9

Hacía mucho calor esa noche, iba a darse un baño pronto y luego prendería el aire para así estar fresca y limpia. Abrió WhatsApp y buscó la conversación con Kagome.

"¿Cómo va todo? ¿Siguen en la reunión?"

Esperó un rato la respuesta, sabía que no le llegaría de inmediato. Dejó el celular a su lado en el sofá mientras ojeaba el catálogo que había llevado impreso de su último trabajo. Pasados unos minutos, el móvil vibró y era un mensaje de su amiga.

"Seguimos aquí y creo que esto va para largo. Come algo, por favor, hay lo que quieras en el refrigerador"

Tanaca sonrió y solo pudo enviarle un emoji. Bueno, si todavía no llegarían, podía quitarse de encima un par de cosas mientras iba a la cocina por algo de comer. Se levantó con el celular en mano para ir a buscar sus auriculares, poner música y olvidar el mundo por un buen rato.

::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::

No podía evitar mirar atrás y pensar que había fracasado como hombre y solo se destacó toda su vida como estudiante y profesional. Tenía un buen trabajo, buena economía y, en esos momentos, la libertad de hacer lo que quisiera con su vida, pero acababa de empezar su proceso de divorcio después de cinco años de matrimonio, cinco años en los que parecía haberse ido su vida sin más.

Los problemas con Yara habían empezado en el tercer año cuando él le propuso que quería tener hijos ya y ella se negó. No era que quisiera imponerlo, pero los tres años que salió con ella le había dejado bien claro que quería una familia grande con muchos hijos y ella había dicho que también lo quería, así que poco entendía por qué empezó a negarse al punto de pelear cada vez que él intentaba tocar el tema. Sus primeras frustraciones aparecieron entonces con aquello, empezando a debilitar la relación paulatinamente. Yara cada vez estaba más distante, su intimidad también decayó, de pronto se vio haciendo su propio espacio en el cuarto de huéspedes. Se arreglaban un par de semanas y las cosas no funcionaban después, así se llevaron casi un año y medio. De seis meses para acá su ex mujer había cambiado casi por completo de un momento a otro, estaba muy fría, distante y ahora sí que no mostraba un solo indicio de querer arreglar su matrimonio. Hasta que un par de semanas atrás, justo cuando le dijo que deberían mudarse un tiempo a Shibuya por el proyecto que le acababan de proponer y tal vez arreglar su relación, ella misma le había pedido el divorcio como excusa perfecta por querer «moverla» de su ciudad de origen.

No se lo dijo a nadie, pero sospechaba que Yara estaría viéndose con alguien más y por eso le espantó tanto la idea de mudarse. Lo hizo principalmente por no faltarle el respeto con suposiciones que no tenía cómo probar y porque nada ganaba atando a una mujer que ya no lo quería y, francamente, él también había dejado de quererla como antes, aunque todavía quedara por ahí un poco de sentimiento, sabía que era algo que podría superar con su trabajo una vez que todo hubiera terminado con ella.

Y así era como a sus treinta y dos años se encontraba solo con su trabajo. Lo único que le alegraba era que, al aceptar el proyecto que le estaban ofreciendo, estaría muy cerca de su hermanita y la cuidaría mientras pudiera tal y como todos siempre habían querido desde que se quiso independizar, especialmente ahora que le había contado que el imbécil de Kōga estaba nuevamente cerca de la tal Ayame. De todas formas, las ganas de romperle la cara a Kōga podrían volverse un sueño cumplido si llegaba a descubrir algo raro. Nunca le había caído bien, siempre supo que era un coqueto sin remedio —y sí, él también había sido así antes de comprometerse, pero ya en pareja jamás le fue infiel a Yara—, no entendía hasta ese día cómo es que Gume había vuelto con él.

Cuando las puertas del ascensor se abrieron, se dirigió rápidamente hacia la derecha para encontrar la entrada justo al final del pasillo. Tocó el timbre un par de veces y nadie salió. Se quedó esperando un tiempo antes de decidir usar la llave de repuesto esperando que siguiera siendo la misma porque desde el último cumpleaños de su hermana no iba a ese departamento.

Nadie abrió.

Bien, quizás andaba fuera, así que la esperaría para darle una sorpresa.

::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::

Por alguna razón le pareció escuchar un ruido justo cuando la canción había terminado, así que rápidamente se sacó los auriculares para correr a ver qué pasaba y ponerse una camisa o algo, porque, aunque estuviera en top y vaqueros, seguía medio impresentable. Salió rápidamente de la cocina para cruzar a la sala y casi de frente, se encontró con la imponente figura de un hombre.

¿Iba a morir?

::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::

Claro que Kagome no le había dicho que fue su primer amor, eso jamás, y agradecía infinitamente que aquella información en realidad no alteraba nada todo lo que había tenido que contarle. Decir las razones por las que de pequeña se identificó como un niño había sido como desvelar a alguien más en frente de él, como si apenas estuviera conociendo a otra Kagome y era raro. Mientras le contaba, se preguntaba si, tal vez, mostrándose en su infancia un poco más como la niña que era —ruda, hiperactiva y saltarina, pero también dócil, tierna y amable—, InuYasha habría podido corresponderla de alguna manera y en ese momento las cosas serían tan diferentes…

Era obvio que para Taishō todo lo que había era el simple recuerdo de un niño que fue su mejor amigo, pero ahora la veía como Kagome, la mujer que era su asistente, alguien nuevo a quien conocer.

—Realmente nos hemos perdido mucho uno del otro… —confesó con cierto aire nostálgico, mirando hacia un punto fijo sin poder concentrarse en el rostro de su compañera.

—Bueno, InuYasha, creo que las cosas pasan por algo —le respondió con una sonrisa, había encontrado el lado bueno de ese distanciamiento.

—¿A qué te refieres? —Alzó la vista para verla con la expresión confundida. La sonrisa de Kagome en ese momento le pareció tan igual a la de Gume.

Y claro, si es que eran la misma persona.

—Ahora ha sido más fácil revelarte que siempre fui una chica, pero si hubiéramos seguido siendo amigos cercanos, habría sido un poco raro confesártelo cuando la pubertad estuviera cambiando mi voz y mis rasgos —le explicó, completamente convencida de su razonamiento. Aquello significaba también que llevarían mucho tiempo de amigos, por lo que confesarle eso de repente se sentiría como una horrible doble traición.

Mucho peor que en ese momento.

—Tienes razón —también sonrió, tomando el shot con Baijiu y alzándolo a la salud de su compañera—. Es una nueva amistad entonces —y se detuvo un segundo para inquirir—. ¿Te puedo seguir diciendo Gume a veces? —Ladeó un poco el rostro.

—Claro que sí —aceptó, gustosa—, Gume es parte de mí —chocó el pequeño vaso de cristal para beber su licor y dando por inaugurado el inicio de nuevos lazos de amistad entre ambos, ahora sin secretos sobre sus personas.

InuYasha exhaló después de que la bebida pasara por su garganta.

—Por cierto… ¿qué harás por tu cumpleaños?

La azabache alzó las cejas, sorprendida, y cruzó las piernas.

—¿Todavía te acuerdas de esa fecha?

—La apunté tras nuestra foto —le mencionó avispado, con una ligera nueva sonrisa y ni siquiera era consciente de que podía sonreír tanto en una misma reunión. Se echó para atrás en su asiento y cruzó las piernas también.

::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::

—¿M-Miroku? —Por instinto, y al apagar sus alarmas de supervivencia, fue bajando los brazos que se había llevado al pecho para cubrirse.

Realmente no lo pensó, se le olvidó por completo su parcial desnudez.

—Ah, Sango… —el aludido pestañeó un par de veces, como procesando lo que estaba pasando. Definitivamente, esa no era la clase de recibimiento que había esperado—. Emm… —no pudo evitar balbucear, quitando la cara para que Tanaca se diera cuenta.

—¡Dios, lo siento, Miroku! —Cuando cayó en cuenta corrió hacia la habitación para buscar una blusa y se la puso mientras el hermano de su mejor amiga se mantenía mirando hacia otro lado—. ¡De verdad lo siento! —Gritó desde su lugar, dándose golpes mentales en la frente.

—¡No te preocupes, perdóname a mí, sé que no me esperabas! —Le respondió igual, manteniendo su atención en otro sitio y aprovechando para ver si su hermana estaba por ahí.

—N-no, por favor, qué dices, esta casa es más tuya que mía, en realidad —llegó hasta él ya con ropa y muerta de la pena aún—. Pasa, por favor—le hizo un gesto amable, brindándole una sonrisa ya más libre de vergüenza.

—Muchas gracias, Sango —le devolvió el gesto. Desde que había salido de Kioto no sonreía—. ¿Estás sola? —Inquirió con curiosidad mientras le entregaba a Tanaca un par de bolsas con postres que le había llevado a su hermanita.

—Gracias. Sí, Kagome está fuera —se mordió los labios internamente. Sería una gran sorpresa para Miroku saber de quién se trataba, pero ella no era la persona que se lo iba a decir. Lo observó alzar las cejas.

—Ah, salió con Wolf —su tono se volvió un poco serio y respiró hondo.

—No, no fue con él —a Sango le agradaba no ser la única a la que Kōga le caía como una patada en el estómago.

—Ah, ¿no? —Un rayo de esperanza se asomó, ¿sería posible que hubiera cortado con ese imbécil? Ojalá que sí—. ¿Con quién ha salido la señorita?

Sango abrió apenas la boca, no muy segura de qué decir.

::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::

La noche se les fue volando y ninguno de los dos había reparado en mirar sus celulares. El montón de anécdotas que se habían contado no tenía límites, en un momento de la reunión realmente eran el par de amigos de toda la vida. Claro que ambos decidieron reservar el detalle de los problemas en sus relaciones porque simplemente no era adecuado y no iba al caso. Tanto Kagome como InuYasha estaban conscientes de que esa parte de sus vidas era bastante más íntima que el resto de cosas, así que sus respectivas parejas dejaron de ser nombradas muy rápido en su charla.

—Entonces, ¿te animas a ir a entrenar box un día de estos? —Le inquirió con voz animada, esperando una respuesta positiva.

—Claro que sí, solo avíseme.

Era increíble que hubieran coincidido en un pasatiempo por fin. Mientras ella era más de dibujar o cocinar, InuYasha apreciaba más los juegos de mesa y armar cubos Rubik; sin embargo, ambos habían encontrado su gusto por el boxeo como actividad de desahogo cuando el estrés de la vida se volvía insoportable.

—Pues muy bien, te avisaré por mensaje —tomó una vez más y se animó a ver la hora en el celular. Ya iba siendo tiempo de regresar a sus casas—. También recibirás memes de gatos.

Ambos soltaron una risilla ante el anuncio del ambarino. Kagome amaba los gatos, ya lo había dicho en un punto de la conversación y era gracioso que él lo recordara después. También era bueno que su trabajo siguiera intacto y que InuYasha le hubiera sido claro respecto al tipo de cercanía que tendrían dentro de JP, especialmente por la política interna de la empresa que lo especificaba muy bien. Además, InuYasha era un hombre casado y ella entendía perfectamente que, aunque solo fueran amigos, ese tipo de confianza podría generar malos entendidos entre los demás trabajadores. Si bien era obvio que su relación no sería la misma porque ahora ya sabían bien quién era el otro, seguirían manteniendo sus distancias y el trato cordial lo más que se pudiera. La azabache había pensado también en no decirle mucho a Mayu que, aunque eran bastante más cercanas en relación a las demás, le parecía un poco prematuro.

Entre otros comentarios sueltos, se le ocurrió mirar la hora en el celular y casi chilla al ver los números en la pantalla.

—Dios, ya es tardísimo —no pudo evitar comentar, llevándose una mano a la boca por la impresión.

—Sí, yo también acabo de darme cuenta —había cierto toque de pena en su voz—. Así que es hora de volver a casa, además, dijiste que una amiga tuya te estaba esperando.

—Qué buena memoria —le elogió, tomando sus pertenencias mientras tanto—. Y sí, Sango es esa amiga, debes haberla visto por ahí, quizás; es fotógrafa y hasta tal vez le ha tomado fotos a tu esposa —y no, seguro que no porque, aunque Sango conocía a Kikyō como modelo, jamás había tenido la oportunidad de fotografiarla.

Lo vio negar.

—No, pero tal vez, si la veo, puede que la ubique —con esto último se dirigió a un mesero para poder arreglar el pago del servicio de la comida—. Un segundo, Gume —le hizo una señal para acompañar al joven muchacho y aquel apodo le salió natural.

—Propio.

Sabía que sus mejillas estaban rojas porque la cara le ardía y la sonrisa le hizo doler las mejillas.

::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::

—La comida estuvo increíble, muchas gracias, otra vez —le dijo animada mientras metía la llave en la cerradura.

—No tienes que agradecer, al contrario —él la miró desde su lugar y cruzó los brazos en el pecho. Sonrió amplio—: gracias a ti por haberme escuchado, la verdad era que lo necesitaba.

—Oye, sé que no siempre —abrió la puerta e hizo una pausa mientras buscaba el interruptor de la luz para iluminar la estancia—, no siempre hemos sido cercanos, pero —se dio la vuelta para verlo de forma directa—, puedo ser tu amiga y puedes contar conmigo para lo que necesites—esta vez le dedicó una amable sonrisa que le hizo cerrar los ojos.

Miroku sintió cálido en el pecho…, hacía tanto que no tenía a alguien que le brindara ese apoyo aparte de su familia. Llevó una mano con cuidado hasta el hombro de la fotógrafa y lo apretó fraternalmente.

—Muchas gracias.

Ante el gesto, Sango sintió que las piernas se le paralizaban y el corazón se le iba a salir del pecho. Había amado a Miroku desde la primera vez que lo vio a sus veinte años en el cumpleaños de Kagome, y aunque los primeros años fue más bien un crush como si se tratara de un famoso, luego ese sentimiento fue creciendo con cada vez que se cruzaban, pero ella jamás les dio rienda suelta, ya que estaban prohibidos por la relación del hermano de su mejor amiga. Y tenía claro que ese acercamiento era de un hombre que la veía más bien como una hermana en vez de como una mujer, pero sintió agradable la sensación y no esperó nada más.

Con eso le sobraba y le bastaba, porque sus sentimientos, aunque locos, eran puros y le gustaba verlo feliz.

»—Y bueno, no es posible que Kagome no llegue —volvió a intervenir, mirando para todos lados—. Pensé que al volver ya estaría aquí, es un poco tarde.

—Le voy a escribir —se apresuró en sacar el móvil de su bolso.

::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::

Contrario al camino de ida, el de vuelta sí había sido animado desde el principio. Ambos parecían tener mucho qué decir todavía a pesar de las horas que se habían tomado en la comida, pero esta vez también trataron un par de temas de la oficina y hablaron sobre la asistencia de ambos al evento de Sensitive. Kagome había dicho que no, que nunca iba a esas fiestas y que prefería quedarse en casa; InuYasha no pudo evitar quedarse pensando en si aquello tendría que ver con Kakazu, pero no dijo algo sobre eso porque no sabía lo que pasaba y menos si de verdad Kōga tenía algo con esa modelo, en vez de eso, le comentó que él sí que iría por compromiso de su esposa.

El viaje se les había hecho realmente corto y para cuando se dieron cuenta, ya estaban frente al edificio.

—Agradezco mucho que me hayas traído, también —Kagome había perdido la cuenta de cuántas veces le dijo gracias aquella noche e hizo reverencias, pero no se cansaba de hacerlo, porque así era ella.

De todas formas, seguía siendo su jefe y no era tan fácil desprenderse de su trato principal.

—Es lo mínimo que podía hacer, Kagome —a InuYasha no le quedaba claro cómo era que ella podría agradecerle algo que era tácito. Por supuesto que iba a dejarla hasta su puerta, pensaba que era demasiado obvio.

Cuando la escuchó sacarse el cinturón, alzó la vista rápidamente.

—Bien, pues muchas gracias de nuevo, InuYasha —le dijo con una sonrisa de real gratitud mientras estiraba la mano para abrir la puerta, pero en seguida fue detenida por un ligero toque en la muñeca.

Regresó a verlo de inmediato con los ojos un poco más abiertos. Era el primer acercamiento físico más «grande» que había tenido con él desde que habían vuelto a reencontrarse.

—Oye… —después de llamarle la atención le quitó la mano con delicadeza, no la quería asustar—, ¿me permites subir contigo? —Esperó que su pregunta no se fuera a malinterpretar, así que se apresuró en aclarar—: Me interesa conocer dónde vives y hasta conocer a tu amiga —lo dijo tan rápido que no respiró—, prometo que no me quedo mucho, yo-

—Sí, claro —pero para ella había sido una idea genial y una forma de hacerse un poquito más cercanos esa noche; no lo consideró algo atrevido, aunque estuviera un poco fuera de lugar—, para mí es un placer.

—Bien —su tono fue aliviado y rápido volvió al volante. No quería ser culpado por mostrar un interés genuino en alguien que apreciaba y significaba tanto desde la infancia para él, ni ser visto como un atrevido, porque, en serio, desde el fondo de su corazón, no había segundas intenciones—. Déjame estacionar acá y subimos.

—De acuerdo —Kagome se bajó del vehículo para adelantarse a abrir la puerta principal mientras su amigo se estacionaba. Unos segundos después ambos se perdieron por la entrada y se dirigieron al ascensor para encontrar el piso seis.

InuYasha fue mirando el pasillo que conducía al departamento, las puertas de ese piso, las plantas verdes ornamentales y las cámaras de seguridad. Vio a la azabache detenerse al final y tocar el timbre.

Casi sin que pasara nada de tiempo, alguien abrió y los recibió con euforia.

—¡Hey, Kag! —Al instante la muchacha de cabello castaño notó su presencia e hizo una reverencia con mucha cordialidad—. Hola, mucho gusto, InuYasha.

Vaya, sabía su nombre. ¿Kagome habría hablado de él?

—Ammm, ¿Sango? —Intentó recordar y por la expresión de ambas chicas, fue correcto.

—Sí, la misma —sonrió impresionada, al parecer.

—Yo los iba a presentar —hizo unos gestos con los brazos y negó con la cabeza, divertida—, pero parece que hablé mucho de los dos a cada uno.

Kagome sí había hablado de él. Tenía razón cuando había dicho que Sango era su mejor amiga.

—Pasen, pasen —le hizo un gesto para que entraran, aunque InuYasha no tenía intenciones de quedarse más tiempo y no supo realmente qué decir ante la cortés invitación—, que te tengo una sorpresa, K —casi chilló, era obvio que estaba muy emocionada. El ambarino alzó ambas cejas, expectante. Quizás estaba un poco fuera de lugar y se estaba extralimitando.

—¿Qué cosa? —Kagome ahora estaba confundida, pero su adrenalina iba subiendo gradualmente gracias a la efusividad de su compañera.

—Mira quién vino a visitarte —estiró los brazos para que justo después saliera un hombre de alta figura y cabello negro.

—¡Miroku! —La azabache corrió hasta el recién llegado para abrazarlo con fuerza, la visita había sido inesperada.

—¡Pequeña Gume! —InuYasha no pudo evitar sonreír ante el nombre; pareció que, de repente, había vuelto a sus doce… Hacía tanto que no veía a Miroku que casi le parecía un sueño. Sango observaba la escena con una expresión enternecida—. Oye, ¿por qué llegas tan tarde a casa, eh? —mientras le revolvía el cabello como a una niña, alzó la mirada para ver bien a quien Sango le había dicho, era el jefe de su hermana y con quien había tenido una cita hasta tan tarde—. Señor… —Ese rostro se le hacía muy familiar, lo había visto antes—. ¿InuYasha, escuché? —Arrugó las cejas.

InuYasha…, ese era un nombre conocido para él, especialmente por los rasgos físicos tan poco usuales. El aludido asintió, esperando a ser reconocido de alguna forma y, principalmente, respetando el momento entre hermanos.

—Hermano, no te esperaba —la voz de la joven los hizo volver la atención a ella. Kagome se separó de su hermano para dirigir la atención a su amigo—. Mira, te presento a mi jefe —extendió el brazo al tiempo que el pelinegro daba unos pasos hacia Taishō—, InuYasha Taishō.

—Mucho gusto, Miroku —se inclinó un momento hacia Higurashi, quien todavía estaba procesando de quien se trataba—, es grato volverte a ver después de tantos años.

—Yo te conozco… —achicó los ojos, convencido ya casi por completo.

—Quizás… —asintió sin evitar sonreír—. Me invitaste a jugar con tu grupo de amigos cuando apenas llegué a vivir a Kioto hace dieciocho años.

Miroku abrió los ojos hasta que le dolieron y en su mente algo hizo clic.

—¡¿InuYasha Taishō?! —Exclamó, volviendo la vista a su hermana y luego a Tanaca—. ¿Eres ese InuYasha Taishō? —Después de que el aludido asintiera, ambos se estrecharon la mano acompañada de un apretón fraternal en los hombros de cada uno y la incesante expresión de incredulidad en el rostro de Miroku—. Por Dios, qué increíble verte acá, no lo puedo creer —negó con la cabeza. ¿Cómo es que Kagome no le había dicho nada?

—Pues así de pequeño es el mundo, ¿no?

Cómo había pasado el tiempo.

—Bueno, este reencuentro sí que ha sido sorpresa para todos —Sango se apegó a su mejor amiga, ahora quedaban ambos hombres frente a ellas con expresiones impresionadas y sonreídas, dándole la razón.

—¿Se queda unos minutos más, InuYasha? —Inquirió Kagome con un poco de cautela en su voz y trato respetuoso, no quería sonar mal. Todo había sido insospechado, pero ameritaba sentarse un momento para planear, por lo menos, una salida para que InuYasha y Miroku se pusieran al día también.

Ante la expresión de la azabache, InuYasha solo pudo observar cómo sus ojos brillaban por la expectativa, le dio gracia; luego volvió a la vista a su amigo que le alzaba las cejas como una petición silenciosa de que aceptara la propuesta.

Tenían que ser hermanos.

—Sí, claro —terminó por acceder y todos le hicieron una barra de ánimo por la decisión—, por lo menos para organizar una reunión y ponernos al día con Miroku también.

Kagome miró a Sango de inmediato, asombrada: ¡ambos habían pensado lo mismo!

::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::

Notó que era casi la una de la mañana cuando estuvo listo para meterse a la cama. Alzó la sábana con cuidado y deslizó el cuerpo despacio por el colchón hasta que se quedó en una posición provisional. Se alzó un poco para ver a su esposa y con duda estiró el brazo para quitarle algunos cabellos de la cara, dormía profundamente. El mensaje que le había dejado a las once en WhatsApp decía que estaba muy cansada y que no lo podría esperar despierta.

Había estado tan ocupado esa noche que ni siquiera vio el texto hasta que llegó a su casa y todo estaba oscuro y en silencio. De alguna forma, la sensación de culpa se instaló en su pecho y fue difícil intentar ignorarla. Tragó duro antes de sacar el brazo y, sin dejar de mirarla, suspiró.

Explicarle a Kikyō que Gume, su amigo de la infancia, había vuelto, podría ser sencillo si no tuviera que decirle que realmente siempre había sido una chica y que ahora trabajaba con él. Tendría que esperar hasta el día siguiente y la cena que era en donde tenían más tiempo juntos para contarle. Volvió a su posición para dormir.

El sonido de su celular vibrando sobre la mesita de noche interrumpió a sus párpados cuando estaban camino a cerrarse y por instinto estiró la mano para ver de qué se trataba.

"Gracias por compartir el té con nosotros ¡y perdón por hacerte llegar tan tarde! Espero que no hayas tenido problemas. Nos hemos mañana en la oficina, jefe"

Le hablaba con más confianza por primera vez en esa red de mensajería. Sonrió y bloqueó el celular para volver a su tarea de dormir. Definitivamente, ese mensaje sería algo que haría Gume, no había duda.

Y sí, todavía le costaba procesar que eran la misma persona.

Después de todo, había salido mejor de lo que esperaba.

»

A veces me gustaría hacer fics más relajados que no lleven tanta cosa. Me costó mucho hacer este capítulo porque no quiero que las interacciones InuKag se malinterpreten, todavía no son románticas, aunque obviamente hay interés y aprecio por parte de los dos, tienen una historia desde antes y es singular, ya que InuYasha siempre pensó que era un chico, ¡pero es más difícil de lo que parece!

Es de esas veces que digo: "¿…y si borro el fic?", pero el esfuerzo y amor que le he puesto me lo impiden xD.

.

.

.

Oh, mis queridos y preciosos, quiero decirles que parte de que no actualizara no es tanto el tiempo, sino los cortes de luz que hay en mi país. Es la primera vez, desde que estoy viva y molestando la existencia de las personas, que vivo una crisis eléctrica TAN GRAVE en este puta país, ay, si supieran cómo la he pasado anímicamente; más con un orangután de presidente, indolente y ególatra, con el perdón de los orangutanes. Esa es la situación que no solo ha impedido por cuestiones técnicas que actualice, sino por la decepción que me da.

He estado bastante deprimida por eso y no he podido actualizar a pesar de que hace tiempo que la actualización estaba lista y solo faltaban unas cuantas correcciones. Así que les pido una disculpa. Sé que siempre digo esto y que tal vez ya estén cansadas, pero de todo corazón quiero que sepan que agradezco mucho a quienes todavía están aquí y quienes siempre están comentando esta historia.

De verdad, un abrazo muy grande. Y lamento mucho no poder responderles de la manera en la que quisiera, pero en media hora se me va la luz y no quiero atrasarme otro día.

Un beso.