Decir que estaba enojado era una forma insulsa para describir el instinto homicida que lo dominaba en ese momento.
Dejó escapar un gruñido bajo y apretó los puños apurando su marcha. Se abrió paso a través de los pasillos, empujando y mirando de forma asesina a cualquiera que osara interponerse en su camino.
Los estudiantes se apartaban de él casi por instinto. No era ningún secreto que Sasuke Uchiha era brutal si te metías con él.
Estaba ansiando que algún imbécil quisiera hacerse el listo para poder desquitar toda la rabia insana que cargaba por dentro, pero nadie fue tan estúpido como para retarlo. Incluso si él los provocaba golpeándolos con su hombro al pasar, dejando unos cuantos insultos por ahí y por allá, sólo se apartaban fingiendo que no pasaba nada. Aquello lo enfureció más, pues no tuvo otro remedio que tragarse su enojo saliendo al patio trasero del instituto.
Arrojó su mochila al suelo sin mucha ceremonia y se dejó caer a la sombra del árbol más próximo.
Flexionó una de sus rodillas y se cubrió el rostro con ambas manos, frotándolo con evidente pesadez. Deseaba que esta situación de mierda fuese una mentira, pero el estúpido dolor que estaba sintiendo en el pecho era jodidamente real.
Maldijo a todos sus ancestros y apretó los dientes intentando reprimir lo que estaba sintiendo. Había una beligerante punzada de traición entre aquel remolino de emociones que lo carcomían por dentro, además de la rabia y la impotencia de alguien que sabe, no puede hacer nada al respecto.
La situación era absurda. Él, Sasuke Uchiha, el tipo más codiciado por las mujeres desde que tenía uso de razón, estaba revolcándose de dolor bajo un insípido árbol por el cariño de una mujer a quién no le importaba.
La maldijo y al momento en el que se había fijado en ella.
Con un movimiento letárgico se descubrió el rostro dejando caer sus brazos pesadamente, mirando de manera perdida al pasto amarillento y casi inexistente que había en frente.
—Estoy jodido... —murmuró con voz ronca.
En su mente se repetía una y otra vez la imagen de esos dos imbéciles muy juntos, mirándose de aquella forma repulsiva y cursi, a punto de besarse.
A Sasuke se le revolvía el estómago cada que volvía a pensarlo. Rabia y dolor se introducían en su cuerpo a partes iguales al recordar el brillo en la mirada de ella, su cara sonrojada, la respiración superficial y agitada que tenía siempre que se ponía nerviosa; el amor que exudaba por cada poro de su cuerpo hacia un hombre que no era él.
Sintió una repentina desesperación, ganas de tomar todo lo que tuviese a su alcance y arrojarlo, golpear algo, liberarse gritando el motivo por el que se sentía tan miserable y hacer saber al mundo entero que estaba enamorado de Hinata Hyuga.
Pero, en su lugar, se quedó completamente inerte dejando que ese sentimiento le corroyera las entrañas.
Sí. Definitivamente estaba jodido.
