Saluditos, por fin pude sacar algún tiempo para seguir escribiendo (la esclavitud contable es muy dura T_T). Aunque les cuento que tengo epicondilitis, por mi trabajo y por escribir. Estoy en terapia y no sé si tienen experiencia con eso, pero duele bastante los ejercicios, ahora mismo me molesta mucho el hombro. Sin embargo, me animo pensando que por fin puedo publicarlo. Espero que lo disfruten y me dejen conocer sus bellas opiniones. Como siempre, agradecimientos a Chris, que lee como mil veces el contenido en medio del proceso y me anima mucho a continuar. Apapachos Chris.
Capítulo 71 ― Temporada Simarik II
Después del incidente en el invernadero, el abatimiento de la emperatriz se hizo evidente hasta para sus asistentes y los miembros de su séquito fuera del palacio de los Lirios. La fortaleza que la castaña había mostrado para tolerar las vicisitudes que la habían estado agobiando, se había roto con el último fragmento perdido de su confianza en la deidad de la memoria. ¿Era acaso que no podía creer en nadie? ¿No podía tener algo genuino en su vida? ¿Por qué algo tan simple estaba doliendo tanto? Shizuru sabía que no le habría importado que cualquiera dijera algo sobre Nao Yuuki, incluso un insulto comparándola habría resbalado en su piel como si nada la tocara.
El problema no eran las palabras en sí, incluso cuando atacaban una herida que le costó tanto cerrar. Lo que la incordiaba realmente, era de quién habían venido. Se sintió como si Ceret la traicionara y de paso, le hubiera roto el corazón…
Negó con la cabeza, enojada por sus pensamientos y con el escozor queriendo atacar sus lagrimales, se enrojecieron sus ojos, pero le impidió al llanto emerger y sus dedos presionandoon la pluma, rompiéndola en el acto. No le daría tal beneficio a la mujer pelirroja que como cada mañana velaba por su seguridad en su oficina. ¡Dioses! ¡Incluso aquello era contradictorio! La miró y se encontró con las gemas del mar que la veían con un dejo de preocupación y tristeza. ¡No! No caería en su juego otra vez.
—Majestad, ¿se encuentra bien?
—Perfectamente, Dama Krambler…— Susurró Shizuru recuperando la compostura, observó a la mujer mayor, que bien podría tener la edad de su madre y que Mashiro recomendó completamente para ser parte de su séquito, alguien capaz de liderarlo. Era una dama silenciosa, con una etiqueta perfecta, de las pocas mujeres letradas en el imperio, cuya posición se había logrado por mérito propio en una marea de hombres intransigentes que la menospreciaban. —Podría informarme, ¿cuál es la agenda del día?
—Debe reunirse a las 9 am con la Imperatoria para las audiencias de los jueves.— Ivonne notó la casi imperceptible mueca de su señora, la cual no estaba feliz de ver a su esposa esa mañana. Imaginando que justamente esto era lo que tenía de tan lamentable ánimo a la emperatriz, se apresuró a sugerir. —Aunque cabe resaltar que su presencia no es estrictamente exigida, por lo que descansar unas horas está dentro de lo permitido.
—¿Esto no generará rumores?— Cuestionó Shizuru, quien anticipaba el daño que puede ocasionarse cuando las habladurías crezcan y si bien no tiene a Natsuki entre sus personas favoritas ahora mismo, tampoco quiere que los demás lo sepan. La castaña sabe que las familias nobles codician el beneplácito de su esposa y es mucho lo que mujeres inescrupulosas están dispuestas a hacer a la más mínima muestra de debilidad en su matrimonio.
—No, majestad— murmuró Ivonne. —Las princesas tienen sus primeros incisivos inferiores y es sabido que tanto usted como la imperatoria cuidan personalmente de ellas en las noches. Si adelantamos relatos sobre un poco de fatiga no habrá interpretaciones incorrectas.
—Entonces que así sea. Natsuki podrá arreglárselas sin mí por un rato.— Shizuru sonriendo amablemente a la servicial dama. —Podrías remitir mis alimentos al jardín, quisiera tomar un poco de aire.
La secretaria se mostró feliz de servir correctamente a su querida emperatriz y se apresuró a dar las órdenes a los sirvientes para que todo fuera preparado según la voluntad de su señora. Ivonne se aseguraría de que su menú fuera tanto nutritivo como delicioso, pues veía en la joven de Tsu las condiciones ideales para tener una gobernante maravillosa y la emocionaba conocer el futuro que tendría su nación a causa de sus majestades.
La castaña se movió por los pasillos en silencio, extrañando las charlas que tenía con la dama de la memoria, quien parecía un fantasma a su lado. ¿Por qué lo había arruinado de esa manera? Lo que tenían era algo precioso y no se dio cuenta de lo mucho que disfrutaba de su presencia hasta este día. La deidad pelirroja caminaba detrás de ella con una distancia calculada, Shizuru miró de soslayo y notó que ella también parecía cabizbaja. Abrio los ojos indignados. ¿Ceret también estaba resentida? No era posible, la parte ofendida aquí era ella, pues fue quien escuchó palabras tan horribles.
Se distrajo bajando las escaleras y dio un mal paso, pero esta vez no tenía una mano en el barandal como era su costumbre. La fuerza de gravedad la atraía escalera abajo, se apresuró a cubrir su cara creyendo que iba a romperse el cuello de forma tan tonta, ¡Solo eso le faltaba! Cerró los ojos y esperó lo peor…
Los ángulos cambiaron, las leyes naturales se distorsionaron y pudieron percibir la luz abundante incluso con los ojos cerrados. Instantes más tarde, sus manos estaban puestas sobre algo mullido al tacto y su cintura se sostenía por el firme agarre de unas manos sobre la tela de su vestido. Luego notó que sus pies pisaban algo que no era el suelo, parecían los zapatos de alguien más, como unas botas de caballero. Abró los ojos y se encontró con la pálida tez de Ceret quien la veía con sus magníficos ojos azules tan hermosamente, que los latidos presurosos en su pecho no hicieron más que aumentar.
Sintió la suave corriente del viento y el aroma a flores, ¿era el perfume de Ceret? Notando que ya no estaba en el palacio, supuso que la deidad viajó a través de la Luz para ser lo suficientemente rápido y ponerla a salvo, incluso se las arregló para mantenerlas en posición vertical.
Estaban de pie en el jardín al que había querido ir. No había tenido tal cercanía con ella en días, por lo que tragó saliva y recordó sus modales. —Gracias…— Dijo, aunque sin mover un solo músculo lejos de ella, todavía un poco asustada por lo que pudo ser.
¿En verdad podría esta persona gentil que la cuidaba tanto decir una cosa así? Cuanto más lo pensaba, más consideraba que esas palabras no encajaban con la personalidad de Ceret. Aunque… ¿Qué tanto conoció a alguien que había pasado los últimos siete meses cuidando de su familia? Suspiré, lo quisiera o no, también la conoció a través de los recuerdos de Zarabin e incluso en ese mundo, la dama seguía siendo honorable, dulce y especial como pocos seres pueden serlo. Tenía que admitir que la miraba con interés en cada momento que estuvo en el mismo lugar que la diosa del renacimiento, incapaz de ignorar su presencia y llena de curiosidad por saber un poco más.
—Shizuru… creo que es oportuno que aprenda a caminar en el aire…— Fue todo lo que dijo para esconder el susto que sintió al verla tropezar. Luego desvió la mirada y un bello sonrojo se formó en su cara mientras un mechón de cabello rojo caía sobre su mejilla. —Podrías, ¿quitarme las manos de mi pecho? Sé que estás asustada, pero…
¿Su pecho? La mente de la joven Viola no estaba en su mejor momento, por lo que movió ligeramente los dedos, palpando la tela que dejaba escapar algo de calor y suavidad, por no mencionar la forma redondeada tan conocida. Abró los ojos de rubí líquido con la precisa memoria de los firmes y tibios senos de la diosa, se apartó más que abochornada y bajó de sus zapatos, tan pronto notó el pasto del jardín a su alcance.
—Me disculpo, me sujeté a lo primero que…— y eso no se escuchaba nada bien en los oídos de la propia Shizuru, cuyo rostro ardía. —Fue… instintivo.— Se llevó la mano a la cara cada vez más apenada.
—Era un ancla, supongo…— Remató Ceret con una sonrisa cálida en sus labios, divertida por este pequeño desliz.
Verla ser como ella es, dolió nuevamente. Shizuru se obligó a recuperar la compostura. Hizo una pequeña reverencia —Gracias por salvarme.
—Siempre…— Ceret quiso decir algo para resolver lo que había pasado. —Pero antes que nada, realmente necesito saber qué fue lo que…
—¡Querida Shizuru!— La presencia y la voz de una mujer rubia interrumpieron el momento.
La deidad, quien volvió a su papel de caballero femenino y custodia de la emperatriz, se aclaró la garganta y miró de malas maneras a Altria Fendrak, como si le recordara que esa no era la forma adecuada de dirigirse a la mujer cuya corona representa una nación completa. Pero la altiva mujer la omitió por completo, no iba a desaprovechar su oportunidad solo porque una tonta custodia tuviera ínfulas como aquellas.
A su espalda venía un grupo de sirvientes, llevaban toda clase de alimentos a la presencia de su Emperatriz y curiosamente traían comida suficiente para dos o tres personas. Altria entendió que Shizuru desayunaría en el templete del jardín, por lo que le ofreció su compañía de inmediato, omitiendo la existencia de su escolta como era costumbre en la realeza. Después de todo, los caballeros se mantendrían alejados y procurarían estar lo menos visibles en la presencia de sus señores, actuando solo cuando la seguridad de sus majestades estuviera comprometida.
Los escoltas de la Regente de Remulus comenzaron a hacer mofa de la débil persona que custodiaba a la emperatriz D'Kruger, pues no se veía exactamente fuerte. Ignorando voluntariamente a los dos tontos, la deidad sacó su cantimplora para tomar un sorbo de néctar y un trozo de ambrosía para calmar el hambre arrepentida que sentía, cuando los platos fueron servidos en la mesa de cierta castaña. Ceret miró con añoranza el lugar en la mesa que normalmente compartía con Shizuru en sus desayunos, cuando sus tertulias tenían lugar y la extrañó un poco más, pero mantuvo las distancias porque sabía que las cosas entre ellas no estaban resueltas. También sería muy extraño que una simple custodia se tomara tantas atribuciones. Suspir, pensando que su querida Celani comenzaba a exigir más alimentos de los que normalmente ocupaba como parte de su rutina diaria, por lo que acarició su vientre suave e instintivamente, antes de tomar otro bocado del manjar divino que tanto le gustaba.
Shizuru quien no perdió de vista a su guardiana, se sintió culpable. Wanted a la mujer pelirroja en su mesa, anhelaba sus conversaciones… y pensar que pasara hambre meramente por orgullo, aun estando embarazada, incrementaba las culpas en su mente. ¿Qué debía hacer? ¿Disculparla y decirle que se sentara? Pero Altria estaba aquí y no sabía si Ceret quería deshacerse de su fachada como caballero.
—¿Shizuru? ¿Estás bien?— Altria quien miraba con sus profundos ojos glaciares a la castaña, se atrevió a sostener su mano exponiendo preocupación en su cara. —Pareces distraídas.
—Disculpa… he tenido un poco de dolor de cabeza— Formuló la mentira con tal naturalidad que Altria se olvidó de la conversación previa, que fue más bien un monólogo suyo.
—¿Quieres que llame a un médico?— Ahora la faz nívea de la regente no escondía su angustia.
—No es necesario, tal vez se deba a que no he comido nada esta mañana…— Shizuru no diría que evitaría permanecer junto a la Kruger por lo que omitió el alimento, desairando sus posibles propuestas para pasar tiempo de calidad juntas. La joven de Tsu no quería renovar sus frustrantes recuerdos de fallida seducción con su esposa y enojarse todavía más; la realidad es que no había superado la situación y necesitaba tiempo para perdonar a Natsuki o al menos hacer más llevadera su situación actual.
La mujer remuliana sonriendo, acariciando la mano de Shizuru sobre la mesa, como si fuera la cosa más natural en el mundo, y lo era, al menos en los ojos de sus caballeros que ya conocían las artimañas de su alteza. Ceret, en cambio, miró con recelo el contacto, pensando que borrar la memoria de aquella mujer odiosa no debería ser demasiado criminal de su parte. Sonrió admitiendo para sí misma que actuaría como una niña con gusto, pero su lado más curioso, apostaría por ver. Ceret consideró que Shizuru es una mujer con un templo difícil de igualar, por lo que le sería imposible a la Fendrak hacerse con sus deseos e intenciones tan expuestas a la vista.
Las dos mujeres desayunaron bajo la mirada atenta de Ceret, quien apoyaba su espalda en un árbol cercano. Con el paso de los minutos, la conversación entre las dos damas se hizo más jovial y fluida, incluso reían de asuntos sobre los que su oído no escuchaba por respeto a la privacidad. Los guardias desatendieron sus miradas sobre ellas y las expresiones de los caballeros, que solían ser críticas, se desvanecieron con el paso de los segundos en la contemplación de la hermosura que poseía el caballero femenino de Windbloom que custodiaba la emperatriz.
Pronto se olvidaron de sus ardides y ambos hombres se acercaron con una sonrisa flagrante a Ceret. —¿Qué hacen los caballeros de Windbloom para divertirse en su tiempo libre?
—No hablaría por mis compañeros que son solteros, pero a mí me deleita pasar el tiempo con mi amor nocturno, mi esposa es mi alegría.
¿Esposa? ¡Qué desperdicio! Pensaron los hombres todavía con sus ojos libidinosos y sueños de cama. El más osado lo demostró algo bueno, pues si la joven no había conocido a un hombre, sería como tomar a una chica virgen. —Bueno, en Remulus se ha desarrollado el pensamiento de que una mujer puede tener tantos amantes como quiera y dado que nosotros no somos celosos…
—En verdad no tengo una mente tan estrecha.— Ceret sonriendo tan encantadoramente que por un momento las ilusiones de los hombres no hicieron más que crecer. —Pero de ustedes, lo único que podría complacerme, es un duelo. La realidad es que, no me relacionaría tan estrechamente con nadie que no iguale o supere mi destreza.
—Si vencemos, ¿pasarás la noche con nosotros?— Fue todo cuanto quiso entender al caballero, con la certeza de que sería el vencedor.
—No había visto tanta alevosía en mucho tiempo. Pasarán mil lunas y aun entonces ninguno de ustedes podría encender en mí la pasión que el beso de mi esposa puede hacer nacer.— La voz confiada de Ceret se hizo escuchar. —Pero ya que es una cuestión de honor, que les parece… los dos contra mí, prometo no mutilarlos y no usar habilidades especiales.— Los hombres no parecieron especialmente felices de escuchar aquello.
Unos metros más lejos, de donde partían sus majestades, la voz curiosa de Altria llenó la conversación. —Estoy sorprendida de lo que has logrado como emperatriz, tus méritos han alcanzado vítores incomparables y ahora que lo veo por mí misma estoy maravillada.— La mirada glacial de Altria se posó sobre el rojizo del iris de Shizuru, con la misma calidez que le obsequiaba. —Aunque no debería estarlo, teniendo en cuenta tus acciones aquel primer día en el que nos conocemos.
Shizuru se sonrojó un poco, recordaba que en ese momento había accionado como una mercenaria vengativa que quería acabar con todo Orphan que se posara en su camino, como si matar a cada uno de esos monstruos le trajese de vuelta a su esposa. Así de herida estaba, entonces no podía hablar de una honestidad o desinterés en el acto en sí, pues no sería tan altruista. — ¿Todavía te acuerdas de eso?
—¿Cómo podría olvidarlo?— La mirada intensa y la sonrisa cómplice que Altria le dirigió sin duda atrajo la atención de Shizuru. —Salvaste mi vida y eso no es poco.— La joven regente no había dicho aquello por decirlo, si bien y siendo un poco honesta sobre las circunstancias, aquel día estuvo agobiada por los continuos ataques del enemigo y la escasez del alimento que había jugado. en contra con la tardía llegada de sus ejércitos. El agotamiento y el hambre le pasaron cuenta, por lo cual estuvo cerca de perder. — ¿Fingirás demencia sobre lo que hiciste? Fue bastante impresionante observarte luchar con la lanza extensible, erradicando a cuanta criatura se extendía en el territorio, yo apenas podía levantar mi brazo después de tantos días de lucha. No puedo decir que mis acciones fueron heroicas, en realidad solo fueron el fruto de mi desesperado anhelo por la supervivencia de mi familia. Pero tú podrías habernos dejado en ridículo a todos…
—Si lo dices de esa forma, entonces fue más complicado de lo que pudo parecer una simple vista.— La castaña se interesó, después de todo tenía frente a sí a una mujer por demás orgullosa, casi como cualquier noble es. Aunque tendría que admitir que había algo en la forma de ser de Altria que la retaba constantemente y la obligaba a mirarla, no solo por lo hermosa que es, sino también por la agudeza y la pasión de sus palabras.
La rubia asentada. —Nadie esperaba que el matrimonio de la reina Mashiro se convirtiera en un baño de sangre. Nadie creería que en realidad hubiera sido un golpe de Estado tramado por Dai Artai.— Altria frunció el ceño, odiaba haber bajado tanto la guardia. —Siempre he llevado conmigo la espada de la luz porque es una extensión de mi vida y una herencia de la sangre de mi padre.— Acarició el brazo en el que la marca divina daba origen al control luminiscente de su animus. —Sin embargo, fue la primera vez que pareció ser un arma insuficiente o tal vez yo lo era. Cómo sabes, las criaturas también se manifiestan en nuestros territorios, sin embargo, su número es insignificante comparativamente con lo que pudo pasar en Fukka y lo que ocurrió en la noche oscura superó, por mucho, cualquier ataque al que me hubiera confrontado alguna vez. Créeme que no le temo a la muerte porque la he enfrentado las suficientes veces como para considerarla a una amiga que está allí merodeando cada día.— La severidad en el rostro de la joven remuliana era una muestra de la seriedad de sus palabras. —Pero perder, podría significar la extinción de nuestra familia por completo; Shana y Verdín son mi tesoro más grande y por ellas harían cualquier cosa.
—Comprendiendo perfectamente el sentimiento. La familia es la cosa más importante para mí y mis hijas son la luz de los días, la razón de todas mis alegrías.
Altria no pasó por alto la omisión de la castaña, quien no se refirió a su esposa en ningún momento. Cómo estimaba posible, la relación entre las emperatrices se había deteriorado y era más que solo por los rumores que había sembrado. Supuso que requeriría de mucho más tiempo para urdir un plan adecuado, sin embargo, la mismísima Imperatoria cavaba paso a paso el agujero de su propia tumba. —¿Qué hay de Kruger? ¿Era todo lo que esperabas con su retorno?
—Natsuki es el regalo que los dioses han retornado a mis manos…— dijo aquello con voz poética, aunque falsamente alegre. Si bien Shizuru estaba agradecida por el regreso de su esposa, sintió que fue más lo que perdió que aquello que le fue devuelto y casi empezaba a rendirse sobre tener nuevamente lo que tanto anhelaba. ¿Deberías resignarte de una buena vez? —Es una madre maravillosa.— Prefirió no mentir al respecto y desviar la conversación.
—Me alegra escucharlo, hubo un tiempo en el que pensé que jamás podrías recuperarla. La mayoría la dieron por muerta.— La dama rubia leía bastante bien entre líneas las omisiones de la joven Viola, era evidente que no estaba en buenos términos con su esposa. Casi parecía un sueño olvidado el cómo se refería a su mujer en aquellos días en los que lucharon contra el usurpador y lograron derrotar al ejército de maestros invocadores. —Pero vistos tantos milagros. Me has hecho cambiar de parecer acerca del matrimonio y en verdad pienso buscar una esposa digna. Aunque tal vez lo ha arruinado para ellas, ha puesto estándares muy altos.— La insinuación fue tangible, después de todo la Regente remuliana no quería a otra mujer que no fuera Shizuru.
—¿Es así?— Una sonrisa ladina salió a relucir en los labios de la emperatriz de Windbloom.
—Cómo decirlo, encuentro tantas virtudes en ti que podría pasar un día entero hablando de tus numerosos dones.— La noble extranjera tomó un sorbo de té, sin dejar de mirarla con evidente interés. —¿En ese caso hay alguien a quien puedas recomendarme?
—Deja que lo piense un momento.— Shizuru se mantuvo serena, pese a que le molestaba un poco el reto en las palabras de su interlocutora. Las dos conocían ese juego y en realidad estaba resultando bastante divertido fingir que no entendía las insinuaciones de la remuliana. —Me temo que las mujeres cuyas virtudes son tan numerosas ya se encuentran comprometidas o casadas.— por su mente pasó la imagen de la princesa de Remus, pero ella ya se ha desposado con el Conde Sorata.
—Es una pena, pude tener un poco de esperanza. Sin embargo, las damas más nobles y distinguidas ya están comprometidas o desposadas. Casi me dan ganas de robarlas de sus esposos…— Altria fingio demencia, como si hablaran de una tercera persona. —Es triste cuando te das cuenta de que ellas no son lo suficientemente apreciadas. Celebro que ese no es tu caso, Emperatriz.— Una minúscula fisura se esbozó en el rostro de Shizuru y aunque aquello apenas fue visible por un breve instante, Altria comprendió que esta brecha sería su mejor oportunidad.
—Bueno, sería absurdo que en este vasto mundo hubiera tan pocas damas dignas de tanta atención, ¿ha considerado buscar esposa en Remus o Remulus?— Refutó la joven de Tsu para salir del apuro.
—Sería como buscar en vano, cuando mi corazón ya ha hecho su elección.— La mujer rubia pensó en que sería un buen momento para exponer sus genuinos deseos, había mostrado su interés desde el primer momento de conocerla y tan solo vio detenidas sus intenciones. por el luto que D'Kruger le guardaba a su esposa, la duquesa de Fukka. Mala había sido su suerte, pues aquella que fue al mundo de los muertos, encontró el modo de volver entre los vivos. —Shizuru, no he podido sacarte de mis pensamientos desde aquel día en el que emergiste gloriosamente con una lanza roja en tus manos y pusiste fin a una batalla tan desigual. Recuerdo como si fuera ayer, el brillo del sol que bañaba tus preciosos cabellos castaños y la mano fuerte que se alzó victoriosa sobre mis enemigos. No he sabido de otra mujer que pueda ser tan portentosa y cuando escucho tu nombre está envuelto en alabanzas. Cómo podría a otra mujer más digna para ocupar un lugar a mi lado buscar, si al compararlas contigo, no llegan a ser ni siquiera las sombras de tu nombre.
Empero el sonido de una confrontación atrae la atención de las dos. El rostro de Shizuru palideció en cuanto observó sobre el hombro de la dama extranjera, como los dos caballeros de Remulus qué eran sus escoltas, atacaban a mansalva a su guardiana pelirroja. Ambos hombres arrojaron puñetazos y patadas tratando de alcanzar a su objetivo, pero Ceret quien era mucho más diestra y experimentada que ellos, simplemente los evadía con aparente facilidad, haciendo que se golpearan accidentalmente entre ellos y magullando aún más el orgullo de esos hombres. No era que la deidad tomara la ventaja de sus atributos divinos, en realidad había pasado largos años en el campo de batalla durante las guerras del animus, lo cual desarrolló una memoria muscular prodigiosa que reaccionaba tan naturalmente a cada uno de los ataques como si leyera. el pensamiento de aquellos vanos hombres. Se movió hacia atrás ante un gancho; evadió una patada y saltó sobre el caballero, pisando sobre su pierna extendida en ataque y fisurando uno de sus fémures; luego pisó el hombro de otro caballero en cuanto trató de embestirla, provocando el mismo daño en la clavícula. La pelirroja se deslizó elegantemente en el aire llegando hasta la espalda de su oponente y ejecutó un pequeño movimiento que lo hizo trastabillar estrellando su cara en el pasto.
La dama de la memoria ni siquiera se había puesto seria para luchar, pero ya tenía sobre sí los iris rubí que la observaban con evidente admiración. La regente, que comprendió cuán rápido había sido robada la atención del objeto de sus afectos, tensó la mandíbula. —¡Elron! ¡Tizius!— Llamó a los caballeros con evidente disgusto, pues sus impetuosas acciones habían arruinado el momento.
Los hombres al servicio de Altria comprendieron rápidamente la magnitud de su error, por lo que se apresuraron a reverenciar a su señora, disculpándose por su debilidad y su irascible personalidad. Las excusas fueron banales ante los oídos de las monarcas, pero en vista de que nadie había resultado herido, decidió excusar la falta por esta ocasión y evitar un problema diplomático más grande.
Alegre y como si nada hubiera pasado, la diosa se aproximó a la castaña respondiendo a la silenciosa pregunta de la mujer. —No eres la única a la que le gustan las lanzas.— Le susurró Ceret en el oído con un tono orgulloso qué trajo cosquillas en la nuca de Shizuru. —Aunque tengo que admitir que tu danza mortal es especialmente hermosa— La diosa había contemplado la imagen de aquel recuerdo con especial admiración. Ella, que apreciaba enormemente toda clase de exposición artística, consideró que la danza de la castaña podría ser equiparada con los mejores bailes del mundo antiguo.
Sin siquiera percatarse de las dificultades en las que ponía a la joven emperatriz, Ceret miró su reloj y entendió que ya era el momento de realizar sus labores como Reina del inframundo. Las Nilas llegaron pronto a su presencia, para hacer entrega de una serie de papiros arcanos y susurrar algunas cuestiones importantes que solo el tercer pilar del inframundo podía escuchar. Con un asentimiento sereno, Ceret aceptó reunirse con la reina Nilari y su esposa, Adara, para atender el riesgo de una grieta que había aparecido en los límites fronterizos con la dimensión del caos.
Puesto que Altria desconocía el lenguaje arcano de los dioses, no pudo entender ni un poco de las circunstancias que se presentaban en sus narices. La regente se sintió agobiada ante esta nueva rival que parecía incluso más peligrosa que la propia Imperatoria. Que Shizuru fuera deseada por muchas personas, era natural ante los ojos de la remuliana, pero que un simple caballero femenino de la guardia tuviese tal afinidad con la dama, había resultado ser un golpe inesperado para sus planos.
—¿Quién es ella de verdad?
—Ceret, "la reina del inframundo..." — omitió lo último, consciente de que aquel no era un secreto que le perteneciese como para revelarlo. —Mi querida guardiana.— acotó tranquilamente, antes de agudizar su mirada y emplear un tono amenazante. —Si tus caballeros vuelven a intentar ofenderla una vez más, incluso si se atreven a mirarla de la misma forma que lo hicieron antes. Existe una pequeña posibilidad de que los confunda con alguna de las criaturas que derrotamos juntas durante esos días.
Elron y Tizius tragaron saliva, ambos se angustiaron al escuchar tal cosa, sintiendo el filo imaginario de la naginata de Shizuru amenazando figurativamente sus cuellos. Ceret, a quien la descubrió el susurro de tales palabras, sintió una vez más la tibieza de las acciones de la castaña con un dejo esperanzado, en el que su lazo no se hubiera roto por completo.
—Su majestad, debo marcharme, pero ya pronto será relevada, así que no tema. Sus leales sirvientes estarán a su lado en estos breves instantes de mi ausencia. Habló del modo en el que cualquier caballero lo haría y la idea de que esta mujer pudiese abandonar su puesto con tal desfachatez se sorprendió a Altria, quién frunció el ceño inevitablemente.
A ella la reemplazaron 5 mujeres uniformadas. ¿Ceret equivalía a 5 guerras? Altria casi no podía creerlo, odió a la pelirroja por todo esto, no solo había interrumpido su oportunidad de declarar sus sentimientos ante la emperatriz, también había sido ridiculizada por las estúpidas de sus asociados. La misteriosa presencia de esta mujer, quien seguramente era alguien mucho más importante para la castaña, es algo que la desasosegaba excesiva.
Tenía una ligera aprensión en su pecho. —Sé cuidadosa.— Dijo por lo bajo, tanto que fue como si no hubiera murmurado palabra.
Pero Ceret, cuyos sentidos sobrenaturales eran superiores, claro que pudo oírla y exageradamente. Mientras se perdía de la vista de todos caminando hasta un punto oculto en el jardín, se determinó que la próxima vez que estarían a solas resolvería esta dificultad tan pronto como fuera posible, pues apenas toleraba mantener tantas distancias por un malentendido.
Ya en el claro del centro del jardín, aguardó la llegada de su esposa, a quien esperaba advertirle de la ingrata presencia de la regente Fendrak. El monarca cristalino se manifestó con prontitud tras su llamado, para asegurarse de que Shizuru estuviese protegida todo el tiempo, como lo habían acordado. Las esposas se abrazaron tan pronto se vieron, disfrutando de la proximidad de la otra, con el cálido sentimiento de la mutua compañía y del afecto perenne que se tenían. Eran cosas pequeñas, pero magníficas las que ocurrían en los dulces momentos, la hija de Tsukuyomi disfrutaba la percepción del aroma que embargó la piel de su Solaris, hasta la textura de las hebras de los cabellos rojizos que acariciaba entre sus dedos. Luego deslizó sus manos por la espalda de su amada hasta llegar a su cintura y tan pronto como pudo puso la palma sobre el vientre, en memoria de la feliz espera.
—Mi adorada Ceret… ¿Cómo está nuestro bebé? Mi preciosa Celani. ¿Acaso escuchas la voz de su madre?
—Todavía es muy pequeña mi amor…— Ceret se rio por las absurdas pero tiernas palabras de la deidad frente a ella.
—Me aseguraré de que mi voz sea tan familiar para ella, que cuando la llame, sus preciosos ojos me mirarán con reconocimiento, incluso siendo un bebé.— Insistió sin dejar de acariciar el vientre de su esposa, mientras sujetaba su barbilla y le prodigaba un beso a sus labios.
Delineó el rostro de su amante con ternura y devoción infinita, como si la contemplación de su cara, trajera una alegría inmensa a su mundo. Qué tesoro era aquel que sostenía entre sus manos, qué deseables aquellos labios que los suyos rozaban ansiosamente y casi maldijo el infortunio de sus deberes por los que se obligó a separarse de su dama de la memoria. —Cariño, me pareció que tenías hambre. ¿Es cierta mi corazón?— Extrajo de su brazalete dimensional los valiosos melocotones del árbol sagrado, que son magníficos para el embarazo de una deidad primordial como Ceret lo es y además son sus favoritos.
La joven de mirada marina se sonrojó en el acto como si hubiera sido encontrada en medio de una travesura infantil; sabiendo que no podría ocultarlo, se apresuró a tomar la primera mordida del fruto que su esposa le ofrecía tan encantadoramente. No admitiría este pequeño descuido, por lo que volvió un tierno beso a su cristal nocturno con sus labios impregnados del sabor de la fruta.
Tramposa… pensó la deidad creadora, incapaz de vencer en esta pequeña treta. Devolvió el beso para complacencia suya, aunque recordaría dejar alimentos más sustanciales al alcance de las manos de su esposa, quien podía ser algo distraído para ciertas cosas. —Prepararé la cena y muchos platos más, si con ello me aseguro de que te alimentas correctamente.— Levantó una ceja con fingida indignación, cruzándose de brazos.
Ceret no rechazaría semejante propuesta, más que feliz del afecto y cuidado de aquella a la que tanto ama. Ocurridas las mieles del breve reencuentro, Derha creó suministros adecuados para satisfacer las necesidades de su esposa y además imbuyó diversos frutos de su propia energía divina, a fin de satisfacer la demanda energética de su hijita no nata. La cesta se guardó en el brazalete de Ceret y esta, le informó de las circunstancias fortuitas de su misión, preparándose para partir al Inframundo unos instantes después.
Derha sujetó la mano de la dama pelirroja antes de que viajarse a través de la luz. —Me angustia que vayas a ese lugar; con las cosas que he visto en la dimensión de los yeguas estoy bastante seguro de que las intermitencias del caos están relacionadas. ¿No querrías que fuera yo en tu lugar?
—No soy una criatura indefensa y lo sabes.— Argumentó Ceret, ya había cerrado brechas mucho mayores en el pasado, esto era prácticamente un trabajo de rutina.
—Ya fuimos emboscados en una ocasión en nuestra propia morada, casi te costó la vida aquella vez.— La mujer, de cabellos refulgentes, no sería tan orgullosa para pasar por alto su catastrófico fracaso en el pasado. —Sabes que eres mi tesoro y aunque sé de tu habilidad mortal con Flameris, todavía siento este temor dentro de mí.
El corazón de Ceret se enternecía ante tal muestra de vulnerabilidad por parte de su esposa. Sin embargo, no renunciaría a su autonomía, ni ahora, ni nunca. —Esa diosa tenía el poder de crear fantasías muy vividas, capaces de engañarnos sin que tuviéramos intención alguna de combatir. Y actualmente, nadie más que yo posee el poder de la ilusión. Te prometo que no serás engañada nuevamente.
—Me disculpo, amor mío…— Miró abochornada a su mujer. —La idea de perderte se ha convertido en mi temor más grande, no pretendo controlar lo que haces como si fuera un cruel carcelero, pero solo quiero protegerte cada día.— cerró los puños con suma vergüenza en su rostro, por lo que desvió la mirada esmeralda.
—Eso no significa que planee subestimar a nuestros enemigos. Me acompañaré de un regimiento si es necesario. Tampoco es mi intención causarte sufrimiento y angustia, ya verás que pronto superaremos todas estas dificultades, en tanto estemos unidos.— Juntó sus frentes y rozó su mejilla con el rostro antes evasivo.
El primer pilar toleró el asunto de dejarla ir, pues para escoltar a Ceret en la inspección de la brecha del abismo, se aseguró de enviar una escuadra completa de caballeros divinos junto a Rorik, su confiable comandante. Incluso Tsukuyomi acudiría si la situación lo requiriese, pero esta parte era un secreto que Derha no estaba dispuesta a compartir por el momento. Así que no tuvo más remedio que sonreír y despedirse de su adorada con un breve ademán de su mano.
Mientras se dirigía al lugar en el que sabía que Shizuru partía con la odiosa Fendrak, diluyó las marcas de la divinidad que la caracterizaban, retirando el animus de las hebras de su cabello, las cuales volvieron a ser oscuras y de brillo cobalto a la luz. del sol. Derha, no pudo evitar sentir que una ola de nuevos nervios llenaba su estómago y no eran las gentiles mariposas del enamoramiento; al contrario, se trataba de una zozobra que la había acompañado permanentemente desde aquel momento en el que sus pasiones coincidieron con las de la castaña. La incertidumbre, que parecía una fiel compañera, la asolaba en cada ocasión que se atrevía a pensar en lo que pasó aquel día. La había besado, sus cuerpos se estrecharon y pudo ser que por un momento la infranqueable Shizuru Viola, correspondió a sus afectos… o eso habría pensado, si la siguiente cosa por hacer no hubiera sido su llanto.
No podía imaginar qué era lo que había hecho mal aquella tarde o por qué la joven derramó sus lágrimas, la única certeza que la acompañaba es que la incomodidad y la distancia eran todo lo que le quedaba cuando las dos estaban cerca. La emperatriz se había convertido en alguien especialista a la hora de evadir cualquier conversación y su desánimo en torno a Ceret tan solo agravaron las circunstancias, como si lo que hubiera pasado entre ellas, también fuera su culpa.
Pensó que esta sería su oportunidad, pues si se hallaran a solas, sería inevitable que le dirigiera la palabra. Sin embargo, la seguridad de sus pasos titubeó en cuanto notó la presencia de la Regente Fendrak y su cercanía con la que, a los ojos del mundo mortal , era su esposa. Cuando se serenó un poco, la joven Lunaris volvió a ver en dirección del par notando una sonrisa que la quemaba, era tan hermosa como el brillo del sol en las mañanas, como los lirios en las montañas e incluso las joyas más preciosas no podrían compararse. ; empero, la belleza de tal gesto no le estaba dirigido a ella… sino a la rubia de ojos glaciares del imperio vecino.
Las esmeraldas, que eran sus iris, se llenaron de celos y abatimiento, por lo que no pudieron apreciar los hilos rojos que se deslizaban cerca de Shizuru, tejiendo los hilos de su destino. La diosa se enojó al escuchar los murmullos alegres que exponían una proximidad peligrosa entre las mujeres, observando en silencio a una prudente distancia y con la sombra que le prodigaban las frondosas ramas de un árbol sobre su cabeza. Se cruzó de brazos e intercambió sus trabajos con Ceret como caballero y escolta.
Así pasaron un par de horas y la afinidad de las sonrientes jóvenes, no hizo más que incrementar desde el punto de vista de la observadora. Derha demostró que las advertencias de Ceret apenas habían sido expresiones tímidas comparadas con las circunstancias odiosas que tuvieron que contemplar por sí misma. Altria encontró el contacto de Shizuru con cada mínima excusa, le coqueteaba halagándola de diversas maneras. También decía cosas que le hacían reír, su química era innegable y tuvo que admitir que no había visto tal alegría en la emperatriz, salvo con las niñas y sus momentos privados. ¿Acaso era la única persona que no podía alcanzar el corazón de la castaña? Aquel dolor familiar… ¿Se acostumbrará alguna vez a no ser correspondida por ella?
Finalmente, la gota que colmó el vaso de su paciencia, se manifestó como la caricia atrevida de la Regente, quien acomodaba uno de los mechones castaños del cabello de Shizuru tras su oreja, con la expresión cómplice que advierte el preludio de un beso. Derha se movió rápidamente, pisando intencionalmente una rama para anticipar su llegada y obligar que aquello que estuviese ocurriendo, fuera disimulado, al menos, por la mínima cortesía.
Tras permitirle a las mujeres conocer su aparente llegada fortuita, la mano de la imperatoria se sostuvo de la de Shizuru, no sin dudar un breve momento. Tal parecía que a la joven de Tsu no le resultaba grata su llegada o la interrupción que tuvo lugar. Los ojos de la rubia se detuvieron en el movimiento, la timidez del acto solo hizo nacer una sonrisa complacida en los labios de Altria quien vio la debilidad del mismo y la incomodidad de cierta Emperatriz en el gesto. Sería imposible para cualquiera distinguir a Derha de Natsuki, por lo que la noble espada de Luz, como era apodada Altria, no pensó ni por un instante que pudiera ser alguien diferente a la monarca de Windbloom, mucho menos una diosa y nadie lo desmintió.
—Saludos en esta hermosa tarde, no más bella que mi preciosa esposa.— dejando atrás la timidez previa, Derha depositó un gentil beso a los labios de Shizuru, de soslayo disfrutó el agravio de la rubia fanfarrona.
—Es un placer conocerla, honorable Imperatoria.— Murmuró con perfectos modales, la de mirada glacial.
—El placer es todo mío, Regente Fendrak.— murmuró con un tono de falsa amabilidad. Poco le faltó para escupir el título de la odiosa remuliana. —Si nos disculpan, se aproximan las horas de nuestro tiempo privado junto a las princesas.— y nadie pensaría que la pelinegra de ojos esmeraldas quisiera asesinar a la rubia en ese momento. —Por lo que, a partir de aquí, escoltaré a mi esposa a nuestros aposentos en el palacio, para deleitarme con su compañía, como cada noche…— El tono de esta revelación, de apariencia mundana, insinuaba un poco lo que podría pasar en la habitación de los amantes al anochecer. Eran las palabras que Derha había usado queriendo desanimar a la molesta noble extranjera, asegurándose de que ella no tendría la más mínima cabida.
Sin embargo, la sonrisa perpetua en la boca de la irritante mujer no languideció. —Su caballerosidad, seguramente ha extasiado a la corte. Las damas y las jovencitas suspirarán con solo verle, por lo que su majestad, la Emperatriz, debe estar muy satisfecha de tenerle. La clara insinuación de infidelidad en la voz de Altria no pasó desapercibida, aunque sus palabras fueron un supuesto halago.
Pese al ardid, la monarca se obligó a no arruinar la reputación de la corte de su castillo o sus buenos modales. —¿En verdad? Mis ojos se distraen tanto en mi amada, que no he sabido de suspiros ajenos.— Se defendió Derha queriendo cortar esa odiosa conversación de inmediato. —Espero que su alojamiento en el palacio de las estrellas sea cómodo. Mi Emperatriz ha sido diligente en la tarea y por ello mi admiración, como mi amor es todo suyo…— Ocupaba cada ocasión para resaltar el vínculo nupcial que tenía con la castaña, brillando el anillo de bodas en la mano que acariciaba. Como si fuera su alterego, Natsuki Kruger, besó el envés de la mano de Shizuru felizmente.
—Sin duda, la majestuosidad de la arquitectura de Windbloom es cautivadora y sus espacios bellamente decorados tienen el buen gusto de la Emperatriz— dijo elocuentemente, pero sus ojos azules estaban puestos en Shizuru y no en el palacio, para irritación de la diosa que consideraba la posibilidad de borrarla de la existencia. ¿No sería una verdad demasiado grave?
Altria reverenció a Shizuru, aunque cualquiera que mirara pensaría que era un gesto de humildad ante sus majestades, pero cada mínima acción estaba destinada a cortar a la castaña, cuando era en ella en todo lo que la dama rubia pensaba. Caminando elegantemente y con felicidad, dirigió sus pasos sobre los preciosos jardines que rodeaban el bello palacio de las estrellas, aquel que había sido adornado con tal cantidad de joyas, que las mismas brillaban con efectos increíbles de Luz. Tal palacio hablaba muy bien de los arquitectos y orfebres del país. Aquel que sería su hogar durante los siguientes eventos, incluida la boda de Mai Viola y la esperada ceremonia del nombre de las princesas imperiales, protocolo que tardaría al menos un mes. La remuliana sonando, consciente de que su tiempo en el palacio de las estrellas sería prolongado, incluso contra la voluntad de la imperatoria, y eso le daba la oportunidad de acercarse un poco más a Shizuru.
—¿Qué fue todo eso?— Shizuru soltó la mano de la diosa, consciente de que la regente se había alejado lo suficiente como para que no viera estos acontecimientos o escuchara sus palabras.
—Sin importar lo que yo sienta, óyeme Shizuru.— La pelinegra tragó saliva, suspir y la miró con seriedad. —Esa mujer es una casanova que solo se interesa en llevar a mujeres inalcanzables a su cama.
—Ara, ¿acaso insinuás que yo soy una mujer que aceptaría?— La voz de la castaña delataba un tono ofendido, casi era sorprendente que Derha le dijera tal cosa.
—Eres infranqueable cuando quieres, si lo sabré yo.— afirmó con desencanto, porque era algo que le dolía bastante. —Pero la señorita Fendrak, tiene de señorita tan solo el título.— murmuró con desdén. —Te asediará incansablemente, se nota que se ha prendado de ti.— y saben los dioses que la Derha la entiende por completo, porque ella misma se ha enamorado irremediablemente.
—Te atreves a hablar mal de ella y ni siquiera la conoces… nunca creí que pudieras comportarte de ese modo. Estás siendo irracional.
—Irracional?— ¿Realmente no se había visto a sí misma sonriéndole a esa remuliana de cascos ligeros? —Ardo en celos porque eres mucho más receptiva con ella. Conmigo siempre estás alerta como si fuera un depredador o algo peor, con ella pareces relajada y abierta. Me arrojas lejos ante la más mínima proximidad y salvo por el beso que me correspondiste aquella vez, realmente no puedo entender lo que hay entre nosotras…
La memoria de aquel beso apasionado trajo perturbaciones a la mente de Shizuru y sus ojos rojizos se abrieron sorpresas por estas atrevidas declaraciones. Pero como aquella vez, todo en lo que pudo pensar fue en escapar, en eludir y no enfrentar esa situación. Tampoco estaba lista para hacerlo, buscó una excusa y la encontré… —Ni siquiera tienes autoridad para decirme como actuar. Tú ya tienes a Ceret y con ella debería bastarte, es más, ¿por qué no te interesas en ella ahora mismo?
—Ya veo…— Derha tensó la mandíbula y desvió la mirada sobre las flores que mecía gentilmente el viento. —Ahora entiendo que… soy solo yo la excepción a tus afectos, porque no hay nada malo en que te intereses en Altria Fendrak si todo lo que tienes por decir, es el nombre de mi esposa para esconder lo que te pasa con ella.— Era evidente que el primer pilar se sentía herida y sus ojos se enrojecieron conteniendo las lágrimas, pero mantuvo la compostura. —Puedes decir de mí lo que quieras.— movió su cabeza con negaciones dolorosas en su faz. —Pero mi corazón solo se ha compartido con Zarabin, Ceret… y contigo. Conoces mi cuerpo Shizuru, conoces mis sentimientos…— susurró lo último muy quedo, apenando un poco más a la castaña, porque ciertamente estuvieron desnudas en la tina bastantes veces. —Fui tuya cuando me ataste a la cama en nuestra noche de bodas, fuimos una cuando usaste un velo en tus ojos. Ese día, aceptamos el hecho de que no era un esposo al que debías adorar, sabías que solo… solo era yo, una mujer amándote.— Sonrió, con un nudo en la garganta. —Así que no me confundes, con ella… ni a la mitad de la población de la plaza que ha conocido la cama de la señorita Fendrak.— Despotricó finalmente.
—Hablamos como si fuéramos amantes…— Aquello le parecía insultante.
Negó con la cabeza. —Lo que me preocupa es que es obvio, que Altria te gusta. Entiendo que tiene un aspecto agraciado, así que no discuto tu apreciación por su belleza. Pero es alguien que se jacta de sus trofeos, de las mujeres imposibles que ha sido capaz de seducir. Frunció el ceño con molestia.
—Eso no es verdad— Negó desviando la mirada rubí.
—Miénteme mirándome a la cara.— Solicitó Derha con la barbilla tensa.
Shizuru se cruzó de brazos, sintiéndose juzgada antes de haber cometido algún delito, gustar de alguien no era un crimen. Porque últimamente había notado que no era ciega, le gustaban bastantes personas a decir verdad y no había hecho nada indigno. —Tus celos son halagadores, pero todo esto está fuera de lugar.
Derha presionó los labios y luego bajó la mirada triste. —¿Es así?
—No entiendo lo que haces, me reprochas por algo que no he hecho y…
—Shizuru… por favor, diez centavos…— Suplicó la deidad. —Cuanto más cerca estoy de ti, más intensos son mis sentimientos, pero eso me está destrozando. ¿Qué soy yo para ti?
—Derha, eres la madre de mis hijas…— La castaña apeló a ese recurso incapaz de decir la verdad.
—Acaso sabes cuanto duele desear que me ames y no saber si algún día sentirás lo mismo por mí?— Derha reflexionó sobre eso y pensó en su contraparte, en su constante evasiva… así que abrió sus ojos esmeraldas con entendimiento. —Espera un momento. Tú lo sabes, deseas tanto a esa persona y ahora mismo, no la tienes.
Shizuru tembló en su lugar, sintiendo la distancia que ya era tan común en su matrimonio. ¿Se burlaba de ella? No esperaba que Derha tocara tal fibra sensible refiriéndose a Natsuki y no pudo esconder su enojo o contener sus palabras. —Tú nunca serás como ella, ya deja de intentar ocupar su lugar.
Tú nunca serás como él, ya deja de intentar ocupar su lugar…
Derha escuchó el eco distante de una voz muy similar hace milenios y comprendió que, al menos en este punto, Shizuru y Zarabin tenían mucho en común. Fue un corte limpio en su corazón, conoció este dolor y aun así no pudo refrenarlo ni un poco. El abandono que siempre la asolaba como una sombra oscura vino con tal intensidad que no pudo murmurar palabra, se quedó sin voz y sintió las cadenas que la retuvieron aquella vez estrangulando su alma y su corazón nuevamente.
—No me verás nunca a mí… — Negó con la cabeza, cerró los puños hasta tornar blancos sus nudillos y los cristalinos invadieron sus ojos esmeraldas. —La realidad es que no puedes verme y no quieres tenerme.— Se congeló en su lugar, sintió que solo era un juguete en las manos de Shizuru, algo que ella había desechado y reemplazado con la nueva curiosidad del día, Altria. Una absurda rigidez atacó cada una de las extremidades de su cuerpo, volviendo su mente a las traumáticas escenas del castillo Barbarak en la que fue un cuerpo vacío, siendo tomado una y otra vez… como si fuera un objeto que no siente, que no tiene derechos ni voluntad y que no vale nada.
—Derha no se trata de algo como eso, no es que no quiera… yo… no puedo.— Tan pronto Shizuru lo dijo, la sensación de haber mentido se impregnó en su conciencia. ¿Por qué estaba diciendo estas cosas falsas? Pensó en alguna parte de su mente.
La deidad supo que estaba atrapada en el mismo círculo de miseria y ruego, por alguien que, si sentía algo, no tenía el valor de afrontarlo o simplemente, no lo sentía. —Tú no me amas y jamás lo harás.— Admitió con pesar y una sonrisa derrotada en su rostro. —Y estás bien… Shizuru. No tienes que forzarte a amar a nadie— Sus acciones habían hablado por sí mismas. —Solo fue una quimera en mi cabeza.— Hasta se avergonzaba imaginando lo fastidiosa que pudo ser cada día de insistente cortejo. Se acarició el puente de la nariz y cerró los ojos, las lágrimas bajaron por sus mejillas.
Shizuru quiso resarcir sus palabras, pero la voz no le salió y cuando pudo hablar tampoco dijo lo que quería. —Puedes irte.
La humillación el bañó por completo al comprender lo bajo que había caído, luchando con Natsuki por su atención, como la tonta niña que buscaba afecto donde no lo encontraría. Al final solo había sido un arrebato para otra dama de ojos rojos, una mujer cuyos problemas maritales fueron la causa de una debilidad pasional que le permitió entrar brevemente en el idilio. Era la circunstancia más irónica, una burla como pocas y no era ni siquiera el mustio reemplazo de un marido o de una esposa. ¿Realmente no había aprendido nada? Oyó el eco de su propio ser, lleno de vergüenza y arrepentimiento. ¿Cómo pudo caer por segunda vez en la misma equivocación?
Creí que era diferente , pero no lo es. Se respondió a sí misma, recuperando la compostura y enfriando sus ojos para mantener algo de su dignidad. Con manos temblorosas buscó el anillo en su anular izquierdo, con la diestra retirada la unión de la gema conocida como el zafiro gelido, posándolo en la palma de su propia mano. Vio la alegría que labró el señor Christoph, sintiendo un profundo odio por el objeto que veneró en honor de un lazo inexistente. La diosa comprendió que ni siquiera la mitad de ese anillo le perteneció alguna vez. Usó el vacío y dejó que se evaporara en el viento, sus partículas deshaciéndose para integrarse más tarde con la otra mitad de la pieza, en el anillo distante de Natsuki Kruger.
Shizuru quien sintió un vacío horrible en el estómago cuando la joya desapareció de la mano de la joven pelinegra. La miró confundida, era idéntica a la que Natsuki tenía en su mano. ¿Era una réplica?
—Contenía las partículas de la mitad del Zafiro Gélido— respondió ante la evidente duda de Shizuru. —Ahora la pieza completa está en manos de su esposa, como debe ser.— Informó Derha, acomodando la manga de su precioso saco blanco con bordados de plata auriana. Suspensó saber que Natsuki y Chie venían hacia allí, tuvo una excusa para marcharse antes de que las vieran y preguntas obvias como porque hay dos Imperatorias Kruger salieran a relucir. —La dejaré en buena compañía, Emperatriz.— dijo antes de darse la vuelta y viajar a través de la luz.
Un déjà vu se plantó en su pecho, tan pronto la soledad se hizo tangible. Recordó aquella vez que su esposa le envió tan nefasta carta solicitando la solución. ¿Esto significaba que Derha estaba renunciando a ella en ese momento? Shizuru quedó helada en su lugar. ¿Qué acababa de pasar? ¿Por qué dijo todas esas cosas? No se reconocía a sí misma…
Sintió un agudo dolor en la cabeza, enojada consigo misma por todo aquello y dolida por apartar a Derha, porque sin importar cuanto lo negara, había terminado enamorándose de ella. Oyó la voz de Natsuki y cuando levantó la vista para verla, le pareció que la luz del día era demasiado intensa, los sonidos atronadores y el mundo se movía bajo sus pies. Pronto cayó inconsciente en los brazos de su preocupada esposa, mientras la sombra del espectro de Zarabin abandonaba su cuerpo con una sonrisa victoriosa. La agitación en el palacio creció con el llamado del médico de la corte por parte de Chie y Natsuki quien levantó a su mujer en sus brazos, notó que el problema no era exactamente físico.
Zarabin soltó los hilos de su marioneta mientras pensaba que era absurdo que su recipiente humano no hubiera aceptado el amor y la pasión de Derha cuando le fue ofrecido. Su vanidad se sintió insultada por el hecho, pero ahora mismo estaba resultando conveniente, pues la había eliminado como un amante plausible. Parsimoniosa en su trono, observó los acontecimientos y la diligencia de Natsuki Kruger para salvar a la joven, era enternecedora de cierta manera, le recordaba a la niña en la exposición de dones divinos intentando llamar su atención. La diosa no disfrutaba demasiado de controlar los hilos que atan a Shizuru Fujino Viola, porque es un recipiente claustrofóbico para habitar en el mundo mortal. Poseerla es divertida apenas por las cosas que podría tener si se lo permitiera, pero se ha contenido de hacer demasiado con ese cuerpo, incluso cuando tomar a Derha Lunaris estuvo servido en bandeja de plata. La extrañaba tanto, que accionar la lealtad de Shizuru en el momento exacto era difícil para ella, solo por tener que renunciar a poseer su hermosa figura y saciar la sede de su afecto.
La dama del renacimiento espera que su paciencia rinda sus frutos. Aislará y desprenderá a su cristal nocturno de todos los vínculos importantes, para tomarlo todo sin reservas. Las fortunas no piensan en las recompensas inmediatas, la gratificación del placer instantáneo es una ilusión que puede evadir por un bien superior. Ya ha engendrado a las hijas de Derha, la diosa que tiene la creación y el vacío en sus manos… sus preciosas estrellas son seres extraordinarios que han unido el linaje más fuerte de todas las dimensiones, las que serán amadas y cuidadas por todos los gobernantes. …su bienestar es todo en lo que piensa. La extraña diosa muchísimo a sus hijas y apenas puede tolerar no arrancarlas de los brazos mortales de la castaña nacida en Tsu, porque en el palacio de los lirios, Erin y Tsukira crecen saludablemente ya la vista de su madre están perfectamente cuidadas. Hay riesgos que Zarabin no está dispuesta a tomar y la dimensión de los yeguas, no son un buen lugar en ese momento, no mientras Susano-o, su padre… viva.
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Caleidoscopio…
El brillo del palacio conocido en la dimensión de los sueños llenó la vista de Shizuru. En las últimas noches había conocido los eventos que dieron como resultado el matrimonio de Zarabin y Varun. También había contemplado con sus propios ojos la escena desgarradora en la que la deidad del renacimiento eligió romper el corazón de una Derha ilusionada y crédula, en su mente no hubo suficientes razones que pudieran justificarlo, pero no tuvo más remedio que aceptarlo. La joven de Mare, lo había hecho de la peor forma posible… pues la entrega sublime ya había acontecido y la ilusión en los ojos esmeraldas era más que palpable, quien se había dado sin reservas a la mujer qué amaba. La propuesta de matrimonio de Derha a Zarabin fue más que el sueño de cualquier mujer, contemplando el hecho de que se veían a escondidas y tuvo que contener sus deseos de gritarlo a los cuatro vientos. Ocurrió en un claro lleno de preciosas flores, con la vista de un lago cristalino como pocos podrán existir, bajo un cielo nocturno lleno de estrellas y con preciosas antorchas, rodeando una mesa hermosamente decorada y llena de manjares.
Cenaron, bebieron e intimaron de la forma más dulce y romántica posible en un palacio hecho completamente de cristal, lo cual trajo un Déjà vu a Shizuru. Cada caricia y cada beso que la joven de cabellos luminosos le prodigaba a la deidad de la dimensión de los yeguas, estaba plagada de su afecto perenne. La noche pudo ser perfecta, de no ser, por la fuerte mano de Zarabin cubriendo los labios de la deidad creadora con una rudeza innecesaria, que silenció la propuesta mucho antes de ser musitada. La prenda nupcial rodó por el suelo con el exabrupto y el agravio pudo ser evidente en los iris estupefactos, que no esperaban tal hosquedad.
¿Era demasiado pronto? El pensamiento casi podía leerse en la cara de la Lunaris, quien apartó la mano de Zarabin con extrañeza y el ceño fruncido.
— Estás confundida, no pronuncias palabras tan impertinentes en una noche como esta. No lo arruines…— Ordenó con voz fría la de ojos carmín, escondiendo en ellos la súplica en su interior.
— Pedirte que seas mi esposa, es… ¿Impertinente?— Derha intentó no sacar conclusiones precipitadas. — ¿No estás lista? ¿Es eso?— Trató de apaciguar su temor y la incomodidad nacida de esta circunstancia.
— No estoy interesada. Ni ahora, ni en un tiempo cercano.— murmuró sin emoción, levantándose del lecho y procurando cubrir su desnudez con una bata.
— Yo esperaré por ti el tiempo que haga falta.— respondió sin dudar.
— Puede que no lo esté nunca.— sentenció con un tono que no admitía réplica alguna.
La expresión del rostro de Derha se distorsionó desvelando una indignación creciente. —¿Entonces qué fue todo esto?— El cristal nocturno se cubió con la sábana poniéndose de pie para discutir con la joven.
— Disfrutamos la una de la otra, ¿acaso no es evidente?— Zarabin se vistió parsimoniosamente dando a entender que esta discusión era menor y absurda. — ¿Acaso insinué algo diferente?
Derha había escuchado los rumores sobre la frialdad de los corazones de los príncipes de Mare, pero nunca imaginó que fuera verdad. —No, no lo hiciste…— ni siquiera le había dicho que la amaba y se sintió absolutamente estúpida por ello.
La discusión terminó allí, dejando un aire frío entre las dos. Shizuru, las vio apartarse una de la otra, sabiendo en el fondo de su corazón que aquel sería el principio de un sinfín de vicisitudes que pondrían a prueba los sentimientos de ambas. Si bien, al principio no comprendió por qué la deidad de la dimensión de las yeguas actuaba de forma tan descorazonada, pronto entendió que la providencia era un don, pero también una maldición.
Pesadillas de futuros distópicos, desastrosos y aterradores agobiaban los instantes de sueño que Zarabin tenía. Zek, ya le había advertido sobre la fatalidad de un destino que la acechaba si unía su mano en matrimonio con la de Derha… el oráculo, como era conocido el primero de las siete fortunas, vaticinó la venida de Belor en la carne de su amante y se realizaron muchos preparativos previniendo su llegada. El mayor de los hermanos tenía sus propios intereses; Sin embargo, ignoraba que la precognición de la hermana más joven se había desarrollado a pasos agigantados durante las batallas por las fuentes de animus y ahora participaba del juego de las dificultades. Con su poder como la sexta fortuna y la clarividencia manifestándose en su ser, Zarabin pudo adivinar la estratagema del ataque ordenado por Susano-o y anticiparse para salvar lo que habría sido la muerte del primer príncipe de la Luna durante aquel ataque sorpresa en la batalla. por los oasis.
Si aquel día tan especial, que era aniversario de su encuentro en la cueva, había silenciado los labios de Derha antes de que solicitara su mano, lo hizo para evitar dos posibles destinos. El primero y cuyos sentimientos no pudieron tolerar… era una negativa con la que una maldición del florecimiento marchito se habría manifestado en ella, eliminando con el tiempo sus sentimientos de amor puro, hasta dejarla vacía. En esa visión, Derha se convirtió en un ser tiránico sin emociones que fue el receptáculo perfecto para el señor del caos y la destrucción, dando lugar a una guerra en la que la dimensión del caos obtuvo el poder sobre todos los seres, asesinando a los gobernantes y sumiendo a todos los reinos en una existencia de entropía.
En el segundo destino y todas las variantes que pudieron surgir de él, ocurrieron cosas catastróficas. Su afirmación le dio una felicidad pasajera e ilusoria, incluso si pudo vivir junto a ella en un mundo yermo lleno de monstruos por un tiempo, tuvieron un rápido final. Fue su esposa, se amaron con locura y hasta se embarazaron. Pero todas esas veces su padre o sus hermanos pudieron asesinar a Derha con la excusa de la profecía, haciendo antes de que desarrollara todo su potencial y su bebé ni siquiera conoció ese mundo… muriendo junto a su madre dentro de su vientre. Entendió que todos los destinos próximos en los que se permitiera estar cerca de ella, el inmenso riesgo que su familia ocasionaría, le arrebataría a su esposa mucho antes de que el caos se manifestara en ella. Ni siquiera le importaron las guerras, ni la devastación que vendría después con la cólera del Dios gobernante de la Luna… porque con la ausencia de su amada, la vida misma perdió el sentido.
Zarabin comprendió que tendría que desarrollar una estratagema mucho más lejana en el tiempo, asegurándose de mantenerla a salvo hasta el punto en el que su poder alcanzara la cima de su potencial. Porque entonces sería intocable y podría tenerla para sí, pero primero se aseguró de culminar las guerras del animus, que eran los mayores espacios de oportunidad para que los Mare encontraran el modo de asesinarla. Resolver la escasez del animus como un recurso vital que alimenta la vida en las dimensiones superiores y es la fuente de la inmortalidad de los dioses era indispensable. Desafortunadamente, las fuentes que la deidad de la creación pudo forjar, apenas atenuaron la crisis, pues era necesario el paso del tiempo para que los Oasis creados se llenaran. La joven se aseguró de estudiar el origen real del animus, rompiendo tabúes y considerables normas en el proceso.
Así, la diosa finalmente descubrió que las raíces de los Oasis nacían en la dimensión del inframundo, un lugar desolado en el que las almas de los seres encuentran el final absoluto, siendo la extinción de sus almas, el canal por el que el animus se. se desprende de ellos. Entrar en el inframundo la primera vez, fue revitalizante para la sede que parecía no ser saciada sin importar cuanto néctar tomara en su palacio. La sexta fortuna comprendió que el animus por sí mismo no era escaso y tan solo estaba represado lejos del alcance de las raíces de los Oasis a causa de las criaturas que habitaban allí, alimentándose de él e incluso desperdiciándolo.
El flujo se estancaba en tal grado, que pudieron darse situaciones en las que la putrefacción tuvo lugar, la sustancia tuvo contacto con alguna partícula de Caos y de él nacieron seres horrorosos llamados desviantes. lamentablemente, el inframundo estaba lleno de criaturas como esas, que habían florecido en la oscuridad y los parajes más adversos, en las temperaturas y condiciones más extremas. Por lo que al luchar con algunos de ellos cuando intentaron devorarla, se vio superada en números y fuerzas, teniendo que luchar por su vida antes de poder escapar de allí. A partir de aquel descubrimiento, Zarabin entendió que la solución estaba al alcance de sus manos y debido a su divinidad, podría alterar o crear almas capaces de almacenar el animus de tal forma que este se purificara y pudiera extraerse de una mejor forma en el inframundo. ; Sin embargo, debería purgar el lugar y crear barreras suficientes para mantener a raya a los monstruos.
Sabiendo que su padre no estaría contento de conocer sus planos, pues las guerras eran el medio por el que enfrentaba abiertamente a sus hermanos, con el objetivo de reclamar el lugar del primer gobernante que Amaterasu ocupaba; Zarabin se encontró con la diosa del Sol en secreto, exponiéndole su ambicioso plan, que consistía en recuperar el dominio sobre el inframundo y convertirlo en un espacio intermedio entre los reinos, la muerte y el renacimiento. Logrando así que el animus fluya correctamente entre todas las dimensiones, eliminando la escasez, la hambruna y las guerras por el animus.
La idea, que fue bien recibida por la primera gobernante, fue perfeccionada con los conocimientos de la deidad mayor y llevada a la torre de arbitraje, en la que el voto afirmativo de Tsukuyomi fue decisivo, pues aquella dimensión era el lugar del sueño eterno y le pertenece a su corona. Susano-o, quien no quiso mostrar directamente sus intenciones, no tuvo más remedio que aceptar la propuesta, escondiendo su disgusto por los planos que fueron arruinados. Entonces los dioses mayores establecieron un ejército para la tarea y conociendo los inmensos intereses que el plan representado para todos, Amaterasu propuso a Zarabin como comandante del mismo, ocultando que ambos lo habían pactado en secreto, sin que se diera crédito a la joven por la idea, pues esto representaría más problemas que beneficios en ese momento. Ambas mujeres sabían que solo ella podría crear el vórtice del renacimiento en el centro del inframundo una vez lograran eliminar a las criaturas. Fue así, que para garantizar la lealtad de su hija y velar por sus propios intereses, Susano-o propuso su matrimonio con Varun, quien la codiciaba enormemente y lucharía a su lado como el formidable guerrero que era.
Shizuru comprendió, que fue la voluntad de la mismísima Zarabin la que concedió tal cosa, pues esta complacencia dada a su padre, alejó la atención de Susano-o sobre los rumores de su proximidad con Derha, a quien el tercer gobernante odiaba, más que solo por su destino como el ser que destruiría todas las dimensiones, amenazando su atesorada hegemonía.
La boda tuvo lugar y fue tan gloriosa, como podría esperarse de un duunvirato entre los primeros príncipes de la dimensión de los yeguas. La celebración, que coincidió con el inicio de la alianza, fue atestiguada por los miembros de más alto estatus de todas las dimensiones con la presencia de sus respectivos representantes, excepto a Ceret quien había entrado en un estado de hibernación tras la creación de la dimensión. de los sueños, con su llegada a la madurez. Derha pensó y en verdad intentó oponerse a la boda, encontrando el modo que ver a Zarabin en sus aposentos privados antes de la ceremonia, pero fueron las frías palabras de la joven, las que se encargaron de mantenerla alejada.
— Dijiste que no estarías lista para esto nunca, pero… parece que solo fueron palabras vacías.— La vista de aquel rostro hermoso lleno de emociones contenidas atrajo la atención de Zarabin y bastó un ademán de la deidad para que sus doncellas se marcharan del lugar , ocultando el secreto de la presencia del primer príncipe de la Luna, incluso son sus vidas, si hiciera falta. —Elígeme en su lugar. Yo estaré a tu lado a donde vayas, no me importará nada más que tu presencia.— Derha saltó de su posición en la ventana para acercarse a Zarabin con resolución, extendiendo un presente incluso más suntuoso que la vez anterior para proponerse ciertamente esta vez. —Casat…
— No digas las palabras.— Cubrió su boca una vez más, aterrada de la idea de un destino en el que Belor lo dominara todo y la persona que conocía, que tanto adoraba… fuera borrada por esa brutal existencia.
Derha se apresuró a retirar la mano de la joven, como si el peso del reloj, haciendo tic tac en su cabeza, le advirtiera que cada segundo es oro escurriendo entre sus dedos, por cuanto Zarabin será llamada a casarse en pocos momentos. Presa de la desesperación, la deidad de cabellos refulgentes le hizo una promesa. —Lo dejaré ser tu segundo esposo. Si es que lo amas, aceptaré tu amor por él, pero… dime que me amas a mí también. Bastará con una palabra tuya y tu aceptación de…
— No te amo…— murmuró Zarabin asegurándose de no permitirle completar la propuesta y al no ver que Derha se revolcara de dolor, ni sentir la presencia de la marca maldita formarse en sus cuerpos, entendió que había evitado el primer destino. Consciente de que no podría detenerse ahora mismo, pues tampoco podría aceptar su proximidad sin ponerla en un riesgo mortal, continuó. —Varun será mi único esposo y eso no lo cambiarás sin importar lo que digas.
Mientras la bella castaña ataviada en sus atuendos de boda se dirigía a la salida, Shizuru se quedó estática en el centro de la habitación mirando el rostro de Derha y su expresión le dolió más que solo por su enorme parecido con Natsuki. Ante la mirada que es externa a los acontecimientos ocurridos, la conocida llama azul se manifestó en la mano que sostenía la prenda de boda, eliminando lentamente el metal y las joyas de la existencia. Aquella fue la primera vez que la deidad creadora, cuya amargura era tan grande como el abismo que nacía en su corazón, pudo usar el temible don de Belor, el vacío… y sus ojos, que solían ser preciosas esmeraldas, dejaron ver fractales de diversos. colores en sus iris, por lo que fueron unos segundos.
Shizuru quien vio aquello de soslayo, no comprendió de todo lo que esta circunstancia significaba, pero incapaz de ver los acontecimientos desde la perspectiva de Derha, fue movida a la posición de Zarabin, quien tuvo que retener las lágrimas en presencia de los asistentes. La boda ocurrió y él causa de las circunstancias que conoció tuvo lugar, aquella fue la primera de muchas noches de intimidad entre los recién casados, aunque esos encuentros no tenían ni una pizca de la dulzura que alguna vez percibió del primer príncipe de la Luna.
Muchos meses después, en la noche eterna del inframundo, el destello de una luz preciosa llenó el lugar y la llama azul que cruzaba la oscuridad como un hermoso cometa, fue avistado en el campamento. Una deidad del linaje de los gobernantes, arribó al bastión liderado por el duunvirato de los esposos de Mare. La purga, que parecía infinita e inacabable, estaba a cargo de un ejército consolidado por las tres dimensiones y había comenzado a limpiar el inframundo, con el objetivo de crear el ciclo de las reencarnaciones que se esperaba resolviese la crisis del animus en las dimensiones celestiales. , pero sus avances eran por demás lentos e infructuosos.
En cuanto la figura familiar, de esta deidad se materializó en el portón de la mustia muralla, apenas sostenida por numerosos artefactos de protección. Ante la esperada visita del constructor enviada por los grandes gobernantes, el comandante Zarabin, hizo acto de presencia. Los ojos esmeralda del forastero contemplaron las condiciones adversas del campamento que aquel ejército mantenía en pie por la gracia de la suerte o la terquedad, pues las oleadas de espectros ocurrían bastante a menudo y no había tiempo para construir nada lo suficientemente fuerte para soportar los embates. . Derha pudo pensar en cientos de formas de reforzar el lugar, pero la solución definitiva estaba muchos más kilómetros detrás de las hordas de Orphans, Desviantes y la espesura del caos…
Cuando los iris rojos de la comandante vieron los refulgentes cabellos de la deidad recién llegada, su desencanto no pudo ser menos evidente para los ojos de los guerreros que la acompañaban. —De todos los posibles artesanos, viniste tú.— Zarabin se cruzó de brazos y el conflicto que los demás conocían como una rivalidad capaz de abrir canales en los ejércitos que lucharon por el dominio del animus, justificó la vieja rencilla.
Zarabin miró de arriba a abajo a este inesperado visitante, más alta y fuerte de lo que recordaba, pues su cuerpo había abandonado finalmente la pubertad. Aunque el corazón de la joven castaña latía presurosamente por la ocasión de verle otra vez, su rostro impávido en verdad no exponía nada. La deidad del renacimiento quería conocer las acciones de los gobernantes que se materializarían en aquel lugar, pues sus sueños no mostraban cambios significativos. Por lo que planeaba que Derha conociera lo menos posible de las circunstancias y se fuera muy rápido de allí. —El primer príncipe de una dimensión onírica ha venido al patio trasero de las dimensiones, ¿por qué lo haría?— Por suerte Varun no había vuelto de su excursión y si esto tardara poco tiempo, él no tendría por qué saber de la presencia de Derha.
Derha tensó la mandíbula, mirándola con ironía. —¿Por qué lo haría?— Negó con la cabeza, molesta. Ningún artesano se atrevería a ir a ese lugar de muerte, pero ella, que era la mejor maestra creadora de las dimensiones, no permitiría que pasara cuentos penurias gratuitamente. Incluso si el amor que recibió era una mentira, el que ella sentía por Zarabin era genuino. Entonces respondí con serenidad. —No puede un pilar del inframundo, vivir en condiciones tan deplorables, es lo que dijeron los Gobernantes.— Pero no quería halagar su vanidad con cuentos cosas. —Ciertamente, no tienen tiempo de construir ni un bloque sólido de una muralla que pueda resistir las constantes oleadas y los soldados se ven agotados. Así que mi propósito, no es otro que proporcione un lugar de reposo en este paraje yermo.
— Entonces seamos agradecidos, esposa… y dejemos al príncipe Lunaris realizar su trabajo.— Varun apareció a la espalda de Zarabin y pozo su mano en la cintura de su mujer, acercándola a él para darle un beso intenso en los labios, manoseándola un poco en el proceso. Luego la soltó y miró divertido en la dirección de su joven rival. No es que Varun fuera tan tonto para no saber que el hijo de Tsukuyomi había pretendido a la dama no hace mucho, esa fue la información que le rebeló a su padre para obtener su favor, pues conoció su aversión, por los dioses universales. Gracias al apoyo de Susano-o Él se la había ganado y estaba seguro de haber sido el primero, si las sábanas manchadas le dijeron algo sobre eso la noche de bodas. —Pero primero, que te parece si compartimos alimento y bebida, no se diga que somos malos anfitriones… incluso si estamos en una guerra infernal, en un lugar tan apartado de los ojos de los dioses— Varun prominente ya él lo vitorearon sus guerreros. Todos estaban cansados y hambrientos, pues se toparon con un grupo numeroso durante su exploración, la idea de comer y beber realmente alegraba sus corazones.
El rostro de Derha no mostró emoción y acercándose cortésmente a la propuesta, pero no pudo quitar los ojos de las manos ensangrentadas del hombre sobre el cuerpo de Zarabin, juzgándolas tan indignas, ¿se atrevía a tocarla sin siquiera lavarse? Incluso si podía arder de ira en su alma, no tuvo más remedio que tolerarlo, pues Varun tenía el título de esposo, él era el primero y el único… entonces este fue el hombre que la superó. Shizuru podía ver cuan rota estaba Derha al verlos juntos, era fácil saber que su mente trabajaba sobre las razones de haber sido rebasada por este energúmeno que no parecía demasiado especial en realidad, y se lamentó de no poder informarle que sus pensamientos están equivocados, pues desearía poder estar en ese momento y tiempo consolándole.
Zarabin tampoco la pasaba mejor, las licencias que se tomaba su marido en público eran denigrantes, sin mencionar la decepción en la faz de la persona que amaba. Las bebidas y la comida eran la única cosa de la que no carecían, pues los suministros enviados por la alianza estaban destinados a un propósito mayor, establecer una fuente constante de animus a través de un ciclo de vida y muerte entre el mundo mortal y el inframundo. En la tienda de campaña principal, la que compartían los esposos cada noche, fue preparada un pequeño agasajo. Los príncipes de las dimensiones se reunieron junto a los soldados de más alto rango y en el lugar cabían al menos 20 personas, por lo que Derha agradeció el no estar a solas con la pareja, con la esperanza de que sus acercamientos fueran más discretos.
Las risas, el baile y todas las cosas propias de una fiesta mantuvieron a las dos mujeres en un mundo aparte, sin saberlo las dos coincidieron sus recuerdos en las danzas que compartieron en otros momentos y lugares, como si los acontecimientos posteriores jamás hubieran pasado. La mirada anhelante de aquellas gemas esmeraldas fue puesta sobre la castaña y por un momento Derha se permitió pensar que sería feliz en ese sitio perdido de la mano de los dioses; si ella hubiera sido su mujer, si ella ocupara el lugar de Varun… pero no era el caso, esa no era la vida que tenía destinada junto a Zarabin.
— ¿Cuántos libros has leído muchacho?— Interrumpió sus pensamientos, el rubio de ojos rojos. —Muchos, ¿no es así?— Afirmó con un tono de mofa que recordaba a los ratones de biblioteca, pero la mala cara de Zarabin quien también disfrutaba de los libros, le hizo corregir su tono y redirigir su conversación. —Según supe, le diste pelea a Zarabin durante las batallas por el animus y no hubo ocasión en la que perdieras un oasis pese a sus estratagemas, al menos hasta que nosotros intervenimos.— Alzó los hombros con desinterés, porque en el fondo sabía que Ese niño era un enemigo de Temer. —Cualquiera que haya luchado contra ella sabe que no es un logro menor…— Varun se rio de buena gana y varios alzaron las copas, la mayoría habían sido derrotados por ella o le debían la vida por algún incidente en el campo de batalla. —¿Pero has pensado ya en el matrimonio, joven príncipe?— ya Zarabin no le gustó la dirección de la charla.
— No tengo una prometida, primer príncipe, Varun de Mare…— Aclaró Derha, dejando a un lado la cuchara con el último sorbo de su sopa, inmediatamente le fue entregado un plato lleno de carne especiada acompañado de frutos del huerto cocinados al vapor. Hizo un además de agradecimiento la joven dama que le sirvió tan gentilmente. Luego miró nuevamente a su interlocutor. —Es algo que mi padre aún no ha decidido, pero las propuestas son numerosas, así que no tardará demasiado en elegir…— Informe fríamente, sin siquiera mirar a la castaña que escondía perfectamente sus emociones en aquella máscara inexpresiva.
Pero Zarabin se atormentaba en el pensamiento imaginando cuantas castas nobles de los reinos enviarían a sus hijas por la mano del heredero de la Luna. Las visiones le hablaban de diversos matrimonios fallidos cuando las elecciones de Derha se hicieron con frivolidad y fue así una centena de veces, hasta que una posibilidad brilló con una persona específica, en la que hechos favorables coincidieron una y otra vez. Existe una diosa capaz de robar por completo a su amado cristal nocturno y eso la aterró, era como la peor de las pesadillas.
Shizuru notó que Zarabin vivió mucho más tiempo en los futuros probables que en el presente tangible y eso la preocupó. La tocó con gentil empatía, incluso si no podía cambiar nada la del pasado por sí misma, permaneció junto a ella. La visión más tangible le fue compartida debido al contacto y por primera vez, la joven mortal experimentó la providencia del don natural de Zarabin. Le mostró a una mujer bellísima que las dos conocían, pelirroja y de ojos azules tan profundos como el mar, sonriendo junto a Derha quien era alta y elegante, de una forma onírica… esta se veía plena y feliz, pero esa felicidad no venía de nada que se relacionara con ellas. Vio un inmenso palacio en la montaña más alta, tronos cristalinos, sus manos unidas, coronas en sus cabezas y una niña de poco más de 4 años sentada en las piernas de su padre, el gallardo monarca. La pequeña le recordaba a Zarabin una niña que permaneció junto a Derha, el día en que sé ambas se conocieron y pronto lo supo, que la futura esposa y madre de la progenie de su amada, no era otra que Ceret.
Después de presenciar tan odiosa circunstancia, en lo que apenas fueron segundos en su cabeza, no se permitiría que tal futuro tuviera lugar. Zarabin se obligó a dejar las disociaciones clarividentes por un momento, para prestar atención de la conversación, pues ya le dolía la cabeza, por tanto, mirar.
— Así como estudiaste infinidad de libros y luchaste decenas de batallas, debes prepararte para complacer a tu esposa en el futuro.— El tono de alarde de Varun se hizo escuchar. —Entonces toma el consejo de un hombre casado que se desvive por complacer la lujuria de su amada. La práctica es indispensable, joven Derha Lunaris…— En este punto Varun no mentía, se esmeraba por ser un buen amante con cada mujer que intimó en el pasado y aún más con Zarabin, pero dado el gran número de amantes previas, aprendió bastantes formas. de la complacencia en la cama. —No has conocido un mejor amante que yo. ¿Verdad esposa?
La joven miró con enfado a su marido por tener la desfachatez de ventilar su vida privada y la mayoría entendieron que su señor estaría en problemas si continuaba diciendo más al respecto. Pero para Derha, la ausente negativa de la deidad del renacimiento hizo que las palabras de dios belicoso fueran una verdad innegable y realmente dolorosa.
— Lo tomaré en cuenta, para ser un buen esposo.— Agradeció con una suave inclinación, como dictaba el protocolo. Pero en su interior la idea que fue sembrada comenzó a atormentarle. ¿Entonces era eso? ¿Varun era mejor amante que ella? ¿Tal vez era por su forma física? Derha pudo sentir incluso más dolor, porque si Zarabin hubiera deseado yacer con un hombre, aquello jamás fue un límite para su cuerpo, creyó que la hizo feliz cuando intimaron siendo ambas mujeres. Evidentemente, fue engañada por su propia vanidad e ingenio. —Tomaré su sabiduría para mí.
Satisfecho por romper la seguridad del joven príncipe, Varun se aseguró de culminar su estratagema para destruir cualquier vana esperanza entre su mujer y aquel ser ambiguo. —Teniendo en cuenta que construirás un lugar seguro para mis tropas, entonces te mostraré mi gratitud. Te obsequiaré a Adara como concubina… y así podrás practicar.— La sonrisa maliciosa del hombre de aspecto musculoso no se hizo esperar, mientras señalaba a la jovencita que le sirvió los alimentos previamente, una muchacha de largos cabellos y ojos más negros que la misma noche. —Pero sé gentil, ella todavía no ha conocido a ningún hombre. La obtuve como un regalo de bodas, pero entenderás que teniendo a Zarabin a mi lado, ¿por qué necesitaría concubinas?
—" ¿Quién las tendría teniendo al amor de su vida entre sus brazos?"— Pensó Derha sintiendo un profundo dolor en el pecho. La mujer sostuvo firmemente la mirada sobre el bello ser al que había sido ofrecida, como propiedad del príncipe Varun no podía refutar y es que con solo decirlo, su posesión había pasado a las manos del príncipe Derha, quien la miró con gentileza. —Me honra profundamente con su regalo, príncipe… señorita Adara, por favor confíe en mí para atender todas sus necesidades— Derha no le permitiría a nadie dudar de su capacidad amatoria, pero tampoco ofendería la gracia de Adara, por lo que la invitar a compartir su lugar y sus alimentos.
Shizuru observó a las dos mujeres casi riendo de la ironía, no podía creer que Derha aceptara tal cosa tan tranquilamente o que Zarabin le permitiera decir tantas sandeces a Varun, ella misma habría hecho una locura si se tratara de su Natsuki. Sin embargo, continuó observando el recuerdo de forma omnisciente... la deidad luminosa le compartió las mejores partes de su plato con la joven Adara, como muestra de la sinceridad de sus palabras. La chica, que se había convertido en concubina por las palabras de Varun, danzó junto a Derha y se preparó mentalmente para la noche que vendría, dejando el temor atrás a cada cruce de palabras con su nuevo señor. El príncipe Lunaris era amable y atento de formas que jamás imaginó, pues no había conocido más que la esclavitud debido a su raza, que era considerada seres de más baja categoría.
Varun se las arregló para que Adara le sirviera hidromiel a su futuro amante y lo repitiera cada vez que su vaso se vaciara, hasta que finalmente logró que se embriagara. Luego realizó juegos de puntería, recibiendo ciertas penitencias quién fallara sus disparos, hasta que todos fueron descalificados. Pese a su ebriedad, Derha le dio una digna competencia a Varun en el tiro con arco. Ambos resultaron ser excelsos, finalizando con un empate, pues ninguno falló sus tiros y coincidieron en que podrían pasar días antes de conocer el resultado de la justa.
— Resolvamos esto venciendo criaturas en el campo de batalla la próxima vez…— Varun alzó su copa y las voces de los guerreros se alzaron en celebración del momento esperado. —Por ahora ve y conviértete en un hombre, príncipe Lunaris.— Obediente a la voluntad de sus señores, Adara tomó la mano de su joven señor, guiándole a una tienda de campaña preparada para él.
Esa noche, cuando su álterego divino tuvo que cumplir con sus deberes como esposa con Varun, Shizuru desvió la mirada para no verlo y salió del espacio visible del recuerdo, corriendo lejos de allí con una indignación palpable en su mente. Para la joven Viola, estos eventos nocturnos eran muy desagradables de presenciar, porque ni siquiera podía creer que Zarabin disfrutara de la intimidad con aquel hombre… sin siquiera tener sentimientos por él.
Si tuviera que explicarlo de alguna forma, es como si la hija de Susano-o, pudiera separar el placer de la carne del afecto y el sentimiento que para ella era indispensable al momento de hacer el amor. La idea, por sí sola, chocaba contra todos los principios fundamentales de la castaña y es que la curiosidad no era suficiente para verlo de principio a fin. Así mismo, Shizuru consideró que era una locura cuan vigorosos pueden ser los recién casados, incluso cuando los sentimientos de las partes están llenos de pura frivolidad, porque aquel par se complacían mutuamente cada noche. Aunque Varun era un hombre de un cuerpo excepcional, con lo que parecían ser atributos masculinos apreciables, se sentía como una traición a ella misma lo que Zarabin hacía con ese hombre.
¿Es así como habría sido su vida casándose con un hombre en Tsu? La posibilidad trajo arcadas a su garganta, simplemente no podría hacer lo que su álterego divino podía. Se preguntaba si en el fondo la mujer lo detestaba tanto, que por eso ella misma tenía esta aversión tan profunda como si hubiera sido creada su alma con aquel repudio hasta lo profundo de su médula, o ¿fue solo una garantía para que se interesara en ¿La joven bestia de Fukka?
Para cuando se detuvo, Shizuru miró a su alrededor, comprendiendo que estaba fuera del campo del recuerdo de Zarabin, lo cual era singular… no sabía que podía alejarse tanto. Una idea un tanto alocada nació en su mente. ¿Cómo había sido creado este recuerdo con tantos ángulos posibles si no era solo a través de los ojos de la deidad del renacimiento? Es esta la forma en la que Ceret ve el mundo y en esencia, ¿este artefacto comparte una parte de su poder? La joven de Tsu negó con la cabeza, pues esto significaría que el obsequio que recibió de su parte es incluso más valioso de lo que puede decirse, un objeto vinculado a la divinidad de la diosa de la memoria… era incomprensible, justo ahora que estaban peleadas, no se sentía cómoda con la magnitud de tal presente.
Para distraer sus pensamientos de la joven pelirroja, se cuestionó dónde estaba Derha y si ella también habría pasado la noche con la concubina que Varun le obsequió. La curiosidad fue más grande y el poder de esta dimensión hecha de recuerdos, atravesó las barreras físicas, transportándola a través de todo y como si fuera un fantasma, llegando hasta el lugar en el que la persona objeto de sus pensamientos se encontraba.
Contempló a Derha durmiendo, notando la manzana de adán, que era evidencia de la forma que eligió tener para este encuentro. Sostenía entre sus fuertes brazos a la señorita Adara, como si ella fuera considerada algo precioso que debía cuidar. Esto delataba cuan diferente era la percepción de ambas personas en torno a la sexualidad y los sentimientos. A Shizuru no le cabía la menor duda sobre cuan gentil pudo ser el joven Lunaris con la chica y compararlo con lo frívolo que era el encuentro entre los esposos, buscando nada más que el placer. Considerando el hecho de que no tenía interés en ver la desfloración de la virginidad que tanto Derha como Adara ocuparon esa noche, porque tampoco se sentía una salva de los celos, prefirió esperar a que los acontecimientos continuaran según su cauce. Pero sus iris rojizos no evitaron mirar en el cuello níveo las marcas de los apasionados besos que la concubina le obsequió, sintiendo un ardor irascible en su pecho; observar que la ropa estaba desperdigada en el suelo y tal vez la desnudez aguardara bajo la tela que los cubría, pero realmente no quiso averiguarlo porque estaba siendo una intrusa en un momento tan privado.
No mucho después se dio cuenta de que no era la única en ese lugar, a su lado y de pie, en el desordenado espacio, estaba Zarabin, viendo las mismas cosas que ella miraba. Fue la primera vez que la hija de Susano-o pudo ver, de primera mano, que alguien más tomó lo que hasta ese momento le había pertenecido irrefutablemente. La sexta fortuna intuyó que las de su esposo fueron premeditadas y que esa noche se esmeró incluso más acciones, para que no pudiera interferir en el encuentro entre Derha y Adara.
Los sentimientos fueron desbordados, las dos salieron de la carpa con urgencia, a su lado, Zarabin se arrodilló, llorando de rabia y frustración, como no lo hacía desde que era una niña pequeña y lo hizo en silencio, incapaz de brotar un solo reproche. de sus labios. Es cierto que la joven de Mare, ya anticipaba el hecho de que Derha tendría más amantes en su vida, por motivo de su rechazo, pero fue más difícil tragárselo cuando finalmente ocurrió. No evitó sentir la inmensa derrota y el peso de las consecuencias de las decisiones que tuvo que tomar, cuestionándose si realmente haría bien en esperar a que sus afectos se consumaran en el tiempo distante porque aún le aguardaban milenios de horrible soledad. Incluso sintió un oscuro deseo de quitarle la vida a Adara por tomar lo que le pertenecía, quiso buscar otras posibilidades y recuperarla de inmediato, pero ya había tomado ese espinoso camino, con tal de no perderla por completo.
La tormenta de emociones de la joven no había cesado, cuando a lo lejos el sonido de gruñidos guturales y de los guerreros entrando en combate llamó su atención. Zarabin se levantó y recompuso su semblante, sonando la alarma ante la extraña invasión que acontecía. Acostumbrados a los sonidos de la guerra, todo el regimiento se puso en marcha con precisión y disciplina, incluso cuando la primera defensa ya había sido exterminada y algunas de las criaturas se aproximaban al centro del campamento. La voz de la castaña se alzó dando órdenes vitales que le permitió al ejército agruparse y formar una muralla de escudos; los dioses y seres sobrenaturales trabajaron sincronizadamente arrojando destellos y ataques de acuerdo a sus orígenes o dones divinos, mientras que los hijos de los gobernantes desplegaban su poder con la restricción de sus colaboradores dispersos entre los enemigos.
Varun fue el primero en llegar junto a la dama del renacimiento, cuya lanza extensible ya rebanaba monstruos a diestra y siniestra, miró con reproche a su esposa, pues había sido extraño que la precognición de la joven no les advirtiera con al menos unos minutos de anticipación. Las fortunas eran conocidas por ser capaces de vivir simultáneamente en diversas dimensiones al mismo tiempo, viendo realidades y posibilidades a su antojo; esta era una circunstancia que requería bastante fortaleza mental… y es por ello que se los entrena desde muy pequeños para que las emociones ocuparan el menor espacio posible, de tal modo que no enturbiara la mente, ni la capacidad preciosa de observar el futuro.
Los esposos se miraron a los ojos, sabiendo que la única razón por la cual la sexta fortuna no pudo prever el futuro cercano, se debía a las emociones que emergieron con la llegada de Derha Lunaris al campamento. Los rayos cayeron de los cielos con un estruendo atronador, la ira de Varun expuesta a los ojos de todos hizo nacer una tormenta en el cielo nocturno del inframundo. El dios batalló ferozmente, deseando que cada cabeza monstruosa que cercenó con su espada, fuera de la de ese infame chiquillo de la luna. ¿Así que a su mujer le había dolido que Derha durmiera con otra? Le daría al principio todas las mujeres del regimiento para jugar, si con eso enseñaba a su mujer que jamás aceptaría otros esposos para ella, pues le pertenecía solo a él.
El dios de la tormenta analizaba la situación mientras lograban recuperar el terreno contra las criaturas, junto a sus comandantes y guerreros más fuertes, además de su mortífera esposa. Los huérfanos eran fáciles de manejar en términos de poder, uno de sus rayos acababa con varios de ellos al mismo tiempo, pero los desviantes cuyos números solían ser inferiores en proporción, superaban con creces la dificultades de unos cientos de Orphans. Lo inusual de la circunstancia, es que los desviantes viven en las brechas de la dimensión del caos y los evitan normalmente. ¿Algo los había alterado? Usaban antorchas debido a su poca propagación de luz, pues sabían que los seres de esta noche eterna la detestaban, lo suficiente para sentirse incómodos y apartarse con una fogata, pero en el caso de brillar con elementos de luz blanca de alta intensidad, reaccionaban agresivamente. . Esto lo aprendió a la mala en su primer día de incursión.
Varun cuya ira no menguaba, no podía separar la casualidad de la llegada de aquel chico y el infortunio que los agobiaba. Estaba en medio de la refriega, lo suficientemente cerca para velar por su esposa, pero tan distante como para no estorbarle a su danza de cuchillas. Lo buscó con la mirada, ¿dónde estaba ese pelele? El dios se dirigió a cientos de centellas en la posición de sus enemigos, con sus iris rojizos llenos de electricidad y su cuerpo emanando corrientes de aire desastrosas mientras blandía su espada mandoble de enorme peso. El rubio, miraba en múltiples direcciones, evaluando los daños en su asentamiento y fue en medio de todo que pudo vislumbrar el cabello luminiscente de su rival. Adara y Derha se cubrían la espalda, mientras luchaban ferozmente contra la horda de seres monstruosos en un flanco realmente vulnerable, pues muchos de los soldados habían sucumbido o estaban heridos, siendo el joven Lunaris, la última defensa.
Una sonrisa torcida se forma en los labios del primer príncipe de la dimensión de los mares y con ello la repentina idea de que vino a su mente se ejecutó de inmediato. El nuevo flujo de probabilidades se mostró en los ojos rojos de Zarabin, demasiado tarde para intervenir y cuando cruzó miradas con su marido, pudo sentir la malicia de este hasta lo más profundo de su ser. Una enorme tormenta cubrió el campamento y bastantes kilómetros de los alrededores, arrastrando carpas y todo tipo de materiales a través de un fortuito huracán. El ejército se quedó sin visibilidad cuando el fuego sucumbió a la lluvia y al viento, pero los rayos iluminaron los cielos, alcanzando una mayor extensión de tierra gracias a la humedad de la tormenta. Varun eliminó centenas de criaturas sobre el flanco "desprotegido" con un afecto más que adverso sobre las tropas caídas y el guardián de la posición. Usando su divinidad indiscriminadamente, Varun fingó no conocer la posición de su aliado, lanzando su poder con especial intensidad, impactando de lleno en el cuerpo de su rival.
Derha apenas vio los rayos venir a mansalva, por lo que cubrió a Adara, manteniéndola entre sus brazos en cuanto entendió que no podrían evadirlos. Recibió la electricidad de lleno y se las arregló para dispersarla en la tierra, destruyendo varios monstruos en el proceso, pero Adara, quien no tenía sangre divina en las venas, ya se había desmayado. A su mala suerte, el Lunaris no pudo evitar ser arrastrado por las corrientes de aire lejos de la chica, sin siquiera sospechar que esta era la voluntad de Varun, quien quería deshacerse solamente de aquel estorbo. El cuerpo de Derha fue elevado cientos de metros sobre el nivel de la superficie, hasta el punto en el que pudo ver las nacientes raíces de los pozos de animus que alimentaban las otras dimensiones. Levitó apenas unos segundos, antes de sentir el efecto de una gravedad antinatural que la arrojó bastantes kilómetros dentro de los territorios inexplorados y plagados de criaturas en la zona donde abundaban los restos de Caos.
El silencio llenó el ruido en cuanto las criaturas retrocedieron, pues la deliciosa esencia que los había atraído se había distanciado de la geografía cercana. Shizuru quien apenas pudo contener su angustia, casi como si viviera las circunstancias en la piel de la propia Zarabin, se desprendió del plano cercano de la diosa alcanzando una sensación de omnisciencia que le permitió ver más allá de las limitaciones humanas de su alma cuya percepción solía ser estrecho. Posando sus intensos ojos rojos en el que la persona que tanto le preocupaba tras haber alcanzado un estado de conciencia superior, contempló a Derha surcando el cielo, quien por suerte no perdió la conciencia durante el ataque. Esto le permitió caer en una zona montañosa con la fuerza de un asteroide, aunque no como la última vez, pues pudo poner las piernas por delante mientras formaba enormes surcos en la tierra y la roca con su impacto.
Cuando se detuvo, Derha salió del cráter y miró en la distancia un punto pequeño que solía ser el campamento. Por lo demás, tan solo veía inmensas sombras que abarcaban un espacio casi infinito de desoladas llanuras, valles y montañas. Subió a la cima de una montaña de obsidiana y vislumbró lugares áridos como los desiertos, sitios de eterna ceniza, volcanes ardientes… pero si miraba en la dirección opuesta, también había parajes helados con estalactitas del tamaño de edificios, que eran la muerte fría sin. lugar a dudas. Eran conocidos como sitios de muerte para lo sobrenaturales que apenas podían existir el tiempo suficiente para resguardar el pequeño vórtice del renacimiento que Zarabin creó en el campamento. Derha pensó que este lugar era incluso peor de lo que imaginó y solo lo confirmó cuando los entes salvajes de la zona, comenzaron a rodearle.
Le dolía el cuerpo por la entrega que había ocupado en Adara, no quería ni saber que podría estar sintiendo ella, si él tenía tal incomodidad en su ser; así que rogó porque estaría a salvo e incluso Zarabin estuvo presente en sus rezos. El de iris esmeraldas, sintió la piel arder, el viento que le arrojó lejos del campamento también cortó su piel, por suerte, fueron heridas apenas superficiales. Derha alarmante con ironía, había divinidad en el aire que la atacaba… no le cabía la menor duda de que tenía que ser un dios de un alto nivel, de la línea de sangre principal, alguien lo suficientemente fuerte. Incapaz de creer que Zarabin hiciera tal cosa, la cara irritante del dios rubio de ojos rojos vino a su mente, mientras se preparaba para luchar con los desviantes que babeaban percibiendo el olor de su sangre dorada.
La diosa creó obstáculos para hacer que los monstruos se dividieran y que su influencia llegara en un número controlable; fabricó murallas y cañones de energía oscura para minimizar las cantidades de Orphans, que siendo más débiles que los desviantes, tenían un número amenazante. Se utilizó para erradicar a cuanto monstruo se acercó dentro de su rango de ataque, con la expectativa de que su número disminuira. Pero ocupando la cima de la montaña de Onix pudo evidenciar que la cantidad no hacía más que aumentar, pues los monstruos que se escondían en los lugares más recónditos fueron atraídos por razones desconocidas.
Pasaron largos días de lucha sin descanso y los destellos de la divinidad de la creación y así como la luz que manaba del cuerpo de Derha, podía observarse a kilómetros de distancia como si fuera una estrella en la inmensa oscuridad. Su ser, que radiaba tal cantidad de poder, abrumó a los guerreros del asentamiento, pues las explosiones y destrozos fueron visibles desde el campamento que apenas se reconstruía, casi con una tranquilidad ceremoniosa. Los soldados se ocuparon de atender a los heridos, enterrar a los muertos y reconstruir su bastión a lo largo de ese tiempo. Por órdenes de Varun nadie pudo salir en busca del primer príncipe de la Luna, ni prestar su ayuda después de lo que pasó con Zarabin.
La joven esposa, se había apresurado a seguir el rastro de Derha y avanzó creando una brecha entre las criaturas para llegar a la montaña de Onix con la ayuda de su escuadrón de ataque. Los guerreros podrían haber tenido éxito, de no ser por la presencia de un ser bajo tierra, cuya eliminación ocasionó una terrible explosión en la que muchos fueron heridos. Horas más tarde, el propio Varun regresó al campamento con su esposa sangrante en sus brazos, junto a los sobrevivientes al asalto, que apenas una pequeña fracción de los guerreros que acompañaron a su comandante.
Aquella fue la versión oficial que se dio a conocer a los capitanes y soldados, cuya preocupación y afecto por Zarabin era considerable. Pero la mirada omnisciente de Shizuru, evidenció que el fallo en la misión de su alterego, se debió a la intervención nefasta del ególatra príncipe de Mare. Pues aquello que realmente hirió a la castaña en medio de la explosión, fue un rayo concentrado de color rojo, que el rubio camufló en medio del ataque del inmenso gusano de tierra. La energía que atravesó a la deidad del renacimiento a la altura del costado eludió los puntos vitales, pero incapacitó a la diosa para completar su objetivo cuando estuvo más cerca de lograrlo.
Ignorante de los acontecimientos, la hija de Tsukuyomi entendió que la suya sería una batalla interminable y que su confianza había sido traicionada, porque le había dado un tiempo plausible al ejército para avanzar cerca de su posición, pero no lo hicieron. Incluso sus cañones de rayo, trampas, picos y murallas fueron diseñados para representar un peligro mortal solo a los monstruos. Si el ejército se hubiera aventurado en su dirección, habrían encontrado un mejor resguardo a su lado con las numerosas creaciones, que allá en su desolado e indefenso campamento. Pero nada era tan agotador o doloroso para Derha como la idea de que Zarabin, la mujer que amaba, la había abandonado a su suerte.
Mientras Zarabin permaneció inconsciente durante días, siendo sedada por su propio esposo para que sanara y evitar que interviniera; la intensa luz en la montaña de Ónix fue menguando, como si la llama cristalina comenzara a morir poco a poco. La división de opiniones se había extendido cuando la impaciencia de los guerreros honorables y los de la fracción de la dimensión de la Luna alzaron la voz para exigir que los Mare ayudaran a su primer príncipe y pronto, pues, las labores relacionadas con amurallar el asentamiento. se había completado. Varun quien ya había agotado los argumentos diplomáticos, no tuvo más remedio que aceptar formar un grupo de asalto para traer de vuelta al mocoso de cabellos luminosos, por lo que le ordenó a sus sirvientes que dejaran de administrar el narcótico a Zarabin, ya que era Sospecho que no despertará. El dios belicoso se preocupó mirando los brillos, rayos y explosiones en los alrededores de la montaña de Ónix, era impensable que aquel ambiguo muchacho continuara con vida, sería una locura que tuviera tanto poder. Lo que fuera de lo que estuviera hecho ese Lunaris era realmente inusual, pues tampoco habían recibido un solo ataque desde que la batalla se trasladó a sus manos.
La gota que rebozo la paciencia de Derha, no fue otra que el falso sonido de la música que provenía de lo lejos con la manipulación del viento que Varun ocupaba. ¿Tenían el descaro de celebrar una fiesta? Se cuestionó. La suma del cansancio, el sangrado y la desesperanza que se instaló en la mente de la deidad creadora, consumió su conciencia finalmente. La siguiente oleada sería invencible y el número de criaturas que atravesaron sus defensas era insondable, la preservación del recipiente abrió la puerta a un poder oscuro que guardaba la ocasión. La luz argenta que rodeaba a la hija del sol y la luna, se tornó purpúrea, sus iris se llenaron de fractales dorados, mientras agujeros negros se formaron en las cercanías para proteger su cuerpo. Los vórtices absorbieron escombros, rocas, cadáveres y monstruos sin distinción, se formaron grietas inquietantes que desgarraron fragmentos de la dimensión, revelando lo que se ocultaba en el mismísimo inframundo, la frontera del caos y así los desviantes en sus diversas formas, extensiones y variantes. Percibieron el peligro, intentando huir del destructor de los mundos.
El silencio que tanto buscaba finalmente llegó, la conciencia despertada se deleitaba con este nuevo lienzo puro e impoluto, kilómetros y kilómetros de roca fundida de obsidiana, sin un solo rastro de las moscas que le asolaron durante días. La sonrisa fría e inmortal se contiene en su faz, como si la paz finalmente llegará, hasta que el molesto sonido de pisadas advirtió de la presencia intrusa de algún ser. Los ojos fríos se volvieron para mirar a la mujer que permaneció de pie en el yermo paraje, una vista que atrajo altas pulsaciones. Ataviada con una armadura roja como la sangre, con fondos negros y una lanza formidable, Zarabin había sido la única capaz de pasar entre los muchos obstáculos que flotaban, siendo atraídos por la inmensa gravedad de los agujeros negros. Superó verdaderos, corrientes y monstruos, hasta que llegó al epicentro, que era, como el ojo del huracán, un sitio silencioso con el suelo perfectamente nivelado, como si fuera un espejo negro en cuál podría reflejarse.
— Mmm…— siseó con vibraciones graves de su garganta, como si pudiera consumir su aroma con placer. —Hueles a delirio…— murmuró con una sonrisa, deseando probar la suave piel de aquella hermosa presa que tantas pasiones despertaba en ese cuerpo.
Una sensación de peligro invadió el presentimiento de Zarabin, quien retuvo sus instintos y mantuvo la lanza apoyada en el suelo en señal de paz, para no iniciar una confrontación de armas. —Eres… ¿Eres mi dulce cristal?— Cuestionó como si no sintiera un temor abrumador en cada poro por cada amenazante movimiento sigiloso que la forma física de Derha daba a su alrededor.
— No… lo sé.— Aquella consciencia primitiva y bestial, dio vueltas alrededor de la mujer, acechándola con una expresión que no escondía sus deseos insanos. —¿Importa?
No hubo ocasión para la plástica, el movimiento de ataque fue tan rápido que Zarabin apenas pudo evadirlo y la vara de la lanza en su mano se rompió con el tacto de uno de los dedos del dios, quien usó el vacío para generar una falla en la estructura del artefacto. Con sus manos sostenían las muñecas de la mujer y la sometió con una fuerza abismal, haciendo que soltara los extremos de la pieza rota. De todas las probabilidades, esta era la más pequeña, pero igualmente estaba ocurriendo, se lamentó Zarabin, quien entendía perfectamente lo que iba a ocurrirle en cuanto Derha se puso encima de ella.
Shizuru se congeló en su lugar, incrédula de lo que veían sus ojos. Las manos salvajes de Derha eliminaron de la existencia la armadura de Zarabin, despojándola de cualquier protección física y mientras las otras partículas de la ropa se consumían a través de un fuego azul, que ella había visto en las manos de Natsuki hace unos meses. Sin saber si querría seguir mirando los acontecimientos, que se tornaban más oscuros, cerró los ojos y lo que escuchó, detuvo un instante el latido de su corazón.
— ¿Esto es lo que querías?— Cuestionó con una ira creciente y dolorosa. —¿La forma de un hombre?— continuó reteniéndola debajo de sí, con toda extensión de cuerpo perfectamente formado, cada músculo fuerte, rozándose con su piel.
Los rayos dorados de Varun se esmeran por atravesar la tormenta oscura de partículas de Caos, con un presentimiento desagradable en el pecho. Pero nada pudo hacer contra los destellos de luz púrpura, escombros volando y vórtices mortales cargados de antimateria en el exterior, manifestación elemental de la vorágine que embargaba al recipiente de Belor. El rubio se sentía inquieto por el tiempo que su mujer había permanecido en el interior de esa tormenta, ¿qué podía retrasarla tanto? ¿Habría muerto?
Sin siquiera preocuparse de su indefensión, ni la presión en las manos, la forma en la que la olfateaba o las mordidas en su cuello y la creciente tensión entre sus caderas. Zarabin consciente de que todo esto era tan animal, como si alguien hubiera desconectado al ser emocional y gentil, que amaba tanto. Lo habría disfrutado, si fuera solo un juego… pero la joven sobre ella, se lamentaría eternamente por algo así, si ocurriera. —Derha, mi amor … por favor, vuelve en tí.— Le dijo con voz suave. —No estoy interesada, detente.— susurró mientras el aroma metálico de su sangre divina se hizo presente el aire, con un par de puntos que se desprendió en su vendaje.
El olor a sangre no le gustó, los latidos se hicieron atronadores y la mente consciente volvió. Derha se detuvo, apartándose de la joven, mientras las esmeraldas regresaban a su lugar en el iris y sus ojos derramaban lágrimas que caían por su barbilla. —Este será un lugar perfecto, para usted… primera pri…cesa de Mare— Derha se irguió hasta ponerse de pie con la respiración agitada y el rostro cansado, había venido por una razón y no tendría otra oportunidad como aquella, con las criaturas ausentes .
Sabía que colapsaría en cualquier momento, levantó las manos haciendo uso de la creación con una sensación de agonía en su interior, gruño en medio de tan extenuantes esfuerzos; su poder se expande en el núcleo de la montaña, forjando una estructura amurallada con capas y capas de laberínticas de estructuras, así como bastiones diseñados para facilitar la tarea a sus guerreros, potenciando sus habilidades. Habría querido hacer más, pero al menos ahora no estarían a la merced de los enemigos con esta ciudad amurallada. Sonrió amargamente, mientras la última hebra de su cabello dejó de brillar y la fatiga drenó la última gota de animus de su cuerpo, mientras colapsaba sobre el majestuoso piso de jade que había creado. Con ello, el caos se desvaneció, al igual que la presencia de las criaturas restantes…
Tanto Zarabin como Derha recibieron la atención de dioses menores con el poder de la sanación, expertos en atender las heridas de los Orphans y Desviantes. La castaña fue la primera en recuperarse y con la presencia de su esposo vigilante, apenas pudo mantener una mirada distante, pero cuidadosa en su querido cristal. Zarabin escondió su encuentro en torno a la presencia de Adara, quien apenas había recibido quemaduras menores y se apostó en la habitación de su joven maestro para cuidarlo, tan pronto llegó a la ciudad con las partes restantes del ejército. Sin embargo, el joven pelinegro no abrió los ojos durante las siguientes cinco semanas, como si su cuerpo fuera incapaz de absorber el animus que abundaba en el ambiente.
Esconder sus sentimientos en los recodos más ocultos de su alma, era la única manera que Zarabin conoció para sobrevivir, pero la pequeña posibilidad de que aquel cristal nocturno jamás volviera a brillar con luz propia, pudo ser realmente difícil de afrontar como un destino plausible. así que llamó a la única deidad en la que podía confiar lo suficiente. Amaterasu… la señora del Sol parecía extremadamente afectada al ver el estado en el que Derha se encontraba, ahogando las lágrimas y aunque su afectación parecía exagerada ante los ojos rojizos, que no esperaba que el vínculo de su amada y la primera gobernante fuera tan estrecho . Hilos dorados de la sangre de la magnífica señora de los cielos, se introdujeron en el cuerpo más joven, pálido y masculino, el sello de la cadena vital fue expuesto y la gran tejedora realizó considerables procedimientos para restaurar el bienestar de la que Shizuru sabía, era su hija primogénita. La dama no se apartó ni un momento de la más joven, lo que hizo sospechar a Zarabin quién veía enemigos en doquier, pero aquello quedó en el olvido, cuando los orbes esmeraldas se abrieron de nuevo al mundo.
La indiferencia con la que Derha la miro, fue completamente inesperada para Zarabin, desacostumbrada a la frialdad en aquel rostro tan bello. Pero tuvo que mantener las distancias por Varun y la presencia de la deidad mayor, sin mencionar la diligente concubina que calentaba las sábanas cada noche. Shizuru comprendió que influenciada por las palabras de Varun, Derha usó la forma masculina para compensar las falencias que en su mente fueron la causa de haber sido abandonada por Zarabin. En su afán por demostrar lo contrario, experimentó junto a Adara los placeres de la carne desde la perspectiva de un varón; Sin embargo, no sintió el alivio que esperaba y la culpa relacionada con tomar la virtud de la joven sin sentir el más mínimo ápice de amor por ella, le asoló a partir de aquel día. La deidad creadora se esmeró en complacerla en todo aquello que le fuera posible con tal de resarcir su falta, pero Adara quien era más que feliz de ser tratada con tanto cuidado y cariño, ni siquiera sospechaba nada acerca de los sentimientos de su nuevo señor. En sus ojos este era el orden natural de las cosas y en comparación con sus hermanas de la raza umbra, la suerte había sonreído.
La deidad creadora dedicó todo su tiempo y esfuerzo a la joven concubina, pero también a perfeccionar los detalles de la ciudadela bajo la atenta mirada de Amaterasu, quien se aseguró de prevenir que tuviera otra caída. Su cuidado afectuoso y gentil termino ganándose con ello el afecto y la admiración de cierta Lunaris. —Te haré el castillo más hermoso…— Sonrió con una calidez inusitada a la mujer de ojos dorados, cuyo resplandor resonaba con la luminiscencia de su propio ser.
Cuando la tarea fue completada, Derha se despidió cortésmente bajo los vítores y agradecimientos de todos los miembros del ejército, quienes celebraron una ceremonia de gratitud en su honor. Los seres de las dimensiones ahora estaban mejor protegidos y atrincherados, por lo que ya no sufrían perdidas como antes, por lo que salvar al Duunvirato de Mare no sería difícil. El último día, Derha fue personalmente al palacio de Zarabin, silenciosamente y sin siquiera mirarla, le construyó un punto de origen para el vórtice del renacimiento y un salón de creaciones, que usaría para modelar las almas que insertarían en el plano mortal. Lo que hizo posible el trabajo de Zarabin
— Siempre te amé, Zarabin…— Susurró con voz decepcionada. —Una palabra tuya valía más que el mundo entero para mí.— La escuchó decir con un tono lleno de reproche. —Jamás escuchaste mi voz. Solo fui una amante con la que divertías tus curiosidades y nada más. Yo no era nada para ti.— Le dijo lo que sentía, pero Zarabin guardó silencio y la deidad lunar parecía que había sido solo una fantasía escucharla llamarle mi amor… —Si llegamos a vernos en el futuro, por favor olvida que algo pasó entre nosotros.— Esas fueron las palabras que Derha le dirigió a Zarabin, antes de marcharse con Amaterasu a la dimensión de su padre.
Esa mañana Shizuru se despertó con lágrimas en los ojos, sintiendo que había cometido exactamente las mismas equivocaciones que Zarabin con el sincero amor que la diosa de la creación le mostró.
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Oficina de la Emperatriz
Los días posteriores fueron difíciles, la soledad la invadió y aunque la vida continuó con sus agitaciones diarias, nada fue igual. La presencia de otras personas resultó desagradable para Shizuru, quien resentía la profundidad de la traición de Ceret, en la que tontamente confió. También le afectaba el desistimiento de otra que simplemente se rindió. Empatizar con Zarabin por la ausencia de Derha era algo que no había imaginado que podría compartir, pero ahora que conocía las penurias que su álterego divino le hizo pasar, tampoco podía culpar a Derha. Teniendo en cuenta la cantidad de veces que le hizo pensar que no le correspondía, odiaba el hecho de que no era tan diferente a la diosa del renacimiento y no tenía la menor idea de como remediarlo. Ahora mismo, tan solo se consolaba en el tiempo que pasaba con sus bebitas preciosas en sus momentos privados de amamantarlas y doblando sus pequeñas ropas, que ya pronto dejaban de servirles.
Amar era un fastidio, reprochó su resentido corazón. Derha fue un pilar gentil de cuidados y afectos que no imaginó cuanto podría extrañar, pero que se fue debido a su error y si a eso la añadía su pésima situación con su esposa, Natsuki, su vida estaba lejos de considerarse maravillosa.
Habiendo aceptado el hecho de que dormir era para lo único que su cama de matrimonio sería usada, también comenzó a ignorar a Natsuki hasta el punto en el que las camas separadas se hicieron la norma de cada noche. Cuando la pelinegra le preguntó por qué no podía dormir en la habitación, bastó decir: 'Natsuki sabe por qué…' para que la joven de mirada esmeralda se helara en su lugar con ojos llorosos. Eso pudo debilitar su voluntad, pero retuvo su deseo de pedirle que se acostara a su lado cuando notó que las palabras no salían de sus labios rosados o murmuraba cosas inteligibles en ese maldito idioma de los dioses. ¿Por qué Natsuki le hacía aquello? Hablar las cosas que parecían importantes de un modo tal, que no podía oírla y si la escuchaba, entonces eran palabras cuyo significado desconocía en el lenguaje de los dioses. Esta situación tan solo la exclusión de su propia familia, aunque se había esmerado por aprender el idioma en las memorias de Zarabin, la variante del lenguaje parecía no ser de su conocimiento tampoco. La última vez que discutieron, Shizuru se fue llorando de la habitación y no quiso volver al lecho matrimonial hasta la noche del día siguiente, sabiendo que la imperatoria no estaría allí.
Si aquello no había sido suficiente, las tardes con Derha se volvieron silenciosas y en verdad parecía que el Monarca Cristalino le hacía honor a su nombre, siendo tan frío como un pedazo de hielo. La Lunaris solo sonreía por los juegos y momentos en los que disfrutaban de sus hijas, el conejito y los peluches, derrochando todo su amor y cariño sobre sus pequeñas estrellas. Si bien tenía unos modales exquisitos y su caballerosidad no había disminuido ni un ápice, su conversación fue monosilábica o se utilizó en banalidades intrascendentes, separando lo que fue roto entre las dos. Lo cierto es que nunca se imaginó lo terrible que su indiferencia se sentiría. Así, Shizuru supo que se había convertido en un ser anodino a su alrededor, algo que está ahí y no tiene la más mínima importancia. ¿Acaso es así como la hizo sentir? Como un mueble inútil ocupando espacio en la habitación…
Ni Derha, ni Natsuki y ahora incluso estaba disgustada con Ceret, con quien las cosas eran todavía más confusas. No entendía por qué las circunstancias estaban resultando ser tan dolorosas, tal vez era de esa manera porque Ceret era la primera mujer a la que le permitía conocer sus debilidades, con la confianza de una amiga que… la confundía enormemente con su belleza y carisma. Aspectos que… al final, nos usamos para arruinar su mente.
Perdida en sus reflexiones, se tornó distante y distraída, centrando todos sus esfuerzos en leer por quinta vez el contrato en sus manos… desvió la mirada sobre la silenciosa pelirroja con su sencilla pero hermosa coleta de pie a unos pocos metros de distancia. Era muy doloroso ver a Ceret cada mañana con su malditamente pulcro uniforme, a la hora pactada y con su expresión suave. Aunque su saludo era una reverencia como la que cualquier caballero ejecutaría, se negaba a mirarla a los ojos, cuando era evidente que las dos estaban enojadas y desencantadas con la otra. Sintió la tentación de preguntarle las razones, pero temiendo que nuevas manipulaciones ocurrieran, prefirió hacer de la dama pelirroja lo que quiso ser, una custodia cuya presencia podría pasar por alto en medio del arduo trabajo de emperatriz.
Horas más tarde, ese mismo día, Natsuki vino a verla en su descanso de la media mañana, saludando a ambas con la mano. Pero la sonrisa que le dio a Ceret, disgustó más de lo normal a la castaña, que antes no veía un problema en ello, pero ahora no podía tolerarlo ni siquiera.
La imperatoria se acercó para hablarle sobre algo específico, intentando resolver las cosas. —Shizuru, me preguntaba si desearías venir conmigo al teatro, ha venido a la capital una caravana bastante impresionante de arte circense que se comenta mucho en la corte y dado que no salimos mucho del palacio, podría ser interesante salir. Si lo prefieres, puedo contratarlos para que nos den una presentación privada.
—No, gracias… te recuerdo que no tenemos tiempo, nunca tenemos tiempo.— dijo con voz resentida e irónica, sin siquiera levantar la mirada de los documentos que observaba. Ceret tensó la mandíbula, pero no dijo una sola palabra, aunque Shizuru notó que no le gustaba y alzó la voz para decir algo aún más irritante. —Pero puedes invitar a mi guardiana, ella estaría encantada de pasar la noche contigo.
Ivonne, más que preocupada por estos giros de los acontecimientos, dedicó una mirada a los asistentes que palidecieron ante la insinuación de la emperatriz. La dama Krambler supo que los rumores no harían otra cosa que incrementara la raíz de tales palabras, pero eso a Shizuru no parecía importarle ya. Había sido un golpe bajo, la pelirroja frunció el ceño molesta y dolida, ante la evidente burla, por lo que negó con la cabeza sin dejar de mirar con sus ojos azules a la joven castaña. Para Natsuki no era más fácil, ya era la quinta vez que era rechazada esa semana, así que comprendió que si no resolvía esto de inmediato, no podría anticipar el alcance del problema, teniendo en cuenta que ahora Shizuru también se arremetía contra Ceret.
—Déjennos a solas.— Dijo con voz tan fría, que incluso Ceret consideró oportuno pararse al otro lado de la puerta y esperar sin siquiera refutar. Shizuru quien no había visto acciones semejantes por parte de Natsuki, miró con interés a su esposa, picada su curiosidad, por lo que haría para congraciarse a partir de ese momento. Una vez a solas, dio un par de pasos más cerca. Con el ceño fruncido y la mirada afilada, la Kruger encaró nuevamente a su esposa. —Puedo entender que uses esas palabras para hacerme ver la calidad de mi error… pero no tienes que atacar a nadie más que a mí.
—¿Cuál error?— Shizuru la miró maliciosamente, aunque disfrutando de ese momento por el simple hecho de haberse avergonzado a sí misma antes, solo para ser ignorada. —No sé de qué hablas…— fingió demencia.
—Yo…— Natsuki tragó saliva y con la mano izquierda se sujetó la muñeca derecha para controlar su temblor y se forzó a mantener la calma. —Yo he descuidado a mi esposa.— La vergüenza llenó su cara, al igual que el arrepentimiento. —Te lastimé y lo lamento más de lo que puedes imaginar.— Tragó saliva.
—Lamentarlo no lo resuelve…
Ella lo sabía mejor que nadie, no se había quedado con los brazos cruzados. La joven pelinegra había buscado soluciones para su problema, pagó por el tiempo y los consejos de las damas de la noche de la casa Rohan, esperando saber más sobre el autocontrol y la tolerancia, después de todo era bien sabido que para las prostitutas no todas las veces son placenteras y mucho menos están ligadas al amor. También escuchó a eruditos y experimentó con puntos de presión que le ayudaron a disminuir su tensión; aprendió además la técnica de la desviación del dolor que en algunas ocasiones se usa para tolerar heridas severas y otras tantas estratagemas para ayudarse a controlar sus nervios, con tal de ser una buena esposa otra vez. —Desearía que pudiéramos pasar tiempo a solas para… compensar tanta negligencia.— Estaba dispuesta a hacer cualquier cosa con tal de no perderla y mientras pudiera controlar el escenario, tenía muchas más posibilidades de lograrlo.
—Puedo entender que no estemos de humor todo el tiempo y sé que somos personas ocupadas. Pero realmente no puedo creer que me rechazaras así…— La mirada rubí se fijó en el rostro sonrojado y aunque se levantó de la mesa para confrontarla directamente, no se permitió ceder ante esa expresión tan linda. —Me hiciste mucho daño, Natsuki— Realmente se sentía herida y su rostro lo externó. —¿Me dirás por qué?
La aludida abrió los ojos como si no esperara estos giros de los acontecimientos, ¿decirlo? Dioses, ¿cómo diría aquello? Sintió terror, pero asustada de que Shizuru volviera a sentirse agraviada, se forzó en hablar. —Yo… yo me siento sucia e indigna de ti.— salió un hilo de voz, mientras sus manos se cerraban en puños para que Natsuki pudiera centrar su atención en el dolor de sus propias uñas contra la piel de su palma. —Me pasó algo innombrable.
El sonido no llegó a sus oídos por alguna… casualidad. —¿Sabes qué? No importa.— Shizuru se impacientó, así que mintió desencantada y enojada, sabiendo que ella no se lo diría al final. Decepcionada bajó la vista antes de darse la vuelta para ir a su escritorio nuevamente. —Tengo muchos asuntos por atender.
Cuando Natsuki entendió que a Shizuru no le importaba como se sentía, creyó que algo se rompía en su interior. Llena de enojo consideró marcharse del despacho queriendo tirarlo todo por la borda, pero… ¿No importaba? Eso era una vil mentira. Recordó con frustración los acalorados besos que su mujer y su álterego compartieron, claro que había visto lo que pasó antes de perder los estribos. En alguna parte de su consciencia, no pudo interrumpirlas al principio, pues sabía que su otra mitad podría darle a Shizuru todo lo que ella era incapaz, era doloroso admitirlo, pero la diosa no tenía sus impedimentos. Las lágrimas de su adorada fueron la excusa para detenerlas y pudo golpear a su otra mitad con toda su fuerza, aquella fue una oportunidad única en un instante en el que dejó salir toda la ira que había acumulado. La dolorosa verdad es que envidiaba la capacidad de Derha Lunaris, quien pese a haber vivido el mismo martirio con sus recuerdos, había encontrado el modo de sacar algo bueno de todo eso.
¿No debería dejar de existir de una buena vez? En realidad no entendía como es que un ser defectuoso como ella todavía vivía, sabía que podía dejar la existencia el día que extrajo a Derha de su interior, fue una suerte inesperada que se separaran manteniendo dos cuerpos separados, pero era claro que sería relegada pronto. La Kruger tensó la mandíbula y la confrontó creyendo que Shizuru ahora tenía otros sentimientos más importantes. —¿Es por ella?— La pregunta fue arrojada al viento. —¿Estás enamorada de la diosa?
La emperatriz se congeló junto a la mesa y desvió la mirada incapaz de responder a esa pregunta. Incluso dudó… ¿De quién hablaba Natsuki? No solo la imagen de Derha emergió en su cabeza y ahora sí que se aterró, por pensar en cierta pelirroja también. —¿Importa?— No quiso mentir, por lo que no lo negó, en la mente de Shizuru, su esposa había perdido el derecho a saberlo todo de ella. —Te preocupas por los demás cuando nuestras dificultades ya parecen insalvables— Sé obligó a mantener la calma recordando que sentir no era un crimen y en realidad no era la fuente del problema que las atañía. —Has sido realmente reticente. ¡Estuve rogando por ti! Intenté seducirte y me evadiste sin la más mínima vacilación. Es la cosa más humillante que he sentido alguna vez en mi vida. Pero te preocupa que mi corazón, cansado de sentir dolor, mire en otra dirección. ¿Realmente te atreverías a reprocharme?
—No… no podría…— Natsuki comprendió el significado de la evasiva, era amable que no quisiera decirlo en voz alta cuando era obvio que moría un poco Derha cada vez que la veía, pero estaba dispuesta a luchar. La pelinegra caminó con profunda resolución hasta quedar frente a Shizuru y se acercó hasta el punto en el que la castaña no tuvo ninguna escapatoria, teniendo el rostro de su esposa a escasos centímetros. —Me he prometido a mí misma que aceptaré lo que te hace feliz, lo que es genuino en tu corazón.— La Kruger se inclinó un poco más sobre ella y la miró con sus ojos esmeralda, llenos de deseo.
—Natsuki…— sorprendida por las acciones inusuales, intentó evadirla por mero orgullo, pero los brazos fuertes de su amante se deslizaron a cada lado de su cintura, presionándola con su cuerpo. Así, la emperatriz terminó apoyada en su escritorio, con su esposa entre sus piernas y las manos sobre la madera de roble para no caer hacia atrás.
La Imperatoria le sujetó la barbilla con toda intención. —Puedes hacerle el amor si es lo que quieres…— Le susurró en el oído con una voz realmente censurable, dejando caer su tibio aliento en el cuello sensible de la castaña. Natsuki sujetó las caderas de su mujer, atrayéndola contra la suya. Lo cual se sintió tremendamente excitante para Shizuru quien estaba desacostumbrada a situaciones tan inesperadas como esa. —Siempre que…— Le murmuró con voz profunda. Natsuki no quería rendirse, seguía viva por una simple razón, quería ser valiosa para Shizuru y que su existencia tuviera significado. —No dejes de amarme.
¿Había oído bien? Estaba incrédula, ¿Natsuki le permitiría tener una amante? No pudo pensar mucho cuando sintió la mordida de sus dientes en su lóbulo, tenerla de esa forma alteró cada uno de sus sentidos. Un suspiro escapó y apenas un segundo después los labios que había deseado todo ese tiempo sellaron los suyos con un beso apasionado. Percibió el roce de aquel cuerpo formidable y su abrazo, que incluso en medio de tal arrebato no buscaba más que protegerla, retirando del espacio cualquier cosa que pudiera lastimarla. Natsuki se quitó la chaqueta sin dejar de besarla y la puso raudamente sobre la mesa, de tal manera que cuando apoyó la espalda de su mujer para hacerle lo que tanto deseaba, fue recibida por la cálida prenda.
Yacieron sobre la mesa en la que el movimiento persistente de los envites de sus caderas se hacía más intenso pese a lo estorboso de las prendas, se deseaban y anhelaban tanto que era insoportable. Natsuki levantó la falda de su amada, deslizando su mano derecha a través de los delicados muslos, sin dejar de besar su cuello, su escote y morder suavemente los pezones que se habían tornado turgentes bajo la tela. Sintió la humedad de las prendas interiores con sus dedos, ocasionando un respingo tembloroso en Shizuru con tan solo un roce.
Cuando las inquietas manos de la emperatriz desanudaron su corbatín y desabrocharon los botones de su camisa, la Kruger sintió escalofrío con el tacto de sus dedos sobre sus pechos. Pero no era un sentimiento agradable, tragó saliva y se mordió la boca para mantener la mente concentrada en algo que podía sentir y controlar. —Zuru… por favor— Le imploró con voz ronca. —Deja que te complazca.— sujetó las manos de la emperatriz sobre su cabeza con la mano izquierda, impidiéndole tocarla.
Shizuru no imaginaba que la sensación de esta sensualidad dominante fuera tan excitante, estaba a su merced, sobre su mesa de trabajo, con las muñecas atrapadas por el fuerte brazo izquierdo de su amante, quien la presionaba lascivamente con su cadera y desvelaba los secretos bajo su falda. Los dedos de la imperatoria hacían círculos electrizantes sobre su hinchado botón, empapados por el lúbrico deseo que la hacía olvidarse de todo. Gimió y jadeo, tembló y hasta empujó su cadera para tener un poco más de su Natsuki. —¡Complaceme! Por favor…— Se quejaba, porque la espera había sido inhumana.
Obediente a sus deseos, la pelinegra dejó resbalar sus dedos de en interior de su amada, tomándola como no lo hacía desde hace meses, profunda y candentemente. La besaba, la mordía en el hombro y subía la intensidad, enfocándose en la habilidad de sus manos que saben complacer por completo a una mujer. —Nunca dejes… de amarme.— Le repetía en el oído mientras la penetraba una y otra vez, presionando sus cuerpos y olvidándose del mundo. —Te amo, con toda mi alma…— Le susurraba entre jadeos, con sus labios apretandos y mordiéndose en un beso desaforado.
Era delirante oír su voz mientras lo hacían, sentirla en su interior, adueñándose de sus deseos más profundos y ansiosos con una habilidad inusitada. Entonces lo sintió, la explosión de éxtasis que nacía en su vientre y se dispersaba por todo su cuerpo, un placer capaz de arrebatarla del mundo terreno para llevarla a las cimas más altas. Las manos libres de la castaña se enterraron en la espalda de su esposa, arañándola, mientras un gemido de placer inclemente la estremecía hasta hacer que el temblor de sus piernas fuera evidente. Entonces las enredó en las caderas de Natsuki para mantenerla cerca, como si no quisiera que se apartara nuevamente. Era la primera vez que no se desnudaban para intimar y los respiros jadeantes de las dos volvían a llenar la amplitud del salón.
—Es hora de que mi Natsuki disfrute un poco…— La voz cantarina de Shizuru se oyó pletórica de satisfacción. Sin perder ni un momento intercambió sus posiciones, besando y moviendo a su esposa hasta el sofá más cercano. Desabrochó el cinturón y deslizó las manos para saber cuan excitada estaba la joven de ojos esmeraldas y sus dedos se maravillaron del cristalino que manó de su cuerpo deseoso. —Estás tan húmeda, mi hermosa Luna.
Natsuki asintió, temiendo que sus palabras le jugaran una mala pasada y se dejó hacer. Cuando Shizuru la besó otra vez y la hizo suya, el autocontrol del que la Kruger se había vanagloriado antes, brilló por su ausencia. Esta forma de la intimidad realmente no fue grata y las sensaciones eran escalofriantes.
No pienses… no pienses.
Se repetía en la cabeza como un mantra para sostener tal circunstancia. Pero un pensamiento resaltó entre los demás. No se supone que la penetración de los delicados dedos de su esposa le doliera tanto, no fue tan terrible, ni siquiera cuando perdió la virginidad en su noche de bodas. Claro que recordaba un momento en el que se sintió como si alguien la partiera a la mitad, la vaga imagen de la oscuridad y el sonido desagradable de esa respiración jadeante, sumado al tacto en la espalda, al dolor, la indefensión y la bilis subiendo por su garganta.
—¡Natsuki! Me… me lastimas los dedos. ¡No aprietes tan fuerte!— Shizuru retiró su mano, sacándola del pantalón de su mujer con un dolor agobiante, fue como si alguien hubiera intentado romperle los dedos.
La pálida mujer de Fukka negó con la cabeza, cubriéndose con la mano a la altura del vientre. Sentía náuseas de nuevo y el incontrolable asco que no había podido repeler. —Lo lamento, no… yo… yo no lo hice a propósito.
Mientras se sobaba la mano para recuperar la circulación en sus dedos, la castaña miró la cara de la Kruger y notó la misma expresión que le mostró en la ducha, era incluso peor, pues su aversión era ya inocultable. Una risa amarga salió de sus labios mientras sus ojos se llenaban de lágrimas. —¿Te burlas de mí? No puedes estar haciéndome esto, otra vez.
—No… no me atrevería.— Dijo con voz temerosa, comenzando a entender que lo había arruinado una vez más.
—Si te repugna tanto que yo te haga el amor…— Su voz se rompió. —¿Por qué me haces esto? Si hiciste todo esto porque era tu deber, pero no lo sentías. Estás siendo alguien realmente detestable.
—Lo siento, claro que lo siento. Te amo… en verdad lo hago.— dijo con desesperación.
—¡Deja de mentirme!— Shizuru temblaba de la inmensa ira y del desamor que la había embargado, sus nudillos blancos y el rojo sangriento de sus ojos fríos podrían haber asesinado a su esposa un par de veces. —Me ves a la cara y me dices que me amas. Pero lo siguiente que haces, es repudiarme.— Entonces exhaló derrotada. —Podrías escupirme en los zapatos y no sería raro. Incluso eso sería menos insultante.
Notando que Natsuki se había quedado tan quieta como una estatua, el agotamiento de su mente y emociones la golpeó con rudeza. Shizuru supo que era mejor no permanecer en el mismo lugar o haría algo de lo que podría arrepentirse. Acomodó su ropa para salir de ese despacho con la intención de bañarse y quitar las manchas de su cuerpo, que se sentía usado.
—Se acabó, lo que sea que esto sea… finaliza aquí.— No quiso mirar más a la pelinegra, sintiéndose humillada y descorazonada. La peor parte es que esta no era la primera vez que se sentía así, ya era un sentimiento bastante familiar. Bajó la vista sobre su anillo de bodas y deslizó la joya hasta que la retiró de su dedo, el rubí que brilló con la luz del día que se filtraba por la ventana, pronto conoció las sombras del cajón de la emperatriz.
—Shizuru, tú no sabes cuanto he tratado de mejorar…— Rogó la pelinegra al ver lo que hacía. Natsuki se lamentó de no haber usado la técnica de desviación del dolor. Podría haber apuñalado alguna parte de su cuerpo para enfocar la mente y no delatar su aversión. ¿Pero hacerse daño era realmente una solución? —¡Hago lo mejor que puedo! Ya te dije que todo esto me aterra y me duele ahí cuando… lo hacemos.
—Estoy harta de eso… Natsuki.— Pero la castaña ya no estaba dispuesta a escucharla, no en ese momento. —Tu silencio, es una respuesta obvia para mí.— Se apresuró a abandonar el despacho, pero antes de abrir la puerta le dirigió una última mirada. —Mantengamos la cortesía por nuestras niñas…
¿Silencio? ¿Cuál silencio?
Estando a solas, la pelinegra tomó asiento en el sofá mientras se sostenía la cabeza con desesperación y las lágrimas bajaban por sus mejillas, se odiaba tanto por arruinarlo y no podía creer la frialdad de Shizuru. Pasó cerca de media hora sollozando cuando su voz dejó salir un pensamiento que la atormentaba. —¿Realmente soy un caso perdido?— Preguntaba desesperanzadoramente a la nada.
—No lo creo. Pero puedo decirle, lo que nos pasó…— susurró una voz conocida. —Nos odiaría menos.
—¿Qué demonios? ¿Qué haces aquí?— Natsuki se puso de pie, alarmada de ver a su álterego en el alfeizar de la ventana, con la mirada perdida en el horizonte.
—Estoy preocupada por ti— Dijo la otra mujer devolviéndole la mirada con sus ojos esmeraldas, llevaba un tiempo a su lado intentando no importunar.
Una risa dolorosa escapó de la garganta de Natsuki. —¿Te preocupas por mí?— Se levantó de su asiento con una marca de ironía y señaló a la deidad frente a ella acusadoramente. —Lo dice quién me ha atormentado los últimos días. ¿Te mofas de mí?
—No— murmuró honestamente el primer pilar. —Sé que te quedas sin habla cada vez que lo intentas, como si una soga te estrangulara las cuerdas vocales y el miedo te paralizara.
—No, tú no sabes lo que es eso.— Desvió la mirada molesta. —No importa cuanto me esfuerzo, no estoy más cerca de superar todo esto. El abandono es todo lo que veo en mi futuro…
—Supongo que no sé lo que es temer el abandono.— Sonrió con un tono amargo. —Tampoco sé lo que Amaterasu pensó cuando prefirió esconder el hecho de que era mi madre. Al menos Saeko nos quiso, incluso siendo monstruos.
—No te atrevas a hablar de mi madre…— Natsuki le destrozaría la cara si dijera algo malo de ella.
—También es mi madre— Refutó. —Yo la visito a diario y me aseguro de su bienestar…— añadió suavemente. —Es tan linda cuando está en el jardín regando las flores y tarareando esa canción que nos cantaba cuando éramos pequeñas. Su existencia es un consuelo para mí y tú deberías charlar con ella más a menudo, le expliqué lo que nos pasó y te extraña.
—¿También vas a robar a mamá?— La Kruger no toleraría ni de chiste tal cosa. Pero se cruzó de brazos para contenerse, Lurha las colgaría de las orejas durante días si volvía a iniciar otra pelea.
—¿También?— Una mueca burlona apareció en la faz de Derha. —No lo has entendido Natsuki.— Tensó la mandíbula sin dejar de mirarla. —No te he robado nada en esta vida. Eres tú quien ha tomado cosas de mí sin siquiera saberlo. Demonios, incluso a Shizuru y Zarabin… de entre todas las vidas que tuvimos, ella te escogió para engendrar a nuestras hijas, pero vaya que me rechazó las suficientes veces en el jardín de las lozanías.— La admisión golpeaba su orgullo, por lo que gruñó un poco ya fatigada de ver sus derrotas. —Para mi pésima suerte, Shizuru solo puede verte a ti, como si yo fuera una maldita falacia viviente, pero eso no es ya una novedad. Es casi irrisorio que incluso Ceret ha desviado su mirada…
—¿Ce… Ceret?— Natsuki frunció el ceño. —¿De qué hablas?
—¿No lo ves?— Derha observó con incredulidad a su contraparte, pensando que no era exactamente perceptiva o estaba demasiado agobiada. Negó con la cabeza, era una locura que tuviera que explicarle tal cosa. —El amor de Ceret se siente como una manta cálida que te envuelve y te protege, ser protegida por su aura fue de ese modo cada día de nuestro matrimonio. Es imposible que no lo hayas sentido… que no sepas como se ven sus ojos cuando siente así.
—La amo, si acaso lo dudas…— respondió la Kruger, pensando que su álterego se refería a eso. —Pero soy incapaz de entregarme a ninguna mujer, de modo que en el amor no tengo ningún valor.— Entendía que la paciencia de los seres es limitada y la de las personas que amaba se agotaría eventualmente. Tal vez más rápido de lo que ella podría sanar. —¿Cómo puedes… estar tan bien a pesar de lo que pasó? Viviste lo que ella nos hizo, te destrozó de la misma forma…— Necesitaba saberlo. —Pero aquí estás, robando la pasión de mi esposa
—No estoy bien acerca de eso, de hecho también sigo destruida por dentro.— Derha murmuró honestamente. —La cuerda que estrangula mi cuello, es este maldito sentimiento de insuficiencia.— Negó con una mueca derrotada, porque realmente sentía que no era capaz, ya ni de complacer correctamente a Ceret. A veces le asustaba que ella fingiera para no herir sus sentimientos, batallaba cada día tratando de convencerse de su propio valor, pero días como ese tenía el ánimo por los suelos. —"Ceret… mi querida reminiscencia, ¿cuánto faltará para que te pierda?" Te aseguró que yo tampoco me siento digna del amor de nadie. Pero haría lo que fuera por ver esas sonrisas en sus rostros, incluso si eso significa que tengo que tolerar que sus ojos sean tiernos al ver a alguien más.— La deidad de cabellos luminosos, suspiró con frustración. —Tolero todo esto que has hecho sin abrir la boca, por respeto. Pero realmente quisiera correr tras ella para decirle la verdad y resolverlo de una vez por todas.
—Le dije lo que sentía, le hablé de lo sucia que me sentía, pero no le importó.— Admitió derrotada la Kruger y también fue un golpe para Derha, casi incapaz de creer que algo tan delicado fuera omitido tan fácilmente. —Ella simplemente ha dejado de amarme y su paciencia se ha acabado. Así que ganaste, intenta tanto como puedas, porque yo no soy buena para ella ni para nadie.— Se acomodó la ropa y se levantó, con una expresión devastada, mientras buscaba la forma de alejarse de esta diosa terca.
—¿Intentar? Yo ya me he hecho a un lado… Estoy harta de perseguirla, de hacerme daño para confortarla como si yo misma no importara y bueno… no negó nada cuando le dije que no me amaba.— Derha se levantó y se puso de pie a mitad del lugar. —¿Qué sentido tiene?— Pero Natsuki ya se aseguraba de salir del salón con la necesidad de bañarse urgentemente para limpiar la podredumbre de su ser.
—Ninguno, a veces me pregunto si esa tal Zarabin por la que estuviste dispuesta a tanto… realmente valía tantos sacrificios. No puedo evitar sentir odio por las manipulaciones que hizo de mi vida, entonces me pregunto. ¿Cómo puedes amarla?
—¿Me dirás tú porque amas a Shizuru? No es exactamente un ser de luz, tiene bastante de las profundidades de Mare— Derha comenzó a ver que la joven de Tsu tampoco había sido una flor del campo, tenía espinas y eran tan mortíferas como las de Zarabin cuando se lo proponía.
—Touche…— Natsuki supo que fue dejada sin argumentos, su matrimonio y sus sentimientos se había corrompido con toda la inmundicia que envolvió sus circunstancias durante el ataque de Nagi y las cosas horrorosas que vivieron en el castillo, pero Shizuru no había sido su remanso de paz. —¿Sugieres que deje de intentarlo? ¿Que deje ir por la borda, mi vida y mis sueños a su lado?
La joven de cabellos luminosos se cruzó de brazos pensativamente. —Primero averigua si tú también eres su sueño. Porque estamos rogando todo el tiempo y suena como haber perdido el poco respeto que teníamos por nosotras mismas.
—No… no sé renunciar a ella.— Natsuki no quiso escuchar, porque no creería que el sentimiento que rompió una maldición de siglos, fuera apenas una banalidad al final de todas las cosas. El primer pilar se aseguró de seguirla, no sin antes mutar su cuerpo al de un hombre, a fin de que los guardias y sirvientes no vieran dos veces a la imperatoria, tampoco esperaba causar un caos.
Mientras caminaba tras Natsuki, Derha pensó un poco en las cosas. La realidad es que vino aquí porque Ceret susurró su nombre y le pidió cuidarla, pues ella misma velaría por Shizuru quien estaba en verdad afectada. Entonces se materializó en la oficina casi imperceptiblemente, se quedó allí en silencio dejando que Kruger se desahogara, pero no dijo nada porque no sabía como consolarla. Tampoco es que pudiera abrazarla o palmear su hombro, pues tocarla por más del tiempo debido borraría a una de la existencia. Aun así, entendía lo horrible que era lo que padecía Kruger, era por eso que no le devolvía el golpe cuando la atacó aquella tarde. Sus circunstancias no eran perfectas, no es que no sintiera confusión o culpa, se percibía sucia y a veces su mente le traicionaba yendo sobre esos recuerdos tan horrorosos, pero cuando eso pasaba, se consolaba pensando que fue una víctima en lugar de una cómplice en un acto tan atroz.
Sobre esos eventos, en realidad había aceptado que estuvo a merced de Nao, fue violada, torturada y sometida por ella. Pero a diferencia de Kruger, no podía amar a esa vil copia de su esposa, era imposible ante sus ojos que un ser tan insignificante siquiera pudiera compararse con su adorada Ceret. No, la señorita Yulieth podría catalogarse apenas en una atracción para el ímpetu de una juventud frágil, una amistad perdida y olvidada, hasta convertirse en una mujer sádica y desquiciada que hizo su voluntad por una venganza injusta. Era alguien que necesitaba encontrarse con la justicia…
Lo cierto es que cuando llegaron a la entrada del palacio de los Lirios, los guardias intentaron impedirle el paso. —¡Alto! Identifíquese. ¡No puede pasar!
No quería golpearlos, pero Derha lo haría si hiciera falta. —¡Natsuki! No pienso dejarte… incluso si tengo que patear el trasero de tus escoltas.— Sonrió con una mueca extraña mientras alzaba los hombros. —Me has visto como el enemigo y no hay otro ser en este mundo que te entienda tanto como yo. Me he rendido con ella, no soy tu rival… bueno, nunca lo fui en primer lugar. Estoy aquí por ti, solo vine para verte a ti… — Tales palabras sonaban bastante extrañas de un hombre que en verdad parecía el gemelo de su imperatoria, por lo que los guardias estaban confundidos sobre la identidad de este invasor y le apuntaban con sus armas, aunque sin atreverse a atacar, era seguro que al menos fueran primos. —Podríamos empezar por apoyarnos mutuamente.
—Déjenlo entrar.— Fue todo lo que dijo la pelinegra, esperando que Derha pudiera caminar a su lado durante el trayecto hacia sus aposentos. Los hombres se postraron ante el dios, apenados por su impertinencia y rogando porque esta descortesía no le costara sus vidas. —Él es el dios de la creación… muestren su respeto.
Tal vez, podrían llevarse bien alguna vez y así, el día que volvieran a integrarse en un solo ser… no sería tan desastroso. La Kruger se preguntaba si esa sería la solución definitiva para las dificultades que enfrentaban o si al final se hundirían en los abismos conjuntos de sus almas. En cualquier caso, esto era mejor que la soledad y la desesperanza que parecía vivir infelizmente en su corazón. Derha sonrió y continuó caminando a su lado, mientras mencionaba una mundanidad sobre el cristal. —Es un elemento cuyas partículas se comportan similar en el flujo del tiempo, vaya hacia adelante o hacia atrás. En pocas palabras, es reversible en el tiempo, por eso es mi elemento favorito al momento de realizar creaciones y transmutarlas después. Eso me permite alterarlas incluso después de haber sido creadas. Las modificaciones no son más que deshacer el tiempo, volver al modelo de cristal original y perfeccionarlo una vez más.
—Creí que lo hacías por tu nombre… Cristal Nocturno— Refutó Natsuki mientras se preparaba para bañarse y Derha esperaba al otro lado.
—No, ese nombre fue dado por Amaterasu. Significa que soy un cristal que brilla en la noche más oscura. Padre dijo que esto fue debido a nuestro cabello y esta pálida tez, pues las flamas argentas que brotan de las hebras iluminaron la noche el día de nuestro nacimiento.— Derha sonrió al recordar a su padre.
—No vas a perdonarla, ¿verdad?— Natsuki no quiso decir que Amaterasu era la madre de ambas, pero para su álterego evidentemente lo era. —Esa herida parece sangrar todavía.
—A ella no le importa, nos hemos visto en el templo de Acua por las heridas de Shura, pero… no nos hemos dirigido la palabra.— Tensó la mandíbula. —Amaterasu no quiso ser mi madre cuando era todo lo que yo admiraba, soy yo quien ahora no la quiere como madre. Tengo a Satis y a Saeko, no le voy a dar cabida de esa forma, cuando hubo mujeres dispuestas a dar su vida por nosotras.
Natsuki asintió, ahora que eran madres, la percepción de las cosas que estaba dispuesta a hacer por sus hijas, era realmente inconmensurable, ¡Dioses! Destruiría y reconstruiría el mundo entero en su nombre. Así que tampoco tenía en gracia a Amaterasu, aunque su enfado no era tan crepitante ni arraigado como el de su álterego. Era extraño conocer los pensamientos de este ser con el que comparte toda la existencia; entró a la ducha y todavía la oía hablar en desde la puerta, la soledad se desvaneció un poco con su voz diciendo cosas al azar, era sorprendentemente un libro de datos curiosos.
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El palacio de los Lirios
La imperatoria dio un beso a la frente de cada una de sus hijas susurrando cuanto las extrañaría, la sexta mansión de Lombard quedaba un poco lejos, pero sería el sitio convenido para la fiesta de despedida de soltero de Reito Kanzaki. Natsuki quien esperaba congraciarse con Mai y por defecto con Shizuru, acudía al evento por mera obligación, aunque imaginaba que si se quedaba en el lugar sería desatendida por su esposa, cuya atención se desviaba sobre cualquier banalidad con tal de aplicarle la ley del hielo.
La pelinegra miró a Shizuru quien la ignoraba flagrantemente y entristecida se despidió. —Hasta pronto, Shizuru.
—Ve con cuidado…— Fue la respuesta que escuchó, mientras la castaña disimulaba pasar el tiempo leyendo un libro.
—¿Hay algún evento en el caso de Mai?— Preguntó curiosa, con la esperanza de escuchar la voz de su mujer otra vez. —Después de todo, mañana es su boda.
—Fue convencida de hacer una cata de vinos, algo pequeño y privado.— Shizuru cerró el libro y lo dejó en su mesa de noche, mientras se ponía de pie y miraba a Natsuki a los ojos. —Las chicas consideraron injusto no poder darle presentes que sean acordes a la ocasión. Iré primero a ayudarla antes de la velada.— La mirada rubí contempló el elegante atuendo de la imperatoria, que era exquisito en la figura de su esposa. Se cuestionaba si lucir tan bien, era por motivo de las personas en la fiesta o de alguna mujer en particular, tal vez fuera el estatus, pero era agridulce verla tan hermosa y no poder disfrutar de ella. Dejó el pensamiento melancólico atrás y continuó relatando como se organizarían esa noche. —Dado que mañana la ataviaremos en sus atuendos de boda, permaneceré en el palacio de las estrellas. Nuestras hijas estarán con sus abuelas y abuelos, por lo que no cabe la más mínima posibilidad de que les pase algo malo.
Natsuki suspiró resignada, Saeko y Takeru, Mizue, las abuelas, Tsukuyomi, Satis y Amaterasu en un solo lugar, eso sería algo extraño de ver. La realidad es que le encantaría quedarse con su mujer y bailar un poco, si al menos la dejara acercarse. —Shizuru… ¿Hablaremos del elefante en la habitación alguna vez?
La castaña se tensó de inmediato, pero si esto iba a ocurrir, sería tarde o temprano. —Tú empieza, soy toda oídos.— Se cruzó de brazos con una pose altiva y molesta.
—Decidiste romper nuestra relación— Inició acumulando todo el valor que pudiera. —¿O solo fue un arrebato de ira?
—He pensado en mantener la cordialidad, pero tú y yo ya no nos relacionamos como pareja. Entonces dime tú, ¿qué somos?
—Eres mi esposa, en mi mente y en mi corazón.— Posó la mano sobre su pecho con sinceridad en sus ojos.
—No soy eso, Natsuki. Somos las madres de nuestras hijas… eso es todo.
Era evidente que Shizuru le guardaba rencor por lo que pasó. —¿Eso que significa, Shizuru?
—Exactamente lo mismo que la carta, el anillo y Sherezade en mi ventana.— La voz inexpresiva escondía una ira atrapada que comenzaba a convertirse en rencor. —Eres libre cariño, ve y disfruta la velada de caballeros, como los caballeros lo hacen.
¿Velada de caballeros? ¿Cómo los caballeros lo hacen? ¿De qué estaba hablando? Palidecía en el momento en el que comenzaba a comprender que Shizuru estaba insinuando, ella jamás iría a la mansión del señor Lombard a realizar actos impropios, era un evento protocolar ante sus ojos. ¿Cuándo le dio la impresión de que fuera una mujer libertina? No soportaba la presencia de otras personas y mucho menos el contacto, pero ella realmente creía que tendría tal desfachatez. Entonces un escalofrío recorrió su espalda, ¿Acaso alguien le mencionó su encuentro clandestino con la madame de la casa Rohan? Fue cuidadosa, pero incluso así ¿eso pudo llegar a sus oídos? Últimamente, había muchas falsedades surgiendo como rumores odiosos, si hiciera caso de las cosas que escuchaba estaría muriendo de celos; decían que Shizuru tenía un amorío con su escolta y recibía el cortejo de Altria, quien era famosa por obtener trofeos inalcanzables. Pero eso era imposible, la habían vigilado protectoramente cada día y no es que tuviera tiempo a solas con esa víbora.
—No soy esa clase de persona, ¿eso es lo que piensas de mí?
—¿No lo eres?— Había una sonrisa irónica en su rostro. —Pude dudarlo por momentos.
¿Por qué era tan hiriente ahora mismo? —Me insultas libremente, pero no soy una cualquiera.— cerró los puños, mirando con disgusto a su esposa.
—No dije esas malas palabras. Si lo supusiste… por algo sería.— Levantó los hombros con desinterés, cruzándose de brazos con una indiferencia que solo exponía cuanto espera encontrar una excusa para discutir otra vez.
—Shizuru…— La pelinegra estaba a punto de perder los estribos y su voz se tornó áspera, además de grave. —No toleraré tal falta de respeto.
—Claro, las amantes de la Imperatoria, serán otro secreto arrojado bajo la alfombra.— Respondió con tono mortalmente frío. —Te lo dije ya, no me importa lo que hagas en tu cama. Conservemos el decoro por nuestras hijas.
—¡No hay nadie en mi cama!— Se defendió con rabia. —"Un día lamentarás lo que me estás diciendo en este momento…"— Se mordió la boca.
—¿Cómo podría saberlo? Ya no compartimos la cama y tampoco puedo entrar…— No olvidaba ni por un momento el rechazo.
El rostro de Natsuki ardió lleno de humillación. —Me duele cada vez que intentamos… hacerlo, es horrible para mí. Revive la peor cosa que me ha pasado en la vida. Shizuru, dijiste que me protegerías, pero no se siente así…— Tembló en su lugar reteniendo las lágrimas, pensando que una vez más no le importaría.
Shizuru sintió algo más y por un momento pudo ver más allá de la ira, que algo estaba realmente mal con Natsuki incluso si no entendió sus palabras. Intento preguntar una vez más y conservar la calma queriendo acercarse para tomar sus hombros, necesitaba saber. Pero sus ojos rojos brillaron antinaturalmente, un arranque de ira y celos volvió a cegarlo todo de tal forma que olvidó aquello en lo que estaba pensando.
—¡Deja de hablar así!— Odiaba no entender una sola palabra. ¿Por qué le hablaba en la lengua de los dioses? ¿Solo quería recordarle que era una simple mujer mortal?
—Déjala ser, Natsuki. Ella aún está enojada…— Intervino la voz apacible de Ceret quien encontraba más que inusual el comportamiento de la joven de ojos rojizos. Tal exabrupto dio a la pelinegra la oportunidad de salir de la habitación llena de enojo e indignación.
Una vez a solas y todavía con el sentimiento de ira latente en su interior. Shizuru tomó algunos respiros, el dolor de cabeza volvía a hacer de las suyas, al igual que el arrepentimiento. ¿Peleo otra vez con Natsuki? ¿Por qué no podía solo llevar una prudente distancia en paz? Sus sentimientos por ella agonizaban y parecía demasiado reacia de dejarlos morir. Tal vez, todo esto era más difícil porque la tenía a su lado cada noche. Verla, sin tenerla, la estaba destruyendo poco a poco.
—¿Qué haces aquí?— cuestionó Shizuru con un tono muy bajo y disgustado, pues no esperaba la presencia de la mujer pelirroja esa tarde, ¿no debería ser Derha quien tomara esta guardia? Claro que, no la había visto tanto desde su pelea.
—Protegerte…— Susurró la palabra con la serenidad que la caracterizaba, pero su mirada desinteresada, así como la voz sin emociones, congeló a la castaña en su lugar.
Adolorida por lo apática que se mostraba Ceret, comenzaba a pensar que todo aquello era una excusa que las diosas usaban para involucrarse en su caótica vida. —No es necesario, se lo agradezco, pero…
—Es dulce que pienses que puedes hacer que me vaya.— Ceret la miró y sus ojos marinos, tal vez por una fracción de segundo, pudieron delatar su tristeza. —Eso no pasará…— añadió con firmeza. —Pero no temas, ni siquiera te darás cuenta de que estoy aquí… soy solo su escolta, ¿No es así?— Señaló el uniforme blanco con adornos dorados que usaba como caballero femenino. —Me lo recuerdas con insistencia cada día.
No se dijeron más y caminaron en silencio hacia el salón donde el agasajo de Mai se había preparado. Ceret estaba desencantada con el hecho de que su amistad retrocediera tantos pasos por aquel incidente, ya había aspirado bastante al formar un lazo con la joven y se cuestionaba si fue codiciosa al respecto, porque realmente quería que fuera parte de su familia. Pero, ¿Shizuru cambió demasiado su forma de pensar? Temía que hubiera tomado un riesgo demasiado alto al darle el caleidoscopio, la deidad suspiró sin siquiera notar que los ojos rojizos la miraban de soslayo con preocupación, ¿era cansancio lo que el rostro de Ceret delataba?
La pelirroja, ensimismada, reflexionaba sobre las circunstancias. Ella veía el crecimiento progresivo de la joven Viola con cada noche en la que usara el artefacto. Este regalo no solo mostraba los recuerdos, entregaba un conocimiento que se cimentaba poco a poco en la memoria de la castaña, por lo que cada libro que Zarabin estudió, cada clase que recibió, se asimilaría en Shizuru como si fuera ella misma quien vivió esos eventos. Esperaba que esto le facilitara el trabajo si en el futuro decidiera convertirse en el segundo pilar o la convertiría en un prodigio si eligiese seguir un ciclo de vida humana como una mujer mortal. Cualquiera fuera el camino, la perspectiva de la castaña se ampliaba poco a poco y solo ella podría elegir quién quiere ser en el futuro. Incluso si ese futuro no la incluye… fue un pensamiento, pero el dolor que envolvió la idea, la hizo detenerse. Se dio cuenta de que lloraría en cualquier momento, por lo que se detuvo y miró por la ventana, esperando que la castaña la ignorara como solía hacerlo esos días.
Sin embargo, Shizuru estaba a su lado, tendiéndole un pañuelo de seda de color lila. —¿Te hiciste daño?
Ceret negó con la cabeza, aunque sí tomó el pañuelo e hizo uso de él, guardándolo en su chaqueta. —Gracias por su consideración.
—No finjas cuando estamos a solas, no puedo solo mirar en otra dirección mientras sufres.— Shizuru sabía que tal vez estaría entrando una vez más en la red de la deidad, quizás debería mantenerse firme para no decepcionarse nuevamente, pero esto era algo que la superaba, no podía ser indiferente por completo y ya había quemado su resistencia con Natsuki en la habitación. —No con nadie que yo quiera tanto…
—No te entiendo, Shizuru…
—Es igual para mí, me has engañado Ceret. Has entrado en mi vida, mi familia y mi… "Corazón".— Eligió no decir eso último, con la desesperanza llenando su mente. —He confiado en tí, pero no sé qué es lo que intentas hacer con todo esto. Eres gentil y sabia en un momento difícil, pero a veces puede ser… ¿Tan cruel?
Negó de inmediato. —Yo quiero que seas feliz, quiero que vivas la vida que quieres vivir.— Afirmó con certeza. —Yo confío en tí, pero actúas como si te importara y otras veces te distancias, es… es confuso.— Entonces Ceret volvió sobre las palabras. —¿Piensas que soy cruel? ¿Por qué?
—Se sintió así.
—¿Podrías decirme que fue lo que escuchaste ese día?— La dama de la memoria había barrido esos recuerdos una vez más, porque le dolía verlo, pero no observó nada irregular, la tonalidad de la memoria azul, el sonido de su voz revelando el secreto de Natsuki.
—Me… me dijiste que…— ¿Por qué lo repetiría? ¡Ceret dijo esas palabras! Shizuru negó con la cabeza, teniendo de vuelta el sentimiento de ofensa más fresco en su pecho. —¿Olvidaste tus odiosas palabras? ¿Te importaba tan poco? ¡Eres la diosa de la memoria!
—Lo soy… supongo.— Sonrió con amargura.
El tiempo se detuvo, mientras la deidad activaba su poder sobre la memoria, miles de circunstancias ocurren en las mentes de los seres en un segundo y ella podía sentirlo todo si se enfocaba un poco. Esta vez se sumergió en el recuerdo de ese día nefasto, las dos en el invernadero teniendo aquella plática, los sonidos emergiendo de su voz y el rostro de Shizuru esbozando una amalgama de emociones: desconcierto, decepción, tristeza y finalmente enojo. Había evaluado las ondas del sonido, las tonalidades y… entonces la vio, una hebra que podría ser confundida con un cabello de Shizuru a la luz del día, un hilo con un brillo rojizo lleno de un animus rojizo.
Era como el hilo más delgado de una seda roja y se sumergía en el oído de la castaña. Ceret se movió en el recuerdo hasta encontrar el momento exacto de la alteración y expandió la vista del hilo hasta hacer visibles las letras en él. Eran trazos del libro del destino, un tesoro de las 7 fortunas que unifica la divinidad de todos los hermanos de Mare y tenía su propio lenguaje, por lo que no podía leer las alteraciones para saber que fue lo que Shizuru realmente oyó. La ira que nació mientras la idea sombría de que Shizuru estaba siendo manipulada ahora mismo, se fortalecía en su mente.
Buscó con sus ojos mientras Shizuru despotricaba. —No tienes remedio. Por favor, espérame fuera de la habitación de mi hermana. Necesito un momento a solas. ¿Al menos eso es algo que respetarás?
Ceret ascendió y siguió los pasos rápidos de la molesta castaña. Finalmente, lo encontró, el mismo hilo rojo hecho de animus puro, se insertaba por la espalda de la Emperatriz mientras caminaba presurosa para dejarla atrás. La deidad se apresuró a sujetar el hilo y sacarlo del cuerpo de la castaña, pero lo atravesó como si no existiera incapaz de atraparlo. La frustración embargó a la deidad, pero supuso que aquello sería igual para otro dios si intentara robar los recuerdos de la mente de un ser humano cuando fluyen hacia la dimensión de los sueños que ella domina. Comprendió que tenían que sacar a Shizuru de los hilos del destino a como diera lugar y pronto, porque estaba arruinándose a sí misma por la voluntad de las fortunas.
