Mientras la comisión se desataba al sur de la ciudad por culpa de la lanzadera fugitiva, en el norte de la ciudad se llevaba a cabo el verdadero golpe. Previamente avisados por Roy, los droides astromecánicos que solían acompañar a los Jedis durante sus misiones, tomaron el control de sus naves y encendieron sus motores, llamando de inmediato la atención de droides cómo guardias por igual.
Todas las naves usadas por los Jedis para llegar a Lorrd eran naves civiles. Pequeños cargueros en su mayoría, confiscados de algún sucio lugar de la galaxia. Pero incluso unas naves así, serían capaces de resistir unos cuantos disparos de bláster menor de las unidades de tierra, momentos antes de alzar vuelo y finalmente dirigirle a los objetivos designados.
En lo alto de una torre, la maestra Nunes veía todo el panorama, e incluso desde la distancia se podía escuchar la conmoción y a la población asustada por los disparos que provenían del interior del puerto espacial.
Nunes: - Maestro Eakar, maestro Huulik. SU transporte está en camino. -
Huulik: - Estamos llegando al punto de extracción. -
Nunes: - Enterado. Dense prisa. -
Usando unos binoculares, la maestra pudo divisar al par de maestros en el preciso momento en que se subían a los tejados, usando una carrera de la Fuerza para alcanzar uno de los cargueros que volaba peligrosamente cerca del nivel de las azoteas. Y con un potente salto, ambos pudieron alcanzar la rampa de desembarco previamente actividad.
Nunes: - Maestro Pablo. El tiempo se agota. ¿Dónde está?
Apenas saliendo de las alcantarillas, el Oongree con el padawan a cuestas corría con todas sus fuerzas para llegar al punto de extracción, una pequeña plaza no muy lejos de su posición, donde un carguero ligero B-7 descendía lo más que pudiese del suelo.
Solo un par de cuadras los separaban de su extracción, y Pablo aceleró el paso para salir de ese lugar lo antes posible, corriendo en contra de la muchedumbre asustada con cuidado de no tropezarse y perder más tiempo. Pero gracias a la Fuerza, lograron acceder a la nave tan pronto les fue posible, y sin perder tiempo, el maestro dejó al padawan frente a los controles, para que Roy pudiese conectarse y hacer su trabajo.
Roy: -Todo listo. A todas las naves, dirigíos al Este. Tenemos que salir del alcance de ese acorazado si queremos poder dar el salto al hiperespacio. - Hablaba por el comunicador.
Nunes: - Voy detrás de ustedes. -
Huulik: - Los refuerzos enemigos deben estar en camino. No tendremos muchos tiempo ante que los Buitres nos alcancen. -
Roy: - Tenemos un problemas más grande ahora mismo. -
Justo en ese momento, la alerta de varias de las naves señaló un punto rojo justo a sus espaldas. Una advertencia que que alguien los estaba siguiendo, y que solo era cuestión de tiempo que los alcanzara.
Pablo: - Grievous... -
Era tal y como el Oongree decía. El general ciborg rápidamente actuó en respuesta, y tan pronto se percató del engaño, se dirigió al norte, donde rápidamente se percató de las siete naves que intentaban escapar de la ciudad. Él no permitiría que ningún Jedi escapara de su venganza. Y no descansaría hasta que todos conocieran el odio que tanto lo consumía.
Eakar: - Tenemos que hacer algo. Ninguna de estas naves es lo suficientemente rápida para escapar de un caza. -
Huulik: - Tampoco tenemos cómo devolverle el fuego. -
Roy: - Yo me encargo. -
Usando a los droides astromecánicos como pilotos, el padawan enviaba constantemente instrucciones que estos seguían al pie de la letra. Cuatro de las naves de la pequeña caravana se desviaron del grupo, un claro engaño para que el general ciborg. Sin embargo, Grievous no caería en una trampa tan obvio.
El cazador de Jedis rio complacido ante tan infantil maniobra, peo su objetivo era bien claro. Los tres cargueros comerciales que hacía lo posible por alejarse de él. Tal vez era su instinto, o tal vez la experiencia, pero Grievous estaba convencido que el premio mayor estaba justo al frente, y no se equivocaba.
Nunes: - Pronto estaremos a su distancia de tiro. -
Pablo: - ¿Roy?-
Roy: - Solo un poco más. -
¿Qué estaba tramando el padawan? Eso era algo que los maestros se preguntaban. Desgraciadamente, ninguno de ellos podía hacer mucho en esta situación, salvo tomar el control de sus naves y usar la Fuerzas para tratar de evitar la mayor cantidad de disparos posibles, pero ni siquiera la Fuerza es capaz de hacer que una nave de carga volase más rápido.
Entonces, la primera ráfaga de bláster fue disparada del caza de Grievous, y los pobres escudos del carguero que pilotaba la maestra Nunes recibieron la poderosa descarga, aunque aún era capaz de mantener el vuelo.
Nunes: - ¡No duraré mucho! -
Pablo: - ¡Padawan! -
Mas, Roy simplemente parecía enajenado, con su vista enfocada al frente, pero su mente estaba en constante debate con los droides astromecánicos. Por otro lado, Grievous reía satisfecho en su caza, ya casi que pudiendo saborear su victoria, hasta que una repentina alerta apareció en su radar.
El general ciborg giró la cabeza a un lado, sólo para ver como uno de esos cargueros se dirigía a su máxima velocidad hacia él desde la derecha, con claras intensiones de colisionar y destruirlo. Era una de las naves que había abandonado a la caravana, la cual había vuelto como un ariete para frenar el caza del general separatista.
Grievous tuvo que actuar rápido, y con un fuerte tirón de sus controles, su nave dió un giro bastante brusco, algo que solo un caza estelar sería capaz de hacer, esquivando a duras penas el coloso de metal que casi lo embiste. Sin embargo, el general no tuvo tiempo de descanso, cuando otra alerta le avisó de otra nave proveniente del sentido contrario. Y habían otras dos más en camino.
Grievous gruñó colérico, pero tal acto desesperado por escapar de los Jedis solo hizo crecer sus deseos por acabar con ellos personalmente. La respuesta fue clara. Esta naves no eran más que una distracción. La verdadera presa hacía lo posible por escapar de él en esas tres naves que se escapaban mientras él lidiaba por evitar que los cargueros, cual enjambre de avispas, lo embistieran y fuese su fin seguro. Pero él tenía la ventaja, y los potentes blásters de su caza no tuvieron piedad para destruir las naves que tuviesen la desdicha de atravesarse justo al frente. Y uno a uno, los cargueros fueron cayendo sobre la zona boscosa al este de la ciudad capital de Lorrd.
Roy: - Eso no lo detendrá mucho tiempo. Tenemos que salir de alcance del rayo tractor del acorazado antes de dar el salto. -
Eakar: - Con la velocidad de estas cosas, necesitaremos seguir al menos tres minutos más hacia el Este. -
Pablo: - Seguid adelante. ¿Maestra Nunes, cómo está su nave? -
Nunes: - Tengo algunos daños, pero nada que comprometa la integridad de la nave. Si sobrevivimos a Litsuno podremos con esto. -
Pablo: - Si, jeje. Litsuno... Me... Me alegro escucharlo. -
Incluso en su concentración, Roy pudo percatarse de pequeño cambio de su maestro. Sutil, pero que no pasó desapercibido para el padawan. La forma en la que respiró, en la que cerró los ojos, incluso en la forma en la que incluso su boca se curvó ligeramente en una sonrisa. El maestro Pablo era un fuerte imbatible de serenidad, pero su joven padawan podía ver los puntos más débiles de su armadura mental.
Hullik: - Cinco minutos para el salto.
Exclamó el rodiano, regresando a varios de los presentes en el canal de voz a la realidad. Realidad que aún era precaria, sabiendo que el tiempo estaba en su contra, y tan convencidos de detrás del general ciborg, el enjambre de cazas buitres despegaban del acorazado para unirse a la persecución. ¿Cuento tiempo tenían hasta que los alcanzaran? Eso solo la Fuerza lo sabía. ¿Serían capaces de escapar a tiempo? Solo podían poner su fe en ello. ¿Cuánto tiempo serían los droides capaces de mantener ocupados al general separatista? No lo suficiente.
Cerca del punto de salto, una ráfaga de disparos surgió de la retaguardia, y la nave de la maestra Nunes volvió a recibir una fuerte sacudida, esta vez, perdiendo uno de los motores en el proceso. La pérdida de velocidad fue inmediata, y frente a la Kel Dor, chispas y sonidos de alerta saturaban la cabina de control.
Pablo: - ¡Maestra Nunes! - Gritaba por el comunicador.
Nunes: - ¡He perdido el propulsor principal! ¡No podré seguir adelante! -
Pablo: - ¡Vámos por usted! ¡Roy, disminuye la velocidad y acércate!
Roy: - En seguida. -
Nunes: - ¡No!
El grito de la maestra sorprendió a todos, incluso a aquellos que no sabían que hacer en esa situación. El padawan y su maestro quedaron congelados en sus posiciones, en shock por la repentina intervención, aunque ninguno estaba preparado para lo que sucedería a continuación.
Nunes: - ¡Sigan adelante! ¡Les conseguiré todo el tiempo que pueda! -
Pablo: -¿¡De qué está hablando!? ¡Todos podemos escapar! -
Nunes: - No está pensando con claridad, maestro Pablo.
Esas palabras fueron como un puñal en el pecho para el Oongree, quien quedó paralizado al escucharlas, con sus ojos abiertos de par en par, y su boca tratando de buscar algo que decir en esa situación, pero nada salía. Solo... un susurro.
Pablo: - Sahara... -
Nunes: - Ha sido un honor... maestro Pablo. -
Sin tiempo para pensar, la maestra Kel Dor alzó los controles de su nave, y con la poca potencia que le quedaba, el carguero alzó su nariz hacia los cielos, permitiéndole subir un par de metros hacia las estrellas. Pablo gritó el nombre de su amiga y compañera, pero esta ya no estaba en la cabina de la nave.
Desde atrás, Grievous reía con malicia, al saber que una de sus presas no tenía escapatoria. Esa nave no iría a ningún lado, por mucho que intentase, solo era cuestión de tiempo para que se precipitara contra el suelo. Enfocando su atención en las otras dos naves que aún querían escapar.
Grievous: - Este será su fin, escoria Jedi. -
O eso pensaba el genera, pues lo que este menos se podía imagina era el plan de la maestra Kel Dor. La compuesta trasera del carguero en llamas se abrió lentamente, y las ráfagas de aire rápidamente saturaron su interior. Nunes permanecía de pie, serena y a la espera, aguardando pacientemente que la compuerta estuviese completamente abierta, mirando como el caza del general se disponía a pasar justo debajo de su posición para seguir con su cacería. Entonces, saltó.
La sensación de ingravidez fue inmediata, y sus túnicas se batieron en contra del viento con una fuerza abrumadora. Su cuerpo estaba tenso, pero su mente estaba en calma, mientras dejaba que la gravedad hiciera su trabajo, acercándola cada vez más y más a su objetivo. Para cuando el general separatista se dió cuenta de la pequeña sombra que se acercaba a su nave, ya era demasiado tarde.
Estando lo suficientemente cerca, la maestra Nunes usó atraer con la fuerza sobre el caza, teniendo el efecto contrario a lo esperado. Por la diferencia de masa y velocidades, fue la propia Nunes quien se vió atraída contra la nave, desenfundando su sable de luz, encajándolo en el fuselaje del caza del general tan pronto su cuerpo chocó con el armazón de metal.
El general separatista solo pudo hacerse a un lado para evitar que el sable de luz mortal cortase se cuerpo al traspasar el cristal de la cabina, pero perdió partes de sus brazo derecho en el proceso, perdiendo control de su nave y cayendo a gran velocidad contra el suelo. Nunes solo pudo usar su propia arma y garras para aferrarse al fuselaje de la nave, sabiendo que su próxima colisión con la tierra firme sería posiblemente su final. Y así fue.
Pablo: - ¡Saharaaaa...! -
Gritó el oongree desde su nave, viendo la explosión que se alzaba sobre el nivel del suelo cuando la nave del general separatista impactó contra la superficie. No hay forma de que alguien pudise sobrevivir a eso.
Eakar: - ¡Padawan! ¡Dé el salto! -
Roy: - Pe... Pero... -
Eakar: - ¡Ahora! -
Roy dudó en hacerlo. Se dió la vuelta, solo para ver a su maestro derrotado, arrodillado en el suelo, con la cabeza sobre el cristal sollozando por la pérdida. No había nada que él, ni ninguno de los presentes pudiese hacer. Solo.. sobrevivir.
Y aún con el dolor creciente en su propio pecho, el padawan no tuvo más remedio que seguir las órdenes del maestro Eakar, viendo que el suyo propio no estaba en condiciones de tomar decisiones. Y tras presionar los controles requeridos, ambas naves dieron el salto al hiperespacio. Logrando escapar, pero con el peso de la derrota calando en sus corazones.
Lo que ninguno de los cuatro Jedis sabía, era que desde las ruinas del caza separatista en llamas, una figura de metal se alzaba entre los desechos. Aún con vida y su armazón de metal sumamente dañado, el general Grievous lanzó un rugido de rabia a los cuatro vientos, jurando venganza. Y que su cacería no terminaría hasta acabar con el último de los Jedis de esta galaxia.
Sin embargo, en ese momento no podía hacer más que tomar el sable de luz de las manos del cuerpo carbonizado a su lado, y esperar a que una patrulla eventualmente fuese en su búsqueda.
Esta galaxia aún tenía la desdicha de seguir sufriendo de la cólera del general Grievous.
Esta galaxia aún tenía la desdicha de seguir sufriendo de la cólera del general Grievous
