PARTE 34 Antes de la Tormenta
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Cuando Flayn casualmente le contó que el día que se conmemoraba a San Cichol también era cumpleaños de su padre, Byleth decidió que ningún desacuerdo que tuviera con él la privaría del gusto de hacerle un regalo. El regalo para Seteth fue una brillante Pluma de Búho con todo y un tintero nuevo, y el Consejero agradeció el regalo con sinceridad. Seteth recibía muy pocos regalos a decir verdad, no que le afectara mucho, y era culpa de su propia actitud, lo admitía. Pero para Byleth, todos merecían regalos en sus cumpleaños y por eso lamentaba no saber cuándo era el cumpleaños de Shez, por lo que procuraba darle regalos bastante seguido. La joven mercenaria no se quejaba de los regalos, nunca se había sentido tan consentida y sus compañeros del grupo de Berling solían molestarla por ser una de las favoritas de la profesora.
La Luna Guardiana comenzó y con ello vino el cumpleaños de Ingrid el día cuatro. Por sugerencia unánime del resto de los Leones, se hizo una fiesta de carne de varios tipos de animales de caza, carne asada para la joven caballero pegaso. Ingrid se rindió a su glotonería y disfrutó de la comida en compañía de los alumnos de las Tres Casas.
A esas alturas ya era normal pensar que todos eran amigos incluso con sus desacuerdos.
Todos.
Y hablando de amigos, Claude compartía el té con Dimitri mientras escuchaba sobre sus planes de iniciar lo más pronto posible el intercambio de mercancías. El joven príncipe sabría que con calor y comida, la gente de su reino estaría menos alborotada y su coronación no sería el desastre que Rodrigue y los demás temían. Sobre todo porque aún había partidarios de su tío que todavía no sabían que el hombre que creían Rey en realidad era un prisionero de los Caballeros de Seiros.
"Telas y maderas, ¿verdad?" Preguntó Claude sólo por confirmar y Dimitri asintió. "Mandaré una carta a los de la Mesa Redonda, seguramente les caerá bien tener los metales preciosos de Faerghus", comentó el arquero sin dejar de sonreír. Necesitaba ablandar a ese montón de ancianos, comenzando por su terco abuelo. Hablaría con Lorenz, desde luego, para animarlo a convencer a su padre para acceder a un intercambio comercial. Holst seguramente aceptaría, él necesitaba mucho metal para mantener bien armados y protegidos a los soldados que protegían la frontera con Almyra.
"Edel ya está trabajando en preparar animales y granos. Una vez que los tres firmemos los tratados, podremos comenzar con el intercambio", dijo Dimitri con gesto iluminado. Si se convertía en el Rey que mantenía a su gente alimentada y tibia, entonces todo iría bien, ¿verdad?
"Oh, entonces definitivamente no puedo quedarme atrás. Comenzaré a trabajar ahora mismo", Claude lucía animado. "Parece que los planes que todos tenemos se están cumpliendo, ¿verdad?"
Dimitri miró el té en su taza. Un té originario de Almyra, tenía un sabor único. "Yo... Confieso que tenía otros planes al llegar aquí, y ninguno de esos planes era hacer tratados de comercio o siquiera prepararme para convertirme en Rey", murmuró Dimitri.
Claude arqueó una ceja, curioso. "Si me estás diciendo eso es porque quieres contárselo a alguien, ¿verdad?"
El príncipe asintió.
"¿Y porqué viniste aquí?"
"Por venganza".
"Una palabra peligrosa", comentó Claude luego de un largo silbido.
"Yo... Ya supe qué fue lo que pasó en la Tragedia de Duscur y... De todas las personas que creía culpables, había unas que no esperaba, pero ahora sí sé quién no tuvo que ver y eso me hace sentir aliviado... Y también como un tonto por venir aquí con la furia cegándome".
El arquero negó. "Uno trabaja con lo que tiene a la mano. Me alegra que ahora sepas la verdad", bebió un poco más de té, amaba ese aroma a oasis que despedía la taza. "Anda, cuéntame detalles, haces que me sienta más curioso".
Dimitri rió ligeramente. "No puedo darte más detalles, sólo quería sacar esto con alguien que no fueran mis compañeros de Casa. Quiero un trato más simple y una perspectiva externa".
Claude no pudo evitar sorprenderse un poco. El príncipe Dimitri, futuro Rey del Sacro Reino de Faerghus, sentía la suficiente confianza hacia él para compartirle un asunto tan... Peligroso. Se sintió un poco raro. Normalmente tenía que usar sus mejores frases lisonjeras, manipulación en cualquiera de sus formas y sonrisas engañosas para lograr que la gente confiara en él. Así lo hizo en Almyra, así lo hizo apenas llegó a Leicester y así comenzó cuando entró a la Academia de Oficiales. Pero ya sabía muchas cosas de las que jamás imaginó, le confió su historia a la princesa de Adrestia a cambio de la historia de ese mundo. Y ahora Dimitri le compartía algo a cambio del simple favor de escucharlo.
¿En qué momento las cosas cambiaron tanto?
"En mi muy sincera opinión, la venganza sólo es atractiva en poemas, canciones e historias viejas, en realidad no tiene ningún uso práctico", comentó Claude mientras se encogía de hombros. Si él quisiera venganza, si realmente quisiera venganza por el maltrato recibido durante su niñez, su hermano Shahid ya estaría vagando a mitad de la nada, sin nada más además de lo que llevara puesto.
"Esa es una idea única", murmuró Dimitri, sorprendido. "¿Y qué opinas de la venganza para aquellos que se fueron de manera injusta?"
Claude negó. "La Venganza no siempre trae Justicia, y la Justicia no siempre necesita de la Venganza".
Esas palabras sorprendieron a Dimitri. Claude siguió hablando.
"Los que se fueron ya se fueron, no están aquí para vernos acabar con aquellos que les hicieron mal. La venganza es para satisfacción propia, un deseo de justicia que al final no le da ninguna justicia a aquellos que ya se fueron. Lo mejor es hacer pagar a esas personas por sus crímenes, que retribuyan el daño para los que están vivos", el arquero se encogió de hombros y le miró con una sonrisa. "¿No es eso lo que hiciste con el hermano de Sylvain?"
Dimitri nuevamente sintió una bofetada de realidad, como cuando comenzó con sus sesiones con la profesora Manuela y ésta le repetía sin perder la calma que las voces no eran de aquellos que se fueron, eran palabras que se quedaron atascadas en su cabeza, palabras con las que él no tenía qué cargar. Todos tenían razón, ellos se fueron y no iban a regresar. Estuvo a punto de cometer un enorme error, pero al final no pasó lo que el salvaje Dimitri quería y ahora sólo pasaría lo que el recuperado Dimitri sabía que era lo correcto.
"¿Sabes? En Faerghus defendemos mucho el honor, los principios de fidelidad de los Caballeros", comentó Dimitri, terminándose el té. Decidió comer algunos postres más.
"Y de donde vengo, de honor no se come", rió el arquero.
Dimitri por un momento sintió que Claude no estaba refiriéndose a Leicester al decir ese último comentario.
"Por supuesto que hay que tener ciertos principios de respeto, no hay que ser unos rufianes o no podríamos tener familias y amigos", agregó rápidamente Claude, "pero el honor sólo sirve para echarse flores a uno mismo. No que esté mal, todos merecemos flores, pero no lo veo muy práctico como guía en la vida".
"¿Sabes que estás minimizando la palabra que define a la tradición de Caballería del Reino de Faerghus?" Preguntó el príncipe con tono poco complacido, no que estuviera enojado, pero al parecer los demás veían raro los modos de la gente del Reino.
"Sí", respondió un sonriente Claude antes de echarse a reír. Dimitri no tardó en reír junto con él.
~o~
Los fríos días eran más fáciles de sobrellevar gracias a los entrenamientos cada vez más demandantes. A sólo tres lunas de terminar el año escolar, y con el tiempo pasando muy rápido, todos podían sentir cada vez más cerca la recta final de su estadía en la Academia de Oficiales de Garreg Mach.
Y ahora que los Caballeros de Seiros más importantes estaban de regreso, Byleth descubrió porqué tenían una relación tan cercana con los otros profesores: porque ayudaban a entrenar a los alumnos que compartieran sus especialidades. Cuando Shamir se ofreció a ayudarla con los arqueros que tuviera, Byleth felizmente aceptó. Entre los alumnos que la arquera ayudaba a entrenar estaban Claude, Bernadetta, Ashe, Leonie (que resultó ser muy talentosa con el arco gracias a su vida en un pueblo de cazadores), Petra, Ignatz e incluso una animada Mercedes. Por su lado, Catherine no tuvo problema en ayudarla con los alumnos que fueran físicamente fuertes en general, por lo que era normal verla entrenando a Edelgard, Dimitri (a quien gustaba molestar porque lo conocía desde antes), Felix, Leonie (sí, así de versátil era la chica), Shez, Caspar, Raphael, Ingrid y Dedue. Los demás estaban en buenas manos con Byleth, Hanneman y Manuela, desde luego.
Los alumnos ya estaban listos para su tercera especialización, así que los estaban preparando para los exámenes.
La Arzobispa se mostraba complacida con el trabajo que estaba haciendo esa generación en especial, confiaba en que se llevarían buenos recuerdos y aprendizajes de la Academia. Sólo debía esperar algunas Lunas más para poder traer a su madre de regreso. Al menos Rhea procuró mantener una respetuosa distancia con Byleth, era lo mejor para no hacer que la mercenaria se fuera a la primera oportunidad.
Y hablando de Rhea, en todo el Monasterio se comentaba que pronto sería el cumpleaños de la Arzobispa, justamente durante el día dedicado a la Santa Seiros, un día libre. Celebración doble como cada año. Se haría un rezo especial en la Catedral en honor a la Santa Seiros y luego se haría un pequeño banquete con el personal más cercano a la Arzobispa, los alumnos estarían invitados a celebrar con ella al menos hasta antes de que diera el toque de queda.
Muchos alumnos le regalarían flores, no era de conocimiento general cuáles eran los gustos de la Arzobispa.
"¿Cuál es el estado de nuestra invitada?" Preguntó Edelgard a Hubert mientras todos salían del servicio especial en honor a la Santa Seiros. La asistencia fue obligatoria. Alumnos, personal y feligreses en general llenaron la Catedral con rezos, cantos y alabanzas.
Ambos caminaban un poco lejos de los grupos grandes.
"Sana, salva y cómoda, aunque tiende a pedir más tipos de postres y recientemente té. Le hemos dado libros y los guardias reportan que la pasa leyendo en sus ratos libres", respondió Hubert. "No ha mostrado agresión ni signo alguno de planear un escape".
Vaya que las simples muestras de amabilidad y la buena comida hacían maravillas en alguien tan alejada del mundo. Como que la propia princesa tomó más gusto por los postres dulces luego de liberarse del encierro, como si temiera no poder comer de nuevo. Actualmente Edelgard ya no tenía ese miedo.
"Me alegra escuchar eso. ¿Ha dicho algo más?"
"Kronya no habla demasiado, y prefiero que nosotros en persona nos encarguemos de interrogarla. Para cuando podamos verla, ella estará más cómoda y hablará sin que tengamos que forzar ninguna respuesta", continuó el mago oscuro con seriedad.
"¿Ha habido movimientos de parte de Solon?"
"No, ha estado bien escondido, sabe que los Caballeros de Seiros tienen su rastro mágico. Si mueve un sólo dedo, darán con él más pronto que tarde".
Edelgard asintió. "Mantén a tus hombres atentos también. Si ellos encuentran primero a Solon, pídeles que les den las pistas a los Caballeros".
"A la orden, Lady Edelgard".
Afortunadamente terminaron su conversación a tiempo, Monica y Dorothea fueron con ellos.
"Tenemos que ir por las flores que preparamos", dijo Dorothea con una animada sonrisa. "Dicen que habrá todo un banquete en la sala de recepciones".
"Lady Rhea realmente celebra en grande", comentó Monica con toda la neutralidad posible, era la segunda vez que asistía a esa celebración. "Al menos los alumnos de buen apetito podrán comer todo lo que quieran", desde donde estaba podía ver a Raphael babear y a Ingrid a nada de correr al sitio donde el banquete aguardaba.
"Bueno, cualquier banquete siempre es buen momento para socializar con los compañeros", comentó Edelgard. "Tengo asuntos que tratar con Dimitri y Claude".
"Oh, acerca de esos tratados de comercio, ¿verdad?" Preguntó una curiosa Dorothea, la princesa asintió. "Eso me parece maravilloso, Edie. Ingrid suele contarnos que la tierra de los Galatea en especial es estéril y su gente pasa hambre".
"Ya no más, no si el Imperio puede hacer algo al respecto", aseguró Edelgard con firmeza. Planes de conflicto contra la Iglesia aparte, mejorar la vida de las personas era algo que la princesa desde siempre quiso hacer aprovechando su posición como princesa y futura Emperatriz.
Y todo ese metal nos vendrá muy bien, pensó Hubert con un gesto satisfecho. Muchos soldados requerían muchas armaduras y muchas armas, y para eso se necesitaba mucho metal. "Tenemos la suerte de contar con tierras fértiles, no tiene nada de malo sacarles todo el provecho posible".
Dorothea sonrió al escuchar eso y se sujetó del brazo de Edelgard. "Oh, Edie, tu buen corazón pasará a la Historia, te lo aseguro".
La princesa estuvo a nada de reír. Se limitó a sonreír porque de lo único que estaba segura era que sería considerada la apóstata más grande de la historia por mucha gente que seguía los preceptos de la Iglesia de Seiros, sobre todo en el Reino donde el poder de los Emblemas, las dichosas bendiciones de la Diosa, era tomado tan a pecho que el caso de Miklan Anschutz Gautier sólo era uno entre miles, incluso mucho más si uno consideraba que el Monasterio cumpliría un milenio de fundado en sólo cinco años.
"Sigo trabajando en una buena ópera para ti", agregó la cantante mientras le guiñaba un ojo a su amiga.
Edelgard se sonrojó. "Agradezco mucho que pienses en mi, pero no es necesario que te tomes tantas molestias, Dorothea, tu voz suena mejor cuando cantas sobre romances y héroes".
La cantante sonrió de manera pícara mientras Edelgard trataba de no ser tan evidente, y fallando en el intento.
"Exactamente de eso hablo".
Edelgard se sonrojó más mientras alejaba la mirada y mantenía un silencio que decía más de lo que quería ocultar. Hubert tampoco mencionó nada, le gustaba que su princesa ya no estuviera sola en su cruzada. Además, Dorothea era alguien de fiar y apreciaba sinceramente a la princesa. El mago oscuro no podía pedir más para ella.
Por su lado, Byleth se apegó a los regalos tradicionales y puso un ramo de flores junto con las otras decenas de ramos de flores que estaban apilados en la mesa de regalos. No que tuviera muchas ganas de investigar sobre los gustos de la Arzobispa, no quería estar cerca de ella y era día que seguía agradeciendo ya no tener su atención encima.
Quien realmente se esforzó en su regalo para la poderosa mujer fue Catherine, por cierto. Su ramo fue el más grande de todos y además le regaló una costosa pintura de un paisaje que consiguió con un mercader hacía un par de días. Una buena parte de su paga se fue en eso.
El discurso de agradecimiento y buenos deseos con el que Seteth comenzó la celebración era escuchado con respetuoso silencio por los invitados. Alumnos, el profesorado, soldados y personal del Monasterio escuchaban al Consejero con atención. Pero las palabras cargadas de elogios y reconocimiento a su gran trabajo velando por el bienestar de Fódlan hizo que aquellos que conocían la verdad se sintieran de incómodos a asqueados; esto último en el caso específico de Edelgard.
La manipulación estaba ahí y quizá ya estaban a un nivel donde la Arzobispa y su gente realmente creían que le estaban haciendo un bien a Fódlan.
Luego fue el turno de Rhea de agradecer a los invitados por acompañarla la celebración, instó a todos a seguir fielmente las enseñanzas de la Diosa y que ésta a cambio cuidaría de cada uno de ellos. Y esas palabras fueron como patadas para varios de los alumnos presentes, la pobre Marianne en especial resintió esas palabras en su corazón y su gesto se ensombreció por la tristeza.
"Agradezco una vez más la presencia de todos ustedes", finalizó la Arzobispa y levantó su copa, todos los presentes imitaron el movimiento y brindaron por ella.
Ya terminadas las cortesías, la música suave de orquesta comenzó, simple música de fondo para amenizar el ambiente mientras los invitados degustaban del fastuoso banquete. Los más glotones aprovechaban la bonanza, unos sin pena y otros con pena. Las pláticas no faltaban, así como tampoco debían faltar las felicitaciones de personajes importantes a la cumpleañera. Los herederos de las tres regiones de Fódlan debían ir con ella y rendirle pleitesía.
Los tres jóvenes alumnos sabían actuar muy bien sus papeles.
"Felicidades por su cumpleaños, Su Excelencia", Dimitri fue el primero en felicitarla mientras le ofrecía unas flores propias de Faerghus. Hizo una inclinación formal, una que era solamente para la Arzobispa y nadie más.
"Mis mejores deseos para usted, Su Excelencia", fue el turno de Claude, hablaba con su voz melosa, atacaba con su mejor sonrisa y le ofreció flores de Almyra. Lo hizo totalmente a propósito y fue casi cómico que Rhea no reconociera esas flores.
"Y yo espero que la Diosa le siga dando fuerza y salud para velar por todo Fódlan", dijo una educada Edelgard, también se inclinó y procuró su mejor actuación mientras le entregaba flores del Imperio. Ella de sobra sabía que esa mujer quizá viviría otros dos mil años y seguiría viéndose igual.
Hablando en serio, cómo era posible que Rhea mantuviera la misma posición sin que nadie más la reconociera, ¿algún hechizo o algo? Sólo había estatuas pero no pinturas de las "anteriores" líderes de la Iglesia. A veces Edelgard se preguntaba si las generaciones anteriores fueron ciegas a propósito... O si aquellos que lograron ver tras de la mascarada no vivieron lo suficiente para contarlo. Quizá, como hasta ahora, seguían siendo considerados herejes y eran aislados o directamente "ajusticiados" por ir en contra de los deseos de la Diosa.
"Agradezco mucho sus felicitaciones, mis pequeños, espero contar con el apoyo de todos ustedes apenas tomen sus sitios como líderes de sus regiones", dijo una satisfecha Rhea mientras encargaba a una monja poner las flores en la mesa de regalos.
Cardenales, Caballeros de alto rango y otros personajes importantes siguieron en la fila, y finalmente llegó el turno de los profesores. Todos fueron corteses y Byleth decidió imitarlos, procurando su mejor gesto parco y guardando para sí todo lo que seguía pensando de esa mujer.
Esa peligrosa mujer...
Lo que Byleth notó, sin embargo, fue la larga mirada que Rhea le dirigió antes de recuperar su gesto apacible de siempre. Por alguna razón esa mirada la hizo sentir un escalofrío en toda la espalda.
La celebración siguió y los alumnos fueron los primeros en ser enviados a sus dormitorios a dormir poco antes del toque de queda. Los profesores decidieron escoltar a sus alumnos para poder tomar un poco de aire mientras todos los demás seguían en la fiesta.
"¿Vas a regresar a la sala de recepciones?" Preguntó Edelgard apenas su profesora la ayudó a acomodarse en su dormitorio. "No te he notado tan animada como sueles estar en otras fiestas", incluso pareció un poco más animada cuando le dio un regalo a Seteth, y eso que no hubo fiesta.
La profesora se encogió de hombros, claramente indicando que no estaba tan animada, decidió responder la primera pregunta solamente. "Me quedaré otro rato, ese vino es bueno y quiero beber más. Luego iré a dormir, mañana es día de clases", respondió Byleth mientras se encogía de hombros. "Estaré con Manuela y Hanneman".
Edelgard sonrió. "Sólo unas Lunas más, profesora mía".
Byleth asintió. "Y cuando termine mi contrato, iré al Imperio contigo".
Ese plan tenía emocionadas a ambas.
"Trata de dormir, ¿de acuerdo? No queremos que te enfermes por agotamiento", pidió la princesa mientras abrazaba a su profesora de manera breve y besaba su mejilla.
"El vino me ayudará a dormir", fue el turno de Byleth de besar dulcemente los labios de Edelgard antes de tomar distancia. Debía irse junto con sus colegas. "Descansa, Edelgard".
"Hasta mañana, profesora mía".
La celebración siguió hasta la madrugada y los siguientes días pasaron con la normalidad esperada por todos.
~o~
El trabajo en Garreg Mach nunca terminaba, daba igual que su cumpleaños hubiera quedado atrás hacía un par de semanas. El único día del año donde nadie le permitía hacer nada más que recibir el merecido reconocimiento por su esfuerzo.
Rhea estaba en sus aposentos revisando una vez más los informes de los magos que tenía encargados de estar atentos apenas sintieran cualquier rastro de energía de Solon. Pero ese monstruo no había dado la cara todavía, lo que quería decir que seguiría así por un largo tiempo para recuperarse luego del ataque. Con Shambhala destruida, Solon no tenía ningún lugar a donde regresar. Había un par de comandantes más pero quedaron tan heridos que era imposible saber si podrían seguir peleando. Sin recursos, libros de hechizos y toda la tecnología de su gente, los Agarthanos sobrevivientes estaban por su cuenta y poco podrían hacer.
Al menos Rhea quería confiar en eso, pero tampoco descuidaría la guardia, no cuando debía asegurar la lealtad de la nueva generación de gobernantes de Fódlan. Siempre contó con el apoyo de Ionius, Lambert y casi todos los duques de la Alianza. Ésta nueva generación lucía más fuerte y preparada. No debía dejar que se escaparan de sus manos.
"Oh, Madre, cuando vuelvas a éste mundo estoy segura que entre las dos lograremos que todo el continente vuelva a tener la grandeza de antes", dijo Rhea con alegría mientras sostenía el Corazón de Sothis en sus manos. El pañuelo ya no era necesario, no cuando toda la sangre fue absorbida por el Corazón. "¿Sabes? Estaba enfadada con Jeralt por escapar del Monasterio con Sitri, pero al final ellos me dieron un cuerpo perfecto para ti. Deberías verla, es fuerte y saludable como un oso, es habilidosa y llena de energía, será perfecta para ti".
Un suspiro de alegría escapó de los labios de Rhea.
"Sólo unas Lunas más, Madre, sólo un poco más y volveremos a vernos".
Y esa Luna pasó tan rápido como Rhea lo deseaba.
~o~
Era el turno de los Ciervos Dorados de salir. La misión de los alumnos ese mes era atrapar a un bandido llamado Pallardó. Muchos mercaderes que trataban de llevar sus productos a las regiones más frías de Faerghus comenzaron a ser atacados. Su plan de viajar en caravana sólo logró hacerlos un blanco más grande y fue el grupo de Pallardó el que se llevó casi todas sus mercancías, atacaron durante una tormenta de nieve y los mercaderes no pudieron defenderse.
Los estudiantes debían recuperar lo robado y llevarlo al sitio donde los soldados del Reino repartirían todo a sus respectivos destinos. Se trataba de alimento en conserva y pieles que varios nobles de Faerghus compraron por anticipado y que necesitaban para su gente. Dimitri seguía en pleno papeleo con sus contrapartes del Imperio y de la Alianza, por lo que los nobles de Faerghus aún luchaban por mantener a su gente alimentada. Mucha de esa comida iría a la frontera con Sreng, los soldados necesitaban comer, el mismo Miklan le hizo saber a su padre que un soldado hambriento no dura mucho y sólo los estaba mandando a morir, que si seguían perdiendo las vidas de los hombres y las mujeres en edades de trabajar y formar familias, entonces su población decrecería en cuestión de tiempo. Matthias no pudo refutar las palabras de su hijo.
Lamentablemente, los víveres pedidos para los soldados apostados en la frontera con Sreng también se perdieron en el asalto. Era increíble cómo todo complotaba para que aquellos como Matthias fueran testigos de las grandes ideas que tenían las personas cuando se les escuchaba apropiadamente, emblema o no.
Los alumnos, mucho más fuertes, preparados y con sus exámenes de especialización aprobados, mostraban sus avances en combate y liderazgo. Byleth, por supuesto, aún cuidaba apropiadamente de ellos, pero también les confiaba más responsabilidades, asegurándoles que estaban más que preparados.
"Gracias por acompañarnos, Sir Catherine", agradeció Byleth a la Galerna.
"Es parte de nuestro trabajo también", respondió la sonriente espadachina. "Los Ciervos no son familiares con ésta zona, pero el príncipe, Dedue y yo sí".
Byleth asintió y miró a sus alumnos. Edelgard y Dimitri estaban ahí, desde luego, acompañados por un par de alumnos más, Ferdinand y Dedue. Ambos insistieron en ser elegidos. Dedue porque estaba increíblemente agradecido con su Señor porque limpiaría el nombre de los Duscurianos apenas tomara el trono; y Ferdinand porque quería demostrar que era mejor que su padre, que Edelgard podía confiar plenamente en él. Monica, como era de esperarse, cabalgaba cerca del par de Águilas presentes.
"Será un verdadero reto con éste clima pero al menos tenemos una pista de donde están acampando", comentó Byleth, mirando nuevamente el blanco manto de nieve que cubría la inmensa planicie. Todos los alumnos estaban bien cubiertos con gruesos abrigos, los únicos cómodos en medio de la nieve eran Dimitri y Dedue. "Pero sé que podrán con esto, los he estado entrenando en la nieve en un prado cerca del monasterio".
Catherine a momentos no podía evitar echarle curiosas miradas a la joven profesora. La chica le agradaba y aún le sorprendía lo increíblemente fuerte y habilidosa que era, conocía a muy poca gente con semejante capacidad de combate y tanta experiencia en batalla. Lo que la Galerna no sabía era que Byleth había sido entrenada por un hombre con más de trescientos años de experiencia en combate, esa era su mayor y mejor ventaja.
"Aunque me alegra que Petra no esté aquí, ella viene de una isla cálida", murmuró la joven profesora. "Resiente mucho el frío".
"Oye, profesora", Catherine tenía una importante pregunta qué hacer. "¿No te gustaría quedarte como profesora permanente en Garreg Mach? Sabes ganarte a los alumnos y peleas bien".
Byleth negó. "Mi contrato es por el año escolar solamente", y no sólo su contrato, el de Monica también. "Tengo otros planes".
"Lo intenté", bufó la espadachina y no tardó en reconocer las montañas ante ellos. Lo siguiente lo dijo en voz alta para que los alumnos pudieran escucharla. "¡Ya estamos cerca! ¡Es en esa cordillera, cerca de la zona boscosa!"
El grupo avanzó ante la indicación de la Galerna y se notaban emocionados por poder detener a un sujeto tan despreciable que se atrevía a robar comida, ropa y medicinas a los que más lo necesitaban. Leonie se mostraba ansiosa por pelear, tenía su lanza (la lanza del Quiebraespadas) asegurada a su montura, un arco en la espalda y dos docenas de flechas listas para atacar.
"Le devolveremos esa comida a la gente a la que le pertenece", aseguró con fiereza.
"¡Hace mucho frío!" Se quejó Hilda, que montaba su wyvern, una bestia que definitivamente daba mucho menos calor que un equino. "Terminemos rápido con esto para ir a casa".
Marianne, que al fin tenía permitido cabalgar con su amigo Dorte, miraba todo sin comentar a las palabras de sus compañeros de clase. Últimamente sus ánimos eran más bajos de lo normal, a momentos recordaba que, a comparación de los demás, ella tenía una maldición y no una bendición de parte de la Diosa. No importaba cuánto rezara, ella no era una bendecida como los demás, como Hilda que era talentosa y tenía mucha fuerza, como Claude cuyo Emblema le permitiría apuntar una flecha al mismísimo sol, como Lorenz que tenía magia y fuerza para respaldar sus palabras.
Había muchas personas talentosas con Emblemas ahí... Sólo que Marianne sabía que ella no era una de esas personas. Ella era un monstruo.
"¿Pasa algo? ¿Te sientes mal?" Preguntó Monica a la chica. Parte de su trabajo era ayudar a Byleth a cuidar de los alumnos. "Puedo conseguirte otro abrigo".
Marianne de inmediato negó. No notó que Lysithea las escuchó y poco a poco se acercaba a ellas.
"Estoy bien, te lo aseguro. Prometo no estorbar".
"Soy yo quien te aseguro que no estorbas", aclaró Monica de inmediato. "Tus avances te han hecho lo suficientemente fuerte para poder pelear sobre un caballo".
"Eso es sólo... Um..."
Lysithea se acercó más. Luego de todo ese tiempo se daba una idea de qué era lo que tenía a Marianne así de triste. Así de afectada.
"Ya la escuchaste, lo estás haciendo bien", intervino Lysithea y frunció el ceño. "Y sea lo que sea que te haga sentir eso que te carcome por dentro... No es cierto". La joven maga no quería entrar en incómodos detalles, no en ese momento.
Marianne apretó las riendas de Dorte. "No lo entenderías".
"Por supuesto que no, no si no nos dices nada", alegó Lysithea.
"No necesito decirlo, me odiarías si te lo dijera y te alejarías de mi... Todos se alejarían de mi..." Marianne sonó realmente triste al decir eso.
"¡No decidas mis acciones por mi!"
Monica rápidamente puso a ambas en orden. "Calma. Estamos a nada de entrar en batalla, no deben distraerse. Si hay un asunto del que deban discutir, les prometo que tendrán tiempo después de que recuperemos esos víveres, hay personas que los están esperando".
La única respuesta de Lysithea fue asentir, Marianne sólo murmuró un "entendido, lo siento mucho" mientras seguía cabalgando en silencio. Monica estaría atenta a las chicas.
No mucho tiempo después, el grupo llegó a la zona designada. Una nevada, primero ligera, comenzó a caer y prometía arreciar conforme el día avanzara. Un mercenario que enviaron al frente para confirmar la presencia de los bandidos de Pallardó, regresó rápidamente y les dijo que ahí estaban los ladrones ocupando una vieja aldea abandonada. Tenían un mapa de esa zona, por lo que rápidamente armaron la estrategia. Catherine y sus hombres irían al otro extremo del campamento para impedirles el escape, mientras que Byleth atacaría junto con sus alumnos. Era un estrecho entre empinadas montañas, el campamento había sido reparado para permitir la estadía de los ladrones y al parecer ese sitio sólo sería una parada. A saber cuáles eran los planes con esos víveres, quizá revenderlos.
"Buena suerte", les deseó Catherine mientras rodeaba la montaña a toda velocidad junto con sus hombres.
Incluso si los ladrones elegían huir por las montañas que los rodeaban, se irían sólo con lo que tenían puesto, porque la nieve haría complicado que pudieran llevarse algo de importancia del cargamento.
Mientras Catherine se adelantaba, Byleth rápidamente dividió a los grupos. Claude e Hilda se encargarían de atacar desde las alturas, sus batallones tendrían por trabajo acabar de los arqueros enemigos y cualquier otro peligro que pudiera derribarlos. Los demás simplemente arrasarían, en un sitio que permitía tan poco movimiento lo mejor era ser directos y no dividirse demasiado.
"Leonie, Raphael y Lysithea, los quiero atacando por el flanco izquierdo, pero no se metan mucho en la nieve, los entorpecerá. Hilda los cubrirá desde las alturas", indicó Byleth. "Lorenz, Ignatz, Marianne, ustedes vayan por el flanco izquierdo, métanse entre las casas y ataquen a distancia, ustedes sí traten de cubrirse con las rocas y los árboles; Claude se encargará de ayudarlos desde el aire". La profesora enseguida miró a Dimitri, Edelgard, Dedue y Ferdinand. "Ustedes ataquen a voluntad por el centro y traten de empujarlos hasta Sir Catherine. Monica, cúbrelos con tu magia".
Byleth tenía otra misión.
"Yo buscaré a Pallardó y me encargaré de abrirles camino", la joven profesora no quería confirmar si ese bandido tendría una desagradable sorpresa como le sucedió con Metodey. "Recuerden la primera regla".
"¡Atacar juntos!" Respondieron todos los alumnos al unísono.
La nieve comenzó a caer con más intensidad.
"No se quiten los guantes", agregó la profesora, se atrevió a decirlo mientras ella usaba su ropa de siempre, como si ese clima no le molestara en lo absoluto. "No persigan a nadie si no es necesario, la prioridad son los víveres y que podamos entregarlos completos". Enseguida miró a Claude. "Tu turno".
El arquero sonrió. "De acuerdo, amigos míos, hay gente muriendo de hambre y de frío y esa idea me desagrada mucho", él en especial gustaba de los banquetes, la buena comida con la buena compañía, "quiero que todos pensemos en esas personas cuando peleemos ahí, peleemos por esas personas", levantó su arco. "¡Vamos!"
Todos comenzaron a avanzar y a agruparse como Byleth lo indicó. Edelgard se dio un momento para ir con su profesora y reclamar en voz alta lo que todos pensaban desde hace horas.
"¿De verdad nos pides que nos cubramos mientras tú usas tu ropa de siempre?"
"No tengo frío..." Respondió Byleth y enseguida miró a su alumna con confianza. "No puedo sentir frío, estoy que ardo", remató mientras se señalaba a sí misma con un pulgar.
Edelgard no fue la única que escuchó ese terrible chiste.
"Creo que estás pasando mucho tiempo con Sir Alois..."
CONTINUARÁ...
