A las personas que han leido esta historia hasta este momento, muchas gracias. Este es el tercer capitulo y habra un cuarto con tres personajes extra de la historia. Espero que lo disfruten tanto como yo lo hice escribiendole.


Capitulo 3

—No lo creo —dijo, sorprendiéndose a sí misma—. No lo amo.

Entonces miró a Draco con asombro, porque no esperaba que usara su segunda pregunta en ese momento, pero aún más la sorprendía su propia respuesta. No amaba a Ron. No quería creerlo, pero en ese instante eran su razón y su corazón los que hablaban al unísono. Sí, le gustaba, pero llegar a esa palabra llamada "amor" era imposible.

A pesar de ser valiente, un gran amigo y alguien que la hacía reír, también era flojo, distraído y nunca la había visto como una mujer, a pesar de que ella ya tenía 17 años. Hermione quería a alguien que la dejara explorar su curiosidad por el conocimiento sin sentirse intimidado, con quien pudiera hablar durante horas sobre todo y nada a la vez, que se preocupara por ella y notara si tenía un buen o mal día con solo mirarla a la cara.

Quería a alguien con quien sentirse a salvo, alguien que la observara de vez en cuando como si fuera la persona más increíble del mundo... como Malfoy lo estaba haciendo en ese preciso instante.

Y entonces lo comprendió: Draco había hecho algo que nadie más había logrado hasta ahora. La había hecho sentir cómoda siendo ella misma.

—¿Por qué El conde de Montecristo? —preguntó Hermione, con la esperanza de cambiar el tema. La verdad que acababa de admitir aún la sorprendía y, claramente, la molestaba.

—¿Eh? —fue lo único que salió de los labios de Draco. Su ceño se frunció ligeramente al notar lo abrupto del cambio de tema. Pero lo entendió. Le había mostrado una verdad que tal vez era dolorosa para ella… aunque para él no lo era. Por extraño que pareciera, aquello le daba esperanza.

—¿Por qué El conde de Montecristo es tu libro favorito? —insistió Hermione, evitando mirarlo.

Draco guardó silencio por un momento, estudiándola con atención. Sabía que ella estaba evadiendo lo que acababa de pasar, pero no la culpaba. Aun así, decidió seguirle la corriente.

—Es un libro sobre venganza y redención —dijo finalmente, su voz más baja, pero firme—. Dantés pasa por tanto sufrimiento y, aun así, al final encuentra una manera de reconciliarse consigo mismo. No se trata solo de la venganza, sino de cómo la vida lo cambia y lo moldea, incluso cuando crees que has perdido todo.

La seriedad de sus palabras sorprendió a Hermione, que decidió mirarlo solo para cruzarse con esos ojos grises llenos de honestidad y algo más que ella no podía definir. Las palabras "reconciliarse consigo mismo" le retumbaban con fuerza. Por un momento, sintió que podía ver a través de esos ojos y sintió curiosidad por lo que realmente pensaba, más allá de su fachada de arrogancia.

—Es interesante —dijo, aunque aún sentía un nudo en el estómago—. Me imagino que El conde de Montecristo habla de cómo las personas pueden cambiar a raíz de experiencias dolorosas, ¿no? De cómo lo que nos sucede no tiene que definirnos para siempre.

Draco asintió lentamente, observándola con una ligera expresión de aprobación.

—Exactamente. Todos estamos marcados por lo que hemos vivido, pero eso no significa que no podamos encontrar una forma de avanzar. Es difícil, pero a veces necesitamos perderlo todo para darnos cuenta de lo que realmente importa.

Hermione sintió una extraña conexión con sus palabras, como si, de alguna manera, Draco estuviera hablándole no solo del libro, sino de algo más profundo, algo que él también estaba intentando entender. Y, por primera vez en todo este tiempo, lo observó con detalle a través de la poca luz de la biblioteca. Su piel estaba más pálida y tenía ojeras, como quien no duerme en semanas. Podía ver que había perdido peso, pero lo ocultaba bien con el uniforme. Se preguntó qué infierno estaba viviendo Malfoy para compararse con Dantés. Sin embargo, en sus ojos había un destello de vida que no había visto antes y que la hipnotizaba.

—¿Y tú? —preguntó de repente, sin pensarlo—. ¿Qué te gustaría encontrar al final de todo esto? ¿La redención?

Draco la miró fijamente, como si no esperara esa pregunta. Se quedó en silencio por unos segundos y, desconectando esa mirada que tenía hacia ella y volviéndola hacia los estantes llenos de libros, sonrió.

—Para ser una Gryffindor, eres muy astuta. —La palabra sorprendió a Hermione—. Es mi turno de preguntar, Granger.

Ella se mordió los labios y suspiró un "lo siento" más cargado de decepción que de disculpa propia.

—¿Te molesta saber que no estás enamorada del pobretón? —Había un toque de burla en sus palabras.

—No le llames así —. Hermione hizo un gesto de molestia por la manera en que Draco se refería a Ron y por el hecho de traer de nuevo el tema a colación—. Siendo honesta, me molestó más el hecho de no haberme dado cuenta antes. Ron y yo hemos estado juntos desde primer grado y, en algún punto, llegué a confundir amistad con amor.

Porque en el fondo de su mente aún resonaban sus propias palabras: "No lo amo." Y lo que más le inquietaba era lo mucho que eso la liberaba.

—Hasta las mentes más brillantes pueden llegar a conclusiones erróneas —dice Draco, sacándola de sus pensamientos.

—Draco Malfoy halagándome dos veces en una noche... Creo que el mundo está más extraño de lo que pensaba —el toque de sarcasmo en las palabras de Hermione hace que Draco suelte una risa y agite la cabeza en señal de burla.

—No te acostumbres demasiado, Granger —hay una seriedad fingida en el rostro de Draco que hace que Hermione solo pueda sonreír.

—Dado que estamos entrando en aguas peligrosas… —Hermione vio una extraña oportunidad y decidió tomarla—. ¿Estás enamorado de alguien?

—Tienes razón, son aguas peligrosas —su rostro se pone serio, y Hermione teme haber sido demasiado intrusiva, pero, viéndolo desde su punto de vista, él había iniciado el tema—. No creo que la ame aún, pero tengo sentimientos muy fuertes hacia esa persona, lo suficiente como para llegar a la conclusión de que podría estar enamorado —sus ojos no dejaban de mirarla con una chispa que ella llamaría fuego.

—Espero que no confundas amistad con amor como me ha pasado a mí —es un susurro suave que espera que el viento se lleve.

—Te equivocas, Granger.

Ella lo observa con curiosidad mientras él dirige su mirada de nuevo a los estantes frente a ellos.

—Nunca hemos sido amigos, y jamás había podido hablar con ella lo suficiente hasta este año. Para mi sorpresa, he llegado a la conclusión de que, aunque sería un suicidio decirle lo atraído que estoy hacia ella, he comprendido que quizás enamorarme no es tan malo después de todo. Ella es, por mucho, una de las personas más impresionantes que he conocido, y tenemos mucho más en común de lo que pensaba.

Hermione guardó silencio. Prácticamente, Malfoy le había confesado que se estaba enamorando de alguien. Pero que no eran amigos y que hasta este año habían empezado a hablar. Es alguien a quien admira y con quien tiene muchas cosas en común. ¿Quién podría ser esa chica? Porque la forma en la que hablaba de sus sentimientos le hizo sentir celos de querer algo así con una persona tan inteligente como él. Sin pensarlo dos veces, sacudió la cabeza, sintiendo lo estúpidos que eran sus pensamientos. Sin embargo, la idea siguió resonando en su mente.

—Mi turno —Draco no podía ocultar en su rostro lo mucho que le divertía ver a Hermione intentando descifrar quién era esa persona. Si supiera que era ella, y que, en cierta forma, le había confesado lo que sentía por ella…—. Así que tú y Potter, ¿nunca...?

—Nunca —Hermione no pudo ocultar una sonrisa—. La amistad de Harry es más cercana a una hermandad que a otra cosa. Es más como ese hermano al que debo mantener con vida porque siempre se mete en problemas. Además… —Hermione hizo una pausa y vio cómo Draco la observaba con atención—, Ginny ha estado enamorada de él desde siempre, y jamás le haría eso a mi amiga.

—Hay un dicho que dice que en la guerra y en el amor todo se vale.

Hermione negó esa afirmación con la cabeza, dejando claro que eso jamás pasaría.

—Además, hasta donde tengo entendido, ella está saliendo con otro.

—Sí, y ahora es Harry quien suspira por ella. Aunque, siendo honesta, se lo merece por engreído y despistado.

—Así que no soy el único que considera que a Potter se le ha subido a la cabeza lo de "El Elegido".

—No siempre —respondió Hermione con rapidez—. Es un gran amigo y muy leal. Solo que, algunas veces, se comporta como un adolescente idiota.

—Todos nosotros somos adolescentes idiotas, Granger.

Hermione asintió ante las palabras de Draco.

—Tu turno, Granger.

Hermione lo observó por un instante mientras pensaba en qué podía preguntarle. Miró el reloj y se dio cuenta de que aún tenía unos minutos antes de que la poción perdiera efecto. Como se estaba divirtiendo, escuchó cómo su curiosidad le susurraba al oído que averiguara quién era esa persona de la que Draco estaba atraído.

—Dado que acabas de decir que, aunque se conocen desde antes, hasta este año han empezado a hablar… —Draco la observó con curiosidad, esperando ver hacia dónde iba su pregunta—. Concluyo que es de nuestro grado, pero que no es de Slytherin. Y conociéndote a ti y lo poco que sé de nuestros compañeros de otras casas, deduzco que tampoco es de Hufflepuff.

—Tu curiosidad es impresionante —Draco no pudo evitar el asombro—. Ahora tengo curiosidad por saber hasta dónde llegarán tus conclusiones, dado que has acertado en las dos primeras deducciones.

Hermione tenía las mejillas sonrojadas, pero en sus ojos había un brillo de comprensión que hizo que Draco entendiera por qué le gustaba tanto. Era imposible aburrirse a su lado.

—Así que la única opción viable es Ravenclaw —dijo Hermione con orgullo.

—Un Gryffindor descartando su propia casa... Eso no me lo esperaba.

Aunque había burla en su voz, Draco sintió un golpe bajo al pensar que, quizás, Hermione jamás lo vería como él la veía a ella.

—No fue por descartar la casa —la voz de Hermione sonó orgullosa—, pero tú eres alguien de un alto perfil intelectual y la única persona que siquiera puede llenar esas cualidades es…

En ese momento, Hermione sintió que el tiempo se pausaba. Sin dudarlo dos veces, buscó sus ojos solo para verlos mirándola fijamente. ¿Sería posible que la persona a la que él se estaba refiriendo fuera…?

—Pregunta o perderás el turno —susurró Draco.

—¿La persona que te gusta es una Gryffindor? —preguntó sin pensar.

—Granger, acabas de perder una pregunta con una respuesta que ya sabías.

—¿Eh?

En ese momento, cayó en cuenta de que lo que dijo fue más una pregunta que una afirmación y se maldijo internamente al ver cómo desperdició una oportunidad. Entonces, la persona que le gusta es de su casa… pero la única persona que le viene a la mente es prácticamente imposible. "Él ya no cree en la supremacía de la sangre". Ambos son los mejores de su casa, les apasiona la literatura. ¿Sería posible que…? Solo pensarlo hizo que sus mejillas se tornaran de un rosa intenso.

—Ahora es mi turno, Granger —dijo Draco, apartando la mirada y sacándola de sus pensamientos. La idea de que la rechazara la aterraba, y prefería que las cosas siguieran su curso.

—Está bien.

—¿Por qué Orgullo y prejuicio es tu libro favorito? —Aunque no la veía, sabía que el rostro de Hermione había llegado a una conclusión y, al igual que ella, quería cambiar de tema—. El libro parece un tomo reciente, pero sus hojas están sueltas, como si alguien lo hubiera leído más de una vez.

—Eres muy perceptivo y, sí, es uno de mis favoritos —respondió ella, pasando sus dedos sobre la portada del libro, entendiendo que Malfoy aún no estaba dispuesto a hablar de su confesión—. Hay algo que me cautiva de esta historia cada vez que la leo, como si deseara que hubiera alguien como Darcy, alguien que no le tuviera miedo a la tenacidad e inteligencia de Elizabeth.

—Somos pocos los que no nos asustamos de una mujer inteligente —murmuró Draco.

Hermione solo pudo sonrojarse aún más después de esas palabras. Sentía su corazón latir con demasiada fuerza. La idea de que él se interesara por ella la aterraba, en parte por aquel pasado que vivieron. Pero entendía perfectamente que este Draco no era el mismo niño infantil y arrogante y, por mucho que lo quisiera negar, le atraía bastante.

—Bien, ahora es tu turno.

"No más juegos", pensó Hermione.

—¿Al igual que Dantés, estás buscando redención? —preguntó, sabiendo que el tiempo se estaba acabando y era hora de terminar el juego.

—No lo sé —respondió con una mezcla de frustración y resignación—. Tal vez… tal vez solo busco algo que sea mío. Algo que no haya sido decidido por otros, algo que realmente me pertenezca. A veces es difícil encontrar tu propio camino cuando todo lo que has vivido te ha sido impuesto.

Hermione observó su rostro, tratando de leer sus emociones, pero él tenía la vista al frente. Nunca había visto esta versión de Draco antes. Siempre había creído que él era solo un arrogante con un sentido de superioridad desmesurado, pero ahora, después de estar hablando casi una hora, algo en sus palabras la hacía dudar. Ese lado humano de Draco la había tocado y, sin entender por qué, buscó su mano y la sujetó con fuerza.

—Es un camino difícil —dijo ella suavemente—. Sobre todo para alguien como tú, que ha crecido bajo una fuerte influencia y le resulta complicado buscar una salida sin herir a aquellos que ama. Yo sigo buscando ese algo que sea mío, aun cuando mi camino es más fácil que el tuyo.

Draco asintió sin palabras y, por un momento, el silencio se sintió agradable. Hermione aún sostenía su mano con firmeza y él no hizo ningún intento de apartarla. Era reconfortante, un silencio lleno de complicidad entre dos personas que, a pesar de todo lo que los separaba, sentían empatía el uno por el otro.

Finalmente, Draco rompió el silencio al cabo de unos minutos.

—¿Sabes? En eso estamos los dos de acuerdo… —dijo. La ligera sonrisa que solía mostrar en sus labios ahora parecía más genuina—. Quizá, al final, todos buscamos sentir que somos algo más que lo que los demás esperan de nosotros.

Draco la miró, sintiendo una extraña conexión entre ellos en ese momento. Sus corazones latían con fuerza. En sus ojos no vio al Draco Malfoy de siempre, el chico arrogante y seguro de sí mismo. En ese instante dejaron de ser Granger y Malfoy, la Gryffindor y el Slytherin, y solo fueron Draco y Hermione, dos personas que buscaban respuestas, aunque las palabras para expresarlas fueran difíciles de encontrar.

—Tal vez —murmuró Hermione, casi sin quererlo.

Ambos quedaron en silencio. A partir de ese momento, todo había cambiado en algo que ni siquiera ellos mismos podían identificar. El tiempo jugó con ellos, como si tuviera voluntad propia, y decidió avanzar más despacio, dándoles el espacio que necesitaban. Ninguno podía apartar la mirada del otro y, sin entender bien si era el efecto de esa poción o si realmente había algo profundo entre ellos, comenzaron a acercarse poco a poco, buscando en sus miradas el permiso para dar aquel gesto tan puro y sencillo para muchos, pero tan trascendental para ellos.

—Hermione… —Fue apenas un susurro, pero logró que las mejillas de ella tomaran un intenso color rosa. Era la primera vez que él la llamaba por su nombre, y su corazón dio un vuelco.

Ella solo pudo asentir y él prosiguió:

—Es mi turno.

Hermione tragó en seco y asintió levemente, dándole espacio para continuar.

Draco la observó con intensidad, como si quisiera grabar cada detalle de su rostro en su memoria. La luz tenue de la biblioteca resaltaba los rizos que caían sobre sus hombros y el leve temblor de sus labios. Sus mejillas sonrojadas y sus ojos pardos, que no apartaban la vista de él, lo cautivaban.

—¿Y si el Darcy que buscas no es como te lo imaginas?

Malfoy no dejaba de sorprenderla con sus preguntas. Si se hubiera leído el maldito libro, sabría que se acercaba bastante a la descripción de Darcy. Y entonces lo entendió. Aunque quisiera negarlo, sentía algo muy fuerte por él.

—Lo dudo.

Esas palabras volcaron el corazón del joven, llenándolo de angustia, algo que Hermione notó. Por eso le obsequió una pequeña sonrisa.

—Deberías leerte el maldito libro, porque te darás cuenta de lo similar que eres a él.

—La perfecta Hermione maldiciendo… —Otra vez. Era la segunda vez que la llamaba por su nombre, y no podía evitar que su corazón latiera con más fuerza—. Está bien, lo leeré.

—Draco… —Vio la expresión de asombro en el joven al escuchar su nombre en su voz y prosiguió—. Esta es la última pregunta, porque siento que empiezo a recuperar el control de mis palabras y no sé si pueda seguir respondiendo con honestidad. Así que…

—Te seré honesto en mi respuesta, siempre y cuando se quede entre nosotros.

—¿Crees que, en algún lugar de este mundo de locos, tú y yo podríamos ser amigos... o incluso más?

Draco tomó un respiro profundo y susurró:

—Honestamente, espero que sí.

Y sin esperar más tiempo, se inclinó ligeramente, con su mirada atrapada en la de ella. Hermione no se apartó. No bajó la vista, no intentó alejarse. Con su mano libre, acarició la mejilla de Hermione y pudo sentir el calor en su rostro. Saber que él era la causa de ese rubor lo excitaba y aterraba al mismo tiempo.

Sus respiraciones se entremezclaron y, por un instante, pareció que el mundo a su alrededor se desvanecía.

—Hermione… Creo que hay tiempo para una pregunta más —su voz era apenas un aliento entre ellos, una última advertencia, una súplica silenciosa. Esa tercera vez que la llamó por su nombre tenía un tono de necesidad, pero a la vez conservaba ese aire educado que ella sabía que él poseía—. ¿Puedo besarte?

Draco la observaba con miedo. Temía que se apartara, que dijera que era una broma y se burlara de él por su estupidez. Pero Hermione no era así, y él lo sabía.

Y ella no se echó atrás. Porque, en ese preciso momento, supo que no quería hacerlo. Que ella también anhelaba sentir sus labios sobre los suyos.

Y entonces, con la misma delicadeza con la que alguien toca las páginas de un libro antiguo y preciado, Draco Malfoy la besó.

Un instante suspendido en el tiempo.

Pero suficiente para cambiarlo todo.

Unos segundos que el tiempo, en su afán por jugar con ellos, alargó lo suficiente para que se conservaran en la memoria de ambos con el cariño y afecto que merece un primer beso.

Al separarse, Hermione pudo ver un ligero sonrojo en las mejillas pálidas del joven. Quería que la besara de nuevo, pero sabía que no era el momento. Además, el efecto de la poción había terminado y con ello su valentía desbordante.

"No ahora", le susurró su conciencia, haciéndole entender que era mejor esperar.

Y sin más, se recostó en el hombro de Draco y ajustó su manta sin soltar su mano. Draco entendió que todo al menos esa noche iba a estar bien y, sin decir nada, se acomodó lo suficiente para que ambos estuvieran cómodos.

En ese instante, ambos comprendieron que algo había cambiado para siempre entre ellos y que no eran necesarias las palabras para entender que, definitivamente, sentían algo el uno por el otro.