REVENGE
~Capítulo 44~
Layla observó la bolsa transparente que Sora sostenía con firmeza, el pequeño frasco en su interior parecía una prueba condenatoria. Sus manos comenzaron a temblar ligeramente, pero rápidamente trató de ocultarlo, manteniendo una expresión neutral.
—¿Qué es eso? —preguntó con un tono que intentaba sonar despreocupado, aunque su voz tembló ligeramente.
Sora entrecerró los ojos, un destello de ira cruzó por su mirada.
—Tú sabes perfectamente qué es. —respondió con una firmeza cortante. Levantó un poco más la bolsa, como si quisiera asegurarse de que Layla lo viera bien—. Es Flakka. La sustancia con la que Satomi fue envenenada.
Layla dio un paso atrás, sacudiendo la cabeza lentamente.
—Eso no es cierto. Satomi murió de una sobredosis de cocaína. —afirmó, intentando que su voz sonara segura, aunque por dentro su mente buscaba desesperadamente una forma de salir de aquella situación.
Sora dejó escapar una risa amarga, cargada de incredulidad.
—¿Y tienes el descaro de decir eso en mi cara? —espetó, avanzando un paso hacia Layla, que instintivamente retrocedió—. ¡Sé que eso es mentira! El examen forense fue manipulado... —añadió con una firmeza que no admitía dudas—. No sé cómo lo hiciste, pero fue falso.
Layla abrió la boca para hablar, pero Sora levantó una mano, deteniéndola antes de que pudiera emitir palabra alguna.
—No lo niegues. —dijo con una voz helada— Sé que tienes algo que ver con esto. He estado investigando, y todas las pistas apuntan a ti.
—Eso no es cierto. —replicó Layla, su tono subiendo ligeramente en un intento de defenderse— No sé de dónde sacaste eso, pero no tiene nada que ver conmigo. Nunca haría algo así.
Sora ladeó la cabeza, mirándola con una mezcla de desprecio y determinación.
—¿De verdad esperas que me crea eso? —preguntó, sus palabras llenas de ironía—. Hice unos exámenes nuevos de Forense, mandé a examinar el cadáver de Satomi. Todo encaja. Y ahora, con esto… —alzó la bolsa una vez más—, tengo la prueba que necesitaba.
Layla sacudió la cabeza con vehemencia, intentando aparentar indignación.
—¡No tienes nada! —exclamó, su tono mezclando pánico y enfado— Esa sustancia no es mía, ni tengo idea de cómo llegó ahí. Esto debe ser un malentendido, una trampa de alguien más. ¡No tengo nada que ver con la muerte de Satomi!
Sora avanzó otro paso, acortando la distancia entre ambas. Sus ojos estaban llenos de una furia controlada, pero detrás de ellos había un dolor evidente.
—¿Una trampa? —repitió con desdén—. No, Layla. Esta vez no podrás salirte con la tuya. —Su voz bajó de tono, volviéndose más amenazante—. Todo esto se lo entregaré a la policía. Ellos se encargarán de descubrir la verdad.
El pánico empezó a apoderarse de Layla.
—¡No puedes hacer eso! —exclamó, su tono volviéndose más urgente— No tienes pruebas suficientes. Estás cometiendo un error, Sora. No estoy detrás de esto, te lo juro.
—¿Error? —Sora dejó escapar una carcajada sin humor—. Layla, te subestimas. No solo tengo este frasco. Tengo las pruebas suficientes para que la policía abra una investigación. —Se inclinó ligeramente hacia ella, su voz ahora era un susurro frío—. Es cuestión de tiempo para que todo salga a la luz.
Layla sintió como si las paredes de la cocina se cerraran a su alrededor. Su mente buscaba una salida desesperada, pero Sora no le dejaba espacio para maniobras.
—Sora, por favor… —dijo finalmente, su tono más suave, casi suplicante—. Estás equivocada. Estás dejando que tu dolor nuble tu juicio. Satomi era una amiga para mí. Nunca haría algo que le hiciera daño.
Por un momento, Sora pareció titubear, pero rápidamente volvió a endurecer su expresión.
—No me manipules, Layla. —dijo con frialdad—. No tienes idea del dolor que he sentido desde que Satomi murió, pero te aseguro que haré lo que sea necesario para que su muerte no quede impune.
Layla abrió la boca para replicar, pero Sora no le dio la oportunidad.
—Esto se acaba aquí. —dijo, dándole la espalda y comenzando a caminar hacia la puerta—. Todas estas declaraciones se las darás a la policía.
El sonido de la puerta al cerrarse resonó en la cocina como un golpe final. Layla se quedó allí, paralizada, mientras su mente trabajaba a toda velocidad. Sabía que el tiempo se estaba acabando, y que Sora no iba a detenerse.
Mientras tanto con Ryo y Tomoko, ambos desayunaban tranquilamente. El aroma del café recién hecho se mezclaba con el del pan tostado y la mermelada, creando un ambiente cálido y acogedor. Sin embargo, a pesar de la calma que los rodeaba, el aire estaba cargado de tensión debido a la situación que ambos estaban atravesando.
Ryo tomó un sorbo de su café, dejando escapar un leve suspiro, mientras sus ojos se posaban pensativos en la taza. Después de un momento de silencio, decidió romperlo.
—Tomoko, ¿crees que funcionará? —preguntó, la voz cargada de incertidumbre. Estaba hablando sobre la información que había sido enviada a Takeru, con la esperanza de que esto pudiera ayudar a su causa. Sin embargo, en el fondo, no podía evitar sentir que había demasiadas variables en juego.
Tomoko, que estaba cortando una tostada, levantó la vista de su plato y lo miró por encima de sus gafas. Sus ojos reflejaban la misma preocupación que él, pero trató de mantener la calma mientras respondía.
—Espero que sí —dijo con una ligera sonrisa, pero la duda en su voz era evidente. Tomoko había estado trabajando en este plan junto a Ryo, pero aún no estaba completamente segura de si era la mejor jugada.
Ryo hizo una mueca y dejó la taza de café en la mesa, la preocupación claramente visible en su rostro.
—No me da buena espina, Tomoko. Takeru es buen chico, pero… —su voz se cortó por un momento, como si estuviera buscando la palabra correcta— ... es un Ishida después de todo. No sé si podemos confiar completamente en él.
Tomoko suspiró profundamente, poniendo la tostada a un lado. Observó a Ryo por un momento, como si estuviera considerando lo que iba a decir a continuación.
—Bueno —dijo finalmente, con una leve sonrisa tranquilizadora—, independientemente de lo que ocurra, Takeru no tendrá forma de saber que la información proviene de nosotros. Porque la envió Koushiro usando un bloqueo en... —Se detuvo, frunciendo el ceño, como si intentara recordar los detalles técnicos— ¡Ni idea! No entiendo todo eso de los bloqueos y los códigos, pero lo importante es que quedamos fuera de todo esto.
Ryo la miró con una mezcla de escepticismo y alivio. Aunque no entendía completamente cómo funcionaban esos bloqueos informáticos, confiaba en Tomoko, quien había sido una experta en muchos aspectos desde siempre. El hecho de que no pudieran rastrear la fuente de la información le daba cierta tranquilidad, pero aún así, su mente seguía inquieta.
—Eso espero —musitó Ryo, mirando pensativamente a través de la ventana. El sonido de los pájaros cantando afuera era un contraste extraño con los pensamientos pesados que rondaban por su cabeza. Tomoko había hecho todo lo posible para asegurarse de que las huellas fueran borradas, pero la sombra de la incertidumbre seguía acechando.
Tomoko se recostó en su silla, mirando a Ryo con una expresión tranquila, aunque sus ojos mostraban que también compartía la preocupación que él sentía.
—Lo que sea que haya pasado, Ryo, no podemos controlar todo. Lo único que podemos hacer ahora es esperar y ver qué sucede. Pero, por lo menos, hicimos todo lo que pudimos para asegurarnos de que estemos a salvo en este juego.
Ryo asintió lentamente, reconociendo la verdad en sus palabras. De nada servía seguir dándole vueltas al asunto. Lo que quedaba ahora era esperar a ver cómo Takeru reaccionaría ante la información recibida. Aunque la situación estaba lejos de ser ideal, no había vuelta atrás. De alguna forma, todo lo que podían hacer era esperar y confiar en que el plan seguiría el curso que esperaban.
—Supongo que tienes razón —dijo Ryo finalmente, tomando otro sorbo de su café, aunque la preocupación aún no había desaparecido por completo de su rostro.
Tomoko, con una sonrisa suave, intentó cambiar el tono de la conversación hacia algo más ligero, con la esperanza de que el desayuno pudiera ofrecer algo de alivio.
—Por cierto, ayer llegaste tarde ¿e?
El Akiyama asintió: —Disculpa, estuve en el ensayo de los chicos y luego me quedé hablando con Takuya, Hikari y Damar. La hora se nos pasó y ni cuenta me di cuando era tarde.
—Damar...—Musitó Tomoko— ¡Vaya! Al parecer, se llevó bien con tus amigos.
Ryo asintió: —No me extrañaría que no, Damar tiene una forma de ser muy similar a la de Hikari y Takuya.
Sí, eso era verdad.
—¿Y cuando vendrá a verme de nuevo?— Preguntó la Kimura.
Esa pregunta sorprendió al Akiyama.
—Disculpa, ella ha estado muy ocupada, buscando trabajo, no ha venido.—Respondió Ryo— Pero me dijo que pronto volvería a visitarte.
Tomoko sonrió ante esto.
—Ojalá sea pronto, la última visita fue muy rápida.
—Sí, verás, como ella te comentó tiene su pequeño emprendimiento y está buscando empleo. Además se ha juntado de vez en cuando con Rika.
—¿Con Rika?— Preguntó la pelinegra.
El castaño asintió.
Tomoko hizo una mueca: —Espero que, solo ella haya estado cerca de Rika...—Musitó.
—¿Por qué dices eso?
—Porque, yo sé que eres cercana a Damar y no me gustaría saber que, utilizaste esa situación como excusa para acercarte a Rika.—Declaró Tomoko.
Ryo hizo una mueca: —Tranquila, madrina, yo me he mantenido lejos de Rika.
—¿De verdad?
El chico asintió—Sí, me he mantenido lejos, muy lejos.
—Me alivia escuchar eso.—Comentó Tomoko— Tú sabes que, no tengo algo en contra de Rika, pero ya sabes como es Yamato.
—Lo sé.—Respondió Ryo— Y créeme, ahora más que nunca, me mantendré lejos.
—¡Que aburrida esta exposición!— Musitó Damar mientras observaba los libros.
—¿Aburrida?— Preguntó Rika—¿Enserio te parece aburrida?
La castaña movió la cabeza: —Bueno, no está tan interesante...—Comentó— No digo que sea mala, pero...
—Es muy Vintage.— Completó la pelirroja.
—Exacto.—Respondió Damar.
Rika observó los libros y movió: —Bueno, no diré lo contrario.—Dejó caer el libro—Tienes razón. Son anticuados...—Musitó—Pensé que sería más divertida la exposición.
—Bueno, nos sirvió como excusa para vernos, querida.—Musitó la castaña mientras agarraba su brazo.
Rika asintió mientras caminaban.
—¿Sabes? Quiero hacerte una invitación.
—¿Invitación?— Preguntó la pelirroja.
Damar asintió: —Verás, mañana tocará la banda de Takuya, la Fire Band, y yo quiero venir. Pero no quiero venir sola, porque mis hermanos están ocupados—Declaró— Quiero que me acompañes.
—¿La Fire Banda de Takuya?— Preguntó el moreno—¿Esa no es la banda que, Ryo amplifica?
La castaña asintió.
—Sí, esa es.—Comentó— Incluso, Ryo estará ahí.
Rika hizo una mueca— Damar, no creo que sea buena idea que vaya.
—¿Por qué?
—Tú sabes la razón. No puedo estar en un mismo lugar con Ryo...—Declaró Rika— No quiero estar cerca de él.
Damar asintió: —Sí, lo sé.—Respondió.
—Entonces ¿por qué me invitaste?
—No lo hago con el fin de molestarte, ni hacerte sentir mal.—Declaró la castaña— Es simplemente que, necesito que aprendas a afrontar estas cosas. Para mí es injusto que Ryo y tú estén alejados.
—Ya te dije la razón.—Declaró la pelirroja— Ryo y yo no podemos estar juntos como pareja.
—Como pareja no.—Habló la castaña— Pero, como amigos, no veo que no sea posible.
—Claro que no es posible.—Murmuró Rika— Mis padres no lo aceptan en mi vida.
—Tu padre...—Musitó Damar— Tu madre no considera que sea malo que estés cerca de él. Ella misma fue quien me dijo que intentara mejorar tu relación con Ryo.
Rika suspiró: —Ella sabe que lo quiero de verdad. Se lo comenté.—Suspiró— Pero dudo que acepte nuestra relación.
—Quizás, no una relación, pero una amistad siempre es bienvenida.—Declaró Damar— ¡Vamos! Ya has sufrido mucho con esto. ¡Deberías intentarlo! Al menos, tener un pequeño diálogo ¿no crees?
La casa de Toshiko estaba envuelta en una atmósfera de calma antes de que el estridente sonido del timbre rompiera el silencio. El insistente ruido resonaba por los pasillos, interrumpiendo la concentración de Toshiko, quien estaba revisando unos documentos en el salón principal. Frunció el ceño y levantó la mirada hacia la puerta, visiblemente molesta.
—¡¿Es que nadie va a abrir?! —gritó, su tono impregnado de irritación mientras dejaba los papeles a un lado.
Justo en ese momento, su empleada doméstica apareció corriendo desde la cocina, secándose las manos apresuradamente con un paño.
—¡Lo siento, señora! Estaba ocupada con la comida —se disculpó, haciendo una leve reverencia antes de apresurarse hacia la entrada.
Toshiko suspiró, masajeándose las sienes, claramente frustrada. El timbre seguía sonando de forma insistente, como si quien estuviera afuera no tuviera intención de detenerse.
La empleada abrió la puerta con un movimiento rápido, y en el umbral apareció Shuu, visiblemente alterado. Sus ojos chispeaban de furia mientras entraba a la casa sin esperar invitación, pasando junto a la empleada, quien se quedó petrificada por la inesperada reacción del hombre.
—¡Toshiko! —gritó Shuu, su voz resonando por toda la sala— ¿Por qué demonios les dijiste a las mujeres del club de familias que yo te acosé?
Toshiko, sorprendida por la repentina aparición y el tono furioso de Shuu, se levantó del sofá con el ceño fruncido.
—¡¿Qué?! —exclamó, sus ojos reflejaban una mezcla de desconcierto y alarma— ¿De qué estás hablando, Shuu?
Shuu avanzó hacia ella, señalándola con un dedo acusador.
—¡No te hagas la inocente! —gruñó— Mi esposa vino a casa furiosa esta mañana, reclamándome por algo que ni siquiera entendí al principio. ¡Dijo que escuchó de varias mujeres en el club que yo había sido acusado de acosarte! ¡¿De dónde sacaron esa historia?!
Toshiko parpadeó varias veces, tratando de procesar lo que él decía. Finalmente, levantó las manos en un gesto defensivo.
—Espera un momento... —dijo, tratando de calmar la situación— ¿Cómo supo tu esposa de eso?
Shuu soltó una risa amarga y sacudió la cabeza.
—¡Cómo no iba a enterarse! —respondió con sarcasmo— Una de sus amigas, que estuvo presente en la última reunión del club, le contó todo. Y ahora está exigiendo explicaciones. ¡¿Qué pensabas que iba a pasar, Toshiko?!
Toshiko, visiblemente alterada, dio un paso hacia él, cruzándose de brazos.
—¡Yo no dije nada con esa intención! —se defendió— Sólo comenté algunas cosas. ¡Nada más!
—¿Nada más? —Shuu se burló, arqueando una ceja— ¡Les dijiste que yo te acosé! ¡¿Cómo demonios crees que eso no iba a tener consecuencias?!
—¡No exageres! —replicó Toshiko, alzando un poco la voz— No fue para tanto. Solo... expresé mi incomodidad por algunas cosas que pasaron entre nosotros.
—¿Incomodidad? —Shuu la interrumpió con incredulidad, señalándola nuevamente— ¡Eso no es lo que dijeron esas mujeres! Me han pintado como un monstruo. ¡¿Sabes lo que esto puede hacerme, tanto a mí como a mi familia?!
Toshiko apretó los labios, sintiendo que la situación se le escapaba de las manos. Aunque no lo admitiera en voz alta, sabía que había cruzado una línea al dejar que sus palabras fueran malinterpretadas en el club.
—Bueno es parte de mi plan para limpiar mi imagen.
—¿Plan?— Preguntó Shuu.
—Sí, mi plan y espero que lo sigas.—Comentó Toshiko—Quiero que le digas a todos que me acosaste, Shuu. Eso borrará todo lo que está pasando, y me dará lo que necesito. —se cruzó de brazos y lo miró con una mirada calculadora—. Tú sabes lo que estoy diciendo. Diles que te comportaste de manera inapropiada conmigo, que intentaste hacerme sentir incómoda...
Shuu se levantó de inmediato, su rostro pasando de la confusión a la indignación. No podía creer lo que Toshiko estaba pidiendo, ni las implicaciones de lo que ella sugería. Estaba claro que algo no estaba bien con esa solicitud.
—¿Estás completamente fuera de ti, Toshiko? —su voz subió de tono, reflejando su enojo—. No voy a hacer algo tan absurdo. ¿Acaso quieres arruinar mi imagen? ¡Eso es completamente falso!
Toshiko no dio un paso atrás, manteniendo su postura desafiante.
—¿Tu imagen?— Rió— Por favor, todos saben que, te has acostado con medio Japón.
—Mentira.
—Verdad.
Shuu frunció el ceño: —Bueno, aunque así fuera, no quiero seguir tu mentira.
—Solamente te pido un favor.—dijo con voz suave, pero firme—. Sólo haz lo que te estoy pidiendo. Si lo haces, podré arreglar mi situación. Nadie te creerá si niegas lo que ocurrió entre nosotros, y tú lo sabes.
Shuu la miró fijamente, como si intentara leer algo más allá de sus palabras. Una parte de él, la más racional, le decía que debía alejarse de ella, pero su mente estaba confundida por el giro inesperado de los acontecimientos. Toshiko estaba actuando de una forma que no le parecía natural, como si todo fuera una estrategia cuidadosamente planeada.
—Esto es... increíble —dijo Shuu con incredulidad, agitando la cabeza—. ¿De verdad crees que voy a ser parte de una mentira tan grande? Eso es ilegal, Toshiko. Y totalmente retorcido.
Toshiko no flaqueó, su mirada seguía siendo firme, sin titubear.
—¡No exageres! Hemos hecho cosas peores. Esto es pequeño.
Shuu soltó una carcajada amarga, el sonido impregnado de incredulidad y desdén. Se llevó las manos a la cabeza, masajeando sus sienes mientras intentaba procesar las palabras de Toshiko.
—¿Pequeño? —repitió con ironía, mirándola fijamente— ¿Esto es pequeño? Estás pidiéndome que admita haber hecho algo que jamás sucedió, algo que podría arruinarme la vida. ¡¿Y lo llamas pequeño?!
Toshiko no retrocedió ante su intensidad. Su expresión permaneció impasible, como si las palabras de Shuu no fueran más que un obstáculo temporal.
—Shuu, escúchame —dijo con calma, su voz casi un susurro—. Esto no tiene que ser tan dramático como lo estás haciendo. Si simplemente aceptas lo que digo, esto pasará rápido, y yo podré arreglar todo. Nadie tiene por qué salir perjudicado, al menos no más de lo necesario.
Shuu la señaló con el dedo, su rostro rojo de indignación.
—¡Tú no tienes idea de lo que estás pidiendo! ¿Arreglar tu situación? ¿A costa de destruir la mía? ¿De qué estás hablando, Toshiko? ¡No voy a ser parte de esto!
Toshiko dio un paso hacia él, sus ojos clavados en los suyos. Había algo inquietante en la forma en que mantenía su serenidad, como si estuviera completamente convencida de que tenía el control de la situación.
—Shuu, si no lo haces, las cosas serán peores para ti —advirtió, su tono adquiriendo un matiz más oscuro—. Sabes tan bien como yo que si esto llega a más, no importa lo que digas. Yo soy la víctima en esta historia, y tú... tú serás el villano. Nadie cuestionará mi palabra.
Shuu se quedó paralizado por un instante, la gravedad de sus palabras cayendo sobre él como una losa. Apretó los puños y dio un paso hacia atrás, negando con la cabeza.
—No puedo creer que estés diciendo esto —murmuró, su voz cargada de decepción—. Siempre supe que tenías tus trucos, Toshiko, pero esto... esto es demasiado.
—¿Demasiado? —replicó ella, arqueando una ceja— ¿Y qué me dices de todo lo que tú has hecho? ¿De verdad quieres jugar al santo ahora?
Shuu apretó los dientes, su respiración pesada.
—¡Nada de lo que haya hecho en el pasado justifica esto! —exclamó, alzando la voz—. No voy a permitir que manipules la situación para salvarte a ti misma, Toshiko. Si crees que puedes chantajearme o intimidarme, estás muy equivocada.
Toshiko cruzó los brazos, su expresión endureciéndose.
—No voy a hacer lo que me pides —dijo finalmente, con una resolución inquebrantable—. No voy a arruinar mi vida ni mi futuro por algo tan absurdo. No voy a permitir que mi nombre se vea empañado por una mentira.
Toshiko lo observó por un momento largo, su mirada cambiando sutilmente. Por un instante, parecía casi como si estuviera analizando su reacción, midiendo sus palabras y su postura.
—¿Estás seguro de eso, Shuu? —preguntó, su tono un tanto más suave, pero con un destello de amenaza—. Porque si no haces lo que te pido, puedo asegurar que te arrepentirás. No soy tonta, sabes que tengo maneras de hacer que las cosas cambien.
Shuu sintió un escalofrío recorrer su espalda. Había algo en la manera en que lo dijo que lo dejó inquieto, como si Toshiko realmente pudiera hacerle daño si se lo proponía. Pero él se mantuvo firme, sin ceder ante la presión.
—No voy a dejarme manipular por ti, Toshiko. No importa lo que intentes. No lo haré.
—Bien —dijo, con una frialdad que enviaba escalofríos—. Si no quieres cooperar, tendré que tomar otras medidas. Pero te advierto, Shuu, esto no se trata solo de mí. Lo que decidas hoy definirá lo que todos creerán sobre ti mañana. Piénsalo bien.
Shuu la miró con furia. Dio un paso hacia la puerta, decidido a marcharse antes de que la situación empeorara aún más.
—No voy a formar parte de esto, Toshiko —dijo con firmeza—. Y si intentas arrastrarme contigo, lucharé con todo lo que tengo para demostrar la verdad.
Sin esperar respuesta, abrió la puerta y salió, dejando a Toshiko sola en la sala. Ella se quedó inmóvil por un momento, sus ojos fijos en la puerta cerrada, mientras una sombra de frustración cruzaba su rostro.
Finalmente, se sentó en el sofá, tamborileando los dedos sobre el brazo del mueble. Una sonrisa amarga se formó en sus labios mientras murmuraba para sí misma:
—Siempre fue tan terco... pero ya verá que no soy alguien a quien se pueda ignorar tan fácilmente.
Tomoko se encontraba en su pequeña sala de estar, con una taza de té recién servido sobre la mesa y un libro en las manos. Era uno de esos días tranquilos que tanto apreciaba, lejos del bullicio del palacio. Estaba disfrutando del silencio cuando el sonido inesperado de alguien tocando a su puerta interrumpió su paz.
Golpes firmes, pero no agresivos, resonaron en la entrada.
Frunciendo el ceño, Tomoko dejó el libro sobre la mesa y se levantó con cierta lentitud, ajustando el chal que llevaba sobre los hombros. Mientras caminaba hacia la puerta, pensó en quién podría ser a esas horas. No esperaba visitas, y las visitas imprevistas siempre le generaban un leve malestar.
Cuando abrió la puerta, su expresión de sorpresa fue inmediata.
—¿Mimi? —preguntó, entrecerrando los ojos como si no pudiera creer lo que veía.
Mimi estaba de pie, con un abrigo largo que apenas lograba contener el viento frío de la noche. Sus mejillas estaban sonrojadas por el clima, y había una intensidad en su mirada que hizo que Tomoko sintiera un ligero escalofrío.
—¿Puedo pasar? —preguntó Mimi, con una voz que no permitía discusión, aunque no era hostil.
Tomoko asintió lentamente, dando un paso atrás para dejarle entrar.
—Claro, adelante.
Mimi entró al cálido espacio, quitándose el abrigo y colgándolo en el perchero junto a la puerta. Tomoko cerró la puerta detrás de ella y la observó mientras esta se dirigía al sofá, inspeccionando la habitación con una mezcla de curiosidad y ansiedad.
—¿Te sirvo algo? ¿Té, tal vez? —preguntó Tomoko, intentando suavizar la atmósfera tensa que se estaba formando.
—No, gracias —respondió Mimi, sentándose en el sofá, con las manos entrelazadas sobre su regazo.
Tomoko se acomodó en una silla frente a ella, sus ojos llenos de preguntas, pero esperó pacientemente a que Mimi hablara.
—Necesito hablar contigo, Tomoko. Es importante —dijo Mimi finalmente, rompiendo el silencio.
Tomoko inclinó ligeramente la cabeza, estudiando a la mujer frente a ella.
—Parece que lo es. ¿Qué ocurre?
Tomoko pasó su mirada por la castaña, no tenía buen rostro.
—Querida ¿te sientes bien?— Preguntó la oji-azul.
—¿Por qué preguntas?
—Porque no tienes buen rostro.—Respondió Tomoko y tomó sus manos—Estás muy helada, dime ¿enserio no quieres un té?
—Estoy bien, madrina, simplemente que estoy un poco agotada por el trabajo.—Se apresuró a decir Mimi.
—¿Segura?
Mimi asintió: —No te preocupes por mi.
Tomoko hizo una mueca.
—Siento molestarte, pero necesito hablar contigo de algo importante.
La oji-azul alzó una ceja: —¿De algo importante?
Mimi respiró hondo, como si estuviera reuniendo fuerzas para lo que estaba a punto de decir.
—Descubrí algo... algo que me ha dejado inquieta. Y creo que tú podrías ayudarme a entenderlo.
La tensión en la habitación se hizo palpable, y Tomoko sintió que su corazón se aceleraba ligeramente.
—Dime, Mimi. ¿Qué es lo que descubriste?
Mimi levantó la mirada, sus ojos brillaban con una mezcla de determinación y una pizca de incertidumbre.
—Isamu... el hijo de Taichi y Sora... está vivo.
El rostro de Tomoko palideció al instante. Sus labios se separaron, pero no emitió sonido alguno.
—¿Cómo...? —balbuceó, incapaz de procesar completamente lo que acababa de escuchar.
—No sé todos los detalles todavía —continuó Mimi, su voz tensa—, pero descubrí algo que me dejó sin palabras. Isamu... es uno de los amigos de Ryo.
—¿Qué? —Tomoko se sorprendió, su rostro reflejando incredulidad al escuchar esas palabras.
—Sí —respondió Mimi, con el rostro grave—. Isamu es uno de los amigos de Ryo. Su nombre es...Takuya.
—¿Takuya?—Preguntó Tomoko.
Mimi asintió: —Sí, él es Isamu, el hijo de Taichi y Sora.—Comentó— Tu sobrino nieto.
¿Qué?
La oji-azul movió su cabeza.
—N-no...—Musitó Tomoko— No puede ser.
—Lo es.—Respondió Mimi.
Tomoko movió la cabeza: —No, no puede ser.
—¿Por qué no?
—Porque yo lo sospeché en su minuto...—Comentó la oji-azul—Yo lo sospeché, al ver a Yuuko junto a ese chico de nombre Isamu.—Habló— Y se lo pregunté de frente, le pregunté si ¿era su nieto? Pero ella me dijo que no.
Mimi movió la cabeza: —Ella te mintió.—Respondió— Ella no te dijo la verdad.—Declaró— Se llevó ese secreto hasta la tumba.
—No, no puede ser.—Respondió Tomoko— No hay modo.
—Tengo manera de confirmarlo.— Declaró la oji-miel.
—No hay nada mejor en la vida que una Coca-Cola con hielo...—Declaró Damar— Sobre todo cuando hace este calor.—Cerró los ojos—Cuando estés triste no llores por amor. Ve al mini-market más cercano y compra esta delicia.
Rika observó a su amiga ¿cómo tan fácilmente se dejaba llevar por una bebida con hielo? Sí, tenía buen sabor, pero no era para tanto.
—¿Vas a tomarte tu bebida?— Preguntó la castaña.
—¿E?—Balbuceo la pelirroja— S-sí...
Damar sonrió: —¡Y que mejor!— Exclamó— Acompañada con unos nachos.
Rika dirigió su mirada hacia los nachos e intentó tomar uno aunque rápidamente lo soltó—Espera, me ensucie las manos.—Buscó una servilleta.
Damar rodó los ojos: —¡Rika! No te limpies, luego nuevamente te volverás a ensuciar.
—Pero...Me siento rara...
Sentía las manos grasosas.
La castaña suspiró— Es cierto el dicho que dice que, ricachona nace, ricachona se muere.—Musitó— Muy adoptada dices que eres, pero tienes lo modales de tu familia, sin duda.— Suavemente tomó una servilleta y la depositó sobre las manos de Rika— Ten. Aquí tienes más servilletas.
—Bueno, a pesar de todo, mis padres siempre intentaron darme buena educación al momento de comer.—Declaró Rika— Con institutrices y todo eso.
—Se nota.—Comentó la hermana de Taiki— No los culpo ¿e? De algún modo debe ser fascinante vivir como una princesa.
Rika lanzó una carcajada: —No diría precisamente que soy una princesa.
—No diría precisamente que soy una princesa —respondió mientras dejaba la servilleta en un costado, su expresión entre divertida y nostálgica—. Aunque admito que mi vida tuvo algo de eso… ya sabes, fiestas elegantes, vestidos hermosos y todo ese teatro. Pero ser "princesa", o mejor dicho, una niña de "alta sociedad" tiene sus inconvenientes, créeme.
Damar ladeó la cabeza, intrigada.
—¿Inconvenientes? —preguntó con una ceja levantada.
—Ya sabes, demasiadas expectativas —respondió Rika con un tono más serio—. Siempre te dicen qué hacer, cómo comportarte, qué decir. Es como si todo estuviera ya escrito para ti. A veces me pregunto cómo habría sido si hubiera tenido más libertad, si no todo hubiera sido tan... estructurado.
Damar asintió lentamente, como si estuviera comprendiendo algo más profundo sobre su amiga.
—Supongo que tienes razón. Desde afuera parece un sueño, pero por dentro debe ser agotador.
—Exacto —confirmó Rika—. Pero bueno, no puedo quejarme demasiado. Esa educación me ha servido en muchos sentidos... como ahora, que puedo enfrentar cualquier situación con una sonrisa y algo de estilo, incluso cuando me ensucio las manos.
Ambas rieron ante el comentario, y la tensión que había surgido se desvaneció rápidamente. El ambiente entre ellas volvió a ser relajado, lleno de esa complicidad que solo las amigas pueden compartir.
Damar finalmente tomó un sorbo de su bebida y se apoyó en el respaldo de la silla, observando a Rika con una mezcla de admiración y curiosidad.
—Sabes, Rika, a veces creo que deberías escribir un libro sobre tu vida. Estoy segura de que sería una novela fascinante.
—¿Un libro? —Rika arqueó una ceja, claramente divertida por la idea—. Tal vez algún día, cuando tenga tiempo para sentarme y recordar todo con calma.
Damar sonrió, segura de que su amiga no era una "princesa" común, sino alguien con una historia única que valía la pena descubrir.
—Aunque, habrá más momentos malos que bueno, cero agradable.
—No seas tan negativa ¡por favor!— Exclamó la castaña— Y ve el lado positivo de tu vida. Mira, en tu historias podrías escribir que, tienes una amiga como yo. Pobre ¡pero buena como esta coca-cola!—Musitó antes de darle otro sorbo a su bebida.
Rika rió ante esto. Su amiga tenía una forma tan inusual de ser, pero agradable, muy agradable. A pesar de no tener dinero le gustaba sonreír y era contagiosa su sonrisa.
—¿Y bien?—Musitó Damar— ¿Pensaste en mi propuesta? ¿Irás conmigo?
Rika se mordió el labio inferior ante esto.
—Así que...—Tomoko suspiró— Yuuko me mintió.—Musitó mientras veía la hoja con el examen de ADN.
Mimi asintió con pesar.
—Pero...—Tomoko tragó saliva— Yo le pregunté de frente y ella me dijo que, fue un alcance de nombres.—Respondió— Me hizo creer que, su hermano, le colocó Isamu a su hijo porque ese nombre es importante en su familia. Me mostró el acta de nacimiento de Takuya en Estados Unidos.
Sí, ese nombre era importante en la familia de Taichi, porque era el nombre de su abuelo, padre de Yuuko.
—Ryo y yo sospechamos que era hijo de Taichi, porque era similar a él, y a mi sobrina...—Musitó Tomoko— Siempre sentí que era una combinación. Pero Yuuko me juró que no era.
—Quiso proteger a su nieto.—Comentó Mimi— Y lo hizo...—Suspiró— Tanto así que se llevó el secreto hasta la tumba.
Tomoko se mordió el labio inferior observando los exámenes.
—Pero ¡que tonta soy!— Exclamó—Debí haber intentando comprobar más mis dudas...—Habló— Debí intentar hacer un examen de ADN...—Comentó—Aunque...—Hizo una mueca—Hubiese tenido que gastar parte de mis ahorro.
Significaba un costo que, no tenía, porque ella no tenía una excelente situación como para gastar en eso.
—Decidí creer que la palabra de Yuuko.—Habló Tomoko— ¿Por qué me habrá mentido?
Mimi suspiró—Supongo que, creyó que guardar este secreto iba a proteger a Takuya, y no es para menos, es su nieto, después de todo.
Tomoko movió la cabeza.
—Si lo dices así, tienes razón...—Comentó— Pero...ella sabía que yo soy leal...Debió haber confiado en mi.
—Bueno, a pesar de todo lo que ha pasado en tu familia, tú sigues siendo tía de Sora, quizás, no creía que fueses capaz de esconder un secreto como este.—Habló la oji-miel— ¿Sabes? No quiero juzgarla.—Declaró— Es tan triste todo lo que hemos vivido que, en su lugar hubiese hecho lo mismo. Contra viento y marea, hubiese protegido a mi hijo de una verdad tan dolorosa.
—Sora llora día tras día por su hijo.— Declaró Tomoko— ¿Sabías eso?
Mimi movió su cabeza.
—Pero, no entiendo.—Habló la oji-azul —¿Cómo pudiste descubrirlo?
—Por la cadena que tiene ese chico.—Respondió.
—¿Cadena?— Preguntó Tomoko.
—Si, una cadena dorada con una gran letra I.—Contestó Mimi— ¿No se la has visto?
Tomoko alzó una ceja extrañada: —Sí, la vi una vez. Pero ¿qué tiene esa cadena?— Preguntó sin entender.
—Esa cadena se la dio Sora unos días antes del accidente.—Musitó la oji-miel— La reconocí al instante.
—Disculpa, suena muy rebuscado...—Comentó la oji-azul—Pero ¿cómo aseguras que es la misma cadena?
—Porque yo mandé a hacerles unas cadenas similares a mis hijas porque me gustó la que Sora mandó a hacerle a su hijo.—Respondió Mimi—La de Isamu tenía una marca especial que le hizo Sora en el borde de esa letra I. Dice Isamu, pero si la volteas tiene una T&S grabada. La reconoció al instante.
—No sabía de la existencia de esa cadena.—Musitó Tomoko— Bueno, tampoco es como si, hubiese tenido mucho acercamiento a mi sobrina en ese tiempo.
Porque yo estaba lidiando con mis propios problemas.
¡Un minuto!
—Y Takuya...—Tomoko recordó y llevó sus manos a su boca— Él cree que su madre lo abandonó.
Mimi alzó las cejas: —¿De verdad?
La oji-azul asintió— Otra de las razones por la cual dudé que Takuya siempre ha dicho que su madre lo abandonó.—Declaró— Y todos sabemos que, Sora no abandonó a su hijo, le hicieron creer que estaba muerto.
—Quizás, habrá alguna razón o algo así.—Comentó la oji-miel— Quizás, fue la forma para evitar que Takuya buscara a su madre o...¡No sé!...La verdad es que no logró entender mucho. Solo sé que, si Yuuko ocultó esto fue porque sabía a que se enfrentaba.—Murmuró—Por algo se fue al Sur del país durante un tiempo, lo más lejos posible.
—Si continuaba aquí tanto Sora como Toshiko le seguirían el paso y sería cuestión de tiempo para descubrir que Takuya es Isamu.
Mimi asintió: —Y es cuestión de tiempo para que Sora lo sepa.
—¿Por qué?— Preguntó Tomoko— ¿Se lo vas a decir?
—No.—Respondió la oji-miel— Lo digo porque Isamu...—Suspiró— Mejor dicho, Takuya.—Corrigió—Está trabajando en la compañía de Sora, Takenouchi Style. Es cuestión de tiempo para que Sora vea la famosa cadena y descubra todo.
—Si es que ya no lo descubrió.
—No creo que lo haya hecho.—Contestó Mimi— Sora está muy pendiente en los problemas que ocurren en su familia. Pocas veces va a la compañía. Con el tema de Rika vive en psiquiatra, va al spa, y ahora con todo el lío del club tengo la impresión que no va mucho a la compañía. Ella me ha comentado que, de aquí a un tiempo deja a su asistente, Miyako, y a mi hija, Izumi, a cargo de todo. Es posible que, no se vea mucho con Takuya...—Llevó una mano a su mentón— Aunque...ahora que lo pienso...Takuya ha estado muy cerca de esa familia últimamente.
—¿De verdad?
Mimi asintió: —Bueno, creo que eso se debe a que, es amigo de Izumi.
—La novia de mi hijo.
"La novia de mi hijo"
Esas palabras resonaron en la mente de Mimi quien dirigió su mirada hacia su madrina. Tenía muchas ganas de decirle lo insoportable que era Kouji, como novio de Izumi. Pero, no sabía que no era el momento.
—¡Como sea!— Musitó la castaña— Ahora tengo muchas preguntas...—Declaró— ¿Cómo es posible que el hijo de Taichi esté vivo? ¿Cómo sobrevivió? Se suponía que murió en el accidente, en ese auto que quedó hecho nada por el fuego...—Habló— Y si, él está vivo significa que...
—Taichi también podría estarlo.—Completó Tomoko.
Mimi asintió: —Exacto.
Y necesitaba descubrir la verdad.
La mansión Ishida estaba sumida en un ambiente sombrío aquel día. El día estaba gris, sombrío, pero dentro de los pasillos de la mansión, la atmósfera era tensa y cargada de incertidumbre. El sonido del timbre de la entrada principal cortó el silencio, un aviso inconfundible de lo que se avecinaba. Los pasos de los policías resonaban en el gran vestíbulo, su presencia inconfundible, acompañada por un aire de autoridad que pesaba sobre todos los que se encontraban en el lugar.
Layla, la empleada de la mansión, se encontraba de pie cerca de la entrada, con las manos temblorosas y la respiración entrecortada. Había sido llamada de repente, sin previo aviso, y en el momento en que vio a los oficiales entrar, un escalofrío recorrió su espalda. No podía creer que estuvieran allí por ella. No podía entender cómo algo así estaba sucediendo. Había cometido errores, pero no de la magnitud que creía que la llevarían a una situación tan extrema.
Sora, que había estado en el vestíbulo con Yamato, observó la escena con una expresión impasible. A pesar de que su rostro no mostraba emoción, sus ojos brillaban con una mezcla de incertidumbre y seriedad. Yamato, por su parte, no se movió de su posición cerca de la chimenea, su postura erguida, pero su mirada fija en Layla, observando sus movimientos con atención.
Layla, al ver la inminente llegada de los oficiales, dio un paso hacia ellos, desesperada.
—Yamato, por favor, señor —rogó, su voz temblorosa y entrecortada. Sus ojos se llenaron de lágrimas mientras se arrodillaba, una súplica visible en su rostro. —No deje que me lleven. Yo... Yo no hice nada malo, señor. Lo juro.
El aire en la sala se tensó aún más. Sora y Yamato intercambiaron una mirada, pero ninguno de los dos pareció dispuesto a intervenir. Yamato hizo una ligera mueca de incomodidad, pero su rostro permaneció firme, inquebrantable.
—Lo siento, Layla, pero has cometido una falta grave —respondió Yamato, su tono frío y distante. No era que no le importara, sino que comprendía que la ley era implacable, incluso para aquellos que trabajaban bajo su techo. No podía simplemente ignorar lo que había sucedido.
Layla levantó la vista hacia él, sus ojos buscando una chispa de misericordia. Pero lo que vio en su rostro fue una dureza que la hizo sentir aún más impotente.
—Por favor, señor, le ruego que me ayude. Si no me dejan ir, mi vida quedará destruida —imploró, la desesperación claramente visible en su voz. —Yo nunca quise que esto sucediera. ¡Por favor!
Sora se acercó un poco, cruzando los brazos, pero manteniendo la distancia. Su rostro era inexpresivo, pero en sus ojos brillaba algo que sugería que comprendía la situación más de lo que Layla podía imaginar. Sin embargo, no hizo ningún movimiento para intervenir.
—Layla, la decisión ya ha sido tomada —dijo Sora, su voz seria y casi monótona, como si lo que estuviera sucediendo no fuera tan sorprendente para ella. —Esto no depende de nosotros.
Los policías ya estaban cerca, observando la escena con atención, pero sin apresurarse. Layla podía sentir sus miradas sobre ella, juzgándola, esperando que algo sucediera. Su corazón latía a toda velocidad y sus manos se apretaban con nerviosismo. Sin embargo, lo único que conseguía al rogar era que Yamato y Sora se sintieran más distantes de ella.
Layla, al ver que los oficiales ya se acercaban, trató de levantarse y caminar hacia ellos, con la esperanza de que aún había algo que pudieran hacer para evitar su captura. Pero el brazo de uno de los policías la detuvo suavemente, con firmeza.
—Es necesario que venga con nosotros —dijo el oficial con tono autoritario. La mano en su brazo era como una cadena que la aprisionaba, impidiéndole cualquier intento de huir.
—Por favor, no —suplicó Layla una vez más, girándose hacia Yamato, su voz llena de angustia. —¡No me deje ir! ¡Por favor!
Pero, a pesar de la sinceridad en su súplica, Yamato no movió un dedo. Su rostro, que en otros momentos podría haber mostrado empatía, ahora era una máscara de frialdad. No tenía ninguna intención de ceder. Layla era responsable de lo que había hecho, y él lo sabía. La situación era insostenible, y aunque podía entender su desesperación, no podía intervenir en algo que estaba fuera de su control.
—Lo siento —dijo Yamato finalmente, su voz más suave, pero aún implacable—. Pero no puedo dejar la muerte de Satomi sin justicia.
El sonido de los pasos de los policías retumbó en la mansión mientras Layla era escoltada hacia la puerta. Ella no dejó de mirar a Yamato, como si esperara que en algún momento cambiara de opinión. Pero él no lo hizo. Con cada paso, ella sentía que su mundo se desmoronaba, que todo lo que había hecho en su vida había llevado a este momento, y que ya no había forma de escapar.
El último vistazo que le dio a Yamato fue cargado de emociones. Dolor, desesperación y una pequeña chispa de traición. Aunque sabía que no había culpa directa de su parte, sentía que la carga de su condena ya estaba escrita en los ojos del hombre al que había servido. Yamato había hecho lo que debía hacer, pero eso no significaba que Layla tuviera que aceptarlo. Sin embargo, no había nada más que pudiera hacer.
Finalmente, los policías la llevaron, y la puerta de la mansión se cerró con un estruendoso sonido detrás de ella.
Izumi estaba sentada frente a su mesa de trabajo, rodeada de bocetos, telas y notas dispersas. La luz suave de la tarde iluminaba la habitación, creando un ambiente cálido y acogedor que invitaba a la creatividad. Había estado absorta en su diseño más reciente, un conjunto inspirado en la temporada de primavera, cuando de repente un leve movimiento captó su atención.
Un folleto colorido pasó volando por delante de sus ojos, desplazándose con una ligera brisa que no podía identificar. Izumi levantó la vista, sorprendida, y sus ojos se encontraron con Takuya, que estaba justo frente a ella, sonriendo con una ligera mueca traviesa.
—¿Takuya? —preguntó Izumi, un poco desconcertada, mientras su mirada caía sobre el folleto que había quedado suspendido en el aire antes de aterrizar sobre su mesa.
Takuya se inclinó hacia ella, cruzando los brazos con una sonrisa algo tímida.
—Hola, Izumi —saludó, su voz suave pero segura.
Izumi le devolvió la sonrisa, aunque todavía algo confundida por su repentina aparición.
—Hola —respondió, antes de fijar la vista en el folleto que había dejado sobre su mesa.— ¿Qué es eso?
Takuya miró el folleto y luego levantó la vista hacia ella, con una expresión que parecía decir "no es nada complicado".
—Es una invitación —dijo, sacudiendo el folleto frente a ella como si fuera algo muy simple, pero su mirada mostraba un toque de nerviosismo.
Izumi arqueó una ceja, intrigada.
—¿Invitación? —repitió, claramente sorprendida, y su curiosidad comenzó a crecer.
Takuya asintió con una sonrisa amable, pero sus ojos brillaban con algo más, un destello de esperanza quizás.
—Sí, es para un evento que estamos organizando. —Hizo una breve pausa, buscando sus palabras—. Estoy dando un concierto el sábado, con mi banda. Es en beneficio de una fundación contra el cáncer, y me gustaría invitarte.
Izumi se quedó en silencio por un momento, asimilando lo que acababa de escuchar. Un concierto, en beneficio de una causa tan noble, era algo que no podía dejar pasar por alto. Sin embargo, no pudo evitar sentir una ligera inquietud al recordar lo que había sucedido la última vez que se había encontrado con Takuya y su grupo. El incidente con Kouji aún la tenía preocupada.
—¿El sábado? —preguntó, sus ojos reflejando una mezcla de sorpresa y cautela. Luego, al ver la expresión de Takuya, algo en ella cambió. La sinceridad en su rostro le dio una sensación de calidez.
—Sí —respondió Takuya, su tono se volvió un poco más serio, pero aún amable—. Me encantaría contar con tu presencia, Izumi. Pero, entiendo si no puedes. Después de lo que pasó la última vez, con Kouji... —Takuya bajó la mirada, como si le costara un poco mencionar lo que había sucedido. Un pequeño suspiro escapó de sus labios mientras parecía vacilar—. No quiero hacerte sentir incómoda.
Izumi lo observó en silencio por un momento, su mente reflexionando sobre lo que Takuya había dicho. El recuerdo de la vez que Kouji había tenido un encontronazo con los chicos de la banda le trajo un pequeño dolor, pero también la firme determinación de que no era justo que Takuya, ni su banda, sufrieran por la actitud de Kouji.
Con una ligera mueca en su rostro, Izumi se acomodó en su silla y cruzó los brazos, como si estuviera dándose un momento para pensar.
—Verdaderamente lamento cómo Kouji los trató en esa ocasión —dijo finalmente, con una sinceridad que había encontrado en sus propias palabras, aunque su tono se suavizó un poco al recordar cómo las cosas se habían vuelto incómodas entre ellos.
Takuya levantó la cabeza, un poco sorprendido por la empatía que Izumi mostraba, y sus ojos se suavizaron, como si hubiera estado esperando esa respuesta. Su sonrisa regresó, aunque ahora era más amplia y genuina.
—No te preocupes. Sé que no es tu culpa como actúa ese chico
Izumi lo miró directamente a los ojos, y por un momento todo lo demás se desvaneció. A pesar de la situación incómoda que había tenido lugar en el pasado, algo en ella le decía que debía aceptar la invitación. El evento, el propósito detrás de él, la noble causa... todo eso la hacía sentir que sería un buen momento para dejar atrás los malos recuerdos y avanzar.
Con una sonrisa tímida, Izumi finalmente habló, su voz llena de calidez:
—¿Sabes qué? Acepto. Me encantaría ir. —Dijo, su tono alegre y sincero, y la decisión final estaba clara en su rostro.
Takuya no pudo evitar sonreír con satisfacción, claramente aliviado y feliz por su respuesta. Se acercó un poco más, inclinándose levemente hacia ella con una actitud de agradecimiento.
—Me alegra mucho escucharlo, Izumi. Te prometo que será una noche increíble, y te aseguro que te divertirás mucho. —Con un brillo en los ojos, añadió—. Gracias por aceptarlo. Será genial tenerte allí.
Izumi asintió, su corazón se sintió ligero y, por primera vez en mucho tiempo, una sensación de felicidad genuina la invadió. A pesar de las complicaciones del pasado, estaba tomando la decisión correcta. Era una nueva oportunidad, no solo para ella, sino también para sanar las heridas que aún quedaban en su vida.
—Nos vemos el sábado, entonces —dijo, sonriendo con una mezcla de emoción y gratitud.
Las lágrimas corrían por las mejillas de Layla mientras se aferraba a los barrotes de la celda con desesperación. Sus manos temblaban, y su voz, cargada de angustia, resonaba en el aire frío de la habitación.
—¡Por favor, sáquenme de aquí! —suplicó, su mirada dirigida hacia Sora y Yamato, que estaban de pie frente a ella.
Sora la observaba con tristeza, sus ojos brillando con una mezcla de compasión y decepción. Quería creer en Layla, pero las pruebas eran demasiado claras. Yamato, en cambio, mantenía su expresión seria, sus brazos cruzados frente a su pecho como un muro inquebrantable.
—No podemos sacarte de ahí, Layla —dijo Yamato, su voz firme y fría como el acero—. Lo que hiciste es imperdonable.
—¡Pero yo no hice nada! —insistió Layla, sollozando—. ¡Soy inocente!
Sora dio un paso adelante, su semblante endureciéndose mientras respondía:
—No es necesario que mientas, Layla. —Su tono era cortante, pero aún cargado de dolor—. Vimos el video de las cámaras de seguridad.
Layla se quedó helada, su mente procesando esas palabras como si fueran un golpe directo. ¿Cómo? ¿Las cámaras? ¡Toshiko prometió no dejar rastros! Pensó, su corazón acelerándose mientras su mente intentaba buscar una salida.
—¿Cámaras? —repitió con un hilo de voz, su expresión incrédula—. Eso no puede ser…
Yamato frunció el ceño y se inclinó levemente hacia adelante, como si buscara examinar cada reacción de la mujer tras los barrotes.
—Es una lástima, Layla —dijo, su tono teñido de decepción—. Después de tantos años de trabajo, de confianza, nos atacaste por la espalda.
Layla apretó los puños, su rostro transformándose en una mezcla de rabia y frustración.
—¡Eso no es verdad! —exclamó con fuerza, alzando la voz—. ¡Yo no soy la culpable!
Sora la miró con incredulidad, sus labios apretados mientras intentaba contener las emociones que la embargaban.
—¿De verdad vas a seguir negándolo? —preguntó, cruzándose de brazos—. Las pruebas están ahí, Layla. No puedes seguir pretendiendo que esto es un malentendido.
Layla sacudió la cabeza, desesperada.
—¡Alguien me tendió una trampa! —gritó, sus ojos llenos de lágrimas mientras buscaba convencerlos—. ¡No tienen idea de cómo se siente estar aquí, siendo acusada de algo que no hice!
Yamato no mostró signos de ceder. Su postura era firme, y su mirada, penetrante.
—Si no fuiste tú, ¿quién fue? —preguntó con calma, pero con un dejo de ironía en su voz—. Porque todo apunta a ti, Layla.
Ella apretó los labios, incapaz de responder de inmediato. No podía revelar a Toshiko, no sin pruebas que la protegieran a ella misma. Pero su silencio solo hizo que Yamato y Sora intercambiaran miradas significativas.
—Ya basta, Layla —dijo Sora finalmente, con un suspiro—. Sabemos lo que hiciste. Lo mejor que puedes hacer ahora es admitirlo y enfrentar las consecuencias.
Layla se dejó caer de rodillas al suelo de la celda, sus manos aún aferradas a los barrotes. Las lágrimas caían sin control mientras murmuraba entre dientes:
—No soy yo… no soy yo…
Sora miró a Yamato, quien permanecía imperturbable. Finalmente, Yamato suspiró, su voz resonando con autoridad mientras decía:
—No importa cuántas veces lo niegues, Layla. Las pruebas no mienten.
La dejaron allí, llorando desconsoladamente mientras se alejaban de la celda. Layla levantó la cabeza y los observó marcharse, un fuego de determinación comenzando a arder en su interior. No podía dejar que esto terminara así. Si Toshiko la había traicionado, tenía que encontrar la forma de exponer la verdad, antes de que fuera demasiado tarde.
—Por favor, necesito hacer una llamada.
—¿Una llamada?— Preguntó el oficial de policia.
—Sí, estoy en mi derecho.—Respondió la mujer.
Yamaki intercambió miradas con Sora y Yamato.
—Tiene razón, está en su derecho, puede hacer una llamada.
—Está bien. Que la haga.—Contestó el Ishida.
El sol comenzaba a esconderse en el horizonte, tiñendo el cielo de tonos naranjas y rosados mientras las olas acariciaban suavemente la orilla. La brisa marina hacía que las hojas de las palmeras susurraran, creando un ambiente perfecto para el momento que compartían Kiriha y Nene.
Ambos estaban recostados en una amplia cama de playa cubierta por un dosel blanco que se mecía con el viento. Las risas de otros turistas en la distancia se mezclaban con el sonido del mar, pero para ellos, el mundo parecía reducido únicamente a ese pequeño rincón.
Kiriha inclinó la cabeza hacia Nene y la besó suavemente. Sus labios se encontraron con la delicadeza de alguien que había esperado mucho tiempo por ese instante. Nene respondió al beso con igual intensidad, enredando sus dedos en el cabello de Kiriha mientras ambos se sumergían en el momento, olvidándose de todo lo demás.
Al separarse, Kiriha la miró con una sonrisa que reflejaba tanto ternura como satisfacción.
—Estoy feliz de estar aquí contigo —susurró Nene, apoyando una mano en el pecho de Kiriha—. Este momento es perfecto.
Kiriha la abrazó, rodeándola con sus brazos mientras respondía:
—Yo también.
Estaba feliz por, finalmente, tenerla en sus brazos.
Se besaron nuevamente, esta vez con un poco más de pasión, como si quisieran prolongar ese instante para siempre. Pero, eventualmente, se separaron, riendo ligeramente al sentir la brisa fría contra sus rostros.
Nene se dejó caer hacia atrás sobre la cama de playa y miró el cielo, ahora teñido de un azul oscuro.
—Debo admitirlo, Kiriha. Fue una muy buena idea venir a la playa.
Kiriha la observó por un momento, sus ojos brillando con una mezcla de diversión y algo más serio.
—Me alegra que lo pienses —dijo con una sonrisa—. Aunque, si soy sincero, todavía creo que deberías llamar a Yamato y Sora.
Nene frunció el ceño y se incorporó ligeramente, apoyándose en un codo.
—¿Otra vez con eso? —preguntó, su tono era una mezcla de sorpresa y resignación.
Kiriha levantó las manos en un gesto de rendición, pero su expresión seguía siendo seria.
—No quiero ser cargante, lo juro. Pero tampoco quiero que Yamato me denuncie por haber raptado a su hija.
Nene no pudo evitar soltar una pequeña risa ante la idea, pero al ver la expresión de Kiriha, su sonrisa se desvaneció.
—Kiriha, no te preocupes por eso. Mi papá puede ser intimidante, pero no es irracional. Sabe que estoy contigo y que estoy bien.
Kiriha suspiró, pasándose una mano por el cabello.
—Quizás, pero aún así, sería mejor que al menos supieran dónde estás. No quiero que esto se convierta en un problema.
Nene lo miró durante unos segundos, reflexionando. Finalmente, rodó los ojos y tomó su teléfono del bolso que estaba a un lado de la cama.
—Está bien, está bien. Llamaré para que dejes de preocuparte.
Kiriha sonrió, inclinándose para besarla en la frente.
Nene tomó su smartphone entre sus manos y apretó el botón de bloqueo para prender la pantalla. Como le dijo a Kiriha, no tenía interés de estresarse con cosas del mundo exterior, por eso lo apagó.
Esperó unos segundos a que la pantalla se prendiera mientras Kiriha acariciaba su rostro.
Nene dejó el teléfono a un lado por un momento, apoyándolo sobre la cama mientras esperaba que el dispositivo se encendiera. Sus ojos se desviaron hacia Kiriha, quien la miraba con una mezcla de ternura y admiración.
—Eres muy insistente —dijo Nene con un dejo de diversión, dejando escapar un suspiro teatral.
Kiriha sonrió, inclinándose ligeramente hacia ella.
—Sólo porque me importas —respondió, acariciando suavemente su mejilla con el dorso de su mano—. No me gusta verte cargando con preocupaciones.
Nene se dejó llevar por el momento, cerrando los ojos al sentir el roce de sus dedos en su piel. Era un gesto simple, pero lleno de significado, que la hacía sentir segura y querida.
—¿Sabes? A veces pienso que eres demasiado perfecto —dijo en un susurro, abriendo los ojos para encontrarse con los de Kiriha.
—Lo sé—replicó él con una sonrisa ladeada—. Por eso te enamoraste de mi ¿no?
El ambiente entre ellos cambió, volviéndose más intenso. Kiriha se inclinó más, acercando su rostro al de Nene. Ella no se apartó, permitiéndole cerrar la distancia que los separaba. Sus labios se encontraron en un beso suave, que poco a poco se volvió más profundo y cargado de pasión.
Kiriha deslizó una mano hacia la nuca de Nene, sosteniéndola con firmeza, pero sin apresurarla. Su otra mano se posó en la cintura de ella, atrayéndola más hacia él. Nene respondió con la misma intensidad, enredando sus dedos en el cabello de Kiriha mientras el mundo exterior desaparecía por completo para ambos.
El sonido del mar de fondo y la brisa que acariciaba la lona del dosel parecían sincronizarse con sus corazones acelerados. Nene se apartó ligeramente, sólo lo suficiente para mirarlo a los ojos, que brillaban con una mezcla de deseo y ternura.
—Sabes exactamente cómo distraerme —murmuró, intentando sonar seria, pero su sonrisa delataba lo mucho que disfrutaba del momento.
—¿Distraerte? —repitió Kiriha con una leve risa—. Tal vez esa era la idea desde el principio.
Antes de que pudiera responder, Kiriha volvió a inclinarse para besarla, esta vez con más urgencia, como si temiera que el momento pudiera desvanecerse. Nene dejó caer una mano hasta el pecho de Kiriha, sintiendo los latidos de su corazón bajo la palma.
Kiriha recorrió con su mano la cintura de Nene y de a poco fue subiendo más y más. El rubio se separo de Nene intentando calmarse. La castaña llevaba en un bikini que resaltaba demasiado bien su figura. Evidentemente queriendo tentarlo. Luego de la pasional noche tuvieron juntos.
Kiriha apoyó su frente contra la de Nene, sonriendo con los ojos cerrados.
—Si fuera por mí, apagaría tu teléfono de nuevo para seguir aquí contigo —confesó en voz baja.
Nene soltó una risa suave, sus mejillas teñidas de un ligero rubor.
—No me tientes —respondió, alcanzando el teléfono que ya había terminado de encenderse—. Pero antes, debo evitar que mi papá venga con un ejército a buscarme.
Kiriha rió, alejándose ligeramente, pero sus manos se quedaron en su cintura.
El smartphone finalmente se prendió y
¡Bip!...¡Bip!...¡Bip!...¡Bip!...¡Bip!...¡Bip!...¡Bip!...¡Bip!...
Notificación tras notificación sonó en el smartphone de Nene.
El sonido insistente de las notificaciones rompió el momento de tranquilidad entre ellos. Nene frunció el ceño y miró su smartphone, que vibraba sin descanso en la cama. Kiriha se apartó un poco, cruzando los brazos con una mezcla de curiosidad y precaución.
—Bueno, eso parece un ejército digital, no uno real —comentó Kiriha con una sonrisa, intentando aligerar la tensión que crecía con cada bip.
Nene tomó el teléfono y desbloqueó la pantalla, encontrándose con una avalancha de mensajes, llamadas perdidas y correos. Su nombre aparecía en varios encabezados de noticias. La sangre se le heló al leer algunas frases fragmentadas en los mensajes.
(De: Papá)
"¿Dónde estás, Nene?"
"Por favor, responde."
"¡Respondeme niñita!"
Y así sucesivamente. Tenía como cien mensajes de su padre. Y 30 llamadas.
Nene hizo una mueca.
No obstante, otra cosa llamó su atención.
(De: Airu)
¡Amiga! ¡Que horror la situación de tu abuela!
Nene alzó una ceja y bajó la pantalla.
(De: Aiko)
¡Qué horror! Primero tu padre, luego tu tía y luego tu abuela.
Así sucesivamente muchas de sus amigas le enviaron mensajes.
Nene no entendió nada. Hasta que se percató que una de ellas le envió un video la cual demoró unos segundos en cargar. Cuando ya estuvo listo Nene abrió el video y grande fue su sorpresa al ver que...
—No puede ser.
—¿Qué sucedió?— Preguntó Kiriha.
Nene se mordió el labio inferior ante esto.
Layla se sentó en el borde del camastro de la celda, con la mirada fija en el teléfono que había logrado obtener permiso para usar. Sus dedos temblaban mientras marcaba el número de Toshiko, cada pitido del tono de llamada aumentando su ansiedad. Finalmente, la línea se conectó.
—¿Layla? —la voz de Toshiko sonaba despreocupada al principio, pero había un leve matiz de curiosidad—. ¿Por qué me llamas a estas horas?
Layla inhaló profundamente antes de responder, su voz cargada de desesperación:
—¡Toshiko! Me descubrieron…
Hubo un momento de silencio en la línea, como si las palabras no hubieran sido procesadas por completo.
—¿Qué? —preguntó Toshiko, esta vez con una mezcla de incredulidad y nerviosismo—. ¿De qué estás hablando?
—¡Me descubrieron! —repitió Layla, su voz temblando—. Estoy en prisión, culpada por el asesinato de Satomi.
El ruido de fondo en el lugar de Toshiko se detuvo abruptamente, y por un instante, Layla pudo imaginarse a la mujer quedándose inmóvil, su mente trabajando rápidamente para entender lo que acababa de escuchar.
—¿Prisión? —repitió Toshiko lentamente—. ¿Qué estás diciendo? Eso no tiene sentido.
—¡Claro que tiene sentido! —exclamó Layla, su frustración palpable—. Dijiste que no habría rastros, Toshiko. Prometiste que todo estaría limpio, que nadie podría conectar esto conmigo. ¡Pero lo hicieron!
—Espera… ¿cómo que te conectaron? —la voz de Toshiko era ahora un susurro urgente—. No dejé nada que pudiera incriminarte.
Layla apretó los dientes, su ira aumentando.
—Las cámaras, Toshiko. —Su tono era helado—. Dijiste que te encargarías de las cámaras de seguridad. Dijiste que no habría pruebas.
—¿Las cámaras? —repitió Toshiko, su voz cargada de sorpresa—. Eso es imposible. Me aseguré de que no quedara ningún registro…
—¡Pues quedaron! —gritó Layla, golpeando el camastro con el puño cerrado—. Y ahora estoy aquí, encerrada, mientras ellos creen que fui yo.
Hubo un largo silencio al otro lado de la línea. Finalmente, Toshiko habló, pero esta vez con un tono más controlado, como si intentara calmarse y pensar con claridad.
—¡De seguro hiciste algo mal!—Exclamó la castaña— Como siempre, actúas sin pensar, sin astucia. Como idiota.
—Perdón...—Musitó Layla— Si estoy aquí es por culpa tuya y de tus aliados.—Enojada— Yo no tenía razones para matar a Satomi. Ustedes eran quienes querían deshacerse de ella.—Habló—¡Y más les vale que, me ayuden!
—¿Por qué deberíamos hacerlo?
—Porque si no lo hacen, diré todo lo que sé.—Respondió Layla— Y no les gustará.
La pequeña mesa del comedor estaba abarrotada con cajas de comida china, cada una marcada con caracteres dorados que indicaban su contenido. Los aromas de fideos fritos, pollo agridulce, y arroz chaufán llenaban el ambiente. Yamato repartía los palillos mientras Sora organizaba los platos y servilletas, todo mientras sus hijas, Izumi y Rika, observaban con expresiones entre curiosas y divertidas.
Izumi, con su cabello recogido en un moño desordenado, miró las cajas con detenimiento antes de levantar la mirada hacia sus padres.
—¿Por qué pedimos comida china? Siempre cenamos algo que cocina Layla —preguntó, rompiendo el silencio con su tono directo y despreocupado.
Yamato, que estaba sirviéndose un poco de arroz, detuvo el movimiento de su cuchara por un instante. Sus ojos se cruzaron con los de Sora, quien, al notar la pausa, rápidamente tomó la palabra.
—Bueno, Layla no pudo cocinar hoy —dijo Yamato finalmente, su voz calmada, pero cargada con un tono que hacía evidente que no quería profundizar demasiado en el tema.
Rika, siempre más observadora y analítica que su hermana, dejó los palillos sobre la mesa y lo miró con una ceja arqueada.
—¿Por qué no pudo? —preguntó, con una mezcla de curiosidad y suspicacia.
Yamato hizo una mueca, como si buscara las palabras correctas. Volvió a mirar a Sora, claramente esperando que ella interviniera.
Sora dejó escapar una risa nerviosa mientras servía una porción de pollo agridulce en su plato.
—Layla tuvo unos asuntos que arreglar —dijo con rapidez, sin mirar directamente a sus hijas.
Izumi inclinó la cabeza, confundida.
—¿Qué asuntos? —insistió.
Sora tragó saliva, tratando de mantener un tono despreocupado.
—Asuntos personales. Nada de qué preocuparse.
Rika, sin estar completamente convencida, ladeó la cabeza mientras analizaba la respuesta. Yamato decidió intervenir, con un aire más firme para cerrar la conversación.
—Lo importante es que tenemos una buena cena frente a nosotros. Además, no siempre comemos comida china. ¡Es un cambio agradable, ¿no creen? —dijo, intentando sonar entusiasta.
Izumi encogió los hombros y tomó un bocado de arroz.
—Supongo. Aunque me gustan más los estofados que hace Layla.
Rika, sin embargo, no dejó pasar el tema tan fácilmente.
—Papá, ¿Layla está en problemas? —preguntó de manera directa, clavando su mirada en él.
Yamato suspiró y apoyó los codos sobre la mesa, frotándose las sienes.
—No está en problemas, Rika. Simplemente... necesitaba tomarse el día para resolver algo. A veces las personas tienen cosas importantes que atender, y eso está bien.
Rika asintió lentamente, aunque era evidente que seguía desconfiando.
—Si tú lo dices... —murmuró, volviendo su atención a su plato.
El resto de la cena transcurrió con comentarios ligeros y risas esporádicas, pero en la mente de Rika, las palabras de sus padres quedaron dando vueltas. Izumi, por su parte, estaba demasiado ocupada disfrutando los fideos fritos como para preocuparse más.
La atmósfera familiar que reinaba en el comedor se rompió de manera abrupta cuando el sonido de la puerta principal al abrirse resonó en toda la casa. Todos se quedaron en silencio, mirando hacia el pasillo que conectaba con la entrada. Los pasos firmes y decididos que siguieron se sintieron como un presagio de algo inesperado.
Frente a ellos apareció Nene, la hija mayor de Yamato y Sora, con su chaqueta ligeramente arrugada, el cabello alborotado y una expresión entre desafiante y cansada.
Sora, que estaba sirviendo un poco más de pollo agridulce en el plato de Izumi, dejó caer los palillos de sorpresa.
—¡Nene! —exclamó, su tono una mezcla de alivio y confusión.
—Regresaste.—Musitó Izumi.
Nene las observó con seriedad: —Hola.
Yamato, por otro lado, no compartía el mismo entusiasmo. Su mandíbula se tensó y sus ojos azules la fulminaron con una mezcla de enojo y preocupación.
—¡Al fin te dignaste a aparecer! —espetó, dejando caer los palillos en la mesa con un leve golpe.
Nene cruzó los brazos y arqueó una ceja, claramente poco impresionada por la bienvenida.
—Sí, regresé —respondió con un tono indiferente mientras se encogía de hombros.
Yamato golpeó la mesa con la palma de la mano, haciendo que los platos tintinearan.
—¡Ya era hora! —exclamó, su voz cargada de reproche—. Han pasado dos días, Nene. Dos días sin contestar mis llamadas ni responder a mis mensajes. ¿Me puedes explicar qué demonios estabas haciendo?
Nene se mantuvo inmutable frente a la furia de su padre. Su mirada, que antes reflejaba desafío, se tornó más seria mientras mantenía su postura firme.
—Estaba siendo feliz —respondió con frialdad, como si aquellas palabras fueran suficientes para justificar todo.
Yamato frunció el ceño aún más, desconcertado por la respuesta.
—¿Feliz? —preguntó, su tono cargado de incredulidad—. ¿Qué significa eso?
Nene inclinó ligeramente la cabeza, su semblante ahora reflejando una mezcla de cansancio y rabia contenida.
—¡Estaba! —replicó, haciendo énfasis en el pasado, antes de sacar una revista doblada de su chaqueta. La desplegó con un movimiento rápido y la dejó caer en la mesa frente a ellos, interrumpiendo cualquier intento de continuar la cena.
Los ojos de Yamato y Sora se dirigieron automáticamente a la portada. La fotografía mostraba a Natsuko, la madre de Yamato y abuela de Nene, en una situación comprometedora: caminando por las calles acompañada de una mujer joven, aparentemente bajo los efectos del alcohol, con titulares sensacionalistas que decían: "NUEVAMENTE LA FAMILIA ISHIDA EN EL OJO DEL HURACAN: Otra infidelidad se suma a la familia".
Nene señaló la revista con un dedo tembloroso, su tono cargado de rabia y desdén.
—¿Me pueden decir qué, rayos, ocurrió con mi abuela? —espetó, mirando fijamente a Yamato.
La pequeña cafetería donde Takuya e Hikari habían decidido cenar estaba casi vacía. La música suave de fondo, combinada con el tintineo de los cubiertos y las pocas conversaciones murmuradas, creaba un ambiente tranquilo. Ambos estaban sentados junto a la ventana, con sus platos a medio comer frente a ellos.
—¿Estás nervioso por la presentación de mañana? —preguntó Hikari, mirando a Takuya mientras jugaba con su tenedor, revolviendo sin propósito la ensalada en su plato.
Takuya, quien estaba a punto de llevarse un bocado de su hamburguesa, se detuvo un momento para responder.
—Un poco, pero no tanto —dijo con un encogimiento de hombros, tratando de restarle importancia—. Serán cinco canciones, tampoco es mucho.
Hikari asintió, pero no parecía convencida.
—Igual suena como algo grande.
—Sí, pero intento no pensar mucho en eso para no ponerme nervioso —añadió, dándole un mordisco a su hamburguesa. Luego, tras masticar y tragar, dejó su comida a un lado y la miró con una expresión pensativa—. Oye, Hikari, ¿qué regalos les gustan a las chicas?
La pregunta tomó a Hikari por sorpresa. Bajó su tenedor y lo miró con una ceja levantada.
—¿Qué...? ¿Por qué me preguntas eso?
Takuya se inclinó ligeramente hacia atrás en su asiento, rascándose la nuca como si estuviera incómodo.
—Nada especial, solo... quiero saber qué cosas son del interés de una mujer.
Hikari lo miró fijamente, tratando de descifrar el motivo detrás de la pregunta.
—¿Por qué?
El moreno se encogió de hombros, pero luego la miró directamente a los ojos, su tono más serio.
—Quiero darle un regalo a Izumi.
El nombre cayó como un golpe sobre Hikari. Sus ojos se abrieron ligeramente mientras trataba de procesar lo que acababa de escuchar.
—¿A Izumi? —repitió, tratando de sonar casual, pero su voz tembló un poco.
—Sí —respondió Takuya, asintiendo con seguridad.
Hikari frunció el ceño, su curiosidad mezclándose con una sensación incómoda en el pecho.
—¿Por qué?
Takuya sonrió de lado, esa sonrisa traviesa que siempre parecía iluminarle el rostro.
—Porque he tomado una decisión.
Hikari sintió que el aire a su alrededor se volvía pesado. Su voz salió más débil de lo que esperaba.
—¿Qué decisión?
El moreno tomó un sorbo de su bebida antes de responder, como si quisiera darle un toque dramático al momento.
—Quiero conquistar a Izumi.
La declaración cayó como una bomba. Hikari sintió que el estómago se le encogía y que algo dentro de ella se rompía. Trató de mantener la compostura, pero sus manos temblaban ligeramente al dejar el tenedor sobre la mesa.
—¿Co-conquistar a Izumi? —preguntó con incredulidad, su voz casi un susurro.
Takuya asintió con determinación, como si aquello fuera lo más lógico del mundo.
—Sí. He estado pensando en ello, y creo que es el momento de intentarlo.
Hikari parpadeó varias veces, sintiendo que sus pensamientos se enredaban.
—Pe-pero... ella está de novia...
Takuya inclinó la cabeza, como si esa información no fuera particularmente importante.
—Lo sé. Pero ella ya no es feliz con él.—Declaró— Y me gustaría demostrarle que puede ser feliz.
—¿Y crees que, conquistandola lograrás eso?
Takuya hizo una mueca: —Bu-bueno, no es solo eso.—Comentó— A mi, Izumi me gusta, y mucho.
Hikari sintió un nudo en la garganta. No sabía si lo que sentía era enojo, tristeza o una mezcla de ambas.
—¿Y qué te hace pensar que puedes... que te aceptará...? —se interrumpió, incapaz de completar la pregunta sin que su voz temblara demasiado.
Takuya la miró con tranquilidad, aunque su expresión también reflejaba una pizca de desafío.
—Porque creo que hay algo entre nosotros que ella aún no ha visto. Solo necesito mostrarle que soy el indicado.
Hikari apretó los labios, tratando de disimular sus nervios.
—Disculpa, pero no creo que sea lo mejor.
—¿Por qué dices eso?— Preguntó el moreno.
—Porque...—La castaña intentó hablar, pero se detuvo.
Tenía una poderosa razón: Su familia.
No obstante, no le podía decir a Takuya que, la familia de Izumi tenía esos negocios. Temía por su reacción.
—Porque tiene novio.—Respondió Hikari— Y ya has tenido muchos problemas con él. No creo que sea prudente que insistas con Izumi y tengas más problemas con él.
—Lo que diga o piense Kouji no me importa.
—Pero eso no quita que discutan o tengas problemas con él, piensa que Kouji es el novio con el cual lleva dos años, el novio que acepta su familia. Dudo que Izumi lo deje tan fácilmente.
Takuya hizo una mueca.
—Bueno, pero no pierdo nada con intentar —comentó Takuya, su tono lleno de determinación—. Además, Izumi es buena persona. Me encanta su forma de ser, tenemos química, y quiero ver si es posible que tengamos algo.
Hikari movió la cabeza, mirándolo con una mezcla de incredulidad y preocupación.
—Takuya, existen miles de chicas en el mundo —declaró, tratando de sonar firme—. Izumi es una chica buena, pero su familia es complicada. ¿Crees que te aceptarían?
El moreno frunció el ceño y agitó una mano, como si estuviera descartando la idea.
—¡Hey! No digas eso —respondió con un tono ligeramente ofendido—. Tampoco soy un vagabundo. Trabajo con su madre. Soy un chico de esfuerzo.
—No lo eres, pero aunque trabajes en la compañía, no es razón suficiente para que te acepten —replicó Hikari, sin titubear—. Mira el ejemplo de Ryo.
Takuya soltó una risa breve, sin humor.
—Es muy diferente la situación. Izumi, a diferencia de Rika, es mayor de edad —respondió con seguridad—. Puede hacer lo que quiera.
Hikari suspiró y bajó la mirada hacia su plato, su tono más bajo ahora.
—Sí, lo es, pero su entorno no es el mejor.
Takuya entrecerró los ojos, mirándola con curiosidad.
—¿Dices eso por Izumi? —preguntó con suavidad, pero con una pizca de desconfianza—. ¿O lo dices por tu relación con Takeru?
La pregunta pareció golpear a Hikari como un relámpago. Sus ojos se abrieron con sorpresa y su mano tembló ligeramente al soltar la servilleta.
—¿E? —balbuceó, desviando la mirada hacia el suelo.
—¿Por qué preguntas eso?
Takuya se encogió de hombros, sin quitarle los ojos de encima.
—Porque, de repente, vienes y me dices esto —contestó con calma, aunque su tono contenía un leve reproche—. Y aún no tengo idea de la razón por la cual terminaste con Takeru.
Hikari tragó saliva, sintiendo que la conversación tomaba un rumbo que prefería evitar.
—Me hace pensar que, tal vez, hablas de tu experiencia —añadió Takuya, inclinándose un poco más hacia ella.
—¿E? —repitió Hikari, sintiéndose acorralada.
Intentó componer una respuesta, pero las palabras parecían atascarse en su garganta. Nerviosa, se enderezó en su asiento y trató de recobrar la compostura.
—Yo... te digo esto netamente porque no quiero verte sufrir —dijo finalmente, su voz temblorosa pero sincera.
Takuya ladeó la cabeza, observándola con interés.
—¿Por qué sufriría? —preguntó, genuinamente confundido—. Izumi es una buena chica.
—Jamás dije lo contrario, pero... —Hikari hizo una pausa, su mirada fija en su plato, como si buscara la respuesta allí.
—¿Pero...? —insistió Takuya, arqueando una ceja.
Hikari movió la cabeza con frustración y se levantó de su asiento abruptamente.
—Mejor ignórame —dijo, tratando de cortar la conversación de raíz—. He tenido un día cansador.
Takuya la miró sorprendido mientras ella recogía su plato.
—¿Ocurrió algo? Te veo extraña —comentó, con una mezcla de preocupación y desconcierto.
Hikari negó con la cabeza, evitando mirarlo a los ojos.
—Solo estoy cansada, es todo —respondió mientras llevaba su plato al lavaplatos. Su tono era bajo, casi monótono—. Mañana lavo la loza. Ahora necesito descansar.
Takuya se levantó, observándola con atención.
—No te preocupes. Yo lavo la loza —dijo, intentando aliviar un poco la tensión.
Hikari no respondió. Simplemente salió del comedor, dejando tras de sí un aire denso y una sensación de incomodidad que Takuya no logró comprender del todo.
+Estoy actualizando rápidamente porque estoy escribiendo mucho ¿Por qué? Porque estoy pasando una situación triste, algo asi como un "duelo" pero no por la muerte de alguien, sino por una situación que me tiene con la cabeza solo en el computador para evitar llorar. Así que me veran actualizando por eso y porque quiero llegar como al final. En el próximo capítulo haré un anuncio especial. Y ocurrirá algo importante en el capítulo, así que ¡atentos! Espero sus comentarios.
+Mi hermana me hizo una pregunta (ella lee la historia) ¿por qué te gustan los comentarios? Yo le dije que ¡me encantan! porque a través de los comentarios sé lo que opinan los lectores, que les gusta, que no. Y puedo saber si estoy bien. Me deja en evidencia que personas leen y eso me da ganas de seguir. Los que son escritores me entenderán.
miyakoinoe25: ¡Hola! Sí, hacen bonita pareja Takuya e Izumi, son el uno para el otro Jajaja ¡Sí! luego del cucaracho viene el buen muchacho. Sí, es triste lo que está viviendo Kouji, pronto iremos conocienco más de él. El próximo capítulo creo que a muchos les hará entender algunas cosas. Kouji, por naturaleza, no es amoroso, entonces, al estar con alguien que no ama será ¡mucho más difícil ser cariñoso! Kouji no la ama. ¡Sí! Damar y Rika son un buen dúo de amigas. Lo de la empresa será una excusa para alejar a Nene de la empresa Ishida y por otros asuntos que ya conocerán. Tranqui, veremos a nuestros personajes, afectados por los villanos ¡Ser feliz! Espero que estés disfrutando cada aspecto de la historia. Aprecio enormemente que dediques tu tiempo a leerla y a compartir tus opiniones. Me encantaría que sigas acompañándome en este viaje. Te mando un fuerte abrazo.
