie.

Cuando por fin se reveló quien estaba tras su puerta, su expresión cambió a una estupefacta.

—Sango… —era tan raro verla en su departamento…, solo había pasado una vez en la vida y eso en compañía de su novia.

—Sí, soy yo —le respondió hosca, como siempre—, ¿acaso esperabas a alguien más? —La pregunta fue con saña y ambos lo sabían.

—Claro, te estaba esperando especialmente a ti, Tanaca —expresó con fingida emoción, sardónico.

Entre los dos se instaló de nuevo un silencio que solo podría ser roto por el sonido de electricidad que echaban sus ojos al encontrarse unos con otros. Realmente, ambos tenían poca simpatía y eso era evidente.

—Entonces, ¿me vas a invitar a pasar o me quedo aquí toda la maldita noche?

Ante la insistencia, puso los ojos en blanco y con cuidado de no ser evidente, le hizo un ademán para que pasara. La castaña miró a los alrededores de forma disimulada como si buscara a alguien mientras se aferraba a las maniguetas de su bolso. Se detuvo frente a la sala y dejó de darle la espalda a su anfitrión.

—¿A qué debo el honor de tu visita, Sango? —Inquirió con cierto tono pasivo agresivo que no pasó desapercibido por Tanaca.

—Vine a algo rápido, no te preocupes —le sonrió hipócritamente—. Y ya sé que no debería meterme porque son cosas de pareja y blablablá —hizo un ademán con fastidio—, así que ahórrate tus comentarios, cualquiera que vayas a hacer.

Kōga abrió los brazos, entregado a la conversación.

—Soy todo oídos.

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Agitó la cabeza de un lado a otro, confundido; las ideas yendo de aquí allá le estaban licuando el cerebro. La mano izquierda que no sostenía la foto la pasó con violencia por toda su cara un par de segundos. No entendía nada, es que no tenía sentido.

—No, no, es que no entiendo, no puede ser —expresó con un tono casi desesperado, la azabache solo se limitó a observarlo con una apacible y casi inexpresiva mirada—. Tengo mil preguntas ahora mismo —alzó ambas cejas, volviendo a fijarse en esos ahora apagados ojos cafés. Claro, es que por eso se le había hecho tan familiar desde el principio, por eso siempre supo que la conocía de algún lado, ahora todo eso tenía sentido.

La noche anterior se había quedado observando esa foto por horas, sacando mil conclusiones, pensando en todas las formas en las que eso sería posible, tentado a llamar a recursos humanos para que le brindaran información de su asistente, lo que fuera. Había dado mil vueltas y preguntándose por qué de repente esa duda se había instalado en su pecho si un par de ojos cafés podrían ser más comunes de lo que creía; o tal vez era familiar de Gume, claro, ese había sido su primer pensamiento después de la maraña que se había formado en su cabeza. Claro que no podía ser una hermana perdida, tendrían exactamente la misma edad, pero era una posibilidad. Al día siguiente había llegado directamente al departamento de recursos humanos para pedir la carpeta de su asistente y entre esa información corroboró que sus estudios básicos los había hecho en Kioto; juraba que casi se había quedado sin habla al leer eso, aquello fue una posible prueba contundente de que así era, pero lo confirmó al ver su fecha de nacimiento en la identificación.

Era la misma.

Y maldijo todo. Con razón, con razón tantas similitudes que le llegaron de golpe y expandieron su visión. Por eso había entrado con tanta seguridad preguntándole eso, por eso no había medido sus palabras.

No podía ser, había descubierto ya que su asistente era Gume y, a pesar de todo, no lo podía creer.

Kagome no tenía claro qué era lo que debía hacer en ese momento. Aunque conociera a InuYasha desde niños, estuvieron casi una vida separados y, francamente, a veces, pensaba que estaba tratando con otra persona, porque los seres humanos tienen etapas y no siempre serán iguales, así que, de algún modo, sentía que estaba teniendo su primer real acercamiento con quien actualmente era su jefe. Suspiró hondo.

—No sé qué decir —se le ocurrió comentar, sentándose de golpe en su silla giratoria porque sentía que las fuerzas en las piernas la habían abandonado—. Lo siento.

—Pero es que ¿por qué no me lo habías dicho desde un principio? —Le inquirió con voz insistente, inclinándose más hacia ella con ayuda de sus brazos—. Es que ya ni siquiera sé qué es lo que me molesta o por qué me siento así —dijo, frustrado, incorporándose para volver a guardar la foto sin dejar de verla y suspirar.

—No lo sé, sentía que tal vez no me creerías o sería inadecuado por el trabajo, no lo sé —le respondió también con un tono que gradualmente se oía más angustiado. No tenía idea de qué podía sentir en ese momento, pero parecía ser vergüenza.

InuYasha se quedó en silencio, analizando la situación: ¿qué era lo que realmente le molestaba? Sentía como si le hubiera traicionado, como si todo aquello hubiera sido un cruel engaño, la sensación era muy rara, pero más que todo en su pecho se instaló la incesante sensación de que había perdido tiempo para pasar con ¿él? ¿ella?

—¿Acaso tú no eras un niño? —Es que aquello era lo que más le hacía ruido—. ¿Eres una mujer transgénero? —Se le ocurrió preguntarle, con el ceño fruncido, pensando en que su conclusión debería ser correcta y la única explicación lógica que podría hallar.

—Claro que no —respondió de inmediato, poniéndose de pie—. Nunca fui un niño, InuYasha… —confesó por fin, volviendo a sentirse tonta y llena de vergüenza—, siempre fui Kagome; de hecho —hizo otra pausa ante la reprobatoria mirada de su jefe—, Gume es un derivado de "Kagome" que yo misma inventé.

—Pero tus hermanos te trataban como a un niño —negó con la cabeza, incrédulo.

—Ellos siempre respetaron mi identidad —ella pestañeó de nuevo mil veces, aguantando el llanto. Tenía mil cosas que decir, pero las palabras no le salían y estaba muy agotada ya—. Lo lamento mucho, InuYasha.

Él volvió a quedarse en silencio, sintiendo dentro esa decepción ardiente que le hacía picar las palmas y sentirse idiota. De un momento a otro, una de las mejores épocas de su infancia se había convertido en una completa mentira de principio a fin, simplemente ahora parecía que estaba en una especie de sueño muy extraño, no sabía cómo describirlo. Y sí, sí, ya era un adulto y probablemente debería estarlo tomando con más calma, pero no podía, no podía y no iba a evitarlo.

—¿Se supone que éramos amigos y jamás pudiste ser totalmente sincera conmigo? —Le preguntó en tono más bajo, sosegado y frío.

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Sango tomó aire tan profundo que sus fosas nasales casi ardieron. Tenía que ser tan delicada con lo que iba a decir no por él, claro, que le importaba un pepino, sino por las personas que le habían dado la información. Kōga era hombre con mucha influencia y bien podría acabar con la carrera de algunos.

—Habla, Tanaca —le insistió, comenzando a exasperarse. Era obvio para él que la mujer entró muy enérgica y ahora parecía perder su valentía de a poco.

La aludida cerró los ojos un segundo y lo volvió a encarar.

—Tal vez se rumora que, a pesar de que es definitiva, la vuelta de Kakazu a Sensitive no es reciente —le comentó por fin, no perdiéndose de ningún gesto en la cara del idiota—. Quiero decir…, quizás no es la primera vez que se ve a esa mujer pisando los predios de la agencia después de que cancelaran su contrato.

—¿De qué estás hablando? —Su voz también perdió fuerza con aquello último.

—Ay, no te hagas idiota, Wolf —le recriminó la castaña, sintiendo cómo la ira le carcomía por dentro—. Es obvio que esa mujer ha vuelto por ti y al parecer tiene mucho tiempo rondándote.

—¿Qué diablos estás diciendo? —Soltó una risita burlona, negando con la cabeza—. No tienes cómo probar nada de esas mentiras de las que estás acusándome.

—Lo sé —respondió inmediatamente, también riendo con la misma expresión sardónica. Y sí, la verdad era que no lo habían visto en nada raro con la modelo, pero obvio que Ayame no iba a Sensitive para pedir caridad, su objetivo era Kōga y eso todo el mundo lo tenía más que claro—. Sé que dirías eso y como no tengo pruebas para demostrarle a Kagome que eres un miserable, por ahora, ¡escúchame bien! —lo apuntó con el dedo, enérgica y llena de violencia. Kagome era su mejor amiga, desde que se habían conocido le había brindado desde su casa, comida y hasta trabajo mientras ella salía adelante con su carrera, por eso la quería y respetaba tanto; la había visto llorar tantas noches cuando aquella relación había terminado, la había padecido en toda su depresión, en las inseguridades que le dejó, que solo pensar en que Kōga podría hacerle algo otra vez, le retorcía el estómago—: por ahora voy a mantener mi boca cerrada, pero voy a estar vigilándote, Kōga —le advirtió sin quitarle la mirada un segundo, retándolo—. Ten mucho cuidado.

El pelinegro negó con la cabeza, se estaba burlando un poco de ella.

—No sabes lo que dices, Tanaca —pero él sabía que era verdad: Sango Tanaca era una muy buena fotógrafa y FreeLancer de la ciudad, solía tener contratos alrededor del país y claro que estaba dotada para espiarlo como fuera no solo por sus contactos, sino también por su profesión, ya que a Jakotsu le había empezado a gustar el trabajo que ella hacía y podía contratarla en cualquier momento, la tenía más cerca de lo que creía.

—Sí, sigue fingiendo demencia mientras yo encuentro cómo descubrirte —asintió, regalándole también una sonrisa suspicaz. Sabía que era un tema delicado y mientras no tuviera pruebas suficientes para demostrarle a Kagome que volver con ese idiota había sido la peor decisión de su vida, se quedaría callada y lo observaría mientras pudiera, porque era muy evidente que Ayame sabía lo que tenía. Desde que Higurashi se lo había comentado, lo único que pudo hacer fue llamar a sus contactos en Sensitive para preguntarles muy discretamente sobre Kakazu.

—Sé que quieres separarme de mi novia, pero no vas a lograr tal cosa, Sango, así que quiero que te largues de mi casa —le hizo un gesto con el brazo dirigiéndose a la puerta para que ella se marchara lo más rápido posible. Su presencia le incomodaba cada segundo más.

—Te juro que si vuelves a herir a Kagome, voy a hacerte mucho daño, maldito —las ganas que tenía de abofetearlo por lo cínico que era la estaban devorando viva.

—¡Lárgate ya!

Sango tomó rumbo hacia la salida dando zancadas grandes y fuertes, tratando de disipar su exalto con esa discusión.

—¡Te vas a arrepentir!

Después de escuchar que daba un tremendo portazo, dejó ir el aire contenido y contuvo las ganas de estrellar cualquier cosa contra la pared. Esa Sango siempre una piedra en el zapato, por su culpa Kagome había tardado poco más de un año en perdonarlo, le metía ideas a la cabeza sobre él y le aconsejaba que no escuchara su perdón, ¡ya bastante le había aguantado! Nuevamente quería meter sus narices en donde no le importaba, pero esa vez él tenía todas las fichas a su favor y ya no había una relación floja de poco tiempo entre él y Kagome, sino que iban rumbo a los dos años seguidos y tres si contaba su unión antes de su ruptura que tanto odiaba recordar.

Tomó aire y se dirigió a la sala para tomar su celular de la mesa de centro y abrir su mensajería; buscó el chat de Kagome, tocó en el ícono de la lupa e introdujo la palabra «trabajo» en el buscador para encontrar los mensajes hablando de ese tema.

"Jean Piece"

Jean Piece, esa era la empresa y él la conocía muy bien, cada tanto hacían contratos con modelos para sus pasarelas de moda, aunque hacía un buen rato que no se pasaba por ahí. Ese día, Kagome le había avisado que saldría más tarde, así que con un poco de suerte le iría bien, aprovechando que estaba bastante cerca. Buscó las llaves de su auto y en menos que un pestañeo, salió del departamento con prisa.

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Las cosas ya no estaban tan tensas entre ellos como en un principio porque las emociones primitivas se estaban disipando y daban paso al razonamiento, al control de las emociones y a la claridad del asunto. Un silencio se había instalado, cada uno estaba reflexionando en su actuar y en lo que habían dicho, aunque no fuera demasiado. Kagome tenía muchas cosas que explicar e InuYasha quería saberlas todas, estaba meditando en qué sería lo que tendrían que hacer después para aclararlo todo porque estaba claro que la empresa no era el mejor lugar. Un buen rato ninguno de los dos dijo nada y Higurashi no se atrevía a abrir la boca.

—Vámonos, se está haciendo tarde —InuYasha se levantó de la silla frente al escritorio de su asistente y le hizo un gesto para invitarla a seguirlo tal como el primer día que había entrado a trabajar ahí.

—¿Solo eso? —Se atrevió a preguntarle, entre intrigada y decaída. ¿No iba a preguntar más? ¿Qué pasaría con ella? Sentía que se estaba quedando en el limbo. InuYasha volvió a verla con seriedad, pero sumamente atento a cada gesto que hacía. Era increíble cómo ella era completamente Gume, hasta con sus ademanes y su forma de mirar, sus ojos, aunque ahora parecía tan distinta…, él recordaba un niño que fue su mejor amigo, pero ahora tenía delante una mujer adulta que se veía completamente diferente, pero tan igual a la vez.

—¿Qué cosa? —Alzó una ceja, curioso.

—¿No me preguntará nada más? —Volvía a tratarlo respetuosamente como ya estaba acostumbrada.

InuYasha negó, haciendo el gesto ahora con su cabeza.

—Por favor, Kagome… —muy pocas veces se había dirigido a ella por su nombre, pero en esa ocasión se sentía muy diferente y hasta un ligero escalofrío lo recorrió—. Tenemos que salir, es hora de cerrar.

Sin hacer una sola pregunta más, la azabache tomó sus cosas y después de que InuYasha la hiciera pasar primero, se dirigió al ascensor en donde lo esperó para bajar juntos en un helado y duro silencio. El corazón le palpitaba en la cara y juraba que tenía las mejillas ardiendo. No sabía si tenía una carga menos encima o si se había echado más problemas a la espalda.

Justo antes de que llegaran a la planta baja, InuYasha habló—. Mañana no vengas a trabajar —eso lo había meditado bastante, pero era necesario, estrictamente necesario.

A Kagome se le vino la sangre a los pies cuando escuchó eso, cerró los ojos y respiró hondo. Siempre supo que decir esa verdad sería una desventaja, pero jamás pensó que tan grande.

—¿Voy a perder mi trabajo? —Inquirió con tono bajo, la verdad era que no quería ser escuchada. No sólo perdería ese puesto que tanto amaba y le había costado conseguir para extender su experiencia laboral, sino que también significaba que InuYasha la quería fuera de su vida y eso le sabía tan o más amargo que lo primero.

Se abrió la puerta del ascensor y ambos salieron. Kagome traía la cabeza gacha y las manos heladas, se sentía pequeña y tonta. InuYasha seguía pensando en cómo procedería al día siguiente.

—No es lo que quiero decir —le aclaró después de poco mientras caminaba hacia la salida.

—¿No? —Las esperanzas volvían a ella.

—Quiero que ambos nos tomemos el día uno del otro porque en la noche quisiera que nos reunamos —paulatinamente, fue deteniendo el paso, haciendo que ella lo imite y vuelvan a quedar frente a frente— para que respondas todas mis preguntas, Kagome, porque son muchas.

Ella asintió, volviendo a respirar hondo porque pensaba que sería peor, pero a la final le parecía bastante razonable, aunque un poco arbitrario, pero lo entendía.

—Lo que usted diga —aceptó sin reclamos, haciendo una leve reverencia con la cabeza.

—Deja de tratarme de usted como si no nos conociéramos hace más de dieciocho años —ahora su tono fue un poco más suave, aunque no perdió la autoridad. Con cada segundo que pasaba se iba a acostumbrando un poco más a que Gume siempre había sido ella.

—De acuerdo —intentó regalarle una ligera sonrisa para seguir distendiendo más el ambiente entre ellos, pero supo que no le saldría muy bien—. Por ahora hay muchas dudas por resolver y es un poco difícil para mí.

E InuYasha percibió en sus expresiones lo mucho que le estaba costando.

—Ya lo aclararemos mañana —él también suavizó la expresión—. Por favor, déjame llevarte a tu casa, así conozco tu dirección para pasar por ti mañana a una hora prudente —le propuso sin pensarlo demasiado, solo fue espontáneo porque de alguna forma su subconsciente quería conocer de ella un poco más, qué habría pasado en su vida después de esos dieciocho años, por lo menos tendría que saber en dónde vivía.

A Kagome el corazón se le disparó en el pecho sin siquiera esperarlo. Abrió muchos los ojos con aquella proposición y la boca se le secó de inmediato… era un poco extraño y no lo había esperado, pero suponía que eran las consecuencias de romper aquella barrera entre ambos. InuYasha pasaba de ser solo su jefe a reconocerla como una amiga, quizás su cercanía podría recobrarse en algún momento. Eso le puso alegre de alguna forma.

—Sí, claro —ahora la sonrisa sí salió más genuina, amplia, e InuYasha también lo notó.

Ambos volvieron a caminar, sintiendo un poco más liviano su ambiente.

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—Buenas tardes…, ¿Ishikawa? —Leyó el apellido en el gafete del trabajador y se dirigió a él de la forma más amable que pudo.

—Bienvenido, señor, ¿cómo puedo ayudarle? —Le respondió el pelirrojo, haciendo una ligera reverencia con la cabeza, manteniendo su postura neutral y estratégica por si se tratara de un ataque.

—Vine a recoger a la señorita Higurashi, aunque no sé si ya salió —le dijo con un deje inseguro en la voz.

—Mmm, ¿en qué piso trabaja la señorita Higurashi? —Probablemente la conocía, pero había más de doscientos trabajadores en ese edificio, no podía grabárselos a todos y menos por el apellido.

Kōga se quedó mudo porque no recordaba bien cuál era el puesto que tenía su novia y se sintió estúpido por no haber puesto la suficiente atención.

Ammm —iba a decir cualquier cosa cuando divisó las figuras de un par de personas saliendo por las enormes puertas de cristal—. Oh, mire, ahí viene —dirigió la mirada junto a la de Ishikawa hasta quienes asomaban por ahí. De inmediato, Wolf notó que su pareja venía acompañada de alguien que él reconoció al instante.

Por su parte, InuYasha alertó que alguien caminaba hacia ellos, así que dirigió la vista a su derecha y también reconoció al recién llegado.

—¿InuYasha Taishō? —Inquirió a modo de saludo, extendiendo la sonrisa. Kagome reconoció a instante la voz de su novio y lo miró de inmediato, estupefacta.

¿Cómo que «InuYasha Taishō»?

—Kōga Wolf —le devolvió él, también sonriendo—, tanto tiempo —estrecharon sus manos, gratos de volverse a ver. No eran amigos muy cercanos, pero se llevaban bien y siempre era bueno encontrarse con un conocido que además de ser medianamente cercano, también era alguien con quien hacía negocios.

—¿Cómo? —Intervino Kagome al instante, robándose la atención de ambos hombres—. ¿Ustedes se conocen? —Estaba incrédula, era surrealista.

—¿Tú lo conoces, Kagome? —El ambarino frunció el ceño, también, apenas enterándose de todo.

—Claro que sí —corearon Kōga y Kagome, ella más bien asombrada y él alegre.

Wolf caminó hasta la chica para ponerse a su lado, tomarla de la cintura y volver hacia su compañero.

—InuYasha, te presento a Kagome Higurashi —aquella presentación por parte del pelinegro era meramente social porque era obvio que Taishō sabía quién era ella y cómo se llamaba, tal vez hasta era su jefe directo—, mi novia.

Mil cosas comenzaron a dar vueltas en la mente del platinado, quedándose unos segundos en trance, procesando la información. Kagome intentó sonreír ante la presentación, pero por algún motivo se le hizo incómodo.

—Vaya —dijo entre una exhalación—, qué pequeño es el mundo —pasó la vista de Wolf a Higurashi y la miró fijo—, ¿verdad, Kagome?

La aludida fingió una expresión sonreída, pero por dentro su mundo estaba ardiendo en llamas puras.

»


Debo confesar que este capítulo fue un poco difícil de escribir para mí porque no sabía cómo manejar la dinámica de ellos, pero poco a poco me voy adaptando.

Cuénteme cómo les parece el avance, creo que ya era hora.

Ay, queridas lectoras, sé que muchas ya habrán olvidado este asco xD, pero en mi defensa, me quedé sin computadora, sin celular, sin ganas de vivir, SIN NADA HAHA, en fin, como ahí medio voy enmendando mi vida, les vengo a dejar esta pobre entrega que espero que signifique para ustedes un avance más notable entre nuestros queridos, para mí sí que ha significado mucho y estoy muy contenta con ello. Sé que muchas de ustedes se dieron cuenta de lo directo que fue InuYasha, espero que se haya evidenciado que tenía sus razones, medio enojado estaba xD, se olvidaba de que era un jefe JHASJKASHJ, lo amo a mi loquito del centro.

¡Les dejo un gran abrazo y agradecimientos por sus anteriores comentarios, son unos soles de verano en su momento más cálido!

Karii Taisho

Fuentes Rodriguez

Benani0125

Marlenis Samudio

Cindy Osorio

Rosa Taisho

Carli89

Sylvia

MegoKa

Rocio K. Echeverria

Lady Minisa Bracken

Kayla Lynnet

Nos leemos próximamente, espero.