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Desde el momento en que ella recordaba haber tenido memoria, había estado rodeada de hombres: su padre y sus tres hermanos. Mamá había fallecido al darla a luz, así que cuando fue consciente ya era uno más de ellos, criada por ellos que, aunque también eran unos niños, la protegían por ser la hermana pequeña y única mujer entre todos después de Naomi, su madre.

Que todos quienes la rodeaban tenían una singular forma de ser fue lo único que supo en su entorno, porque al ser la última hija y al quedar Seitō viudo, ella era sobreprotegida y eso de alguna forma le hacía mucho ruido. Al ir creciendo pensó que, si era una más de sus hermanos, todos serían iguales en la familia, no habría tratos especiales ni restricciones, se sentiría más cercana a ellos y no le daría problemas a su padre por lo que le fuera a pasar. Cuatro años tenía la primera vez que dijo que no le gustaba su nombre, que quería llamarse Gume, según lo que su familia contaba; el apodo empezó a tomar fuerza cada día y entre risas, se fue instalando en el diario vivir.

Kagome seguía siendo Kagome, pero su alias ahora resonaba hasta en el barrio; sus primeros amigos empezaron a conocerla como Gume Higurashi, el hijo menor del viudo Seitō, incluso en la escuela se le fue permitido usar el uniforme de niño y ser referido como uno. Todo iba perfecto durante sus primeros años, Gume era un niño feliz, simplemente él, siempre seguro en su espacio y aunque sus amigos solían ser los amigos de sus hermanos mayores, él se relacionaba con sus compañeros de clases cuando era necesario. Su identidad masculina, hasta sus seis años se había tratado simplemente de un deseo por pertenecer y encajar entre su familia, por no sentirse diferente a ellos o parecer débil solo por ser mujer, que, claro, ya de grande le parecía una idea absurda, pero era pequeña al fin de cuentas, sin embargo, aquel día en el que los niños más rudos de su salón se habían enterado de la verdad y la enfrentaron después de clases, Gume ya no fue más un apodo que le brindara confianza, sino que se convirtió en una identidad de escudo para defenderse, se volvió una personalidad ruda, a la defensiva, que poco a poco se fue incorporando a su ser y de la que ya no pudo desprenderse más. La paliza que le dieron en esa ocasión fue tal, que años después le seguía dando escalofríos recordar.

Le pidió a su papá que la cambiaran de colegio a uno que, aunque más lejos, podría ser una nueva oportunidad para empezar y por supuesto que sus hermanos mayores, más sobreprotectores que nunca y luego de devolver la violencia contra sus bullies, se movieron con ella y ahí nació el definitivo Gume, el fuerte y desconfiado último hijo Higurashi. No volvió a hacer un amigo más, se quedó con los que conoció en la antigua primaria. Su padre apoyaba todas sus decisiones y pedidos, siempre fue comprensivo, amable y defendió sus derechos siempre ante todos, mucho más después del episodio de abuso que había vivido. No sabía lo que era tener una madre presente, pero esa fue la primera vez que tuvo una necesidad imperiosa por ella. A veces pensaba que la mala gestión de su identidad y el no valorarla habrían sido mejor manejadas si Naomi hubiera estado viva, los otros parecían felices cuando sus mamás iban por ellos a la escuela, los abrazaban, llevaban de la mano o compraban un helado.

Poco tiempo después de ese horrible episodio de su vida, llegó InuYasha al barrio y luego de tanto en que jamás pudo volver acercarse a nadie, encontró en él una especie de extraña conexión que le hizo sentir seguro y cómodo, por eso se había convertido en su mejor amigo, en el más importante y en todo ese año de amistad, InuYasha había dejado una huella imborrable en el corazón de Gume para siempre.

No decirle que realmente era una niña no se trató jamás de confianza, se trató de identidad; Kagome realmente se identificaba como un niño y no ponía demasiada atención a si era correcto o no, a si ignoraba o no su naturaleza o a lo que fuera, simplemente se sentía bien así, se sentía segura.

Luego de la horrible y dolorosa partida de InuYasha, pasó meses enteros con esa sensación de pena en el pecho, lo mucho que extrañaba su compañía y cómo anhelaba pasar tiempo con él. Le había costado mucho salir de esa pena, al ser tan pequeña, la verdad era que no identificaba bien sus sentimientos, que parecían haber cambiado un poco.

Unas semanas más tarde, su vida dio un giro inesperado: por motivos de trabajo, su padre tuvo que mudarse con ellos a otra ciudad, así que arrendaron su casa, dejando atrás completamente todo lo que Gume había conocido desde siempre. Aquel también fue un golpe duro del que le costó reponerse. ¿En dónde estaría InuYasha? Si a él se le ocurría tratar de contactarla a su dirección antigua, ya no la encontraría. ¿Qué sería de él? ¿Se acordaría de su amistad?

Cuando por fin se adaptó a su nueva vida, llegó la pubertad, sus cambios físicos y la secundaria. Todo pareció revolucionarse en su mundo por completo, otras cosas empezaban a llamarle la atención, de repente también estaba interesada en tener amigas, comenzaba a sentir extraño siempre ser referida como un niño, aunque había mucho de aquello que todavía le agradaba, ¡estaba muy confundida! Entonces también con esos cambios llegó el reconocimiento de sus sentimientos por InuYasha, la increíble revelación del porqué de su pena tan profunda, de que aquello no había sido nada más que un temprano y primerizo enamoramiento. Siempre había sabido que la conexión con él era distinta a las demás, pero jamás pensó en eso, ni siquiera sabía lo que era estar enamorada, solo reconocía la intensidad con la que apreciaba los momentos juntos y cómo dolió cuando se separaron. Nunca supo qué hacer con eso, no tenía a quien contárselo, se moría de vergüenza con sus hermanos, quienes claramente notaban los cambios en ella.

Cuando el conflicto con su identidad se hizo insostenible, los chicos se sentaron a hablar con ella para brindarle su apoyo y si había algo que Kagome jamás olvidaría, eran las palabras que Miroku le había dicho en esa ocasión: "Eres nuestra vida, tienes los ojos de mamá y la sonrisa de papá. Siempre te hemos cuidado y protegido, no importa si eres una niña en pubertad o un niño rudo, porque eso es lo que hacen los hermanos. No tengas miedo a cambiar, Kagome, hace parte de ser humano"

Amaba a todos sus hermanos, pero sin duda Miroku era con quien más recuerdos inolvidables tenía.

Pronto Gume fue quedando un poco atrás y Kagome comenzó a hacer pequeños cambios tanto en ella como en su apariencia. Algunas veces reparó en que, si algún día volvía a enamorarse, tal vez parecer un niño no ayudaría demasiado, puesto que, hasta ese momento, había identificado su sexualidad. Y así se fue contrayendo gradualmente y apareció una nueva mujer, algunas veces llena de conflictos, otras más libre, medio madura, medio indecisa, pero siempre llena de amor y apoyo incondicional. InuYasha fue convirtiéndose también paulatinamente en un hermoso recuerdo de la infancia y así la vida siguió hasta que entró a la universidad con mil aspiraciones que iban más allá de cómo se veía, se trataba de su futuro, de su carrera, de quién sería y cómo aportaría a su país dentro de unos años. Llegó también su sueño de estudiar en Shibuya, Tokio, en donde encontraría una vida, su primer trabajo, su primer real mejor amiga y el amor.

A los veintiún años, Kōga había llegado a su vida. Era el chico más guapo de su clase, las muchachas se morían por él. Desde su primera interacción él fue coqueto, lo cual le sorprendió, ya que no estaba acostumbrada a llamar la atención de los hombres…, desde pequeña parecía que solo InuYasha había llegado a interesarle de verdad y después de que nadie pusiera sus ojos en ella y viceversa mientras se hacía una adulta, finalmente se vio completamente ignorada por personas del sexo opuesto, así que fue una sorpresa parecer gustarle a alguien como él.

Al principio no le creyó nada, incluso pensó que sería alguna broma o apuesta, ¿ella le gustaba a él? ¿Ella? ¿Ella que llevaba un look todo básico, el cabello recogido en una coleta sin chiste, además de no ponerse ni un polvo en la cara para tratar de resaltar su belleza? Tenía que ser una broma, había mil chicas ridículamente preciosas en la universidad, no podía ser cierto que se fijara en ella que pasaba desapercibida, era insegura y la única amiga de verdad que había hecho ni siquiera estudiaba en su misma facultad. Así que le ofreció su amistad mientras se aseguraba de que los sentimientos de Wolf fueran reales.

Contrario a todo pronóstico, que un hombre como él la pretendiera, lejos de halagarla, le había causado una ofensiva inseguridad; empezó a verse con más frecuencia al espejo, a comprar otro tipo de ropa, a ver tutoriales de maquillaje —y ahí fue que descubrió que le agradaba el skincare—, a probar nuevos peinados… y a sentirse inconforme con su reflejo cada día más. Tuvo cuidado de cambiar de forma paulatina y cuando al fin le pareció ser lo suficientemente "femenina" y "linda", que Kōga realmente estaba interesado en ella, por fin le dijo que sí, tres años después.

Tuvieron una linda relación durante poco más de un año, tiempo en el que había descubierto que sí que se había podido enamorar de nuevo; para cuando se dio cuenta, el nombre de InuYasha se había enterrado en su mente para siempre. Luego vino la desilusión, el engaño… otro año que pasaba su vida y en el que se concentraba en su trabajo y escuchar casi diariamente las mil razones que Wolf le daba para volver con él. Meses después, todo aquello volvió a la normalidad, pero no mentía, ya no se sentía igual. Lo quería, sí, todavía lo quería muchísimo, pero algo dentro de ella se había secado quizás por tanto llanto y decepción. Aun así, tenía sentimientos por él suficientes como para seguir en la relación, solo que ahora la confianza se había perdido muchísimo y luego del regreso de Ayame a sus vidas, todavía peor.

Pero… la verdad era que el impacto de que InuYasha hubiera reaparecido y que ahora fuera consciente de quién era ella, la había confundido, había revoloteado sentimientos dentro de su ser, era como volver a esos años de infancia tan felices… Justo en ese momento en el que todo había salido a la luz con él, ya no era la misma.

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El silencio entre ellos se había hecho tan denso, que Kagome sentía que el aire le estaba faltando. Después de aquella extraña presentación como su novia, las cosas se habían tornado muy incómodas; afortunadamente para ella, su jefe se zafó rápido diciendo que tenía asuntos pendientes en su casa, así que pocos segundos después ya estaba subida en el auto de su pareja, cada uno metido en lo suyo. Kōga, por su parte, analizando la conversación que había tenido con Sango hacía poco y recriminándose automáticamente por sus errores: en un intento de marcar territorio de forma inconsciente, presentó a Kagome a alguien que, se suponía, debería saberlo de antemano. Era idiota. Para distraer los ánimos prendió la radio y la colocó bajita, porque el silencio en ese auto los iba a volver locos.

—No me avisaste que pasabas hoy por mí —se decidió a hablar por fin, con serias ganas de ir despejando sus dudas sin parecer muy violenta.

—Bueno, amor —se encogió de hombros, la respuesta fue inmediata—, ya te había dicho que uno de estos días pasaba a verte… —no dejó de ver la carretera un segundo—. ¿Acaso te molesta? —Inquirió con un ligero toque suspicaz.

—No, es solo que tal vez hubieras ido en vano porque ya era hora de salida y no podrías encontrarme —le devolvió rápido, porque no tenía nada que esconder. Ella tampoco quitó la mirada de enfrente, fija en las luces de los autos y los edificios.

—Pero te encontré —sonrió, viéndola de soslayo

La azabache se limitó a suspirar, mirando hacia abajo y empezando a jugar con sus dedos de aquí allá, simplemente meditando. Tantas dudas asaltaban su cabeza y solo estaba ordenando sus ideas para poder ir soltándolas paulatinamente. La radio seguía sonando, bajita.

—Así que conocías a InuYasha… —por fin habló, tomando aire. Hablar de InuYasha ya no se sentía igual que antes—, no me habías dicho nada, siendo que trabajo en la misma empresa que él —le dijo como si fuera muy obvio. Ya le asombraba que con lo malo que era para recordar cosas, se hubiera acordado de en dónde trabajaba.

Kōga tragó duro después de encogerse un poco de hombros como si con eso disipara su sentimiento de culpa.

—No solemos hablar de cada contacto que tenemos en nuestros trabajos —le recordó, porque así era: ellos no hablaban demasiado de la gente con las cuales se le relacionaban a menos que los involucran de alguna manera o fueran cercanos, era casi un código entre ellos que se reforzó luego de lo de Ayame— y, además, no sabía que era tu jefe y en aquel momento ni siquiera me di cuenta —Kagome realmente podría trabajar en cualquier área y no necesariamente conocer a detalle a Taishō.

Con aquello solo demostró a su pareja que no recordaba ni su área de trabajo. De todos modos, Higurashi lo ignoró porque no necesariamente su pareja debería ubicar a su jefe inmediato si jamás se lo había mencionado, además, desde que había entrado a JP casi no se habían visto.

Por lo pronto, había otra cosa que a ella le interesaba saber.

—¿Y son cercanos?

—Tan cercanos como amigos no, pero… —cada respuesta que daban no tenía ningún momento de silencio, era como si estuvieran esperando que el otro soltara algo para devolvérselo— es un conocido con el que me llevo bien.

—Ya veo —asintió.

Kōga se detuvo en un semáforo y golpeteó su dedo índice contra el volante por repetidas ocasiones, moviendo la lengua dentro de la boca en un impulso incómodo por la situación.

—Kagome, ¿por qué el interrogatorio? —Ladeó el rostro antes de volver a poner el auto en marcha—. ¿Hay algo que quieras saber? Solo dímelo —le dedicó una mirada de lado.

Le molestaba un poco que ella sabía que no le gustaba que no fuera directa.

—Pensé en que cómo era posible que alguien cercano a ti no supiera que tienes novia —se dirigió a su pareja y ahora sí lo miró, aunque él siguiera de lado. Lo vio cerrar los ojos y suspirar.

—Tienes razón, Gum —ahora se sintió raro que la llamara así—, tal vez presentarte así no fue muy adecuado, pero-...

—Entonces InuYasha no sabía que tenías novia, ¿no? —Insistió, incrédula. ¡¿Él la negaba o simplemente no hablaba jamás de ella a sus amigos?! Le jodía porque daba a entender que como ella no le exigía saber de sus allegados, él parecía que se aprovechaba de eso para presentarse como un hombre soltero.

—No se había dado la oportunidad —admitió en voz baja—, no hablamos mucho de nuestras intimidades —Kagome decidió callar ante eso, no tenía más que decir. Era obvio que era una excusa idiota, pero no quería desgastarse más cuando había temas más importantes rondando su cabeza.

Sin embargo, al sentirse de alguna forma atacado, Kōga volteó el drama hacia su compañera.

»—Tú tampoco pareces haberle hablado de mí por cómo se sorprendió al saber que nos conocíamos.

¿Cómo era capaz…? Pestañeó despacio ante el cinismo.

—Es distinto porque no es mi amigo —mintió y a la vez no, pero no se detuvo a pensarlo mucho—, mi jefe y yo no hablamos nunca de nuestra vida íntima en el trabajo.

Ante eso, el pelinegro tampoco pudo refutar nada. Aquella especie de discusión lo estaba agotando y sentía que se le estaba yendo de las manos. Hacía todo lo posible para que la relación siguiera como hasta hacía unos días, pero Kagome no parecía querer ceder de repente.

Mientras distraía los ánimos y la veía acomodarse de nuevo el cinturón de seguridad como si eso la distrajera, trató de evocar al hombre amoroso que era y optó por un tono de voz más bien dulce y hasta coqueto.

—Esta noche me quedo a dormir —de inmediato la miró para estar seguro de que el sentimiento era compartido.

—Tampoco me lo habías avisado.

Pero no.

Ella lo vio con una expresión casi ofendida, le puso los pelos de punta.

—Kagome, siempre me quedo a dormir cuando sea —alternó su vista a ella y al camino, con una expresión de incredulidad máxima—, pareciera que no llevas conmigo casi tres años.

—Casi dos, en realidad —le aclaró con saña, se desconocía. Por alguna razón le había irritado demasiado su arrebato de presentarla ante InuYasha como si fuera una especie de trofeo, no lo podía ocultar—, el primero fue interrumpido por tu infidelidad.

Wolf apretó el volante con fuerza y se sintió frustrado por no tener en donde parquearse para hablar las cosas porque estaba llegando a su límite. Era la última cosa que iba a soportar en esa conversación que se arrepentía mil veces de haber seguido.

—Si necesitas hablar de algo, mejor hazlo ahora porque estoy comenzando a impacientarme —le dijo con voz severa, se notaba que estaba a punto de hartarse—. Hace días que estás muy rara, ni siquiera contestas mis mensajes, ahora esta actitud reacia y ni siquiera… —cerró los ojos y bajó un poco la voz antes de proseguir, Kagome lo observaba en silencio, casi flemática—, ni siquiera me has dejado tocarte, ¿qué es lo que pasa?

—Estoy estresada por cosas del trabajo y ahora mismo no me apetece compañía, esa es la verdad —y sí lo era. Sentía que su cabeza iba a explotar, francamente ese no era el mejor día, acababa de ser descubierta por InuYasha, su futuro era incierto y Kōga le había dado a entender que nunca hablaba de ella con sus amigos, que probablemente se presentaba hasta como un hombre soltero—. ¿Puedes pasar por mi edificio y dejarme ahí? Necesito dormir, tuve un día muy pesado hoy —se recostó en el asiento y giró la cabeza para no enfrentarlo más.

Con eso quedaba claro que no quería tenerlo en su cama esa noche.

—Como digas.

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Todo en su cabeza había revolucionado, apenas estaba cayendo en cuenta que su asistente era realmente alguien que había apreciado y conocido hacía ya unos dieciocho años, que realmente siempre había sido una mujer y que ahora se había convertido en una adulta competente y llena de vida. Para él todo parecía nuevo porque, aunque ella había aparecido apenas hacía casi un par de meses, de alguna forma se sentía familiar y mucho más después de la revelación. Automáticamente, Kagome se había convertido en su amiga, quizás la más cercana que tenía, ya que jamás le había gustado ser el centro de atención, así que no solía relacionarse estrechamente demasiado con las personas.

Y como ella era su amiga, se le hacía demasiado extraño que Kōga fuera su pareja. Conocía a Wolf desde hacía un buen par de años y de todas las veces que hablaron de temas más personales que de trabajo, nunca mencionó que tuviera una novia, es más, los rumores que había escuchado era que él tenía algo con otra modelo pelirroja muy famosa.

¿Estarían apenas saliendo? Seguramente que sí, por eso era tan reciente todo y él no sabía. Con un suspiro entró al estacionamiento de su edificio para guardar su auto y dar por finalizada su jornada de trabajo, el día había llegado a su fin. Un día muy ajetreado y lleno de revelaciones, emociones contradictorias y la mente completamente dispersa. Tenía mucho por procesar.

El sentimiento de que había sido engañado por ella aún seguía latente, aunque no de forma tan marcada y agria como al inicio, de todos modos, no podía dejar de experimentar el peso en su cabeza.

Ya mañana sería otro día y tendría varias horas para pensar, se repitió mientras subía por el ascensor.

»


Sé que tal vez esperaban más y que la conversación de Kōga y Kagome podría resultar extenuante, pero es importante ver cómo avanza su relación, ya que este día ha marcado un antes y un después en ambos.

Quiero, como siempre, agradecerles mucho tanto por su paciencia como por sus comentarios. Creo que no servía de nada que Kagome siguiera escondiendo la verdad, además, era algo que estaba planeado, así debía suceder por el bien de todos. Esta vida de adulto me consume, llevo un mes dándole dos revisiones a estoooo, cómo puede ser posible, DIOS.

Un beso enrome para:

Kayla Lynnet

RosaT aisho

Karii Taisho

Benani0125

Fuentes Rodriguez

Cindy Osorio

Marlenis Samudio

Lady Minisa Bracken

Carli89

MegoKa

Leo todos sus mensajes y todos me hacen feliz. Gracias, de todo corazón.