Ayer había sido un buen día… Hoy, sin embargo, era lo más aburrido que le había pasado en mucho tiempo.

—Soy Asuma Sarutobi. Equipo 10, conmigo —anunció el hombre de barba y cigarrillo desde el marco de la puerta.

Shikamaru se puso de pie con un gran bostezo. Chōji lo siguió, llevándose a la boca las últimas papas de su bolsa.

Ino suspiró y también se levantó, pero antes de unirse a su equipo se dirigió a Sakura, quien estaba sentada junto a Sasuke.

—Qué mala suerte que no podamos estar en el mismo equipo, Sasuke-kun —confesó con un tono tierno.

Naruto, sentado al otro lado del Uchiha, hundió aún más la cabeza en sus antebrazos.

Ino miró rápidamente hacia atrás y, al notar que estaba retrasando a su equipo, se alejó. Pero antes de irse, le lanzó un último comentario a la pelirrosa:

—No creas que conseguirás mucho, frentona.

Con paso ligero, la rubia se dirigió hacia su sensei y compañeros.

Ahora que el aula estaba más vacía, Naruto echó un vistazo alrededor. Sakura intentaba hablar con Sasuke, pero él apenas la miraba y respondía con frases cortas y secas.

Naruto no vio el sentido en intervenir, así que simplemente se recostó en la misma posición, evitando cualquier contacto visual o conversación con sus compañeros de equipo.

No le agradaban.

Era algo mutuo.

Por eso, decidió ignorarlo. Al fin y al cabo, los equipos terminarían disolviéndose tarde o temprano, ¿no?

No era difícil darse cuenta de que su equipo no duraría mucho tiempo. Solo había que ver a Sasuke. La mitad del equipo dependía de él.

O peor aún, si su sensei resultaba ser otro de esos aduladores de los Uchiha.

La idea le causó gracia.

Pero era cierto. No importaba qué hiciera o qué le pasara a Sasuke, si algo le ocurría, Sakura sería incapaz de seguir el camino ninja. La chica estaba completamente obsesionada con él.

Ino también, pero al menos ella era un poco más fuerte y provenía de un clan de ninjas poderosos.

Naruto decidió no pensar más en la desafortunada formación de su equipo. Mejor dormir un poco mientras esperaban a su sensei.

Algo le decía que el resto del día sería aún más tedioso de lo normal.

Naruto tomó el último sorbo de su tazón de ramen con una sonrisa, pero tras esa alegría fingida se ocultaba la sombra de una decepción creciente. Su presentación con su equipo y su sensei había sido todo menos prometedora.

—Es increíble cómo han pasado años desde que probaste por primera vez el ramen y sigues actuando como si fuera la primera vez —comentó Ayame con una leve sonrisa, recogiendo dos tazones vacíos de su lado.

—¿Qué puedo decir, Ayame-neechan? —Naruto aceptó la acusación con una risita despreocupada.

—El ramen es de las mejores cosas que me han pasado… junto con conocerlos a ustedes —añadió, esbozando una sonrisa genuina mientras terminaba los últimos restos de fideos.

Ayame le devolvió la sonrisa, justo cuando Teuchi emergía de la cocina con su inconfundible buen humor.

—¡Y que lo digas, Naruto-kun! —exclamó el anciano, colocándose junto a su hija—. Para nosotros también fue increíble conocer a nuestro cliente número uno.

La risa cálida del viejo cocinero iluminó el pequeño local, y por un breve instante, Naruto pudo olvidar lo frustrante que había sido su día.

Se puso de pie, dejó el dinero de los cinco tazones que había devorado y se despidió con su característica sonrisa colmillada.

—¡Nos vemos, Teuchi-san, Ayame-neechan! ¡Gracias por todo, otra vez!

Salió del local con energía renovada, recorriendo las calles casi vacías de la aldea. Pero la sensación de satisfacción fue desvaneciéndose con cada paso.

Había desperdiciado todo un día esperando al ciclope impuntual de su sensei cuando pudo haber estado entrenando.

Pudo haber perfeccionado los jutsus que había conseguido del Pergamino Prohibido en lugar de perder el tiempo ahí, sentado, fingiendo interés en un equipo condenado al fracaso.

La presentación de sus compañeros fue tan… insulsa que decidió pagarles con la misma moneda.

Unas palabras vacías. Una actitud aburrida. Un desinterés fingido.

Pero Kakashi lo notó. Oh, claro que lo notó. Y, aun así, Naruto no se molestó en ocultar su indiferencia cuando el jōnin reveló aquel "examen secreto" que determinaría si realmente serían aceptados como genin.

Como si importara.

Al llegar a su apartamento, se dejó caer en su cama con un largo suspiro. Mañana sería otro día igual de tedioso. O peor.

Las personas con las que estaba rodeado eran… extrañas.

No podía entenderlos. Ni sus emociones, ni sus intenciones.

Especiales, sí. Pero "especial" no significaba "confiable".

Naruto fijó la vista en el techo, tratando de dispersar esos pensamientos. Solo confiaba en un grupo selecto de personas… y una ni siquiera estaba viva.

Desde la oscuridad de su habitación, una de sus cadenas de chakra se alzó, serpenteando en el aire como si tuviera voluntad propia. Se deslizó hasta el interruptor y apagó la luz con un movimiento preciso.

Naruto observó el brillo tenue de su chakra en la penumbra, sintiendo un extraño escalofrío recorrer su espalda.

Podría parecer una tontería, pero en lo más profundo de su mente —un lugar al que nadie más tenía acceso—, él lo sabía.

Sus cadenas no eran suyas.

Pertenecían a alguien más.

A su madre.

No la conoció. No sabía su nombre, ni cómo lucía.

Pero cada vez que usaba esas cadenas, una sensación indescriptible lo envolvía.

Algo dentro de él le susurraba que no estaba solo.

Sus cadenas lo habían protegido desde que era un niño… ¿Acaso no significaba algo?

Naruto cerró los ojos y dispersó la cadena, acurrucándose bajo las mantas.

Donde sea que estuviera su madre…

Ella tenía que verlo triunfar.

Sobrevivir.

A cualquier costo.

La brisa fresca del amanecer en Konoha acarició su rostro, haciéndolo inhalar profundamente antes de soltar el aire en un suspiro calmado. Su cabello, aún ligeramente húmedo tras la ducha, acentuaba la sensación de frescura.

Naruto caminaba sin prisa por las calles silenciosas de la aldea, disfrutando del momento. Llevaba su bandana colgada del cuello; antes de salir, había probado diferentes formas de usarla, pero al final decidió llevarla como Hinata solía hacerlo. Le parecía cómoda y, de alguna manera, le gustaba cómo se veía.

Pensó en llegar un poco antes, pero conociendo a su sensei, dudaba que valiera la pena. Tampoco quería arriesgarse a llegar tarde, así que simplemente optó por ser puntual.

Con esa idea en mente, siguió su camino a paso tranquilo, mientras el pueblo despertaba poco a poco. Después de unos minutos, llegó al campo de entrenamiento número 3.

Tal como esperaba, Sakura y Sasuke ya estaban allí. Sakura, con su determinación inquebrantable, intentaba entablar una conversación con Sasuke… sin mucho éxito.

Naruto los saludó con un gesto de la mano, sin molestarse en decir nada. Luego, con naturalidad, trepó a uno de los árboles cercanos y se recostó sobre una de sus ramas.

Se quedó observando el cielo despejado, dejando que el sonido del viento entre las hojas llenara el silencio.

¿Cuánto tardaría su sensei esta vez?

—-

Sakura estaba en el suelo, con los brazos cruzados sobre su abdomen, como si eso pudiera calmar la punzada de hambre que la consumía. Su mente divagaba, el malestar enturbiaba su juicio. Sasuke no estaba mucho mejor. Su rostro, usualmente sereno y desinteresado, ahora mostraba una sombra de fastidio. Su ceño fruncido y la rigidez en su postura lo delataban.

Naruto, sin embargo, no solo estaba molesto.

Estaba furioso.

Cada segundo que pasaba alimentaba el fuego en su interior. Seis horas. Seis horas desperdiciadas esperando a un hombre que ni siquiera se dignaba a respetar su tiempo. Su paciencia se desmoronaba con cada latido acelerado de su corazón.

Y entonces lo sintió.

El aire pareció tensarse. El viento dejó de sonar entre las hojas. Algo había cambiado en el ambiente.

Él estaba aquí. Exactamente tres horas tarde.

—Buenos días a todos. ¿Listos para su prueba? —La voz de Kakashi sonó relajada, indiferente… y solo sirvió para encender aún más la ira de Naruto.

—¡Oiga! ¡Llegó tarde! —Sakura explotó, su puño temblando de rabia mientras le gritaba a su sensei.

Kakashi suspiró, como si todo aquello le aburriera. —Me encontré con un gato negro, así que tuve que tomar el camino más largo —dijo con la misma desgana con la que los había tratado desde el principio.

El sonido seco de Naruto aterrizando en el suelo resonó como un latido sordo. Su cabello se agitó levemente con el impacto, una sutil vibración en el aire marcó la presión creciente a su alrededor. Un aura opresiva emergió de su cuerpo.

—¿Crees que somos tus payasos? —La voz de Naruto sonó afilada, peligrosa. No era un grito de rabia, era una sentencia. Una advertencia.

Por primera vez, los ojos de Kakashi mostraron algo más que aburrimiento. Observó al joven rubio con un atisbo de reconocimiento.

Ah… así que no solo se parece a él… incluso su furia se siente igual.

El aura amenazante se disipó poco a poco mientras Naruto exhalaba, controlando su temperamento. Se dejó caer al suelo con el ceño fruncido.

—Di lo que tenemos que hacer… y más te vale hacerlo rápido.

Kakashi inclinó ligeramente la cabeza. Ahora tenía la atención de su alumno, pero de una forma que no esperaba.

—Bien… —Esta vez su tono de voz fue diferente, más evaluador, más medido.

Sacó dos pequeños cascabeles de su bolsillo y los hizo tintinear con un leve movimiento de muñeca.

—Su tarea es simple: tienen que quitarme estos cascabeles.

El Jounin caminó con tranquilidad hasta los troncos de madera en el centro del campo y colocó un reloj sobre uno de ellos. Lo programó sin apurarse, como si aquello no fuera más que un trámite.

—Tienen hasta el mediodía… ¿alguna pregunta?

Sakura, con la misma velocidad con la que su cerebro procesó el problema, abrió la boca.

—Solo tiene dos cascabeles… pero somos tres personas aquí, Kakashi-sensei.

Naruto entornó los ojos ante la obvia observación. Kakashi suspiró, como si le pesara responder.

—Eso es porque solo dos de ustedes van a aprobar.

Naruto sintió un pequeño escalofrío recorriéndole la espalda.

Está mintiendo.

¿Pero sobre qué?

Sakura frunció el ceño, indignada. —Eso es tan injusto… Se supone que ya habíamos aprobado nuestro examen de genin…

—La vida ninja no es fácil. Primera lección del día —Kakashi respondió con firmeza, quitándose la mochila y dejándola junto a uno de los troncos.

Y entonces, su postura cambió.

Su cuerpo, aunque relajado, emanaba peligro.

—Por cierto… más les vale ir con la intención de matar.

Sakura tragó saliva. Sus piernas temblaron ligeramente. Iba a replicar, a cuestionar la seriedad de aquella petición, pero no tuvo tiempo.

Porque en el siguiente instante, Kakashi habló.

—¡Inicien!

Tan pronto como la orden fue dada, Sasuke y Sakura se desvanecieron en el follaje de los árboles, sus mentes trabajando frenéticamente en estrategias.

Naruto, sin embargo, no se movió ni un solo centímetro.

Kakashi lo observó con una mirada perezosa mientras llevaba la mano a su bolsa ninja, su aura irradiando un peligro latente.

—No eres muy inteligente, niño.

Naruto endureció su postura, preparándose para cualquier ataque. Pero entonces, con un movimiento brusco, Kakashi sacó… ¿un libro?

"¿En serio?"

Naruto gruñó con frustración al ver la portada de Icha Icha Paradise reluciendo en la mano de su sensei.

—No soy inteligente. Nunca nadie me lo ha dicho —su voz goteaba veneno.

El aire a su alrededor pareció cambiar.

—Pero dijiste algo en lo que soy muy bueno…

Una sonrisa siniestra se dibujó en su rostro mientras comenzaba a moverse en círculos, sus pasos lentos y calculados. Sus ojos no reflejaban ira irracional, sino un peligro metódico, salvaje.

Era la mirada de un depredador acechando a su presa.

Kakashi, aún sin levantar la cabeza de su libro, lo observó de reojo.

—Vas a pagar cada maldito minuto que me hiciste perder esperando tu culo de cíclope, ¿me escuchaste?! —Naruto rugió, su voz perforando el aire como una advertencia mortal.

Entonces, sin previo aviso, se lanzó al ataque.

Un destello de metal surcó el aire. Un kunai giró con precisión mortal hacia la nuca de Kakashi.

Pero el Jounin ni siquiera se inmutó. Con un gesto simple, su kunai interceptó el arma enemiga con un tintineo metálico.

—Eres demasiado… obvio —musitó, dándose la vuelta sin aparente esfuerzo.

Naruto no dudó.

Saltó hacia Kakashi con la fiereza de un animal salvaje, su puño derecho surcando el aire en un golpe directo.

Kakashi bloqueó el golpe sin siquiera mirarlo, pero antes de que pudiera contraatacar, Naruto hizo algo inesperado:

En lugar de retroceder, se agachó a ras del suelo, evitando la patada lateral del Jounin por una fracción de segundo.

Un destello feroz en sus ojos fue lo único que Kakashi alcanzó a ver antes de que Naruto embistiera con fuerza su pierna de apoyo.

El Jounin se desvaneció en una explosión de humo.

"Reemplazo."

Naruto giró justo a tiempo para verlo aparecer detrás de él. Kakashi ya tenía la pierna extendida, dispuesto a conectar una patada en su espalda—

Pero antes de que su golpe pudiera alcanzar, una cadena de chakra envolvió su tobillo con una fuerza brutal.

—¿Qué…?

En un instante, Kakashi fue jalado con violencia, su cuerpo lanzado como un proyectil hacia un árbol.

El impacto resonó con un crujido sordo.

Pero Kakashi era un Jounin por una razón.

Giró en el aire con maestría, sus pies amortiguando el golpe contra el tronco antes de impulsarse hacia atrás, aterrizando con elegancia en el suelo.

Sus ojos, sin embargo, ya no reflejaban despreocupación.

Naruto no lo había atacado como un niño con rabia. No había atacado como un genin novato.

Ese movimiento había sido preciso. Instintivo. Mortal.

El tobillo de Kakashi palpitaba con un dolor sordo.

"No tuve tiempo para reaccionar. Ni siquiera vi de dónde aparecieron esas cadenas."

Su mente trabajaba a toda velocidad, analizando la situación.

¿Desde cuándo puede usar cadenas?

Naruto, aún con una sonrisa salvaje en los labios, giró su muñeca y la cadena se retrajo en su brazo con un chasquido metálico.

—Dijiste que fuéramos con intención de matar… Así que eso es exactamente lo que voy a hacer.

Kakashi cerró su libro de golpe.

—Interesante.

Naruto se inclinó levemente hacia adelante.

El verdadero combate… apenas estaba comenzando.

—-

—¿Qué… qué fue eso?— Sakura murmuró, su voz temblando con incredulidad.

El destello dorado aún parpadeaba en su visión. Sus ojos se clavaron en la silueta de Naruto, en esa cadena brillante y amenazante que se extendía desde su espalda como una garra viva, vibrando con un poder casi primitivo.

Sasuke aterrizó junto a ella con la misma rapidez con la que había cambiado de posición. No porque tuviera miedo, sino porque su instinto de supervivencia le gritó que alejarse era la mejor opción.

No era solo una cadena.

Era algo más.

Su mirada se endureció, analizando cada movimiento, cada detalle. El modo en que la cadena se retorcía con una voluntad propia, la facilidad con la que había atrapado a Kakashi sin darle tiempo de reacción. La forma en que Naruto la controlaba, no con duda, sino con la confianza de alguien que conocía su poder.

—No puede ser…— Sakura susurró, aún sin procesar lo que estaba viendo.

Sasuke frunció el ceño, su voz apenas un murmullo contenido.

—Es un Kekkei Genkai.

La revelación cayó como una losa de plomo sobre los dos genin.

Un linaje de sangre. Una habilidad hereditaria. Algo que no podía copiarse ni aprenderse. Algo que solo pertenecía a aquellos con la fortuna —o la maldición— de nacer con ello.

Pero… Naruto no tenía clan.

Naruto nunca había mencionado nada parecido.

Naruto… era huérfano.

Sakura sintió un escalofrío recorrer su espalda.

—¿Naruto es parte de un clan…?— su voz apenas era un murmullo atónito, su mente luchando por encontrar sentido a lo que estaba presenciando.

Y sin embargo, la respuesta estaba justo frente a ellos.

El brillo dorado de esa cadena no mentía.

Naruto no era solo un paria. No era solo un huérfano con demasiada energía y una boca demasiado grande.

Había algo más en él. Algo que, hasta ahora, había permanecido oculto.

Sasuke no apartó la mirada de su compañero.

No.

—-

—No soy tan inofensivo ahora, ¿eh?— Naruto dejó escapar una risa ronca, cargada de un peligro latente.

La cadena dorada, aún vibrando con la fuerza de su ataque anterior, ondeó en el aire como una serpiente lista para devorar. Pero, de un instante a otro, se disipó en la nada. No la necesitaba ahora.

Naruto no dudó. Se lanzó nuevamente al ataque.

Sus golpes fueron ráfagas de violencia, proyectiles de pura furia. Kakashi los esquivó con la gracia de un veterano, apenas moviéndose lo suficiente para evitar ser alcanzado. Cada patada era bloqueada con una defensa precisa, pero algo estaba mal.

Kakashi sintió el peso detrás de cada golpe. No era la fuerza de un genin. No era algo normal.

Con un salto ágil, el Jounin se apartó, creando espacio, pero Naruto no le dio tregua. Lo siguió con una velocidad que no debería poseer.

Y entonces, ocurrió.

Un golpe limpio atravesó su guardia.

Por primera vez en toda la pelea, Kakashi sintió el impacto real de un puño. Intentó moverse, reaccionar, pero el chakra denso, salvaje y feroz impregnaba el ataque como una bestia liberada de su jaula.

No podía esquivar.

Levantó sus brazos en una última defensa.

¡Boom!

El mundo se sacudió.

El impacto lo lanzó varios metros hacia atrás. Kakashi aterrizó con destreza, su cuerpo girando en el aire hasta tocar el suelo con precisión… pero sus brazos no podían decir lo mismo.

Un latido de dolor surcó su antebrazo derecho. El izquierdo hormigueaba con la señal clara de un daño severo. No estaban rotos, pero el golpe había sido devastador.

Kakashi guardó su libro.

"Tal vez subestimarlo no fue la mejor idea."

Naruto venía de nuevo. Esta vez, con un destello de velocidad que no correspondía a un genin.

Pero Kakashi no era un Jounin por nada.

Los informes de Naruto habían sido extensos. "Defensa propia, miedo, supervivencia." Eran palabras recurrentes en cada reporte sobre el niño huérfano. Palabras que, por sí solas, describían a un depredador acorralado.

Naruto no peleaba con lógica ninja. No seguía patrones estratégicos ni estructuras tácticas. Peleaba como un animal. Puro instinto.

Y eso lo hacía aún más peligroso.

Los humanos creían entender a los animales. Pensaban en ellos como criaturas predecibles, guiadas solo por hambre o miedo. Pero estaban equivocados. Un animal, cuando es arrinconado, no razona. Ataca.

Kakashi lo comprendió en ese instante.

No se movió.

Naruto, al verlo inmóvil, dejó escapar un gruñido bajo, casi gutural. Su puño se cargó de chakra, chisporroteando con una energía desbordante.

Kakashi esperó.

Naruto embistió con furia.

Su puño, envuelto en un aura de poder crudo, avanzó directo al rostro de su sensei.

Pero justo cuando estuvo a centímetros de impactarlo…

Kakashi desapareció.

¡Kawarimi!

Naruto no tuvo tiempo de reaccionar. Su ataque seguía adelante, imparable. Demasiado chakra. Demasiado impulso. Demasiada furia.

Sus ojos se abrieron de golpe al darse cuenta de lo que iba a suceder.

Su puño no encontró carne.

Encontró madera.

Y en ese instante…

El bosque explotó.

El impacto fue silencioso por un segundo. Luego, una onda de viento desgarró el aire. El chakra estalló, surgiendo desde el punto de contacto como una onda de choque.

El árbol crujió. Su tronco se fracturó con un rugido ensordecedor antes de ser arrancado desde la raíz. Pedazos de madera volaron por todas partes como metralla.

Sakura gritó. Sasuke entrecerró los ojos, el viento azotando su rostro.

Kakashi, quien había aparecido a unos metros detrás de Naruto, observó el resultado con una frialdad calculadora.

Naruto se quedó allí, con el puño aún extendido, respirando pesadamente. Sus nudillos temblaban.

El bosque, el campo de entrenamiento, todo… había cambiado.

Los crujidos siniestros del suelo y el estallido de ramas quebrándose alertaron a Sakura y Sasuke. La devastación era demasiado grande. ¿Había sido Kakashi intencionalmente descuidado, o simplemente había subestimado a Naruto?

No había tiempo para dudar. Los dos se apartaron de sus escondites, el instinto de supervivencia tomando el control. La pelea frente a ellos ya no parecía un simple ejercicio: Naruto no era el mismo niño torpe que recordaban. Y sin embargo, Kakashi aún no parecía tomárselo en serio. Había guardado su libro, sí, pero seguía sin mostrar signos de verdadero esfuerzo.

Naruto se movió en un borrón tras ver el caos que su golpe había desatado. Sabía que Kakashi contraatacaría en cualquier momento. Su instinto le gritaba que se preparara. Un salto impulsado con chakra lo lanzó fuera del epicentro de la destrucción, pero Kakashi ya estaba allí.

Una patada descendió como un hacha hacia él. Naruto apenas logró esquivarla, lanzándose hacia atrás.

—Supongo que no soy tan fácil de burlar, ¿no es así? —Kakashi se burló, repitiendo las mismas palabras de antes.

Naruto frunció el ceño, pero en sus labios apareció una sonrisa colmilluda.

—Nunca dije que lo fueras.

De su espalda brotaron cuatro cadenas de chakra, vibrando con energía cruda. Su cabello levitaba con la presión de su poder, cada hebra erizándose como si respondiera a su rabia contenida.

—¿Sabes algo, Kakashi? —Naruto comenzó a moverse, sus pasos marcando un círculo alrededor del Jounin. Los escombros y árboles caídos hacían que el espacio entre ellos pareciera más reducido, más claustrofóbico.

Kakashi no respondió, pero su único ojo no perdió de vista ni un solo movimiento del chico.

—¿Debo saber algo más sobre tu fuerza destructiva? —preguntó con cautela.

Naruto rió con un tono bajo y peligroso, su ritmo acelerándose.

—Quiero agradecerte.

Kakashi no respondió. Algo en su tono le resultaba inquietante. ¿Era persuasión? Naruto no tenía su experiencia, pero su forma de actuar era impredecible.

—Me diste una lección valiosa, Kakashi-sensei —continuó Naruto, tarareando con burla—. Fui un idiota… ¿Por qué molestarse en ser más astuto que tú?

Dejó que el silencio pesara entre ellos, un vacío cargado de significado.

—Eres un Jounin. Yo no soy ni fuerte ni inteligente como tú lo eres… —su voz bajó a un murmullo amenazante—. Pero hay algo más en esta prueba, algo que no encaja. No sé qué es, pero lo siento.

Kakashi se tensó. Naruto lo había descubierto más rápido de lo que esperaba. No entendía el objetivo, pero ya sabía que había algo oculto. Era hora de probar al resto del equipo.

Naruto atacó sin previo aviso. Una de sus cadenas se lanzó a atrapar a Kakashi, pero el ninja la esquivó con facilidad. Sin embargo, las otras se movieron en diferentes direcciones, cercando su escape.

Kakashi saltó ágilmente, esquivando cada intento de atraparlo con volteretas y giros. Pero el lapso entre ataques fue suficiente. Se movió con un estallido de velocidad.

Naruto no lo vio venir.

Una patada dirigida a sus costillas atravesó su defensa. No había forma de bloquearla a tiempo. Pero entonces, algo cálido y vibrante se envolvió alrededor de la pierna de Kakashi.

Una cadena.

Naruto lo había hecho por instinto.

Kakashi maldijo internamente. La cadena lo había detenido a milímetros de conectar su golpe. Pero Naruto estaba en shock. No esperaba haberlo logrado.

El Jounin no perdió la oportunidad.

En un movimiento fluido, fingió otra patada, engañando las cadenas. En el último segundo, giró su cuerpo y dejó caer el filo de su mano en el cuello de Naruto.

Naruto ni siquiera tuvo tiempo de reaccionar.

La cadena se aflojó.

El aire escapó de sus pulmones en un jadeo ahogado.

Su cuerpo cayó.

Kakashi se alejó, observando cómo Naruto golpeaba el suelo sin moverse.

Silencio.

Sakura y Sasuke miraban con los ojos muy abiertos.