10
Miroku había viajado a Shibuya por trabajo. Era ingeniero civil, tenía su trayectoria y algunos de sus contactos lo habían referido para el proyecto de un centro comercial en el sur de la ciudad; una construcción que duraría tal vez unos seis u ocho meses y que le daría a Higurashi la oportunidad de extender la experiencia que ameritaba su carrera, además de encontrar una nueva vida ahí, en especial porque su familia había insistido siempre en que alguien debería vivir cerca de Gume. Mientras Sōta y Bankotsu estaban cerca de Seitō, Miroku estaba cerca de la hermana menor.
Miró para el cliente y le dedicó una amable sonrisa cuando lo invitó a pasar a su oficina.
—Bienvenido, Higurashi, por favor, tome asiento —le hizo un gesto para que usara la silla frente a él, era un hombre de contextura media, cabello cobrizo y ojos café oscuro ya entrado en años, parecía estricto.
—Muchas gracias, señor Yamada —hizo una reverencia y suspiró hondo al sentarse, ligeramente nervioso. Era la oportunidad de su vida.
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Estaba muy feliz, realmente lo estaba. Esa sensación de que había familia cerca de ella, de que tenía vistas, le llenaba la vida, le hacía bien. La noche anterior se había ido a dormir super tarde después de quedarse unas horas conversando con su hermano y Sango, por eso en el día había pasado algo somnolienta, pero muy contenta. Con InuYasha también había ido bien, ambos tenían algo de trabajo ese día, un par de reuniones de él y unas tareas de ella que cada uno tuvo que resolver por su parte. Mayu no había parado de llamarla en ratitos libres para preguntarle qué había pasado el día anterior, pero en ninguna de esas pudo encontrarse lo suficientemente cerca como para inventar una historia, pero ya en la hora del almuerzo se habían topado en el ascensor y al fin había podido decirle que estaba enferma y había tenido que ir al hospital por unas vitaminas, pero que ya todo estaba bien. Parece que le había creído.
Ya imaginaba a todo JP sabiendo que ella era amiga de su jefe si es que se le ocurría soltar algo, porque así eran los chismes de oficina y ella ya los conocía muy bien.
Con Kōga no había cruzado ni media palabra y un poco le molestaba que no se hubiera dignado en hablarle aunque fuera una vez, pero tampoco haría drama porque sabía que era ella quien debía dar el paso. Con su hermano sí que había conversado por teléfono cuando le dijo que el trabajo era suyo y que estaban arreglando el papeleo del proyecto para empezar a gestionar lo de su nuevo departamento, inicio de la obra, contratación de personal y demás, ¡estaba ocupadísimo, pero muy feliz! Sabía que le caía bien en esos momentos en donde estarse divorciando era tan terrible para él. En el grupo de la familia todos habían celebrado aquella noticia y se preparaban para visitarla un año más por su próximo cumpleaños número veintiocho.
—¡Kagome, ¿no vienes con nosotras?! —Alzó la vista cuando desde la recepción, Satō le llamaba junto a Itzy y Yuna. Solían salir juntas al final de la jornada a tomar un taxi.
Negó, sonriendo y levantándose para no tener que dar sus razones desde esa distancia.
—Hola, chicas, no, hoy no —llegó hasta ellas que ya se encontraban encaminadas al ascensor.
—¿Por qué? ¿Sigues trabajando? —Inquirió Mayu con atención mientras tomaba su bolsa, con actitud un poco distraída. Las otras chicas solo escucharon en silencio.
—Sí, de hecho… —parpadeó un par de veces—. Hoy InuYasha-sama no ha estado en la oficina por sus reuniones y me dijo que avanzaríamos el proyecto antes de salir —hizo una señal con la cabeza hacia la oficina de su jefe. La verdad era que sí, InuYasha le había dicho que tendrían que dejar finiquitado unos detalles del trabajo en el que llevaban unos días.
Eran amigos, pero InuYasha seguía siendo el jefe que siempre había sido, especialmente cuando se trataba de los proyectos y esa dinámica no había cambiado absolutamente en nada, lo cual le gustaba.
—Buah, pero te pagarán horas extras, ¿no? Supongo —Yuna intervino, medio asombrada. Era raro, InuYasha siempre respetaba los horarios de sus trabajadores.
Kagome solo se encogió de hombros y asintió. No sabía bien tampoco cómo iba a reponer el día perdido, así que no se le hacía raro ese tiempo extraordinario. Fue algo que Itzy también pensó.
—Bueno, nos vemos mañana, entonces. Suerte —Mayu se despidió de la azabache como restándole importancia a las dudas de Yuna y así después de un par de «adiós», se quedaba sola en el piso.
Caminó de regreso a la oficina de Taishō y como era costumbre, tocó hasta que él le diera el paso y cerró la puerta con cuidado. InuYasha seguía concentrado en unos documentos en su computador mientras su asistente se sentaba en frente suyo para tomar la tableta de trabajo.
—¿Están bien los avances? —Inquirió, también concentrada en lo suyo.
InuYasha ahora tenía la mano izquierda en su quijada y ahí reposaba todo el peso de su cabeza. Asintió.
—Muy bien, de hecho —hizo un par de clics—. Pronto estará lista para que la presentes en la reunión de ejecutivos —esto último lo dijo mirándola directamente.
La azabache abrió los ojos hasta que le dolieron y de inmediato concentró la vista en él, incrédula. ¿Cómo que presentar ella el proyecto ante los ejecutivos? ¿De qué estaba hablando? Negó con la cabeza, al tiempo que InuYasha extendía los labios en una sonrisa victoriosa; esa era exactamente la expresión que había imaginado.
—¿Qué dices? —Pestañeó tantas veces como le fue posible, como si con eso volviera al segundo anterior en donde no había escuchado eso último.
—Tú propusiste el proyecto, tú lo presentas, Gume —se echó para atrás en la silla e hizo un gesto de «ni modo» que hizo a su compañera soltar una risilla incrédula.
—No, no, es broma —empezó a negar con la cabeza. Era una responsabilidad enorme, pero también una oportunidad que podría resultar en un aumento de sueldo y la atención positiva de los socios de JP a solo dos meses de haber entrado en la empresa. Era simplemente una locura—. Es broma, ¿no? —Intentó confirmar.
—A ver, yo no me robo las ideas de la gente —aclaró Taishō, complacido por el momento y moviendo negativamente la cabeza. Kagome se lo merecía, era una gran profesional. Se acomodó nuevamente y cerró el Excel para ponerle atención—, así que esto lo expones tú.
—Sí, pero yo di una idea a medias y tú la perfeccionaste y has dado todo para que vaya teniendo forma —refutó, haciendo gestos nerviosos con sus manos. ¿De verdad eso estaba pasando? No.
—Es un trabajo de ambos, corrígete —le hizo una señal de alto, poniendo los puntos en claro—, además, no estoy asegurando que nos van a aceptar invertir en Levi's®, solo quiero que te des esta oportunidad —no pensaba demasiado mientras lo decía, solo sacaba lo que realmente estaba pensando.
—No haces esto solo porque ahora somos amigos, ¿verdad? —Inquirió con cierta desconfianza, cruzando las piernas.
Achicó los ojos, esperando que no fuera así. Y lo preguntaba porque a pesar de que entendía que ahora su amistad estuviese fluyendo tan rápido —porque no solo era Gume, sino que desde siempre tuvieron una buena química laboral y fácilmente, en otras circunstancias, capaz que podrían haber sido amigos de igual forma—, antes de esa noche eran solo asistente y jefe que se llevaban bien; InuYasha a veces ni siquiera la miraba a la cara cuando estaba muy ocupado y ella obviamente a veces tampoco, ambos eran unos completos desconocidos, y si era sincera, no se veía siendo ascendida al segundo mes de estar trabajando ahí sin que Taishō supiera quién era ella realmente.
InuYasha suspiró y pronto decidió que lo mejor era ser sincero.
—Sí y no —le confesó, haciendo que ella hiciera un gesto anonadado, casi le gritaba que era un sinvergüenza. Ya la conocía un poco más—. Y antes de que me crucifiques —hizo un ademán con su mano derecha para que lo dejara proseguir—, Kagome, eres una gran profesional, tarde o temprano habría pensado en reunirme con Sesshōmaru para hablar de tu rendimiento —le empezó a explicar y era verdad cada cosa que decía—, además de que obviamente se me habría ocurrido darte créditos en la presentación del proyecto en la próxima junta, pero sí, lo acepto, al saber quién eras, solo aceleraste este proceso, pero te lo has ganado tú sola sin necesidad de influencias —la miró directamente y ahora esos ojos cafés bailaban rápido por la emoción. Sabía que Kagome amaba su trabajo y se esforzaba por hacer siempre mejor, así que aquella oportunidad era imperdible y le agradaba que no se tratara de nepotismo.
Empezó a asentir, deteniendo las lágrimas de emoción que la estaban embargando. InuYasha cerró los ojos y dejó ir el aire contenido después de que su amiga aceptara la propuesta sin poner más peros. Había sido convincente, pero también sincero. Sabía que Higurashi estaba consciente de sus habilidades como profesional y ese era un punto a su favor para favorecer su discurso.
—Gracias, InuYasha, de verdad —su cara estaba roja por el esfuerzo que estaba haciendo al no permitirse llorar.
Él hizo una expresión sonreída de vuelta y apagó la computadora para dar por finalizado el día laboral.
—Vamos, te acerco a casa —le dijo mientras se ponía de pie— y antes de que digas algo, que sepas que no es un favor, es que quiero ver a Miroku para conversar —bromeó un poco, sacándole una risa a la azabache.
—De acuerdo, jefe, de acuerdo.
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Venían conversando acerca de lo que Miroku le había comentado a Kagome, tan concentrados en su charla que ni siquiera se dieron cuenta cuando ya estaban saliendo del edificio hasta que ambos se despidieron amablemente de los guardias de turno.
—Supongo que tendrás hermano para rato —comentó el ambarino, cambiando su portafolio de mano. Por instinto alzó la vista y se encontró de frente con la mirada celeste a unos metros de ellos, justo como la pasada vez. Se detuvo de inmediato, la sonrisa se le borró y con eso produjo que su compañera también parara en seco para mirar en la misma dirección.
—Hola, Gum —saludó, dibujando una irónica sonrisa en su rostro. El peliplata alzó ambas cejas, un poco incómodo y asombrado por cómo la había llamado, pero ni siquiera abrió la boca—. InuYasha, qué coincidencia, ¿no? —Dirigió su rostro hasta el ambarino y alzó ambas cejas igualmente—. No sabía que el horario se salida de mi novia había cambiado —aunque aparentemente lo hizo con esa mal acostumbrada intención de marcar territorio, aquello último no lo dijo con ningún énfasis en especial.
—Kōga… —Kagome más bien llamó su atención como una advertencia porque a leguas pudo oler las intenciones de su pareja.
—Cómo estás, Kōga —InuYasha, en cambio, decidió saludarlo lo más casual que pudo y apenas estiró los labios. Desde la primera vez que se habían visto en esa situación, se había instalado una especie de tensión que ninguno de los dos esperó, pero que era natural y palpable.
—Qué coincidencia —reincidió, porque para él seguro que no les había quedado claro que estaba buscando una explicación cuando decía «qué coincidencia»— encontrarlos saliendo juntos otra vez —los miró alternativamente. Kagome cerró los ojos e inspiró hondo, llamando a la paciencia. ¿Otra vez? ¿En serio? Aquello no tenía ni sentido para ella—. ¿Lo hacen siempre? —Esta vez los apuntó con el dedo índice, el cual movió de un lado a otro.
—Siempre que salimos al mismo tiempo, claro —intervino InuYasha al instante. Algo le decía que Kōga estaba intentando insinuar algo indebido y con ello estaba faltándole el respeto a él y a Kagome, lo cual no le hacía ni puta gracia.
—Ah, InuYasha —pero Wolf no dejó ese tonito burlón y sarcástico—, no sabía que acompañabas a tus empleados hasta la puerta, ¿lo haces con todos? —Esto último lo soltó con mala onda.
Y fue palpable.
—Eh-...
—No, pero con Kagome sí, ya que es mi amiga —no lo pensó, solo la interrumpió. El duelo de miradas entre ambos había comenzado y era extraño, pero irritante, e InuYasha ya estaba resintiendo los estragos en su humor que tampoco era muy paciente.
—¿Tu amiga? —Eso no se lo había esperado. Al instante InuYasha supo que lo había jodido con eso, porque seguro que las parejas de ambos no sabían lo de Gume—. Pensé que solo era tu asistente, ¿por qué no me lo habías dicho, amor? —Inquirió a su novia, explotándole la paciencia.
—¡Bueno, ya! —Alzó la voz y ambos la miraron, cayendo en cuenta de su falta de respeto—. No hablen como si yo no estuviera aquí —prosiguió, ya harta de ese duelo de egos, no sabía qué. Ante todo, ella no era una mujer que se quedaba callada y por la que los machos se batían en duelo por su atención.
Que recordaran que ella seguía siendo Gume también.
—Lo lamento mucho, Kagome —InuYasha fue el primero en reconocer su error casi entre dientes, tocado en su orgullo, normalmente le costaba pedir disculpas, pero se había pasado tres pueblos esa vez.
—Sí, igual —a regañadientes, Wolf imitó a Taishō, quien no pudo evitar hacer una nueva mueca de desagrado por lo imbécil que se estaba comportando. Eso cuando tenían veinte lo podía entender, él mismo había sido así, pero ¿a los treinta? Ya estaban grandecitos.
—InuYasha —Kagome se dirigió a su jefe con un tono más calmado y un poco apenada por el fallo de los planes que tenían—, agradezco mucho que me hayas acompañado hasta aquí, nos vemos mañana —asintió, intentando que entendiera y claro que él lo hacía.
—No es nada —le hizo un gesto amable y casi cordial, no quería traerle problemas o, por lo menos, no más de los que de seguro ya le había causado con esa tensa plática—. Tengan buena noche —esto lo dijo solo mirando a su amiga, segundos después volvió hacia Wolf e hizo un gesto con su cabeza—. Kōga —con eso último, se retiró.
—InuYasha —se despidió en el mismo tono y junto a Kagome lo observó irse al estacionamiento sin volver a mirar atrás. Cuando se vieron solos, Kōga volvió la vista hacia su novia, pero en sus ojos celestes había furia—. ¿Ahora lo tuteas?
¡Es que era su maldito jefe, no alguien cualquiera! Tutearlo no era cualquier cosa.
—Vamos a tu auto —la aludida miró para los lados, avergonzada porque todo eso lo habían presenciado los guardias—, no podemos hablar aquí.
Bajó las escaleras de inmediato sin esperarlo y Kōga cerró los ojos para tratar de mantener la calma y desparecer de ahí lo más rápido posible.
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—Así que tu amigo —no esperó ni a cerrar la puerta del auto para seguir recriminando.
—¿Qué viniste a hacer? —Ella evadió la cuestión. No era ni el lugar ni el momento para ponerse a contarle la verdad a Kōga.
—¿Que qué vine a hacer? —Inquirió con incredulidad, girándose para mirarla. Esa vez no echaría a andar el carro, hablarían ahí sí o sí—. Hace dos días que no me hablas, solo vengo a saber si podíamos hablarlo o pactar un día para vernos, pero ¿qué pasa? —Imprimió fuerza a esa pregunta que él mismo se respondería de inmediato—. Que te encuentro muy divertida hablando con tu jefe, que —hizo gestos con las manos mientras ella solo lo escuchaba con una expresión seria, casi neutral, aunque era obvio que no tenía nada de ganas de sonreír—, ¡oh, sorpresa!, no es la primera vez que los veo así.
Kagome se llevó el cabello detrás de la oreja y tomó aire, tratando de evitar su culpa, porque así era: él tenía razón, ella debía haber dado el primer paso.
—He estado ocupada estos días, por eso no te he hablado —se excusó y Kōga lo supo porque no lo pudo ver a los ojos—, estaba esperando un buen momento para aclararlo —alzó la cara y también el tono de voz, hallando, sin querer, una forma de voltear las culpas—, pero una vez más te has comportado como un cavernícola.
Es que el comportamiento era reincidente y le molestaba la desconfianza, en especial porque debería ser al revés.
—¿Estás culpándome? —Preguntó con incredulidad, negando. Higurashi solo miró hacia el frente y se quedó callada, diciéndole con ese gesto que lo tomara como quisiera. Kōga se tomó un rato para suspirar y calmar los ánimos—. La última vez que te pedí perdón, terminamos peleados, ¿qué pasa, Kagome? —De alguna forma, le dolía que desde que le había dicho lo de Ayame, todo entre ellos parecía haberse derrumbado y tenía serio temor por los sentimientos de su chica.
—No quiero pensar que estás celoso de mi jefe —por fin lo soltó, mirándolo fijamente y volviendo a ignorar contestarle algo concreto.
—No, faltaba más —y con eso se encendió de nuevo su mal humor, Kagome puso los ojos en blanco—, si yo sé que él es solo tu superior, pero no sé sus intenciones —comentó, cizañero, llevando las manos al volante para apretarlo.
No le empezaba a hacer ninguna gracia InuYasha. Jamás había tenido nada contra él, hasta se habían llevado bien de alguna forma, pero en dos veces que se habían visto con Kagome en medio, la situación no iba bien.
Higurashi se tragó mil cosas por decirle en defensa de la relación de cercanía con su jefe, así que solo atinó a pasarse una mano por el cabello e inhalar.
—¿Quieres arreglar esto o seguir discutiendo? —se giró para verlo y tomar valor para pedir disculpas finalmente—. Lo lamento por lo de la vez anterior, estaba un poco estresada por cosas del trabajo —volvió a tocarse la frente mientras se excusaba— y además, ayer llegó Miroku y yo-
—¿Miroku está aquí? —La paró en seco, frunciendo las cejas y casi olvidando por completo todo lo anterior.
—Sí, ¿tienes algún problema? —Ahora ella también había puesto una cara de confusión y cierta molestia.
—No —chasqueó la lengua y volvió a apretar el volante—, ya sabes que él es el que tiene problemas conmigo.
—Tal vez si no me hubieras sido infiel, no los tendría —se le ocurrió decir, pero no lo pensó, solo se le salió.
Al instante supo que no había sido buena idea.
—Basta, Kagome —le dijo severo, casi ofendido. Se suponía que por eso le había rogado un año y lo habían dejado atrás.
—De acuerdo, perdón —de alguna forma, entre toda la discusión, aquello le hizo gracia.
—Pensaba quedarme estos días contigo, pero veo que no será posible —le informó con un poco de decepción en la voz. Una nueva semana en la que estarían lejos y, con eso, una nueva semana en la que no se habían tocado ni un pelo.
—Bueno, es mi casa y Miroku se quedará poco —ahora también su tono de voz empezó a moderarse. Le sentaba mal porque a ella tampoco le hacía gracia que su relación estuviera así, pero las circunstancias no estaban del lado de ambos—, ha venido porque tiene un trabajo aquí que durará meses —Wolf hizo una mueca de fastidio que ella prefirió ignorar—, pero tendrá su departamento en unos días, así que ya tendremos espacio para hablar bien, ¿sí? —De todos modos, eso último lo dijo casi molesta.
Sin esperarlo, sintió que su pareja la tomó por la quijada y de forma sorpresiva le plantó un beso que al principio fue tímido, pero poco a poco ella se dejó hacer, y sí, no iba a mentir, de alguna manera extrañaba esos gestos, así que le pasó el brazo por el cuello para ella misma intensificar la caricia que subió de tono rápidamente. Se separaron después de un periodo considerable y esta vez, Kōga aseguraba que el corazón de esa mujer seguía siendo suyo.
—Te quiero, Kagome, y sé que estamos pasando por un momento tenso —le susurró casi contra los labios, ella solo lo miraba con la boca entreabierta, aunque no sonreía—, pero vamos a superarlo, ¿sí?
La azabache miró hacia abajo y pestañeó varía veces, apretando los labios. Trató de asentir. Kōga retiró su mano de la quijada lentamente, ya no tan seguro de su pensamiento anterior. La miró con una ligera desconfianza para analizar todos sus gestos.
—Llévame a casa, por favor —decidió decirle después del silencio.
Sin que pudiera entenderlo, después del beso, a su cuerpo le había invadido una especie de culpa que no pudo explicar.
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—Hola, Reira —saludó a la joven pelirroja, reposando el cuerpo en el umbral de la puerta de la cocina.
—Buenas noches, señor, llegó justo a tiempo —le dedicó una amble sonrisa—, está lista la cena.
—Huele bien —le halagó con sinceridad, aunque su presencia ahí no era justamente por la comida—. ¿En dónde está mi esposa? —Su tono era un poco extrañado; siempre que llegaba a casa, Kikyō estaba ahí, de hecho, era ella quien se encargaba de, o preparar, o servir la cena.
—La señora salió —le informó Reira de inmediato, ya se esperaba esa pregunta. Se secó las manos en su mandil para girarse y quedar frente a frente con su jefe—; de imprevisto surgió una prueba de vestuario, así que hoy cenará fuera.
—Ah, ¿sí? —Alzó una ceja, su tono de voz ahora era más bien confundido.
—Sí, dijo que le había dejado un mensaje —y Reira llevaba trabajando con él el tiempo suficiente como para saber que sus gestos daban a entender que necesitaba más explicaciones—, pero, por si no lo leía, le dejó el recado conmigo también.
—Ya veo —miró hacia otro lado, sintiendo una ligera incomodidad y culpa. Había estado tan concentrado en otras cosas esa última hora que no había visto su celular. Lo peor ni siquiera era eso, sino que Kikyō lo tenía tan claro también, que entre líneas se lo dejaba expreso a través de Reira.
Tenía que hacer algo con esa situación o su matrimonio colapsaría y probablemente sería su culpa.
—¿Le sirvo, entonces? —La voz de la pelirroja lo hizo volver en sí. Ahora ella lo miraba expectante.
—No, no, déjalo así, yo como más tarde —respondió con voz distraída que gradualmente iba prestando más atención—. Puedes irte, Reira, hoy has excedido tu jornada —le sonrió apenas, dejando de lado por un momento la maraña de pensamientos y enfocándose en la muchacha frente a él—, no olvides apuntarla para el pago extra.
—No se preocupe, señor Taishō, muchas gracias —hizo un par de reverencias para después quitarse el mandil—. La comida queda en el horno —le indicó y su jefe le agradeció—. Con permiso —salió de la estancia para ir a la habitación de huéspedes y cambiarse de ropa.
—Propio.
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Era la última foto que le mostraba del departamento con la promesa de que el fin de semana irían a visitarlo y también se mudaría finalmente. A ella le había encantado.
—Felicidades, hermano, en serio —le apretó el hombro con cariño y sonrió amplio, genuino. Estaba muy contenta por él, además de emocionada por el lugar que le habían ofrecido, eran cuartos pequeños, pero muy acogedores, con toques hasta elegantes y recién construidos.
—Gracias, Gume —cubrió la mano de su hermana con la suya mientras bloqueaba el celular—. Oye, para celebrar esto, ¿qué tal si vamos a cenar? —Le propuso casualmente, aunque ya lo tenía planeado.
—¿Ahora? Pensé que era el fin de semana junto a InuYasha —alzó las piernas en el sofá para cruzarlas y centrar la atención en Miroku.
—No, esa será otra salida —le explicó con tranquilidad y guardó el móvil en el bolsillo de su pantalón.
—De acuerdo, andas muy consentidor —se estiró para hacerle un par de cosquillas y rio, emocionada como una niña.
—Oye, ¿por qué no llamas a Sango para que se nos una? —Entonces le propuso, poniéndose un poco más serio.
—¿A Sango…? —Alzó una ceja, medio intrigada. Sabía que a su mejor amiga siempre le había gustado su hermano, aunque lo negara rotundamente, pero no lo había visto de parte de Miroku.
—Sí, claro, digo… —se apresuró a aclarar por el tono que había utilizado la menor—. Se ha portado muy bien conmigo siempre y es tu mejor amiga —hizo un ademán hacia ella—, creo que es justo hacerla parte de esta celebración.
Era una explicación lógica, pero parecía que intentaba más que exponer su razón, convencer a su hermana de algo. O conversarse a sí mismo, la verdad es que no lo supo y tampoco le dio tantas vueltas.
—Sí, claro —respondió igual de emocionada, también olvidando sus pensamientos iniciales—, ya le marco.
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Se secaba el cabello con una mano mientras que con la otra mensajeaba por el celular.
La verdad era que, a pesar de que vio mil cosas en la actitud de Kōga que no estaban bien, no tenía ningún derecho a meterse explícitamente en la relación de ambos por mucho que apreciara a su amiga y menos ceder ante la competencia de ego masculino que había sucedido esa tarde, además de que Kōga era alguien con quien no solo su esposa se relacionaba, sino él mismo cada vez que había pasarela en JP. Y por supuesto que tampoco quería tener problemas con Kagome.
"¿Te puedo llamar?"
Le había escrito ella poco después de que le confirmara que regresaron de la cena a la que Miroku les había invitado, de la cual el mismo Higurashi también le envió fotos de los platillos por la red de mensajería.
"Sí, claro. Te marco"
Poco después estaban en llamada, saludándose de forma casual. Un par de preguntas sobre la cena y poco después Kagome iba a grano preguntándole a qué se debía la llamada porque sabía que no era para hablar de los detalles de la comida.
—Quería... —le costaba, debía admitirlo, así que carraspeó para encontrar la palabra adecuada — excusarme por lo de hoy con tu pareja —fue sincero al final y lo soltó, aunque, reiteraba: le costaba mucho pedir disculpas.
—Oh…, bueno, acepto tus excusas, pero la verdad es que ya lo había olvidado —rio al final, restándole importancia.
Kagome no estaba dimensionando lo que significaba para él haber tomado esa iniciativa, incluso él mismo, pues realmente crecía un profundo respeto que revelaba en esas acciones que, a simple vista, podrían parecer insignificantes.
—Bueno, no fue educado de mi parte y creo que te incomodé, así que, reitero mis excusas —volvió a decir, aunque esta vez ya menos culpable—. Y sólo era para eso mi llamada —de algún modo quiso colgar rápido, como si se estuviera excediendo y se sentía ya como incorrecto.
—¿A quién le ofreces tus disculpas, InuYasha?
Ante la pregunta casi por instinto cerró la llamada en seco, pocos segundos después se golpeó mentalmente la frente por haber hecho eso como si se tratara de algo malo. Giró para ver a su esposa que tenía las manos cruzadas en el pecho.
—Kikyō…
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Ah, caray. ¡Yey, por fin mi primera decena de capítulos para este fic! Y todo antes de empezar a publicar.
Esta vez, me gustaría dedicar unas palabras a cada uno de ustedes, agradeciendo desde el fondo de mi corazón todos sus comentarios y toda la empatía que mostraron por la situación que mi país estaba viviendo.
Querida Marlenis, gracias por todo el apoyo que siempre me brindas todo el tiempo. Me alegra mucho que te haya gustado el capítulo y que te guste como va avanzando porque sé que no es bueno que los chicos estén enojados por mucho tiempo o que su amistad no surja, ya que va a ser parte muy importante de la historia. Muchísimas gracias por la empatía y ya por ahorita, desde el 21, estamos sin cortes. No sé qué venga después.
Valentine, hermosa, de verdad que tu comentario fue tan divino, me llegó al corazón. Lo leí y se lo leí a mi papá, porque noto muchísima dulzura y de verdad agradezco demasiado tus palabras. No sabes cuánto. Te mando un abrazo. En serio, qué lindas palabras. No sabía que mis historias te gustaran tanto, así que realmente es un honor para mí tu apoyo. Te mando un abrazo enorme, de nuevo, y muchas gracias por estar ahí.
Benani, de verdad, gracias a ti por siempre estar en cada actualización. Me hace muy feliz leer siempre tus comentarios. Gracias, en serio.
Mi querida Rosita, gracias también por todo tu apoyo y dejarme siempre tus comentarios a tiempo, diciendo cada cosa que te gustó, por puntos. Yo me divierto mucho leyéndolo. No voy a borrar la historia, no te preocupes. Y de verdad estoy muy contenta sabiendo que te gusta cómo va avanzando todo, el interés que va mostrando InuYasha, porque quiero que sea muy lento, ya que él también está experimentado tener una amistad tan cercana por primera vez ahora que es adulto. Así que, aunque parezca que el interés es romántico, todavía no. Y me alegro que puedan percibirlo de todas formas.
Querida Minisa, realmente es un gusto leer tus comentarios. Te agradezco por siempre dedicarme unas palabras y, en general, porque me encantan los comentarios largos y tú siempre me dejas análisis bastante detallados sobre lo que piensas de la historia y eso me alegra bastante. Tienes toda la razón: yo también creo que Kagome tiene..., sí, sí tiene por ahí unos sentimientos hacia InuYasha. Él todavía no. Bueno, hay una especie de atracción, pero yo no diría que romántico no, porque él quiere desarrollar esa amistad con ella y, aunque está confundido, realmente no tiene esas expectativas todavía. Además de que él no es un infiel, así que esto es un poco complicado, pero sí que veo de parte de ella. Espero no hacer el fanfic muy predecible, la verdad es que tengo pensado mostrar muchas cosas que creo que son interesantes y no niego que me da un poco de miedo hacer algo que vaya a decepcionarte, pero supongo que tampoco hay mucho que hacer ya que la historia está escrita hasta bastante avance y también es el reflejo de lo que voy tratando de aprender con el paso de los años. Admito que esta historia es un reto para mí en muchos sentidos, muchas veces no me he sentido cómoda con ella porque siento que me he salido mucho del molde, sé que estoy tratando rasgos que no son propios de los personajes, a veces tengo un poco de conflicto con cómo lo he manejado, pero me ha ayudado mucho porque no voy a quedarme toda la vida en lo mismo y escribiendo en mi zona de confort. De verdad, agradezco tus observaciones, el tiempo que te tomas para leerme y todo el apoyo que recibí en tus palabras sobre la situación en Ecuador.
Kayla, siempre es un placer leerte. De verdad, muchísimas gracias, no solo por los comentarios, el tiempo valiosísimo que te tomas para leerme y dejarme unas palabras, sino también todo tu apoyo en redes sociales. De verdad, lo valoro y lo agradezco más de lo que crees. Te mando un abrazo enorme. En serio, millones y millones de gracias. Me encanta que te haya gustado lo que he presentado hasta ahorita; lo siento mucho por el tiempo que me tomo en actualizar, supongo que ya has de olvidar lo que había en el capítulo anterior, así que me disculpo por eso. Y bueno, la reacción de Kikyō es algo que me gustó mucho escribir porque también intento que sea algo creíble. Al principio, creo que Kikyō podría parecer incluso un poco irritante, pero tiene sus motivos y ella tiene una vida muy apretada y complicada, espero que la gente que la aprecia pueda verlo y no lo tome a mal porque realmente no lo hice con intenciones de hacerla quedar mal o alguna cosa. Por el resto, simplemente tengo que decir gracias.
Daniela, preciosa, me alegra mucho que estés aquí leyéndome. Gracias por siempre dejarme un comentario. Me encanta que siempre dices que te sientes identificada con ciertas temáticas y ciertas cosas que suceden en este fanfic, así que eso es muy grande e importante para mí. Tienes también toda la razón: los protagonistas están comprometidos y es mucho más difícil llevar las cosas rápido, así que espero que tengas mucha paciencia. Te agradezco muchísimo por todo y te mando un beso, un abrazo.
Y, Shikon de Oz, muchísimas gracias por tus comentarios. Me alegro que por fin te hayas puesto al día. Sé que demoré mucho y esa es la razón por la que no te atrasaste tanto, pero prometo tratar de hacerlo con más frecuencia ahora que ya no hay cortes de luz.
Quiero agradecer a Emi por su lectura. Te mando un abrazo enorme, preciosa, es un honor tenerte por acá. Muchísimas gracias por leer esta historia. Espero que te agrade lo que sigue.
Para todos les dejo un abrazo enorme. Supongo que mi siguiente actualización vendrá el otro año. Yo he estado bastante ocupada con mi trabajo estos días, así que creo que no podré detenerme a darles a cada uno una felicitación, pero lo hago desde aquí de verdad con todo mi corazón. Les mando un abrazo enorme y muchas gracias por todo.
