PARTE 26 Hambre de Saber
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Edelgard no estaba del todo satisfecha, pero tampoco que tuviera tiempo de hacer uno nuevo. El tiempo pasó volando y antes de darse cuenta, ya casi era el cumpleaños de su querida profesora. Todos los alumnos de la Academia de Oficiales tenían preparados los regalos para Byleth. Flores, poemas, canciones, dulces, accesorios, libros y un amplio etcétera. A Byleth le gustaba todo, no se quejaba ante ningún regalo y eso hizo sencillo para los alumnos no quebrarse demasiado la cabeza pensando en un regalo adecuado. Adicionalmente a los regalos individuales, cada Casa le daría a Byleth y una carta de agradecimiento escrita en conjunto por los alumnos de cada grupo. También había un banquete de pescado planeado para ese día, Dedue y Ashe trabajarían en la comida por votación popular, mientras que Mercedes se haría cargo de los postres. La celebración sería en el comedor del monasterio.
De parte de las Águilas Negras, Edelgard preparó un pendiente de metal oscuro con la forma del Águila bicéfala de la bandera del Imperio de Adrestia. Hasta donde Edelgard sabía, Dimitri y los Leones Azules le regalarían a la profesora un broche de un raro metal azulado con el grabado de un león, y Claude tenía listo un elegante brazalete de oro con un ciervo grabado. Conociendo a Byleth, usaría todos los accesorios. Edelgard rió al pensar en ello.
Pero no solamente la alegría embargaba a Edelgard cada vez que pensaba en su querida profesora, era el amor que le brotaba por cada poro de la piel al saber que, mientras Byleth quería mucho a todos sus alumnos y a sus colegas más cercanos, era ella quien tenía su corazón y eso la hacía sentir muy bien. Pensaba darle una carta de su parte junto con el regalo especial, pero eso sería a solas. También esperaba tener la oportunidad de devolverle las atenciones a Byleth, pero desde que regresó de la celebración de cumpleaños de Sir Catherine, y con ayuda del profesor Hanneman, Byleth le estaba dando lecciones extra a Sylvain y a Hilda para ayudarles a usar mejor sus Reliquias. Y siendo ese par en especial uno bastante holgazán, Byleth tenía que ir a sacarlos de sus escondites para ponerlos a entrenar.
Alguien tocó la puerta de su cuarto y Edelgard se apresuró a guardar el dibujo y todo lo demás. Ya era hora de permitir el acceso.
"Lady Edelgard, soy yo", sonó la voz de Monica.
"Adelante".
La joven maga entró al dormitorio luego de un educado "con permiso". ¡Al fin tenía permitido entrar al cuarto! Seguramente su princesa ya había terminado con cualquiera fuera su pendiente.
"Lamento interrumpirla".
"No, en lo absoluto. ¿Sucede algo?"
"Acaba de llegar la carta de respuesta de ellos", informó en baja voz, de entre su chaqueta sacó el documento cuidadosamente enrollado y se lo entregó. "Hubert la recibió pero el profesor Hanneman lo llamó y me pidió que le entregara la carta".
"Muchas gracias, Monica. Espero que no estés muy cansada por estar trabajando tanto con la profesora Byleth".
"Me gusta trabajar", respondió Monica. "Yo también tengo una Reliquia que me está esperando en casa, mandé a pedirla para pedirle a la profesora que me ayude a entrenar. Mi padre es un buen mago pero prefiero aprovechar el tiempo que estaré aquí. Así estaré mejor preparara para cuando se gradúen".
"Y te agradezco mucho por eso, Monica, pero no olvides tomar un respiro de vez en cuando".
"Aunque quisiera sobreesforzarme, no puedo, la profesora me manda a descansar, y es peor cuando Mercedes o alguien más me invita el té, no puedo negarme", explicó Monica con gesto derrotado. "Los postres de Mercedes son letales, y la selección de té de Lorenz es muy buena..."
Edelgard rió y decidió revisar la carta de una vez. Y la respuesta de Myson la hizo sonreír. "Me mandarán a Aymr a finales de ésta luna. Esperaremos hasta entonces para darles pistas a los Caballeros de Seiros de su ubicación para que puedan perseguirlos. Ese monstruo de Solon debe pagar por lo que hizo en Remire".
Monica asintió. "Además, aún tenemos que entrar al Mausoleo, hay otra arma esperando por usted, Milady".
"Entre más tengamos a nuestro favor, mejor", agregó Edelgard con una sonrisa. Antes de sonrojarse ligeramente al mirar uno de los cajones de su escritorio. "Monica, si te pido una opinión, ¿serás completamente sincera conmigo?"
"¡Por supuesto, Lady Edelgard! Puede pedirme lo que sea y yo le seré de ayuda en todo lo posible", exclamó la maga.
"Entonces te lo mostraré, pero quiero que me des tu sincera opinión. Hice lo mejor que pude con la habilidad que tengo, pero aún tengo mis dudas..." Y mientras decía eso, del cajón sacó el retrato que hizo de Byleth.
Monica abrió los ojos con sorpresa y tomó delicadamente el caro papel. Lo miró con asombro y por supuesto que notó los pequeños fallos en las proporciones, y también notó que la princesa esperaba su sincera opinión al respecto. Tomó aire.
"Hay algunos errores en las proporciones del cabello y..."
"Lo sabía", se lamentó Edelgard. "Pero ya no tengo tiempo de hacer otro, y aunque pudiera, no sé cómo".
"Si me permite una sugerencia..."
"Te escucho".
"Bernadetta es una gran artista. He visto sus trabajos cuando la profesora me manda a sacarla de su cuarto cuando quiere escapar de los entrenamientos extra. También Ignatz es un magnífico artista... Cualquiera de ellos podrá ayudarla a hacer correcciones sin tener que moverle demasiado a lo que ya está hecho".
"Eso quiere decir que cualquiera de ellos dos tendrá que ver éste desastre", dijo Edelgard con horror. "No puedo permitirlo".
"Comprendo eso, Lady Edelgard", Monica sonrió y le devolvió el dibujo. "Pero no hay nada de malo en pedir ayuda, al contrario, la ayudará a mejorar con el tiempo".
Edelgard sonrió ante las sabias palabras de su vasalla. "Tienes razón. Además es una buena oportunidad para fraternizar mejor con Bernadetta".
"He notado que a veces gusta mirarla desde lejos".
"Sí, y las veces que me acerco a ella para hablar, cree que la voy a maltratar, pero eso no es culpa de Bernadetta, Dorothea me ha dicho que todo eso es culpa de su padre", y la princesa nunca se sentía feliz al pensar en ese hombre.
"Ugh, ni que lo mencione... En serio no puedo creer que metieran a Bernadetta a un costal y la dejaran en las puertas del Monasterio".
"Se entiende perfectamente bien que ella no quisiera participar en las clases y los entrenamientos al principio, nunca quiso estar aquí".
"Pero ahora parece más cómoda, habla con varias personas y escapa un poco menos".
Ambas compartieron una sonrisa.
"¿Desea que la mande a llamar, Lady Edelgard?"
"No, vayamos a buscarla. Si le dices que la busco quizá entre en pánico, mejor hablo con ella".
Monica asintió.
"Pero primero debo devolver estos libros a la biblioteca".
"La profesora Byleth me pidió si podía sugerirle algunos libros con más estrategias, aprovecharé para buscarlos".
"Entonces vamos".
"Sí, Milady".
Y antes de salir del cuarto, Edelgard se aseguró de quemar la carta que recibió de Myson con el hechizo de fuego que seguía mejorando.
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Claude estaba particularmente interesado en lo que seguía descubriendo entre los oscuros y polvorientos rincones de la biblioteca. Tendía a ser cuidadoso desde que Seteth lo descubrió con un libro que, según el Consejero, no era parte de la colección y se lo llevó sin más. A saber si se deshizo del libro o lo escondió en algún lado.
Pero ahora se había hecho de un rarísimo documento antiguo, tan antiguo que debía tener cuidado al manipularlo, lo encontró traspapelado en un viejo libro de recetas de platillos tradicionales de Albinea. ¡Por eso la curiosidad era fantástica, ayudaba a descubrir tesoros escondidos! Ésta vez nadie le quitaría ese documento, pero debía ser discreto y llevárselo de ahí cuando los Caballeros que cuidaban del sitio estuvieran un poco menos atentos. De momento, para ellos, Claude sólo leía un libro de recetas de cocina.
Pronto sería el cumpleaños de la Profesora Byleth y era por todos sabido que su comida favorita era cualquiera que tuviera pescado. Claude sólo era un dedicado alumno que trataba de cocinarle algo delicioso a la profesora favorita de todos.
"Hey, Claude, ¿estudiando a ésta hora?" Preguntó Edelgard de repente, haciendo saltar a Claude.
"Bueno, he de decir que Claude puede ser muy aplicado cuando algo le interesa", comentó Monica de manera jocosa.
Claude, por supuesto, sabía actuar según el momento y no parecer más sospechoso que de costumbre. Cerró el libro para mostrarles la portada. "Estoy buscando algún platillo que no esté en el menú del comedor pero que tampoco necesitemos ingredientes imposibles de conseguir", fue la casual respuesta de Claude.
"Bueno, incluso si los conseguimos, seguramente serán caros, y no es que tengamos mucho dinero precisamente, a menos que lo mandemos a pedir", comentó Edelgard. "Y además la fiesta será pronto y no tendremos tiempo de mandar a pedir los ingredientes".
"Bueno, valió la pena la búsqueda, seguramente a la profe le gustará leer un libro de recetas. O quizá a los cocineros estrella de los Leones Azules les sea de ayuda", continuó un sonriente Claude. "No sé ustedes, pero a mi me encantan los banquetes con muchas personas compartiendo la comida en la misma mesa".
"Y yo le estoy tomando el gusto, lo admito", dijo Edelgard.
"Ese libro debe ser nuevo, no recuerdo que estuviera en la colección el año pasado", comentó Monica luego de hacer memoria. "Al menos no una edición tan antigua ahora que la veo. ¿Me permites hojearlo?"
Claude maldijo para sus adentros. Por supuesto, Monica y su memoria eidética. Tampoco quería parecer sospechoso por ponerse a la defensiva por un simple libro de cocina, quizá no verían el documento traspapelado pero... ¿Y si lo veían qué pasaría? Decidió apostar por cualquiera fuera el resultado.
"Adelante. Albinea queda más cerca de Adrestia que de Leicester, así que ustedes podrán decirme si esos ingredientes están disponibles actualmente".
Monica y Edelgard comenzaron a hojear el libro de recetas. Y entonces encontraron la hoja suelta y ambas vieron el grabado. La mirada de Claude brilló al ver que ellas reaccionaron a esa imagen, como si no les fuera desconocida.
"Esto..." Murmuró Edelgard.
Claude decidió jugar al tonto. "¿Qué es eso? ¿Una página rota?"
"No. Es un antiguo grabado de la Furia Blanca", dijo Monica en baja voz. "Mejor que no nos descubran viendo esto o nos quitarán el documento".
Claude se acercó más a ellas para ver el grabado más de cerca y fingió sorpresa mientras señalaba algo en la ilustración. "¿No les parece familiar ésta marca de aquí?"
"Es el Emblema de Seiros", respondió la maga.
Edelgard no decía nada.
"Eso es raro, ¿no lo creen? No sabía que la Furia Blanca tenía el Emblema de Seiros, ¿no se supone que la Diosa mandó a la Furia Blanca a auxiliar a la Santa Seiros y a su ejército?"
"Eso es lo que dice la leyenda, pero seguramente sabrás que esa no puede ser toda la verdad", murmuró Monica.
"¿Y tú qué opinas, princesa?" Preguntó el arquero, juguetón. "¿No crees que quizá esos emblemas tengan la capacidad de transformar a alguien en una criatura como esa?" Era curioso que ella no dijera nada. "Personalmente tengo muchas preguntas, pero he leído muchos libros de aquí y es la primera vez que veo algo como esto".
"Es porque no hay información de ésta naturaleza en la biblioteca", murmuró Monica.
Edelgard suspiró de manera pesada. ¿Qué tan riesgoso era darle un poco de información a alguien tan hambriento de saber como lo era Claude von Riegan? Muy riesgoso, desde luego. Pero también tenía por misión revelar ante todos las mentiras de la Iglesia de Seiros, ¿quién mejor para ayudarla con esa empresa que el escurridizo y curioso futuro líder de la Alianza de Leicester?
"Te sorprendería toda la información que hay sobre ésta criatura en especial", fue el único comentario de Edelgard.
Claude abrió un poco más los ojos, mientras que Monica miró a su princesa con sorpresa.
"Su Alteza".
Edelgard le devolvió el libro y el grabado a Claude. "Me agrada cuando tratas de hacerte el inocente, Claude, pero te falta más práctica".
El arquero rió. "No sé de qué hablas, princesa, soy un inocente alumno que quiere aprender más, todo por el bien del futuro que quiero".
Edelgard dibujó una media sonrisa. "No aprenderás más de ese grabado, pero si tienes un poco de paciencia, te contaré lo que sé sobre el tema".
"Oh".
"Por supuesto, esa información tiene un precio, futuro Archiduque Claude von Riegan".
Claude no dejaba de sonreír, pero eso no evitó que se cruzara de brazos. "¿Te parece si platicamos del precio una vez que yo sepa cuánto vale esa información?"
"¿Y cuál es mi garantía de que cumplirás con el pago?" Preguntó una seria Edelgard, encarando al arquero.
"Un favor, sólo por el hecho de que estés dispuesta a contarme lo que sabes. Y a mi no me gusta dejar ningún favor sin cumplir", propuso Claude. "Si te fallo, puedes cortarme la cabeza con cualquiera de tus hachas, princesa, o mandar a Hubert a matarme de la manera en que él quiera. Una mala idea ahora que lo pienso, pero saber que tú sabes algo que yo no, no me dejará dormir por muchos días".
Edelgard finalmente soltó una risa pequeña. "Me agradas, Claude, sólo no te acostumbres mucho".
"¿Y cuándo estarás dispuesta a compartirme esa información, princesa?"
"Camino a la misión a finales de ésta Luna. Sabes que a la profesora Byleth le gusta mantenernos juntos. Ahí te contaré todo".
"¿Es decir que me tendrás comiendo ansias todos estos días?" Claude también rió. "Eres malvada, Alteza".
"Lamento no poder hacerlo antes, pero quiero prepararme para el cumpleaños de nuestra profesora. Y también se acerca el cumpleaños de Dorothea y debemos planear la celebración".
"De acuerdo, lo acepto, lo que sea por el especial día de dos damas distinguidas", dijo y le ofreció su mano a la princesa. "¿Tenemos un trato?"
"Sí, lo tenemos", respondió Edelgard, estrechando la mano del arquero.
"Por cierto, estos ingredientes son de temporada, así que no los conseguiremos, son caros", intervino Monica, señalando el libro. "Intenta con un recetario de Brigid o de Dagda, tienen un buen clima todo el año y sus ingredientes siempre están disponibles, son más sencillos de traer desde el Imperio".
"Lo tendré en cuenta, muchas gracias".
"Vayamos a buscar a Bernadetta, seguramente estará en su habitación", dijo Edelgard apenas soltó a Claude.
"Vamos".
"Con tu permiso, tenemos algunas cosas por hacer".
El par se retiró y Claude aprovechó el momento para esconder el grabado en su chaqueta y devolver el libro a la estantería. Sí, definitivamente la curiosidad era una buena consejera.
~o~
Byleth estaba tan ocupada en esos días que, a decir verdad, no recordaba que su cumpleaños estaba cerca. Tenía alumnos por cuidar y trataba de dedicarles todo el tiempo posible. El cumpleaños de Dorothea sería a finales de esa Luna pero caía a principios de semana, así que estaba pensando seriamente en pedir el día libre un día antes para hacer un día de campo, a Dorothea le gustaba estar fuera de los opresivos muros del Monasterio (palabras textuales de la cantante) y estar afuera le caería mejor. Ya el lunes podrían celebrar con las otras dos casas en el comedor. Dorothea en especial era muy popular con los otros dos grupos.
Platicarlo con el resto de las Águilas no era mala idea.
Por supuesto, mejorar sus propias habilidades era importante para mantener a sus alumnos a salvo, así que practicaba un rato con la más inesperada compañía.
"Concentra tu magia... Justo así, lo estás haciendo bien", decía la suave voz de Flayn. Estaba con Byleth detrás de uno de los edificios administrativos del Monasterio. Eso de estar escondida, más que cansado, era terriblemente aburrido. Verse en secreto con Byleth era divertido.
"¿Así?"
"Concéntrate en aquello que te llena de paz y de confianza, piensa en eso que te ayuda a salir adelante día a día", indicaba la chica. Desde la primera sesión, Byleth le dejó en claro que era totalmente ajena a las enseñanzas y la doctrina de la Diosa.
Flayn encontró aquello increíblemente interesante, además de refrescante. Nunca había conocido a alguien que no supiera de la Diosa... Tampoco que la chica se aventurase fuera de los territorios de Fódlan, aunque estaba al tanto que en Brigid creían en los Espíritus, y que Dagda tenía una deidad también. Poco sabía de las zonas lejos de Fódlan y la apenaba pensar en eso a pesar de todo el tiempo que había estado en ese mundo.
Flayn quería conocer ese mundo, por eso cambiaba lecciones de Sanación por historias. Y Byleth sabía muchas historias, acababa de contarle cómo ayudó a una mujer a dar a luz. Flayn nunca lo había intentado, la mayor parte del tiempo que la pasó como Sanadora, fue atendiendo a los heridos durante la guerra contra los Agarthanos... Y otras tantas guerras que siguieron luego de esa. Su padre (hermano) no le permitía ir a ningún lado sola por temor a que le pasara algo malo.
Amaba a su padre, pero Flayn se sentía peor que un pájaro enjaulado, porque al menos a un pájaro todos los que estaban cerca lo escuchaban cantar... Y ella era invisible en el Monasterio.
"¿Segura que puedo usar éste hechizo contra ti?" Consultó Byleth con una muy justificada preocupación: Seteth la echaría del Monasterio a patadas si le hacía cualquier daño a su hermana menor.
"No me harás daño con ese hechizo, mi resistencia mágica es buena, soy natural con la magia de Fe", dijo Flayn para calmar a la joven Profesora. "El hechizo de Nosferatu te ayudará a defenderte mejor y a mantenerte peleando por un rato más".
"De acuerdo. Aquí voy", Byleth tomó aire y murmuró el encantamiento mientras apuntaba sus palmas hacia Flayn. "Nosferatu".
Flayn sintió el golpe energético y sonrió. El hechizo de Byleth era excelente. "Buen trabajo".
Byleth se miró las manos, aún brillaban a causa del hechizo. "Pude sentir como si tratara de atrapar algo con las manos, pero se iba entre mis dedos".
"Eso es por mi resistencia mágica, en un oponente menos preparado, lo debilitarás y serás tú quien se fortalezca... Ya decidirás después cómo terminar esa batalla".
La joven profesora asintió. "Muchas gracias, Flayn. Manuela y Hanneman ya hacen mucho por mi, no quiero molestarlos más cuando ellos también están ocupados".
"Mi hermano dice que la profesora Manuela es una excelente sanadora, seguramente querrá ayudarte también", y Seteth también decía que la mujer era un desastre andante y solían reportar que llegaba tarde al Monasterio luego de beber en el pueblo, pero eso no lo agregó.
"Oh, lo es, la he visto en combate y atendiendo heridos", respondió Byleth, se concentró otra vez en el nuevo encantamiento que acababan de enseñarle, debía mejorarlo para usarlo mejor en batalla. "Cuando sucedió lo de Remire, ella se encargó de organizar a los alumnos para atender a los heridos, y curó personalmente a los que estaban en más riesgo y los salvó. Es fantástica".
"Pronto será la siguiente misión, ¿verdad?"
"Sí, a finales de ésta Luna".
"¿Me contarás cómo les fue?"
"Por supuesto".
Flayn sonrió y hasta ese momento le indicó a Byleth que dejara de entrenar. Al igual que cualquier otra magia, había un límite para la reserva de poder mágico de cada persona, y quién sabe si Byleth necesitaría un hechizo disponible en cualquier momento del día.
"Muchas gracias por la lección", agradeció una seria Byleth con una inclinación, su voz siempre seria, pero para Flayn era fácil leer su emoción y su sincero agradecimiento.
"Te ayudaré siempre que lo necesites, tengo mucho tiempo", lamentablemente, pensó la chica.
Antes de que Byleth pudiera decir algo, se escucharon pasos acercándose. Ninguna tuvo tiempo de esconderse.
"Flayn, aquí estás", dijo un aliviado Seteth, pero su gesto cambió apenas la vio acompañada del Demonio. "¿Qué haces aquí molestando a mi hermana, profesora Byleth?"
Antes de que Byleth pudiera decir algo, Flayn se le adelantó. "Oh, ella es la profesora de la que me hablaste, hermano? No lo sabía, nos acabamos de topar".
Y Byleth asintió una sola vez mientras le lanzaba a Seteth su mejor gesto parco. Pero el gesto del Consejero no se relajaba y Flayn decidió atacarlo, un ataque totalmente intencional.
"Pero no parece ser el temible demonio del que me contaste", agregó Flayn con inocente y curioso gesto. "Me dijiste que ella era el Azote Sombrío, una terrible bestia sedienta de sangre a quien te gustaría mantener encadenada porque..."
Seteth se puso rojo. "¡Flayn!" Se aclaró la garganta y entonces notó que Byleth le miraba con un gesto claramente dolido, incluso entre su falta de emociones era fácil leerla.
"¿Soy una bestia?" Byleth decidió unirse al ataque de Flayn. Ya estaba más que al tanto de esos detalles, la chica no se guardaba nada y le contaba lo que su hermano mayor decía de ella. A la joven profesora no podía importarle menos la opinión que Seteth tenía de ella, pero hacerlo enfadar siempre era divertido. "Pero siempre cuido mucho de mis alumnos y..."
"¡Era una broma!" Aclaró un avergonzado Seteth. "Sólo una broma", se aclaró la garganta. "Profesora Byleth, ella es mi hermana menor Flayn".
"Un gusto", respondió una parca Byleth, inclinándose ante la chica. "Byleth, sólo Byleth. Profesora de Táctica y Combate por éste año escolar".
"Oh, ya veo. Escuché que el profesor anterior escapó durante el primer día".
"Sí, hubo un ataque de bandidos y tres alumnos quedaron separados del grupo".
"¿Cómo fue eso posible?" Flayn fingió horror e incluso se cubrió la boca con una mano en señal de alarma. "Pero estaba lleno de Caballeros cuidándolos, y además hay realeza entre los alumnos".
Byleth asintió, su mejor gesto parco en la cara. "Una colega mía que ahora mismo es una alumna fue quien salvó a esa realeza de unos bandidos, y luego yo evité que el líder de los bandidos matara a la princesa de Adrestia. Mira, aquí tengo la cicatriz que me dejó el hacha de ese malvado", Byleth estuvo a nada de mostrar la cicatriz pero...
Seteth se aclaró la garganta de manera ruidosa, más rojo no podía ponerse en ese punto. Lo último que necesitaba era recordar tan vergonzoso evento para la Iglesia.
"Todo lo que dije era una broma, Flayn, la profesora Byleth es una guerrera muy capaz y los alumnos la tienen en buena estima", fue lo único que pudo decir Seteth. Escuchar sus propias palabras salir de la boca de Flayn lo hacían sonar realmente mal. No negaba haber dicho eso, pero al escuchar todo así... Su vergüenza era sincera. "Me disculpo por mis rudas palabras", le dijo Seteth a la profesora. "Pero te pido que no te acerques a mi hermana".
Flayn ya se esperaba eso, se cruzó de brazos y frunció el ceño. "Sólo hemos hablado un poco. Es interesante platicar con ella".
"Flayn me agrada", agregó Byleth, echándole más leña al fuego.
"Agradezco tu buena opinión de mi hermana, pero te pido que te mantengas alejada de ella, no puedo permitir que la pongas en peligro", aclaró Seteth.
Y ésta vez el enfado de Flayn fue genuino, sin dirigirle la mirada a Seteth, se inclinó ante Byleth de manera educada. "Con tu permiso, profesora Byleth, ha sido un placer conocerte", y enseguida se fue sin decir más.
"¡Flayn, espera!" Seteth fue tras ella.
Byleth se quedó ahí. Ya estaba al tanto de que Seteth era muy sobreprotector con ella, la misma Flayn se lo contó, ¿pero llegar al punto de no permitirle conocer a más personas? No lo comprendía... Pero entrometerse más seguramente metería a Flayn en problemas. Y tampoco que necesitara tener más malos roces con el Consejero.
"Un Monstruo..." Murmuró Byleth con cierta diversión.
Seguramente Flayn volvería a buscarla y se disculparía por lo sucedido, y para cuando eso pasara, le tendría postres y bocadillos preparados.
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El Seminario de Emblemología ésta vez tenía algunos alumnos menos, específicamente los que se encargarían de la comida para celebrar el cumpleaños de la profesora Byleth. Nadie hizo mención y para todos era gracioso que ella tampoco pareciera recordarlo. Contaban con Jeritza para distraerla un rato más con su duelo semanal, Jeritza aceptó aunque su gesto dijera poco en realidad.
Nadie necesitaba saber que Jeritza moría por probar un pastel de cumpleaños hecho por su hermana, le daba igual de quién fuera el cumpleaños. La comida, como ya estaba planeado, estaría a cargo de Dedue y Ashe, pero Leonie y Bernadetta se sumaron a última hora para ayudarles. Lorenz junto con Ferdinand se encargarían del té, y los demás terminarían los preparativos en el comedor, querían poner flores y algunos adornos de papel de colores. Y por si acaso, Shez sería la encargada de mantener a la profesora ocupada luego del duelo, en caso de que necesitaran más tiempo.
"Y eso es todo por ahora", finalizó Hanneman después de explicar a detalle cómo fluía la energía en el cuerpo humano cuando su poder estaba activo. Y también cómo tratar de mantener ese poder activo de manera consciente, pues no era como si un Emblema concediera todas las capacidades combativas, mágicas y físicas, todo el tiempo. "Durante la semana que viene les estaremos ayudando a los que porten Cresta a concentrarse mejor en las habilidades que éstas les dan. El control de ese poder es importante para no ser sobrepasados por éste".
Los alumnos asintieron con gestos y palabras, Hanneman dio por finalizado el Seminario y todos se fueron con algo de prisa. El mismo Hanneman también. Shez fue quien se encargo de ir a la par de la profesora para acompañarla al duelo contra Jeritza. Los demás se apresuraron al comedor a finalizar con los preparativos, pero ciertamente nunca faltaba público.
Catherine y Shamir estaban ahí y eso Shez lo agradeció. Según escuchó, ellas estaban al tanto de la celebración y confiaba en que la ayudarían a distraerla hasta que todo estuviera listo. Manuela también estaba ahí, para detener el combate en el momento adecuado.
El duelo transcurrió como de costumbre, con Manuela marcando el final del duelo que terminó con la victoria de Byleth y, que según las cuentas de ambos, los tenía a la par. Luego de eso, Shamir y Catherine se acercaron a hablar con ella y comentar respecto al duelo, aunque a momentos a Catherine se le olvidaba que sólo la estaban distrayendo y se metía bastante en la conversación, mencionando que también quería tener un duelo con Jeritza.
Paso casi una hora hasta que alguien fue a avisarle a Shez que ya todo estaba listo en el comedor.
El gesto de Byleth al entrar y ver a todos sus alumnos ahí, además de colegas y otros conocidos, con una fiesta preparada sólo para ella. La llenaron de regalos y de flores, la felicitaron uno por uno, y más de uno se animó a abrazarla. Luego llegó el turno de los líderes de las Casas de dar los regalos en nombre, precisamente, de sus respectivas Casas.
"Gracias por todo, profesora Byleth, acepta esto de parte de los Leones Azules, por favor", dijo Dimitri, dándole una carta y el broche azulado.
"Me encanta, muchas gracias, Dimitri", Byleth de inmediato se colocó el broche en una de las solapas de su abrigo.
"Y esto, querida profe, es de parte de los Ciervos Dorados", dijo Claude enseguida, mostrando con orgullo el brazalete, mismo que la profesora ajustó por debajo de su protector.
"Muchas gracias, Claude".
"Y esto, profesora mía, es de parte de las Águilas Negras", anunció Edelgard con singular orgullo mientras le daba el colgante con la forma del águila bicéfala. "Una pequeña muestra de agradecimiento por cuidar de nosotros".
Byleth tragó saliva discretamente mientras se colocaba también el colgante, le gustó, ese metal negro en serio relucía y quedaba a juego con el resto de su ropa.
"Te lo agradezco mucho, Edelgard".
"Al contrario, somos nosotros los que estamos agradecidos por todo lo que nos estás enseñando".
"Y creo que ya es hora de comenzar con el banquete, los cocineros estrella han trabajado mucho como para que dejemos que la comida se enfríe", intervino Claude.
"Entonces vamos a comer, desde que entré, huele bastante bien".
Y el banquete comenzó. No podían beber alcohol, pero té estaba bien. Byleth tuvo que dar una vuelta rápida a su cuarto para ir a dejar todos los regalos que le dieron, Manuela le ayudó. Y de pasó le dio un regalo extra. Un regalo de parte de Seteth y de alguien más.
"Lo siento, y gracias por tu trabajo", decía la nota de Seteth. "Mi hermano dice que lo siente, espero que la pases bien en tu cumpleaños", decía la nota firmada solamente con una F. De parte de Seteth recibió una caña de pescar, mientras que Flayn le mandó unos anzuelos bastante lindos.
La celebración del día fue bastante divertida, pero alguien aún tenía un regalo más para darle a la tan querida profesora. Luego de la fiesta y de dejar limpio el comedor, Edelgard fue con Byleth.
"Profesora mía... ¿Me podrías escoltar a mi cuarto?"
"Por supuesto, Edelgard", respondió Byleth con una sonrisa. "Muchas gracias por el colgante, me gustó mucho".
"Podremos no tener a los grandes maestros metalúrgicos de Faerghus, pero nuestros herreros se defienden muy bien", presumió Edelgard. Se atrevía a pensar que, de los tres regalos, fue el Águila bicéfala el que más le gustó a la profesora, lo portaba con orgullo.
"Me gustó mucho. Disfruté mucho la fiesta".
"Nosotros también, creo que los demás te vieron sonreír un par de veces", comentó Edelgard.
"Me gusta estar con ustedes".
"Estoy segura de que todos lo saben".
Entre esos y otros comentarios sobre lo sucedido en la fiesta, como Raphael e Ingrid comiendo todo a su paso, o Bernadetta y Marianne platicando en baja voz en una esquina pero sonrientes, ambas llegaron a la zona de dormitorios. Ya casi todos los alumnos estaban resguardados en sus cuartos, uno que otro seguramente rondaba la biblioteca.
"Pasa, por favor".
Byleth asintió. La puerta se cerró tras ellas y Edelgard tomó el regalo del escritorio y se lo extendió, al mismo tiempo que la besaba de dulce y ligera manera.
"Feliz Cumpleaños, profesora mía".
"Gracias, Edelgard", Byleth la besó un poco más antes de tomar el regalo, era un regalo delgado. Lo abrió y se sorprendió al ver un retrato de ella misma. Sonrió sin poder contenerse. "Te quedó muy bien. Gracias, Edelgard, me gusta". Además del retrato, había una carta más que en el sobre decía "Léeme a solas". Edelgard moriría de pena si Byleth leía ahí mismo lo que era propiamente una carta de amor. También había dulces de miel. "El dibujo es bueno".
"Bernadetta me ayudó a mejorar las terribles fallas, profesora mía, no puedo tomar todo el crédito", confesó la apenada princesa.
"Me alegra saber que estás confiando más en tus compañeros".
"Seguir tu consejo ha sido la mejor decisión de mi vida".
"¿Todo bien?"
"Todo está marchando bien".
Byleth asintió y la besó una vez más. Se sentía feliz por ella.
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"La misión de éste mes será darles cacería a los bandidos de Metodey. Ya estamos cerca de su base principal, así que estamos confiados en que podrán atrapar a ese sujeto. Y en caso de que el bandido no esté, la orden es detener a esos ladrones y destruir su base. Recuperen los suministros de ser posible, esos le serán de mucha ayuda a otras personas", dijo Seteth, dándole el documento a Monica.
"Entendido", dijo Byleth.
"No tenemos ningún informe de que Solon esté relacionado con esa gente, pero te sugiero precaución. Y en caso de que lo encuentren, aborta la misión y regresa con los alumnos a la Academia. Los Caballeros de Seiros se encargarán de él".
Byletn asintió, al menos ésta vez sus alumnos no estarían en peligro si ese sujeto estaba cerca. A quien sí tenían ganas de atrapar desde hace mucho era a Metodey. Ese tipo tenía años escurriéndose de entre as manos de mercenarios, otros bandidos y la ley de todas las regiones de Fódlan. Ya era momento de que cayera.
"Me gustaría pedir permiso para salir de día de campo el último día libre de ésta Luna, quiero festejar el cumpleaños de una de mis alumnas ese día", pidió Byleth aprovechando la reunión.
"Es el cumpleaños de Dorothea Arnault de las Águilas Negras", agregó Monica.
"De acuerdo, te daré el permiso de una vez. Ya sabes las reglas, lleven un batallón que los cuide y lleguen aquí antes del toque de queda".
Byleth asintió. "Así será".
No mucho después, Byleth y Monica salían de la oficina de Seteth. Apenas estuvieron a suficiente distancia, Monica se atrevió a hablar.
"¿Soy yo, u hoy no te puso muchos peros?"
Byleth sabía que eso era gracias a Flayn. Sonrió.
CONTINUARÁ...
