PARTE 25 Razones para Celebrar
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La cabeza, el corazón y la mente de Edelgard estaban llenos de Byleth; de las manos, la boca y el amor de Byleth. Edelgard debía callarse a sí misma, morderse los dedos para no gemir y mucho menos gritar, las atenciones de la mercenaria eran firmes pero suaves, ardientes y cuidadosas, incluso se tomaba el tiempo de lamer y besar amorosamente las cicatrices en su piel. Edelgard no podía creer lo bien que se sentía en ese momento.
"El, ¿está bien si te sientas en la orilla de la tina?" Consultó Byleth entre besos. "Aún hay más espacios que debo besar, pero no puedo aguantar la respiración tanto tiempo".
Edelgard no resistió soltar una linda y breve risa, el que su profesora en serio tuviera pensado hundirse en el agua era lindo pero concordaba en que no era la mejor de las ideas. Asintió y, con todo y sus piernas temblorosas, Edelgard se sentó en la orilla de la tina como su profesora se lo pidió.
Byleth rápidamente se acomodó entre sus piernas en la perfecta posición para besar el estómago de Edelgard mientras sus manos acariciaban las blancas piernas marcadas con cicatrices, piernas de clara piel que hacía años no recibían la caricia directa del Sol. Pero para Edelgard, las gentiles y férvidas caricias de las manos callosas de Byleth eran más ardientes que el mismísimo Sol.
"Profesora mía…" Gimió Edelgard suavemente. Ahora debía morderse los labios porque necesitaba ambas manos para sujetarse de la tina y no caer. "Ah…" Su cuerpo sintió una descarga de sensaciones que la hicieron casi saltar, su profesora ahora lamía y besaba sus piernas y muslos. Pero antes de que llegara al sagrado templo entre sus piernas, Byleth siguió su descenso y la hizo levantar las piernas para poder besarlas a todo lo largo hasta su tobillo. "Hablabas… ¡Ah! Hablabas en serio cuando dijiste que querías besar más partes de mi".
"Siempre hablo en serio", murmuró Byleth entre besos, lamidas y una que otra mordida juguetona a las piernas de la princesa. La mercenaria sentía hambre y poco a poco la aplacaba devorando la piel de Edelgard. "¿Te gusta esto?" Preguntó mientras besaba una de las rodillas de la princesa.
"Sí", respondió Edelgard con un murmuro. "Me gusta…" Y la palabra se quedaba corta, las sensaciones la tenían hechizada. Sentirse amada era una sensación a la que se acostumbró gracias a Byleth. Ser tratada como una persona con sus propios sentimientos y sus propias decisiones era algo que Edelgard siempre le agradecería a su profesora.
"Entonces seguiré".
El sonido de los besos de Byleth y los suaves gemidos de Edelgard hacían un débil eco en el amplio cuarto de baño, el calor del agua llenaba todo con una ligera capa de vapor… Y hablando del agua…
"Salgamos de aquí, no creo que sea correcto hacer lo que quiero hacer en el agua donde más personas se bañan. Ven", dijo la mercenaria y se puso de pie, tomó a Edelgard de una mano y la invitó a salir de la tina.
"Tienes razón, debemos tener esa consideración con las demás", agregó Edelgard con una sonrisa pequeña, pero la misma se borró de sus labios cuando Byleth la puso contra uno de los muros más cercanos… Se arrodilló ante ella y… Oh.
Una sonrisa pequeña de Byleth antecedió el suave ataque de su boca contra los muslos de Edelgard, antes de ir directamente a su centro en suave y húmeda caricia con su lengua. La joven princesa gritó y se calló a sí misma casi de inmediato con una de sus manos, la otra la necesitaba para sujetar la cabeza de Byleth.
La mercenaria sabía lo básico gracias a esos mercenarios sinvergüenzas del grupo de su padre, al menos hasta que fue su propio padre quien los mandó a hacer sus actividades nocturnas en sus tiendas de dormir. Y no estaba de más mencionar que algunas veces los mercenarios buscaban diversión en los pueblos, más de una vez vio a algunos irse con una mujer o un hombre entre besos y descaradas caricias. También, Byleth admitía, haber conseguido algunos libros bastante… Informativos durante sus viajes en solitario.
"Mi El", murmuró Byleth entre las lamidas y atenciones que le profesaba a Edelgard. Su lengua era suave, era dulce, era firme y le gustaba escuchar a la joven princesa gemir, gritar de manera ahogada mientras se callaba a sí misma con su mano. Se veía tan linda que la mercenaria no pudo resistirse y aumentar la intensidad de sus atenciones.
Edelgard tuvo que taparse la boca completamente, su nariz jalaba aire de manera errática mientras sus gemidos se ahogaban en su garganta. Sentía las piernas débiles y se le acababan las fuerzas para mantenerse en pie, la princesa temblaba de placer y sólo podía sujetarse a Byleth para no caer.
"Más…" Gimió Edelgard. "Más, por favor… ¡Aaah!"
Byleth obedeció y no paró hasta que Edelgard fue víctima de un potente orgasmo que la hizo temblar toda y sentir un indescriptible placer poseyendo su cuerpo entero. Se tensó, vibró y sus pensamientos parecieron apagarse por eternos segundos, la princesa estaba y no estaba en su cuerpo y sólo pudo respirar mejor unos segundos después mientras su profesora besaba sus muslos.
"Aún no acabo", murmuró Byleth y siguió atacando casi de inmediato, aún quería mimar a su querida El. Ésta vez usó un par de sus dedos para entrar lenta y cuidadosamente en el cuerpo de la princesa…
Y dicha princesa seguía tan sensible y estaba tan húmeda que esos dedos intrusos no la lastimaron, todo lo contrario… Se sentía tan bien y Byleth era tan gentil que sus gemidos volvieron a sonar en el cuarto de baño. La profesora no perdía de vista los gestos de Edelgard, y cualquiera que la viera en ese momento, fácilmente sabría que Byleth miraba con sincera adoración a la princesa.
No pasó mucho antes de que Edelgard sintiera un segundo orgasmo que le arrancó las fuerzas del cuerpo y la hizo caer cual muñeca de trapo. La profesora la atrapó y la envolvió cariñosamente entre sus brazos mientras se recuperaba.
"Profesora mía…" Edelgard estaba mareada, su corazón galopaba sin control y su cuerpo aún resentía los efectos de esa sensación que nunca había experimentado… Hasta ese momento. Fue maravilloso, fue delicioso y se lo debía a la mujer que la miraba con apacible gesto y una sonrisa casi fantasmal en sus labios. "Gracias", fue todo lo que pudo decir la princesa antes de besarla con ligereza.
Byleth la besó con la misma delicadeza, su alumna aún lucía agitada y sobrepasada por lo que acababa de experimentar… Y también estaba sobrecalentada por culpa de la temperatura del cuarto de baño. "Creo que por hoy es suficiente, el vapor te mareó, no quiero que te desmayes. Vamos a limpiarnos y te escoltaré a tu dormitorio", dijo la profesora con firmeza.
Edelgard puso un gesto de gracioso descontento. "Quiero tocarte, profesora mía", reprochó. "Es mi turno, quiero devolverte las atenciones que me has dado", pero la princesa tuvo que apretar los párpados al sentir otro mareo, culpa del calor del baño como bien su profesora comentó, incluso se sujetó a los hombros de Byleth al sentir un súbito vértigo. "De acuerdo, salgamos de aquí".
La mercenaria asintió y rápidamente aseó a Edelgard de nuevo, luego de eso ambas se secaron y, ya vestidas, Byleth escoltó a Edelgard a su habitación; incluso se tomó unos momentos para arroparla.
Edelgard olvidó por completo la razón por la que no permitía que nadie estuviera en su dormitorio en esos días, lo que acababa de suceder le entorpeció los pensamientos. Las dulces palabras de Byleth no ayudaban.
"Descansa, El, lo mereces".
La princesa se cubrió hasta medio rostro con su manta, lucía sonrojada y lindamente nerviosa. "¿Cuándo podríamos…?"
"El baño comunal no es el mejor sitio para eso, pero cuando tengamos el momento y la oportunidad, prometo dejarte hacer lo que quieras", dijo Byleth con firmeza.
"¿Lo prometes?"
"Te doy mi palabra de Profesora", agregó la mercenaria con demasiada seriedad.
La princesa sonrió. "¿Me das un beso antes de dormir?" Sabía que con Byleth y sólo con Byleth podía portarse caprichosa y eso la hacía sentirse felicidad.
Byleth asintió y besó primero su frente y luego sus labios, besos breves y dulces. "Descansa, El, apagaré las lámparas", dijo y fue a las mesas.
Y hasta ese momento Edelgard recordó por qué no quería que nadie entrara a su dormitorio. Abrió los ojos como platos y se sentó, sólo para ver que su profesora miraba en silencio los papeles que estaban en el escritorio… Sus intentos fallidos de retratos…
"Esto…"
Edelgard salió de su cama con un salto y sacó a Byleth del cuarto a empujones. "¡Buenas noches, hasta mañana!" Le cerró la puerta en la cara.
Byleth se quedó en el pasillo, confundida.
"No entres aquí, por favor", sonó la voz de la princesa.
"De acuerdo, hasta mañana", respondió Byleth en voz lo suficientemente alta. Los dibujos son buenos, pensó la profesora mientras salía de la zona de dormitorios. Cualquiera que la cuestionara, tranquilamente podía decir que revisaba que sus alumnos estuvieran a salvo en sus dormitorios.
No mentía, Byleth dio una ronda en la zona de dormitorios para revisar que todos estuvieran dentro, a salvo y acostados.
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"Entonces… Tu tío Rufus fue el culpable de todo", murmuró Felix luego de que Dimitri les contara todo. La otra persona presente era Ingrid.
"Junto con Lady Cornelia, no puedo creerlo", la caballero pegaso sentía una agridulce sensación de alivio. Ahora conocía a los culpables de la muerte de Glenn, al fin sabía quiénes fueron los que arruinaron tantas cosas para el Reino y para ellos tres en especial. "La gente de Duscur siempre fue inocente…" Y decir eso la hacía sentir un poco más culpable por el frío trato que solía darle a Dedue hasta hacía unas semanas. Recientemente fue que comenzó a aceptarlo más.
Ingrid le debía una disculpa a su compañero.
"¿Y qué tienes en planes?" Le preguntó Felix a su amigo.
"Por ahora, Lord Rodrigue me pide que me gradúe de la Academia", respondió Dimitri con seriedad. "Ellos se harán cargo de mantener todo bajo control mientras me gradúo".
"Entonces… ¿Tomarás el trono del Reino?" Ingrid sonaba tensa. Cuando Dimitri los citó a su cuarto luego de la hora de comer, no esperaba que fuera para eso. Los Leones sólo sabían que la Arzobispa había citado a Dimitri para una fiesta de té, no estaban al tanto de los detalles, al menos no hasta ese momento.
"Sí. Hasta entonces aprenderé todo lo que pueda aquí en la Academia", dijo Dimitri mientras miraba sus propias manos sobre sus rodillas.
"¿Y qué harás con tu tío?" Fue el serio cuestionamiento de Felix. Él mejor que nadie sabía cómo era que el viejo Dimitri trataba a los traidores… Quería escuchar la respuesta del Dimitri de ahora. Por dentro se sentía contento de verlo más lleno de energía, de hecho todos notaron que Dimitri estuvo muy sonriente a la hora de la comida y devoró su platillo con más ánimos que de costumbre. Ese día fue el turno de Ashe de ayudar en la cocina y nadie negaba que el chico cocinaba muy bien.
"Por ahora no lo sé", fue la sincera respuesta de Dimitri. "Lo que sí quiero hacer es demostrar la inocencia de la gente de Duscur, eso es lo primero en mi lista".
Felix sonrió por lo bajo. "¿Y después?"
"Edelgard y Claude tomarán el liderazgo de sus respectivos territorios cuando se gradúen, platicamos de algunas cosas desde hace unas lunas… Edelgard quiere intercambiar ganado, granos y otros cultivos por nuestros metales, y Claude nos ofrece tela y maderas finas", explicó Dimitri con una sonrisa pequeña y animada. "Así la gente del Reino no pasará hambre en temporadas frías, y podremos hacer algo con el excedente de metales".
El gesto de Felix e Ingrid se iluminaron al escuchar eso.
"¡Eso es maravilloso!" Exclamó Ingrid con emoción. "¿Entonces tendremos ingredientes de Adrestia y Leicester?"
Dimitri asintió. "Cuando platicamos de eso, yo ni siquiera había considerado el tomar el trono del Reino al mismo tiempo que ellos, pero ahora que llegó esa posibilidad, quiero hablar formalmente con Edelgard y Claude sobre esos planes".
Felix no podía creer, y estaba feliz por ello, que a Dimitri no le pasara por la cabeza el ejecutar a su tío. Después de todo, era uno de los culpables principales de la muerte del Rey Lambert. El mismo Felix sentía cierta satisfacción al tener los nombres de los verdaderos culpables de la muerte de Glenn, y se atrevía a pensar que Ingrid también.
"Tendrás nuestro apoyo cuando ese momento llegue, y sé que Sylvain también estará ahí", dijo Ingrid con creciente emoción. "Y… Y Dedue también".
Dimitri sonrió ante la mención de su duscuriano amigo. "Gracias". El príncipe miró a su compañera. "Por cierto, ¿sabes si Mercedes hizo postres?"
"¿Uh?" La chica rápidamente hizo memoria. "Creo que sí, debe estar en la cocina ahora mismo, quiere tener galletas y otras cosas listas para una fiesta de té que tiene planeada para mañana".
"Gracias", Dimitri fue a la puerta de su dormitorio. "Y gracias por escucharme. Si me llego a enterar de algo más, se los haré saber. Por ahora estaremos bien". Dijo y fue el primero en retirarse. Desde hacía mucho tiempo quería sentir el verdadero sabor de los postres de Mercedes, todos sus demás compañeros y amigos ya habían tenido la oportunidad de probarlos y decían que eran extremadamente deliciosos, quería probarlos desde hacía varias lunas.
Por su lado, Felix no pudo ocultar una sonrisa pequeña. "El Cernícalo se fue…" Murmuró con una muy mal escondida alegría.
Ingrid sonrió.
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Según lo que Byleth investigó con Alois y Shamir, Catherine era alguien que gustaba del entrenamiento físico y las armas, por lo que una Piedra de Afilar y unas Pesas serían un buen regalo. Independientemente del riesgo de enfrentarse a Catherine a futuro, Byleth no pensaba estar frente a un cumpleañero con las manos vacías, mucho menos si había sido invitada a la celebración.
Luego de hacer su trabajo del día y de entrenar con Shez, se dio una ducha junto con el resto de las alumnas, pasó a dejarle a Edelgard unas galletas y un beso en los labios (no necesariamente en ese orden) y fue directo con Manuela por indicación de Shamir.
"¿Lista para la fiesta, cariño?" Preguntó Manuela con emoción. "Nadie nos dirá nada por ir al pueblo a celebrar, es el cumpleaños de Catherine después de todo", dijo la sanadora con su cantarina voz. "Y mejor no pregunto por qué vas armada".
"Es parte del regalo", dijo, palmeando la espada de su padre. Una oponente como Catherine merecía algo mejor que una espada de simple acero.
"Mejor no pregunto", Manuela rió y se sujetó del brazo de su joven colega. "Andando, deben estar esperando por nosotras".
Byleth asintió y ambas fueron a reunirse con Hanneman y Alois, las esperaban en el acceso principal al Monasterio. Ya los soldados y guardias sabían que ellos estarían fuera y más de uno sentía envidia de no haber sido invitados a la celebración, no les sorprendió que la nueva profesora fuera invitada también.
"Ya era hora", dijo Hanneman en claro tono de queja. "Seguramente fue culpa de Manuela que llegaran tarde, se toma demasiado tiempo en arreglarse".
"A diferencia de ti, vejete, a mi me gusta estar presentable", se defendió Manuela, sujetándose más fuerte del brazo de Byleth.
En su brazo libre, Byleth llevaba un resistente costal con los regalos de Catherine.
"Lo creas o no, siempre me acicalo bien y mantengo mi barba y bigote en perfectas condiciones, a comparación de cierta persona que requiere mucho maquillaje", peleó Hanneman.
"Oh, por favor", Manuela enseguida miró a Byleth. "¿Quién de los dos luce mejor?"
"Por favor, profesora, también me gustaría escuchar una opinión imparcial en éste caso".
Alois se echó a reír, quería ver qué respuesta daba Byleth ahora que esos dos la habían acorralado. La mercenaria parpadeó exactamente dos veces antes de mirarlos atentamente a ambos, tuvo que soltarse de Manuela para verlos más de cerca, rodearlos y estudiarlos a detalle. Luego de unos segundos, se cruzó de brazos.
"Ambos se ven bien a su modo", respondió la joven maestra. "Los dos son elegantes, Manuela tiene un cuerpo hermoso que puede mostrar si lo desea, y Hanneman también es elegante con esa ropa y su corte de barba, no hay un sólo cabello fuera de lugar".
Alois rió mucho más fuerte y rodeó los hombros de la chica para animarla a ir al pueblo. Hanneman y Manuela, graciosamente derrotados, rápidamente caminaron tras ellos.
"Buena respuesta", dijo Alois. "Shamir y Catherine nos esperan en el pueblo. Catherine no sabe que te invitamos, profesora Byleth, le encantará verte".
Byleth asintió, se sentía emocionada aunque no lo demostrara del todo. Hanneman y Manuela caminaban juntos y ambos admitían, igualmente sin demostrarlo del todo, que el otro se veía bien y estaba bien acicalado. Manuela estaba contenta por los halagos que recibió de la joven profesora. A su parecer, aún había personas con buen gusto en ese mundo.
Al llegar al pueblo, fueron directo a una de las tabernas en las afueras, era uno de los sitios favoritos de Catherine porque siempre servían bocadillos de carne seca y pan gratis con la cerveza. Era un sitio pequeño pero de ambiente agradable. Byleth no había tenido oportunidad de ir ahí todavía, no salía mucho del Monasterio a menos que fuera por misión o que llevara a sus alumnos de cacería o de paseo.
El plan fue simple, Shamir le sugirió a Manuela invitar a la nueva profesora también a la celebración, y ya frente a frente, Byleth y Shamir podrían fingir conocerse por primera vez. La cubierta perfecta. Por el bien de Byleth, lo último que debía saberse era que se conocían desde antes, no debían dejar caer su mentira ante la Arzobispa.
"¡Hemos llegado!" Anunció Alois con su poderosa voz apenas entraron a la taberna.
Catherine de inmediato los miró, tarro en mano, y luego miró con reproche a Shamir. "Me mentiste, dijiste que estaban ocupados".
"Tenía que ser sorpresa", respondió Shamir, encogiéndose de hombros.
"¡Genial, viniste tú también!" Exclamó la Galerna con alegría al ver a Byleth. "Lamento que nuestro duelo fuera interrumpido. Gracias por venir".
"Manuela me invitó. Y también lamento que nuestro duelo se interrumpiera, eres muy fuerte, Sir Catherine", dijo Byleth y de inmediato sacó los regalos. "Ten. Feliz Cumpleaños".
La sonrisa de Catherine se hizo enorme. "¡Me encantan, gracias!" Los otros profesores le regalaron flores, mismas que la Galerna aceptó de buena gana. "Por cierto, creo que no te he presentado a mi compañera, ella es Shamir".
Byleth hizo una educada inclinación. "Soy Byleth, la nueva profesora de Táctica y Combate".
"Un gusto", fue la seca respuesta de Shamir.
"Ustedes dos son el alma de la fiesta", comentó Catherine con picardía.
"Oh, te sorprendería todas las fiestas de cumpleaños que la profesora Byleth organiza para los alumnos", comentó Manuela, animando a todos a sentarse en una mesa. La cerveza y los bocadillos llegaron y ya estaban listos para comenzar apropiadamente con la celebración.
"¡Hora de celebrar el cumpleaños de 28 años de Sir Catherine!" Exclamó Alois. "Aunque no creo quedarme tanto tiempo celebrando, a lo mucho una semana", agregó y se echó a reír a carcajadas.
Los demás se le quedaron viendo con horror… Hasta que una risilla comenzó a sonar. La risa de Byleth.
"28 años, ese fue bueno", murmuró Byleth en voz baja mientras se tapaba apenas la boca con un puño. "Ese me gustó".
"¡Lo sabía, tienes un gran sentido del humor!"
Y los dos siguieron riendo ante la atónita mirada de los demás.
"Salud", remató Shamir y todos brindaron, al fin.
La plática era animada, todos contaban un poco de varios temas, ya fuera de viajes, anécdotas de escuela o historias que habían escuchado en el camino. Los miembros de los Caballeros de Seiros, desde luego, tenían prohibido mencionar sobre sus más recientes misiones, pero temas de conversación no les faltaban.
Incluso Byleth participaba, pero casi todo lo que hablaba era acerca de sus alumnos y cómo les habían ido en las misiones mensuales y todo lo que estaban mejorando.
"Lo dicho, lo que hubiera dado por tener una maestra como tú en mi generación", comentó una alegre Catherine, ya sus mejillas se notaban rojas por el alcohol pero seguía en sus cinco sentidos. "Estás haciendo un buen trabajo con tus alumnos. Por cierto, yo era la alumna favorita, era la mejor según mis profesores", presumió la muy ladina. "¿Quién es tu mejor alumno, profesora?
"Edelgard", respondió Byleth sin siquiera pensarlo. "Es fuerte, inteligente y muy disciplinada", enumeró de inmediato. "Le espera un gran futuro. Y no sólo a ella, todos mis alumnos tienen algo especial que quiero que brille".
"En serio hablas como una profesora", comentó un alegre Alois.
"¿Sabes? Me gustaría terminar nuestro duelo", comentó Catherine.
"A mi también", respondió Byleth.
Shamir se terminó su cerveza. "¿Les parece si pelean antes de que se pongan más ebrias?"
"Buen plan, ¿qué dices, profesora?" Preguntó la Galerna.
"Acepto".
"¿Mismas reglas?"
"Mismas reglas".
"Y supongo que a mi me tocará curarlas en caso de que se partan la cara, bien", se quejó Manuela antes de vaciar su tarro.
"Escuché del duelo pero no tuve oportunidad de verlo, me gustaría mucho presenciar algo así", Hanneman seguía impresionado de las habilidades mágicas y combativas de Byleth.
"Pues vayamos antes de que se haga más tarde, hace una hermosa noche", dijo Alois y se encargó de pagar lo que habían bebido hasta ese momento, gajes de haber sido entrenado y llevado a todos lados por ese ebrio desobligado de Jeralt Reus Eisner. "Y tratemos de que nadie las vea, no queremos que el Consejero se entere, ¿verdad?"
"Hablando del alma de la fiesta", masculló Manuela. "Sí, vayamos a otro lado, las noticias vuelan rápido cuando se trata de alguien tan popular como Sir Catherine".
El grupo completo salió de la taberna y se alejó del pueblo lo suficiente para no ser vistos. Estaban en un claro donde sólo había un poco de vegetación y rocas bordeando la zona. Un sitio perfecto.
"Sólo traigo a mi Filo de Trueno conmigo, podemos dejar las espadas de lado si quieres", dijo la Galerna, pero al ver que Byleth negaba y sacaba su espada, no pudo contener una sonrisa. "Me agrada tu actitud".
No es mala idea experimentar de primera mano el poder de una de esas armas, pensó Byleth, a su mente llegaron los futuros planes de Edelgard, pero tenía una mejor razón para enfrentar una Reliquia. "Tengo un par de alumnos con Reliquias y aún no he podido entrenarlos con ellas, no sé qué tan fuertes son esas armas, necesito conocerlas".
"Oh, entonces estaré feliz de cooperar con tu trabajo, profesora", dijo Catherine con una sonrisa confiada. "¿Comenzamos?"
"La primera en el suelo y con la espada apuntando a cabeza o torso, pierde", intervino Shamir para recordar la única regla del duelo, podía ver la creciente emoción en su compañera y temía (con mucha razón) que se pudiera salir de control. "Pero si Manuela cree que ya fueron demasiado lejos, se detendrán, ¿entendido?"
"Entendido", Byleth ya había aprendido a no retar a Manuela cuando se trataba de seguridad.
"¿Hablas en serio, Shamir?" Se quejó Catherine, mirándola con claro descontento.
"Si no te detienes, te detendré con una de éstas en un pie", amenazó la arquera, mostrando una de sus afiladas dagas. Nada en su rostro decía que estuviera bromeando.
"De acuerdo, de acuerdo…" Respondió la espadachina.
"Recuerda lo que has aprendido en los libros sobre las Crestas, joven Byleth", dijo Hanneman, ya sentado junto a Alois.
"Recuerden lo que Shamir dijo, si yo digo que se detengan, se detienen", insistió Manuela con seriedad y el ceño fruncido. Estaba más que al tanto sobre los constantes duelos de Byleth y su pobre sentido de la autoconservación. Y también conocía muy bien el pobre control de Catherine ante algunas situaciones.
"Prepárense", indicó Shamir.
Byleth entró al centro de lo que sería el área de combate y empuñó su espada. Antes de salir, procuró ajustar bien las tiras de cuero que cubrían las marcas distintivas de los Caballeros de Seiros. Por su lado, Catherine se colocó frente a ella a unos metros de distancia mientras sujetaba su Reliquia con una mano, la otra estaba apretada en puño por culpa de la emoción.
"¿Lista, Azote Sombrío?" Preguntó Catherine.
"Lista", respondió Byleth, tomando una posición de combate.
"¡Comiencen!" Indicó Shamir y se mantuvo a distancia pero atenta. Conocía a ambas y sabía lo mortales que podían ser cuando peleaban en serio. Lo último que todos necesitaban era un regaño de Seteth.
Byleth y Catherine, sintiendo la completa libertad de pelear a capricho con sus mejores armas, chocaron de frente con la clara intención de medir las fuerzas ajenas, pero ésta vez la profesora dejó por completo ese papel y volvió a ser la mercenaria que debía hacer todo para ganar y salir viva. Sin pensarlo, concentró suficiente fuerza para empujar a Catherine y tener suficiente espacio para golpearla en el costado con la rodilla donde tenía la protección.
Catherine se dolió el golpe pero no por ello retrocedió más de dos pasos. Con una sonrisa fiera adornando su rostro, la Galerna activó los rayos en su espada y sin contenerse comenzó a soltar golpe tras golpe, tratando su espada como si de un garrote se tratase.
Byleth, entonces, sintió la energía de rayo atravesar su cuerpo cuando la espada alcanzó a herirla en un brazo. Gracias a su resistencia mágica natural pudo sacudirse la molesta sensación del cuerpo. ¡Catherine era muy veloz! Veloz y fuerte, no detenía su constante ataque, no se comparaba a aquella vez que ambas se sentían encadenadas por pelear en un sitio concurrido y con armas que no estaban hechas para desencadenar todo el potencial de las combatientes.
Ahora era distinto y todos podían verlo.
Catherine sentía una emoción recorrer su cuerpo mientras peleaba contra la profesora. A pesar de dedicarle sus mejores ataques y una que otra patada para alejarla, ella resistía. Catherine se caracterizaba por su brutalidad al pelear, así que soltó una estocada con su espada. Alguien que no caía ante la magia imbuida en su espada era digno de admiración.
"¡Nada mal, Azote Sombrío! ¡Muéstrame lo mejor que tengas!" Catherine atacó de frente con su inmensa fuerza, y con alegría notó que su oponente se estaba acoplando a su velocidad y movimientos. ¡Esa chica era fantástica! Y pensar que apenas rondaba la edad de los alumnos de la Academia.
Byleth aprovechó un potente empuje de la Galerna que la hizo quedar sobre una rodilla en el suelo. Sin pensarlo, con una mano soltó un manotazo al suelo para lanzar tierra a la cara a la Galerna.
Catherine maldijo por lo bajo y por mero instinto se cubrió con su espada, y justo a tiempo, sintió un empujón de cuerpo entero que la hizo retroceder varios pasos. La Galerna rió.
"Me agrada tu estilo, da igual que sean trampas", dijo Catherine mientras trataba, con todas sus fuerzas, de ignorar la molestia en sus ojos y concentrarse en sus otros sentidos. Sintió un corte en su pierna, luego otro en un brazo. A su parecer, Seteth era un tonto por pensar que las trampas eran deshonrosas en el campo de batalla, todo era válido a la hora de pelear. A la hora de ganar.
"Soy una mercenaria, esto te salva la vida en una batalla", explicó Byleth con parsimonia.
"¡Y estoy totalmente de acuerdo!" Catherine pudo abrir uno de sus ojos, sólo para ver que Byleth estaba lista para cargar contra ella. Su sonrisa se llenó de confianza. "¡FULGOR!" Era el ataque especial del Filo del Trueno, una técnica que combinaba la potencia y la energía de un Trueno, valga la redundancia, con un ataque físico potenciado y otorgado por la Cresta que poseía Catherine en su sangre, la Cresta de Charon.
El selecto público presente no tuvo tiempo de reaccionar, Byleth recibió el ataque completo de la espada, la joven mercenaria sólo tuvo oportunidad de cubrirse con la espada de su padre. Byleth salió volando varios metros y rodó por el suelo un par más hasta quedar de espaldas.
"¡Byleth!" Manuela de inmediato se puso de pie.
Shamir sólo masculló algunas maldiciones en su lengua madre mientras los demás estaban a nada de ir a revisar a Byleth.
"Oh…" Catherine lucía sinceramente arrepentida. "Lo siento…"
Pero nadie tuvo oportunidad de avanzar ni un metro, Byleth tosió un par de veces y se puso de pie, su cuerpo soltaba un poco de humo. ¡Así que esa era la fuerza de un Arma Legendaria! ¡Era fantástica! No le importaba sangrar, bastaría curarse para volver a empuñar su espada.
"Eres muy poderosa, Sir Catherine, ¿seguimos?" Preguntó Byleth con escondida emoción. "Si entreno a mis alumnos adecuadamente, podrán usar sus Reliquias como tú".
Catherine rápidamente recuperó la sonrisa. "¡Sigamos!"
"¡No, nada de seguir!" Intervino Manuela y eso bastó para que ambas combatientes pusieran gestos de decepción.
"Estoy bien, Manuela", insistió Byleth cual niña pequeña.
"Ya la escucharon", intervino Shamir y fue con Catherine. "Ambas sabemos lo violenta que es la técnica de tu espada, y además soltaste todo su poder sin control alguno".
Catherine regresó la espada a su cinturón, rendida. "Lamento eso, me emocioné, hace mucho que no me enfrento a alguien que me permita sacar todo mi potencial…"
"Me sorprende que la técnica que no la matara", comentó Hanneman aún con el corazón acelerado por el susto.
Alois miraba a Byleth con atención, al menos hasta sonreír por lo bajo y unirse a los demás. "Ya escucharon a Manuela, lo mejor es dejar la pelea por ahora. Ya tendrán otra oportunidad. Podemos volver a salir juntos y ésta vez usen espadas normales".
"Por cierto, tu espada es fantástica", comentó Catherine mientras se acercaba a Byleth. "Las armas se rompen cuando se enfrentan a mi técnica, pero tu espada es resistente", su vista se fijó en la espada y notó que los trozos de cuero que la cubrían estaban rotos… Y entonces los vio, los sellos de Seiros y un escudo de la Iglesia. "Oye, esa espada es…"
Byleth se alarmó y abrazó su espada, no percató que el brutal ataque de Catherine rompió el cuero que cubría el arma. Shamir se tensó pero supo ocultarlo.
"Conseguí ésta espada con un mercader", explicó Byleth de inmediato. "Me gustó y la compré", fue la mentira que llegó a su cabeza.
"Esa arma solamente la puede blandir un Caballero de Seiros", Catherine no estaba contenta.
Byleth negó y puso un gesto triste, uno pequeño y apenas notorio. Alois se colocó entre ambas con un aire más controlado.
"Deja que la conserve, Catherine", dijo el Caballero con seriedad. "No es la única espada ni equipamento de la Orden que ronda por los mercados, hemos amonestado a más de un Caballero que ha vendido sus armas a coleccionistas para luego reportarlas como perdidas en combate".
Catherine bufó. Aunque la espada tenía las marcas de la Orden, no se parecía mucho a las otras espadas. Y Alois tenía razón, había muchos allá afuera, coleccionistas en su mayoría, que trataban de conseguir armas de todo tipo.
"De acuerdo, puedes conservarla", dijo la Galerna, relajándose al fin. "Y lamento lo del ataque…" Su sonrisa poco a poco regresó a su rostro. "Admito que eres fuerte, eres la primera persona que resiste mi técnica especial y vive para contarlo", dijo y se echó a reír, su buen humor recuperado.
Byleth suspiró de alivio. "Eres muy fuerte, Sir Catherine, además aprendí mucho de ti y de cómo se mueve tu cuerpo con un arma que es para ti. Mis alumnos tienen la Lanza de la Ruina y un hacha llamada Freikugel".
"Oh, las reliquias de Gautier y Goneril, entiendo".
"Ya podré comenzar a entrenarlos. Muchas gracias".
Catherine rió. "La siguiente usemos espadas simples, ¿qué dices?" Al decir eso, rodeó los hombros de Byleth y la llevó consigo de regreso al pueblo. "Vamos, te invito un trago en compensación".
"¡Hey, esperen, debo curarla!" Manuela fue a alcanzarlas.
"¡Y yo tengo que explicarte a detalle sobre el flujo de energía entre el arma y el usuario", Hanneman también fue tras ellas.
Shamir suspiró de fastidio. "Es una animal, no sabe controlarse", masculló, "además no trae dinero, nosotros pagaremos esos tragos", y de reojo notó que Alois miraba con atención a la joven mercenaria, con una sonrisa pequeña además. "¿Pasa algo?"
Alois negó. "No, no es nada", el Caballero recuperó su sonrisa alegre de siempre. "¡Andando, compañera! ¡No queremos perdernos el resto de la celebración!" Enseguida levantó su índice ante la siguiente ocurrencia. "Creo que no nos la perderemos, es una fiesta de 28 años", agregó y rió a carcajadas.
Shamir sólo negó con la cabeza.
CONTINUARÁ…
