Na: ¡Quedan dos capítulos para el fin de temporada!
REVENGE
~Capítulo 48~
El sonido de la campanilla resonó cuando Kiriha empujó la puerta de la cafetería, permitiendo que el aroma a café recién hecho y pan horneado lo envolviera de inmediato. Se quitó la bufanda con un movimiento distraído y recorrió el lugar con la mirada, ignorando el bullicio de los clientes y el tintineo de las cucharillas contra las tazas.
Sus ojos se detuvieron en una figura familiar, sentada en una de las mesas junto a la ventana. A pesar de los años, el joven no había cambiado demasiado: su cabello castaño seguía igual de desordenado, y sus característicos ojos grises reflejaban una calma que contrastaba con la energía del lugar.
Kiriha esbozó una sonrisa, algo que no solía hacer con facilidad, y se abrió paso entre las mesas hasta llegar a él.
—Taiki —llamó con firmeza.
El aludido levantó la mirada y, al reconocerlo, una sonrisa genuina se dibujó en sus labios.
—Kiriha —respondió, poniéndose de pie de inmediato.
Sin necesidad de más palabras, ambos se estrecharon las manos con firmeza, en un saludo que llevaba el peso de los años y la confianza entre ellos.
—Ha pasado tiempo —comentó Kiriha, soltando su mano y tomando asiento frente a su amigo.
—Demasiado —coincidió Taiki, volviendo a acomodarse en su silla—Tanto tiempo ¿e?
—Bastante.—Respondió el rubio.
—Pensé que ya te habías olvidado de los buenos amigos.—Musitó el oji-gris.
El rubio simplemente sonrió: —Obviamente no.—Respondió— Es simplemente que he estado muy ocupado. Así como tú, te dije de juntarnos ayer y dijiste que no.
—Bueno, al igual que tú, también estoy ocupado.—Contestó Taiki— Cambiarnos aquí de nuevo ha sido todo una odisea, ya que estoy buscando trabajo.
—Me imagino que no debe ser fácil.
El oji-gris movió la cabeza: —Por suerte, todos los tramites para continuar con mis estudios van excelente.—Comentó— ¿Y tú?— Preguntó— ¿Te volviste galán de revistas?
—¿Galán de revistas?— Cuestionó el oji-azul.
El castaño alzó una revista que se encontraba en la mesa: —El nuevo galán de revistas.
Y en la portada aparecía la imagen de Nene y Kiriha ¡en la playa!
¡Rayos!
Algunas veces olvidaba la popularidad que tenía en general la familia de Nene.
—Así que...Nene Ishida...—Musitó el castaño.
Kiriha asintió.
—¡Vaya!— Exclamó Taiki— Así que finalmente lograste conquistar a tu amor platónico.
El rubio se ruborizó ante esto.
—Recuerdo como si fuera ayer cuando estábamos en preparatoria y morías por la guapa chica Ishida que fue adelantada un año por lo inteligente que era.—Comentó el castaño.
Kiriha se mordió el labio inferior ante esto. Nunca se lo había dicho a Nene, pero él gustaba de ella desde entonces. Incluso, desde antes, desde que Hiroaki Ishida le permitió comenzar a trabajar en su empresa y conoció en persona a Nene por primera vez, quedó deslumbrado por ella.
Aunque, ella apenas sabía de su existencia.
—Bueno, oficialmente no somos novios, estamos intentando algo.
—¿Intentando?—Preguntó Taiki— Eso suena a adolescentes.
Kiriha movió la cabeza: —Bueno, es más que intentar.
—¿Es serio?
El rubio asintió— Sí, pero todavía estamos viendo si es posible.
—¿Posible?
—Verás, su padre no me acepta como yerno.
Taiki alzó una ceja: —¿No?
Kiriha movió la cabeza.
—Pero no quiero hablar de eso. Mejor cuéntame ¿cómo vas con el tema de tus estudios?
Las luces del club aún brillaban con la misma intensidad, pero la atmósfera había cambiado por completo. Lo que minutos atrás había sido una celebración repleta de aplausos y sonrisas, ahora se había convertido en un ambiente tenso, cargado de incertidumbre y murmullos ahogados. Las mujeres comenzaron a abandonar el lugar en pequeños grupos, susurrando entre ellas, incapaces de ignorar la sombra que la declaración de Nene había dejado sobre la sala.
Algunas se retiraban con prisa, como si el aire se hubiera vuelto irrespirable, mientras otras se detenían a intercambiar miradas furtivas antes de dirigirse a la salida con paso cauteloso. La conversación se había desviado del triunfo de Sora y se había centrado completamente en las palabras de Nene.
—No puedo creerlo —susurró una de las mujeres mientras tomaba su abrigo—. Si esto es cierto, ¿qué más nos habrán ocultado?
—¿De verdad alguien pensó que Toshiko podría haber hecho algo así? —respondió otra, con el ceño fruncido—. No sé qué pensar.
Las palabras flotaban en el aire, impregnando el ambiente de una incomodidad palpable. Algunas asistentes evitaron mirar a Sora, otras le dedicaron una última reverencia antes de salir, pero ninguna se atrevió a decir nada en voz alta. Era evidente que nadie quería enfrentarse a la situación de manera directa.
Mimi, aún sorprendida por la actitud de su hija, se quedó en su lugar, observando a Nene con una mezcla de incredulidad y desconcierto.
Mientras tanto, Sora permanecía de pie, viendo cómo su gran noche se desmoronaba ante sus ojos. La satisfacción de haber logrado la presidencia se había evaporado por completo, reemplazada por la tensión de una verdad inesperada. Cuando la última de las mujeres se marchó, dejando el club casi vacío, Sora se giró hacia Nene con una mirada severa.
—Nene.
—¿Sí?
—Ven conmigo —dijo en tono bajo pero firme—Necesito hablar contigo.
Nene no se inmutó, su expresión permaneció neutra, como si hubiera esperado este enfrentamiento. Caminó tras su madre hasta una sala privada en la parte trasera del club, donde la puerta se cerró con un suave pero innegable golpe detrás de ellas.
—¿Puedes explicarme qué fue todo eso? —Sora se cruzó de brazos, su mirada dura e inquisitiva—. ¿Por qué hiciste esto justo hoy?
Nene respiró hondo antes de responder.
—Porque era necesario —respondió sin titubeos—. No podía seguir viendo cómo todas celebraban mientras la reputación de Toshiko, tu madre, mi abuela sigue manchada por mentiras.
Sora cerró los ojos por un instante, intentando contener su frustración.
—Nene, ¿tienes idea de lo que hiciste? Hoy debía ser un momento importante para el Club, luego de mucho tiempo habría cambios, todas estábamos emocionadas, y tú decidiste convertirlo en una confrontación pública.
—No lo hice por arruinarte la noche, mamá —dijo Nene con voz serena—. Lo hice porque era lo correcto. ¿De verdad podías aceptar esta victoria sabiendo que parte de ella se construyó sobre una mentira?
Sora exhaló con exasperación.
—¿Cómo puedes estar tan segura de que fue una mentira? ¿Crees que mi madre es una santa? ¿Que todo lo que dicen de ella es falso?
—No digo que sea una santa —Nene frunció el ceño—. Pero sé que esta acusación en particular fue fabricada para destruirla. Y tú, en lugar de defenderla, decidiste mirar hacia otro lado porque te convenía. ¿Te das cuenta de lo que hiciste?
Sora sintió que la rabia la recorría, pero también la culpa. Nene estaba tocando una herida que ella prefería ignorar.
—No fue tan simple como lo pintas, Nene. Hay cosas que no entiendes.
—Entonces explícamelas —Nene la miró directamente—. Pero no me des excusas. Dime por qué dejaste que esto pasara.
Sora apartó la mirada por un momento. Sabía que su hija no se conformaría con palabras vacías. Se sentó en una de las sillas de la habitación y apoyó los codos en la mesa, masajeándose las sienes.
—Nene, hay cosas que no entiendes. Tu abuela merece enfrentar las consecuencias de sus propios actos.
—¿De sus actos?— Preguntó— ¿No ves que ha sido atacada y tú nos ha hecho nada por ella?
—Nene...—Sora movió su cabeza— No lo entenderías.
Habían cosas delicadas que no podía decírselas a Nene, porque Yamato no quería que sus hijas se viesen involucradas en todo ese rollo y estaba de acuerdo.
—¿Y ahora qué? —preguntó—. ¿Vas a seguir ignorando lo que pasó? ¿O vas a hacer algo al respecto?
Sora guardó silencio. Sabía que esta conversación cambiaría muchas cosas. Y, en el fondo, no estaba segura de estar lista para enfrentar la verdad.
Pero una cosa era segura: nada volvería a ser igual.
—¿Y te quedarás callada como si nada?— Preguntó Nene.
La pelirroja se mordió el labio inferior.
—No sé de qué me sorprendo.—Comentó la castaña— Si aceptaste que mi padre te engañara frente a todo el mundo...—Volteo— Puedo esperar cualquier cosa de ti.
Fue así como Nene se alejó de Sora.
La noche había caído sobre la ciudad, y la mansión Minamoto estaba sumida en un silencio pesado, solo interrumpido por el sonido ocasional de los pasos de su dueño al recorrer la sala con frustración evidente. Kouji pasaba una mano por su cabello oscuro, despeinándolo aún más, mientras su mandíbula se tensaba cada vez que los recuerdos de su discusión con Izumi volvían a su mente.
—¿Cómo puede ser tan terca? —murmuró, pateando un cojín que había caído al suelo durante su furia inicial.
Su discusión con Izumi aun estaba en su mente. Molestando una y otra vez.
Sabía que este día llegaría, él estaba seguro que Izumi en algún se enamoraría de otro, y él tendría que lidiar con las consecuencias. ¡Algo que no quería! De su relación de Izumi dependían muchas cosas, su padre se lo había repetido una y otra vez.
~Años atrás~
El comedor estaba impecablemente dispuesto, con la mesa larga cubierta por un mantel de lino blanco y decorada con candelabros de plata que lanzaban una luz cálida sobre los platos de porcelana. Kouji estaba sentado en un extremo, con los brazos cruzados y la mirada fija en el plato frente a él, mientras Kousei, su padre, y Satomi, su madrastra, ocupaban los asientos principales en el centro de la mesa.
El ambiente estaba cargado de un incómodo silencio, interrumpido solo por el leve sonido de los cubiertos chocando contra los platos. Satomi se mantenía ocupada cortando cuidadosamente su porción de carne, mientras Kousei daba pequeños sorbos a su copa de vino.
Finalmente, Kousei rompió el silencio con su tono habitual, autoritario pero contenido:
—Kouji, ¿por qué llegaste tarde al almuerzo con los Ishida?
Kouji levantó la vista por un momento, pero evitó el contacto visual directo con su padre. Su voz salió baja, casi resignada.
—Estaba ocupado.
Kousei dejó su copa con un leve golpe sobre la mesa, sus ojos se entrecerraron mientras lo observaba.
—Te insistí que llegaras a la hora.
—Lo siento —respondió Kouji, tratando de mantener la calma—. La hora pasó muy rápido y no me di cuenta cuando ya había pasado tiempo.
La tensión en el aire se hizo más densa. Kousei se inclinó ligeramente hacia adelante, fijando su mirada en su hijo.
—No me digas que estabas perdiendo el tiempo con esa chica...
El comentario golpeó a Kouji como un martillo. Bajó la cabeza, clavando los ojos en su plato vacío. No respondió de inmediato, pero el leve fruncimiento de su ceño delató su incomodidad.
Satomi, que hasta ese momento había permanecido en silencio, dejó sus cubiertos y observó la escena con atención. El silencio de Kouji parecía confirmar las sospechas de su padre.
—Solo estábamos paseando con ella y mi madre —dijo finalmente, su voz tan baja que apenas se escuchó.
Kousei y Satomi intercambiaron miradas significativas. Ella ladeó la cabeza ligeramente, dejando escapar un suspiro casi imperceptible. Kousei volvió a dirigir su atención a Kouji, con el ceño aún más fruncido.
—Muy mal, Kouji. Muy mal. —La voz de Kousei era firme y reprobatoria—. Debiste llegar a la hora a la comida. Este tipo de comportamientos no nos beneficia. Debemos dar buena impresión, especialmente a los Ishida.
Kouji apretó los labios, resistiendo el impulso de responder. Sabía que cualquier cosa que dijera solo alimentaría la desaprobación de su padre.
—No puedo descuidar a las personas que son importantes para mí —se atrevió a decir después de unos segundos de vacilación.
Kousei lo miró con dureza.
—¿Importantes para ti? Kouji, debes entender que tus prioridades tienen que alinearse con las de esta familia. Esa chica y tu madre no son parte de lo que construimos aquí.
—¿Tiene algo de malo que quiera estar tiempo con mi madre?
Satomi se aclaró la garganta, interviniendo con un tono que pretendía ser conciliador, pero que solo añadió más peso al ambiente:
—Kouji hay tiempo para todo.—Comentó— Hoy era tiempo para ir a casa de los Ishida, y lo sabías.
Kouji se mordió el labio inferior ante esto mientras observaba su tazón con fideos.
—Lo malo es que, no es que solo quieras pasar tiempo con tu madre...—Musitó Kousei— Sino que, utilizas cualquier momento para perder tiempo con esa chica, sin gracia.
—Damar.—Kouji pronunció su nombre.
—¡No me importa su nombre!— Exclamó el mayor— Lo único que sé es que esa chica te distrae de tus obligaciones.—Comentó— Te hace perder el tiempo...
—No digas eso.—Respondió el oji-azul—Ella no es así.
—La muestra está en lo que ocurrió hoy.—Habló Kousei— Llegaste tarde.
Kouji frunció el ceño: —No entiendo porque siempre te empeñas en culparla de todo.
—Hijo, por favor, entiende a tu padre.—Musitó Satomi—Esa niña no nos da buena espina, no es de nuestra clase, no es alguien que merezca estar contigo.
—Solo está contigo por tu dinero.—Comentó el mayor de los Minamoto— Es una becada que está buscando cualquier opción para subir de estatus.
—Ella no es así.—Habló Kouji— En todo este tiempo que llevamos lo que menos hace es pedirme dinero.
—Te engatusa fácilmente.
Kouji respiró profundamente, intentando mantener la calma, pero el peso de las palabras de su padre lo hacía sentir como si estuviera atrapado en un callejón sin salida.
—No la conoces, papá. No tienes idea de cómo es realmente —respondió, con un tono firme pero contenido—. Damar no necesita ni quiere nada de mí más allá de lo que soy como persona.
Kousei soltó una risa sarcástica, mientras Satomi desviaba la mirada hacia un lado, como si intentara mantenerse al margen del conflicto que escalaba rápidamente.
—¿Lo que eres como persona? —repitió Kousei con burla—. Kouji, deja de ser ingenuo. Esa chica sabe cómo manipularte. Es lo único que buscan las personas como ella: una puerta de acceso a un mundo que no les pertenece.
Kouji golpeó suavemente la mesa con el puño cerrado, frustrado.
—¡No es así! —dijo, levantando la voz—. Damar no es como tú piensas. No busca tu aprobación, ni la mía. Es una persona increíble que...
—Que no encaja en nuestra familia —lo interrumpió Kousei con frialdad—. Ya es suficiente con la manera en que te has distanciado de tus responsabilidades por culpa de tu madre, y ahora esto.
El nombre de su madre hizo que Kouji se tensara aún más. Sentía que todo lo que valoraba era constantemente degradado por su padre y su madrastra.
—No metas a mi madre en esto —dijo, apretando los dientes—. Ella no tiene nada que ver con mis elecciones.
Satomi intentó suavizar la situación, aunque su tono estaba cargado de condescendencia:
—Kouji, nadie está atacando a tu madre. Solo queremos que entiendas que lo que estamos diciendo es por tu bien.
Kouji suspiró molesto. Era totalmente inútil hablar con su padre y su "madre adoptiva"
—Tienes dieciséis años, casi diecisiete, el próximo año tendrás dieciocho, ya casi un adulto.—Habló Kousei— En otros países, con dieciocho años ya debes ser consciente de lo que quieres para tu futuro. Y no creo que sea conveniente que tú, siendo mi hijo y el heredero de nuestro dinero siga perdiendo el tiempo en cosas que no valen la pena.
—Entre ellas, este noviazgo innecesario con esa chica.—Musitó Satomi— Entendemos que hayas querido experimentar tener novia y te hayas sentido atraído por ella. Pero pronto te darás cuenta que esa chica no es para ti.—Declaró Satomi.
—Y según ustedes ¿quién es para mi?— Preguntó Kouji molesto rodando los ojos, sin interés de su respuesta, porque sabía que sería errónea.
—Una joven de clase alta, con estirpe, dinero, que nos traiga una alianza económica.
Kouji rió para sus adentros, sabía que la respuesta sería nefasta y resultó ser peor.
—Hay muchas jovencitas mejores que ella que darían todo por estar contigo...—Satomi dirigió su mirada a su esposo— ¿Sabes? Kousei, mi sobrina Izumi, la hija de Yamato me comentó que, le pareció muy guapo tu hijo.—Comentó con emoción.
Kouji hizo una mueca al escuchar el nombre "Izumi" y recordar sus interacciones con las hermanas Ishida. Como siempre, sus padres insistieron en que entablara conversación con las hijas de Yamato y lo hizo. Rika era agradable, al menos para él, pero tanto Nene como Izumi siempre tuvieron una actitud muy engreída, al menos, Nene era callada, Izumi aparte de engreída era gritona, le dolían los tímpanos con sus gritos.
—No me sorprende, mi hijo es capaz de atraer a cualquier mujer.—Comentó Kousei y dirigió su mirada hacia Kouji— Deberías considerar en estar con alguien como ella.
Kouji apretó los labios, tratando de mantener la compostura, aunque su paciencia estaba al límite. Recordar a Izumi solo empeoraba la conversación. La imagen de la joven rubia, siempre altiva y con un tono arrogante en sus palabras, se dibujó en su mente, haciendo que suspirara con resignación.
—Izumi, ¿en serio? —dijo Kouji con una mezcla de incredulidad y desdén—. Apenas la conozco.
En el pasado la vio un par de veces por: El matrimonio de Kousei y Satomi, en algunas vacaciones que vinieron a Japón interactuaron por Takeru, o por Satomi, no tanto lógicamente, podía contar esos encuentros con sus dedos. Takeru le habló mucho de sus sobrinas, pero ni siquiera las palabras eran un acercamiento. Eran unas desconocidas para él.
—Se conocen hace años.
—No lo suficiente, apenas nos hemos visto unas cuantas veces...—Musitó Kouji—Y lo poco que sé de ella no me da ganas de seguir haciéndolo.
Kousei levantó una ceja, ignorando el tono despectivo de su hijo.
—Izumi es una excelente opción, Kouji. Es la hija de Yamato, uno de los hombres más influyentes y poderosos del país, mejor dicho, del continente. Su familia y estatus es impecable.
—Tiene mi ascendencia europea en su sangre.—Comentó Satomi. Como siempre, sacando a relucir que venía de Francia y tenía parientes en Italia.
—Es sobrina de tu mejor amigo, Takeru.—Habló Kousei— Y además de todo eso, tiene la misma edad que tú.
Kouji soltó una risa amarga, recargándose en el respaldo de su silla.
—¿Así que ahora se trata de familia y estatus? —preguntó, con un sarcasmo evidente—. Claro, porque lo único que importa es que tenga un apellido famoso y esté a mi altura, ¿verdad?
—No es solo eso, Kouji —intervino Satomi, con tono persuasivo—. Izumi tiene todo lo que una joven debería tener: elegancia, educación, belleza. Sería una alianza perfecta.
Kouji rodó los ojos, cruzando los brazos con evidente desinterés.
—¿Elegancia? ¿Educación? Si por eso entienden que alguien sea grosera y condescendiente, entonces sí, Izumi es un ejemplo perfecto.
Kousei golpeó la mesa suavemente con la palma de la mano, buscando imponer autoridad.
—Estás siendo irracional, Kouji. Izumi es una muchacha refinada, que sabe comportarse en sociedad. Ella no es como esa chica sin gracia con la cual estás.
—Damar —respondió Kouji, enfatizando cada sílaba con firmeza—. Y te lo diré otra vez: ella no necesita cumplir tus estándares, porque yo la quiero tal como es.
Kousei frunció el ceño, pero mantuvo su tono calmado, aunque cargado de desaprobación.
—Kouji, escucha. Una relación no se trata solo de sentimientos momentáneos. Se trata de construir algo que te beneficie a largo plazo. Con Izumi o con cualquier chica de nuestros estatus, estarías asegurando un futuro lleno de oportunidades.
Kouji dejó escapar un suspiro pesado y se inclinó hacia adelante, apoyando los codos en la mesa.
—No puedo creer que esté teniendo esta conversación —murmuró—. ¿De verdad piensas que mi vida y mi felicidad dependen de hacer una "alianza" con alguien?
Satomi intentó suavizar el ambiente, aunque su tono seguía siendo condescendiente.
—Kouji, cariño, no estamos diciendo que no puedas enamorarte. Solo queremos que entiendas que hay personas más adecuadas para ti.—Habló— Tanto Izumi como Nene podrían darte estabilidad y unir nuestras familias...
—¿Y qué pasa con lo que yo quiero? —la interrumpió Kouji, su voz elevándose ligeramente—. ¿Eso no cuenta? ¿O mi único propósito es ser una pieza en tu tablero de ajedrez?
Kousei se enderezó en su asiento, sus ojos azules fijos en los de su hijo.
—Estamos intentando darte lo mejor, Kouji. No siempre puedes guiarte por lo que quieres en el momento. A veces, las decisiones difíciles son las correctas.
Kouji se levantó de la mesa de golpe, su silla chirriando contra el suelo.
—No voy a discutir esto más —dijo, su voz temblando ligeramente por la frustración—. Si lo único que les importa es quién puede beneficiarlos más, entonces no me busquen para sus planes. Porque no voy a sacrificar mi felicidad para cumplir con sus expectativas.
Sin esperar una respuesta, Kouji salió del comedor, dejando tras de sí un ambiente tenso y cargado de emociones. Kousei lo siguió con la mirada mientras Satomi suspiraba, intentando ocultar su molestia.
—Es joven aún, Kousei —dijo ella suavemente—. Ya entenderá.
—Espero que lo haga pronto —respondió él con seriedad—. Porque el mundo no espera a los que pierden el tiempo.
~Actualidad~
Y ese fue el inicio de todo...El triste inicio de todo.
Pasó su mirada por el lugar y se acercó hacia la mesa en donde su padre tenía unas botellas con algunas bebidas alcohólicas. Fue así como se sirvió wisky en una copa y le dio un sobro.
De repente, el sonido de pasos suaves se acercó desde el pasillo. Era la empleada doméstica, quien apareció en el marco de la puerta con una expresión nerviosa.
—Señor Kouji, disculpe que lo moleste a esta hora… —dijo con cautela.
—¿Qué pasa? —preguntó Kouji, con voz cortante, claramente sin ánimo de lidiar con nada ni con nadie.
—Hay una visita… un joven que insiste en verlo. Dice que es urgente.
Kouji negó con la cabeza, dejando escapar un bufido de frustración.
—No estoy para visitas. Dile que se vaya.
La empleada dudó, retorciendo las manos frente a su delantal.
—Señor, creo que debería atenderlo. Es el joven Takeru, y parece muy preocupado.
El nombre hizo que Kouji se detuviera en seco. Frunció el ceño, mirando a la empleada como si no estuviera seguro de haber escuchado bien.
—¿Takeru? —repitió, y su tono dejó entrever una mezcla de sorpresa y curiosidad.
—Sí, señor. Está en la entrada.
Kouji suspiró profundamente, pasándose una mano por el rostro. Lo último que quería era una conversación en ese momento, pero si Takeru estaba allí, significaba que algo importante había ocurrido. Finalmente, asintió con resignación.
—Está bien. Hazlo pasar.
La empleada inclinó la cabeza y desapareció por el pasillo. Unos momentos después, Takeru entró en la sala, vestido con ropa casual pero elegante. Su rostro, normalmente relajado y lleno de confianza, mostraba una seriedad que no era común en él.
—Kouji, necesitamos hablar. —Su voz era firme, pero no agresiva, lo que indicaba que venía con un propósito claro.
Kouji lo miró con los brazos cruzados, intentando ocultar el malhumor que todavía lo consumía.
—Esto tiene que ser realmente importante, Takeru. No estoy de humor para charlas casuales.
—¡Necesito hablar algo serio contigo!— Exclamó el rubio— Y solo tú puedes contestarme todo.
La habitación estaba en penumbra, iluminada solo por la tenue luz de la luna que se filtraba a través de las cortinas. Nene y Kiriha estaban acostados en la cama, envueltos en una tranquilidad silenciosa. Ella estaba apoyada contra su pecho, sintiendo el ritmo pausado de su respiración. Sus cuerpos estaban entrelazados, disfrutando de la calidez del otro antes de que la inevitable distancia los separara.
—Voy a extrañar esto —murmuró Nene, con la voz suave y melancólica.
Kiriha bajó la mirada hacia ella, notando cómo sus dedos jugueteaban distraídamente con la tela de su camisa.
—¿Estás segura de la decisión que tomaste? —preguntó en un tono calmado, aunque en el fondo le costaba aceptar la idea de que ella se iría.
Nene asintió sin apartar la vista de su pecho.
—Sí, necesito mi espacio. Quiero aprender a estar sola, a tomar mis propias decisiones sin la sombra de nadie encima.
Kiriha suspiró.
—Sabes que a Yamato no le gustará que vivas sola.
Nene soltó una risa breve, llena de ironía.
—No me interesa lo que él piense.
Kiriha la observó por unos segundos antes de deslizar una mano por su espalda en una caricia lenta y reconfortante.
—Podrías vivir conmigo —sugirió en voz baja.
Nene alzó la mirada, sus ojos oscuros reflejando la luz tenue de la habitación.
—No quiero aumentar la ira de mi padre —susurró, con un deje de tristeza en su voz—. Si se entera de que me fui para vivir contigo, será peor.
Kiriha apretó los labios. Sabía que Nene tenía razón. Yamato ya estaba furioso con ella por haber dejado la empresa, y si descubría que estaba con él, su furia solo crecería.
El silencio los envolvió de nuevo, solo interrumpido por el sonido rítmico de la respiración de ambos. Kiriha cerró los ojos por un momento, disfrutando de la sensación de tenerla entre sus brazos, como si pudiera aferrarse a este instante y detener el tiempo.
¡Bip, bip!
De repente, la vibración de un celular rompió la calma. Kiriha frunció el ceño y estiró la mano hacia la mesita de noche, donde su teléfono parpadeaba con una notificación.
Nene levantó la cabeza ligeramente.
—¿Quién es?
Kiriha observó la pantalla e hizo una mueca. Rápidamente bloqueo su celular y lo dejó en velador.
—Nadie.
¡Bip, bip!
El celular volvió a sonar.
—¿Por qué no contestas?—Preguntó la castaña.
Kiriha hizo una mueca: —Porque no tengo ganas.
Nene observó atentamente al rubio— ¿Por qué?
¡Bip, bip!
El celular volvió a sonar.
—¿Enserio no vas a contestar?
Kiriha rodó los ojos— Nene, no estoy de ánimos para discutir ¿sí?— Habló— No quiero contestar y punto. Es algo sin importancia.
—Tu rostro enfadado no me hace creer eso.— Declaró la castaña.
—Nene… —Kiriha suspiró, pasándose una mano por el rostro—. No es nada importante, así que deja de preguntar.
La castaña frunció el ceño, sin apartar la vista del celular que seguía parpadeando con una nueva notificación.
—Si no es importante, ¿por qué no simplemente contestas?
Kiriha apretó los labios, su paciencia agotándose.
—Porque no quiero, Nene. Es tarde y mañana tenemos que salir temprano para hablar con Koushiro.
Nene hizo una mueca, claramente insatisfecha con la respuesta, pero al final soltó un suspiro resignado y se acomodó en la cama de nuevo.
Kiriha apagó la lámpara de su mesita de noche y se recostó junto a ella, rodeándola con un brazo.
—Duerme —murmuró, cerrando los ojos.
Nene se quedó en silencio, aunque su mente seguía dándole vueltas a la insistente vibración del celular.
~Al día siguiente~
Mimi y Koushiro estaban sentados en una mesa del comedor, rodeados por la suave luz matutina que se filtraba a través de las cortinas. El aroma del café recién hecho y el sonido del pan tostado llenaban el aire mientras ambos comenzaban a disfrutar de un desayuno tranquilo. Sin embargo, algo en la conversación de la noche anterior pesaba sobre ellos, y Koushiro no podía dejar de mirar a Mimi con una mezcla de sorpresa y preocupación.
—No puedo creer que hayas hecho eso, Mimi —comentó Koushiro, aún sin salir del asombro—. Sabía que tu relación con Yamato no era sencilla, pero no pensé que llegarías a tal punto.
Mimi levantó la vista y le dedicó una mirada tranquila, pero sus ojos mostraban una determinación silenciosa.
—Lo hice porque tenía que hacerlo —respondió con suavidad, pero con firmeza—. No hay vuelta atrás, Koushiro. Ya no soy la misma persona que conociste.
Koushiro frunció el ceño, preocupado. Sabía que Mimi había hecho sacrificios, pero no dejaba de sentir una punzada de inquietud.
—Es difícil no dudar, Mimi —dijo él, bajando la mirada hacia su taza de café, como si estuviera tratando de encontrar la forma correcta de expresar sus pensamientos—. Tú... tú me recuerdas tanto a él. Después de todo, eres la misma Mimi.
Mimi suspiró y apoyó las manos sobre la mesa, su mirada se suavizó al escuchar las palabras de Koushiro. Era cierto que, a pesar de los años y los cambios, siempre había algo en ella que lo conectaba con el pasado, con Yamato. Sin embargo, no dejaría que eso arruinara lo que estaba construyendo.
—He hecho todo lo posible para ocultar mi identidad, Koushiro —respondió, su voz firme pero calmada—. Y seguiré haciéndolo. No quiero que nadie sepa quién soy. No quiero que lo sepa, especialmente él.
Koushiro la miró fijamente, con una preocupación que no podía ocultar. Sabía que Mimi tenía razones muy personales para hacer lo que hacía, pero no podía evitar temer por ella. ¿Qué pasaría si Yamato descubriese la verdad? Las consecuencias serían impredecibles, y no quería imaginar lo que eso significaría para ella.
Antes de que pudiera responder, Mimi cambió de tema, tratando de aligerar el ambiente.
—¿Y cómo va todo con Nene y Kiriha? —preguntó, sonriendo levemente al ver a Koushiro aún algo pensativo.
Koushiro sonrió, esa sonrisa confiada que siempre llevaba consigo cuando hablaba de sus negocios. El plan estaba en marcha, y estaba por ver sus frutos.
—Todo va perfecto —respondió con seguridad—. Hoy firmarán el contrato. Apenas tengamos las firmas, comenzaremos a trabajar.
Mimi asintió con satisfacción, una sonrisa sincera se dibujó en sus labios. Para ella, saber que Nene se alejaría de la empresa de Yamato era una victoria personal, un paso más hacia lo que quería lograr. Un futuro donde sus hijas se desligaran de los Ishida.
—Es muy buena noticia —comentó Mimi, con una expresión de alivio—. Sé que esto cambiará las cosas para Nene. Será un buen respiro para ella.
Koushiro asintió, pero su rostro reflejaba una mezcla de entusiasmo y concentración. Sabía que este era un paso clave en su plan.
—Una vez tengamos las firmas, todo comenzará a moverse rápidamente —dijo, y sus ojos brillaron con una determinación clara—. Nene y Kiriha estarán fuera del alcance de Yamato. Será un golpe fuerte para él, pero necesario.
Mimi lo miró, satisfecha con su respuesta, y luego le hizo una petición que había estado pensando durante un tiempo.
—Koushiro, cuando tengas el contrato firmado en tus manos, avísame —dijo, su tono serio pero amable—. Quiero saberlo en el momento exacto.
Koushiro levantó una ceja, curioso por su insistencia.
—¿Por qué quieres saberlo tan pronto? —preguntó, frunciendo el ceño.
Mimi lo miró fijamente, una sombra de preocupación cruzó por su rostro antes de que hablara.
—Últimamente he notado que Yamato está triste... —comenzó, su voz se suavizó al decir su nombre—. Creo que sería una buena oportunidad para acercarme a él, "aconsejarlo" sobre la importancia de perdonar a Nene y Kiriha. Será una forma de ganarme su confianza.
Koushiro la observó en silencio por un momento, procesando lo que acababa de decir. Sabía que Mimi tenía su propio plan, su propia agenda, pero también comprendía que tenía un control absoluto sobre lo que sucedía. A pesar de que todo parecía estar en su favor, la situación seguía siendo peligrosa, especialmente si Yamato comenzaba a sospechar.
—Lo haré, Mimi —dijo Koushiro finalmente, después de un largo silencio. Su mirada se suavizó, aunque seguía preocupado por las posibles repercusiones—. Pero ten cuidado. Si Yamato comienza a dudar de ti, las cosas podrían complicarse rápidamente.
Mimi asintió, su sonrisa se ensanchó levemente. Sabía lo que hacía, y nada la detendría. Pero, a pesar de su confianza, había algo en su interior que también sentía una pequeña inquietud. Sin embargo, por ahora, las piezas estaban en su lugar, y el juego apenas comenzaba.
—Bien, creo que es hora de irme.
—No.—Respondió el pelirrojo— No te vayas. Aun necesito hablar algo importante contigo.
—¿Algo importante?—Preguntó Mimi.
Koushiro asintió.
—¿Qué ocurre?
—Es sobre Taichi.—Respondió Koushiro— Investigué mucho sobre el padre de este chico, Takuya.
—Isamu.—Corrigió Mimi.
El pelirrojo asintió: —Sí, de Isamu.—Contestó— No fue difícil ¿sabes? Considerando que tenemos a Joe en Estados Unidos.
—¿Y?— Preguntó la oji-miel— ¿Qué encontraste?
Koushiro guardó silencio unos momentos antes de responder. Lo que diría a continuación no sería fácil, pero debía informarselo a Mimi, después de todo, gracias a ella nació la duda del padre de Takuya.
Fue así como sacó su tablet, prendió la pantalla y se la mostró a la castaña—¿Sabías que Taichi Kanbara, hermano de Yuuko, murió hace varios años atrás?
¿Qué?
—Eso es imposible.—Respondió Mimi— Takuya dijo que él era su padre ¿no?
—Sí, eso dijo, pero el hermano de Yuuko estaba enfermo, desahuciado por los médicos, dudo que haya vivido mucho.—Habló Koushiro—Aquí tengo el certificado de difusión.
Mimi observó la tablet sorprendida.
Efectivamente era el certificado y algunos datos de confirmaban su muerte.
—No solo eso.—Respondió el pelirrojo—Él jamás certificó que tuviese un hijo o algo así. Ni biológico, ni adoptivo.
La castaña arqueó una ceja sin entender—¿Y por qué me dices todo esto?
—Porque conseguí información del padre Takuya.
—¿Y?
Koushiro suspiró: —No quiero explayarme mucho, lo único que te diré es que Joe viajará a Miami.
—¿Miami?
El pelirrojo asintió.
—¿Para qué?
—Para conocer en persona al padre de Takuya.
Mimi observó al pelirrojo sin entender. Tuvo que repasar en su mente la información y recién cayó en cuenta.
—¿Me estás diciendo que es posible que el padre de ese chico sea?...—No se atrevió a continuar.
Koushiro asintió: —Tengo una seria sospecha que...
¡Bip, bip!
El smartphone de Mimi sonó interrumpiendo la conversación.
La castaña pasó su mirada por la pantalla.
"Izumi"
Alzó una ceja sorprendida.
—Es...
—Tu hija.—Completó Koushiro.
Mimi asintió.
—¿Vas a contestar?
—¿E?—Balbuceo— Estamos hablando de Taichi ¿no?
Quería contestarle a su hija, lo haría sin duda, pero también le interesa el tema de Taichi.
—Contesta.—Respondió el pelirrojo—Es tu hija.
Mimi sonrió ante esto.
Fue así como tomó la pantalla y se dispuso a atender.
—¿Hola?
—Haruna...Necesito verte...Por favor.
Sora estaba en la mesa del comedor, cuidadosamente sirviendo el té mientras miraba con cariño a su hija menor, Rika, que estaba sentada frente a ella, probando un trozo de pan con mermelada. El sol de la mañana se filtraba suavemente por la ventana, iluminando la estancia con su cálida luz dorada. Aunque el desayuno era tranquilo, la tensión que se había acumulado en los últimos días pesaba en el aire.
Rika rompió el silencio con una pregunta que había estado rondando en su mente desde que se despertó.
—¿Mamá, has visto a papá? —inquirió, mientras miraba con curiosidad a Sora.
Sora levantó la mirada, sorprendida por la pregunta. Luego, con una pequeña sonrisa, le respondió.
—Tu padre salió temprano esta mañana. —Sora hizo una pausa, como si evaluara qué más decir—. Al parecer, fue a hablar con Nene.
Rika levantó una ceja, confundida. No esperaba escuchar eso.
—¿A hablar con Nene? —repitió, incrédula—. Pero... ¿a esta hora?
Sora asintió, dándole un sorbo a su té antes de añadir con tono más suave:
—Sí, parece que tiene algo que discutir con ella. No sé los detalles, pero ya sabes cómo es él, tiene sus propios asuntos que resolver.
Rika frunció el ceño, sintiendo una mezcla de inquietud y curiosidad. De repente, la voz de Sora volvió a interrumpir sus pensamientos.
—Rika, ¿has hablado con Takeru últimamente?
Rika la miró de reojo, sorprendida por la pregunta. No sabía que su madre se preocuparía por eso.
—No… —respondió en voz baja—. No he hablado con él en estos días.
Sora, con una expresión preocupada, dejó el té en la mesa y se inclinó un poco hacia adelante, fijándose en el rostro de su hija.
—Rika, Takeru ha estado actuando de manera extraña, y lleva noches sin dormir en casa. —Sora se detuvo, su preocupación era evidente—. Me preocupa.
Rika la miró con atención. Sabía que algo no estaba bien con Takeru, pero no sabía qué. Sus ojos se oscurecieron un poco mientras respondía, con una ligera incomodidad en su voz.
—No entiendo qué le pasa. —Rika suspiró, mirando hacia abajo mientras jugaba nerviosamente con su taza—. Ha estado distante… diferente. No sé qué está pasando con él.
Sora asintió lentamente, claramente preocupada, pero no dijo nada más. Parecía que su hija menor tenía más preguntas que respuestas sobre el asunto, pero, por el momento, no había nada que ella pudiera hacer.
El silencio se alargó entre ellas mientras Sora miraba a su hija, tratando de entender sus pensamientos. Fue entonces cuando su mirada recorrió el pasillo.
—¿Y… Izumi? —preguntó, levantando la vista hacia la escalera—. ¿Por qué aún no baja?
Rika la miró, encogiéndose de hombros.
—Ni idea… —respondió con un tono algo indiferente.
—Aquí estoy.—Justo en ese minuto una voz se escuchó y en el lugar apareció Izumi.
Izumi apareció en el umbral de la puerta, su figura diferente a la habitual. A diferencia de los días anteriores, no llevaba su habitual capa de maquillaje que normalmente ocultaba cualquier signo de cansancio. Hoy, su rostro estaba marcado por ojeras profundas, y su piel lucía pálida. Su cabello, que por lo general estaba perfectamente peinado, caía desordenado sobre sus hombros, como si la preocupación o la tristeza la hubiera despojado de su usual energía. Sus pasos eran lentos, casi arrastrándose, como si el peso de lo que había ocurrido la noche anterior la estuviera frenando.
Sora levantó la vista al escuchar la voz de Izumi, y su sorpresa fue inmediata. Aunque había notado algo extraño en el comportamiento de su hija últimamente, verla en ese estado le causó una punzada de preocupación.
—Buenos días, Izumi —dijo Sora con tono suave, intentando sonar tranquila, pero la sorpresa y el desconcierto eran evidentes en su voz.
Izumi apenas levantó la cabeza, saludando con un gesto vago que podría considerarse un saludo. Su mirada se mantenía fija en el suelo, y su tono de voz estaba distante, sin el entusiasmo o la chispa que usualmente la caracterizaba.
—Buenos días… —murmuró, sin mucho interés, como si no tuviera la energía para más.
Sora no pudo evitar sentir un nudo en el estómago al verla así. Algo no estaba bien, y su instinto materno le decía que debía intervenir, aunque no sabía cómo.
—¿Qué te pasa, Izumi? ¿Por qué estás así? —preguntó Sora, preocupada, sin poder ocultar su angustia. Sabía que su hija solía mantener todo bajo control, pero este cambio la inquietaba profundamente.
Rika, que había estado observando en silencio, no pudo evitar soltar un comentario sarcástico, tratando de romper la tensión que comenzaba a llenar la habitación.
—¿Acaso discutiste con la peineta y tu maquillaje? —preguntó en tono juguetón, aunque su voz estaba teñida de preocupación. Sabía que Izumi nunca se deslizaba por su rutina diaria sin asegurarse de que su apariencia estuviera perfecta. El cambio era demasiado notable.
Izumi frunció el ceño, claramente no apreciando el comentario de su hermana. Su rostro se endureció por un momento, y fue como si todo el dolor reprimido que llevaba dentro se filtrara a través de esa expresión.
—No es eso —respondió con voz baja, pero tensa. Aunque intentaba mantener su compostura, había algo en su mirada que decía más de lo que sus palabras revelaban.
Sora, al ver la reacción de su hija, comprendió que algo más profundo estaba ocurriendo. La tristeza que emanaba de Izumi era palpable, y no había duda de que su hija estaba atravesando una tormenta emocional que no estaba dispuesta a compartir con facilidad.
—¿Por qué tienes esa carita triste? Querida.—Comentó—Luces triste. Dime ¿te ocurre algo?
Izumi movió la cabeza: —Tuve mala noche.
—¿Por qué?— Preguntó Sora.
La rubia se mordió el labio inferior.
—¿Ocurrió algo?— Cuestionó la pelirroja.
Después de un momento de silencio, Izumi finalmente levantó la vista, enfrentándose a Sora con una mezcla de dolor y resignación en sus ojos.
—Sí, ocurrió.
—¿Qué ocurrió?— Preguntó Sora.
—Terminé con Kouji —dijo Izumi, apenas levantando la voz. Las palabras salieron como un susurro pesado, pero cada sílaba parecía marcar un peso invisible en el aire.
¿Qué?
Los tres se sorprendieron al escuchar aquella declaración.
—¿Terminaste con Kouji?—preguntó Rika.
La rubia asintió.
—¿Por qué?—Cuestionó Rika.
—No quiero hablar de eso.—Respondió la oji-verde—Solo les informo que, Kouji ya no es mi novio.—Informó con seriedad.
Sora alzó las cejas: —Hija...Yo...
—¡No quiero hablar de eso!— Exclamó la rubia— Solo quiero que lo sepan, nada más, por favor, no me pregunten.
Rika alzó las cejas sorprendida sin entender. Sora no necesito palabras, ya se hacía una idea de lo que pudo haber ocurrido.
La luz tenue del día se filtraba a través de las cortinas del amplio comedor, apenas iluminando la mesa dispuesta con un desayuno que, en otros tiempos, habría sido motivo de celebración. Sin embargo, la lluvia golpeaba suavemente las ventanas, creando un ambiente sombrío que contrastaba con la calidez del interior. El cielo gris cubría el mundo exterior, sumiendo todo en una quietud melancólica. El aroma del café recién hecho y las tostadas saliendo del horno flotaba en el aire, pero la paz de la mañana se sentía frágil, como si estuviera a punto de romperse.
Nene estaba sentada a un lado de la mesa, envuelta en una bata de seda color perla. Sostenía con cuidado una taza de café entre sus manos, observando el líquido oscuro con una concentración que delataba sus pensamientos profundos. Sus ojos, usualmente cargados de determinación, ahora estaban vacíos, como si estuviera repasando mentalmente cada palabra, cada gesto de la tormenta que se desató la noche anterior. La quietud de la mañana solo servía para resaltar la tormenta interna que Nene parecía estar atravesando.
Frente a ella, Kiriha estaba sentado, vestido con una camisa de lino azul claro, lo que hacía que sus ojos se destacaran aún más en el tenue resplandor del día. Masticó una rebanada de pan con mantequilla, sin apartar la vista de su novia.
—¿Entonces? —rompió el silencio con un tono curioso—. ¿Eso ocurrió anoche?
Nene alzó la mirada lentamente, su expresión inmutable.
—Sí.
—¿Así? ¿sin más?
—No hay mucho que explicar —dijo la castaña, dando un sorbo a su café—. Alguien tenía que decir la verdad, y lo hice.
—¿La verdad? —repitió Kiriha, arqueando una ceja. Dejó el pan en su plato y se inclinó hacia adelante—. Nene, lo que hiciste fue mucho más que decir la verdad. Plantaste todas, entre ellas, tu propia madre delante de todo el club. ¿Te das cuenta de la magnitud de eso?
Nene suspiró, dejando la taza sobre el platillo con un suave tintineo.
—Lo sé, Kiriha —dijo, cruzando las manos sobre la mesa—. Pero alguien tenía que hacerlo. No iba a quedarme callada mientras humillaban a nuestra abuela. Ella no merecía eso.
Kiriha la observó detenidamente, intentando descifrar las emociones que se escondían tras sus palabras. Había algo en la firmeza de su tono, en la determinación de su mirada, que lo dejó sorprendido.
—Tienes mucho aprecio por tu abuela ¿e?
—Demasiado.—Respondió—Además, es lo correcto — su voz estaba cargada de resolución—. Toshiko puede no ser una santa, pero nadie merece ser juzgado injustamente. Y menos por algo tan despreciable como lo que le hicieron. No podía quedarme de brazos cruzados.
Kiriha asintió lentamente, procesando sus palabras. La admiraba, aunque no se lo diría en ese momento. Su hermana había mostrado una valentía que pocos poseían.
Nene estaba a punto de responder cuando el sonido del timbre interrumpió la conversación. Ambos se miraron, curiosos y ligeramente alerta.
—¿Estás esperando a alguien? —preguntó Kiriha, levantándose de su asiento.
—No —respondió Nene, frunciendo el ceño. También se levantó y lo siguió hacia la puerta.
Kiriha abrió la puerta y se sorprendió al ver de quien trataba.
—Yamato.
Izumi estaba de pie frente a su espejo, ordenando su habitación con un aire de agotamiento. Había retirado las sábanas de su cama y acomodado cuidadosamente los objetos sobre su escritorio, pero todo en su entorno parecía reflejar el caos interno que no lograba disipar. Había momentos en los que sentía que su mente no dejaba de dar vueltas, reviviendo las palabras de Kouji y los momentos en los que él la hacía sentir pequeña e insignificante. Aunque había tomado la decisión de terminar con él, el peso de lo que había sucedido entre ellos aún la rondaba.
Mientras organizaba su ropa, el sonido de un suave golpeteo en la puerta la hizo tensarse. Se giró rápidamente, frunciendo el ceño al escuchar la voz familiar de su madre.
—Izumi, ¿puedo pasar? —preguntó Sora desde el otro lado de la puerta, su tono suave pero lleno de preocupación.
Izumi hizo una mueca, consciente de que no estaba preparada para hablar de lo que había sucedido, pero sabía que no podía seguir evitando a su madre. Aún así, no podía dejar de sentirse vulnerable. Con un suspiro, asintió sin decir palabra, dando permiso para que su madre entrara.
La puerta se abrió lentamente, y Sora apareció en el umbral, mirando a su hija con una mezcla de cariño y preocupación. Su rostro reflejaba la misma inquietud que había notado en ella durante toda la mañana, pero había algo en los ojos de Izumi que le decía que el día de hoy no sería fácil para ninguna de las dos.
Sora observó el estado de la habitación y la forma en que Izumi estaba organizando las cosas, sin mucha energía, casi como si estuviera distraída. Se acercó con paso lento, dejando que la puerta se cerrara suavemente detrás de ella.
—¿Qué haces aquí?
—Vengo a hablar contigo.—Respondió Sora— Me quedó más que claro que, no estás bien y quería ver si necesitas hablar.
La rubia hizo una mueca y suspiró.
—No me habías dicho que Kouji y tú terminaron.
—Recién terminé ayer con él.—Contestó Izumi—Nadie sabía de esto hasta hoy.
Estuvo toda la noche intentando procesar que finalmente...Su relación "perfecta" no funcionó.
—¿y cómo te sientes?
Izumi se quedó en silencio por un momento, el peso de la pregunta haciéndola detenerse en lo que estaba haciendo. Miró a su madre, buscando una respuesta que no se sintiera tan vacía. No quería decir nada que la hiciera sentir más preocupada, pero también sabía que no podía seguir ignorando lo que estaba pasando en su corazón.
—No lo sé… —respondió finalmente, con un tono de voz bajo, como si las palabras estuvieran atrapadas en su garganta—. Me siento… confundida.
Sora asintió, comprendiendo que su hija no estaba lista para hablar completamente. Sin embargo, la preocupación en su rostro era evidente. Había estado viendo cómo Izumi había cambiado en los últimos días, cómo las sonrisas se habían vuelto más forzadas, y cómo su energía había disminuido. Sabía que todo lo relacionado con Kouji había tenido un impacto profundo en ella, aunque Izumi nunca fuera completamente abierta sobre sus sentimientos.
—Sé que es difícil… —dijo Sora, su voz llena de compasión—. Terminar con Kouji no fue fácil, pero sé que tomaste la decisión por ti misma. Sé que muchos te decían que no lo hicieras, pero… a veces lo que creemos que es lo mejor para los demás no siempre lo es para nosotros.
Izumi desvió la mirada, evitando que su madre pudiera ver el dolor que aún la invadía. Le dolía admitirlo, pero lo que Kouji había hecho le había herido más de lo que estaba dispuesta a reconocer. Las palabras de él, las promesas rotas, el trato distante… todo eso la había desgastado lentamente, y ahora se sentía vacía.
—Lo sé, mamá… —dijo, bajando la cabeza—. Pero, aún así, siento que fallé. Él siempre me hace pensar que yo soy la que estaba equivocada todo el tiempo, y ahora que terminé con él me siento como si hubiese fallado.
Sora se acercó a ella, colocando una mano en su hombro con suavidad. Sabía que su hija estaba luchando con la idea de sentirse culpable, pero también entendía que la relación con Kouji nunca había sido sana, que había demasiados factores que jugaban en su contra.
—Izumi, no fallaste —dijo Sora, con firmeza, aunque su tono era suave—. Tú mereces alguien que te valore, que te haga sentir bien contigo misma. Nadie debería hacerte sentir como si tu felicidad dependiera de ellos. No estás equivocada por querer estar en paz contigo misma.
Izumi levantó la vista lentamente, sus ojos ligeramente enrojecidos por la falta de sueño y el agotamiento emocional, pero algo en las palabras de su madre comenzó a calmarla, aunque no podía liberarse por completo del dolor que sentía. Había tomado la decisión correcta, lo sabía, pero aún quedaba esa sensación de vacío, esa necesidad de que las cosas fueran diferentes.
—¿Y si me arrepiento? —preguntó en voz baja, con una leve angustia en su tono. Sabía que no debía tener miedo de arrepentirse, pero las dudas seguían atormentándola.
Sora la miró con ternura, acercándose más a ella.
—No te arrepientas, hija. A veces las decisiones más difíciles son las que nos liberan. Y lo que importa ahora es que te cuides, que te pongas a ti misma primero.
Izumi no respondió, pero su madre pudo ver que sus palabras comenzaban a calar en su corazón. Sabía que la herida tomaría tiempo en sanar, pero también sabía que Izumi había tomado un paso importante al poner fin a la relación tóxica que la había estado lastimando.
El silencio se instaló entre ellas, pero no era incómodo. Sora permaneció cerca, dispuesta a acompañar a su hija en cada paso del proceso de curación. Aunque el futuro de Izumi seguía siendo incierto, en ese momento, su madre sabía que, al menos por ahora, la joven comenzaba a encontrar un pequeño resquicio de paz.
—No vine a discutir, Nene.—Declaró Yamato.
—¿Y ese milagro?—preguntó la castaña con el ceño fruncido— Es lo único que has hecho desde que regresé de Estados Unidos.
El rubio suspiró: —Nene, lo digo en verdad, por favor...—Comentó.
Nene hizo una mueca y simplemente tomó asiento sobre el sofá: —Dime ¿qué haces aquí?
—Vengo a pedirte que vuelvas… —dijo Yamato con seriedad.
—¿Volver? —repitió Nene, cruzándose de brazos—. ¿A dónde?
—A casa… y a la empresa.
Nene soltó un suspiro y negó con la cabeza.
—No quiero regresar a la empresa.
—Tú insististe mucho en estar ahí —replicó Yamato, manteniendo la calma.
—Y tú jamás valoraste mi esfuerzo —espetó la joven con frustración.
Yamato frunció el ceño.
—Eso no es cierto.
—¡Claro que lo es! —exclamó Nene—. Me esforcé cada día, trabajé hasta tarde, traté de demostrar que podía hacerlo, pero para ti, nunca fue suficiente.
El rubio apretó los labios.
—No era eso, Nene. Tal vez no supe expresarlo, pero siempre valoré lo que hacías.
—¡No! —interrumpió la castaña—. Siempre valoraste a otros empleados, menos a mi. Nunca me hiciste sentir que realmente pertenecía a ese lugar.
Yamato suspiró con frustración, pasándose una mano por el cabello.
—Admito que, jamás estuve de acuerdo en que trabajaras ahí desde tan joven, sin experiencia.— Comentó.
De algún modo, no quería presionar a su hija con una vida que él jamás quiso a esa edad, pero que tuvo que aceptar porque no tuvo opción. Sin embargo, era difícil para él aceptar que, aquello que él odiaba, era lo que su hija quería.
—Pero ahora quiero que regreses.
—Es tarde.—Respondió Nene— Ya tengo ofertas de otro trabajo.
—¿Otro trabajo?— Preguntó Yamato.
La castaña asintió: —Sí.—Contestó— Y estoy pensando en aceptar.
—¿En qué?—Cuestionó el rubio.
—No te interesa saber.—Nene se cruzó de brazos— En su minuto lo sabrás.
Todo estaba en proceso y no quería publicarlo todavía. No estaba acostumbrada a fallar, pero prefería mantenerlo en secreto por si acaso.
—Bueno, si no regresas a la empresa al menos a casa.
Nene movió su cabeza: —No quiero hacerlo, padre.
—Pero, por favor, Nene, piénsalo.—Rogó el rubio— Entiendo que quieras independizarte de nuestra empresa, que quieras afrontar nuevos desafíos. Pero eres muy joven como para irte de casa.
—Padre, no quiero regresar.— Habló Nene—Mucho menos ahora que, en casa solo hay problemas, con Izumi he tenido mis discusiones, Layla falleció, no estoy de acuerdo con las acciones de mi madre y mucho menos con las tuyas.
Yamato suspiró triste: —¿Y qué planeas hacer? ¿Vivirás aquí con Kiriha?
—No.—Respondió la castaña— Estamos en una relación, pero todo es muy reciente.
—Entonces ¿qué harás?
—Me iré a vivir sola.—Contestó la chica de ojos morados— Ya tengo visto un departamento y me iré pronto hasta allí.
—¿Sola?— Preguntó el rubio— ¿Estás loca? ¡Apenas sabes mantener ordenada tu habitación y vivirás sola!
Nene frunció el ceño: —En mis años de Universidad en Nueva York viví sola.
—Entre comillas.—Respondió Yamato— Te pagué un departamento con servicios incluidos. Porque sin empleada, no eres capaz de mantener el orden, ni siquiera en tu pieza, no me quiero imaginar un departamento.
Esto enfureció a la castaña.
—¿¡Ves!?—Exclamó—Siempre me crees incapaz de todo.
—No es que te crea incapaz, Nene —respondió Yamato con voz firme—. Es que sé cómo eres.
—No, no lo sabes —replicó ella con dureza—. Nunca te has molestado en conocerme de verdad. Solo ves lo que quieres ver y supones lo demás.
El rubio cruzó los brazos y la miró fijamente.
—Sé que eres impulsiva, terca y orgullosa. Que no aceptas ayuda aunque la necesites.
—¿Y qué hay de malo en eso? —espetó Nene— ¿Es un crimen querer valerse por sí misma?
Yamato suspiró, pasando una mano por su rostro.
—No es eso, Nene. Pero vivir sola no es tan fácil como crees. Es solo que me preocupo por ti.—Declaró.
—¿Sabes? Kiriha insiste en que regrese a casa contigo.
—¿A sí?— Preguntó Yamato sorprendido.
Nene asintió: —Siempre me dice que, soy afortunada por tenerte.
Esto sorprendió al rubio.
—Pero creo que se equivoca, porque lo único que hacemos tú y yo es discutir.
—Nene...—Yamato tomó su mano— Es natural que tengamos diferencias.— Declaró— Pero eso no quita que seamos padre e hija. Tú me necesitas y yo te necesito. Hija...
—Papá no...
—¡Por favor!— Insistió el rubio—Hija, piénsalo, no vine a discutir. Solo quiero que pienses todo, por favor, no soporto estar lejos de ti. Tus hermanas te necesitan, yo también.
—No necesito pensarlo.—Respondió Nene antes de colocarse en pie— Y mejor, no sigas insistiendo.—Habló— Ahora debo retirarme.
Takuya ajustó la corbata frente al espejo con una expresión distraída, su mente aún vagando por la reunión de ayer. El nudo salió algo torcido, pero no se molestó en arreglarlo. Su rutina matutina no tenía cabida para la perfección en ese momento. Había pasado la noche anterior trabajando hasta tarde, y lo único que quería era escapar de la fatiga que lo invadía, aunque no fuera tan fácil.
Tras unos momentos, se acomodó el saco, se dio una última mirada al espejo y salió de su habitación. El sonido de los pasos sobre el piso de madera resonó suavemente en el pasillo mientras caminaba hacia la sala principal, su mente aún nublada por el cansancio. Ya casi había cruzado la puerta cuando vio a Hikari, quien estaba en la cocina sirviéndose una taza de café.
—Buenos días, Takuya —saludó Hikari, levantando la vista por un momento, una ligera sonrisa en su rostro.
—Buenos días, Hikari —respondió Takuya, frotándose los ojos con una mano, aún tratando de despejarse. Estaba claro que no había tenido una noche reparadora.
Ambos se quedaron mirando por un instante, y como era costumbre en las mañanas, el momento de la conversación parecía comenzar de manera automática.
—¿Cómo dormiste? —preguntó Hikari mientras se sentaba en una silla y tomaba un sorbo de su café.
Takuya se estiró levemente, buscando algo de energía, y después dejó escapar un suspiro.
—Bien, supongo —respondió con tono bajo, aunque la verdad era que el cansancio todavía lo consumía—. Tú, ¿y tú?
—Igual, aunque me siento como si no hubiera dormido nada —admitió ella, con un tono casi irónico. Los dos sabían que las noches de insomnio no le eran ajenas.
El silencio se apoderó de la habitación por unos momentos, pero fue Hikari quien rompió el hielo.
—¿Por qué despertaste tan tarde? —preguntó, levantando una ceja con una expresión curiosa. Era raro ver a Takuya tan desorganizado.
Takuya se rió entre dientes, pasando una mano por su cabello, como si intentara despejar la niebla en su mente.
—Escuché la alarma, la apagué, y sin querer, volví a quedarme dormido —admitió, aún un tanto avergonzado.
Hikari soltó una risa ligera, y no pudo evitar sacudir la cabeza en desaprobación.
—No me sorprende en absoluto —comentó, mirando su taza de café—. Debes estar agotado, después de todo, anoche te acostaste muy tarde.
Takuya hizo una mueca, reconociendo que ella tenía razón. Había trabajado hasta altas horas de la noche, y no recordaba exactamente a qué hora se había metido en la cama. Las demandas del trabajo siempre parecían tener la capacidad de absorber todo su tiempo y energía.
—Sí, ya ves —respondió él, mientras se acercaba al sofá, sin muchas ganas de moverse más—. Pero ya estoy aquí, y no tengo tiempo para dormirme de nuevo.
Hikari lo miró un momento, sus ojos algo más enfocados ahora, y luego dejó escapar una pequeña sonrisa de lado.
—¿Y por qué llegaste tan tarde anoche? —preguntó, su tono de voz ligeramente más serio ahora, como si realmente quisiera saber la razón detrás de su retraso.
Takuya la miró a los ojos, como si sopesara si debía decir la verdad o simplemente evadir la pregunta. Pero no era de los que mentían fácilmente, y algo en la mirada inquisitiva de Hikari lo hizo sentirse incapaz de ocultarlo.
—Estaba ocupado.
—¿En qué?— Preguntó Hikari— ¿Puedo saber?
Takuya hizo una mueca: —Estaba con...—Dudo un poco— Con Izumi.
¿Qué?
—¿Trabajando?
—¿E?—Balbuceo el moreno— N-no...
Hikari frunció el ceño: —Entonces ¿en qué estaban?
—Fuimos a dar una vuelta.—Respondió Takuya—Y a comer...
—¿A comer?— Preguntó la chica.
El moreno asintió.
Hikari movió su cabeza: —¿Es broma, verdad?
—¿Por qué lo sería?
—Porque no deberías salir con ella.—Contestó la chica.
—¿Por qué no?
—¡Tú sabes la razón!— Exclamó Hikari— Ella tiene novio y a él no le agradas. No quiero que te involucres en problemas con Kouji.
Takuya movió su cabeza: —Tenía...—Corrigió.
—¿Perdón?—Cuestionó— ¿Tenía?
El moreno asintió: —Sí, tenía...—Respondió— Hasta ayer.—Comentó—Izumi terminó con Kouji.
¿Qué?
Esta noticia sorprendió a la castaña.
—¿Es broma?
—No, no lo es —respondió Takuya, con un tono serio. —Ayer Izumi terminó con su novio.
La noticia dejó a Hikari completamente sorprendida, como si el suelo debajo de ella hubiera desaparecido. Sentía que todo su mundo se detenía por un momento. Esta noticia era... ¡terrible!
—¿Y-y...y por qué...? —preguntó Hikari, su voz temblando, incapaz de ocultar su incredulidad. —No me digas que fue por tu culpa.
Takuya la miró fijamente, confundido por la acusación implícita en sus palabras.
—¿Por mi culpa? —frunció el ceño—. Dices eso como si no supieras qué clase de novio era Kouji con Izumi.
—Sí, lo sé —respondió Hikari, aun sorprendida—. Pero... ¿no estaba ella muy enamorada de él?
—Estaba... —Takuya hizo una pausa, buscando la palabra correcta—. Mejor dicho, ilusionada. No sé si exactamente Izumi sentía amor por él.
Hikari no podía creer lo que estaba escuchando. La idea de que Izumi hubiera terminado con Kouji le parecía incomprensible.
—P-pero... —Hikari vaciló, intentando asimilar todo—. Ellos no...
¡Ellos no debían terminar!
Takuya suspiró, como si ya estuviera cansado de la situación, pero intentó mantener la calma.
—Por favor, no me digas que hiciste o dijiste algo para que esto ocurriera —dijo, levantando una mano en señal de rendición.
—¿Otra vez con eso? —Takuya rodó los ojos, claramente exasperado por las mismas preguntas.
—¡Pues sí! —exclamó Hikari, casi desesperada—. Tú me dijiste que estabas interesado en ella.
Takuya se detuvo un momento y miró a Hikari, su expresión algo más suave pero igualmente firme.
—Sí, lo estoy, pero la decisión de terminar es de ella, no mía. —dijo, con tono serio, tratando de calmar la situación.
—¡No! —Hikari levantó una mano y se llevó la otra a la frente, como si intentara evitar un dolor de cabeza inminente. No podía entender cómo las cosas se estaban desenvolviendo de esta manera.
Takuya la observó sin comprender del todo la reacción de su prima. Hikari parecía completamente abrumada.
—¿Qué sucede?— Preguntó— ¿Por qué reaccionas así?
¿Enserio preguntaba?
¡Ella temía por él! Si ¡por él! No quería que, ahora que Izumi estaba soltera, Takuya se relacionara con ella. Era una pesadilla pensar que Takuya viviese lo mismo que ella cuando estuvo con Takeru.
—Porque estoy segura que ahora, con más razón, continuarás con tu locura.
—¿Con mi locura?— Cuestionó el moreno— ¿De qué hablas?
—Con tu locura de conquistarla.—Respondió Hikari.
Takuya hizo una mueca ante esto.
—Hikari, yo...
¡Ding, dong!
El sonido del timbre interrumpió su conversación.
Takuya hizo una mueca y pasó su mirada por su prima, quien no tenía buen rostro.
—Iré a abrir.—Musitó antes de levantarse y dirigirse hacia la puerta.
Hikari simplemente se mantuvo en su puesto totalmente decepcionada. No sabía como expresar lo que debía decir o hacer con respecto a su primo, Takuya, que se estaba involucrando en el mismo camino que ella se involucró al empezar una relación con Takeru.
Takuya al llegar a la puerta giró la manilla y la abrió encontrándose con una chica castaña.
—¡Buenos días Takuya!— Exclamó la chica.
—Juri.—Pronunció su nombre— Buenos días. ¿Vienes a ver a Hikari?
La castaña asintió: —Sí.—Respondió— ¿Está?
—Sí.—Respondió Takuya antes de voltear hacia su prima— Hikari, Juri te busca.
Hikari alzó la mirada: —Dile que entre.
Takuya asintió. Fue así como le hizo una seña para Juri para que entrase.
—Permiso.—Musitó Juri y se acercó a Hikari—Buenos días amiga.
—Hola.—Respondió la Kanbara intentando sonar "Normal"— Que bueno que llegas.
—Vine apenas encontré autobus.—Contestó Juri— La lluvia está ¡horrible afuera! Pero ¡aquí estoy! Dispuesta a ayudarte con el tema de la caja.
—¿Caja?— Preguntó Takuya— ¿Qué caja?
—La caja fuerte.—Respondió Juri— La que Hikari encontró en la habitación de su madre.
El moreno alzó una ceja y dirigió su mirada hacia ella.
—Disculpa, Takuya, no te había comentado que, le pregunté a Juri si conocía alguien que pudiese ayudarnos con la caja.
—¿Alguien para abrir la caja?
Hikari asintió: —Me cansé de buscar claves o intentar forzarla. Así que iré donde alguien especializado.
—¿Crees que valga la pena?— Preguntó Takuya.
—¿Por qué preguntas?
—Porque nunca nadie nos dijo de la existencia de esa caja.—Comentó el moreno— Debe ser por algo ¿no? Quizás, no haya algo dentro, o tal vez, lo hay, pero no es valioso.
Hikari hizo una mueca—Ese cajón estaba cerrado con llave y dentro estaba esta caja, prácticamente muy resguardada, no creo que sea algo al azar. O quiero creer que no.
Takuya observó a su prima: —Bueno, si tú lo dices, entonces, hazlo. Cualquier cosa, no dudes en decirme.
La castaña asintió.
La pantalla de la computadora brillaba en la habitación de Rika, iluminando su rostro mientras hojeaba un cuaderno lleno de anotaciones y resaltados de colores. A un lado de la pantalla, en una ventana de Zoom, Damar estaba recostada sobre su escritorio, con el mentón apoyado en la palma de su mano, mirándola con una sonrisa divertida.
—Rika, ¿me estás diciendo que llevamos casi dos horas y aún no has entendido ese ejercicio? —bromeó Damar con tono juguetón.
Rika suspiró, rodando los ojos mientras hacía un garabato en la esquina de su hoja.
—¡Lo intento, lo juro! Pero estas ecuaciones me están volviendo loca. No entiendo por qué tenemos que aprender esto. ¿Cuándo en la vida real voy a necesitar saber cuántos litros de agua caben en una piscina? Para eso contratamos al alguien para llenar y limpiar la piscina.
Damar rió, acomodándose los audífonos.
—Bueno, nunca sabes cuando no tendrás alguien lo haga por ti.—Comentó— O ¿quién sabe las vueltas de la vida? No sabes cuando terminarás trabajando en algo así.
Rika apoyó la barbilla en su mano y suspiró dramáticamente.
—Genial, entonces si algún día me quedo sin empleo, podré calcular piscinas y ofrecer mis servicios.
Damar soltó una carcajada.
—Exacto, pero por ahora, concéntrate. A ver, muéstrame tu hoja otra vez.
Rika la levantó frente a la cámara y Damar entrecerró los ojos, tratando de descifrar la escritura rápida de su amiga.
—Mmm… ok, aquí veo el problema. Mira, en esta parte hiciste bien la conversión, pero te equivocaste con la multiplicación.
—¿Otra vez? —Rika hizo una mueca—. Creo que las matemáticas me odian.
—Las matemáticas no odian a nadie, solo exigen paciencia —respondió Damar, trazando el cálculo correcto en su propio cuaderno para mostrárselo—. Aquí, fíjate bien.
Rika observó su ejercicio: —¿Sabes? En momentos así envidio a Nene.
—¿A tu hermana mayor?
La pelirroja asintió: —Ella es super inteligente, esto se le da fácil, como a ti.
—A mi no se me da fácil el estudio ¿sabes?—Comentó Damar— Pero mi madre siempre fue insistente con los estudios, y debido al esfuerzo, se me hace un poco fácil.
Eso era evidente, su madre logró que tanto Taiki como Takato y Damar obtuvieran becas en buenos establecimientos privados.
—No soy inteligente, pero luchó con mi cabeza.—Musitó la castaña— Y estoy segura que, si lo haces, lo lograrás.
Rika suspiró: —Eso espero.
—¡Ya! Mucha conversación ¡Concéntrate en el ejercicio!
La pelirroja observó atentamente su cuaderno y, tras unos segundos, sus ojos se iluminaron.
—¡Ohhh! Ahora tiene sentido.
—¿Ves? Te dije que era más sencillo de lo que parecía.
Rika anotó la corrección en su cuaderno, murmurando los pasos en voz baja. Luego, se enderezó y sonrió con satisfacción.
—¡Listo! Ahora sí, creo que lo tengo.
Damar aplaudió suavemente frente a la cámara.
—Estoy orgullosa de ti, Ishida.
—Gracias, maestra.
—De nada, alumna.
Ambas rieron y, por un momento, la atmósfera de estudio se sintió ligera y divertida.
—Oye, Damar —dijo Rika de repente—, gracias por esto. Sé que podrías estar haciendo cualquier otra cosa en lugar de estar aquí ayudándome.
Damar sonrió con ternura.
—No hay problema, además, me gusta estudiar contigo. Así no se me olvidan los contenidos.
—Verdad que ya te libraste de este suplicio.
Damar era mayor por unos meses, lo cual le permitió salir antes de la preparatoria.
—¿Ya decidiste qué estudiar?
La castaña dejó el bolígrafo sobre la mesa y suspiró.
—Lo estoy analizando, todavía no estoy segura.—Respondió.
—¿Con negocios?— Preguntó Rika.
Damar asintió.
—Pensé que te inclinarías por la música.—Respondió la pelirroja— Pensé que explotarías todo ese talento que tienes.
—Me gusta cantar, me gusta bailar, me gusta todo eso.—Declaró la castaña— Pero tú sabes que en este país no es muy rentable seguir esa carrera.
Rika hizo una mueca ante esto: —Eso suena a algo que diría mi padre.
—Lamentablemente es verdad.—Contestó Damar— Acaso ¿olvidaste que mi madre también lo decía?—Suspiró— Y creo que tiene razón.—Suspiró—Además, Taiki y Takato siempre han tenido el sueño de crear una empresa familiar y para eso debería estudiar algo con negocios. Pero no estoy segura...
—Hablando de tu madre ¿no has pensado en seguir una carrera como la suya?—Preguntó Rika.
—¿Te refieres a ser enfermera?
Rika asintió.
—Pues no.—Respondió la castaña— Jamás me ha llamado la atención el área de la salud.—Declaró— ¿Y tú? ¿Tienes algo visto?
—Créeme, yo soñaba con hacer algo relacionado con la música.—Comentó la pelirroja— Pero luego de escucharte...No sé que pensar...
Quizás, se fue a un extremo al querer solo centrarse en la música y en la música.
—Por lo general se espera que estudie algo que me permita trabajar en la compañía de mi madre o en la empresa de mi padre.—Explicó Rika— Pero, no me llama la atención trabajar con diseños, fotografías, modelos y todo eso como mi madre. Pero tampoco me interesa la empresa de mi padre, no me gustan los negocios, y luego de ver como Nene se estresa y lucha por sobresalir en un mundo que manejan los hombres.
—¿No es empresa de tu familia?
—Lo es.—Respondió— Pero la comandan los hombres de nuestra familia, mi padre, su padre, Takeru...—Suspiró— Todos ven a Takeru como el gerente general...—Comentó—Y Kousei Minamoto se sube al carro de la victoria alardeando que Kouji será el segundo a cargo.—Habló—Pero creo que ahora no será posible.
—¿Por qué dices eso?
—Porque Izumi nos dijo hoy en el desayuno que terminó con él.—Contestó Rika— Al parecer su relación llegó a su fin.
—¿Terminaron?—Preguntó Damar.
Rika asintió.
La castaña tuvo intención de preguntar ¿por qué? pero se detuvo al instante.
¡A ella no le interesaba!
—¡Ya! Mucho habla, por favor, concéntrate en tus ejercicios.
La pelirroja pasó su mirada por Damar.
¿En verdad Damar había olvidado a Kouji?
Sora estaba sentada frente al espejo de su tocador, el peine deslizándose con delicadeza a través de su largo cabello oscuro. La habitación estaba bañada por una luz suave, la cual se colaba tímidamente entre las cortinas, apenas iluminando el espacio. Cada movimiento del peine era meticuloso, casi automático, mientras sus pensamientos parecían ir y venir en la quietud de la mañana.
El sonido del peine al pasar por sus mechones se mezclaba con el de la lluvia que golpeaba suavemente las ventanas. Afuera, el cielo estaba cubierto por nubes grises, que difuminaban la luz del día, envolviendo todo en una atmósfera de melancolía. Las gotas de lluvia caían pesadamente, creando pequeñas líneas que resbalaban por el cristal, como si el cielo mismo estuviera llorando.
Sora levantó la vista del espejo y, con un leve suspiro, dirigió su mirada hacia la ventana. A través de los cristales, el paisaje parecía un cuadro desdibujado por la lluvia: calles vacías, árboles moviéndose ligeramente por el viento, y el agua acumulándose en los charcos. Un día gris y melancólico, reflejo perfecto de su estado interior. Mientras seguía observando, las gotas de lluvia que se deslizaban lentamente por la ventana parecían contar una historia que solo ella podía entender, una historia llena de incertidumbre y preguntas sin respuesta.
Era como si el clima reflejara su estado de ánimo.
Suspiró.
En el silencio del cuarto, su teléfono vibró sobre la mesa de noche, rompiendo la tranquilidad. Sora frunció ligeramente el ceño y extendió la mano para tomarlo. En la pantalla, el nombre "Dr. Daimon" apareció iluminado.
Con una mezcla de curiosidad e inquietud, deslizó el dedo para contestar.
—¿Dr. Daimon? Buenos días —saludó, su voz calmada, aunque ligeramente expectante.
—Buenos días, señora Ishida —respondió una voz grave pero educada al otro lado de la línea.
Sora se enderezó en su silla, apartando el peine que había estado utilizando.
—¿A qué debo esta llamada? —preguntó, inclinando la cabeza hacia un lado mientras giraba el teléfono en su mano.
—Quería informarle que, luego de recibir ayer el cuerpo para la revisión, hemos comenzado a analizarlo en detalle —respondió Daimon con profesionalismo, pero con una leve pausa que denotaba algo más grave detrás de sus palabras.
Sora se tensó. Aunque intentó mantener la calma, sus dedos se crisparon levemente alrededor del teléfono.
—¿Y encontró algo? —inquirió, su tono ahora más firme, como si necesitara prepararse para cualquier noticia que pudiera venir.
—Tengo algunas conclusiones preliminares —dijo el doctor, haciendo una pausa significativa—. Son detalles importantes, pero preferiría discutirlos en persona. Necesito que venga cuanto antes.
El corazón de Sora dio un vuelco. Aunque trató de mantenerse tranquila, sus ojos reflejaban una mezcla de preocupación y determinación.
—¿Puede venir a mi consulta?—respondió Daimon con un tono que no dejaba lugar a dudas.
Sora asintió para sí misma, mordiéndose ligeramente el labio inferior.
—Claro. Dígame cuándo puedo ir —aceptó finalmente, con un aire de decisión que comenzaba a reemplazar su incertidumbre.
—¿Podría ser en la tarde una hora?
—Ahí estaré —respondió Sora sin dudarlo.
—Gracias, señora Ishida. Nos vemos pronto —dijo Daimon antes de colgar.
Sora bajó el teléfono lentamente, mirándolo fijamente durante unos segundos como si aún procesara la conversación. Luego, con un suspiro profundo, se giró hacia el espejo, terminando de colocarse los pendientes.
Mientras se preparaba para salir, su mente no dejaba de repasar las posibilidades de lo que el doctor podría haber encontrado. Algo en el tono de Daimon sugería que lo que descubriría cambiaría las cosas para siempre.
—¡Qué pesada es esta caja! —comentó Juri, haciendo una mueca mientras intentaba reajustarse la caja en sus brazos. El viento parecía empeorar la situación, empujando la caja hacia los lados.
—¡Sí! —exclamó Hikari, esforzándose aún más por sostener el peso mientras luchaba por avanzar. La lluvia caía a ráfagas, empapándolas en cuestión de segundos, y el viento hacía que la caja se tambaleara peligrosamente de un lado a otro.
Ambas luchaban por mantener el equilibrio, dando un paso tras otro mientras el peso de la caja les restaba velocidad. Hikari, al intentar levantarla un poco más, sintió cómo el viento la empujaba con fuerza, haciéndole casi imposible avanzar.
—¡Esto es una locura! —dijo Juri, casi gritando por encima del rugido del viento. —¡Nunca imaginé que una simple caja pesara tanto!
Hikari sólo pudo reír nerviosamente mientras se agachaba ligeramente para reajustar la caja. —¡Lo peor es que no podemos dejarla en el suelo! —dijo con dificultad, viendo cómo las gotas de lluvia las empapaban aún más.
Finalmente, a lo lejos, pudieron ver la tienda que necesitaban alcanzar. A lo lejos, la puerta parecía un pequeño refugio de calor y tranquilidad, pero el esfuerzo para llegar hasta allí parecía eterno.
—¡Allí está! ¡La tienda! —gritó Juri, señalando con el mentón hacia la puerta, aunque la lluvia dificultaba ver claramente.
Con un último esfuerzo, ambas caminaron al mismo ritmo, casi como si su mente estuviera sincronizada con cada paso. La caja, que parecía más pesada con cada segundo que pasaba, no les dejaba avanzar más rápido, pero su determinación las impulsaba a continuar.
Cuando finalmente llegaron a la puerta de la tienda, el alivio fue inmediato. La cálida luz del interior brillaba desde el umbral, y un poco de aire seco las recibió al entrar, lo que les permitió dejar escapar una profunda exhalación de cansancio.
Juri soltó la caja en el primer rincón libre y se recargó contra una estantería, respirando con dificultad.
—¡Menos mal que llegamos! —dijo Hikari, visiblemente aliviada. Se sacudió el agua del cabello y miró a Juri, aún con el aliento entrecortado.
—¡Esto fue una verdadera travesía!
Ambas se miraron, riendo de lo absurdo de la situación, pero con la satisfacción de haberlo logrado, al menos por ahora.
La sala estaba iluminada por luces suaves, creando un ambiente relajado pero formal. Koushiro, sentado al otro lado de una elegante mesa de vidrio, revisaba los documentos con una concentración que solo un hombre de negocios como él podía tener. El sonido del bolígrafo al pasar sobre el papel era lo único que se escuchaba en el ambiente, mientras Kiriha y Nene se mantenían en silencio, esperando.
Kiriha se reclinó en su silla, con los brazos cruzados y una ligera expresión de incertidumbre en su rostro. Había algo en este trato que lo hacía sentir incómodo. La empresa que Koushiro estaba fundando tenía un plan de trabajo tan similar al de Ishida Nexus Corporation, que parecía más un desafío directo que una oportunidad. Pero Nene, quien estaba sentada a su lado, parecía decidida. Su postura erguida y la mirada firme denotaban que ya había tomado su decisión. Y esa decisión parecía ser esta: unirse a esta empresa en sus primeros días, a pesar de las similitudes con la compañía de su familia.
Nene, por su parte, no podía ocultar la emoción que sentía al estar tan cerca de dar un paso tan importante en su carrera. El hecho de haber renunciado a Ishida Nexus Corporation había sido un acto de valentía, de desafiar las expectativas que su familia tenía sobre ella. Ahora, estaba frente a una oportunidad para demostrar que podía ser más que solo una hija de empresarios exitosos. Quería demostrar que podía triunfar por sí misma, sin importar las sombras de su linaje.
—Todo parece estar en orden. —Koushiro finalmente rompió el silencio, levantando la vista del contrato que había estado revisando. La expresión en su rostro era seria, pero su tono revelaba una ligera aprobación. —Este contrato está claro. Si están de acuerdo, podemos firmarlo ahora y empezar a trabajar en serio.
Nene asintió con determinación, sin dudar en lo más mínimo. Kiriha, sin embargo, no parecía tan seguro. Aunque quería apoyar a Nene, el rubio no podía evitar sentirse desconfiado. Las implicaciones de este contrato eran mucho más grandes de lo que parecían a simple vista. El ser parte de una empresa que estaba directamente en competencia con Ishida Nexus Corporation no era algo que pudiera tomarse a la ligera.
—¿Seguro que todo está bien? —Preguntó Kiriha, mirando a Nene, como si intentara leer entre líneas.
Nene lo miró directamente, con una sonrisa que era a la vez confiada y desafiante.
—Sí, Kiriha. Estoy segura. —Dijo con firmeza. —Es hora de seguir adelante. Esta es mi oportunidad.
Kiriha la observó por un momento, reconociendo la determinación en sus ojos. Finalmente, asintió, sabiendo que ya no había vuelta atrás. Si ella lo decía, era porque había meditado la decisión con cuidado.
—Está bien. —Dijo Kiriha con una leve sonrisa, moviéndose hacia el contrato que estaba frente a él. —Firmemos entonces.
Koushiro extendió el bolígrafo con una sonrisa en los labios.
—Espero que esta decisión nos beneficie a todos. —Comentó mientras observaba a ambos.
Nene no dudó en tomar el bolígrafo y firmar con una velocidad y precisión que sorprendieron a Kiriha. Parecía como si todo esto fuera parte de su plan desde el principio. Cuando terminó, le pasó el bolígrafo a Kiriha, quien también firmó sin pensarlo demasiado. Los tres observaron el contrato una vez más, asegurándose de que todo estuviera en orden. El acuerdo estaba hecho.
Koushiro guardó los papeles con una sonrisa satisfecha.
—Bien. Estoy seguro de que todos tenemos grandes expectativas. —Comentó mientras se reclinaba en su silla, observando a Nene y Kiriha con un brillo de admiración en los ojos. —Con su experiencia y habilidades, estoy seguro de que haremos grandes cosas juntos.
Nene asintió, segura de que esta era la decisión correcta. No solo para ella, sino para el futuro de la empresa. El silencio se apoderó de la sala, pero esta vez, no era incómodo. Era un silencio de comprensión mutua. Los tres sabían que este era solo el comienzo de algo mucho más grande.
El contrato estaba firmado. Las piezas ya estaban en su lugar. El futuro de la empresa estaba en sus manos. Y con ello, el de ellos también.
El hombre, un cerrajero con experiencia que había sido contactado por Hikari y Juri, se acercó a la caja fuerte con paso firme, sus ojos recorriendo cada detalle con una mirada profesional. La caja estaba situada en una esquina del cuarto, iluminada por una luz tenue que resaltaba su robustez. Era grande y pesada, de un acero gris oscuro, con detalles de desgaste en sus esquinas, como si hubiese soportado años de uso. La superficie, aunque sólida, tenía algunas marcas de golpes, lo que indicaba que la seguridad de la caja había sido puesta a prueba en algún momento de su historia.
Su cerradura era imponente: un mecanismo de disco, que sobresalía de la caja con un brillo metálico. El cerrajero inclinó ligeramente la cabeza y observó la estructura, como si intentara leer la intención de la caja. Los números en el disco estaban claramente desgastados, pero aún legibles. Sin embargo, la cerradura parecía resistente, como si fuera una de las mejores en su tipo, construida para resistir todo tipo de intentos de apertura.
—Y bien ¿qué me dices?—Preguntó Hikari.
—Es una caja de buena calidad ¿sabe?—Comentó el hombre.
La Kanbara hizo una mueca.
—Abrirla es posible, pero será un trabajo bastante difícil.—Explicó— Dígame ¿No sería mejor conseguir la clave? —preguntó el hombre, girando la cabeza hacia las dos chicas, sus manos ya comenzando a tocar con delicadeza los bordes de la caja, analizando el peso del mecanismo.
Hikari y Juri se miraron brevemente antes de que la prima de Takuya respondiera, su voz un tanto apagada, como si hablar sobre la madre de ella la pesara aún más.
—No tenemos forma de saber la clave. —Hikari suspiró, cruzando los brazos con incomodidad—. La dueña de esa caja, mi madre, murió hace meses, y no nos dejó ninguna pista sobre la clave. Fue algo… imprevisto, y no dejó instrucciones.
El cerrajero asintió, sus ojos centrados nuevamente en la cerradura mientras se rascaba la barbilla pensativo. Comenzó a girar el dial de la caja con cuidado, como si estuviera afinando cada movimiento. No se apresuraba, analizando cada clic del mecanismo.
—Entiendo —dijo finalmente, sin apartar la vista del disco—. Sin la clave, tendremos que hacer esto de la vieja manera. Será más complicado, pero con paciencia puedo abrirla. Puede llevar algo de tiempo, pero si no hay una alarma incorporada, no debería haber problema.
Hikari observó con un poco de esperanza, aunque sabía que este proceso podría ser largo. La caja fuerte había sido parte de su familia durante años, y la idea de finalmente obtener acceso a su contenido, algo tan oculto y misterioso, la llenaba de incertidumbre. ¿Qué encontraría allí? ¿Sería algo que realmente quisiera saber?
Juri, que hasta ese momento se había mantenido callada, miró al cerrajero y luego a Hikari.
—¿Estás segura de que quieres abrirla? —preguntó Juri, su tono suave pero lleno de preocupación.
Hikari asintió, aunque su mirada reflejaba un leve temor. No había vuelta atrás ahora.
—Bueno, señorita, yo la puedo abrir. Pero, como le dije, será un trabajo complicado.
—¿Cuánto costaría abrir esta caja?
—Por la calidad de la caja, los materiales que tendré que usar, el tiempo en que me demoraré...—Declaró el hombre— Saldrá doscientos mil yenes.
¿¡Qué!?
Pensó Hikari sorprendida.
—¿Tanto?
—Es una caja fuerte.—Respondió el sujeto— De muy buen material. Demoraré bastante y no sé cuantas herramientas tendré que usar.
La castaña hizo una mueca ante esto.
¡200.000 yenes!
Era mucho dinero.
Prácticamente, su sueldo de un mes y un poco más.
Ella no tenía todo ese dinero. Entre renta, comida, gastos de la Universidad, pasaje de tren o autobús, entre otras cosas ¡el dinero se le iba! Sí, tenía dinero ahorrado, pero estaba destinado para emergencias.
Pero...Esta era la única forma de abrir esa caja...
Hikari hizo una mueca.
—Deme un tiempo...—Comentó— Juntaré el dinero y se lo daré.
La videollamada en Zoom seguía activa, pero la mesa de Rika ahora estaba llena de papeles con anotaciones, su cuaderno abierto con páginas llenas de ecuaciones y un bolígrafo a punto de quedarse sin tinta. Soltó un largo suspiro de alivio y dejó caer la cabeza sobre su escritorio.
—¡Por fin terminamos! —exclamó con dramatismo—. Damar, eres una genia por aguantarme todo este tiempo.
Damar, en la otra ventana de la pantalla, se rió mientras estiraba los brazos.
—No es para tanto. Es una ayuda. Nada más.
Rika levantó la cabeza y la miró con una sonrisa cansada.
—De todas formas, gracias. Si no fuera por ti, todavía estaría peleando con ese último ejercicio.
Damar negó con la cabeza, restándole importancia.
—No tienes que agradecerme. Para eso están las amigas, ¿no?
Rika sonrió, pero antes de que pudiera responder, Damar cambió el tema con entusiasmo.
—Oye, ya que terminamos, ¿qué te parece si vamos al cine?
Rika parpadeó, sorprendida.
—¿Con este clima?
Se levantó y caminó hasta su ventana, apartando la cortina. La lluvia seguía cayendo con fuerza, las gotas golpeaban el vidrio y un viento frío movía las ramas de los árboles. Volvió a mirar la pantalla de la laptop con una ceja arqueada.
—Damar, está lloviendo a cántaros.
—¿Y qué? —respondió la otra con naturalidad—. Hay una película que quiero ver y mis hermanos no tienen ánimos de ir conmigo.
Rika apoyó un codo en la mesa y la miró con incredulidad.
—Así que yo soy tu última opción.
—¡No! —Damar se apresuró a corregirse—. Es que pensé que podría ser divertido ir juntas.
Rika se quedó en silencio por un momento, meditando la propuesta. Salir con lluvia no era precisamente su plan ideal, pero tampoco tenía nada mejor que hacer.
—¿Qué película es?
—Una de suspenso, creo que te va a gustar.
Rika suspiró y miró nuevamente por la ventana, viendo las gotas de lluvia deslizarse por el cristal.
—Tendremos que correr para no empaparnos.
—Es parte de la aventura —respondió Damar con una sonrisa.
Rika rodó los ojos, pero terminó riendo.
—Está bien.
Damar levantó el pulgar con entusiasmo.
—¡Perfecto! ¿Nos vemos a la cinco?
—Bueno.
—¡Genial! Nos vemos.
La videollamada terminó, y Rika se quedó mirando la pantalla unos segundos antes de levantarse para prepararse. Puede que la idea de salir bajo la lluvia no fuera su favorita, pero una tarde en el cine con Damar sonaba como un buen plan.
Damar cerró la laptop con una sonrisa satisfecha. Había logrado convencer a Rika de salir al cine, lo cual, con ese clima, era casi una hazaña. Sin embargo, aún tenía una idea más en mente.
Tomó su teléfono del escritorio y buscó el contacto de Ryo en su lista. Se mordió el labio con una expresión pensativa antes de presionar el botón de llamada.
El tono de llamada sonó varias veces antes de que Ryo finalmente contestara con su voz ligeramente somnolienta.
—¿Damar? ¿Por qué me llamas?
Ella sonrió al escuchar su tono adormilado.
—Hola, dormilón. ¿Te desperté?
—No, no… —bostezó—. Bueno, tal vez un poco. ¿Qué pasa?
Damar se recostó sobre su cama, apoyando el teléfono entre su hombro y su oído.
—¿Tienes planes para hoy?
—No realmente. Pensaba quedarme en casa, tal vez ver una película.
—¡Perfecto! —exclamó ella con entusiasmo—. Justo iba a invitarte al cine.
Hubo un breve silencio en la línea antes de que Ryo respondiera con un tono escéptico.
—¿Salir con este clima? ¿Estás loca?
Damar rió.
—¿Por qué todos reaccionan así? Un poco de lluvia no hace daño.
—Depende… si es un 'poco' de lluvia o un diluvio como el de afuera.
—No seas exagerado —insistió ella—. Solo es lluvia. Además, tengo muchas ganas de ver esta película, y mis hermanos no quieren ir.
Ryo suspiró, pero Damar pudo notar que estaba considerando la oferta.
—¿Y por qué yo?
—Porque sé que te gustan las películas de suspenso. Vamos, será divertido.
—No sé…
Damar decidió jugar su última carta.
—Voy a comprar palomitas y refresco para ambos. Mi invitación.—Comentó— Incluso ¡ya tengo los tickets! Solo necesito que honres con tu presencia.
Ryo soltó una risa.
—Sabes cómo convencer a la gente, ¿eh?
—Lo intento.—Musitó la joven— Entonces, ¿vienes?
—Está bien, está bien. ¿A qué hora?
Damar revisó la hora en su reloj.
—Nos encontramos en el cine del centro comercial a las cinco. No llegues tarde.
—Lo intentaré.
—Nos vemos pronto.
Damar colgó y sonrió, satisfecha. Se levantó de la cama y se dirigió hacia su armario para vestirse.
La parte divertida vendría cuando Ryo llegara y se diera cuenta de que Rika también estaba allí.
Detrás del enorme escritorio de caoba, Yamato Ishida, el hombre cuyo semblante severo podía intimidar a cualquiera, observaba fijamente al joven que tenía delante. Kiriha, con una expresión firme, sostenía la mirada del hombre que había hecho todo lo posible por mantenerlo alejado de su hija.
El silencio entre ambos era tenso, casi insoportable. Finalmente, Yamato rompió la quietud.
—Gracias por venir —dijo, aunque su tono no denotaba gratitud alguna.
Kiriha cruzó los brazos, manteniéndose de pie frente al escritorio.
—No estoy aquí por usted, Yamato. Estoy aquí porque me dijo que hablaríamos de Nene.
El comentario hizo que los ojos de Yamato se entrecerraran levemente, pero decidió ignorarlo.
—Precisamente por eso te llamé —replicó con calma calculada.
—Dígame ¿qué ocurre con ella?
—Muchas cosas.—Respondió Yamato—Sé que en el tiempo que ella regresó de Estados Unidos nosotros no hemos tenido una buena relación.
—Porque usted no ha aceptado que acerque a ella.
—Exacto.—contestó el Ishida— Yo te dije que te alejaras de ella.
—Pero no ocurrió.—Kiriha lo interrumpió.
—Lo sé.—Musitó Yamato— Y verdaderamente me sorprende...—Anteriormente fue fácil ahuyentar a pretendientes de sus hijas que no le agradaban— Te ofreció dinero, te ofrecí una posición estable en mi empresa, te dije que si no te alejabas te iba a echar, pero aún así, sabiendo todo eso, tu decidiste continuar con ella ¿puedo saber por qué?
—Porque estoy interesado en ella.—Respondió Kiriha— Creo que está más que claro.
—¿En ella? ¿o en nuestro dinero? ¿o en tener una más en tu lista de conquistas?
Kiriha movió la cabeza: —Señor Ishida, si me citó aquí para decirme por milésima vez que no soy suficiente para su hija, puede ahorrarse su comentario. Y me voy...—Declaró.
—No.—Contestó Yamato— No es eso.
Aunque, lo seguía pensando.
—Entonces ¿qué es?
Yamato suspiró. Intentaría explicar esto de manera simple.
Aunque le costase
—Mira, yo sé que, desde que Nene llegó y te involucraste con ella, las cosas no han estado bien.—Comentó Yamato— Antes de todo esto, yo te tenía en buena consideración. En sí, no considero que seas un mal chico.
—Pero...—Musitó Kiriha con seriedad. Porque sabía que había un pero.
Yamato suspiró.
—Verás, para mi es difícil ver que mi hija esté con alguien.—Explicó— Por lo general, me cuesta mucho aceptar a sus pretendientes.—Continuó— Nene estuvo un tiempo lejos de casa, por su intercambio y para mí es difícil ver que regresa y ¡pum! me presenta un interés amoroso de la nada.
Kiriha escuchó atentamente: —Ella es adulta.
—Lo sé, pero para mí siempre será una niña.—Respondió Yamato— Es mi hija.
Bueno, eso lo entendía, en parte.
—Mira, yo sé que no he sido el mejor, pero quiero pedirte que me ayudes a convencer a Nene de que regrese a casa.
Kiriha frunció el ceño, claramente sorprendido por la petición.
—¿Que la convenza de volver con usted? —repitió, con incredulidad en su voz.
Yamato inclinó ligeramente el cuerpo hacia adelante, apoyando los codos sobre el escritorio.
—Sé que he cometido errores. Quizás no he sido lo suficientemente comprensivo con ella, pero todo lo que hice fue pensando en su bienestar.
—¿En su bienestar? Le pagó a su propio empleado para que actuara como si fuera gay, solo para apartarlo de ella. No acepta que trabaje en su empresa. ¿Y ahora quiere que yo le ayude a convencerla de que vuelva a su casa?
Yamato apretó la mandíbula, pero no perdió la compostura.
—No espero que me entiendas, Kiriha. No tienes hijos. No sabes lo que es temer por su seguridad, por su futuro.
—Tiene razón. No tengo hijos —replicó Kiriha, acercándose un paso al escritorio—. Pero he hablado con Nene y entiendo lo que sucede con ella. Y le aseguro su hija sufre más de lo que cree con sus acciones.
Yamato suspiró: —Nene no entiende que yo solo intento protegerla.—Habló— No quiero hablar contigo sobre lo que he hecho y lo que no. Solo quiero que me ayudes a convencerla a regresar a casa. Ella no está preparada para enfrentar el mundo sola. Por mucho que lo niegue, Nene necesita una guía.
Kiriha lo miró con seriedad.
—Nene no necesita una guía, necesita libertad. Y si realmente quiere que regrese, tendrá que demostrarle que ha cambiado, que puede confiar en ella como persona adulta.
El silencio volvió a llenar la habitación mientras ambos hombres se estudiaban mutuamente. Finalmente, Yamato suspiró, como si estuviera cargando con un peso invisible.
—Haré lo que sea necesario para recuperar a mi hija —admitió en un tono más bajo, casi como si le costara decirlo.
Kiriha asintió, aunque su expresión seguía siendo seria.
—Si realmente quiere recuperarla, deje de tratar de controlarla. Déjela tomar sus propias decisiones, incluso si no le gustan.
Yamato se quedó en silencio, procesando las palabras del joven que había pasado tanto tiempo intentando alejar de su hija. Aunque no lo admitiera en voz alta, en ese momento, una parte de él reconoció que Kiriha no era el enemigo que había imaginado.
—Lo pensaré —dijo finalmente, con voz firme pero algo cansada.
Kiriha se giró hacia la puerta, dispuesto a marcharse, pero se detuvo por un momento.
—Si realmente la ama, Yamato, demuéstrelo con acciones, no con amenazas.
Y, sin esperar respuesta, salió de la oficina, dejando a Yamato solo con sus pensamientos y la pesada realidad de sus propios errores.
El viento frío azotaba con fuerza mientras la lluvia caía sin cesar, empapando a todos los que se atrevían a caminar bajo ella. El centro comercial, normalmente un bullicioso refugio de gente, se encontraba ahora tranquilo, como si la tormenta hubiera apagado su energía.
Ryo llegó primero, su chaqueta oscura completamente empapada, los cabellos pegados a su rostro por la lluvia. Caminó con paso firme hacia la entrada, dejando un rastro de gotas detrás de él. Sus zapatos crujían sobre el agua acumulada en el suelo mientras avanzaba, y no pudo evitar maldecir para sí mismo. Había sido un error no traer un paraguas. En cuanto cruzó las puertas del centro comercial, el calor lo envolvió de inmediato, y Ryo dejó escapar un suspiro de alivio al despojarse de la humedad que lo calaba hasta los huesos. Sacó su teléfono, revisó el mensaje de Damar y se dirigió al vestíbulo, donde se detuvo frente a la cartelera, intentando no mostrar que la lluvia le había fastidiado el ánimo.
Poco después, Rika hizo su aparición, también completamente empapada. El agua caía en cortinas sobre su suéter ligero y sus jeans, y su cabello pelirrojo, usualmente recogido con perfección, ahora caía en mechones desordenados sobre su rostro. Su mirada, normalmente confiada, ahora reflejaba una ligera irritación mientras se apresuraba a entrar en el centro comercial, buscando refugio de la tormenta. Al igual que Ryo, dejó caer una corriente de agua sobre el piso al entrar. Se sacudió el exceso de lluvia de la ropa, con el gesto de quien no tiene paciencia para las sorpresas de la vida.
Ambos avanzaron por el vestíbulo por separado, sin notar que se acercaban al mismo lugar. Fue solo cuando Rika levantó la vista y vio a Ryo frente a la cartelera que ambos se detuvieron en seco. La sorpresa en sus rostros fue inmediata.
—¿Rika? —preguntó Ryo, arqueando una ceja, asombrado al encontrarla allí, empapada y visiblemente molesta.
—¿Ryo? —respondió ella, frunciendo ligeramente el ceño al notar la misma sorpresa en él.
Se quedaron mirándose por unos segundos, como si intentaran procesar la casualidad de la situación. Ambos habían sido invitados por Damar, pero ninguno de los dos esperaba encontrarse allí, en medio de la tormenta, bajo las mismas condiciones.
—¿Qué haces aquí? —preguntó finalmente Rika, cruzando los brazos y mirando a su alrededor con desconfianza.
—Damar me invitó. ¿Y tú? —respondió Ryo, con una ligera mueca en sus labios.
—Lo mismo —Rika ladeó la cabeza, su tono desconfiado—. Qué casualidad, ¿no?
Ryo hizo una ligera mueca de incomodidad y sacó su teléfono para revisar los mensajes de Damar. En ese momento, ambos recibieron una notificación al mismo tiempo.
(De: Damar)
"Lo siento muchísimo, no podré llegar. Espero que disfruten la película. Por cierto, están juntos, ¿verdad? ¡Diviértanse!"
Rika leyó el mensaje con incredulidad antes de soltar un resoplido.
—¡No puedo creerlo!
—No vendrá.— Musitó Ryo.
Rika frunció el ceño ante esto, no esperaba que su amiga hiciera algo como esto.
—Creo que no hay que ser tan inteligente para saber que...
—¿Qué fue planeado?— Preguntó Ryo.
La pelirroja asintió.
Ryo miró su teléfono y luego a Rika, esbozando una leve sonrisa irónica.
—Es bastante obvio que Damar nos tendió una trampa.
—¡Vaya! Que buena amiga. Con este clima nos cita aquí...—Rika negó con la cabeza, claramente molesta—. Esto es ridículo.
Ryo encogió los hombros, intentando disimular la incomodidad que empezaba a surgir en él.
—Bueno, ya estamos aquí. —Hizo una pausa y miró los boletos en su mano—. Y parece que nuestros asientos están juntos.
Rika levantó una ceja, mirando los boletos que sostenía Ryo y luego los suyos propios.
—¿En serio? —preguntó, el tono entre incredulidad y resignación.
—En serio. —Ryo le mostró los números de los asientos, confirmando lo inevitable.
Hubo un momento de silencio incómodo entre ellos. Ambos miraron hacia las puertas de la sala, como si estuvieran considerando si deberían simplemente irse o seguir adelante con lo que claramente había sido una cita forzada.
Finalmente, Rika suspiró y rompió el hielo.
—¿Vemos la película?
Ryo lo miró fijamente, como si evaluara su propuesta.
—¿Juntos? —preguntó con un ligero tono desafiante, pero sin perder la compostura.
Rika se encogió de hombros, con una leve sonrisa.
—¿e? s-sí...—Habló—Di-digo...Damar no vendrá, el clima está feo...no creo que quieras regresar a casa y haberte mojado por nada.
Buen punto
—Dime ¿quieres?
Ryo entrecerró los ojos, como si buscara algún motivo oculto en sus palabras, pero finalmente soltó un suspiro.
—La última vez que vinimos al cine, mejor dicho, la última vez dijiste que jamás volverías a ver una película conmigo.—Comentó— ¿Recuerdas?
Rika hizo una mueca ante esto y su mente regresó a ese día en el cual por unas simples cabritas se enojó con Ryo.
—¿E? S-sí...—Balbuceo— Lo dije.—Respondió— Pe-pero...no quiero desperdiciar mi boleto ¿sabes?...Dime ¿enserio quieres perder tu viaje aquí?
Ryo pasó su mirada por la pelirroja. No parecía a la defensiva, ni nada, estaba actuando extraña. Era como si ella quisiera amigarse con él.
Hizo una mueca.
—Rika, no creo que sea bueno ver la película juntos.
—¿Por qué no?— Preguntó la pelirroja.
—Luego de todo lo que ocurrió.
Rika hizo una mueca: —Eso ya pasó.
—Tu padre no quiere verme contigo.—Declaró Ryo.
—Él no está aquí.
—Pero puede aparecer.—Respondió el oji-azul.
Rika se cruzó de brazos, su mirada fija en Ryo mientras procesaba lo que él acababa de decir. No era la primera vez que discutían sobre la relación entre él y su padre, y por alguna razón, esta vez sentía que todo estaba diferente, aunque no sabía exactamente por qué. Quizá era el clima, la tormenta que los había atrapado juntos, o simplemente la incomodidad palpable que ambos compartían. Lo cierto era que no tenía ganas de irse. El hecho de que Ryo estuviera allí, dispuesto a compartir un momento con ella, pese a todo lo que había pasado, la hizo replantearse las cosas.
Rika respiró hondo y dio un paso hacia él.
—¿Sabes? —comenzó, bajando un poco la voz, como si estuviera considerando lo que iba a decir—. No quiero que todo esto sea un drama. Ya está bastante raro, ¿no? Ya no hay necesidad de seguir con las tensiones... y, sinceramente, ni siquiera me importa lo que mi padre piense ahora. Él no está aquí. Estamos tú y yo, con una película por ver y un boleto que se va a desperdiciar si no lo aprovechamos.
Ryo la miró, sorprendido por el cambio en su tono. No estaba seguro de si Rika realmente quería arreglar las cosas entre ellos o si solo estaba intentando evadir la situación incómoda. Sin embargo, algo en su mirada cambió. Rika estaba más calmada, casi... sincera.
—Rika, no es solo eso —respondió Ryo, mirando a lo lejos, como si estuviera buscando las palabras correctas—. Las cosas entre nosotros no son fáciles, y después de todo lo que pasó...Prefiero tomar distancia...
—¿Distancia?— Preguntó la pelirroja—Pe-pero...Ryo...
—Lo siento.—Musitó el Akiyama antes de voltear e irse.
—¿Mi padre te citó a hablar?— Preguntó Nene sorprendida.
Kiriha asintió.
—¿Por qué?
—Para hablar...—Respondió— De ti.
—¿De mí?
—No me digas que te pidió que me convencieras de regresar a casa.
Kiriha asintió.
Nene rodó los ojos: —¿Por qué insiste tanto?
—Es tu padre.—Respondió el rubio.
—Sí, lo es, pero ya le dije las diez mil razones que tengo para no regresar.
Nene cruzó los brazos, claramente molesta. La idea de regresar a casa, después de todo lo que había sucedido, era lo último que quería. Miró a Kiriha, esperando que él pudiera entender lo que significaba para ella estar allí, lejos de su familia, en un lugar donde se sentía más libre.
—¿Y qué te dijo exactamente? —preguntó Nene, tratando de sonar calmada, pero su voz traicionaba una ligera frustración.
Kiriha se acomodó en su asiento, buscando las palabras adecuadas. Sabía que la situación no era fácil para ella, pero aún así, tenía que hacerle entender el punto de vista de su padre.
—Me dijo que... que te extraña. Que, aunque todo lo que ocurrió no puede deshacerse, quiere que vuelvas a ser parte de la familia. Sabe que no puedes olvidar todo lo que pasó, pero espera que, con el tiempo, puedas perdonar y... regresar.
Nene soltó una risa amarga.
—¿Perdonar? —repitió, como si la palabra fuera un veneno en su boca— ¿Y cómo se supone que lo haga, Kiriha? ¿Cómo se supone que perdone a alguien que me ha mentido durante toda mi vida? ¡No es tan fácil!
Kiriha bajó la mirada, comprendiendo la herida que Nene tenía. Pero, al mismo tiempo, sentía que su padre no debía ser dejado atrás sin al menos un intento de reconciliación. Sin embargo, no podía decirlo de esa manera. En cambio, optó por ser más sutil.
—Lo sé, Nene. Pero lo que no sabes es cuánto duele a él verte tan distante. No es que quiera que olvides lo que pasó, pero... ¿y si pudieras encontrar la paz volviendo? No por él, sino por ti misma. Tal vez... tal vez podrías sentir que no todo está perdido.
Nene lo miró fijamente, sopesando sus palabras. Había algo en la forma en que lo decía que la hacía dudar, aunque no quería admitirlo. Podía sentir el esfuerzo de Kiriha por hacerla entender, pero algo dentro de ella seguía firme.
—Lo que más quiero ahora es estar en paz conmigo misma, Kiriha. No quiero estar en medio de un tira y afloja entre mi padre y yo. Ya tengo suficientes cosas en la cabeza como para agregar más complicaciones.
Kiriha la observó en silencio, sabiendo que no iba a cambiar de opinión tan fácilmente. Sin embargo, no podía dejar de intentarlo.
—Lo entiendo, pero solo piensa en ello. No tienes que decidir ahora mismo. Solo... piensa en lo que realmente quieres. Y, si algún día decides volver, yo estaré aquí para apoyarte, pase lo que pase.
Nene se quedó en silencio por un momento, mirando el espacio vacío frente a ella. No sabía si lo que le decía Kiriha era lo correcto, pero, al menos por ahora, la idea de regresar no la convencía.
—Gracias, Kiriha. Pero por ahora... no.
¡Bip, bip!
Justo en ese momento el móvil del rubio sonó.
Kiriha dirigió su mirada hacia su smartphone e hizo una mueca. Rápidamente dejó caer su móvil en el sofá sin interés.
—¿Quién es?— Preguntó Nene— ¿Mi padre?
—No.—Respondió el rubio— Es otra persona.
—¿La misma persona de ayer?— Cuestionó la castaña.
Kiriha frunció el ceño: —No importa.
¡Bip, bip!
Otra vez sonó.
—Pero ¡¿qué rayos quiere?!— Exclamó el rubio.
—¿Quién es?
Kiriha suspiró molesto y tomó su smartphone— Alguien sin importancia.
—No parece sin importancia, ya que te hace enojar, bastante.
El rubio simplemente se mantuvo en silencio.
Nene tomó asiento a su lado: —Kiriha, ahora tú y yo estamos en una relación.—Comentó— Dijimos que confiaríamos el uno en el otro ¿Recuerdas?—Musitó— Dime ¿qué sucede?
Kiriha respiró profundamente, mirando a Nene con un brillo de conflicto en los ojos. Ella tenía razón, había prometido confiar en ella, pero, por alguna razón, hablar sobre su familia le resultaba complicado. La relación con su tío era algo que le había dejado cicatrices profundas, y, en su mente, solo había dolor y resentimiento cuando se trataba de esa figura. Sin embargo, la sinceridad de Nene, su insistencia por saber lo que realmente ocurría, le hizo sentir que, tal vez, era hora de dejar de cargar con ese peso solo.
Suspiró una vez más antes de decidirse a hablar.
—Es mi tío —dijo al fin, su voz algo temblorosa al pronunciar esas palabras.
—¿Tu tío?
Kiriha asintió: —El que me… el que me robó el dinero de la empresa de mis padres.
Nene lo miró, sorprendida, sin saber qué decir. La historia de Kiriha siempre había sido un misterio para ella, algo vago que él había evitado compartir. Pero ahora, al escuchar esas palabras, todo cobró sentido. La tristeza y la rabia en la mirada de Kiriha no dejaban lugar a dudas de que lo que había vivido con su tío no era algo fácil de superar.
—¿Tu tío? —preguntó Nene, su tono suave y comprensivo— ¿Por qué no me habías contado antes?
Kiriha apartó la mirada, sintiendo una mezcla de vergüenza y frustración. No quería que Nene lo viera de esa manera, como un huérfano destrozado por la traición. Pero, al mismo tiempo, ya no podía seguir guardando ese secreto.
—No es algo que me guste contar —murmuró—. Después de que mis padres murieron, él se hizo cargo de todo lo que quedaba. Pero, en lugar de ayudarme, se aprovechó de nuestra fortuna. Me quitó lo que me quedaba de la herencia, y luego desapareció. Ahora, cada vez que me llama, es para pedirme que le devuelva el dinero que, supuestamente, es suyo.
Nene lo miró fijamente, comprendiendo por fin la gravedad de la situación. El rostro de Kiriha estaba marcado por el sufrimiento, pero también por la ira contenida. Era evidente que aún no había podido superar la traición de su propio familiar.
—¿Entonces, por eso no quieres contestar? —preguntó, aunque ya sabía la respuesta— ¿Porque cada vez que lo haces, te trae más problemas?
Kiriha asintió, la rabia y la impotencia se reflejaban claramente en sus ojos.
—Muchos problemas.
Nene se acercó un poco más, colocando una mano en su hombro de manera reconfortante. Sabía lo difícil que era enfrentar a la familia cuando te traicionaba, y el hecho de que Kiriha estuviera confiando en ella para compartir esa carga le hizo sentir una profunda admiración por él.
¡Bip, bip!
Por tercera vez sonó.
—Pero no te preocupes, ya mismo acabaré con esto.—Musitó el rubio.
Fue así como tomó su smartphone y rápidamente contestó.
—Hola.—Respondió con seriedad.
Nene pasó su mirada por el rubio quien estaba enojada.
—Sí, soy Kiriha Aonuma.—Contestó el rubio.
Nene alzó una ceja.
A los pocos segundos el ceño fruncido de Kiriha cambió.
—¿Qué?— Preguntó el oji-azul— ¿Murió?
—Damar...—Musitó Tomoko mientras estrechaba entre sus brazos a la joven— ¡Que bueno que viniste!
Damar sonrió mientras se dejaba abrazar por la adulta.
—Me alegra verte, Tomoko.
—A mi también me alegra verte.— Tomoko tomó sus manos— Me alegra tenerte aquí.
—Disculpa por no haber venido antes.
—No tienes por qué disculparte, querida. Lo importante es que estás aquí ahora —respondió Tomoko con una sonrisa cálida, tomando las manos de Damar entre las suyas. La suavidad de su toque transmitía una paz reconfortante, como si todas las tensiones de los últimos días se desvanecieran con ese simple gesto.
Damar sonrió tímidamente, sintiendo el calor de la mujer a quien había llegado a querer tanto, la madre de su mejor amigo, Kouichi. Debía admitir que la había extrañado, y mucho, pero por miedo a encontrarse con Kouji no fue suficientemente valiente para venir más que de una simple pasada a verla.
—La verdad es que estuve ocupada... —comenzó a decir, pero Tomoko la interrumpió con una ligera risa.
—¡Ay, Damar! Ya sé que estás muy ocupada. Si no vinieras por mí, seguro que estarías en mil cosas más. Lo entiendo, no hace falta que te disculpes. —Su mirada se suavizó y sus ojos brillaron con una sinceridad genuina—. Lo que más me importa es que estés bien y que no me hayas olvidado.
Damar sintió que su pecho se apretaba por un momento. No solo era la salud de Tomoko lo que la preocupaba, sino también el saber cuánto la mujer realmente la valoraba. Aquella voz cálida y ese gesto amable le demostraban que no todo en la vida era competitivo o frío, como solían enseñarle en otros ambientes.
—Cuéntame ¿cómo has estado?— Preguntó Tomoko.
—Muy bien ¿y usted? ¿cómo te ha sentido?
—De a poco sobreviviendo a mi enfermedad...—Comenzó la mujer.
~Días atrás~
El viento frío de la tarde agitaba las hojas secas en el camino de piedra del gran cementerio. El cielo gris parecía reflejar el ambiente pesado que envolvía a la familia Ishida tras despedir a Layla, una de las empleadas de confianza que había estado con ellos durante años. Izumi caminaba con la mirada fija en el suelo, sus manos temblaban ligeramente, y aunque su rostro estaba impasible, la tristeza era evidente en sus ojos enrojecidos.
Haruna, unos pasos detrás de ella, observaba con preocupación. Desde que Kouji llegó a la mansión Ishida, había notado cómo Izumi se esforzaba en mantener la compostura, cómo evitaba derrumbarse en público. Pero lo que más le molestaba era que Kouji, su novio, había estado presente todo el tiempo y ni siquiera se había acercado a Izumi. Ni una palabra de consuelo, ni un gesto de apoyo. Nada.
No era la primera vez que lo veía comportarse así. Haruna recordaba perfectamente cómo Kouji había ignorado el dolor de Izumi cuando murió su tía Satomi. Y ahora, otra vez, la dejaba sola en su sufrimiento.
Nene se había burlado de su hermana, Izumi, sacándole en cara esta situación. Y aunque no estuvo bien. Tenía razón.
Suspiró con frustración y apretó el paso hasta alcanzar a Izumi.
—Izumi —llamó en voz baja, colocando suavemente una mano en su brazo.
Izumi se detuvo por un momento, pero no levantó la mirada. Haruna pudo ver cómo apretaba la mandíbula, como si estuviera reprimiendo todo lo que sentía.
—¿Quieres salir a dar una vuelta, a caminar, o hacer algo diferente? —preguntó Haruna con tono gentil.
Izumi negó con la cabeza lentamente.
—No, gracias… prefiero irme a casa.
—Querida, no es bueno que te encierres.—Comentó la castaña— Quizás, sea bueno que te distraigas.
—Lo sé.—Respondió— Y agradezco mucho que me ofrezca salir. Pero ahora quiero descansar.
La respuesta fue breve, casi mecánica, y eso solo hizo que Haruna se preocupara más.
—¿Estás segura? —insistió.
Izumi soltó un leve suspiro y, por primera vez en toda la tarde, levantó la vista.
—Segura. Necesito estar sola… necesito procesar todo...—dijo con voz apagada.
Haruna la estudió en silencio, su mirada escaneando cada pequeño detalle: las sombras bajo sus ojos, el leve temblor de sus manos, la forma en que abrazaba su propio cuerpo como si intentara sostenerse a sí misma.
La castaña se mordió el labio. No quería ser invasiva, pero no podía quedarse callada.
—Kouji no te dijo nada, ¿verdad?
Izumi parpadeó, sorprendida por la pregunta. Bajó la mirada otra vez y sacudió la cabeza con una sonrisa amarga.
—No… ni siquiera me preguntó cómo me sentía.
Haruna sintió un nudo en el estómago.
—Disculpa que te pregunte, pero ¿no te molesta? —preguntó, sin rodeos.
Izumi tardó en responder.
—No lo sé… supongo que ya me acostumbré.—Declaró— Él no es muy atento o de piel.
Esa respuesta fue suficiente para que Haruna sintiera ganas de sacudirla.
—Izumi… —susurró, conteniendo su frustración—. ¿Te das cuenta de lo que estás diciendo? ¿Te acostumbraste a que la persona que se supone que te quiere te ignore cuando más lo necesitas?
Izumi se quedó en silencio, sin saber qué responder.
Haruna tomó aire y continuó con más calma:
—Mira, no te voy a decir qué hacer. Y tampoco quiero sonar como Nene cuando se burló de ti, pero en cierto modo tuvo razón… esto no es normal. No está bien que siempre tengas que soportar esto sola. Sé que hay personas que te dicen que Kouji es el chico perfecto para ti, pero… ¿perfecto para quién? Porque no parece ser perfecto para ti.
Izumi tragó saliva, sintiendo que algo dentro de ella se removía.
—Pero… —intentó decir, pero Haruna la interrumpió con suavidad.
—Pero nada, Izumi. Yo te vi aquel día. Yo vi cómo Kouji te trató mal. ¿Recuerdas? Aquella vez que discutieron en la cafetería. ¿Cómo te habló? ¿Cómo te hizo sentir?
Izumi se mordió el labio, recordando ese momento con incomodidad.
—Sí… lo recuerdo.
—¿Y recuerdas cómo me miraste después? —continuó Haruna—. Con esa expresión de vergüenza, como si tú fueras la que hizo algo mal. Pero no fuiste tú, Izumi. Fuiste tú quien terminó disculpándose por algo que él hizo.
Izumi cerró los ojos un momento.
—Kouji no es así todo el tiempo…—Intentó justificar. Aunque internamente sabía que no. Pocas veces Kouji actuaba diferente.
Haruna suspiró.
—Lo sé. Nadie es completamente malo. Pero Izumi, si la mayor parte del tiempo te sientes ignorada, menospreciada o sola, entonces algo está mal. El amor no debería sentirse así.
Izumi apretó los puños. Sus emociones estaban desbordándose.
—No es fácil, Haruna…
Haruna la miró con ternura y le tomó las manos con suavidad.
—No, no lo es. Y entiendo que tengas miedo. Pero también sé que mereces más que esto. Merezcas a alguien que esté ahí para ti, no a alguien que aparece cuando le conviene y desaparece cuando más lo necesitas.
Izumi sintió que sus ojos se humedecían.
—No sé si puedo…
—Sí puedes —afirmó Haruna—. Y cuando decidas hacerlo, yo estaré aquí. No tienes que pasar por esto sola.
Izumi la miró, y por primera vez en toda la tarde, sintió que alguien la entendía de verdad. Haruna le dio un leve apretón en las manos antes de soltarla.
—Muchas gracias.
Izumi asintió con una pequeña sonrisa temblorosa.
Haruna le pasó un brazo por los hombros y juntas llegaron a la salida, donde estaba Yamato hablando con Nene, Kiriha y Takeru.
~Actualidad~
Haruna empujó con suavidad la puerta de la cafetería y fue recibida por el cálido aroma del café recién hecho y el murmullo relajante de las conversaciones a su alrededor. Sus ojos recorrieron el lugar con calma hasta que, en una de las mesas junto a la ventana, divisó a Izumi.
La joven estaba sentada con la mirada perdida en su taza, girando el líquido oscuro con la cucharilla sin verdadero interés. Su semblante reflejaba agotamiento y algo más profundo, como si estuviera sumida en pensamientos que la consumían lentamente.
Haruna avanzó con paso firme pero tranquilo, esquivando mesas y clientes hasta llegar a su destino.
—Izumi.
La voz de Haruna sacó a Izumi de su ensimismamiento. Parpadeó un par de veces antes de alzar la mirada y encontrarse con la figura de la mujer frente a ella.
—Haruna —murmuró con un atisbo de sorpresa en su voz.
Haruna le dedicó una pequeña sonrisa antes de tomar asiento frente a ella.
—Gracias por venir —dijo Izumi con sinceridad, dejando la cucharilla a un lado y entrelazando las manos sobre la mesa.
—Me preocupó tu llamada. Dime ¿qué ocurrió?
La rubia suspiró: —Lamento mucho haberla molestado.
—No me molestas querida, al contrario, tú sabes que puedes contar conmigo.—Contestó la castaña.
Izumi dirigió su mirada hacia la mujer. Era extraño, ni siquiera lo entendía, pero hablar con Haruna...la hacia sentir bien.
—Necesito hablar con alguien.—Respondió— Y-y...la única persona a quien sentí de llamar era a ti...
La castaña sonrió al escuchar esta palabra— Querida, dime ¿qué ocurre?
—¿Me puede dar un abrazo?
—¿Un abrazo?
Izumi asintió: —Por favor.
Haruna no dudó ni un segundo en rodear a Izumi con sus brazos. Lo hizo con una suavidad que solo una madre podía ofrecer, aunque para Izumi, aquel abrazo se sintió simplemente como un refugio cálido e inesperado.
La castaña deslizó una mano por la espalda de la joven, brindándole un consuelo silencioso, mientras con la otra acariciaba su cabello en un gesto instintivo de protección. Izumi, sin saber por qué, se aferró a ella con fuerza, escondiendo el rostro en su hombro. Su respiración era irregular, como si contuviera un torrente de emociones que amenazaban con desbordarse.
El cuerpo de Izumi tembló levemente, y Haruna lo percibió de inmediato. Sintió en su propio pecho el peso de la angustia de la joven, ese dolor mudo que no siempre se expresa con palabras, pero que se transmite en la forma en que alguien se aferra a otro, buscando alivio.
Izumi cerró los ojos, sintiendo una extraña sensación de seguridad, como si por primera vez en mucho tiempo alguien la abrazara de verdad, sin condiciones ni expectativas. Había recibido abrazos antes, pero ninguno se había sentido tan… genuino. Tan lleno de algo inexplicable, algo que parecía nacer desde lo más profundo del alma.
Haruna tampoco pudo ignorar lo que sentía en ese instante. Su corazón latía con fuerza, como si reconociera lo que Izumi aún no sabía. Ese era el abrazo que había anhelado darle desde el momento en que la perdió. Ahora, la tenía en sus brazos, sin que la joven supiera la verdad, y aunque una parte de ella deseaba revelarlo todo, se contuvo.
—Tranquila, querida —susurró Haruna con dulzura, sin soltarla—. No estás sola.
Izumi, con el rostro aún oculto en su hombro, asintió con un leve movimiento. No sabía por qué, pero en ese abrazo encontró algo que ni siquiera sabía que estaba buscando.
Nene observó con detenimiento cómo Kiriha guardaba sus pertenencias en una mochila, aún con el rostro tenso y preocupado. Sabía que la noticia de la muerte de su tío lo había afectado profundamente, pero ahora parecía más concentrado en los detalles logísticos, en lo que tenía que hacer para obtener la herencia. Aunque sus ojos estaban fijos en las cosas que metía dentro de su mochila, su mente claramente estaba en otro lugar.
—¿Así que, te han dejado la herencia a cambio de darle sepultura a tu tío? —preguntó Nene, mirando a Kiriha con una expresión de desconcierto, sin poder evitar pensar en lo irónico que era todo eso.
Kiriha asintió lentamente, sin levantar la mirada. Los dedos de su mano temblaban ligeramente mientras metía una camisa en la mochila.
—Herencia, no creo que sea la palabra, me dejó una propiedad y dinero del que me correspondía por mis padres...—respondió con voz apagada—. Pero, frente al mundo. Sí, es una herencia.—Comentó— Es lo que me dijo el abogado. No es mucho, pero es parte del dinero que correspondía a mis padres. Si quiero recibir lo que me dejó, tengo que encargarme de enterrarlo en el terreno de la familia Aonuma.
¡Vaya!
Pensó Nene.
De algún modo, el tío de Kiriha planeó todo. Buscó la forma de tener una sepultura "digna" después de robarle el dinero que le correspondía.
—Después de todo lo que hizo... no puedo creer que me haya dejado esto como un "favor". Me dejó como "herencia" algo que ya era mío...—Musitó— Y sabía que yo iría si o si a buscarla, porque no soy capaz de dejar a la azar algo que era de mis padres.
Sí, eso lo sabía. A pesar de todo, Kiriha siempre hablaba de sus padres. Y, por lo que sabía, Kiriha siempre fue unido a ellos antes de su fallecimiento.
—Lamentablemente no tengo más opciones que ir.
—No me des explicaciones, querido.—Comentó— En tu lugar, creo que haría lo mismo.
Nene se acercó a él, observando su actitud con una mezcla de empatía y confusión. Sabía que Kiriha tenía razones para odiar a su tío, pero esta herencia que el abogado le explicó correspondía a su familia, mejor dicho, a su padre.
—¿Enserio no quieres que te acompañe? —le preguntó, sorprendida de que no hubiera otra persona que lo acompañara.
Kiriha se detuvo un momento, mirando la mochila llena. Luego levantó la vista y la miró fijamente, su mirada un poco perdida.
—Me gustaría que me acompañaras, Nene —dijo, en un susurro, como si la idea de compartirlo con ella le trajera algo de consuelo—. Pero no quiero involucrarte en todo esto. No... no quiero que te involucres en algo que simplemente me trae malos recuerdos. Yo... ni siquiera estoy feliz de tener que ir. Voy solo por la herencia. Es todo lo que tengo ahora.
Nene lo miró con intensidad, percibiendo su tristeza y el dolor que se escondía detrás de sus palabras. Quería estar allí para él, ofrecerle apoyo, pero también entendía la naturaleza del conflicto que estaba viviendo. Aunque le gustaría acompañarlo, no podía ignorar sus propias responsabilidades.
—Pero... ¿seguro que no quieres que te acompañe? —insistió, dando un paso más cerca de él—. Entiendo lo que estás diciendo, pero si lo necesitas, quiero estar contigo. Sé que no es fácil, pero si puedo ayudarte de alguna manera, quiero hacerlo.
Kiriha cerró los ojos un momento, como si el peso de la situación lo desbordara. Pero cuando abrió los ojos nuevamente, se encontró con la mirada sincera de Nene. Agradecía su apoyo, pero sabía que no era tan simple como parecía.
—Nene, lo aprecio, realmente lo hago —dijo, tomando aire profundamente—. Pero no puedo pedirte que vengas a algo tan... complicado. Además, ambos tenemos que cumplir con lo que firmamos, ¿recuerdas? Mañana mismo empezamos con Koushiro y tendré que llamarlo para decirle que no podré ir. No sería correcto que ambos nos ausentáramos ahora.
Nene frunció el ceño, algo decepcionada por no poder ir con él, pero sabía que Kiriha tenía razón. Tenían un compromiso profesional con Koushiro, y sería difícil justificar una ausencia tan repentina.
—Lo entiendo —respondió finalmente, con una sonrisa que intentaba transmitirle tranquilidad—. No te preocupes, Kiriha. Yo estaré aquí, trabajando con Koushiro, y no te haré falta. Pero, por favor, recuerda que puedes contar conmigo. Aunque no pueda acompañarte físicamente, sabes que siempre te apoyo.
Kiriha le sonrió con una expresión agradecida, aunque algo triste. Le dio un pequeño asentimiento con la cabeza, reconociendo lo que Nene había dicho. No sabía cómo iba a afrontar todo esto, pero sabía que, al menos, no estaba solo.
—Gracias, Nene —dijo suavemente—. De verdad, lo aprecio.
El ambiente entre ellos se llenó de una calma tensa, como si ambos estuvieran asimilando la situación. Kiriha tomó una última mirada a la mochila, asegurándose de que todo estuviera listo para su viaje. Después, volvió a mirar a Nene, su rostro más sereno, aunque aún cargado de emociones complejas.
—Regresaré apenas pueda.
—Te estaré esperando.—Respondió la castaña— Aquí...—Comentó— Tenía planificado irme pasado mañana a mi nuevo departamento, pero lo dejaré para después.
Kiriha asintió.
—Gracias por estar aquí para mí.
Nene asintió, sonriendo ligeramente.
—Lo sé. Y te acompañaré en todo lo que pueda, aunque no esté allí físicamente.
Nene se acercó y depositó un beso en sus labios.
—Terminé con Kouji.
Haruna se sorprendió al escuchar esto.
—¿De verdad?
Izumi asintió.
—Decidí seguir su consejo.—Habló— Bueno, el consejo que tanto usted, como Takuya y mi madre me dieron.—Declaró.
Mimi observó a su hija sorprendida, no sabía exactamente como sentirse, porque era evidente que Izumi no se encontraba bien.
—¿Y?—Preguntó— ¿Cómo te sientes?
—Me siento como si hubiera fallado.—Declaró Izumi.
—¿Fallado?
La rubia asintió: —Todos tenían expectativas en esta relación y no sé qué dirán o qué pensará el resto.
—¿Por qué te importa tanto lo que opinen los demás?
—Porque siempre me criaron con la mentalidad de demostrarle al mundo que nuestra familia es "perfecta" cuando conocí a Kouji, él me gustó y todos al instante estuvieron de acuerdo con esa relación, porque era perfecta.—Declaró la oji-verde— Kouji es el hijo de un senador, tiene dinero, su familia es de prestigio y frente a todos es el "novio perfecto"
—Querida, no importa lo que piense el resto.—Declaró la castaña— El resto no vivirá tu vida. Me dices que, el resto piensa que Kouji es el "novio perfecto" pero tú en carne propia verificaste que no es verdad. Dime ¿crees que es justo que tengas que soportar a alguien que no te hace bien solo por el resto?
—Algunas veces pienso que no.—Habló Izumi— Pero luego veo que mi madre regresó con mi padre y...
—Tu madre tuvo sus razones.—Contestó Haruna— No estoy de acuerdo, pero lo hizo, por ustedes, por su familia. Porque lleva años casada con Yamato.—Declaró— Tenían una familia. En cambió tú no tienes algo más allá que tus sentimientos para estar vinculada con Kouji.
"Sus sentimientos"
—Ese creo que también es otro problema.—Musitó la rubia— Sé que debo estar con Kouji, porque nos vemos bien, ante todos somos la pareja perfecta, pero ni siquiera sé si mis sentimientos por él están claros ahora.—Suspiró— De aquí a un tiempo, ya no me siento tan enamorada de Kouji como estaba cuando comenzamos nuestra relación.—Comentó— Al contrario, ya no siento esa chispa que me atraía a él...
La castaña escuchó atentamente.
—No me siento a gusto con él...—Continuó la rubia— No es como cuando estoy con Takuya.
—¿Con Takuya?
El nombre de ese chico llamó su atención.
—¿Por qué mencionas a ese chico?
Izumi se mordió el labio inferior y observó a todos lados esperando que nadie estuviese cerca.
—¿Te puedo confiar un secreto?
—Claro.—Respondió la castaña— Puedes confiarme lo que sea.
La rubia suspiró y se acercó a la mayor— Sé que esto sonará mal, porque solo ayer terminé con Kouji, pero no puedo evitarlo.
—¿Evitar qué, querida?
Izumi suspiró: —Admitir que, de aquí a un tiempo atrás comencé a sentirme muy atraída por Takuya.
—¿Qué?— Preguntó— ¿Te gusta Takuya?
Haruna parpadeó sorprendida, como si no pudiera creer lo que acababa de escuchar. Observó a Izumi con detenimiento, notando el ligero rubor en sus mejillas y la forma en que evitaba su mirada.
—Sí.—Respondió— Bu-bueno me siento atraída.— Izumi bajó la mirada, jugueteando con sus dedos de manera nerviosa.
—¡Wow!— Fue lo único que pudo decir.
No esperaba esta confesión, pero...No le desagradó.
—¿Sabes? No me sorprende.
Izumi alzó la mirada: —¿Qué?
—Lo que escuchas.—Respondió la castaña— No me sorprende que te sientas atraída, Takuya siempre está contigo en los momentos difíciles, te logra sacar sonrisas, incluso te mira de una forma que...—Sonrió— Es hermosa.—Comentó— Y de aquí aun tiempo puedo decir que tu mirada hacia él es diferente cuando estás con Kouji.
—¿Mi mirada?
Mimi asintió: —Es como si, tus ojos brillaran con su presencia.
Izumi se ruborizó a más no poder—Bu-bueno yo… —suspiró—. Es confuso. Sé que apenas ayer terminé con Kouji, pero cuando pienso en Takuya… siento algo diferente. Pero sé que no debería sentirlo.
—Querida, no te avergüences.—Mimi tomó su mano— Puedes confiar en mi.
La rubia suspiró: —No quiero que piense mal de mi, Haruna.
—No pienso mal de ti.—Respondió la castaña— Jamás podría hacerlo. Sé que eres buena niña.—Declaró— Y sé que, si comenzaste a sentir algo por ese chico es por una razón ¿no?
—Izumi, ¿desde cuándo sientes esto?
La rubia bajó la mirada, sintiéndose expuesta.
—No lo sé con exactitud… supongo que desde hace un tiempo. Antes lo ignoraba, pero poco a poco me di cuenta de que me sentía más cómoda con él, más libre… más yo misma. Algo que no sentía con Kouji desde hace mucho tiempo.
—¿Cómo te sientes cuando estás con él?
Izumi sonrió levemente, casi sin darse cuenta.
—Cuando estoy con él, me siento libre. No tengo que fingir ser perfecta o decir lo correcto todo el tiempo. Simplemente… soy yo. Y él no me juzga por eso. Me escucha, me entiende… —hizo una pausa y se mordió el labio—. Me hace reír, Haruna. Hace mucho tiempo que no me sentía así con alguien.
Haruna observó con atención la expresión de Izumi. A diferencia de cuando hablaba de Kouji, ahora su rostro se veía más relajado, más iluminado. No había duda de que lo que sentía por Takuya era genuino.
—¿Y qué piensas hacer al respecto? —preguntó la castaña.
Izumi se tensó de inmediato.
—Nada… —susurró—. No puedo hacer nada. Apenas terminé con Kouji, y si ahora empiezo a acercarme a Takuya, todos pensarán que lo engañé.
Mimi negó con la cabeza.
—No te castigues por sentir. Kouji y tú estuvieron juntos por mucho tiempo, pero eso no significa que fueras feliz. Y tampoco significa que debas obligarte a seguir con alguien solo porque la sociedad lo espera.
—¿Pero lo hiciste?
—Es difícil no puedo evitar sentir que me traicioné a mí misma al desarrollar estos sentimientos por alguien más mientras aún estaba con él.
Mimi suspiró y colocó una mano en el hombro de Izumi.
—Izumi, los sentimientos no siempre siguen las reglas. No decides cuándo empiezas o dejas de amar a alguien. Y si lo que sientes por Takuya es real, no está mal aceptarlo.
Por lo general, no apoyaba la traición entre parejas, pero este caso era especial. Kouji no era el indicado para Izumi.
—¿Y si estoy equivocada? ¿Y si esto que siento por Takuya es pasajero?
Mimi sonrió levemente.
—Solo tú puedes responder a eso. Pero lo que sí sé es que mereces estar con alguien que te valore, que te haga sentir bien. ¿Kouji lo hacía?
Izumi se quedó en silencio. No tenía que responder; ambas conocían la verdad.
Mimi la abrazó con calidez.
—No tienes que decidir ahora, querida —respondió la mayor con calma—. Acabas de cerrar un capítulo importante de tu vida. Date tiempo para entender lo que realmente sientes. No tienes que apresurarte.
Izumi asintió lentamente.
—Gracias, Haruna. No sabes cuánto necesitaba hablar con alguien sobre esto.
Mimi le sonrió con calidez.
—Siempre estaré aquí para ti, Izumi. Pase lo que pase.
Y con esas palabras, la tensión en los hombros de Izumi pareció aliviarse un poco. Aún quedaban muchas dudas y temores en su corazón, pero por primera vez en mucho tiempo, sentía que podía enfrentarlos.
Damar entró en la cocina, el olor dulce de las galletas recién horneadas inundaba el aire, haciendo que su estómago se retorciera de felicidad. Tomoko estaba de pie junto a la isla de la cocina, con una sonrisa amplia mientras sacaba una bandeja con galletas doradas del horno. Las galletas brillaban con un tono perfecto, y el aroma a mantequilla y azúcar flotaba en el aire.
—Huele delicioso, Tomoko —comentó Damar con una sonrisa genuina mientras se acercaba a la mesa— ¡Extrañé tus galletas!
Tomoko, que estaba cuidadosamente colocando las galletas sobre una rejilla, levantó la vista y sonrió de manera cálida.
—Lo supuse y como sé que son tus favoritas, así que, cuando supe que venías pensé en hacerlas.—Tomoko se giró para buscar una jarra de té en una estantería, mientras Damar comenzaba a disponer las tazas y platos sobre la mesa del comedor—. Nada como unas galletas caseras acompañadas de un buen té para compartir.
Damar asintió mientras acomodaba las tazas con esmero. El tono relajado de Tomoko la hacía sentir tranquila y bienvenida, como si estuviera en casa. No era la primera vez que visitaba a Tomoko, pero cada vez que lo hacía, el ambiente cálido y la actitud amorosa de la mujer le daban la sensación de haber encontrado un refugio, una paz en medio del caos que a menudo la rodeaba.
—¿Tú también aprendiste de tu madre a hornear, Damar? —preguntó Tomoko mientras vertía el té humeante en las tazas.
Damar sonrió de lado al recordar su propia infancia. Aunque la cocina nunca había sido el espacio más importante para ella, sus recuerdos con su madre siempre habían estado llenos de momentos simples pero valiosos.
—No tanto como tú, pero mi madre solía enseñarme algunas cosas —respondió Damar, echando un vistazo a la cocina—. Pero jamás aprendí a hacer unas galletas tan buenas como las tuyas. Aunque, a veces, me da nostalgia.
Tomoko asintió, sabiendo lo que significaba para Damar hablar de su madre. Algo en su mirada era suave, empática. Sabía cómo lidiar con las pérdidas y los recuerdos de una manera tranquila.
—La extrañas ¿verdad? —dijo Tomoko con un tono nostálgico.
—Bastante.
Tomoko posó su mano en su hombro— Espero que al menos puedas tomarte un respiro y disfrutar de este té. A veces olvidamos que tenemos derecho a momentos de descanso.
Damar asintió, sin dejar de sonreír. Tomoko sonrió de nuevo mientras se sentaba frente a ella.
—Muchas gracias por hornear estas galletas.
—No tienes que darme las gracias, querida. Es un placer para mí tenerte aquí, disfrutar de tu compañía y ver que, al menos por un rato, te olvidas de todo lo demás. Y hablando de eso iré a sacarlas del horno.—Tomoko se dirigió hacía la cocina.
Justo en ese momento.
¡Toc, toc!
La puerta sonó.
Damar levantó una ceja al escuchar el sonido de la puerta. Miró rápidamente hacia Tomoko, que estaba en la cocina.
—¿Espera a alguien? —preguntó Damar, algo intrigada por el inesperado timbre.
Tomoko, sin volverse, respondió con tranquilidad mientras sacaba las galletas del horno y las colocaba en la rejilla.
—Debe ser Ryo, quizás se le quedó la llave. —dijo Tomoko, aunque con una ligera sonrisa de disculpa, sabiendo que el comportamiento del hermano de Mimi solía ser un poco despistado.
Damar asintió, pero en su interior algo no le convenció. No le parecía lógico que fuera Ryo, se suponía que debía estar con Rika en el cine.
—Iré a abrir.—Habló Tomoko.
—No te preocupes. Yo iré.
—Pero...
—Pero nada.
Aún así, Damar, decidida a no dejar que Tomoko se interrumpiera de su trabajo en la cocina, se levantó con una ligera sonrisa.
—No te preocupes, yo iré a abrir. Así puedes enfocarte en las galletas, que ya huelen delicioso.
Tomoko levantó la vista rápidamente, su tono de voz amistoso pero con una pequeña dosis de preocupación.
Damar ya había tomado la decisión, y sin dar tiempo a que Tomoko insistiera, con una sonrisa tranquila, se dirigió hacia la puerta. Caminó con paso firme, con la sensación de que no era nada urgente, pero la curiosidad sobre la inesperada visita era suficiente para hacerla actuar.
Cuando llegó a la puerta, giró el pomo con la mano. Abrió lentamente, sin saber muy bien qué esperar. Pero al instante en que la puerta se abrió por completo, Damar se quedó completamente congelada.
Allí, de pie frente a ella, estaba Kouji, el hijo de Tomoko. No solo eso, sino que su mirada de sorpresa era tan evidente como la suya. Sus ojos se encontraron brevemente, y el aire entre ellos se volvió denso de inmediato.
Yamato estaba sentado en su oficina, rodeado de papeles y documentos que necesitaban su atención. El sol se filtraba a través de las persianas, iluminando la mesa llena de informes. A pesar de que el ruido del mundo exterior parecía estar muy lejos, en su mente todo era un torbellino de pensamientos y decisiones importantes. Era un día de trabajo común, o eso creía, hasta que escuchó el sonido de la puerta de su oficina.
—Adelante —dijo, sin levantar la vista de los papeles.
La puerta se abrió con un suave crujido, y Yamato vio que alguien se acercaba. Sin embargo, no era una de las personas que esperaba. Se sorprendió al ver a Takeru, su hermano, de pie en el umbral.
—Yamato —saludó Takeru, sin mostrar demasiada emoción en su rostro.
Yamato alzó la mirada y dejó que sus ojos se fijaran en Takeru por un momento. Su sorpresa era evidente. No lo veía con frecuencia, y mucho menos en su oficina.
—Takeru... ¿qué haces aquí? —preguntó Yamato, aún asombrado por su aparición.
Takeru permaneció en silencio por un instante, como si estuviera evaluando sus palabras antes de hablar.
—Necesito hablar contigo —respondió Takeru, con un tono serio.
Yamato frunció el ceño, mirando los papeles sobre su escritorio. Sabía que tenía una reunión importante en pocos minutos, y no quería perder el tiempo con algo que no fuera urgente.
—Lo siento, Takeru, pero no tengo tiempo ahora. Tengo una reunión muy importante. —Yamato hizo una pausa, como queriendo zafarse de la conversación—. ¿Puedes dejar lo que tienes que decir para más tarde?
Takeru no pareció moverse ni por un segundo. Su expresión se mantuvo firme.
—Lo que tengo que decir también es importante —dijo Takeru, sin perder la compostura.
Yamato se quedó en silencio por un momento, sin saber qué pensar. ¿Qué podría ser tan importante como para interrumpir su día en ese momento? Observó a Takeru, buscando alguna pista en su rostro, pero no encontró nada claro.
Finalmente, Yamato suspiró y levantó una mano, indicándole a su hermano que se sentara.
—Está bien, si es tan importante, entonces habla —dijo, señalando la silla frente a él.
Takeru no dudó en acomodarse, sentándose con una postura recta, como si estuviera por decir algo significativo. Yamato lo observó atentamente, con una mezcla de curiosidad y una ligera incomodidad. Su hermano, aunque más joven, siempre había sido un enigma para él.
—¿Alguna vez me has mentido, Yamato? —preguntó Takeru, directamente, sin rodeos.
Yamato se quedó en silencio por un instante, procesando la pregunta. La seriedad de la expresión de Takeru lo desconcertaba aún más. ¿Por qué preguntaría algo así?
—¿Qué clase de pregunta es esa? —respondió Yamato, tratando de mantener la calma, aunque una leve tensión se había instalado entre ellos. —¿Por qué me haces esa pregunta ahora?
Takeru lo miró fijamente, sus ojos penetrantes, como si quisiera ver más allá de las palabras de su hermano.
—Es una pregunta importante —respondió Takeru, su tono de voz sin vacilar—. Porque creo que lo que tengo que decir tiene que ver con eso.
Yamato frunció el ceño, ahora realmente intrigado, pero también molesto. Esto no era lo que había esperado de su hermano en ese momento.
—Takeru, no entiendo qué estás insinuando, pero si es algo relacionado con los negocios o alguna otra tontería, te sugiero que me lo digas de inmediato.
Takeru se inclinó un poco hacia adelante, su voz bajando un tono.
—No es una tontería, Yamato. Es algo serio. Y quiero que sepas que esto no tiene nada que ver con los negocios. Lo que quiero saber es si alguna vez me has mentido... ¿Sí o no?
El aire entre ellos se volvió denso. Yamato cerró los ojos por un momento, tratando de calmar la creciente incomodidad que sentía. No le gustaba esa sensación, no le gustaba estar en una situación en la que sentía que tenía que proteger algo, pero sabía que la pregunta de Takeru no venía de la nada.
—Si quieres que te responda... —dijo Yamato, abriendo los ojos y mirando a Takeru con seriedad—, entonces dime qué es lo que realmente quieres de mí.
Takeru no respondió de inmediato. En cambio, se quedó mirándolo por un largo momento, evaluando su hermano mayor, como si estuviera tomando una decisión importante.
Finalmente, Takeru habló de nuevo, pero esta vez sus palabras fueron aún más profundas.
—No sé por qué pregunto.—Musitó— Si no me has dicho la verdad hasta ahora es por algo...
—¿Perdón? ¿A qué te refieres?
—A nuestra madre...—Respondió el menor— Y a esa tal Mimi Tachikawa.
¿Qué?
—¿Hasta cuando me ibas a ocultar que esa tal Mimi Tachikawa, acusada del asesinato de nuestra, es la verdadera madre de Izumi y Nene?— Preguntó Takeru.
Y Yamato quedó congelado ante esto.
Rika caminaba por el centro comercial, el sonido de sus pasos resonando en el pasillo vacío. La tormenta había disminuido un poco, pero aún había una sensación de humedad en el aire, algo que le dejaba una incomodidad persistente. El lugar estaba mucho más tranquilo que de costumbre, la mayoría de las tiendas cerradas por la lluvia, y la gente se había refugiado en cafeterías o zonas techadas.
Al caminar distraída, sus ojos se posaron en una figura solitaria, encorvada sobre una banca cerca del centro del área. Era Ryo, sentado con la mirada baja, su rostro visible solo en parte por la sombra de su capucha. Parecía más apagado que nunca, su postura tensa, como si estuviera cargando con algo que no quería compartir.
Rika hizo una mueca, sin saber si acercarse o dar media vuelta. Sin embargo, sus pies continuaron avanzando hacia él, como si algo dentro de ella la empujara a no dejar las cosas tan rotas, a pesar de la reciente discusión.
Cuando estuvo lo suficientemente cerca, se detuvo y lo observó por un momento en silencio, como si estuviera buscando alguna señal de que él la notaría. Pero no lo hizo. Ryo seguía mirando al suelo, perdido en sus propios pensamientos.
—¿Puedo sentarme? —preguntó Rika, su voz baja y cautelosa. Su tono era más suave que antes, como si no quisiera hacer la situación aún más incómoda de lo que ya era.
Ryo levantó lentamente la cabeza, sus ojos azules se encontraron con los de ella, pero no dijo nada. La tensión en el aire era palpable, y la pregunta de Rika quedó flotando, casi como un reto no resuelto.
Rika, después de unos segundos de espera, decidió no insistir más y simplemente tomó asiento a su lado. No era lo que ella había planeado, pero el silencio que compartieron por un momento era suficiente para que ambos procesaran las emociones que ninguno había expresado.
—¿Por qué te fuiste así sin más?
—Tú sabes la razón.—Respondió Ryo— No creo que sea bueno que nos vean juntos.
Rika hizo una mueca y suspiró, cruzando los brazos sobre su pecho mientras desviaba la mirada.
—Lo sé, sé que estar cerca de mi es un problema.—dijo con un deje de frustración.
Ryo hizo una mueca ante esto. No quería decir que sí, pero tampoco podía decir que no.
—No digo que sea un problema.—Comentó— Pero creo que es bueno tomar distancia después de todo lo que ha ocurrido.
—Supongo que estás cansado.
Ryo se pasó una mano por el cabello, todavía húmedo por la lluvia, y dejó escapar un largo suspiro.
—Lo estoy.—Respondió—Estoy cansado, Rika. Cansado de luchar contra algo que no tiene sentido. Contra algo que, al final, solo va a terminar lastimándonos a los dos.
Rika sintió un nudo formarse en su garganta, pero no dejó que su expresión se quebrara.
—No digo que tú seas el problema. Pero es lo que significa estar contigo. Las miradas. Los juicios. Todo lo que viene con esto. Y no quiero que termines sufriendo por algo que no podemos cambiar.
Rika apretó los labios, su orgullo y su dolor luchando por imponerse en la conversación. Finalmente, habló con una voz más baja, más contenida.
—Ryo, yo jamás quise que las cosas fueran así.—Declaró Rika— Jamás quise que mi padre actuara tan groseramente contigo. Ni mucho menos que pasaras todo lo que tuviste pasar.
—Sé que no querías Rika.—Respondió Ryo con seriedad— Y no te culpo. Pero...
—¿Pero?— Preguntó Rika.
El oji-azul suspiró.
No sabía como continuar.
Rika suspiró, no sabía que decir, no sabía como actuar con respecto a esta situación. Le dolía en el alma estar lejos de Ryo, pero por más que intentara, no sabía como solucionar esto.
Damar siempre le decía que dejase que sus sentimientos hablasen, pero no era capaz de conectarse con ellos, porque hasta hace un tiempo no era capaz de hacerlo. Mucho tiempo le costó descifrar que aquello que sentía por Ryo era amor. Su orgullo se lo impedía y cuando finalmente lo logró...ocurrió esto.
Suspiró.
—Ryo, yo...—Rika habló, pero no fue capaz de continuar.
¿Qué debía decir? ¿Cómo debía actuar? ¡No sabía!
Nuevamente suspiró.
—Yo te quiero.— Fue lo único que dijo.
¡Sí, lo dijo!
Fue así como suavemente depositó sus manos en las mejillas de Ryo y unió sus labios en un beso.
+Me demoré en actualizar porque estaba sin inspiración. Si hay algún error ¡pido disculpas! Tuve que comenzar a leer Fanfics y buscar inspiración. Por cierto, en este capítulo no aparecieron mucho Takeru y Kouji, algunas veces prefiero no tirar todo a la parilla y hacer saltos de tiempo para contar lo que sucedió. Ejemplo ahora.
Maberth24: ¡Hola! Me alegra leer tu comentario, entiendo que no comentes, pero me alegra ver que siguen la historia (y no les aburrió jaja) Me alegra que te esté gustando la historia.
miyakoinoe25: ¡Sí! Al fin terminaron. Ya veremos que ocurre.
