PARTE 23 Batalla en las Sombras

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"Debería estar descansando, profesora Byleth", dijo un serio Dedue mientras caminaba junto a la mercenaria, justo como ésta se lo pidió al toparlo en el invernadero. "Sé que no la pasaron bien en Remire, mi Señor me lo contó. Lamento que eso sucediera".

Dimitri procuró no mencionar lo que la Iglesia les prohibió mencionar.

Afortunadamente, finalizaron su misión en Remire justo para el fin de semana. Hanneman canceló el seminario de Emblemología para que los estudiantes que participaron en la misión pudieran recuperarse, Byleth también le pidió a Jeritza tener su duelo semanal al día siguiente y éste aceptó. Luego de escuchar de boca de Mercedes lo terrible que fue enfrentar semejante escenario, Jeritza decidió que lo mejor era pasar tiempo con su hermana mayor apenas tuviera una oportunidad.

Byleth, por supuesto, tenía otros planes.

"Las autoridades de la Iglesia se encargarán de eso, así que no te preocupes, Dedue. Por ahora, tenemos algo más importante qué hacer", dijo Byleth y finalmente llegaron a los jardines donde estaban las mesas de té. Y ahí le dio la sorpresa al joven León Azul:

Los alumnos de las tres casas estaban ahí para festejar su cumpleaños. Dedue no lo esperaba, su cumpleaños fue el día anterior. Todos comenzaron a felicitarlo.

"Lamento que no lo celebráramos ayer", se disculpó Byleth.

Dedue no pudo contener una sonrisa cuando el primero en darle un regalo fue Dimitri, un regalo torpemente envuelto en un papel de color pardo y un moño malpegado al medio. "No importa… Y gracias por el regalo, mi Señor".

["Feliz Cumpleaños, amigo, espero que la Tierra y el Cielo te colmen de bendiciones y una larga vida"], le dijo Dimitri a su querido amigo en duscuriano. Un duscuriano algo lento, con fallos en la pronunciación, pero lo dijo con sincero esfuerzo.

La sonrisa no abandonó los labios del hachero. ["Muchas gracias, mi Señor"]

Fue el turno del resto de los Leones de felicitarlo igualmente en duscuriano, también le dieron regalos. Las otras dos Casas se unieron a las felicitaciones y en cuestión de minutos ya todos estaban comiendo lo que Byleth preparó con ayuda de Ashe y Mercedes la noche anterior, comida y postres para la celebración.

La fiesta era una gran oportunidad de levantar los ánimos, Byleth pudo confirmarlo al ver a todos platicar y compartir la mesa. Dedue estaba contento, que era lo importante, lo llenaron de regalos relacionados a la cocina y la jardinería, sus actividades favoritas, también le regalaron flores y era la primera vez que veía al joven duscuriano con una sonrisa en los labios todo el tiempo. Normalmente se mostraba serio y sereno.

"El cumpleañero está feliz", comentó Edelgard apenas se acercó a su maestra, le llevaba unas galletas. Admitía que Mercedes preparaba unos postres realmente deliciosos.

"Es lo importante", respondió Byleth. "Y todos están más calmados, me alegra".

"¿Y qué hay de ti, profesora mía? ¿Cómo te sientes?" Edelgard no podía olvidar lo afectada que quedó la mercenaria luego de la misión, su enfado fue evidente pero al menos ahora la notaba más tranquila.

"Mucho mejor gracias a ustedes, Edelgard", respondió Byleth, decía la verdad. Aún recordaba las palabras de Manuela: Los alumnos te necesitan, componte. Su colega tenía razón, ella era una profesora, si estaba bien entonces ellos estarían bien, así de simple. Para poder desahogarse estaban sus colegas, entre ellos se ayudaban y esa fue una experiencia como ninguna otra. Nunca había estado tan cerca de personas en las que pudiera confiar de esa manera.

"Nosotros sólo seguimos tu plan de organizar la fiesta", dijo la princesa, contenta.

A veces era fácil olvidar que ella fácilmente podría ser otra alumna de la Academia por su edad, fue Rhea quien la puso en una posición para la que claramente no estaba preparada… Y hasta el momento el trabajo de Byleth era espléndido, bastaba con recordar las veces que Monica hacía mención que en su generación los alumnos no estaban tan avanzados en combate.

"Es más divertido con más personas", aseguró Byleth. No sonreía, como de costumbre, pero se sentía contenta de ver a todos contentos.

Edelgard notó su gesto calmo de reojo y se acercó un poco más a ella para hablar en voz baja. "¿Está bien si hablamos ésta noche sobre el tema pendiente?" Estrechó cariñosamente una de sus manos al preguntarle eso.

Byleth abrió un poco más los ojos antes de asentir. "Sí".

Quizá no sería mala idea contarle a Edelgard que Hanneman y Manuela la estaban ayudando a investigar la piedra que encontraron en uno de los cuerpos. Quizá eso le ayudaría a Edelgard y a la gente de Hubert a investigar mejor a las Serpientes, pero eso implicaba la posibilidad de darle a saber a sus colegas sobre los planes de Edelgard de levantarse contra la Iglesia de Seiros.

Era un paso muy riesgoso.

Esa era la razón por la que ambas hacían sus asuntos por separado, para no meter a Edelgard en problemas. Lo mejor era consultarlo primero con ella, quizá Edelgard podría encontrar apoyo en Manuela y Hanneman… Se lo comentaría por la noche.

La fiesta de cumpleaños de Dedue pasó con todos contentos. El día siguiente lo tendrían libre también, perfecto para terminar de calmar los ánimos y retomar las clases al día siguiente.

~o~

"Buen trabajo en Faerghus", fue la felicitación de Rhea a Alois, Shamir y Catherine. Acababan de llegar de su misión y estaba leyendo el reporte. Saber que Cornelia Arnim tuvo que ver con la Tragedia de Duscur sólo para desestabilizar el Reino la hizo enfadar… Porque lo logró, la bruja logró lo que quería, el Reino temporalmente estaba bajo la supervisión de Rodrigue Achille Fraldarius, un hombre justo que tenía en buena estima al príncipe Dimitri, y que encarecidamente mandó a decir que él y sus colegas de más confianza (entre ellos su querido amigo Matthias, el padre de Sylvain) por lo que el príncipe Dimitri podía terminar sus estudios en Garreg Mach.

Había una carta para Dimitri, por cierto. Carta diligentemente revisada por los Caballeros de Seiros, desde luego, y no había nada comprometedor ahí, sólo Rodrigue pidiéndole a Dimitri que se prepare a consciencia para ser él quien tome el trono del Sacro Reino de Faerghus.

Rhea pensaba darle esa carta a Dimitri en persona.

"Sé que acaban de llegar, pero necesito que estén atentos. Apenas descansen, prepararemos el siguiente paso de la misión. Solon atacó la villa de Remire, pero no sabíamos que se trataba de él, mandamos a los estudiantes a ayudar a la villa y encontraron una masacre".

Shamir no hizo gesto alguno, pero incluso ella se quedó un par de veces en Remire acompañando a los mercenarios de Quiebraespadas. La arquera conocía el sitio… Y sabía que Byleth también.

"Solon implantó esto en algunos pobladores y los volvió locos", explicó la Arzobispa mostrándoles un fragmento de piedra, "esos pobladores comenzaron a atacar a sus familias, vecinos y amigos. Sólo la mitad de las personas sobrevivieron".

"Malditos", masculló Catherine mientras apretaba los puños.

"¿Y cómo están los estudiantes y la profesora Byleth?" Preguntó un preocupado Alois.

"Fue un golpe duro para ellos. Ya me encargué de tranquilizarlos, también les pedí no hacer mención de los detalles de esa misión, pero no puedo permitir que se sigan exponiendo a los Agarthanos", continuó Rhea. Lo último que necesitaba era que los futuros líderes de Fódlan comenzaran a hacer preguntas incómodas. "Tenemos que rastrear a Solon y a sus aliados restantes".

"Nos pondremos en camino de inmediato, Lady Rhea", dijo Catherine pero no pudo agregar más, no cuando su compañera la calmó y calló con un gesto de su mano.

"¿Ya hay pistas de hacia dónde se movió Solon? ¿Requiere que lo rastreemos?" Preguntó Shamir, mucho más atenta que su compañera.

"Ya tengo a unos magos trabajando en ello, están buscando el rastro mágico por medio de las piedras que recuperamos de Remire", explicó Rhea. "Por el momento les pido que descansen y… Oh, trabajaremos en grupos más pequeños, elijan a sus mejores elementos y dejen al resto aquí, por si ocurre otro ataque de los Agarthanos". Y no había necesidad de mencionar que los Caballeros que actualmente cuidaban el Monasterio eran los novatos, ellos no estaban preparados para rastrear y mucho menos enfrentar a los Agarthanos.

Tampoco podían poner a trabajar a los mercenarios en asuntos que sólo concernían a la Iglesia, esa gente únicamente conocía la lealtad que compraba el dinero, no eran honorables.

"¡Entendido!" Respondieron los tres Caballeros.

"Por ahora descansen. Y que sus hombres descansen también. Sé que Gilbert podrá encargarse de mantener las cosas controladas en Faerghus", continuó Rhea.

La Arzobispa aplaudía la iniciativa de su gente. Era importante que todos supieran que los Caballeros de Seiros estaban ahí para mantener las cosas bajo control.

"Pueden retirarse".

Los Caballeros obedecieron y, ya afuera, Alois de inmediato fue hacia los salones, apenas estaba atardeciendo, las clases estaban en curso todavía.

"Hey, ¿adónde vas?" Preguntó Catherine, curiosa.

"Tengo que ir a ver a la joven Byleth", avisó Alois sin detenerse.

"¿Byleth?"

"Sí, la profesora nueva que Lady Rhea contrató a principios de curso", explicó Shamir. "No has estado aquí en meses, es normal que no sepas de ella".

"¿Y a Alois le importa la chica porque…?"

"Porque él fue quien la trajo al Monasterio junto con otra mercenaria", continuó la arquera. A ella también le preocupaba Byleth, pero iría a verla por la noche. "Lady Rhea las admitió en la Academia como pago por haber salvado a la realeza que está entre el alumnado".

"Oh, comprendo… Lady Rhea siempre tan preocupada por los jóvenes", dijo Catherine con una sonrisa de alegría.

"Una de las mercenarias es alumna, parte de las Águilas Negras, y la otra mercenaria, Byleth, es el famoso Azote Sombrío", informó Shamir con mucha casualidad.

"¿En serio? ¿La Hija del Quiebraespadas está aquí?" La Galerna no pudo contener la sorpresa.

"Ella es la nueva profesora de Combate".

"¡Vamos a verla!" Catherine sabía de la fama del Quiebraespadas y del Azote Sombrío. Nunca tuvo la oportunidad de ver al Quiebraespadas pelear, pero todos hablaban maravillas de las habilidades del Azote Sombrío. La Galerna seguía lo suficientemente molesta por el asunto de la Tragedia de Duscur, tanto que necesitaba sacar toda esa energía, el sexo ésta vez no la ayudaría, al menos no en ese momento.

La legendaria Galerna necesitaba quemar energías y al parecer había alguien ahí que podría ser un rival digno de ella.

Shamir no tuvo más remedio que ir detrás de Catherine. Más o menos se daba una idea de lo que su compañera tenía en esa cabeza dura y admitía que Catherine era una guerrera de temer, y Byleth también era alguien con quien no querrías enfrentarte… Verlas enfrentarse entre sí era un espectáculo digno de ser visto al menos una vez.

No fue complicado encontrar a Byleth, estaba precisamente con su asistente Monica dirigiendo el entrenamiento de armas primaria y secundarias de las Águilas. También les enseñaba a esquivar los magos, arquera y sanador del grupo. Todos estaban bastante ocupados. Alois, que fue a buscar a Byleth, se notaba contento de verla activa y tenía una sonrisa tranquila mientras veía los entrenamientos.

Pero quien no tuvo empacho en entrar a la zona de entrenamiento apenas vio la oportunidad, fue Catherine. Los alumnos hicieron una pausa y notaron la imponente presencia de la Galerna.

"Saludos, estudiantes, no quiero interrumpir su entrenamiento, pero no tengo mucho tiempo y de verdad me gustaría conocer a su profesora en persona", dijo una sonriente Catherine y enseguida miró a Byleth. "¿Así que tú eres la hija del Quiebraespadas, verdad? ¿El Azote Sombrío?"

Byleth asintió. "¿Y tú eres…?"

"Catherine, una caballero de Seiros, me conocen como la Galerna", se presentó la guerrera con marcado orgullo.

"¡Sir Catherine es muy poderosa y además tiene su Filo del Trueno!" Informó Caspar con emoción, él en especial era fan de la Galerna, incluso tenía una réplica del Filo del Trueno en su colección. "¡Es una de las reliquias de los Héroes!"

"Oh, como las armas de Sylvain e Hilda", murmuró Byleth. "Mucho gusto en conocerla, Sir Catherine".

"Y será un gusto aún más grande si nos enfrentamos ahora mismo", Catherine ya no pudo contenerse. "¿Qué dices, Azote Sombrío?"

"Justo ahora estoy en medio del entrenamiento de mis alumnos", se disculpó la profesora. "Pero si puedes esperar a que terminemos…"

Catherine bufó y estuvo a punto de decir algo, pero Shamir la sujetó por el brazo y la hizo ir con Alois a ver el entrenamiento.

"Ya escuchaste a la profesora. Ven, esperemos", dijo Shamir con voz desinteresada.

"¡Hey!"

"Sé más educada".

Alois rió e invitó a sus compañeras a sentarse a su lado. "Sigue con tu clase, profesora Byleth, los alumnos se ven en forma, se han hecho muy fuertes por lo que he escuchado".

Los jóvenes rostros de las Águilas Negras parecieron iluminarse al escuchar eso. Independientemente de su apariencia bonachona y su modo relajado de ser, Alois era un guerrero de temer, de brazos poderosos, pensamientos claros a la hora de batallar y una ética de trabajo que lo hacían gozar del respeto de todos los Caballeros de Seiros. Sí, incluso de Shamir y Catherine por mucho que no lo demostraran abiertamente.

El entrenamiento siguió y los Caballeros de élite presentes fueron testigos de las habilidades de combate de las jóvenes Águilas. Catherine en especial notó que los alumnos no dependían totalmente del poder intrínseco de sus crestas y, gracias a sus propias habilidades, la Galerna podía asegurar que el Azote Sombrío no tenía un emblema.

Monica notó la atención que tenían encima, muchos Caballeros solían ver los entrenamientos de los grupos y se sorprendían del tremendo avance de los chicos. Ella misma estaba aprendiendo mucho también, ayudar a entrenar a los demás era un entrenamiento igualmente.

"Otra vez, Caspar", indicó Byleth mientras hacía que el chico la atacara con sus puños.

"¡Sí!" El energético Caspar atacó con veloces puñetazos que hacían poderoso eco en la sala de entrenamientos. La profesora recibía los golpes con firmeza, lo corregía y lo animaba a seguir. Estaba aprendiendo un nuevo golpe que lo desgastaba mucho y lo importante era guardar esa técnica para lo último de la batalla.

"¡Ahora!"

Caspar soltó un potente grito de batalla y soltó un demoledor golpe que Byleth recibió con ambos brazos. Los protectores de madera se rompieron por el violento impacto y Byleth retrocedió varios pasos, el mismo Caspar hizo astillas sus guanteletes de práctica. Caspar cayó en sus rodillas, agitado, mientras Byleth sacudía sus brazos por culpa del dolor.

La profesora se notaba orgullosa.

"Buen trabajo, Caspar".

Las otras Águilas felicitaron a su compañero, Caspar se tomó unos minutos para recuperar el aliento y la incansable Byleth se sanó a sí misma para seguir con el entrenamiento.

"¿Quién quiere practicar conmigo ahora?"

Alois rió al ver que varios de los alumnos pedían el siguiente turno y luego lo decidían con tiros de dados. La ganadora fue Petra y los Caballeros de Seiros fueron testigos de la ágil princesa de Brigid danzando con su espada alrededor de Byleth, mientras ésta se defendía con un par de guanteletes de madera nuevos. También admitían que ver pelear a la mercenaria que era parte del alumnado fue todo un espectáculo, la chica y su técnica de dos espadas resaltaba mucho.

Apenas terminó la clase, las jóvenes Águilas estaban en el suelo, el cansancio se mezclaba con la satisfacción de un buen día de entrenamiento.

"En la siguiente clase estudiaremos más estrategias de combate y luego haremos ejercicio", anunció Byleth y luego miró a Lindhart. "Y no se te ocurra escapar de los ejercicios de nuevo, si necesitas un descanso sólo dilo".

"De acuerdo", dijo un cansado sanador.

"Buen trabajo, dejen las armas en su sitio y vayan a descansar", indicó la profesora y esa fue la señal para que Catherine se pusiera de pie y se acercara a ella.

"Wow, hubiera matado por tener una profesora como tú en mi generación", dijo Catherine con una sonrisa inmensa, miraba a los cansados alumnos ir a dejar las armas a su sitio, pero no por ello se fueron… Obviamente querían ver el encuentro y la Galerna estaba decidida a lucirse ante todos. Tenía demasiada energía en el cuerpo y qué mejor que enfrentarse al temible Azote Sombrío, ¿verdad?

"Sólo los guío, ellos son los que es esfuerzan", dijo Byleth mirando a sus Águilas con una brillante mirada de orgullo, fácil de notar aunque no dijera demasiado. Miró de nuevo a Catherine. "¿Quieres un duelo?"

"Sí, me encantaría un duelo, tenemos misiones pendientes pero no me he enfrentado a alguien que realmente me ofrezca un reto, me voy a oxidar como siga así", dijo la Galerna mientras sacaba su espada. "Éste es mi Filo del Trueno, pero no lo usaré en ésta pelea, es un arma muy destructiva y tú no eres mi enemiga".

Byleth asintió en acuerdo, esas Reliquias de los Héroes le provocaban algo de aversión. El sólo recordar cómo esa lanza casi devora a Miklan la hacía sentir un vuelco en el estómago.

"Doy mi autorización para usar armas de acero", dijo la Galerna en voz alta. "Si está bien por ti, profesora".

La mercenaria asintió de nuevo y comenzó a quitarse los guanteletes. Jeritza estaba particularmente interesado en esa batalla. Aunque sabía que Catherine era una guerrera muy respetada en el Monasterio, nunca la había visto pelear. Ésta era una gran oportunidad de conocer mejor sus habilidades, después de todo, estaba ante una potencial enemiga. Por su lado, Edelgard estaba igualmente interesada en ver las habilidades de Catherine, ella era una de las mejores guerreras de Garreg Mach, saber si su querida profesora podía estar a la par era importante.

"Espero que no parezca que tengo la ventaja porque tú acabas de entrenar con tus polluelos", comentó la Galerna con picardía, todo en afán de provocar un poco más a la mercenaria. ¡Era mucho menos expresiva que Shamir! A comparación del Azote Sombrío, Shamir era el ente más amistoso de todo Fódlan. "Debes estar cansada".

Byleth casi frunció el ceño. Entendía lo que ella trataba de hacer. No solía caer en provocaciones, pero que llamara "polluelos" a sus Águilas era algo que no podía permitir. Le lanzó una de las espadas que Jeritza le entregó. Poco a poco, la profesora notó que curiosos caballeros de la Orden y personal del monasterio comenzaron a juntarse para ver lo que estaba sucediendo.

Por precaución, Catherine dejó su Reliquia cerca de Shamir y Alois, y estos sabían que tocar un arma sin tener la cresta debida no era la mejor de las ideas.

"Debes ser el alma de las fiestas", comentó Catherine, armada y lista para comenzar.

"Lo soy", respondió Byleth con parsimonia.

La Galerna soltó una risa breve antes de que su gesto cambiara por completo a uno de fiereza, ya no sonreía. "¿Comenzamos?"

"Cuando tú quieras".

"¿Gana quien obligue a la otra a rendirse?"

"Gana quien deje a la otra en el suelo y la toque con su espada en la espalda, el pecho o el cuello".

"Es justo, en un escenario real, quedar en el suelo y a merced del arma enemiga significa la muerte", Catherine se lamió los labios, su cuerpo se sentía reventar por culpa de la ira y la frustración contenida. "¿Lista?"

La única respuesta de Byleth fue dar el primer golpe, un movimiento tan rápido que Catherine tuvo que concentrarse en su oponente y no en lo que la tenía enojada. Toda la frustración comenzó a salir de su cuerpo por medio de poderosos sablazos que obligaban al denominado Demonio a esquivar. Por su lado, Byleth supo reconocer en Catherine a alguien con mucha experiencia en batalla, sus velocidades las sentía igualadas, y en cuanto a poder bruto, Catherine sin duda la superaba.

Los primeros minutos del duelo tenían a todos en silencio y atentos. Los alumnos de las otras clases no tardaron en unirse al escuchar que había un duelo en la Plaza de Armas.

Poco a poco, Catherine se sentía más ligera, más suelta y cada vez más aliviada mientras sus bruscos espadazos y estoques buscaban el cuerpo de la mercenaria. ¡Y vaya que todo lo que se decía de su fama era cierto! Veloz, siempre serena y precisa.

Byleth no podía desarmar y mucho menos someter a alguien tan fuerte y habilidosa como Catherine, lo supo desde el primer momento. Apenas se acercara lo suficiente a ella, estaría al alcance de la Galerna y su fuerza bruta al primer descuido.

"¡Vamos, profe! ¡No dejes que te gane esa persona que no conozco!" Gritó Shez con emoción, y más al saber que Byleth aún no usaba todos los trucos bajo su manga, estaba peleando al ritmo marcado por Catherine… Por el momento.

Shez no era la única alumna que apoyaba a la profesora, el resto del cuerpo estudiantil lo hacía, ellos eran conscientes de las habilidades de Byleth de primera mano, mientras que de Catherine sólo conocían la fama.

Shamir miraba el duelo en silencio y por dentro estaba satisfecha por muchas razones, Catherine pronto estaría de mejor humor y podía ver todo lo que había mejorado Byleth en esos años… ¡Y vaya que la chica seguía siendo esa habilidosa guerrera que conoció! También notó que Alois miraba el duelo pero su sonrisa brillaba por su ausencia, el Caballero permanecía serio sin dejar de mirar el veloz combate.

Curioso, Alois normalmente estaría mucho más animado y ruidoso.

"¡Nada mal, profesora!" Gritó Catherine luego de tomar distancia para dar un par de bocanadas de aire, ahora sudaba mientras sentía dolor en sus brazos como si hubiera estado golpeando una montaña con su espada para tratar de derribarla. ¡El Azote Sombrío era todo lo que su fama clamaba!

"Eres fuerte", dijo Byleth mientras aprovechaba la breve pausa para quitarse el abrigo y dejarlo en el suelo.

Catherine levantó una ceja. "¿Quieres distraerme con tu cuerpo?"

"Si te distraes por eso, me sirve".

La Galerna rió una sola vez y volvió a cargar contra ella. No entendía la ropa de la profesora, demasiado ligera para ser prendas adecuadas para el combate, piezas de armadura puestas a capricho aparentemente y ni un sólo escudo que pudiera protegerla.

Y entonces la espadachina lo comprendió cuando notó que la velocidad de la profesora había aumentado. La guerrera maldijo por lo bajo y tuvo que poner más atención, más cuando Byleth comenzó a arrebatarle la ofensiva y poco a poco la obligaba a defenderse. Byleth, entonces, aprovechó un preciso golpe que pudo alejar la espada que Catherine sujetaba con ambas manos para darle un golpe en el estómago con un codo, justo donde la armadura no la protegía; la posición se lo permitió.

Catherine sintió que el aire salía violentamente de su cuerpo y sabía que el siguiente ataque de Byleth la pondría en aprietos, pero eso no sucedió…

"¡Basta!" Ordenó Seteth mientras entraba a la zona de entrenamiento. Los gritos de ánimos callaron al momento y se hizo un ambiente incómodo. "Profesora Byleth, debes cuidarte, no tiene mucho de lo sucedido en Remire y recibiste un daño importante según el reporte de Manuela, no podemos dejar que te lesiones y descuides a tus alumnos", dijo el Consejero con severidad. "Llévate a tus alumnos, coman y descansen, se les pidió retomar sus actividades con calma, haz caso, por favor".

Byleth no hizo gesto alguno, sólo asintió. "Gracias por el combate, Sir Catherine, eres una magnífica guerrera", dijo la profesora con sincera admiración y respeto antes de entregar la espada a Jeritza, miró a sus alumnos. "¿Vamos a comer? Muero de hambre".

Todos comenzaron a retirarse al ver que el espectáculo había sido interrumpido. Seteth miró a Catherine con severidad apenas maestra y alumnos se retiraron.

"Deben descansar, esa fue la orden, acaban de llegar de una misión", dijo el severo hombre. "Y te pido que dejes de hacer estos actos imprudentes, Catherine".

La Galerna miró a un lado y bufó, claramente molesta por la interrupción. "Sólo estábamos teniendo un duelo amistoso, me estaba divirtiendo", dijo mientras iba con Shamir y Alois.

Seteth negó con la cabeza y se acercó un poco más a Catherine, sus siguientes palabras sonaron mucho más severas. "No puedo permitir que todos en el monasterio vean que una mercenaria de dudosa reputación supere a uno de nuestros mejores elementos".

La Galerna tensó la quijada, no podía negar que ese golpe en el estómago aún le dolía y había quedado a merced de la mercenaria por un instante. Se sabía capaz de componerse y seguir peleando, pero no le gustó la manera en que Seteth le dijo todo eso. ¿Insinuas que ella es más fuerte que yo?"

"No, pero los mercenarios no tienen honor, ella habría hecho trampa para tratar de ganar cualquier ventaja sobre ti, que sabes sobre el decoro y el honor de la batalla", respondió Seteth. "Y la profesora Byleth en especial no es decorosa y ha sido complicado hacer que siga los estatutos del Monasterio. Su estancia aquí es sólo por éste año escolar, te aconsejo no involucrarte con ella".

Esas palabras sorprendieron no solamente a Catherine, también a Alois y a Shamir. Catherine apenas regresaba al Monasterio luego de meses de ausencia, pero al menos Alois estaba más que al tanto del magnífico trabajo que estaba haciendo Byleth con los alumnos.

Catherine estuvo a punto de alegar algo, pero Shamir y Alois intervinieron más que a tiempo.

"Vayamos a comer y a beber al pueblo, anda, yo invito", dijo Alois con alegre voz.

"Me debes un par de tragos, no lo olvides… Y tampoco se te ocurra escapar", agregó Shamir y la tomó del brazo para sacarla de ahí.

Catherine supo leer el ambiente y asintió. "Vamos. Y haré como ordenes, Seteth".

El Consejero asintió y se retiró sin decir más. No podía permitir que la mercenaria siguiera dejando en ridículo a los Caballeros de Seiros. Si ese duelo hubiera seguido, independientemente de quien ganara, la mercenaria ganaría más simpatía. Seteth odiaba admitir que sus habilidades de combate eran extraordinarias. Al menos Rhea ya no parecía TAN interesada en la mercenaria, eso lo tenía un poco más tranquilo.

~o~

Edelgard aún tenía en la cabeza lo que platicó con Byleth unas noches antes, que los profesores Hanneman y Manuela no estaban muy conformes por cómo actuaron las autoridades del Monasterio (Rhea) respecto a lo sucedido en Remire. Los alumnos estuvieron expuestos a un enemigo potencialmente letal que masacró a la mitad de una pacífica villa, y recibieron a cambio la orden de callar y seguir adelante como si nada.

A su vez, Edelgard le contó a Byleth que los Caballeros de Seiros estaban en pleno enfrentamiento contra las Serpientes de las Tinieblas… Y los Caballeros estaban tomando ventaja, por lo que las Serpientes estaban en una posición desesperada. Byleth se calmó luego de escucharla.

La princesa además estaba curiosa sobre la piedra que encontraron y le sorprendía que de verdad guardaran esa información a la Arzobispa. Los profesores tampoco estaban contentos con el actuar de la Iglesia. Edelgard sabía lo suficiente de ambos profesores y desde el principio sentía curiosidad sobre lo que los llevó al Monasterio.

"Profesor Hanneman, buenas tardes. Espero no interrumpirlo", saludó Edelgard al académico. Aguardó a que éste estuviera lejos de su oficina, más al saber que el hombre adoraba que todos pasaran la mano por su detector de emblemas. Lo último que Edelgard necesitaba era que se supiera de su segunda cresta.

Hanneman bebía algo de té en los jardines mientras leía un libro. "Joven Edelgard, buenas tardes. Y no, no me interrumpes. ¿Te gustaría acompañarme con una taza de té?"

"Desde luego", respondió la princesa y esperó a retomar la conversación apenas el profesor le ofreció una taza de té cuyo aroma la hizo sonreír. "Es Bergamot".

"Sí, uno de mis té favoritos".

"A mi también me gusta".

"Oh, me alegra saberlo", Hanneman dejó su libro a un lado. "¿En qué puedo ayudarte, joven Edelgard?"

"Verá… Tengo entendido que usted es de una prominente familia del Imperio, pero abandonó todo para venir aquí", dijo Edelgard, "¿es debido a sus estudios de emblemología?"

"Así es, joven Edelgard. Aunque es posible aprender mucho en el Imperio sobre las crestas, se llega a un límite considerando la variedad de emblemas y que muchas se dan en otros lados del continente. Mi misión primordial es develar los secretos de los Emblemas", dijo el profesor con firmeza.

"Entonces usted debe considerar las crestas como algo importante".

Hanneman casi rió. "No precisamente, tengo mis razones para estudiar las crestas hasta donde me sea posible… ¿Y qué hay de ti, joven Edelgard? ¿No estás contenta con tu Cresta de Seiros?"

No, pensó Edelgard. "Personalmente creo que las Crestas no deberían dictar si alguien es merecedor o no de riqueza, poder y nobleza".

"Y en eso estoy totalmente de acuerdo contigo", respondió Hanneman de inmediato y bebió un poco más de té.

"Entonces usted cree que…"

Hanneman la hizo callar con un suave gesto de mano, Edelgard se quedó con la palabra en la boca.

"Me temo que no es el momento ni el lugar de hablar de un tema delicado, joven Edelgard, pero si algún día tenemos la oportunidad, prometo contarte más".

La princesa asintió. "Lamento haberlo molestado con mi insistencia".

"No te preocupes por eso, te aseguro que no es el caso, simplemente no es el momento", insistió Hanneman y sonrió cuando Edelgard pareció entender su mensaje. "Por ahora te recomiendo seguir aprendiendo, eres joven y tienes todo un mundo por delante por descubrir. Nosotros te guiaremos lo mejor posible, y admito que tus habilidades mágicas están mejorando mucho, estoy seguro que tendrás hechizos poderosos que serán el complemento perfecto a tus habilidades de combate".

Edelgard abrió un poco más los ojos, pero no pudo decir nada, Hanneman siguió hablando.

"Tomarás el trono del Imperio y sé que las cosas están un poco tensas desde hace mucho, con lo que aprendas aquí podrás defenderte de lo que sea".

La princesa sonrió por lo bajo. "Le aseguro que estoy aprendiendo todo lo que puedo de ustedes, lo necesitaré más pronto que tarde". Y ambos siguieron con una plática más casual hasta que Edelgard se terminó su té y se despidió.

Lo que Edelgard no sabía era que el profesor estaba leyendo un libro con una cubierta falsa. Las marcas en la piedra que encontró eran interesantes, el grabado era de una cresta alterada y la piedra en sí era burda, poco refinada, como si no estuviera terminada, y además reaccionaba a su detector de emblemas y mostraba imágenes alteradas. No fue complicado llegar a la conclusión de que Solon y su gente querían ver qué pasaría si implantaban esas crestas burdas a personas normales.

Lo que le pasaba a las personas sin cresta que usaban una Reliquia de los Héroes, era ser atacados tarde o temprano por la Reliquia, mientras que una persona con cresta que usaba un arma que no correspondía a dicha cresta, no podía liberar el verdadero poder del arma.

Solon estaba recreando el poder violento de una cresta… En números grandes. Obviamente no sabía cuál era el propósito de dicho experimento. También pensaba en lo que Byleth les comentó, que conocía a alguien a quien la información que recopilaran le sería de mucha ayuda para detener a Solon y a su gente.

Hanneman y Manuela, desde luego, confiaban en Byleth.

Era hora de redactar un informe con lo descubierto no solamente por él, también por Manuela y el mercenario que la Capitana Berling mandó para espiar a los Caballeros de Seiros en Remire.

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Dimitri estaba un poco nervioso, compartía la mesa y una taza de té con la Arzobispa. No era su té favorito pero tampoco era quien para quejarse. Además, la Arzobispa le dijo que tratarían un asunto delicado.

Y Rhea decidió ir directo al punto. Le entregó la carta de Lord Rodrigue.

"Lamento mucho informarte, Dimitri, que tu tío Rufus está bajo la vigilancia de los Caballeros de Seiros".

A Dimitri casi se le cayó la taza de las manos. "¿Disculpe?"

"Tu tío ha estado relacionándose con un grupo hereje de grado peligroso, entre ellos se encontraba Cornelia Arnim. Ella fue ejecutada, acusada por un terrible crímen".

"Yo… Mi tío…" Dimitri no sabía qué decir. "Mi tío ha hecho lo posible por ayudar a dirigir al reino desde la ausencia de mi padre".

"Me temo, pequeño, que tu tío junto con Cornelia Arnim fueron los que orquestaron el ataque a tu padre… Ellos fueron los culpables de la Tragedia de Duscur, Cornelia Arnim lo confesó, tu tío Rufus también", informó Rhea y notó que el joven príncipe se puso pálido y casi se desmayaba. Ésta vez la Arzobispa se vio obligada a asistirlo. "Calma, por favor… Calma", usó su magia sacra para relajar el cuerpo del joven. "Nadie más sabe de esto, sólo tu gente de confianza".

Pero Dimitri no la escuchaba, no podía.

CONTINUARÁ…