REVENGE

~Capítulo 43~


Izumi se quedó inmóvil, su mente trabajando a toda velocidad mientras su corazón latía con fuerza, como si tratara de salir de su pecho. Las palabras de Takuya resonaban en su cabeza una y otra vez, pero no sabía cómo procesarlas. Nunca había imaginado que él podría decir algo así, y mucho menos de una manera tan directa.

—Takuya...—murmuró finalmente, su voz apenas un susurro.

El moreno, que seguía sosteniendo su mano, inclinó la cabeza ligeramente, buscando su mirada. Él sabía que la había sorprendido, pero era algo que necesitaba decir. Por mucho que le costara exponerse de esta manera, sentía que era el momento.

—No espero que me respondas ahora, Izumi —dijo con una sonrisa suave, aunque sus ojos reflejaban algo de nerviosismo—. Solo necesitaba que supieras cómo me siento. No podía seguir guardándolo para mí.

Izumi parpadeó rápidamente, tratando de encontrar las palabras adecuadas, pero su mente estaba en blanco. No era una situación a la que estuviera acostumbrada. Esto era una situación que no esperaba, y la vulnerabilidad que veía en Takuya la desarmaba.

—Yo...—empezó, pero se detuvo. No quería decir algo que pudiera lastimarlo. Pero tampoco quería darle esperanza. Pero tampoco quería rechazarlo. Pero...¡Rayos!...No estaba segura de lo que sentía en ese momento.

Takuya, al notar su lucha interna, soltó suavemente su mano y dio un paso atrás, dándole un poco de espacio.

—Está bien, Izumi —dijo con tranquilidad—. No quiero presionarte. Solo quería que lo supieras. Si necesitas tiempo para procesarlo, lo entiendo.

Ella lo miró, aún sin saber qué decir. Por un lado, estaba conmovida por la sinceridad de Takuya. Nunca lo había visto tan serio, tan... transparente. Pero, por otro lado, no podía ignorar lo complicado que era todo. Había demasiadas emociones enredadas, demasiados recuerdos que la ataban al pasado.

—Takuya, yo... esto es mucho para mí —confesó finalmente, su voz temblando un poco—. No sé qué decirte. No esperaba... esto.

El moreno asintió lentamente, aunque había una leve tristeza en su mirada.

—Lo sé. Y no tienes que decir nada ahora —respondió con una sonrisa pequeña, pero sincera—. Solo quería que supieras que estoy aquí para ti. No importa cuánto tiempo necesites.

Izumi bajó la mirada, luchando contra la maraña de emociones que la invadía. La honestidad de Takuya la conmovía, pero también la asustaba. No estaba acostumbrada a depender emocionalmente de alguien, y la idea de abrirse de esa manera la hacía sentir vulnerable.

—¿Por qué ahora? —preguntó de repente, levantando la mirada para encontrarse con sus ojos. Había una mezcla de curiosidad y miedo en su voz—. ¿Por qué me dices esto ahora, Takuya?

Él suspiró profundamente, como si la respuesta le costara trabajo.

—Porque me cansé de esperar el momento perfecto —admitió—. Me di cuenta de que ese momento no existe. Y porque no quiero seguir viendo cómo te derrumbas por alguien que no te merece. Mereces algo mejor, Izumi. Mereces alguien que te valore, que luche por ti, y quiero ser esa persona.

Izumi sintió que sus mejillas ardían de nuevo. Nadie le había hablado así antes, con tanta determinación y franqueza. Era abrumador, pero también... reconfortante.

—Takuya, no sé si estoy lista para esto —dijo finalmente, su voz apenas un murmullo—. He pasado por muchas cosas, todavía estoy lidiando con el tema con Kouji y...

—No te estoy pidiendo una respuesta inmediata, Izumi —dijo suavemente—. Solo quiero que sepas que no estás sola. Y que estoy dispuesto a esperar, el tiempo que sea necesario.

Ella lo miró fijamente, sintiendo cómo su pecho se llenaba de una extraña mezcla de alivio y confusión. Por un momento, el mundo a su alrededor pareció detenerse, y todo lo que existía era la sinceridad en los ojos de Takuya. No sabía qué depararía el futuro, pero en ese instante, sintió que podía confiar en él, aunque fuera solo un poco.

—Gracias, Takuya —murmuró finalmente, con una pequeña sonrisa que no pudo evitar formar en sus labios—. Gracias por ser honesto conmigo.

Y aunque aún no sabía qué camino tomar, algo en su interior le decía que las cosas nunca volverían a ser iguales después de esa noche.


—¿Por qué quiere hablar conmigo?— Preguntó Kiriha.

—Mira, iré directo al punto...—Declaró el hombre pelirrojo— Te vengo a proponer un trabajo.

Kiriha alzó una ceja sorprendido: —¿A mí?

Koushiro asintió.

—Disculpe...—Interrumpió Nene— Pero ¿Usted no es el asistente de Haruna Anderson?

—Sí, lo soy.—Respondió el pelirrojo— No obstante, de aquí a un tiempo he tenido en mis planes la idea de establecer mi empresa.—Declaró— E independizarme de Haruna Anderson.

Nene alzó las cejas sorprendida.

—Llevo un tiempo trabajando en ella, no obstante, necesito personas que conozcan del comercio.—Declaró el pelirrojo— Y, como Kiriha trabajó en la empresa Ishida, sabe como trabajar. Haruna me ha hablado de su desempeño y es exactamente lo que quiero para mi empresa.

—¿E? Disculpe, pero ¿de qué trata su empresa?

—¿Tienes tiempo?— Preguntó Koushiro— Te puedo explicar.


La oficina de Toshiko era amplia y elegante, pero en ese momento parecía estar impregnada de tensión. El aire estaba cargado, y cada rincón del lugar reflejaba la opulencia que ella siempre había tratado de mantener. Sora estaba de pie, con los brazos cruzados, frente al imponente escritorio de su madre. Toshiko la observaba con una mirada gélida y acusatoria, sus ojos destilando furia contenida.

—¿Cómo pudiste hacerme esto? —preguntó Toshiko con voz dura, rompiendo el silencio como un trueno.

Sora arqueó una ceja, su expresión desafiante pero calmada.

—No sé de qué estás hablando, madre —respondió, enfatizando la última palabra con un tono cortante.

Toshiko golpeó la superficie del escritorio con la palma de la mano, haciendo que el ruido resonara en el despacho.

—¡No te hagas la inocente, Sora! Sé que fuiste tú quien puso ese video en la reunión. No hay otra persona que quisiera humillarme de esa manera.

Sora respiró hondo, intentando mantener la compostura mientras sus ojos se entrecerraban ligeramente.

—¿Y por qué estás tan segura de eso? —preguntó, su voz baja pero cargada de una peligrosa calma.

Toshiko se inclinó hacia adelante, sus ojos brillando con rabia.

—Porque tú sabías de mis encuentros con Shuu. Fuiste tú quien me enfrentó hace un tiempo, quien me amenazó con exponerme si no dejaba a Satomi en paz.

Sora la miró fijamente, sus labios apretados en una línea tensa. Finalmente, dejó caer los brazos a los costados y dio un paso hacia adelante, acercándose al escritorio.

—Sí, te enfrenté.—Respondió— Pero fue por Satomi, Satomi ahora no está no tengo tengo razones para hacer esto.

—¡Claro que sí! Quieres la presidencia del club.

—Sí, pero yo no juego sucio como tú.

Toshiko soltó una risa amarga y sarcástica.

—¿Ah, no? ¿Y por qué debería creerte? Siempre has estado buscando la forma de rebelarte contra mí. Esto es justo lo que harías para hacerte la mártir frente a los demás.

Sora alzó una mano, interrumpiéndola antes de que pudiera continuar.

—¿Quieres saber por qué deberías creerme? —preguntó con una intensidad que hizo que Toshiko se quedara en silencio—. Porque, a diferencia de ti, yo tengo principios. Yo no soy como tú, madre. No uso las debilidades de los demás para mantener el control o para aplastar a quienes considero una amenaza.

Toshiko apretó los labios, pero su mirada se oscureció aún más.

—No hables como si fueras mejor que yo. Todo este tiempo has estado buscando formas de desafiarme, de arrebatarme todo lo que he construido.

Sora rió, pero el sonido estaba vacío, carente de humor.

—¿Todo lo que has construido? —repitió con incredulidad—. ¿Te refieres a un club que gobiernas como una tirana? ¿O a la fachada de una familia perfecta mientras te involucras con un hombre casado?

Las palabras de Sora golpearon como una bofetada, y Toshiko se tensó, sus manos temblando ligeramente.

—No tienes derecho a juzgarme, Sora. No entiendes las decisiones que he tenido que tomar para mantener todo esto.

Sora la miró, sus ojos llenos de una mezcla de decepción y desafío.

—No, no entiendo. Y, sinceramente, no quiero entender. Pero lo que sí sé es que no tengo nada que ver con ese video. Lo que pasó en esa reunión no fue mi obra, y lo sabes.

—¿Y por qué estaría tan segura de eso? —replicó Toshiko, todavía tratando de mantener su posición.

Sora respiró profundamente, intentando contener la furia que amenazaba con desbordarse.

—Porque, aunque te enfrenté por lo de Satomi, fue para protegerla, no para destruirte. Te di la oportunidad de arreglar las cosas, de ser mejor. Pero, claro, tú nunca ves nada más allá de tu propia imagen.

Toshiko se quedó en silencio por un momento, su mirada fija en su hija. Había algo en las palabras de Sora que parecía haberla alcanzado, pero se negó a mostrarlo.

—Aún así, esto no cambia nada —dijo finalmente, con voz más controlada pero igual de fría—. Mi reputación está en ruinas, y tú eres la única que tenía motivos para hacer algo como esto.

Sora dio un paso atrás, su expresión endureciéndose.

—Si quieres culparme para justificar tus propios errores, hazlo. Pero no esperes que me quede callada y acepte tus acusaciones. Porque no fui yo, y en el fondo lo sabes.

El silencio cayó entre ellas como una barrera infranqueable. Toshiko parecía debatirse entre continuar con su ira o ceder a lo evidente, mientras que Sora la miraba con una mezcla de cansancio y firmeza. Finalmente, la joven se giró hacia la puerta.

—Si tienes algo más que decirme, madre, asegúrate de que sea algo que valga la pena escuchar. No tengo tiempo para esto.

Con esas palabras, salió del despacho, dejando a Toshiko sola, enfrentando no solo su humillación pública, sino también la verdad que su hija acababa de arrojarle como un espejo implacable.


—¿Y? ¿Qué opinas?— Preguntó Koushiro dándole un sorbo a su taza con té.

Kiriha observó sorprendido al hombre, el plan de la empresa era bastante interesante, no esperó que fuera tan tentadora la propuesto. Pero...Era similar a plan de trabajo de la empresa de Yamato.

—No debes pensarlo, Kiriha.—Comentó Nene.

El rubio dirigió su mirada hacia ella.

—¡Acepta!— Exclamó la chica de ojos morados.

Kiriha se sorprendió ante esto: —Me interesa, pero debo analizarlo.

Debía ver si le convenía o no, después de todo, era un hombre de negocios. Buscaba ganancias, no estrés, ni perdida de tiempo.

—Piénsalo, tendrás un buen sueldo.—Comentó el pelirrojo— No excelente, pero así como avancemos podrá ir subiendo.

—Por casualidad ¿no buscan más personal?—Preguntó Nene.

Koushiro se sorprendió ante esta pregunta—¿Por qué?

—Porque si es una empresa que empieza desde cero necesitará conocer las debilidades de las empresas rivales, y se necesitará conquistar inversionistas que confíen en esta empresa.—Declaró la castaña— Yo podría ayudarlos con eso.

El pelirrojo se sorprendió ante esto: —¿Usted señorita Ishida?

Nene asintió.

—Pero yo pensé que usted trabajaba en la empresa Ishida.—Musitó Koushiro— La empresa de su familia ¿no sería extraño para usted trabajar en otra empresa que no sea la suya?

La castaña suspiró: —Renuncié a la empresa Ishida.

Sí, eso lo había escuchado en los micrófonos, pero Koushiro jamás imaginó esto.

—Y necesito nuevos desafíos.—Respondió Nene—¿Qué mejor que, una empresa que recién se está formando para demostrar mis habilidades como empresaria?

Kiriha alzó las cejas sorprendido: —Pero, Nene ¿escuchaste el plan de trabajo?

Nene asintió— Sí, y me pareció interesante.

—Sí, lo es, pero es una empresa con objetivos muy similares a la empresa Ishida. Si funciona, serías competencia directa de Ishida Nexus Corporation.—Declaró el rubio.

—Lo sé.—Contestó la castaña— Y me parece ¡perfecto!—Exclamó— Es la oportunidad perfecta para demostrarle a mi padre y todos que, no por ser mujer, soy débil.

Koushiro observó a Nene sorprendido, Kiriha también.

—Bueno, señorita, no esperaba que se viese tentada a la oferta que le estaba realizando a su novio.—Comentó.

Era curiosa la palabra "novio" porque oficialmente nada eran.

—Kiriha y yo conocemos muy bien el comercio de esta zona, hemos trabajado con mi padre en sus proyectos, sabemos lo que acepta y no la gente, podemos serle de mucha ayuda, ambos.—Comentó la castaña.

El rubio analizó esto mentalmente y movió la cabeza en señal de afirmación. Nene tenía razón en lo que decía.

Koushiro llevó una mano a su mentón analizando esto. Por un lado sonaba tentador, tener tanto a Nene como a Kiriha trabajando para él sería un punto a favor porque sus habilidades eran impresionantes, además esto serviría como excusa para mantener a Nene lejos de Ishida Nexus Corporation. Por otro lado, le causaba cierta inseguridad. Nene era una Ishida después de todo.


~Días atrás~

El despacho de Hiroaki estaba en penumbras, apenas iluminado por una lámpara que proyectaba sombras largas sobre las paredes llenas de cuadros costosos y estanterías repletas de libros que probablemente nunca había leído. Detrás de su escritorio, Hiroaki Ishida miraba con el ceño fruncido los documentos sobre las ganancias del mes. El ambiente estaba cargado de tensión. A su izquierda, Toshiko, con un vestido elegante y un cigarrillo en la mano, lo observaba con una mezcla de paciencia y desdén. Shuu, sentado frente a ellos, tenía una expresión entrecortada, con los puños cerrados sobre las rodillas.

—Esto no es lo que esperaba, Shuu —gruñó Hiroaki, golpeando ligeramente los papeles sobre el escritorio con el dorso de la mano—. ¿Dónde están los números que prometiste?

—Hemos hecho todo lo que estaba en nuestras manos, Hiroaki —respondió Shuu, esforzándose por mantener la calma en su tono—. Las redadas policiales han complicado las entregas, y los nuevos socios no están tan comprometidos como los anteriores.

—Eso no es excusa. —Hiroaki alzó la voz, su tono autoritario llenando la habitación—. Cuando dije que quería resultados, no me refería a estas miserias.

Toshiko exhaló el humo de su cigarro con lentitud, esbozando una sonrisa fría. —No basta con esforzarse, Shuu. Si no puedes manejar a esos socios y evitar las interferencias, entonces tal vez no eres tan imprescindible como crees.

Shuu apretó los dientes, su semblante oscureciéndose. —Hemos evitado que el negocio colapse. Eso debería contar para algo.

—"Evitar que colapse"... —repitió Hiroaki con una sonrisa amarga—. ¿Eso es lo mejor que puedes ofrecerme? No estamos aquí para mantenernos a flote, Shuu. Estamos aquí para prosperar.

Toshiko apagó su cigarrillo en un cenicero de cristal y añadió con tono cáustico: —Tal vez estás perdiendo de vista cuál es tu verdadero lugar en esta operación.

Shuu enderezó la espalda, su paciencia empezando a agotarse. —No es mi lugar lo que está en discusión aquí. He puesto mi vida en riesgo innumerables veces para proteger este negocio y asegurar nuestras ganancias.

Hiroaki alzó una mano para silenciarlo. —Basta. Estoy cansado de tus excusas. Vamos a repartir lo que hemos conseguido este mes, aunque sea una miseria comparado con lo que deberíamos tener.

Se inclinó hacia adelante, sacando un sobre grueso de un cajón y colocándolo sobre el escritorio. Abrió el sobre y comenzó a contar el dinero, dividiéndolo en tres montones desiguales.

—Cincuenta por ciento para mí, como siempre —dijo Hiroaki, apartando la mayor parte del dinero hacia sí mismo—. Cuarenta por ciento para Toshiko, por su impecable trabajo en las negociaciones internacionales.

Shuu lo observaba con incredulidad mientras veía que el tercer montón apenas representaba una fracción de los otros dos.

—Y diez por ciento para ti, Shuu.

El ambiente se tensó aún más. Shuu frunció el ceño y, antes de poder contenerse, se levantó de su silla.

—¡Esto es una broma, Hiroaki! —exclamó, señalando el montón de dinero frente a él—. ¿Diez por ciento? Yo soy quien ha hecho el trabajo sucio todo este tiempo. ¡He sido el que ha enfrentado a la policía, los socios problemáticos, y hasta los traidores!

Hiroaki lo miró con ojos fríos, como si Shuu fuera un insecto al que pudiera aplastar con un movimiento de su mano. —¿Otra vez reclamando por lo mismo?

—¡Sí! Reclamó por lo que me corresponde.

—No estás en posición de reclamar nada.—Musitó el Ishida.

—¡Claro que lo estoy! —replicó Shuu, su voz alzándose un poco más—. Después de todos estos años trabajando para ti, merezco algo más que las sobras.

Toshiko soltó una risa burlona, cruzándose de brazos. —¿Servirnos durante años te hace creer que tienes derecho a sentarte a nuestra mesa como un igual? No olvides que sigues siendo un servidor, Shuu.

Eso fue demasiado para él. Golpeó la mesa con ambas manos, inclinándose hacia adelante para mirar directamente a Toshiko.

—¡No soy solo un servidor! ¡He sido leal a esta operación desde el principio, más de lo que cualquiera de ustedes podría imaginar! ¡Merezco algo más que esto!

—¿Leal? —Toshiko levantó una ceja, sarcástica—. La lealtad no te convierte en un líder, Shuu. La lealtad te convierte en alguien útil, y nada más.

Hiroaki, visiblemente irritado, se puso de pie, su presencia imponente haciendo que el ambiente se enfriara aún más.

—Escucha bien, Shuu. Yo soy quien maneja este negocio. Yo soy quien toma las decisiones y quien carga con los riesgos reales. Si no te gusta lo que estás recibiendo, nadie te está obligando a quedarte. Pero si decides quedarte, entonces aprendes a aceptar tu lugar.

Shuu lo miró fijamente, con el orgullo herido y la rabia contenida ardiendo en sus ojos. Finalmente, se apartó de la mesa, su respiración acelerada.

—Si este es el lugar que me dan después de todo lo que he hecho, entonces ustedes dos no entienden el verdadero valor de lo que aporto.

Toshiko negó con la cabeza, exhalando con frustración. —Deja el drama, Shuu. Tu papel en esto es claro, y no va a cambiar porque te pongas a gritar.

Hiroaki hizo un gesto con la mano, indicando que la conversación había terminado. —Vete, Shuu. Antes de que pierda la paciencia.

Con los labios apretados, Shuu asintió y salió de la habitación, cerrando la puerta con un golpe más fuerte de lo necesario. La tensión en el despacho persistió incluso después de su partida.

~Actualidad~

Toshiko se mordió el labio inferior ante esto.

~Antes de ayer~

El aire del salón era denso, cargado con un silencio tenso que solo se rompía por el leve repiqueteo de los tacones de Toshiko sobre el suelo de mármol. Estaba de pie junto a una amplia ventana, su figura reflejada en el cristal mientras miraba hacia la ciudad iluminada. Shuu entró en la habitación sin anunciarse, su expresión endurecida y los puños apretados a los costados.

—Toshiko —dijo con un tono bajo pero firme—. Necesitamos hablar.

Ella no se giró de inmediato. En cambio, inhaló lentamente el humo de su cigarrillo y lo exhaló con una elegancia casi ensayada. Finalmente, se giró hacia él, esbozando una sonrisa que no alcanzó a sus ojos.

—¿Qué sucede, Shuu? ¿No te quedó claro lo que dijo Hiroaki?

Shuu avanzó unos pasos, su mirada ardiendo de rabia contenida. —No es Hiroaki quien me importa ahora. Eres tú.

Toshiko arqueó una ceja, claramente divertida. —¿Yo? ¿Qué he hecho ahora para merecer esta... atención?

—No pretendas que no sabes de qué hablo —gruñó Shuu, cerrando la distancia entre ambos—. Me prometiste que harías valer mi trabajo, que no permitirías que me trataran como un simple sirviente después de todo lo que he hecho por esta organización.

Toshiko lo observó en silencio por un momento, antes de soltar una carcajada seca. Dio un paso hacia él, manteniendo su mirada fija en la suya.

—¿Prometí qué? —preguntó con tono burlón—. No recuerdo haber dicho nada de eso.

—¡No juegues conmigo, Toshiko! —Shuu alzó la voz, sus ojos brillando con indignación—. Me lo dijiste hace años, cuando me pediste que tomara el control de las operaciones más peligrosas. Dijiste que si me mantenía leal, mi lugar en esta organización sería asegurado.

Toshiko dio otro paso, acercándose lo suficiente como para que sus rostros casi se tocaran. Su sonrisa se volvió más fría.

—¿De verdad creíste eso? —murmuró, su tono cargado de sarcasmo—. ¿Creíste que alguien como tú podría aspirar a algo más que ser un peón en este juego?

Shuu retrocedió un paso, como si las palabras de Toshiko fueran un golpe físico. Su mandíbula se tensó, y los músculos de su cuello se marcaron mientras intentaba controlar su enojo.

—He hecho más que cualquier otro en esta operación. He tomado riesgos que tú ni siquiera considerarías. ¿Y ahora me dices que siempre fui solo un peón?

—Exacto. —Toshiko dio una vuelta lenta a su alrededor, como un depredador acechando a su presa—. Siempre fuiste un peón, Shuu. Útil, sí. Talentoso, tal vez. Pero nunca fuiste más que una herramienta en mis manos.

—¡Eso no es lo que dijiste! —Shuu apretó los dientes, sintiendo cómo su rabia se desbordaba—. ¡Dijiste que reconocías mi valor, que me necesitabas a tu lado!

Toshiko se detuvo frente a él y lo miró con lástima fingida. —¿Y nunca pensaste que tal vez solo te estaba diciendo lo que necesitabas escuchar para hacer tu trabajo?

Shuu apretó los puños con tanta fuerza que sus nudillos se volvieron blancos. Su voz temblaba cuando habló. —No puedo creer que me hayas usado de esta manera, Toshiko. Yo confié en ti.

Ella suspiró, como si estuviera cansada de la conversación. —Oh, Shuu. La confianza es un lujo que no podemos permitirnos en este negocio. Todo el mundo tiene un lugar, y el tuyo siempre fue claro.

—¡Merezco más que esto! —gritó Shuu, alzando la voz hasta llenar la habitación—. ¡He trabajado más duro que cualquiera de ustedes! ¡He sido más leal que cualquiera de tus socios!

—¿Y eso qué? —Toshiko alzó una ceja, su tono seco como el hielo—. La lealtad no te compra un asiento en la mesa, Shuu. Te mantiene útil, pero nada más.

Shuu sacudió la cabeza, dando un paso hacia atrás. —No puedo seguir haciendo esto, Toshiko. No si esto es todo lo que voy a recibir a cambio.

Ella dejó escapar una risa suave y se acercó de nuevo, inclinándose ligeramente hacia él. —¿Y qué harás, Shuu? ¿Irte? ¿Intentar desafiar a Hiroaki? ¿A mí?

El silencio que siguió fue casi insoportable. Finalmente, Shuu se apartó, su mirada ardiendo con una mezcla de furia y desilusión.

—Esto no ha terminado, Toshiko. No voy a quedarme quieto mientras ustedes dos se quedan con todo el poder.—Declaró— Algún día, ustedes sabrán de lo que soy capaz.

Ella lo observó irse, una sonrisa enigmática curvando sus labios. Cuando la puerta se cerró detrás de él, Toshiko se volvió hacia la ventana, murmurando para sí misma:

—Oh, Shuu. Siempre tan predecible.

~Actualidad~

Toshiko apretó su puño. Acaso ¿era posible que él haya colocado el video en señal de protesta?


La mesa estaba iluminada por la cálida luz de una lámpara colgante, y el aroma de la cena recién servida llenaba el pequeño comedor. Takuya observaba a Hikari mientras ella comía en silencio, con la mirada fija en el plato frente a ella. Los cubiertos se movían en sus manos con lentitud, como si cada bocado requiriera un esfuerzo inmenso. El silencio entre ellos era pesado, roto solo por el leve tintineo del tenedor contra el plato.

Takuya apoyó los codos en la mesa, inclinándose ligeramente hacia adelante, y la miró con preocupación.

—¿Cómo estuvo tu día? —preguntó finalmente, rompiendo el silencio.

Hikari levantó la vista un instante, lo suficiente para encontrarse con sus ojos antes de volver a mirar su comida. Había un destello de cansancio en su rostro, pero su voz se mantuvo tranquila.

—Estuvo bien. —respondió, encogiéndose ligeramente de hombros— Recuperé un día de trabajo.

Takuya arqueó una ceja, tomando un sorbo de agua mientras asimilaba su respuesta.

—Eso explica por qué llegaste tan tarde. —comentó el moreno, dejando el vaso en la mesa— Se suponía que hoy no trabajabas.

—Tuve que recuperar el día. —replicó ella con un tono neutral, casi monótono.

Takuya dejó escapar un suspiro, apoyándose contra el respaldo de su silla. La respuesta de su hermana, aunque directa, no le decía mucho. Había algo más en su actitud, algo que ella no estaba dispuesta a compartir.

—¿Y cómo te sientes? —insistió, buscando algo más que una respuesta superficial.

Hikari soltó los cubiertos y los dejó con suavidad sobre el plato, apartando la mirada hacia la ventana como si estuviera buscando una excusa para no responder. Sus hombros se encogieron ligeramente, y Takuya notó cómo su pecho subía y bajaba con un suspiro profundo.

—Estoy bien, Takuya. —dijo al fin, aunque su voz carecía de convicción.

Él frunció el ceño, sintiendo una punzada de frustración. Sabía que Hikari siempre intentaba mostrarse fuerte, pero también sabía cuándo algo no estaba bien.

—¿De verdad estás bien? —preguntó, inclinándose hacia adelante. Su tono era más suave, pero no menos insistente— Tu rostro no lo dice.

Hikari suspiró: —Ya te dije que estoy bien.

—¿Segura?

—¡Segura!—Respondió la chica—¿Por qué tantas preguntas?

—Porque no te veo bien Hikari.—Contestó Takuya—Desde que, ocurrió lo que sucedió regresaste extraña, te veo triste, no hablas, terminaste de un momento a otro con Takeru...¡Ni siquiera me has dicho que ocurrió ese día!...

Hikari suspiró: —Takuya, no he estado de ánimos para hablar de lo que ocurrió.

—Lo sé, pero es inevitable que pregunte.—Comentó el moreno— Necesito saber ¿qué ocurrió contigo ese día? ¿por qué desapareciste?

La chica hizo una mueca.

—Ya te dije que no quiero hablar de eso.

—¿Por qué no? —insistió Takuya, ahora con un dejo de frustración en su voz. Se enderezó en su silla, incapaz de esconder su preocupación.

—¡Porque no! —Hikari se levantó de golpe, su silla chirrió contra el piso y su voz tembló ligeramente, cargada de emoción— ¡Y ya! Deja de preguntarme.

Takuya abrió la boca para decir algo, pero su hermana ya estaba dando media vuelta, alejándose de la mesa con pasos rápidos.

—Hikari... —intentó llamarla nuevamente, pero ella no se detuvo.

La joven atravesó la sala. Takuya la siguió con la mirada, frustrado y preocupado, pero sin atreverse a seguirla. Cuando Hikari llegó a su habitación, cerró la puerta con un golpe seco que resonó en el apartamento.

—Hikari.—El moreno caminó la puerta y golpeo—Hikari, por favor, abreme.

—¡No quiero hablar contigo!—Exclamó la chica.

—Pero...

—¡Pero nada!— Gritó la chica.


La brisa salada de la playa acariciaba los rostros de Kiriha y Nene mientras caminaban por la orilla. Las olas rompían suavemente contra la arena, y la luz del atardecer pintaba el cielo con tonos de rosa y naranja. Ambos permanecían en silencio, sumidos en sus pensamientos, hasta que Kiriha decidió romper la tensión.

—No puedo creer que te lanzaras tan decidida con Koushiro —comentó Kiriha, sus ojos azules fijos en el horizonte.

Nene, con los pies descalzos hundiéndose en la arena, sonrió ligeramente mientras mantenía su mirada en el agua.

—¿Te sorprende tanto? —preguntó, girándose para mirarlo.

Kiriha se encogió de hombros.

—Un poco, sí. Creí que estarías más... no sé, reservada. Sobre todo considerando que Koushiro es alguien que apenas conocemos y que la empresa que está formando es un riesgo enorme.

Nene se detuvo y se giró completamente hacia él.

—Kiriha, si hay algo que he aprendido de trabajar con mi padre es que los riesgos grandes traen recompensas grandes. Y, siendo honesta, necesito esto.

Kiriha arqueó una ceja, interesado.

—¿Por qué lo necesitas? ¿Por demostrarle algo a tu padre?

Nene suspiró, apartando un mechón de su cabello castaño que el viento había llevado a su rostro.

—Es más que eso. Quiero demostrarme a mí misma que puedo hacer algo fuera de la sombra de mi familia. Que no necesito a Ishida Nexus Corporation para ser alguien.

Kiriha la miró con seriedad, sus ojos escudriñando cada expresión de Nene.

—Entiendo eso. Pero también debes saber que trabajar con Koushiro no será fácil. No tiene los recursos ni las conexiones que tiene tu padre. Será empezar desde cero, literalmente.

Nene asintió lentamente.

—Lo sé, Kiriha. Y eso es lo que más me emociona. —Hizo una pausa, mirando hacia el mar. —Si esto funciona, no será porque alguien más nos haya dado un empujón, sino porque realmente lo logramos.

—¿Nos? —repitió Kiriha, con un destello de curiosidad en su voz.

Nene giró la cabeza hacia él, sonriendo suavemente.

—Claro. Tú también estarías en esto.

Kiriha dejó escapar una carcajada breve y amarga.

—¿Yo? No sé, Nene. La propuesta de Koushiro es tentadora, pero también peligrosa.

Nene entrecerró los ojos, cruzando los brazos frente a su pecho.

—¿Desde cuándo temes los riesgos, Kiriha? Pensé que te encantaban los desafíos.

Kiriha frunció el ceño, pero no respondió de inmediato. En cambio, pateó una pequeña roca en la arena, observando cómo rodaba hacia el agua.

—No es miedo, Nene. Es precaución. Necesito estar seguro de que esto vale la pena.

—Y lo vale —dijo ella con convicción—. Mira, Kiriha, sé que no es un proyecto perfecto. Pero tenemos la experiencia y la habilidad para hacerlo funcionar. Además, ¿de verdad quieres pasar el resto de tu vida siendo un simple apéndice de Ishida Nexus Corporation?

Kiriha la miró, sorprendido por sus palabras.

—Eso fue directo.

—Lo sé —respondió Nene con una sonrisa traviesa—. Pero sabes que tengo razón.

Kiriha suspiró, pasando una mano por su cabello rubio.

—Tal vez tengas razón. Pero quiero que entiendas algo, Nene. Si aceptamos esto, no hay vuelta atrás. Esto no es un juego.

Nene se acercó a él, colocando una mano en su brazo.

—Lo sé, Kiriha. Pero estoy dispuesta a intentarlo si tú también lo estás.

El rubio se quedó en silencio, mirando los ojos morados de Nene que brillaban con determinación. Finalmente, dejó escapar un suspiro pesado y asintió.

—Está bien. Hablaremos con Koushiro y veremos cómo podemos hacer que esto funcione.

Nene sonrió ampliamente, apretando su brazo con gratitud.

—No te arrepentirás, Kiriha. Esto será grande, lo prometo.

Ambos continuaron caminando por la playa, mientras el sol se hundía en el horizonte, dejando tras de sí un cielo lleno de promesas y desafíos.

—Lo que me sorprende es que viniera aquí mismo a la playa a darnos la oferta.—Declaró el rubio— Es como si, hubiese sabido donde estaba.

—Él mismo dijo que le pregunto a tu conserje ¿no?—Habló Nene— Le dejaste la indicación que, en caso de emergencia diera tu paradero...—Comentó— Bueno, a todo aquel que no fuera mi padre.

Sí, eso era verdad.

—Ya que lo mencionas, deberías llamarlo.—Musitó Kiriha— Debe estar preocupado por ti.

Nene hizo una mueca ante esto: —Ya soy una adulta.—Declaró— No puede controlar todo lo que hago en mi vida.

—Lo sé, pero creo que, mínimamente deberías decirle que estás bien.

La castaña suspiró— No quiero hacerlo.—Respondió— Y no lo haré, ya que, no tengo forma de llamarlo. Mi celular está descargado.

—Te presto cargador.

—Kiriha ¡No!— Exclamó Nene— ¿Dónde quedó lo que dijimos? Prometimos que vendríamos a este lugar para desestresarnos, descansar y olvidarnos de los problemas. Si llamo a mi padre significará no cumplir con aquello que acordamos, porque solo me regañará.

El rubio hizo una mueca.

—Nene, deberías valorar lo que tienes ¿sabes?— Musitó—Tienes un padre y una madre que se preocupan de ti, están atentos a lo que haces.—Comentó—Deberías aprovechar ahora que los tienes, no sabes lo que ocurrirá el día de mañana.

Nene se mordió el labio inferior ante esto, no quería dar su brazo a torcer.

—No quiero hablar de eso.—Musitó antes de levantarse del lugar donde estaba y voltear— Me iré a dormir.


La puerta de la oficina de Shuu se abrió de golpe, chocando contra la pared con un ruido sordo que resonó en la estancia. Toshiko entró hecha una furia, su rostro enrojecido y sus ojos llameando de ira. Su presencia llenó el espacio, y Shuu, sentado detrás de su escritorio, alzó la mirada con calma, un cigarrillo descansando entre sus dedos.

—Toshiko, siempre un placer —dijo con un tono sarcástico, exhalando una nube de humo—. ¿A qué debo este honor?

—¡Cierra la maldita boca, Shuu! —espetó Toshiko, señalándolo con un dedo acusador mientras se acercaba a grandes zancadas—. ¿Cómo te atreves?

Shuu arqueó una ceja, claramente entretenido por su reacción. Apagó el cigarrillo en el cenicero y se reclinó en su silla, cruzando los brazos.

—¿Cómo me atrevo a qué? Vas a tener que ser más específica.

—¡No te hagas el inocente! —gritó Toshiko, golpeando el escritorio con ambas manos—. ¡Sabes exactamente de qué hablo!

—De verdad no tengo idea, pero tu dramatismo es fascinante. —Shuu sonrió, pero su tono contenía una advertencia sutil.

—El video, Shuu. —La voz de Toshiko tembló entre rabia y vergüenza—. El video que mostraste frente a todos en el club.

Por primera vez, la expresión de Shuu cambió, aunque solo por un segundo. Una ligera arruga apareció en su frente antes de ser reemplazada por su habitual fachada de indiferencia.

—¿Un video? —repitió lentamente, inclinando la cabeza como si tratara de procesar la información—. ¿De qué video estás hablando?

—¡No te atrevas a fingir ignorancia! —Toshiko gritó, acercándose más—. ¡Mostraste nuestra relación, nuestras... conversaciones privadas! ¡Frente a todos! ¡Me humillaste en el momento más importante de mi carrera!

Shuu soltó una carcajada irónica, un sonido bajo y áspero que hizo que Toshiko se detuviera en seco.

—¿Eso crees? —preguntó él, levantándose lentamente de su silla y caminando hacia ella con pasos calculados—. ¿Crees que fui yo quien mostró ese video?

—¡No lo creo, lo sé! —gritó Toshiko, su rostro a centímetros del de él—. Fuiste tú. No hay nadie más que se beneficie de arruinar mi presentación.

Shuu la miró fijamente, sus ojos oscuros brillando con una mezcla de enojo y diversión. —Déjame entender esto: según tú, decidí arruinar tu gran noche... ¿para qué? ¿Por venganza?

—Exactamente. —Toshiko asintió con fuerza, sus labios temblando de rabia—. Tú mismo juraste vengarte de mí después de nuestra última discusión.

Shuu volvió a reír, esta vez con un toque de amargura. Dio la vuelta y se apoyó en el escritorio, cruzando los brazos mientras la miraba con desprecio.

—¿De verdad piensas tan poco de mí? —preguntó, su voz baja pero cargada de veneno—. Sí, estoy enojado contigo. Sí, quiero vengarme. Pero ¿hacer algo tan infantil como mostrar un video para arruinar tu campaña? Por favor, Toshiko. Si quisiera hacerte daño, lo haría de una forma mucho más efectiva.

—¡No mientas! —gritó Toshiko, avanzando hacia él hasta estar a escasos centímetros de su rostro—. ¡Sé que fuiste tú!

—¿Y qué pruebas tienes? —replicó Shuu, sin moverse ni un centímetro ante su furia—. Porque hasta ahora, todo lo que tienes son acusaciones vacías y una gran cantidad de rabia mal dirigida.

—¿Pruebas? —Toshiko apretó los dientes, claramente desbordada por la frustración—. ¡Sé que solo tú tenías acceso a esas grabaciones! ¡Eras el único que podía usarlas contra mí!

Shuu la observó durante un largo momento, su expresión impenetrable. Finalmente, negó con la cabeza, como si estuviera decepcionado.

—No fui yo, Toshiko. Pero me halaga que pienses que tengo tanto poder sobre ti.

Ella lo miró, buscando alguna grieta en su fachada, algún indicio de que estaba mintiendo. Pero Shuu se mantuvo firme, su mirada fija en la de ella con una calma inquietante.

—Si realmente quieres saber quién lo hizo, tal vez deberías empezar a buscar en tu propio círculo de "aliados" —añadió Shuu, su voz llena de desprecio—. Porque no soy el único que tiene motivos para verte caer.

Toshiko se quedó en silencio, su mente procesando sus palabras. Pero la duda no era suficiente para calmar su enojo.

—Si descubro que estás mintiendo, Shuu... —comenzó, pero él la interrumpió con un gesto de la mano.

—Haz lo que quieras, Toshiko. Pero te aseguro que no necesitas buscar en mi oficina para encontrar a tu verdadero enemigo.

Ella lo miró por última vez, sus ojos llenos de odio y desafío, antes de darse la vuelta y salir de la habitación, dejando tras de sí un silencio pesado. Shuu se quedó donde estaba, su sonrisa desapareciendo lentamente mientras se encendía otro cigarrillo.

—Peones en su propio juego —murmuró para sí mismo, exhalando el humo con un suspiro.


Takeru frunció el ceño mientras leía el documento. Había algo demasiado extraño en todo aquello. La idea de que alguien como Mimi Tachikawa, supuesta esposa de Yamato Ishida, estuviera implicada en un asesinato parecía sacada de una novela de conspiración. Sin embargo, el documento estaba lleno de detalles, fechas y nombres que parecían increíblemente específicos.

Su mente trabajaba a toda velocidad. Había aprendido a desconfiar de la información que llegaba de manera tan anónima y repentina. Pero, si había algo cierto en ese correo, necesitaba confirmarlo cuanto antes. Y para eso sabía exactamente a quién llamar.

Con decisión, agarró su teléfono y buscó en sus contactos hasta dar con el nombre que necesitaba: Ikuto Noguchi, detective privado y su amigo de confianza.

El tono del teléfono sonó un par de veces antes de que Ikuto respondiera con su voz grave y despreocupada:

—Takeru, ¿qué pasa? No sueles llamarme a esta hora.

Takeru respiró hondo, intentando organizar sus pensamientos antes de responder.

—Ikuto, necesito que me ayudes con algo. Y… esto tiene que quedarse entre nosotros, ¿entendido?

Hubo una pausa breve al otro lado de la línea antes de que Ikuto respondiera con seriedad:

—Sabes que siempre soy discreto. ¿De qué se trata?

—Recibí un correo extraño, con información que no sé si creer o no. Necesito que verifiques algo. —Takeru se levantó de su silla y comenzó a caminar por la habitación, incapaz de quedarse quieto. Miró de reojo la pantalla del computador, donde el documento seguía abierto. —Es sobre alguien llamada Mimi Tachikawa. ¿Te suena el nombre?

Ikuto dejó escapar un leve suspiro, como si estuviera revisando mentalmente su base de datos personal.

—No especialmente, pero puedo investigar. ¿Qué necesitas que haga?

Takeru cerró los ojos un momento, tratando de encontrar las palabras correctas. No quería sonar paranoico, pero tampoco podía ignorar lo que había leído.

—Según el correo que recibí, esta mujer está relacionada con Yamato Ishida. Afirman que es su esposa y… —dudó por un instante antes de continuar— que está implicada en el asesinato de Natsuko Ishida.

—¿La madre de Yamato? —preguntó Ikuto, con un evidente cambio en el tono de su voz.

—Exacto. —Takeru asintió, aunque su amigo no podía verlo. —La información viene con documentos y enlaces a sitios que parecen oficiales, pero no puedo asegurar que sean legítimos. Necesito que averigües todo lo que puedas sobre Mimi Tachikawa. Si es real, si tiene algún vínculo con Yamato y, sobre todo, si hay algo que respalde estas acusaciones.

Ikuto permaneció en silencio durante unos segundos. Luego, respondió con firmeza:

—Está bien, lo revisaré. Pero necesito que me envíes todo lo que tienes: el correo, los enlaces, cualquier cosa que pueda usar como punto de partida. Y, Takeru, ¿estás seguro de que esto no es un intento de manipularte?

—Es lo que quiero averiguar. —Takeru se pasó una mano por el cabello, frustrado. —No tiene sentido. Si esto es falso, ¿por qué alguien se tomaría tantas molestias para enviármelo?

Ikuto asintió del otro lado de la línea.

—Está bien, lo investigaré con cuidado. Pero necesitas mantener un perfil bajo, Takeru. Si hay algo de verdad en esto, no queremos que se filtre a las personas equivocadas.

—Por supuesto. —Takeru se detuvo junto a su escritorio, mirando la pantalla del computador. —Gracias, Ikuto. De verdad.

—Para eso estoy, amigo. Te llamaré en cuanto tenga algo.

La llamada terminó, dejando a Takeru en un silencio inquietante. Volvió a mirar la pantalla, donde el documento seguía desplegado. No podía evitar sentir que estaba al borde de descubrir algo importante, pero también peligroso.

Con un último suspiro, Takeru comenzó a recopilar toda la información del correo para enviársela a Ikuto. Ahora solo podía esperar a que su amigo encontrara la verdad detrás de aquel misterio.


Hikari estaba sentada en el borde de su cama, con la mirada fija en la fotografía en sus manos. Era una imagen vieja, ligeramente descolorida por el paso del tiempo, pero los detalles seguían siendo claros. Su madre sonreía dulcemente a la cámara, con esa calidez en los ojos que Hikari siempre había asociado con seguridad y amor. La castaña deslizó los dedos sobre el marco, como si al tocarlo pudiera sentir nuevamente la presencia de su madre.

Un sollozo escapó de su garganta antes de que pudiera detenerlo. Las lágrimas comenzaron a rodar por sus mejillas, primero de forma silenciosa, pero luego vinieron como un torrente, imparable y desbordado. Hikari abrazó la fotografía contra su pecho, como si al hacerlo pudiera llenar el vacío que sentía desde que su madre había partido.

—Mamá… —murmuró entre lágrimas, su voz quebrada por la emoción. Se inclinó hacia adelante, apoyando la frente en sus rodillas mientras su cuerpo temblaba con cada sollozo.

Todo parecía tan difícil sin ella. Su madre siempre había sido su refugio, la persona a la que podía acudir en busca de consuelo y guía. Ahora, enfrentarse a sus propios sentimientos y a la confusión que la rodeaba se sentía abrumador. Hikari sentía como si estuviera luchando en una tormenta sin un faro que la guiara.

—Todo sería más fácil si estuvieras aquí… —susurró entre jadeos. Cerró los ojos con fuerza, tratando de imaginar el sonido de la voz de su madre, su risa suave y las palabras tranquilizadoras que solían calmarla cuando era niña. Pero esos recuerdos eran dolorosos ahora, como si se desmoronaran cada vez que intentaba aferrarse a ellos.

Las imágenes del día de la desaparición pasaron fugazmente por su mente. Todo lo que había sentido y todo lo que había hecho se mezclaban en un caos que no podía ordenar. Y luego, el rostro de Takuya apareció en sus pensamientos, su mirada preocupada y las palabras llenas de frustración que le había dirigido durante la cena. Hikari apretó los labios, su pecho apretándose con una culpa sofocante.

Lamentaba tratar así a su primo...Pero no podía decirle. No podía hablar de lo que realmente había sucedido ese día. Era demasiado doloroso, demasiado complicado. Además, no quería arrastrarlo a su confusión y sufrimiento. Takuya ya cargaba con suficiente responsabilidad, y ella no quería ser una carga más para él.

Hikari levantó la fotografía y la miró de nuevo, sus dedos temblando al recorrer el rostro de su madre.

—Mamá… ¿qué debo hacer? —preguntó al aire, su voz temblorosa y rota. —¿Cómo puedo arreglar todo esto?

El silencio fue su única respuesta, como siempre. Pero incluso en medio de su desesperación, Hikari sintió un pequeño rayo de consuelo al mirar esa sonrisa inmortalizada en la fotografía. Era un recordatorio de que, aunque su madre ya no estaba, su amor seguía con ella, en los recuerdos y en los momentos que compartieron.

Hikari se dejó caer de lado sobre la cama, todavía abrazando la fotografía contra su pecho. Las lágrimas seguían cayendo, pero poco a poco comenzaron a disminuir. El agotamiento emocional la envolvió, pero también una tenue determinación comenzó a formarse en su interior. Sabía que tenía que encontrar una manera de seguir adelante, de enfrentar sus sentimientos y sus miedos, aunque fuera un paso a la vez.

Hikari se levantó de la cama, todavía con la fotografía de su madre en las manos, pero lentamente la dejó sobre la mesa de noche. El dolor en su pecho no disminuía, pero algo en su interior la impulsó a moverse. Necesitaba hacer algo para aliviar la carga que sentía. Sin pensarlo demasiado, comenzó a caminar hacia la habitación de Takuya.

El pasillo estaba en silencio, las luces apagadas, y el sonido de su respiración se hacía más evidente conforme se acercaba a la puerta de la habitación de su primo. Al abrirla con suavidad, Hikari vio la luz tenue de la lámpara en la mesita de noche, y allí, en su cama, Takuya descansaba. Su rostro relajado, sin las preocupaciones y el dolor que ella veía en él cuando estaba despierto.

La castaña se quedó observándolo por un momento, sin moverse, como si lo estuviera estudiando. Takuya siempre había sido una figura protectora en su vida, alguien con quien podía contar. A pesar de sus diferencias y discusiones, siempre había estado allí para ella, aunque no supiera cómo expresar sus propios sentimientos.

Finalmente, Hikari entró silenciosamente en la habitación y se acercó a la cama. Se acuclilló a su lado y, con un suspiro pesado, se tumbó junto a él. Un nudo en su garganta le impedía hablar, pero sabía que necesitaba hacer algo que la calmara, que calmara esa tormenta interna. Sin pensarlo mucho, rodeó su cuerpo con sus brazos, abrazándolo con suavidad.

Takuya, inconsciente, se removió entre sueños, y murmuró en voz baja, su respiración entrecortada:

—¿Hikari?

El corazón de Hikari se aceleró al oír su nombre, y aunque la voz de Takuya estaba adormecida, el dolor en ella permaneció. Sin soltarlo, se inclinó un poco más cerca de él y, con voz suave, susurró:

—Lo siento. Lo siento... —sus palabras se ahogaron en el aire, apenas audibles, como si se tratara de un susurro de arrepentimiento y vulnerabilidad. —Sé que tienes preguntas. Ahora no las puedo responder. Pero prometo responderlas en su momento. No ahora. Pero más adelante.

Hikari dejó que esas palabras flotaran en el aire. No sabía si Takuya las había escuchado, o si siquiera las recordaría cuando despertara, pero algo en ella se alivió al expresarlo. Sabía que en algún momento, cuando estuviera lista, hablaría. Pero por ahora, se aferraba a esa promesa silenciosa.

El abrazo entre ellos permaneció, aunque ninguno de los dos dijera más nada. Takuya, aún dormido, pareció acurrucarse un poco más cerca de ella, como si algo en su subconsciente lo reconociera. Hikari cerró los ojos, sintiendo el calor de su primo junto a ella, y por primera vez en todo el día, se permitió relajarse un poco, dejando que el consuelo de su presencia la envolviera.

—Te lo prometo… —murmuró, más para sí misma que para él, antes de quedar en silencio, abrazando a Takuya mientras las lágrimas cesaban lentamente.

La paz, aunque temporal, era todo lo que necesitaba en ese momento.


La luz tenue de la lámpara iluminaba el despacho de Koushiro, el silencio en el aire estaba interrumpido solo por el sonido ocasional de una hoja moviéndose mientras él hojeaba unos documentos. Mimi, sentada en una de las sillas frente al escritorio, observaba fijamente al pelirrojo, esperando una respuesta.

—¿Qué? —preguntó Mimi, levantando una ceja, incrédula ante lo que acababa de escuchar—. ¿Nene te ofreció trabajar para tu empresa?

Koushiro asintió lentamente, su expresión pensativa. Al principio, había sido reacio a pensar en aceptar la oferta de Nene, pero la propuesta seguía rondando su mente.

—Al parecer, quiere independizarse de la empresa de su familia. —dijo, sin mirarla, absorto en sus propios pensamientos.

Mimi lo observó con sorpresa, procesando lo que acababa de oír. No esperaba que Nene diera ese paso tan drástico, pero sabía que algo más profundo debía haber detrás de esa oferta.

—¿Por qué no la aceptas? —preguntó Mimi, sin quitar los ojos de él. Su tono era algo curioso, pero también con un dejo de preocupación. Sabía que Koushiro tenía dudas, pero no comprendía del todo el motivo.

Koushiro la miró fijamente, como si ella ya supiera la respuesta, pero necesitara oírla de él. Sus dedos tamborilearon sobre el escritorio, una señal de que algo lo inquietaba.

—Si mi familia se entera de que Nene está trabajando para mí... —empezó, y luego hizo una pausa, como si estuviera buscando las palabras adecuadas—. Será un problema. Un gran problema.

Mimi lo sabía, por supuesto. La familia de Koushiro, aunque era exitosa, tenía conexiones con negocios poco claros, incluso ilegales. Cualquier relación con Nene, alguien tan vinculada con la familia de Yamato, podría ser un punto de conflicto. Había muchos secretos que proteger, demasiados intereses en juego.

—Lo sé, Koushiro. —dijo Mimi, sin ocultar su preocupación. Pero su tono se suavizó al ver la lucha interna en el rostro de él—. Pero ambos sabíamos a lo que nos estábamos metiendo cuando decidimos crear esta empresa. Sabíamos que tendríamos que tomar decisiones difíciles, enfrentarnos a los problemas de nuestra familia. Y este es uno de esos momentos.

Koushiro cerró los ojos, tomando un profundo respiro. Lo que Mimi decía era cierto. Ellos habían tomado una decisión consciente al involucrarse en un negocio que los ponía a la sombra de poderosos enemigos. La idea de aceptar a Nene lo mantenía dividido, pero también sabía que si quería asegurar el futuro de su empresa y mantener a Nene en un entorno más seguro, esa podría ser la única opción viable.

Mimi se inclinó hacia adelante en la silla, sus ojos fijos en él, esperando una respuesta, pero también comprendiendo las dudas de Koushiro. Finalmente, después de unos largos segundos de reflexión, Mimi habló nuevamente, esta vez con un tono más firme.

—Debes aceptarla. —dijo, con una voz cargada de convicción—. Si Nene se queda en la empresa de su familia, no solo la pondremos en riesgo, sino también a nosotros. Todo lo que hemos logrado hasta ahora, todo lo que estamos construyendo, se puede derrumbar por las conexiones de su familia con Yamato y sus oscuros negocios.

Koushiro la miró, su rostro imperturbable, pero había algo en su mirada que indicaba que ya entendía lo que ella estaba planteando.

—¿Por qué? —preguntó, con una ligera duda en su voz. Aunque lo veía claro, aún le costaba ver la solución como algo definitivo.

Mimi se levantó de la silla, caminando alrededor del escritorio mientras pensaba en sus palabras. Se detuvo frente a la ventana, mirando las luces de la ciudad. Finalmente, se volvió hacia él.

—Porque si la aceptamos en nuestra empresa, la alejamos de todo eso. De la fachada de su familia, de los negocios ilegales que rodean a Yamato y su gente. Nene necesita algo más que estar atrapada en esa red. No podemos dejar que se convierta en parte del circo que su familia representa. Nosotros... somos la única oportunidad que tiene para salir de esa sombra.

Koushiro la observó en silencio, comprendiendo lo que ella decía. Sabía que era arriesgado, pero el riesgo se sentía necesario.

—¿Y si su familia no lo permite? —preguntó, ya más tranquilo pero con una ligera preocupación.

—Entonces tendremos que enfrentarnos a ellos. —respondió Mimi con firmeza, mientras lo miraba directamente a los ojos—. Pero no dejemos que Nene siga atrapada en ese mundo. Si le damos esta oportunidad, podremos asegurarnos de que tenga un futuro más allá de lo que su familia planea para ella.

Koushiro respiró hondo, sintiendo el peso de la decisión. Finalmente, asintió, sabiendo que Mimi tenía razón.

—Está bien. Aceptaré a Nene. Pero si algo sale mal... será nuestra responsabilidad.

Mimi sonrió, satisfecha con la decisión. Sabía que había tomado la decisión correcta, aunque no fuera fácil. Sin embargo, no podía evitar sentir que esta jugada podría cambiar todo.

—Gracias, Koushiro. —dijo, con una sonrisa suave, mientras se acercaba nuevamente a él—. Esta es la mejor forma de mantener a Nene lejos de esa familia... y de todo lo que los rodea.

Koushiro se reclinó en su silla, con la mirada pensativa. Estaba decidido, aunque sabía que esto traería nuevos desafíos. Sin embargo, por primera vez, sentía que habían tomado el control de su destino.


~Al día siguiente~


Izumi caminaba por el pasillo del estudio, con una mezcla de concentración y curiosidad. Sabía que la sesión de fotografía para los accesorios de la nueva temporada comenzaría en breve, y como diseñadora, se sentía responsable de que todo estuviera perfecto, desde las joyas hasta la ropa. No solo sus diseños, sino también la forma en que todo debía combinar, la armonía visual que cada pieza debía transmitir.

Al entrar al estudio, un aroma floral la envolvió de inmediato, y cuando levantó la vista, se detuvo en seco. El lugar estaba inundado de flores, pero no cualquier tipo de flores. Ramos y ramos de violetas, sus delicados pétalos morados creando una atmósfera mágica, casi irreal. La cantidad de flores era asombrosa. El lugar parecía una pequeña isla de violetas en medio de un entorno moderno y profesional.

Izumi, sin poder evitarlo, dio un paso hacia adelante. Su mirada se detuvo en un ramo particularmente grande que estaba colocado en la mesa central. Estaba perfectamente arreglado, con una mezcla de tonos morados y lilas, y en la base, un par de tarjetas estaban cuidadosamente dobladas. Izumi frunció el ceño, un poco confundida, pero también intriga. No esperaba flores, ni mucho menos un gesto tan delicado, especialmente de alguien que no era muy dado a esas cosas.

Se acercó lentamente y tomó la primera tarjeta. La abrió con delicadeza, sintiendo una mezcla de emoción y nerviosismo en el estómago. El mensaje estaba escrito a mano, con letras elegantes y una caligrafía que reconocía de inmediato.

"Izumi, sé que las flores no son lo único que mereces, pero quiero que cada una de estas violetas te recuerde lo especial que eres. Son para ti, solo para ti, en esta temporada en la que todo comienza a florecer de nuevo. Te admiro más de lo que puedes imaginar."

Izumi sonrió suavemente, una sensación cálida invadiendo su pecho. Takuya... siempre sabía cómo sorprenderla, cómo decir justo lo que necesitaba oír. Dejó la tarjeta sobre la mesa y tomó la siguiente.

Esta tenía un diseño diferente, un borde dorado sutil que hacía que la tarjeta se sintiera aún más especial. Al abrirla, una sonrisa tímida apareció en sus labios al leer las palabras escritas en la misma caligrafía:

"Cada vez que miro las violetas, pienso en tu fuerza y tu belleza. Me has enseñado que no importa cuántos desafíos enfrentemos, siempre podemos florecer. Espero que estas flores te hagan sonreír, tanto como yo lo hago cuando pienso en ti."

El nudo en su garganta se apretó un poco más, pero esta vez fue de gratitud. Izumi dejó esa tarjeta junto a la primera y luego miró a su alrededor, sorprendida por la cantidad de flores que decoraban el lugar. El aroma suave y dulce de las violetas parecía envolverla por completo.

Finalmente, se acercó a un tercer ramo, algo más pequeño, pero igualmente hermoso. La tarjeta, al igual que las anteriores, parecía esperar ser descubierta. Izumi la tomó y la abrió, sin dejar de sonreír, aunque con el corazón palpitante.

"Izumi, la vida siempre tiene una forma de sorprendernos, ¿verdad? Tal vez esto no sea nada comparado con lo que realmente quiero hacer por ti, pero sé que estas flores, aunque simples, tienen un mensaje: que todo en nuestra vida, aunque a veces oscuro, puede ser hermoso. Gracias por ser tú."

Izumi no pudo evitar soltar una pequeña risa, sintiendo una mezcla de emociones. Era Takuya, su forma de ser tan directa, pero tan llena de dulzura a la vez. Sin darse cuenta, las lágrimas se acumularon en sus ojos, y rápidamente las parpadeó para evitar que cayeran.

Se quedó allí unos minutos, rodeada de flores y tarjetas, sintiendo que todo se llenaba de una calidez que solo él podía ofrecerle. Sin pensarlo, tomó uno de los ramos y lo acercó a su rostro, inhalando su fragancia. Las violetas, las palabras de Takuya, todo eso le recordaba cuánto la entendía, cuánto la apoyaba incluso sin ser tan demostrativo en su vida diaria.

Izumi cerró los ojos, y por un momento, dejó que su corazón hablara, agradeciendo en silencio ese pequeño gesto de amor, sabiendo que más allá de cualquier diseño o sesión fotográfica, lo que realmente importaba era tener a alguien que la entendiera y la valorara de la forma en que lo hacía él.

—Buenos días, señorita Ishida.

Izumi abrió los ojos de golpe, sorprendida al escuchar esa voz detrás de ella. Giró lentamente y, al hacerlo, sus ojos se encontraron con Takuya, el chico moreno autor de todo esto, como si hubiera sido un sueño hecho realidad.

—Takuya... —susurró ella, una ligera sonrisa curvando sus labios mientras lo miraba fijamente.

Takuya le respondió con una sonrisa amplia, esa sonrisa que siempre lograba calmarla, hacerla sentir en paz, como si estuvieran en su propio mundo. Su tono era ligero y bromista, pero había una dulzura inconfundible detrás de sus palabras.

—Hola. —Dijo, mirando los ramos de flores que la rodeaban— ¡Wow! Qué hermosas flores, ¿eh?

Izumi asintió, su mirada suavizándose aún más mientras observaba el arreglo de flores que llenaba el estudio.

—Me pregunto, ¿quién te las habrá enviado? —musitó Takuya, con una ligera sonrisa en sus labios— De seguro fue una persona muy agradable, amable, que quería hacerte sonreír.

La rubia no pudo evitar reír, esa risa genuina que emanaba de su corazón, como si la situación fuera tan perfecta y tan tierna que no podía evitar sentirse completamente feliz. Las flores, las palabras de Takuya, todo estaba encajando de una manera que la sorprendía.

—¿Te gustaron?

—¡Me encantaron tus flores, Takuya!—Exclamó Izumi— Ya te dije que son mis flores favoritas.

—Sí, lo sé, pero ya te había enviado un ramo, creí que no sería original darte nuevamente flores. Por eso decidí traer más de un solo ramo y adornar tu estudio.—Comentó el moreno.

La rubia lo observó conmovida.

—¿Más de un ramo? —repitió Izumi, aún con una sonrisa en su rostro, mientras se acercaba un poco más a los ramos, como si quisiera tocarlas una vez más para asegurarse de que todo esto no fuera solo un sueño— Takuya, realmente no tienes que hacer todo esto...

Takuya se encogió de hombros, con una expresión despreocupada, pero su mirada era diferente, más suave, más sincera.

—Lo sé, pero... me gusta verte feliz.

—Takuya, yo...— La chica intentó hablar.

Pero justo en ese momento unos pasos se escucharon y una persona entró en el lugar.

—¡Wow! Que lindas flores.—Exclamó Miyako.

Izumi y Takuya voltearon hacia ella.

—¿Quién envió tantos ramos?— Preguntó la pelilila.

—Un pequeño admirador.—Se apresuró a responder Takuya— Le trajo estas flores a la señorita Ishida.

Miyako dirigió su mirada hacia la rubia: —¿Un admirador?

Izumi asintió.

—De seguro fue Kouji.—Musitó la mujer de anteojos— Como siempre, demostrando que es ¡el novio perfecto!

"Kouji"

Apenas Miyako pronunció ese nombre la tensión se hizo presente en el lugar.

Takuya hizo una mueca e Izumi bajó la mirada.

—Dime ¿estas flores te las envió él?— Miyako le preguntó a la rubia.

—¿E?—Balbuceo la oji-verde y negó—No, él no me las envió.

—¿No?—Exclamó Miyako—Pero ¡que extraño! él es tu novio ¿no?

Izumi hizo una mueca: —Él es mi novio...—Suspiró— Pero no hace este tipo de regalos.—Musitó antes de voltear hacia los ramos.

—De seguro no te envía simples flores.—Comentó Miyako— Para él, un regalo perfecto debe ser una elegante y carísima joya. Después de todo, es lo que te mereces.

Ese comentario provocó que Takuya se sintiera un poco incómodo.

Izumi frunció el ceño— Miyako, no digas eso...—Musitó— No estamos aquí para hablar de los regalos que me hacen o no. Mejor dime ¿qué haces aquí?

—Vine a informarles algunos detalles de la sesión de fotos, verán quiero hacer una modificaciones en las luces...—Explicó Miyako ignorando completamente el ambiente tenso que dejó entre Izumi y Takuya.

El moreno dirigió su mirada hacia las flores, sintiéndose desvalido, él actualmente no podía darle a Izumi una joya lujosa como lo hacia Kouji. Al contrario, su idea de conquista se basaba en regalos "básicos"

Hizo una mueca ante esto.


—Vine a ver como estás, Sora.— Comentó Haruna.

Sora suspiró: —La verdad es que, estoy en shock todavía, aun no puedo creer lo que sucedió ayer.

—Sora, ¿cómo estás? ¿Cómo te sientes después de lo que ocurrió?

La pregunta era directa, pero el tono de Haruna estaba lleno de comprensión.

Sora apretó los labios, dejando la taza a un lado mientras luchaba por encontrar las palabras. Finalmente, se encogió de hombros y miró a Haruna con ojos cansados.

—No sé cómo me siento —admitió—. Supongo que... estoy avergonzada. Enfadada. Decepcionada. Todo a la vez.

Haruna asintió lentamente.

—Es completamente comprensible. Lo que ocurrió no fue justo para ti, y tampoco para nadie en esa sala.

—¿No fue justo? —repitió Sora, dejando escapar una risa amarga—. Mi madre se humilló a sí misma, Haruna. Todo este tiempo, ha hablado de moral, de tradición, de dignidad. Y ahora... ahora todo el mundo sabe que no es más que una hipócrita.

Haruna inclinó la cabeza ligeramente, observando el rostro de Sora.

—Sora, entiendo que estés herida, y no voy a justificar lo que hizo Toshiko. Pero tú no eres responsable de sus acciones.

Sora cerró los ojos con fuerza, luchando contra las lágrimas que amenazaban con escapar.

—¿Cómo no voy a sentirme responsable? —preguntó en voz baja—. Es mi madre. Todo lo que haga, bueno o malo, recae sobre mí de alguna manera. ¿Cómo se supone que enfrente a esas personas otra vez?

Haruna se acercó un poco más, colocando una mano reconfortante sobre el hombro de Sora.

—Sora, escúchame. Lo que ocurrió no es tu culpa. Tu madre tomó sus decisiones.

Sora la miró, su expresión dividida entre gratitud y duda.

—¿Sabes? La verdad es que temo mucho que esto afecte a mi familia, no me sorprendería que comenzarán a criticar a mis hijas y a mi asociando que somos iguales a ella.

—Entonces demuéstrales que están equivocados —dijo Haruna con firmeza—. Demuéstrales quién eres realmente. La hija no tiene que cargar con las decisiones de la madre, Sora. Tienes la oportunidad de mostrarles tu carácter, tu integridad, y no dejar que esto te detenga.

El silencio volvió a caer entre ellas, pero esta vez fue menos opresivo. Sora asintió lentamente, como si estuviera comenzando a aceptar las palabras de Haruna.

—¿Tú crees que puedo hacerlo? —preguntó en voz baja.

Haruna le sonrió, una sonrisa llena de calidez y confianza.

—No tengo la menor duda.

Sora suspiró.

—¿Y como están tus hijas?

—No he hablado con Nene.—Respondió Sora— E Izumi...—Bajó la mirada— Está decepcionada, pero no está tan afectada como lo estuvo con la situación de Satomi.—Declaró— Verás, de aquí a un tiempo Izumi tuvo pequeñas diferencias con mi madre, lo que provocó que, esta situación la gestionara de manera diferente...—Suspiró— Y Rika, la verdad es que, no está al pendiente, ella jamás he tenido buena relación con mi madre, así que, no le interesó mucho.

Mimi llevó su mano a su pecho, lo que más temía era que, las tres sufrieran, pero Nene e Izumi merecían saber quien era esa mujer.

—Tengo miedo ¿sabes?—Comentó la pelirroja— Nene es la más unida a mi madre. Estoy segura que no reaccionará bien cuando sepa.

—¿Tú crees?—Musitó la castaña.

Sora asintió: —Lamentablemente.

Mimi se mordió el labio inferior, lo que menos quería era que ellas sufriesen, pero era casi imposible. Si quería desenmascarar a Toshiko e Hiroaki, era inevitable afectar a su familia, porque estaban relacionados con ellos.

Suspiró.

Algunas veces se preguntaba si ¿valía la pena hacer sufrir a sus hijas? Todo por desenmascarar a aquellas personas que tanto daño hacían.

Los pasos que resonaban en las escaleras fueron aumentando, marcando un ritmo tranquilo pero firme. Sora y Mimi se quedaron en silencio, la atmósfera cargada de pensamientos no dichos. Mimi observaba las sombras de la figura que se acercaba, y al instante, la puerta se abrió suavemente.

Rika apareció en el umbral, llevando en sus manos algunos libros. Sus ojos se fijaron en la sala, y al ver a Mimi, una sonrisa cálida se formó en su rostro. La joven tenía una expresión serena, como si la carga de los últimos días se hubiera aligerado, o al menos, camuflada tras la cortina de su sonrisa.

—Haruna —saludó Rika con una voz suave, pero clara.

Mimi no pudo evitar sonreír al verla, y por un momento, toda la tensión de la conversación previa pareció desvanecerse. Era una sonrisa sincera, acompañada de un suspiro leve de alivio. Era bueno ver a Rika libre de las cicatrices de los últimos acontecimientos y sin el cuello ortopédico.

—¡Hola querida!— Se acercó a ella— Que gusto verte.

—Igualmente.—Respondió la pelirroja.

—¿Cómo te has sentido?

—Mucho mejor.—Respondió Rika.

—Hace tiempo no nos veíamos ¿e?—Musitó Mimi— Me alegra verte recuperada.—Comentó—Te ves muy bien, saludable.

Rika asintió levemente, ajustando los libros en sus manos.
—Gracias. Estoy mejor... las cosas están volviendo a la normalidad, poco a poco.

Mimi, que había estado observando la interacción en silencio, no pudo evitar sentirse aliviada y, al mismo tiempo, emocionada. Ver a la joven en un estado más tranquilo le daba una razón para seguir adelante, aunque las dudas y temores aún la carcomieran.

—¿Y esos libros?—preguntó Haruna, tratando de mantener una conversación ligera.

—Son mis libros de estudio.—Respondió Rika— Decidí volver a estudiar.

La mujer castaña se sorprendió: —¿Enserio?

—Sí...—Respondió Sora uniéndose a la conversación— Rika de a poco está retomando su vida.

La oji-miel sonrió— Me alegra escuchar eso.

Luego de todo lo que le ocurrió a la pelirroja, después de todo lo que sufrió, merecía retomar su vida.

—Es bueno ver que, retomas tu vida.—Comentó Mimi— Cualquier cosa, tú sabes que puedes contar con mi apoyo.

Y, esta vez no lo decía con algún interés o falsamente. Por primera vez, en todo este tiempo que conocía a Rika le decía algo sincero.

Rika asintió: —Usted ya nos ha ayudado bastante.—Musitó— Pero gracias.

Mimi sonrió.

La adolescente dirigió su mirada hacia Sora: —Madre, quería saber si ¿me das permiso para ir a la biblioteca Biblioteca y Museo Hibiya?

Sora alzó una ceja—¿Por qué?

—Porque quiero ir a estudiar.—Respondió Rika— Hay materia que no entiendo y una amiga prometió ayudarme.

La pelirroja hizo una mueca— ¿Una amiga?

Rika asintió: —Sí.

La observó con preocupación.

—Damar...—La adolescente se apresuró a decir el nombre— Ya sabes, mi amiga, que regresó del sur del país. Mi amiga que conoce Takeru, la que conociste hace un tiempo, la que estaba becada en mi secundaria hace unos años, con la que salí el otro día.—Rika intentó darle todas las descripciones a su madre, como siempre lo hacia cuando le pedía permiso.

Damar

Ese nombre resonó en la cabeza de Mimi. Por casualidad ¿ese no era el nombre de la chica que le hizo manicure?

—Ah...Esa amiga...—Musitó Sora haciendo memoria.

Era segunda vez que Rika le pedía permiso para salir con ella, pero esta vez no tenía a Takeru.

—Ella ya salió de la preparatoria y sabe un poco más de todo esto. Dijo que me podría ayudar.—Comentó Rika— No tomará mucho tiempo. ¿Puedo ir?—Preguntó— Juro que regresaré antes de cenar.

—¿Segura?

Rika asintió: —El otro día dije que llegaría antes de cenar ¡y llegué a la hora! Además te respondí las llamadas y los mensajes. Recuerda.

Sí, eso era verdad.

—Por favor, déjame, estaré atenta a mi celular, por cualquier cosa.

Sora observó a su hija, no parecía estar mintiendo. Y a su mente venían una y otra vez las palabras que su psiquiatra le dijo luego del accidente: Su hija necesita espacio, sentir que ustedes confian en ella. No pueden tenerla encerrada en una caja de vidrio.

—Está bien, está bien.—Respondió— Pero, si no me respondes apenas de te llamo, tendrás problemas.

Rika sonrió: —¡Juro que responderé!

—Espera, te daré dinero para el taxi.—Musitó Sora.


El sol brillaba intensamente sobre la plaza, y el bullicio de la gente llenaba el aire. Daisuke, Ken y Ryo estaban ocupados repartiendo folletos a los transeúntes, sus sonrisas contagiosas y su entusiasmo evidente. Los tres lucían camisetas con el nombre de su banda, y una pancarta colorida colgaba de un pequeño puesto detrás de ellos que decía: "Concierto Benéfico: Unidos por los Niños con Cáncer"

—¡No olviden asistir! ¡Es por una gran causa! —exclamó Daisuke, entregándole un folleto a una mujer que pasaba.

Ken, a su lado, acomodaba más folletos en una pequeña pila mientras Ryo hacía señas a un grupo de jóvenes para que se acercaran.

En ese momento, Damar apareció caminando por la plaza, llevando una mochila al hombro y un libro en la mano. Al notar a los tres chicos, se detuvo, una sonrisa amigable iluminando su rostro.

—¡Hola, chicos! —los saludó, acercándose a ellos.

Los tres levantaron la vista casi al mismo tiempo.

—¡Damar! —respondió Daisuke, levantando una mano en señal de saludo. Ken y Ryo también la saludaron con entusiasmo.

—¿Qué están haciendo? —preguntó Damar con curiosidad, señalando los folletos que Daisuke sostenía.

—Estamos repartiendo folletos para un evento benéfico —respondió Daisuke con su característica energía—. Es un concierto para recaudar fondos para los niños con cáncer.

—Ah, qué lindo gesto —comentó Damar, interesada.

—Sí, queremos ayudar lo más que podamos —intervino Ken con una sonrisa tranquila—. Todo lo que recaudemos irá directamente a los tratamientos de los niños.

—Y lo mejor es que nosotros vamos a tocar como banda en el concierto —añadió Ryo, orgulloso—. Va a ser increíble.

—¡Vaya, eso suena genial! —exclamó Damar, visiblemente impresionada—. ¿Cuándo será?

—Este sábado en la tarde, en el auditorio del parque central —respondió Daisuke, extendiéndole un folleto—. Puedes venir con quien quieras.

Damar tomó el folleto y lo miró detenidamente.

—Lo pondré en mi agenda. Esto es una causa muy noble, chicos. De verdad, los felicito.

—Gracias —dijo Ken, inclinando levemente la cabeza—. Hemos estado practicando mucho. Queremos que sea especial para todos.

—Y también habrá más actividades, como puestos de comida y juegos para recaudar más fondos —añadió Ryo—. Será una tarde divertida y por una buena causa.

Damar sonrió, guardando el folleto en su mochila.

—Bueno, me aseguraré de estar ahí. Y si necesitan más ayuda para promocionarlo, avísenme.

—¡Eso sería genial! —exclamó Daisuke emocionado.

—Claro, cuentas con nosotros —añadió Ken, agradecido.

Damar los observó un momento, notando la pasión en sus ojos.

—Me encanta verlos tan comprometidos con algo así. Estoy segura de que será un éxito.

—¡Lo será! —aseguró Daisuke, lleno de determinación.

Después de despedirse con una sonrisa y un último agradecimiento, Damar continuó su camino. Los tres chicos la observaron alejarse, satisfechos de haber despertado su interés en el evento.

—Bueno, chicos, ¡a seguir! —dijo Daisuke, tomando más folletos.

Ken y Ryo asintieron, volviendo a su tarea con renovado entusiasmo. Aunque aún quedaba mucho por hacer, sabían que cada pequeño esfuerzo valía la pena. El concierto no solo sería una forma de mostrar su talento, sino también una oportunidad de marcar una diferencia real en las vidas de los niños que más lo necesitaban.


Izumi observó a Takuya, quien había quedado en silencio, mirando fijamente los ramos de flores. La incomodidad flotaba en el aire, y por un momento, no supo qué decir. Miyako había lanzado su comentario sin pensar en las consecuencias, pero lo peor era que Takuya parecía haberlo tomado de una manera más profunda de lo que Izumi quería admitir.

Finalmente, fue Izumi quien rompió el silencio, acercándose a él con una expresión de arrepentimiento.

—Takuya, lo siento mucho —dijo con suavidad, mirando sus ojos, que de alguna manera se veían más apagados que antes— Lo de Miyako, lo que dijo... no era necesario. Siento que te haya hecho sentir incómodo.

Takuya levantó la vista, y aunque no lo dijo en voz alta, Izumi pudo ver en sus ojos que la incomodidad no había desaparecido por completo. Sin embargo, Takuya solo asintió con una ligera sonrisa, como si intentara restarle importancia al asunto.

—No tienes que disculparte, Izumi —respondió Takuya, su tono suave y tranquilo, pero con una carga emocional que no pasaba desapercibida— De verdad, no fue culpa tuya. Miyako solo... no pensó en lo que decía. No es algo que tú puedas controlar.

Izumi se sintió culpable, pero sus palabras salieron antes de que pudiera pensar mejor en ellas.

—Sí, pero... sabes que me molesta cuando te hacen sentir mal —musitó, sintiendo una mezcla de frustración y compasión por lo que Takuya había tenido que escuchar. Dio un paso más cerca de él, buscando una conexión, un poco de consuelo— Esa no era la intención de Miyako, pero de alguna manera siento que me hizo sentir mal también. Quiero que sepas que... me disculpo de verdad por lo que dijo.

Takuya respiró hondo y negó con la cabeza, un pequeño gesto que le quitaba importancia al tema. Aunque estaba claro que lo había afectado, no quería que Izumi se sintiera responsable por ello.

—No tienes que preocuparte por mí —dijo él, ahora con una sonrisa más relajada, pero que no alcanzaba a cubrir la molestia que se asomaba en sus ojos— Realmente, no es tan grave. Sólo fue un comentario tonto. No tiene sentido darle más importancia.

Izumi suspiró, pero la preocupación seguía allí, presionando su pecho. No quería que Takuya se sintiera de esa manera, y mucho menos que creyera que era algo relacionado con ella.

—Pero... como pudiste escuchar, todos creen que Kouji es... el "novio perfecto"—dijo con un tono bajo, mirando el suelo por un momento. Las palabras salieron sin que pudiera detenerlas, cargadas de una frustración que no podía oculta.

—El novio perfecto.—Takuya repitió con ironía.

El dinero era capaz de hacer milagros, porque Kouji tenía todo económicamente, pero moralmente era nada.

Y hablando del rey de Roma

—Señorita Ishida. Su novio, Kouji Minamoto, la está esperando abajó.—La secretaria del lugar le habló a la rubia.

¿Qué?

Izumi se sorprendió ante esto.


El club estaba lleno de vida esa noche. Las luces tenues, el sonido del jazz en vivo y las risas de los presentes llenaban el ambiente. Toshiko respiró hondo antes de entrar. Sabía lo que le esperaba, pero no iba a retroceder. Había rumores, susurros, risas que corrían entre las paredes de ese lugar, y todos apuntaban hacia ella.

Al entrar, varias miradas se posaron en Toshiko. La reconocieron al instante, y el murmullo en el club se intensificó. Entre las mesas principales, un grupo de mujeres la observaba con expresiones burlonas y risas apenas disimuladas.

—Miren quién decidió aparecer... —murmuró una de ellas, lo suficientemente alto como para que Toshiko la escuchara.

—¿No debería estar escondida? —añadió otra, mientras una carcajada se escapaba de sus labios.

Toshiko no se inmutó, al menos no externamente. Su andar firme y su postura altiva no daban señales de flaqueza, pero por dentro sentía una mezcla de enojo y desprecio.

—Miren, la señora Takenouchi ha venido a dar un espectáculo —comentó Haruna desde una mesa cercana, con una mueca irónica en el rostro.

Toshiko apretó los labios y dirigió una mirada gélida hacia Haruna y, para su sorpresa, vio a Sora sentada junto a ella. Su hija tenía el rostro serio, casi inexpresivo, pero sus ojos denotaban algo más profundo: confusión y desagrado.

Sora se levantó de su asiento y caminó hacia su madre, deteniéndose frente a ella con los brazos cruzados.

—¿Qué está haciendo aquí, mamá? —preguntó, su tono seco, aunque mantenía un tono respetuoso.

Toshiko enderezó aún más la espalda y levantó el mentón.

—Vine a dar la cara, Sora. ¿De verdad piensan que me dejaré humillar tan fácilmente?

La declaración resonó en el club, silenciando los murmullos por un instante. Las mujeres, incluida Haruna, intercambiaron miradas incrédulas antes de estallar en risas nuevamente.

—Creo que ayer quedó bastante claro quién es usted, señora Takenouchi, —intervino Haruna, su tono afilado como una daga.

Toshiko giró lentamente hacia Haruna, su mirada encendida por la furia contenida.

—No te metas, Haruna, —respondió Toshiko con voz firme y cargada de desprecio—. Esto no es asunto tuyo.

Haruna alzó una ceja y fingió sorpresa, llevándose una mano al pecho.

—¿No es asunto mío? Qué curioso, porque parece que es asunto de todos aquí.

Las risas a su alrededor se intensificaron, pero Toshiko no apartó la mirada. Dio un paso hacia Haruna, acortando la distancia entre ellas.

—Si tienes algo que decirme, dilo ahora y de frente. Estoy cansada de tus insinuaciones y tus juegos, Haruna.

Sora, que había permanecido en silencio, colocó una mano en el brazo de su madre, intentando calmarla.

—Mamá, por favor...

Toshiko la miró de reojo y suavizó ligeramente su expresión.

—No te preocupes, Sora. Esto no me va a destruir.

Haruna, sin perder su actitud desafiante, se encogió de hombros.

—Nadie dijo que queríamos destruirla, señora Takenouchi. Solo estamos aquí porque consideramos que este club tiene valores ¿no?—Musitó— Es un club de familia.

—¿Valores? ¡Yo tengo valores! —replicó Toshiko, su tono cortante.

—Madre, por favor, ayer quedó claro que no.—Comentó la pelirroja— Todos vimos como tienes una relación con Shuu.

—¡No tengo una relación con Shuu!—Exclamó la mayor.

—Pero si te acostaste con él.—Declaró otra mujer del lugar.

Toshiko apretó su puño: —Yo no hice eso...—Habló— É-él me...—Balbuceo— Él me buscó, él insistió, él...—Suspiró— Él me acosó.

—¿Qué?—Esta declaración provocó un murmullo en todo el lugar.

—No mientras, madre.—Declaró Sora— Esa acusación es muy grave.

—¡Es la verdad!— Exclamó la castaña.

Toshiko apretó los labios, sus manos temblando ligeramente mientras intentaba mantener la compostura.

—Claro que estoy segura, Sora. No tienes idea de las veces que intenté evitarlo, de las veces que traté de poner distancia... —dijo, su voz quebrándose—. Pero él no me dejó en paz.

Haruna se cruzó de brazos, observando la escena con una ceja arqueada, claramente escéptica.

—¿Y ahora decides decir esto? —intervino con un tono frío—. Es curioso cómo estas historias siempre aparecen cuando hay algo que ocultar.

Toshiko la miró fijamente, sus ojos encendidos por la furia.

—No estoy ocultando nada, Haruna. Estoy diciendo la verdad, aunque sé que personas como tú jamás me creerían.

—Toshiko... —Sora intervino de nuevo, esta vez con un tono más firme—. Si lo que dices es cierto, esto no es algo que debas discutir aquí, en medio de todo el mundo.

—¡No me importa dónde lo diga! —exclamó Toshiko, su voz resonando en el lugar—. Ya he callado suficiente tiempo, y por eso todos piensan que tienen derecho a señalarme y juzgarme.

Una de las mujeres del grupo que había estado burlándose antes levantó la voz desde su mesa.

—¿Y qué pruebas tienes de lo que dices? Porque hasta ahora, todo lo que sabemos es que tú y Shuu fueron vistos juntos más de una vez.

Toshiko apretó los puños y respiró hondo, tratando de calmarse.

—No necesito probarles nada a ustedes, —dijo finalmente, con un tono cargado de desprecio—. Pero estoy dispuesta a enfrentar esto donde sea necesario.

Haruna dejó escapar una risa sarcástica y se encogió de hombros.

—Bueno, si tienes pruebas, será interesante ver cómo las presentas. Porque hasta ahora, todo lo que escuchamos son excusas.

—Tú no eres quien para criticarme, Haruna.—Habló Toshiko— Tú eres nueva en el club.

—Soy nueva, pero considero que su actitud no es la apropiada.—Declaró la oji-miel— O al menos, no es la apropiada para ser presidenta del club. Sora se presentó como candidata y, debido a lo que ocurrió, creo que, es la mejor opción.

Toshiko alzó la barbilla, dejando que su voz retumbara por encima del murmullo creciente en la sala.

—¡Esto es absurdo! Siempre he sido la presidenta de este club y siempre lo seré. ¡Merezco ese lugar! —proclamó, con un tono que oscilaba entre la indignación y el orgullo herido.

Haruna, con su característica calma cortante, inclinó ligeramente la cabeza y esbozó una sonrisa desdeñosa.

—Lo siento, señora Takenouchi, pero las circunstancias han cambiado. Este club necesita a alguien que lo represente con dignidad y valores, y sinceramente, Sora es la mejor opción.

Un murmullo de aprobación se propagó entre las mujeres presentes, quienes comenzaron a asentir lentamente. Una de ellas incluso se levantó para hablar.

—Estoy de acuerdo con Haruna. Sora tiene la integridad que este club necesita.

Toshiko apretó los puños, sintiendo cómo la rabia hervía dentro de ella.

—¡No! —gritó, sus ojos chispeando con furia—. Esto no es más que un intento de humillarme, de apartarme por razones personales. ¡Yo fundé este club! ¡Yo construí lo que ustedes disfrutan ahora!

Haruna dejó escapar una risa suave y se cruzó de brazos.

—Eso nadie lo discute, señora. Pero como usted misma dijo hace un momento, no se trata de quién lo inició, sino de quién tiene la capacidad de liderarlo ahora. Y claramente, eso ya no es usted.

Toshiko dio un paso al frente, su mirada fija en Haruna.

—¿Y quién eres tú para decidir eso? Eres una recién llegada, ni siquiera entiendes lo que significa ser parte de este club.

—Quizá sea nueva, pero al menos sé reconocer cuándo alguien no está capacitado para liderar —replicó Haruna con tranquilidad, mirando a Toshiko directamente a los ojos—. Y no soy solo yo. Mira a tu alrededor. Todas están de acuerdo.

Toshiko giró la cabeza, observando cómo las mujeres asentían, algunas con expresiones de lástima y otras con determinación. Cada mirada era un golpe a su orgullo, un recordatorio de que el poder que una vez tuvo estaba desmoronándose.

—Esto no puede estar pasando... —murmuró Toshiko para sí misma, antes de alzar la voz una vez más—. ¡No pueden hacerme esto!

Fue entonces cuando Sora, que hasta ese momento había permanecido en silencio, dio un paso adelante. Su rostro reflejaba una mezcla de incomodidad y resolución.

—Madre... —comenzó, su voz suave pero firme—. Es suficiente.

Toshiko la miró con incredulidad, como si las palabras de su hija fueran la traición más dolorosa de todas.

—¿Qué estás diciendo, Sora?

Sora bajó la mirada un instante, mordiendo su labio inferior antes de volver a enfrentar a su madre.

—Estoy diciendo que ya no puedes seguir siendo la presidenta de este club. Lo siento, pero es la verdad.

El silencio que siguió fue ensordecedor. Toshiko sintió como si el suelo bajo sus pies se estuviera desmoronando.

—¿Tú también? —preguntó, su voz quebrándose ligeramente—. ¿Tú también estás en mi contra?

Sora respiró hondo, intentando mantener la calma.

—No estoy en tu contra, madre. Estoy a favor de lo que es mejor para el club. Y creo que ya no puedes liderarlo de la forma en que solías hacerlo.

Toshiko dio un paso atrás, como si las palabras de su hija la hubieran golpeado físicamente. Miró a su alrededor, viendo las miradas de apoyo hacia Haruna y Sora. Por primera vez, se dio cuenta de que estaba completamente sola en esa sala.

Con un último esfuerzo, levantó la cabeza, intentando mantener su dignidad.

—Si esto es lo que todas quieren, entonces no tengo nada más que decir. Pero recuerden esto: yo levanté este club desde la nada, y cuando esto se venga abajo, porque lo hará, no me pidan que regrese a salvarlas.

Sin esperar respuesta, Toshiko dio media vuelta y salió del lugar, su figura firme pero sus pasos apresurados reflejaban el tumulto emocional que la consumía.

Sora la observó marcharse, su corazón dividido entre el deber hacia el club y el amor hacia su madre. Haruna, mientras tanto, observó la escena con una leve sonrisa de triunfo, consciente de que había conseguido lo que quería.


Juri estaban terminando de ordenar sus últimas cosas antes de terminar su turno de trabajo. Hikari arreglaba su mochila, mientras Juri cerraba su suéter.

—¡Al fin terminó esta jornada!— Exclamó la prima de Takuya.

—Sí, ya estaba ¡cansadísima!

Hikari asintió.

Juri pasó su mirada por su amiga, sabía que debía hablar con ella, pero no sabía exactamente.

—Hikari, ¿puedo hacerte una pregunta? —dijo Juri suavemente, inclinándose un poco hacia ella.

—Claro, dime… —respondió Hikari, aunque su voz sonaba apagada, como si ya intuyera el tema que estaba por surgir.

Juri dudó por un momento, pero decidió no andarse con rodeos.

—¿Por qué dejaste a Takeru?

El cuerpo de Hikari se tensó al instante. Cerró los ojos un momento, como si las palabras de Juri le hubieran clavado una espina en el corazón.

—Es… complicado. —murmuró después de un largo silencio.

Juri no parecía satisfecha con esa respuesta.

—¿Complicado cómo? —preguntó, tratando de no sonar acusatoria, pero sin poder ocultar su confusión. —¿Ya no lo quieres?

Hikari levantó la vista hacia su amiga con los ojos brillantes, como si estuviera al borde de las lágrimas.

—No es eso… —respondió con un hilo de voz, casi inaudible. —Claro que lo quiero… lo quiero mucho.

Juri frunció el ceño, claramente confundida.

—Entonces, no entiendo. —insistió. —Si lo quieres, ¿por qué lo dejaste?

Hikari suspiró profundamente y llevó las manos a su rostro, frotándose los ojos como si intentara borrar un dolor que parecía imposible de quitar.

—No tuve opción, Juri… —respondió finalmente, su voz quebrándose. —La familia de Takeru nunca aceptará nuestra relación.

Juri parpadeó, sorprendida.

—Ya me lo habías comentado.—Musitó— Pero, Takeru te dijo que eso no importaba ¿no?

—Si me lo dijo.

—¿Entonces?

Hikari negó con la cabeza, sus ojos llenos de tristeza.

—No es suficiente Juri.—Respondió— No soy lo suficientemente buena para él. Su familia es muy diferente a la mía. Soy… alguien común, y ellos quieren algo más… quieren a alguien que esté a la altura de lo que esperan para él.

Juri se quedó en silencio por un momento, procesando las palabras de su amiga.

—¿Y Takeru? —preguntó finalmente. —¿Él sabe cómo te sientes?

Hikari bajó la cabeza, incapaz de mirar a Juri a los ojos.

—No quería que cargara con el peso de tener que elegir entre su familia y yo… No es justo para él.

Juri inclinó la cabeza, tratando de entender la lógica detrás de las palabras de Hikari.

—Pero Hikari… —dijo con un tono más suave. —¿Lo quieres?

Las lágrimas comenzaron a deslizarse por las mejillas de Hikari. Su voz salió temblorosa, casi como un susurro.

—Sí… lo quiero. Lo quiero con todo mi corazón.

Sin que ninguna de las dos lo supiera, Takeru estaba detrás de la puerta, escuchando cada palabra. Su corazón latía con fuerza, una mezcla de sorpresa, dolor y amor inundándolo al darse cuenta de los motivos de Hikari. Quería interrumpirlas, decirle a Hikari que nada importaba mientras estuvieran juntos, pero se quedó quieto, dándole tiempo a su corazón para procesar lo que estaba oyendo.

Juri, por su parte, colocó una mano sobre el hombro de Hikari, en un gesto reconfortante.

—Si lo quieres tanto, Hikari… —dijo con suavidad. —¿No crees que vale la pena luchar por él?

Hikari levantó la vista, sus ojos llenos de dolor y esperanza, pero antes de que pudiera responder, un sonido de pasos suaves llamó la atención de ambas.

Takeru apareció de entre las sombras, su mirada fija en Hikari, llena de una determinación que no dejaba lugar a dudas.

—Hikari… —dijo, su voz firme pero cargada de emoción.

La castaña se sobresaltó al escuchar la voz del rubio. Hikari comenzó a temblar al instante negándose a voltear. No quería ver al rubio.

Hikari apretó sus manos con fuerza sobre sus rodillas, intentando controlar el temblor que se apoderaba de su cuerpo. Sentía la mirada de Takeru clavada en ella como si tuviera un peso físico, y su corazón latía con fuerza desbocada, cada latido un recordatorio del amor que había intentado suprimir.

—Hikari… mírame, por favor. —La voz de Takeru era suave, pero tenía una urgencia que era imposible ignorar.

Ella cerró los ojos con fuerza, como si al hacerlo pudiera protegerse de la intensidad de ese momento. Juri la observó con preocupación, apretando ligeramente su hombro en un gesto de apoyo silencioso. Finalmente, Hikari respiró profundamente, tratando de reunir el valor que sabía que necesitaba.

—No puedo… —murmuró, con la voz apenas audible.

—Sí puedes. —Takeru dio un paso hacia ella, sus ojos fijos en su figura temblorosa. —Estoy aquí, Hikari. No voy a ninguna parte.

Hikari sintió cómo el nudo en su garganta se hacía más grande. No podía seguir evitándolo. Con una última inhalación profunda, se obligó a girar lentamente, enfrentando la mirada intensa y llena de emoción de Takeru.

Los ojos de él estaban llenos de determinación, pero también había una suavidad en ellos, una comprensión que casi derrumbó las defensas que ella había construido. Hikari parpadeó rápidamente, intentando contener las lágrimas que amenazaban con caer.

—¿Qué estás haciendo aquí? —preguntó, su voz rota, casi inaudible.

—Escuché lo que dijiste. —respondió Takeru, sin apartar la vista de ella. Dio otro paso hacia adelante, reduciendo la distancia entre ambos. —No quería escuchar, no de esa manera, pero ahora que lo sé… no puedo quedarme callado.

Hikari se mordió el labio inferior, sus manos temblando mientras intentaba encontrar algo, cualquier cosa, que pudiera decir para desviar la conversación. Pero Takeru no le dio tiempo.

—Yo sé que mi familia, mejor dicho, mi padre y mi tía no fueron muy buenos contigo. Pero el resto de mi familia si te aceptó.—Declaró el rubio.

Hikari bajó la mirada, sus hombros hundiéndose bajo el peso de su culpa.

—Takeru, tú no lo entenderías.

—¿Entender qué?— Preguntó el rubio.

—No podemos estar juntos.—Respondió— ¡Deberías obedecer la voluntad de tu tía Satomi!

—¿Obedecer su voluntad?—Cuestionó el Ishida.

Hikari asintió.

Takeru negó con la cabeza, frustrado y herido al mismo tiempo.

—¿Y qué hay de lo que yo quiero, Hikari? —dijo, su voz más firme. —¿Qué hay de mi derecho a elegir a quién quiero en mi vida? Tú tomaste esa decisión por mí, sin siquiera preguntarme si estaba dispuesto a luchar. ¿Por qué?

Las lágrimas comenzaron a rodar por las mejillas de Hikari mientras lo miraba.

—Takeru ¡por favor! No sigas insistiendo.—Musitó apretando su mochila—Créeme, que estemos separados es lo mejor.

—¿Por qué?—Preguntó— Tú me quieres y yo te quiero.

—El cariño no siempre es suficiente, Takeru.—Habló la castaña.

—Pero...—Takeru dio un paso hacia ella y levanto su mano para acariciar su mejilla.

Hikari rápidamente volteo el rostro y se alejó: —¡Pero nada!— Exclamó antes de voltear y salir corriendo del lugar.

—¡Hikari!— El rubio la llamó.

Pero la chica simplemente se fue.

Takeru volteo hacia Juri— ¿Por qué actúa así?

—No lo sé Tk.—Respondió la castaña— Hikari está actuando de una manera muy extraña. Nunca la había visto así.

El rubio dirigió su mirada hacia el lugar donde Hikari salió corriendo.

—Creo que, lo mejor será que le des un tiempo.—Comentó Juri.


Izumi estaba concentrada en su trabajo, ajustando las telas y las joyas para la sesión de fotos. Takuya estaba al lado de ella, mirando algunos detalles en la pantalla de la cámara mientras discutían sobre las tomas y los ángulos más adecuados. La atmósfera entre ellos había sido relajada, después de la tensa conversación con Miyako, y ambos parecían disfrutar del tiempo que pasaban juntos.

De repente, una presencia familiar irrumpió en el ambiente, causando que Izumi dejara de moverse por un instante. Su corazón dio un pequeño brinco, y cuando levantó la vista, vio a Kouji caminando hacia ellos. La rubia hizo una mueca casi imperceptible, un gesto que no pudo ocultar. Kouji, siempre impecable, se acercaba con su porte arrogante y su usual sonrisa de seguridad, pero Izumi no tenía ganas de verle.

Takuya notó su reacción y, aunque no dijo nada, su postura se volvió más alerta.

Kouji se detuvo frente a ellos y, con un tono suave pero decidido, dijo:

—Izumi.

La rubia no pudo evitar fruncir el ceño ante la forma en que la llamaba, como si todo fuera tan simple para él. Sintió cómo la irritación empezaba a subir por su garganta. No quería estar allí con él, no después de todo lo que había sucedido.

—¿Qué haces aquí? —preguntó Izumi, con un tono algo frío, cruzando los brazos sobre su pecho. No tenía intención de hacerle un recibimiento cálido.

Kouji dio un paso hacia ella, sin vacilar. Sabía que no sería fácil, pero no estaba dispuesto a rendirse tan fácilmente.

—Vine a hablar contigo —respondió con seriedad, sus ojos fijándose en los de ella. No había arrogancia en su voz, solo una determinación que, de alguna manera, inquietaba a Izumi.

Izumi soltó una pequeña risa, aunque sin alegría.

—Creo que quedó claro que no quiero hablar contigo —respondió tajante, sin dudar ni un segundo. Había sido suficiente con las últimas interacciones, y no tenía intención de abrirse a él, menos cuando sabía cómo terminaban esas conversaciones.

Kouji no pareció sorprenderse por su reacción, pero la tensión en su rostro se hizo más visible. Frunció el ceño, y por un momento, pareció vacilar antes de hablar.

—Sé que no quieres —admitió, con un suspiro frustrado—. Pero necesito que hablemos, Izumi.

Izumi apretó los dientes, sintiendo que la incomodidad se apoderaba de ella. ¿Por qué insistía tanto? Ya había hecho suficiente daño, ¿no? El silencio entre ellos se alargó, y por un instante, la rubia se sintió atrapada entre sus propios pensamientos y las palabras que Kouji estaba por decir.

—¿Qué es lo que quieres, Kouji? —dijo finalmente, mirando al chico fijamente. No estaba dispuesta a ceder tan fácilmente, no después de todo lo que había pasado entre ellos.

Kouji dio un paso más cerca, sus ojos ahora más suaves, casi suplicantes. La mirada de Izumi se endureció ante ese gesto, pero él continuó, sin apartar la vista de ella.

—Quiero que me escuches. Solo quiero una oportunidad para explicarme, para que entiendas por qué he estado tan distante, por qué he hecho lo que he hecho.

Izumi lo miró en silencio por un momento, evaluando sus palabras. ¿Realmente quería saber sus razones? Había tantas cosas que le habían dolido, tantas cosas que él había hecho que ella no podía olvidar, pero al mismo tiempo, algo dentro de ella sentía que, si no lo dejaba hablar, nunca podría entender lo que estaba pasando por su cabeza.

Takuya, que había permanecido en segundo plano observando la interacción, finalmente se acercó a Izumi. Su presencia era tranquila, pero también protectora. Él sabía lo que Kouji representaba para ella, pero no iba a dejar que eso alterara la paz que ella había logrado encontrar en su vida, ni que Kouji interfiriera con lo que él sentía por Izumi.

—Izumi —dijo Takuya en voz baja, sin mirar a Kouji—. Si no quieres hablar con él, no tienes que hacerlo. Yo te apoyaré en lo que decidas.

Izumi miró a Takuya, agradeciendo su apoyo, y luego volvió su atención hacia Kouji.

Suspiró.

—Tranquilo...—Musitó— Hablaré con él. Porque creo que es necesario.—Musitó antes de levantarse— Sígueme Kouji.

Fue así como Izumi caminó hacia su oficina, Kouji fue tras ella.

—No sé porque insistes en hablar. Creo que quedó claro que no quiero hablar contigo.

—Sí, lo sé, pero necesito que hablemos.—Respondió Kouji.

—No sé qué quieres que te diga —dijo ella, con un tono más suave, pero sin perder la firmeza—. Todo esto... me duele, Kouji. Las mentiras, los secretos, el daño que causaste. No sé si quiero escuchar tus razones, ni si tengo ganas de seguir con esto.

—Lo entiendo, Izumi —respondió—. Pero quiero que sepas que nunca fue mi intención hacerte daño. Nunca quise que te sintieras así.

Izumi lo miró en silencio. No estaba lista para perdonarlo, no lo haría en ese momento. Pero algo dentro de ella le decía que no todo era tan simple como pensaba.

—Dices que no fue tu intención, pero con tus acciones simplemente me has hecho sentir miserable.—Declaró— Me has hecho sentir culpable de todos nuestros problemas, cuando tú has cometido errores.

—Sí, he cometido errores.—Respondió el oji-azul— Pero si estoy aquí es porque quiero que arreglar las cosas contigo.

—¿Arreglar?— Preguntó Izumi— No creo que sea tan fácil venir y hablar.

—Lo sé.—Contestó Kouji— Pero no puedo dejar que estos años de relación se vayan a la basura como si nada.

—¿Enserio te importan estos años?— Cuestionó la rubia— Ni siquiera has sido capaz de llamarme, enviarme un mensaje o algo así desde el otro día.

—Disculpa, no tuve tiempo.

—Ese es el tema, tú nunca tienes tiempo para mi ¿e?

—No exageres.—Respondió el oji-azul— Siempre le doy un tiempo a nuestra relación.

Izumi lo miró fijamente, su pecho apretado por la mezcla de frustración y dolor que no dejaba de crecer. ¿Cómo podía decir que siempre le daba tiempo a la relación, cuando era evidente que no había sido así? Su boca se tensó y sus ojos brillaron con una intensidad dolorosa.

—No exagero —respondió, su tono más firme y cortante—. Yo siempre estoy en tu prioridad número mil, todo es más importante que yo, no me das importancia, solo estás centrado en ti, en ti y solo en ti. Y lo que ocurrió el otro día demuestra que tengo razón. Si nuestra relación fuese importante me hubieses dicho la verdad de tu madre.

Kouji frunció el ceño, claramente incómodo con las palabras de Izumi, pero decidió no apartar la mirada. Había algo en su voz que le hacía sentirse culpable, algo que lo empujaba a decir algo que no quería.

—No todo gira en torno a ti Izumi, si te oculté la verdad fue porque tengo mis razones. Yo también tengo mi vida, mis compromisos. No todo en mi vida puede girar alrededor de una relación. Pero tú, tú siempre esperas que todo lo haga por ti, que todo sea como tú quieres.

—Era simplemente una verdad...—Respondió la oji-verde— ¡Una misera verdad que debías decirme! No te iba tomar más de diez minutos decírmelo.

—¿Y de qué hubiese servido?— Preguntó Kouji— Mi madre no cabe en los estándares de la suegra que esperabas. Es alguien totalmente diferente a ti. ¿De qué te hubiese servido saber la verdad?

—Para conocerte mejor a ti.—Contestó Izumi— ¡Somos novios! Deberías confiar en mi. Pero ¡no lo hiciste!

—¿Y?—Cuestionó el oji-azul— ¡Ya ocurrió! Fue un error...¿si?...¡olvidemos esta situación!

Izumi rió: —¿Enserio crees que es tan simple?—Preguntó— Primero el secreto de tu dichosa adicción y luego de esto.

—Ese tema de mi situación con las sustancias es tema mío ¡No debería importarte!

—Se supone que somos novios. Deberías habérmelo dicho.

—¿Para qué?— Preguntó Kouji— ¿Para mostrar lo miserable que soy?

—Para ayudarte.— Respondió Izumi— Somos novios, eso es lo que hacen los novios.

El silencio se hizo presente en el lugar. Kouji, por primera vez, no sabía que responder.

Izumi tenía razón, como "novios" debía haber confianza, debió haberle contado sus secretos. Pero...

Él no sentía confianza con ella

Al contrario, se sentía incómodo con ella. Estaba con ella por obligación, pero ¿cuánto más podría soportar? Izumi buscaba algo que él no quería darle...Pero por obligación debía darselo.

—Bueno, puede ser que tengas razón.—Comentó Kouji— Pero ¿qué más puedo hacer? Ya no puedo regresar el tiempo atrás.

—Lo sé.—Respondió la oji-verde.

El Minamoto cerró sus ojos, no soportaba esta situación. Hace tiempo dejó de soportar todo esto, por eso se convirtió en el hombre que era, cruel y frío, sin emociones, que básicamente manipulaba a Izumi a su antojo, básicamente una copia de Kousei, algo que jamás quiso ser. Pero fue en lo que se convirtió luego de perder a la única persona que amó en verdad y verse forzado a estar con Izumi por el bien de las personas que quería.

Kouji giró sobre sus talones en dirección de la puerta. Verdaderamente no soportaba esta situación, odiaba estar en esa encrucijada. Pero sabía que...

Por su bien, debía continuar en esa relación

—Dime ¿es posible que en algún minuto me perdones?— Preguntó.

No porque quisiera el perdón de Izumi, no porque ansiara continuar con ella, no...Lo hacia para complacer a Kousei y así mantener su trato.

Izumi bajó la mirada: —No lo sé, Kouji. No lo sé.

Kouji se mordió el labio inferior y apretó su puño. ¡Debía hacerlo! Porque si no lo hacia, todos esos años en los cuales intentó proteger a las personas que amaba, se irían a la basura. Porque Kousei no tendría piedad.

Kouji suspiró y sin decir más prefirió salir del lugar.


El autobús llegó con un chirrido de frenos, y Hikari subió apresuradamente, con la cabeza baja y el rostro cubierto parcialmente por su cabello. Los pocos pasajeros que ya estaban sentados apenas le prestaron atención, pero ella se sentía como si el peso de sus emociones la delatara. Se dirigió al fondo, buscando un lugar junto a la ventana donde pudiera sumirse en su dolor sin interrupciones.

Se dejó caer en el asiento con un suspiro tembloroso, mirando a través del cristal empañado por el frío. La lluvia comenzaba a caer, sus gotas deslizándose como las lágrimas que todavía luchaban por quedarse contenidas en sus ojos. Sacó un pañuelo arrugado de su bolsillo y lo apretó contra sus mejillas, tratando de borrar los rastros de su desconsuelo. Sin embargo, cada vez que pensaba que había recuperado el control, una nueva ola de tristeza amenazaba con arrollarla.

El autobús arrancó, avanzando lentamente por las calles mojadas. El ruido del motor y las conversaciones lejanas parecían un eco distante comparado con el tumulto en su mente. "¿Por qué siempre tiene que ser así?", pensó, una punzada de angustia apretando su pecho.

—¿Hikari? —una voz suave pero sorprendida la sacó de sus pensamientos.

Hikari levantó la mirada con un sobresalto, y al hacerlo, se encontró con un par de ojos curiosos y preocupados. Frente a ella estaba Damar, su nueva vecina, una adolescente de 18 años con una sonrisa cálida y energía vibrante que contrastaba con el ánimo gris de Hikari. La joven sostenía su mochila sobre un hombro y la observaba con el ceño ligeramente fruncido.

—Ho-hola... —balbuceó Hikari, intentando disimular su nerviosismo mientras secaba rápidamente las lágrimas de sus mejillas. Su voz temblaba, y las palabras salieron en un murmullo casi inaudible.

Damar inclinó la cabeza, examinándola con detenimiento. Sin pedir permiso, dejó caer su mochila en el asiento y se acomodó a su lado, cruzando las piernas despreocupadamente.

—Veo que no estás bien. —comentó con franqueza, sin rastro de juicio en su tono.

Hikari abrió los ojos con un leve gesto de sorpresa. Tartamudeó, intentando formar una respuesta convincente, pero su mente estaba demasiado nublada.

—¿Y-yo? —dijo finalmente, aunque su voz apenas logró sonar convincente.

Damar asintió con una leve sonrisa, pero sus ojos reflejaban genuina preocupación.

—N-no. —admitió Hikari después de un momento, bajando la cabeza.

Hubo un silencio breve, roto únicamente por el traqueteo del autobús sobre el pavimento irregular. Damar se recostó ligeramente en el asiento, acomodando su cuerpo para mirarla mejor. Sacó un pañuelo limpio de su bolsillo y lo ofreció sin decir nada.

—Aquí, úsalo. —dijo finalmente, su tono gentil.

Hikari lo miró, un poco sorprendida por el gesto, y lo tomó con cuidado.

—Gracias... —murmuró, limpiándose las lágrimas con movimientos torpes.

Damar la observó en silencio, dejando que el momento respirara. No había urgencia en su expresión, solo una paciencia tranquila que parecía invitar a Hikari a hablar.

—¿Quieres contármelo? —preguntó Damar después de un rato, inclinándose ligeramente hacia adelante. —A veces hablarlo ayuda.

Hikari apretó el pañuelo entre sus manos, mirándolo fijamente mientras luchaba con las palabras. Había algo reconfortante en la forma en que Damar se comportaba, como si no tuviera prisa por obtener respuestas, como si simplemente estuviera allí para escuchar.

—No quiero molestar… —comenzó Hikari, pero Damar la interrumpió con una ligera risa.

—No me molestas. Vamos, somos vecinas. Es casi como una regla no escrita que debemos ayudarnos entre nosotras, ¿no crees? —bromeó, intentando aligerar el ambiente.

Hikari esbozó una pequeña sonrisa, aunque sus ojos todavía brillaban con lágrimas. Sus hombros, tensos por el estrés, parecían relajarse ligeramente.

—Es complicado... —admitió después de un largo suspiro. —Solo… siento que todo está fuera de mi control.

Damar asintió, cruzando los brazos mientras asentía lentamente, como si comprendiera.

—Bueno, tengo tiempo.


Sora abrió la puerta de la oficina del doctor Daimon y entró con paso firme, pero sus ojos delataban una mezcla de ansiedad y determinación. El doctor se encontraba de pie junto a su escritorio, ordenando algunos papeles cuando la vio entrar. Con una leve sonrisa en el rostro, Daimon levantó la vista y asintió, como si hubiera estado esperando ese momento.

—Sora, qué bueno verte—dijo el doctor, señalando una silla frente a su escritorio—. Pasa, por favor, toma asiento.

Sora asintió con un leve gesto de cabeza y, al entrar completamente en la oficina, cerró la puerta detrás de ella con un suave clic. Su mirada recorrió la habitación, como si quisiera asegurarse de que todo estuviera en orden. La oficina del doctor Daimon era espaciosa, pero había una seriedad en el aire que, aunque familiar, siempre lograba ponerla alerta. Las estanterías llenas de libros y frascos de muestras parecían observarla en silencio.

Al acercarse a la silla, Sora se acomodó, dejando caer su bolso en el suelo mientras se sentaba. Era una silla cómoda, de respaldo alto, pero la rigidez de su postura demostraba que la conversación que tenía por delante no sería fácil. Daimon, por su parte, volvió a su lugar detrás del escritorio, donde ya había colocado un par de hojas que parecían importantes.

—¿Cómo has estado?—preguntó Daimon con tono suave, pero Sora notó que había algo en su mirada que indicaba que las noticias que tenía para ella no eran fáciles de dar.

Sora respiró hondo, consciente de la tensión que se cernía en el aire.

—Todo bien... dentro de lo que cabe—respondió ella, tratando de sonar tranquila. Aunque las palabras eran calmadas, su corazón latía con fuerza en su pecho. No sabía qué esperar, pero una corazonada la tenía inquieta. —He estado esperando saber los resultados de los exámenes.

El doctor asintió con seriedad, sus ojos fijos en ella. Finalmente, se inclinó ligeramente hacia adelante y, con un gesto, le indicó que se preparara para escuchar lo que había descubierto.

—Hoy los tengo.

Sora estaba sentada en la oficina del doctor Daimon, su amigo de confianza. La oficina estaba decorada de manera sobria y ordenada, con estanterías llenas de libros, frascos de muestras y certificados en las paredes. La luz tenue del lugar reflejaba la seriedad del entorno. El doctor Daimon se encontraba al otro lado de su escritorio, revisando algunos papeles, cuando Sora lo observó con una mezcla de ansiedad y determinación.

—¿Entonces, doctor? ¿Ha logrado llegar a una conclusión?—preguntó Sora, rompiendo el silencio que había caído sobre la sala.

Daimon levantó la mirada y asintió lentamente, dejándose ver algo más serio de lo usual. A pesar de la confianza que tenían, Sora podía sentir que el ambiente en la oficina era más denso que nunca. El doctor se levantó de su silla, caminó hasta una mesa lateral y tomó unos papeles que había estado analizando previamente. Sora observó cada movimiento con atención, el nudo en su estómago se hacía más pesado a medida que pasaban los segundos.

—Con tu autorización y después de analizar detenidamente el cuerpo de Satomi—comenzó el doctor mientras le entregaba los papeles—, he llegado a una conclusión bastante clara.

Sora tomó los papeles de las manos del doctor sin decir palabra, aunque su rostro ya mostraba signos de preocupación y duda. Desplegó los documentos con cuidado, sus ojos repasando rápidamente las palabras en la primera página.

El doctor la observó por unos momentos, con el rostro serio pero atento. Cuando Sora terminó de leer, levantó la mirada hacia él, su respiración un poco más acelerada.

—¿Qué conclusión, Daimon?—preguntó, tratando de mantener la calma, pero sus palabras traicionaron el temblor en su voz.

El doctor suspiró profundamente, como si las palabras que iba a decir a continuación le pesaran tanto como a Sora.

—Los exámenes forenses que se presentaron oficialmente eran falsos, Sora. Satomi no murió por una sobredosis de cocaína. Fue envenenada con flakka.

Las palabras del doctor cayeron como un balde de agua helada sobre Sora. La sorpresa no fue tan grande como la sensación de haber tenido razón. El nudo en su estómago creció, pero también hubo una especie de alivio al saber que lo que había estado sospechando todo este tiempo no era solo paranoia.

—¿Envenenada con flakka?—susurró, incrédula, mientras sus dedos recorrían los detalles del informe.

Daimon asintió, caminando hacia la mesa donde estaba Sora, y apoyó su mano sobre el borde de la superficie.

—Exacto. No solo fue el tipo de sustancia, sino también la forma en que se administró. Flakka tiene un efecto mucho más agresivo en el cuerpo que la cocaína, especialmente cuando se ingiere o se inyecta en grandes cantidades. Todo apunta a un envenenamiento calculado. No fue una sobredosis accidental, Sora. Alguien la drogó deliberadamente.

Sora cerró los ojos por un momento, procesando la información. Entonces, era verdad...Layla asesinó a Satomi.


Toshiko paseaba de un lado a otro en el lujoso despacho de Hiroaki, su semblante era una mezcla de furia y preocupación. La luz tenue del lugar no hacía más que acentuar las sombras en su rostro, mientras sus tacones resonaban contra el piso de madera. Hiroaki estaba sentado detrás de su imponente escritorio, con las manos entrelazadas y una expresión de absoluto desdén.

—¿Cómo pudiste permitir que algo así sucediera, Toshiko? —rugió Hiroaki, su voz cortante como un látigo—. ¡Eres una estúpida! ¿Cómo permitiste que quedaras en evidencia de esa manera?

—¡No lo sé! —replicó Toshiko, deteniéndose para mirarlo con desesperación—. Todo ocurrió tan rápido… alguien presentó ese maldito video en el peor momento.

Hiroaki bufó, exasperado.

—No hay que ser un genio para saber quién fue. Fue Shuu, ¿quién más?

—¡Shuu lo negó! —protestó Toshiko, cruzando los brazos con fuerza—. Me dijo que él no haría algo así.

Hiroaki soltó una risa sarcástica, inclinándose hacia adelante.

—¿Y tú le creíste? Qué ingenua eres, Toshiko. Shuu es un oportunista, siempre lo ha sido. Si negó su participación, es porque está jugando su propia carta.

Toshiko abrió la boca para replicar, pero en ese momento, el teléfono de Hiroaki sonó con un tono insistente. Él levantó una mano para silenciarla mientras respondía la llamada.

—¿Qué pasa? —dijo secamente, llevándose el teléfono al oído.

Toshiko, aunque estaba furiosa, se quedó quieta, observándolo atentamente.

—¿Qué estás diciendo? —la voz de Hiroaki subió una octava, y sus ojos se entrecerraron peligrosamente—. ¿Cómo que no llegó?

Un silencio tenso siguió mientras Hiroaki escuchaba al otro lado de la línea. Toshiko sintió cómo el aire en la habitación parecía volverse más pesado.

—No me importa lo que pasó en el puerto. ¡Esa entrega debía estar allí a tiempo! —espetó Hiroaki, golpeando la mesa con un puño cerrado.

Toshiko dio un paso atrás, sorprendida por la intensidad de su reacción.

—¿Qué les dijiste a los compradores? —preguntó Hiroaki, con un tono que goteaba veneno—. ¿"Retrasos imprevistos"? ¿Crees que esa excusa les importa?

El silencio de la llamada fue interrumpido por un grito ahogado de Hiroaki.

—¡Están enojados, por supuesto que lo están! —gruñó, pasando una mano por su cabello mientras se levantaba de su silla—. Esto no es un juego. Si no arreglas esto ahora mismo, tendremos un problema mucho mayor.

Toshiko, aunque todavía estaba molesta por su propia situación, comenzó a conectar las piezas de lo que escuchaba. Sabía lo que significaban "entrega" y "compradores" en el oscuro mundo de Hiroaki, y la preocupación empezó a mezclarse con una sensación de náusea.

—No quiero excusas. Quiero resultados. Y si tienes que ensuciarte las manos para lograrlo, hazlo. No me importa cómo lo soluciones, pero lo solucionas hoy. ¿Entendido?

Hiroaki colgó bruscamente el teléfono, arrojándolo sobre el escritorio con un estrépito que hizo que Toshiko diera un pequeño salto.

—¿Qué pasó? —se atrevió a preguntar Toshiko, con un tono más bajo, como si temiera su respuesta.

—Problemas con nuestro último negocio.


El ambiente en la clínica estaba cargado de tensión. Mimi estaba sentada en uno de los grandes sillones de cuero, jugueteando nerviosamente con los pliegues de su vestido mientras Koushiro permanecía de pie junto a la mesa, observando el sobre que sostenía en su mano derecha.

—Nuevamente aquí —musitó Mimi, rompiendo el silencio con un tono cargado de resignación.

Koushiro asintió—La única diferencia es que esta vez no trata de ti...

No. Esta vez, el asunto giraba en torno a Sora y un posible secreto que había permanecido oculto por años.

—¿Será? —preguntó Mimi, la incertidumbre impregnando cada palabra.

El pelirrojo frunció el ceño y ladeó la cabeza. —Tú sabes que tengo mis serias dudas —comentó con calma, aunque su tono mostraba que también estaba algo intrigado.

Sí, eso era cierto. Koushiro rara vez se equivocaba; su mente lógica siempre encontraba la respuesta más certera. Pero Mimi no podía ignorar lo que sentía en su interior. Quizás no era tan brillante como él, pero era mujer, y ese sexto sentido suyo le decía que estaba en lo correcto.

Suspiró con nerviosismo, sus manos inquietas apretando el borde de su vestido. —Y bien... —musitó— ¿Quién lo abre?

Koushiro miró el sobre en su mano y luego a Mimi. Durante un breve instante, pareció debatirse, pero finalmente extendió el sobre hacia ella.

—Creo que lo mejor será que lo veas tú —dijo con firmeza. —Después de todo, es tu sospecha. Has hecho el trabajo de reunir las muestras y todo lo demás.

Mimi lo miró y luego fijó la vista en el sobre. Lo tomó con manos temblorosas, como si ese simple trozo de papel pudiera cambiar todo lo que sabía hasta ahora.

Con un nudo en el estómago, rompió el sello y sacó el contenido. Sus ojos recorrieron las líneas con rapidez al principio, pero luego se detuvieron en seco.

El color desapareció de su rostro, y sus labios se entreabrieron mientras el impacto de las palabras la golpeaba de lleno.

—¿Y bien? —preguntó Koushiro, inclinándose ligeramente hacia ella al notar su expresión.

Mimi levantó la mirada, con los ojos aún abiertos de par en par, y susurró con voz temblorosa:

—Es positivo. Takuya... Takuya es hijo de Sora.

El silencio que siguió fue ensordecedor. Koushiro se quedó inmóvil, procesando lo que acababa de escuchar, mientras Mimi sentía que el mundo a su alrededor daba vueltas.

—No puede ser... —murmuró el pelirrojo finalmente, su tono lleno de incredulidad.

Mimi, aún sosteniendo el papel con fuerza, negó con la cabeza lentamente. —Pero lo es. Es Isamu Yagami.

Ambos se miraron, conscientes de que lo que acababan de descubrir cambiaría todo, no solo para ellos, sino para todos en la mansión.


—¿Te sientes mejor?—Damar le preguntó a la prima de Takuya.

Hikari asintió: —Sí, mucho mejor.

Damar sonrió aliviada.

—¡Que pena!— Exclamó la Kanbara— No nos conocemos hace mucho y ninguna de las veces que nos hemos visto no me has visto llorar.

—No te preocupes.—Respondió la Takahashi— No siempre existen días soleados, hay veces que llueve y esas lluvias se convierten en un temporal de ¡semanas!

Hikari observó a la chica sorprendida de sus palabras.

—Lo que quiero decir es que, no te avergüences.—Contestó Damar.

La Kanbara intentó sonreír de lado.

—¿Estás así por Takeru, cierto?

Hikari suspiró: —Sí.—Respondió— Estoy así por él.

Damar hizo una mueca: —¿Sabes? No quiero ser entrometida pero creo que deberías ser sincera con él.

¿Sincera?

Pensó Hikari.

—No sé la razón por la cual hayan terminado, pero algunas veces es bueno decir la verdad, aunque duela.

La Kanbara se mordió el labio inferior. Ser sincera, tal vez, era la solución. Pero...Sabía que decirle significaría un riesgo para ella.

—¡Mira! Ya estamos llegando.—Exclamó Damar señalando la ventana.

Este era el paradero más cercano a su departamento.

El autobús redujo la velocidad, y Hikari miró por la ventana, notando que efectivamente estaban cerca del paradero más próximo a su departamento. El corazón le latía con fuerza, pero no estaba segura de si era por la conversación con Damar o por el torrente de pensamientos que aún la envolvía.

—¡Vamos! —dijo Damar con entusiasmo, poniéndose de pie mientras agarraba su mochila y se preparaba para bajar.

Hikari asintió con un leve movimiento de cabeza y la siguió, agradecida por la compañía pero todavía sumida en sus pensamientos. Mientras el autobús se detenía, ambas se dirigieron hacia la puerta, y Damar miró de reojo a Hikari, quien mantenía una expresión pensativa.

—Piensa en lo que te dije. —murmuró Damar, dándole una palmada amistosa en el hombro justo antes de bajar.

Hikari no respondió, pero asintió ligeramente, bajando del autobús con pasos lentos. La brisa fresca de la tarde acarició su rostro, llevándose consigo parte de la tensión acumulada. Damar esperó a que Hikari bajara y luego comenzó a caminar a su lado, ajustándose la correa de la mochila.

El camino hacia sus departamentos pasaba por una pequeña plaza. El lugar estaba tranquilo, con pocas personas disfrutando del aire libre: un par de niños jugando, un anciano alimentando a las palomas y algunas parejas conversando en las bancas. Sin embargo, un sonido familiar llamó la atención de ambas.

—¿Eso es... música? —preguntó Hikari en un murmullo, deteniéndose.

Damar también se detuvo y escudriñó el lugar hasta que sus ojos se fijaron en una figura sentada en una de las bancas del centro. Un joven con cabello desordenado sostenía una guitarra, tocando acordes suaves y melancólicos que parecían llenar el aire con una mezcla de nostalgia y emoción.

Hikari lo reconoció al instante.

—Es Takuya.—Musitó Damar.

La Kanbara asintió: —De seguro está esperando a sus amigos. Generalmente ensayan aquí.

—Sí, los he visto varias veces.—Comentó Damar.

Ambas se acercaron hacia Takuya quien tocaba su guitarra.

(Mi perdición - Rock Bones)

Takuya: Amanece y me despierto
Cierro mis ojos abiertos
Siempre estás en mi mente
Y no te puedo evitar

Damar e Hikari llegaron frente al moreno.

Me pasa cada segundo
Te imagino aquí en mi mundo
Yo trabando las puertas y vos que no te vas
No te vas, no te vas

Damar: Pero llega el momento que
Me demuestra que me equivoqué
Que fue sólo un sueño que otra vez soñé

Takuya alzó su mirada.

Porque sos mi perdición
Cuando haces tu aparición
Es mi torpe corazón no hay más palabras
Porque nublas mi razón en mi mente un apagón
Y en mi torpe corazón
No hay más palabras de amor

—¡Vaya, vaya! ¿Te sabes la canción?— Musitó el moreno.

—Suena a una canción que Ryo compuso.

Takuya asintió: —Bueno, nuestro ingeniero en sonido salió talentoso también para escribir.

—Sí, ya la había escuchado.—Declaró la joven.

—Es el nuevo tema de la banda.—Comentó el moreno— Sonaría interesante con tu voz.

—Tiene razón.— Musitó Hikari— A los chicos no les haría mal una voz femenina.

Damar movió la cabeza: —Bueno, lo pensaré. Aunque, sin mi voz creo que ¡suenan increíble!

Takuya sonrió—Gracias por el cumplido.—Musitó—Si te interesa escucharnos, el sábado haremos un pequeño concierto en el centro comercial.

—Los chicos me lo habían comentado.—Declaró Damar— El otro día me entregaron un folleto.

—¿Irás?—Preguntó Hikari.

—¡Claro!—Exclamó la Takahashi— No me lo perdería por nada.


Sora se encontraba en su habitación, de pie frente al espejo, mirando su reflejo sin ver realmente. Su mente no podía centrarse en nada más que en la noticia que debía darle a Yamato. El doctor Daimon había sido claro en sus conclusiones. Sabía que este momento no sería fácil. No solo por el peso de la verdad, sino también por el delicado estado de ánimo de Yamato.

Desde que Nene había desaparecido, la tensión en la casa se había elevado. Sora no podía dejar de preocuparse, pero al mismo tiempo, sentía un nudo en el estómago por lo que debía comunicarle a su esposo. No sabía cómo reaccionaría.

Un golpe fuerte en la puerta la sacó de sus pensamientos. La puerta se abrió con fuerza, y la figura de Yamato apareció en el umbral. Su rostro estaba tenso, con los ojos oscuros de furia. Había estado recorriendo la casa de un lado a otro, su enojo palpable en cada paso que daba.

—¡Es imposible! ¡No están en ningún lado!—gritó, su voz llena de frustración. Los pasos resonaron en el pasillo antes de que entrara en la habitación, mirando a Sora con una furia contenida.—Fui al departamento de Kiriha. Y nada. ¡Nada! Ni rastro de ellas.

Sora suspiró profundamente, su cuerpo tenso. Sabía que la situación con Nene y Kiriha solo aumentaba la presión que ya estaba pesando sobre ella, pero lo que más la inquietaba ahora era lo que debía decirle a Yamato. Se acercó lentamente a él, intentando mantener la calma a pesar de su propio nerviosismo.

—Yamato, cálmate un poco...—dijo con una voz suave, pero que claramente intentaba transmitir autoridad. Sabía que en estos momentos lo mejor era intentar calmarlo, aunque fuera un poco.

Yamato se detuvo de golpe y la miró con una intensidad que hacía que el aire en la habitación se volviera denso. Sus ojos brillaban de furia, pero también de miedo. Miedo por su hija, por lo que podría haberle sucedido a Nene.

—¡Cálmate!—repitió, incrédulo ante el tono tranquilo de Sora—. ¡Es imposible calmarse! ¡Mi hija se ha ido! ¡Nene nunca se va a ir de casa sin dar explicaciones! ¡Esto no tiene sentido!

Sora hizo una mueca, notando cómo su propio corazón latía con fuerza al escuchar el dolor en la voz de su esposo. Sabía que sus palabras, aunque justificadas, no lograrían calmarlo. En este momento, lo único que podía hacer era esperar a que Nene regresara, aunque eso significara un largo enfrentamiento.

—Ya regresará...—dijo, intentando sonar confiada, aunque en el fondo no estaba tan segura.

Yamato respiró hondo, intentando calmarse, pero aún podía ver la tensión en sus hombros, la forma en que sus manos se apretaban, y cómo su cuerpo se mantenía rígido como si estuviera a punto de estallar en cualquier momento.

—No se trata solo de que regrese—dijo, su voz más baja pero llena de tensión—. Cuando regrese, Sora, tendremos problemas.

Sora se mordió el labio inferior, mirando a Yamato, sin saber cómo abordar lo que tenía que decirle. Estaba completamente fuera de lugar. Pero tenía que hacerlo. Sabía que no podía seguir guardando la noticia, especialmente ahora. El secreto pesaba sobre ella, y no podía dejar que esa sombra afectara aún más a su familia.

—Yamato...—comenzó, su voz temblorosa al principio, pero decidió que debía ser firme, aunque su corazón se acelerara—. Necesito hablar contigo de algo importante.

Yamato la miró, confundido por un momento, y luego su expresión se endureció, como si algo le dijera que no le gustaba la seriedad en su tono.

—¿Importante?—preguntó, frunciendo el ceño—. ¿Ahora de qué se trata?

Sora asintió, tomando aire antes de responder. Era el momento de decirlo, aunque su mente seguía en caos.

—De Satomi.

—¿Satomi?

La pelirroja asintió.


El dormitorio estaba sumido en una penumbra tranquila, apenas iluminado por la tenue luz de la luna que se colaba entre las cortinas. Mimi dormía, pero su cuerpo inquieto era evidencia de que su mente no estaba en reposo. Se giraba de un lado a otro en la amplia cama, arrugando las sábanas de seda. Su respiración se volvía más pesada, y gotas de sudor comenzaban a perlar su frente.

En su mente, todo estaba envuelto en caos.

Un auto. Era un auto en llamas. La imagen apareció de repente, vívida y aterradora. Mimi estaba de pie, descalza sobre el pavimento caliente, observando cómo las llamas envolvían el vehículo. El sonido de los neumáticos explotando, los gritos ahogados, y el olor a gasolina quemada llenaban el aire.

—¡Taichi! —gritó Mimi en la pesadilla, con los ojos llenos de desesperación.

A través de las ventanas cubiertas de humo, podía ver la silueta de su amigo, Taichi, atrapado en el asiento del conductor. Junto a él, un bebé lloraba sin cesar, su rostro pequeño apenas visible entre los destellos naranjas del fuego.

Mimi intentó correr hacia el auto, pero sus pies estaban clavados al suelo, como si estuvieran pegados por una fuerza invisible. Quiso gritar de nuevo, pero ningún sonido salió de su garganta. Solo podía mirar mientras las llamas consumían todo.

El escenario cambió bruscamente. Ahora estaba en una prisión. Las paredes eran frías, húmedas y opresivas, y el eco de sus propios pasos resonaba a lo largo del oscuro pasillo. Llevaba un vestido raído, sucio y empapado de sudor. En algún lugar, alguien reía con malicia.

De repente, Mimi tropezó. Cayó por un tramo interminable de escaleras de piedra, sintiendo cada golpe en su cuerpo como si fuera real. Un dolor agudo la atravesó cuando sus piernas impactaron contra los bordes afilados. Sangre. Había sangre corriendo por sus piernas. Sus gritos de dolor resonaban en el vacío, pero no había nadie para escucharla.

La risa distante se hizo más fuerte, y una figura apareció al pie de las escaleras. Era una mujer de rostro afilado y ojos fríos. En sus manos llevaba una manta, una manta que Mimi reconoció al instante.

—Tu bebé está muerta —dijo la mujer con una voz helada y sin emoción.

—¡No! —gritó Mimi, con el dolor desgarrando su pecho. Intentó levantarse, pero sus piernas no respondían. —¡No! ¡Estás mintiendo!

La mujer dejó caer la manta, y esta se desdobló lentamente mientras caía, revelando el vacío.

Mimi lanzó un grito desgarrador, uno que pareció partir el aire en dos.

Y entonces, despertó.

Su cuerpo se incorporó bruscamente en la cama, sus manos aferrándose a las sábanas como si se tratara de un salvavidas. Estaba completamente empapada en sudor, su pecho subía y bajaba con cada jadeo. Sus ojos estaban desorbitados, todavía viendo los fragmentos de la pesadilla que la había atrapado.

El dormitorio ya no parecía seguro. Cada sombra en la habitación le recordaba las llamas, la sangre, la mujer y esa horrible frase. Mimi llevó una mano temblorosa a su frente y sintió la humedad del sudor mezclada con las lágrimas que corrían por sus mejillas.

Se abrazó a sí misma, temblando. Su respiración aún era errática, pero intentó calmarse, repitiéndose en voz baja:

—Fue solo un sueño... Solo un sueño...

Pero incluso mientras lo decía, el dolor de la pesadilla permanecía grabado en su pecho, después de todo, no era solo una pesadilla. Era el recuerdo del dolor de su pasado.


Yamato observó totalmente incrédulo los exámenes que Sora le había entregado, mientras las palabras resonaban una y otra vez en su mente.

—Pe-pero...Sora...¿esto es?

—La prueba de que Satomi no murió por exceso de cocaína.—Se adelantó a decir la pelirroja—Sino que, murió envenenada por una fuerte sustancia, a través de la comida.

¿Qué?

Yamato movió la cabeza totalmente incrédulo.

—Esto es imposible.

—No lo es, como te dije, recibí una carta el día del funeral.—Comentó la pelirroja— No entendía de qué trataba. La abrí y encontré una carta con un pendrive, me llamó la atención, la carta me decía que Satomi no murió de las causas que nos hicieron creer.—Declaró—Fue así como mandé al doctor Daimon que revisará el cadáver de Satomi.

—¿Qué?— Preguntó Yamato— ¿Revisó el cadáver?

La pelirroja asintió: —Sí, no tuve opción más opción que, a espaldas tuya mandar a abrir y el ataúd.—Comentó— Y fue bueno. Porque confirmé mis sospechas.

Fue así como dejó los papeles en la mesa.

—Satomi no murió por una dosis cualquiera. A ella la envenenaron.—Habló la pelirroja— Y la culpable de todo es...—Se detuvo— Layla, nuestra empleada.

Yamato la observó sorprendido: —E-eso...eso no puede ser...

—¡Lo es!—Sora señaló el pendrive— Dentro del sobre que recibí en el funeral venía este pendrive, y seguí los pasos que decía la carta. Dentro de este pendrive están los videos de nuestras cámaras de seguridad en el cual se ve claramente como Layla, muy tontamente, guardó el frasco en el patio.

—¿Qué?— Preguntó el rubio— ¿Layla? ¿Nuestra empleada? Pe-pero ¿eso como es posible?

Sora suspiró: —Es posible.—Declaró— Incluso, para estar segura mande a examinar las huellas del frasco y efectivamente, estaban las huellas de Layla.

—Pero ¿ella por qué haría esto?

—No lo sé.—Respondió la pelirroja— No lo sé. Pero de que lo hizo ¡lo hizo!

Yamato observó a su esposa totalmente incrédulo. Aun no podía creer esta situación.

—No puede ser...—Llevó sus manos a su cabello— No puede ser...


~Al día siguiente~


La mañana había comenzado con un silencio inusual en la mansión. Los grandes ventanales del comedor dejaban entrar la luz del sol, bañando la estancia con un brillo cálido, pero Mimi apenas lo notaba. Estaba sentada a la mesa principal, rodeada de opulencia, con una taza de café entre las manos y un plato de frutas intacto frente a ella.

Llevaba una bata de seda color marfil, su cabello perfectamente arreglado en una coleta baja, pero sus ojos delataban su cansancio. Había ojeras oscuras marcadas bajo sus párpados, y cada tanto daba pequeños sorbos al café, como si intentara reunir fuerzas.

La puerta se abrió suavemente, y Koushiro entró con su andar seguro. Vestía una camisa azul desabotonada en el cuello, con las mangas ligeramente remangadas. Llevaba consigo un cuaderno de notas y un par de documentos bajo el brazo, pero al fijarse en Mimi, dejó todo sobre una consola cercana.

—Buenos días —dijo en tono casual mientras tomaba asiento frente a ella.

Mimi levantó la mirada apenas, ofreciendo una sonrisa cansada que no llegó a sus ojos.

—Buenos días, Koushiro —respondió con voz suave.

Koushiro la observó detenidamente. Ella era su amiga desde hacía años, y podía notar de inmediato cuando algo no estaba bien. Ese era uno de esos días.

—¿Estás bien? —preguntó con franqueza, inclinándose ligeramente hacia adelante.

Mimi soltó un suspiro y dejó la taza en el plato con un pequeño tintineo. Se pasó una mano por el cabello, intentando ordenar sus pensamientos antes de responder.

—No dormí bien anoche —admitió finalmente, evitando el contacto visual.

Koushiro frunció el ceño. —Eso es evidente. ¿Qué ocurrió? ¿Pesadillas?

Mimi asintió lentamente, jugando con la cucharita que descansaba junto a su café. —Fue más que eso. Fue... horrible.

El pelirrojo la observó con seriedad, esperando que continuara. Ella cerró los ojos un momento, como si al hacerlo pudiera apartar los recuerdos que la habían perseguido toda la noche.

—Soñé con un accidente —empezó a decir, con la voz temblorosa. —Un auto en llamas... Taichi estaba atrapado dentro, junto con su bebé. No podía ayudarlos, Koushiro. No podía hacer nada.

Koushiro permaneció en silencio, dejando que hablara a su ritmo.

—Y luego... —Mimi tragó saliva, sintiendo un nudo formarse en su garganta. —Estaba cayendo por unas escaleras, como si fuera prisionera. Mis piernas sangraban y gritaba, pero nadie venía a ayudarme. Y después...

Se detuvo, mirando fijamente la mesa. Sus manos temblaban ligeramente.

—¿Después? —la animó Koushiro con suavidad.

—Esa mujer... —continuó Mimi en un susurro. —Me dijo que mi bebé estaba muerta.

Koushiro entrecerró los ojos, procesando lo que acababa de escuchar. Conocía el dolor que ese recuerdo causaba en Mimi, aunque no todos sabían por lo que había pasado.

Koushiro inhaló profundamente, tomándose un momento para elegir las palabras adecuadas. Sabía que Mimi no necesitaba lástima, sino alguien que pudiera sostenerla cuando todo parecía derrumbarse.

—Mimi... —dijo suavemente, colocando sus codos sobre la mesa y entrelazando las manos frente a él. —Básicamente, tu mente te hizo recorrer todo lo que viviste en el pasado. Todo lo que te marcó.

Ella levantó la mirada hacia él, sus ojos reflejando una mezcla de angustia y comprensión.

—¿Por qué ahora, Koushiro? —preguntó, su voz quebrándose al final. —Creí que ya lo había superado.

Koushiro negó lentamente con la cabeza, su expresión era comprensiva pero firme. —Superar algo no siempre significa olvidar. A veces, los recuerdos vuelven, sobre todo cuando estás vulnerable o agotada. Es como si tu mente quisiera recordarte lo que has enfrentado, no para torturarte, sino para que no olvides lo fuerte que eres.

Mimi bajó la mirada, sus dedos jugando con el borde de la taza. —No me siento fuerte, Koushiro. No después de lo que vi anoche en mi cabeza.

Koushiro apoyó una mano sobre la mesa, cerca de la de ella, sin llegar a tocarla. Su voz se volvió más firme, pero mantenía ese toque de calidez que siempre la reconfortaba.

—Mimi, tú pasaste por cosas que habrían quebrado a cualquiera. Lo del accidente, la prisión, y esa mujer que te hizo creer que habías perdido a tu bebé... Ninguna de esas cosas fue tu culpa, pero las enfrentaste. Incluso cuando sentías que no podías más, seguiste adelante.

—¿Seguí adelante? —repitió Mimi con una risa amarga. —A veces siento que solo estoy sobreviviendo, no viviendo.

Koushiro la miró con seriedad, inclinándose ligeramente hacia adelante. —Sobrevivir ya es un acto de valentía, Mimi. Pero sé que puedes hacer más que eso. Lo has demostrado antes.

Mimi suspiró. La única razón por la cual seguía viva era por sus hijas y su hermano.

Su venganza era importante, pero lo que más le interesaba era recuperar a Nene e Izumi.

—Hablando de eso ¿ya sabes que vamos a hacer para saber que ocurrió con Taichi?— Musitó la castaña.

—Anoche habló con Joe y tuvimos algunas ideas.—Declaró Koushiro— ¿Sabías que, Takuya es de Estados Unidos?

Mimi asintió.

—Sí Taichi está vivo, creo que sería bueno empezar a buscar ahí, para ser más específicos, en el lugar donde antes vivía Takuya.

—¿Y cómo harás eso?

—Tengo unas ideas.—Respondió Koushiro— Pero no te preocupes por eso. Ya mucho hiciste en verificar tus sospechas ¡aun cuando yo no te creí!


Izumi, que observaba la escena con un leve puchero, alzó la mano como si estuviera en clase.

—¡Yo también quiero un poco! —dijo, mirando a Layla con ojos suplicantes.

Layla asintió amablemente y se dirigió a la cocina para servir otro plato. Yamato, entretanto, observaba todo en silencio. Sus ojos pasaron rápidamente de Rika a Layla, y luego a Sora. Su esposa parecía relajada, disfrutando el desayuno, pero él sentía cada músculo de su cuerpo en tensión.

La imagen de Satomi, su tía, apareció fugazmente en su mente, seguida del rostro de Layla. Había algo en su mirada, en su forma de actuar... algo que le ponía en alerta. Pero ahí estaba, ganándose el cariño de sus hijas con un simple flan.

—¿Estás bien, Yamato? —preguntó Sora, notando su silencio.

Él levantó la vista rápidamente, forzando una sonrisa.

—Sí, solo estaba pensando en algunos asuntos del trabajo.

Sora lo miró por un momento, como si evaluara su respuesta, pero no insistió. Layla regresó con otro plato de flan y se lo colocó a Izumi, quien aplaudió emocionada.

—¡Gracias, Layla! —exclamó la pequeña.

—Es un placer, señorita Izumi. Todo por ustedes. —Layla le dedicó una sonrisa que parecía sincera, pero a Yamato le resultaba desconcertante.

—Papá, ¿quieres un poco? —preguntó Rika, sosteniendo una cucharada de flan hacia él.

Yamato negó con la cabeza, apretando la taza de café en sus manos.

—No, gracias, Rika. Estoy bien.

Sora lo observó de reojo mientras tomaba un sorbo de su té.

—Señor Yamato, deberías relajarte un poco. Siempre estás tan serio por las mañanas.

Él intentó responder, pero sus ojos se posaron nuevamente en Layla. La mujer sonreía y actuaba con "naturalidad". Pero Yamato no podía evitar pensar en las circunstancias que rodearon la muerte de Satomi. Su intuición le decía que Layla sabía más de lo que aparentaba.

El problema era que Layla había encontrado la manera de entrar en su hogar, no solo como empleada, sino como alguien en quien sus hijas confiaban plenamente, porque ella estuvo en su crecimiento.

—Papá, ¿estás seguro de que no quieres probarlo? —insistió Izumi, ladeando la cabeza.

—Déjalo, Izumi. Papá siempre está pensando en cosas aburridas. —Rika hizo un puchero, pero rápidamente volvió a su flan.

Yamato forzó una risa, tratando de aliviar la tensión.

—Permiso.—Layla salió del lugar.

Sora se mordió el labio inferior ante esto. Tanto Yamato como ella sabían lo que debía ocurrir. Pero antes...

Sus hijas debían salir

Yamato dirigió su mirada a su hija de ojos verdes:—Izumi, creo que deberías observar la hora ya es tarde. Vas a llegar tarde.

La rubia observó su reloj: —¡Uh! Tienes razón. Voy tarde.— Musitó antes de levantarse de su lugar— Permiso.—Fue así como hizo una reverencia— Madre ¿tú vas?

—¿E?—balbuceo la pelirroja— Ve tu sola, yo me iré después, tengo unos asuntos que resolver.

Izumi asintió: —Está bien. Nos vemos en la compañía.— Fue así como se dispuso a salir del lugar.

Yamato pasó su mirada por Rika.

—¿Y tú, Rika? ¿Qué harás hoy?

—Repasar.—Respondió la pelirroja.

Yamato se mordió el labio inferior, necesitaba que, Rika saliera de la casa para llevar a cabo lo que tenía planeado.

—Hoy tienes hora al psiquiatra.—Recordó Sora— No te podré acompañar, tendrás que ir sola.

¡Como anillo al dedo! Pensó el rubio.

—Sí, lo sé.—Contestó Rika—Pero quería pedirles permiso para, luego de la terapia, ir al centro comercial.

—¿Al centro comercial?— Preguntó la mayor.

La adolescente asintió: —Habrá una exposición de libros, y ya que el psiquiatra me recomendó leer, quiero ir a la exposición para ver que libros son de mi interés.

Sora y Yamato intercambiaron miradas.

—¿Puedo ir?— Preguntó Rika— Prometo responder a sus llamadas, mensajes, y estar aquí lo antes posible.

—¡Claro!— Exclamó el rubio— Ve, no te preocupes.

Rika se sorprendió al escuchar a su padre.

—¿Enserio?

Yamato asintió.

—¿Necesitas dinero?

—¿E?—Balbuceo la adolescente— N-no...—Respondió desconcertada—Aun me queda dinero del que me dio mi madre ayer.

—Está bien.—Contestó Yamato.

Sora llevó su mano a su reloj de pulsera: —Rika, creo que es hora de que vayas al psiquiatra, recuerda que todavía debes llamar al taxi. Y no quiero que llegues tarde.

Rika asintió: —Iré, altiro.—Musitó antes de levantarse— Permiso.—Fue así como se fue del lugar.

Sora y Yamato al quedar solos intercambiaron miradas.

—¿Es mi idea o Rika tiene otro aire?— Preguntó el rubio— Se ve diferente.

Sora sonrió: —Creo que está recapacitando.—Comentó—Por fin sintió el peso de sus actos.

—¿Por qué será?

—Creo que le han ayudado las idas al psiquiatra...—Musitó Sora—Y también que, volvió a juntarse con una amiga.

—¿Amiga?— Preguntó Yamato— ¿Qué amiga?

—Una amiga que conoció en la secundaria.—Respondió la pelirroja— Era becada, tenía buen rendimiento, Rika nos habló de ella hace un tiempo, pero tú nunca la conociste.

Eso no le sorprendía. Él, pocas veces, se relacionaba con las amistades de sus hijas, mejor dicho, ¡nunca! se relacionaba con las amistades de sus hijas. Con suerte, les conocía los "novios" y eso no terminaba bien.

—En ese tiempo, nosotros estábamos recién regresando al país, tú estabas restableciendo tus proyectos de la empresa aquí en la ciudad y viajabas mucho.—Recordó Sora— Es posible que, ni siquiera recuerdes que Rika te habló de esa amiga.

Sí, eso era verdad.

—Permiso, señor Ishida.—Justo en ese momento Layla apareció en el lugar— Retiraré las cosas de la mesa.

Yamato y Sora dirigieron su mirada hacia la empleada.


La sala principal de la mansión estaba envuelta en una tensión que casi se podía palpar. Hiroaki estaba de pie junto a su escritorio, con una copa de whisky en la mano. Su mirada fija en la figura de Shuu, quien, lejos de mostrar miedo, mantenía una postura firme y los brazos cruzados frente a su pecho.

—Shuu, —comenzó Hiroaki, su tono frío y calculador—, explícamelo de nuevo. ¿Cómo fue posible que el negocio fallara tan estrepitosamente?

Shuu alzó una ceja y dio un paso adelante, sin titubear.

—Ya te lo dije, Hiroaki. Hubo una redada en el puerto. No fue algo que estuviera en mis manos evitar.

—¿En tus manos? —repitió Hiroaki, dejando la copa sobre el escritorio con un golpe seco—. Todo lo relacionado con ese negocio estaba bajo tu supervisión. Las rutas, las entregas, las comunicaciones. ¿Quieres que crea que una redada sorpresa fue todo lo que hizo falta para arruinarlo?

—¿Y qué querías que hiciera? —replicó Shuu, alzando la voz con firmeza—. ¿Que me enfrentara a la policía solo para que tu preciosa mercancía llegara a tiempo?

Hiroaki apretó la mandíbula, su mirada se tornó más dura.

—No juegues conmigo, Shuu. Sabes que esto no se trata solo de un retraso. El cargamento desapareció, y con él, todo el dinero que debíamos recibir.

—¿Y qué tiene que ver eso conmigo? —espetó Shuu, señalando a Hiroaki con un dedo—. Yo no soy el único que tiene acceso a la información. Quizá deberías mirar más cerca de tu propia gente.

Hiroaki soltó una carcajada amarga, caminando lentamente hacia Shuu.

—¿De verdad estás insinuando que alguien más es responsable? —se detuvo frente a él, inclinándose lo suficiente para que sus rostros quedaran a pocos centímetros—. Porque según los registros, todas las cuentas relacionadas con esta operación apuntan a ti.

Con un movimiento rápido, Hiroaki sacó un folder del escritorio y lo arrojó a los pies de Shuu. Este se inclinó, recogió los papeles y los hojeó rápidamente.

—Ahí lo tienes —dijo Hiroaki, cruzando los brazos—. Todas las transferencias, todas las desviaciones. Todo tuyo.

Shuu dejó los documentos en una mesa cercana y levantó la mirada, su expresión imperturbable.

—Claro, los números apuntan a mí. Pero ¿quién me dio esas órdenes? Todo lo que hice fue seguir tus instrucciones, Hiroaki.

Hiroaki frunció el ceño, dando un paso más cerca.

—¿Mis instrucciones? —su tono era bajo, pero cargado de amenaza—. ¿Estás diciendo que te ordené desaparecer el dinero y dejar a los compradores furiosos?

—No, lo que estoy diciendo —respondió Shuu con firmeza— es que no soy tan estúpido como para robarte y dejar rastros tan obvios.

El silencio en la sala fue cortado solo por la respiración pesada de ambos hombres. Hiroaki lo observó con una mezcla de incredulidad y rabia.

—¿Entonces qué sugieres? —preguntó Hiroaki, su voz casi un susurro—. ¿Que te crea cuando dices que esto no fue culpa tuya?

—No te estoy pidiendo que me creas. —Shuu enderezó los hombros, enfrentándolo directamente—. Pero tampoco voy a cargar con toda la culpa por algo que no depende solo de mí. Sí, estoy enojado. ¿Y sabes qué? Con toda razón.

—¿Enojado? —Hiroaki arqueó una ceja, dando un paso hacia atrás mientras lo evaluaba—. Por supuesto que estás enojado. Tú sabías que este negocio estaba bajo presión, y aun así, ¿qué hiciste? Nada.

—¿Nada? —Shuu alzó la voz, clavando su mirada en Hiroaki—. ¡Hice todo lo que pude para que funcionara! Pero no es mi culpa si el plan estaba condenado desde el principio.

Hiroaki dejó escapar una risa amarga, sacudiendo la cabeza.

—¿Condenado? —dijo, señalando los papeles sobre la mesa—. ¿Condenado porque tú eras el único con acceso a esa información? ¿Condenado porque casualmente las cuentas están a tu nombre?

—¿Y crees que eso me hace culpable? —replicó Shuu con firmeza—. ¡No soy el único que estaba enojado con este negocio!

Hiroaki lo miró fijamente, su expresión se endureció aún más.

—Claro que sí.—dijo finalmente, su tono cargado de veneno—. Nadie, jamás, me ha reclamado por las ganancias. A excepción de ti.

Shuu frunció el ceño: —¡Te estoy diciendo que, no lo hice! Hay muchas otras personas involucradas, quizás ¡tu hijo Yamato!

—¡Yamato es muy torpe para hacer algo como esto!— Exclamó Hiroaki—Además, él no tiene acceso a todo lo que tú tienes, él apenas vio la mercancía antes de salir.

—Puede ser ¡pero yo no soy el culpable!

Hiroaki lo miró durante unos segundos interminables antes de dar media vuelta, su voz resonó con fuerza en la sala.

—No te creo, Shuu. Y no lo haré hasta que todo salga a la luz.


La cocina de la mansión estaba en completa calma, el aroma del café recién hecho llenaba el aire mientras Layla organizaba cuidadosamente los utensilios sobre la mesa. Había algo relajante en el orden y la rutina de la cocina, y Layla intentaba concentrarse en las tareas cotidianas para mantener su mente ocupada.

Sin embargo, la tranquilidad se rompió con el sonido suave de unos pasos acercándose. Alzó la mirada y vio a Sora, que se detuvo en la puerta con una expresión seria.

—Permiso. —Sora dijo con voz firme, como si no estuviera allí para una charla amistosa.

—Adelante, señora Ishida. —Layla respondió con una sonrisa amable, aunque su tono denotaba cierta cautela. Había algo en el aire, algo que la hacía sentir que algo no estaba bien.

Sora entró, cerrando la puerta con suavidad detrás de ella. Se quedó en el umbral, con los brazos cruzados, observando a Layla. Había una tensión palpable entre ambas, una que Layla no podía ignorar. La situación se sentía extraña, como si estuvieran a punto de entrar en un territorio peligroso.

Layla, tratando de mantener la compostura, levantó una ceja y preguntó con voz suave:

—¿Necesita algo, señora?

Sora asintió, su mirada fija en la figura de Layla. Dejó de cruzar los brazos y se acercó un paso más. En sus manos, sostenía una bolsa transparente, que parecía algo fuera de lugar en la cocina.

—Sí, necesito hablar contigo. —Sora habló de manera directa, sin rodeos, y la forma en que pronunció esas palabras hizo que Layla sintiera un escalofrío recorrer su columna.

Layla, sorprendida, dejó de ordenar los utensilios y se giró completamente hacia Sora, ahora interesada en lo que pudiera decir.

—¿De qué se trata? —preguntó con un tono suave, tratando de disimular la inquietud que comenzaba a llenar su pecho. Algo no estaba bien, podía sentirlo.

Sora, sin apartar la mirada, sacó la bolsa transparente de su cartera. La sostuvo frente a Layla, dejándola bien a la vista. Dentro de la bolsa, Layla pudo distinguir un frasco pequeño, uno que reconoció al instante.

La sorpresa la golpeó como un puño. El corazón de Layla latió con fuerza, como si fuera a saltar de su pecho. No pudo evitar que un sudor frío cubriera su frente. De inmediato, su mente empezó a correr, a buscar explicaciones, a tratar de encontrar una salida, pero la pregunta de Sora cortó el aire como un cuchillo.

—Quiero saber, ¿por qué escondiste esto en mi patio? —La voz de Sora era serena, pero su mirada, fija y desafiante, dejaba claro que esperaba una respuesta inmediata.

Layla tragó saliva. No sabía qué hacer ni qué decir. Su mente comenzó a nublarse por la presión. El frasco dentro de la bolsa parecía un peso enorme, una prueba irrefutable.


BethANDCourt: ¡Hola! Es bueno leerte. (Ya somos dos enojadas y alegres. La página me tiene estresadísima) Ahora entiendo. Ya decía yo ¡Que extraño que comentara! Dije ¡Oh no! Espero que no se haya desmotivado por el capítulo. Pero resultó ser problema de la página (he estado discutiendo mucho con la página) Jajaja bueno en aspectos físicos Nene es parecida a Mimi, muy parecida, por ahí va y como explica Yamato, Nene antes era como Mimi, pero él se culpa porque permitió que Hiroaki y Toshiko la convirtieran en una doble de él. Como dices, es necesario que Nene se rebele contra Yamato. Sí, tal vez, fue exagerado, pero eso se debe a dos cosas: 1) Es muy caprichosa. 2) Lleva tiempo viviendo a la sombra de los hombres de la empresa. A pesar de que, es la nieta favorita de Hiroaki, él cree que la empresa no es su lugar, igual que Yamato, creen que ese lugar solo es de "los hombres". Costará mucho que Yamato reaccione porque trata de su hija. Jajaja ya veremos si tu teoría es verdad o mentira. Al menos, Damar y Mimi se conocieron, aunque no podría decir si es verdad o no que es su hija. Sí, de a poco se resuelve en triángulo, aunque creo que aun queda un momento muy importante. Siempre he dicho que, Kouji tiene muchos secretos, un pasado que irán descubriendo. Kouji es infeliz, como dices, intenta aparentar para cumplir el trato que tiene con su padre. Kouji es infeliz, porque no le dieron opción para ser feliz. Sí, Izumi no sale de una y se mete en otra. Es muy parecida a su tío, como dices, aunque intenta ser fuerte ¡siempre! termina demostrando su vulnerabilidad. Takeru...tendrá un papel importante pero...no daré spoiler jsjsjs Ya veremos que ocurrió con Takeru y toda esta verdad. Como dices, todos le ocultan la verdad, pero en el caso de Tomoko fue para cuidarse así misma. Espero que estés disfrutando cada detalle de la historia. Agradezco mucho que te tomes el tiempo de leerla y compartir tus pensamientos. Me encantaría que sigas siendo parte de este viaje conmigo. Te envío un abrazo gigante.