PARTE 28 Previo a la Gran Batalla
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Sólo Monica tuvo permitido saber del descubrimiento con el desagradable lujo de detalles, ella ayudaba con los reportes de las misiones después de todo. Y a la joven maga no le sorprendió que la profesora Byleth explotara cuando fueron a dejar el reporte. Incluso la Capitana Berling se notaba consternada pero ni sus hombres ni ella dijeron nada a los alumnos sobre lo sucedido por petición de la profesora. La misma Monica prometió no decir nada, a ella misma le fue difícil escribir ese reporte, todo el tiempo tuvo el estómago revuelto.
"Me complace que la misión fuera exitosa", dijo Seteth luego de leer el detallado informe. "Y también que los alumnos regresaran sanos y salvos, sobre todo por la manía que tienes de llevarte a los tres herederos reales en cada misión", agregó el Consejero con seriedad.
"Mi intención es que aprendan y crezcan juntos, de ellos tres dependerán muchas cosas a futuro y quiero que se lleven bien", respondió Byleth, a duras penas lograba esconder lo tensa que estaba por lo sucedido en la misión. "Ya que estoy como profesora aquí por éste año, quiero hacer bien mi trabajo".
"Me alegra que lo veas de esa manera", Seteth se mostró complacido con esa respuesta. "Y según veo en el reporte, recuperaron todo lo robado", aunque no sonrió, se notaba satisfecho. "El cargamento que esos bandidos robaron era el último embarque de materiales de parte del General Goneril, el pago a la Iglesia por la ayuda que le dimos contra los invasores de Almyra".
La misión de la Garganta de Fódlan fue hace varias Lunas, Byleth frunció el ceño al percatarse de eso, ¿aún les estaban pagando por la ayuda? Otro detalle importante ahí la golpeó con fuerza. No pudo callar más.
"¿Nos mandaron a cazar a Metodey sólo porque robó cosas que eran para el Monasterio?" Preguntó Byleth con voz tensa y sus puños apretándose poco a poco.
Sólo Monica notó el cambio en el humor de la joven profesora, Seteth no, al menos no hasta que fue demasiado tarde.
"Así es, esos materiales son para los fieles al servicio de la Diosa y..." El Consejero respingó y casi se le cayeron los papeles de las manos cuando fueron las manos de Byleth las que se azotaron en el escritorio.
Monica no la detuvo, comprendía el porqué de la ira de la mercenaria. La comprendía y eso que ella sólo escuchó los escabrosos detalles.
"Metodey lleva años torturando y devorando personas", informó Byleth y luego señaló el reporte. "Justo como dice ahí. Encontré personas hechas pedazos en el calabozo que él tenía, personas que me pidieron la muerte como un último acto de caridad. Ese monstruo ha estado haciendo eso por años, ustedes siempre han tenido los medios para rastrearlo. Y sólo se hicieron cargo de él hasta que les robaron madera y telas".
Los puños de Byleth se apretaron más, Seteth no sabía cómo responder a la indignación de la profesora.
"Siempre tuvieron el poder para encontrarlo y detenerlo... Y no lo hicieron hasta que les robó..."
"Profesora, te pido que mantengas la calma, no es el momento de..." El Consejero calló cuando Byleth le dirigió una fría mirada que nunca le había visto. Normalmente se mostraba parca, serena en ocasiones, se atrevía a decir que incluso complacida cuando se salía con la suya, pero ahora la mercenaria le miraba con genuina ira...
Monica tampoco había visto esa mirada antes. Ella no lo sabía, pero esa era una mirada totalmente nueva, culpa de un sentimiento que nunca había embargado a Byleth antes, nada qué ver con los otros ojos del Azote Sombrío, del Demonio de las Batallas del que todos hablaban, de la mercenaria que mataba dejando un camino tapizado de cadáveres a su paso.
Antes de que pasara nada, alguien llegó a tiempo a apaciguar la situación.
"Profesora, por favor, cálmate", sonó la voz de Rhea mientras tomaba a la profesora por un hombro. Notó, con tensa calma, cómo la chica apretaba tanto los puños que ya le estaban sangrando. "Por favor, calma".
Byleth miró a la Arzobispa sin que su mirada cambiara en lo absoluto. Rhea no se perturbó pero sí sintió todo el fuego y los sentimientos de ira ardiendo en esos ojos.
La joven maga sólo atinó a sujetarse del brazo de la profesora y eso tuvo un mejor efecto que el toque de Rhea. "Profesora, por favor..."
Byleth dejó de apretar los puños y miró al suelo. "¿Porqué hasta ahora?"
"No podemos estar al tanto de todos los problemas en todos lados", fue lo que Rhea pudo decir. "Hay muchos bandidos afuera, profesora, tantos que no los podemos contar, tantos que esa es la razón por la que mercenarios como tú y Shez siempre tienen trabajo", dijo la mujer con firmeza, debía calmar a la chica. No pretendía deshacerse de tan diligente profesora, no cuando eso podría ganarle la inconformidad de los futuros líderes de las tres regiones de Fódlan.
Byleth tuvo que apretar los puños de nuevo para calmarse. A su cabeza también llegaron aquellas palabras de Miklan, que tuvo que robarse una Reliquia para que la Iglesia al fin le pusiera atención, pero no podía arriesgar su posición ahí, no quería dejar a sus alumnos. Tendría que aguantar un poco más la situación.
Soltándose gentilmente de ambas, Byleth se inclinó ante Seteth. "Lamento mucho esto, fue una misión tensa y sigo afectada por lo que vi".
"Más vale que te..." Pero Seteth no pudo comenzar con su regaño, Rhea le miró con dureza y el Consejero supo componer sus palabras. "Lamento también mi falta de tacto. Hasta el momento nos has dado buenos resultados y he sido duro contigo", la disculpa fue sincera. "Quiero que comprendas que es la responsabilidad de cada Noble el ajusticiar a esos bandidos, y cuando se nos pide ayuda es cuando intervenimos".
Byleth asintió. "Comprendo", la verdad era que no, pero no quería que la situación escalara de nuevo.
"Hacemos todo lo que podemos, pequeña, te lo aseguro", dijo Rhea, tomando las manos ensangrentadas de Byleth. "Parte de ese cargamento nos servirá para terminar de reconstruir lo que falta en Remire, y las telas son para las barracas de los mercenarios en contrato con el Monasterio, los compañeros de la pequeña Shez entre estos".
Monica supo leer la situación, trataban de deslindarse de las responsabilidades y sabía que Byleth también lo percataría, pero lo mejor era no decir más.
"Lamento mucho mi arranque de ira, no volverá a suceder", y Byleth lo decía en serio, no podía poner en riesgo su posición en la Academia.
"Ven, vamos a curarte. Tómate el día si lo necesitas, seguro que tus alumnos lo comprenderán", continuó Rhea.
Byleth negó. "Puedo darles clases. Estaré bien".
"Entonces al menos ven a que te limpiemos y te curemos", la Arzobispa se llevó a la joven mercenaria de las manos, pero antes de salir, miró a Monica. "Puedes retirarte, pequeña, avisa a los alumnos que su profesora irá apenas termine unos asuntos".
Monica asintió. "Entendido, Su Excelencia".
"Oh, y no menciones nada de esto, por favor", agregó Rhea antes de irse junto con Byleth.
Seteth se llevó dos dedos al tabique de su nariz mientras soltaba el aire de su cuerpo de manera pesada. "Lamento la escena, joven Monica. La situación fue tensa y comprendo que la profesora Byleth reaccionara así, a veces olvido que podría ser una alumna también, es muy joven aún".
La maga negó. "No se preocupe, seguro que ella lo comprenderá. La experiencia de ayer fue demasiado fuerte, es normal que siga afectada. Cuidaré de la profesora y la ayudaré".
"Te la encargo. Y reitera mis sinceras disculpas con ella, por favor".
"Así lo haré, con su permiso".
Monica se retiró. Por supuesto que le diré sobre esto a mi princesa, pensó la maga con molestia. En serio le sorprendía que Byleth no le rompiera la cara a Seteth en ese momento, ella misma lo habría hecho.
Mientras tanto, en un pasillo relativamente privado, Rhea limpió la sangre de las manos de Byleth con su propio pañuelo. Tenerla así de cerca en serio la hacía sentir como tener a Sitri enfrente una vez más, los gestos eran los mismos, pero la chica no era hija de Sitri y de Jeralt y no entendía el porqué aún sentía esa familiaridad con ella.
"Espero que esto no te haga pensar menos de nosotros", dijo Rhea con suave voz. Una vez limpió las manos de la joven profesora, usó su poder para curarla.
Byleth abrió más los ojos al sentir ese inmenso, intenso poder, que no se comparaba a nada que hubiera experimentado antes. Incluso se sintió un poco mareada pero el cansancio y la tensión de su cuerpo se fue de golpe.
"Me disculpo por mi comportamiento", murmuró Byleth, sinceramente apenada.
"Al contrario, me alegra que nos hagas ver cuando nos descuidamos. Hacemos lo que podemos, no somos infalibles pero tratamos de hacer lo mejor para todos", apenas terminó de curarla, la Arzobispa soltó a la profesora. "Te recomiendo tomarte un momento antes de ir a dar clases".
La profesora asintió. "Gracias por curarme. Y perdón por mancharla", señaló las manos y el pañuelo de Rhea.
"No te preocupes. Ve a tomar algo de aire hasta que te sientas mejor, anda".
Luego de una ligera reverencia, Byleth se retiró. Rhea suspiró hondo, al menos había salvado la situación. Hija o no de Sitri, la profesora estaba haciendo un gran trabajo y no quería perder a tan buen elemento a mitad de año, sería complicado conseguir un suplente tan capaz. Al mirarse las manos y percibir el aroma a sangre, Rhea frunció el ceño, el aroma tenía una esencia muy familiar. Aprovechando la privacidad del pasillo y que nadie la miraba, no resistió lamer la sangre en su palma y entonces lo sintió...
Esa sangre...
La Arzobispa pudo sentirlo, sus propios ojos adoptaron un rasgo draconiano por simple instinto y tuvo que controlarse a sí misma, fue como lamer las heridas de alguien de su familia luego de una dura batalla. La sensación era similar. ¡Pero era imposible! Sitri y Jeralt estaban enterrados en el cementerio, ¿verdad?
¿Verdad?
Rhea volvió a lamer la sangre para confirmar sus sospechas. El aroma, además, era similar a la sangre de Sitri, pudo recordarlo de aquella vez en el Invernadero. Rápidamente fue a sus aposentos aprovechando que la sangre aún no se secaba. De un cofre protegido con un hechizo sacó el corazón petrificado de su madre y untó la sangre restante en sus palmas y dedos, incluso envolvió el Corazón en el pañuelo ensangrentado. Pasados unos pocos segundos, hubo una reacción.
Un leve brillo en el Corazón de Sothis hizo brillar también los ojos y las esperanzas de Rhea. Pero antes de hacer planes, tenía que confirmar algo.
~o~
"¿Mejor?" Preguntó Edelgard mientras abrazaba a Byleth contra su pecho durante su hora del baño compartido. Aunque no sabía los detalles de los que Byleth y Berling se ocuparon en esa sección de la caverna, Monica sí le contó lo sucedido con Seteth y Rhea.
"Mejor, gracias", respondió Byleth sin despegarse de Edelgard.
"Me alegra cuando los pones en su lugar, pero procura medirte, profesora mía. No quiero que te saquen del Monasterio si los pones demasiado incómodos".
"Prometo controlarme, quiero verlos graduarse".
La princesa sonrió, no soltaba a Byleth. Le gustaba la sensación de darle calma a la persona a quien normalmente los demás buscaban para contagiarse de su calma. A momentos era difícil darse cuenta que Byleth podría ser una alumna más ahí.
"Estamos a mediados de año, aún tenemos más misiones por delante y..." Edelgard sonrió. "A finales de ésta Luna es la Batalla de los Leones y las Águilas".
Pensar en eso terminó de tranquilizar a Byleth, finalmente se animó a levantar el rostro para encarar a Edelgard, se notaba más animada.
"Tengo toda ésta Luna para prepararlos a todos con sus armas secundarias, también deben pulir sus técnicas con sus armas principales. Ésta vez podrán pelear todos con sus batallones, Manuela me lo dijo".
"No creo que dejen participar a Shez", comentó Edelgard, pensativa. "Sigue siendo alguien con mucha experiencia en batalla, tenerla de nuestro lado sería una ventaja injusta, lo admito. Shez es una combatiente fantástica".
"Lo es, Shez ya mejoró mucho su técnica de dos espadas y está aprendiendo magia oscura con Hanneman".
Contenta de ver a su profesora con su ánimo y su rostro parco de costumbre, la princesa se volvió a acomodar contra su pecho. "Las Águilas Negras ganaremos, te lo aseguro. Contamos con tu guía, así que no nos abandones, ¿de acuerdo?"
Byleth asintió y le dio un beso en la mejilla a Edelgard. Por acuerdo mutuo, cualquier actividad íntima en el cuarto de baño debía limitarse a besos y abrazos, nada más allá de ello. El peligro de la temperatura aparte. Lo mejor era esperar para al menos ya no estar en las posiciones de maestra y alumna. Unas Lunas más no sería demasiado problema, podían esperar.
Fue Edelgard la que buscó un beso en los labios, uno breve y dulce antes de volver a abrazarse de ella. Ese momento fue suficiente para que Byleth recuperara la calma, la energía y la tranquilidad.
La joven profesora tenía muchas cosas qué hacer. Adoraba su trabajo, lo admitía, y lo haría con el gusto y ánimos de siempre. Podía tolerar la actitud de Seteth y Rhea un poco más. Y cuando terminara el año escolar, y por ende su contrato, seguiría a Edelgard a Enbarr. Esos eran sus planes y pensaba cumplirlos.
~o~
Bernadetta de nuevo admiraba a Edelgard desde lejos. La princesa estaba en el invernadero pasando el rato luego de que Ferdinand hiciera gala de su gran conocimiento sobre plantas, pero para sorpresa de Bernadetta, la princesa se notaba menos molesta y Ferdinand menos molesto que de costumbre. La tímida arquera podía notar los cambios en sus comportamientos pero desconocía la razón detrás de ello.
Quizá si dejara de escapar a su cuarto luego de la hora de la comida...
"Bernadetta, puedes acercarte si quieres", sonó la voz de Edelgard de repente.
La arquera soltó un agudo gritito de pánico al notar que era la princesa quien se acercaba a ella. No podía huir cuando su pánico le hacía temblar las piernas.
"Bernadetta", sonó la voz de Edelgard ahora con más gentileza. Debía procurar un acercamiento gentil, pero le era complicado ser gentil a decir verdad, Dorothea era mejor para esas cosas. "Estoy casi segura que Ferdinand no me dijo completamente bien los nombres de algunas flores, quiero cuidar unas para dárselas a nuestra profesora. ¿Me ayudarías? No soy muy versada en temas de jardinería".
Al escuchar eso, la mirada de Bernadetta brilló por un segundo. "Yo... Um... Si puedo ser de ayuda, Lady Edelgard... Ah... Um... A nuestra profesora le gustan mucho todas las flores, pero hay una en especial que prefiere", explicó.
"¿Me mostrarías qué flor es?"
"¡P-Por supuesto!"
Con veloces y nerviosos pasos, Bernadetta fue hasta un parche de flores en uno de los espacios al fondo del jardín, Edelgard la siguió procurando una respetuosa distancia. Las flores en cuestión eran unas lindas flores pincel.
"Son éstas, a la profesora Byleth le gustan mucho", murmuró Bernadetta.
"Son lindas, pero si ella ya está cuidando de ellas, quizá no tenga sentido regalarle un ramo de éstas flores... ¿Me podrías sugerir alguna otra?"
Bernadetta comenzó a jugar sus dedos entre sí mientras murmuraba sus siguientes palabras. Edelgard tuvo que acercarse un poco más para poder escucharla mejor.
"A ella le gustan mucho las flores de aquí, puedes darle unas que perfumen su cuarto..."
"Esa es una gran idea, Bernadetta", la princesa al fin podía dar un paso más para acercarse a la tímida arquera. "¿Está bien si te pido ayuda para plantar algunas flores?"
"P-Pero soy una inútil, Lady Edelgard, yo..."
"No lo eres", la interrumpió Edelgard. "Y si alguien de la Academia se atrevió a decir eso, me encargaré personalmente de ese asunto".
Bernadetta volvió a gritar en pánico. "¡Nadie de aquí me ha dicho eso!"
"¿Entonces quien?" Insistió la princesa, aun seria. Su enfado era real.
"Mi padre lo dice. Me mandó aquí porque soy una inútil, dice que no sirvo como esposa y que tampoco seré de ayuda a la Casa Varley", respondió Bernadetta con voz pequeña.
Edelgard no diría que sabía los detalles gracias a Dorothea, lo mejor era darle más confianza a su compañera para permitirle abrirse con ella.
"Tu padre claramente no sabe de lo que habla, eres una de las mejores arqueras de la Academia, cuando te toca ayudar en la cocina todos reconocen tu sazón. El otro día Leonie nos mostró cómo le ayudaste a remendar su ropa, y ella misma nos ha contado que te llevas muy bien con Marianne".
"Marianne es muy agradable", murmuró la arquera con una sonrisa pequeña.
"Escucha, puedes acercarte a mi cuando lo desees, no necesitas seguirme de lejos, sólo acércate".
"¡Ack! ¡Te molesta que te siga, verdad! ¡Tonta Bernie, molestas a la princesa!"
"Sí, me molesta que me sigas de lejos cuando podrías acercarte más y hablar conmigo también", aclaró Edelgard. Si tratar de contradecirla no funcionaba, entonces le daría la razón. Notó que la estrategia funcionó al verla sobresaltada pero no por el susto, quizá por algo de ¿culpa? "Quiero ser tu amiga, Bernadetta".
"¡Y yo te admiro mucho!" Exclamó la nerviosa arquera, sorprendiendo a Edelgard. "Eres fuerte, todos te respetan y te siguen, eres muy guapa y confiable. Quiero aprender más de ti".
"¿Por eso me has estado siguiendo?" La princesa en serio estaba sorprendida, conmovida en buena medida, sus mejillas incluso enrojecieron un poco.
Bernadetta asintió. "Quiero aprender más de ti y tratar de ser como tú".
Edelgard negó. "No tienes que ser cómo yo, eres perfecta así como eres y así como estás creciendo", insistió. "Puedes acercarte más a mi, puedo ayudarte con tu padre si te molesta mucho".
Escuchar eso hizo que la arquera le pusiera más atención. "Pero mi padre es aterrador y..."
"Y yo una princesa y seré la máxima autoridad en Adrestia apenas nos graduemos, ¿crees que él sea más poderoso que yo?" Preguntó la princesa con seriedad y Bernadetta negó muchas veces. "Pero vayamos despacio, ¿me ayudarías a plantar y cuidar de flores que tengan un aroma fresco? Quiero regalárselas a nuestra profesora".
"¡D-De acuerdo!" Ahora Bernadetta sonaba emocionada. "Prometo no estorbar y..."
"No estorbarás, créeme. Quizá sea yo quien te dé problemas, me encantan las flores, mis favoritas son los claveles rojos, pero no sé mucho de jardinería".
La arquera se sonrojó por la emoción. "T-Te ayudaré".
"Gracias, Bernadetta".
"Um... ¿Está bien si me retiro ahora? Quedé en ir con Marianne a alimentar a unos gatos y..."
"¿Gatos?" Fue el turno de Edelgard de sentir un pulso de emoción en su cuerpo. "Una vez nuestra profesora me invitó a alimentarlos, fue divertido".
"¡Es divertido! ¿Vienes?"
"¿Marianne no se sentirá incómoda con mi presencia?" Todos en la Academia sabían que Marianne no era muy distinta de Bernadetta en cuanto a socialización, pero no por las mismas razones. La princesa sabía que era algo relacionado con su Emblema, un emblema del que nadie sabía y del que ella no quería hablar.
"N-No creo que le moleste, ella te admira mucho también".
"Oh, entonces vamos".
Y bastó que Marianne viera el gesto encantado y de infantil contento de la princesa de Adrestia para sentirse cómoda con su presencia. A Bernadetta le gustó ver ese gesto también.
~o~
Los alumnos de las Tres Casas entrenaban con ahínco y pulían sus habilidades de batalla, magia, estrategia y liderazgo, ésta última parte más complicada para unos que para otros. Estaban los que gustaban de trabajar en solitario, como Felix, pero incluso éste estaba dispuesto a pulir sus puntos débiles a sabiendas que él sería el siguiente Duque de las tierras de Fraldarius; eso significaba una posición de liderazgo.
Todos trabajaban duro, alumnos y profesores por igual. Shez no tendría permitido participar en la Batalla de los Leones y las Águilas, pero a la chica no le molestó a sabiendas que su nivel y el de sus compañeros no era el mismo. La joven mercenaria tendría que tomar, al igual que la última vez, el papel de vigilante para evitar que las batallas se salieran de control y ésta vez tendría la ayuda de sus compañeros del grupo de Berling. Las armas y tomos mágicos estarían hechizados igual que la última vez, pero ésta vez, cualquier daño letal se convertiría en una sensación paralizante que dejaría a los alumnos y miembros de los batallones fuera de combate. Todos tendrían permitido atacar de manera letal, pero sin dañarse de manera real.
Por supuesto, todos se tomaron el tiempo para poder celebrar apropiadamente el cumpleaños de Ashe. Era el único alumno que cumplía años en esa Luna.
Y mientras los alumnos seguían preparándose para la batalla estelar, Hubert tenía a su propia gente movilizándose para tratar de rastrear a Solon, el plan era guiar indirectamente a los Caballeros de Seiros hasta la guarida de ese monstruo. También era importante localizar la ubicación del resto de las Serpientes. Y entonces, por decisión de la princesa Edelgard, decisión que él mismo apoyó para poder movilizar las cosas, decidieron darles a saber a las Serpientes (¡al fin!) que Thales estaba muerto. Ya hacía casi seis Lunas que no sabían nada de él pero seguían esperándolo entre incertidumbre y confusión.
¿Y cómo fue que les hicieron saber del deceso de su líder?
Rompieron la espada de Thales y pusieron piezas de ésta junto con los pendientes rojos, los característicos en su forma de Lord Arundel, en la zona donde Byleth informó haber quemado los cuerpos. Los hombres de Hubert se encargaron de dejarlos a medio enterrar, ahí aún podía verse la huella del fuego que redujo a esos monstruos a cenizas. También había un ligero rastro mágico y la peste característica de las Bestias, en esa área en especial, que impedía el crecimiento de la flora silvestre de temporada.
En esa zona fue donde le perdieron el rastro y posiblemente rondarían por ahí en busca de Thales.
Y justo eso sucedió.
Fue Kronya, que en su misión personal de ser de utilidad para evitar que la enviaran de regreso a Shambhala, decidió buscar a su líder por las zonas donde se sabía que estuvo trabajando antes de desaparecer. Lo último que supieron de él y de los magos que también se perdieron, fue que tenían a una nueva bestia que querían poner a prueba cerca del Monasterio.
Bastaron unos días solamente para que la joven Agarthana diera con el sitio y encontrara los trozos rotos del arma personal de Thales. Aunque joven aún, Kronya fue capaz de percibir los rastros de energía en el área. Rápidamente avisó sobre el descubrimiento y todo se volvió un caos.
"¿En serio está muerto?" Preguntó un incrédulo Myson.
El grupo se encontraba en una de las salas de reuniones de Shambhala.
"Aquí están los restos de la espada y esos ridículos pendientes rojos que usaba en su disfraz humano", dijo Solon, señalando los objetos en la mesa en medio de todos.
"¿Qué más encontraste, Kronya?" Preguntó la hechicera Pittacus con voz tensa. ¡No podía creer que Thales estaba muerto!
"La zona donde estaban los restos de la espada tenían rastros de la magia de Thales", respondió Kronya, ligeramente intimidada por la presencia de tan importantes magos y guerreros Agarthanos. "Hay rastros de fuego y también quedó una peste que sólo se siente al estar ahí, la peste de la sangre de las bestias malditas".
"Lo que quiere decir que quienes acabaran con Thales, también se encargaron de la bestia experimental y de los hechiceros maestros que iban con él", supuso rápidamente Bias, otra de las hechiceras más poderosas del grupo.
Uno de los guerreros presentes bufó y sus enormes manos golpearon la mesa con furia, haciendo respingar a Kronya. "No puedo pensar en alguien tan poderoso como para pelear contra Thales, romper su espada y dejarlo hecho cenizas".
"¿Hay algún grupo poderoso por ahí del que no sepamos?" Preguntó el hechicero Odesse. "No creo que fuera trabajo de los Caballeros de Seiros".
"Los perros falderos de la Estrella Maldita no son nada discretos", comentó el guerrero de pesada armadura de nombre Chilon. "No fueron ellos, estoy seguro. Debió ser un grupo poderoso".
"O quizá un guerrero muy poderoso", supuso Dolofonos, el espadachín maestro de los Agarthanos, un asesino como pocos. "No me puedo imaginar a nadie más enfrentando a Thales cara a cara".
"Si no fueron los Caballeros de Seiros, ¿entonces quiénes mataron a Thales y a sus hechiceros?" Solon se llevó una mano a la frente. La pregunta era, por supuesto, para extremar precauciones contra enemigos capaces de matar a alguien tan astuto y poderoso como Thales, no porque quisieran vengarlo.
"Mientras descubrimos quién lo mató, debemos decidir quién se hará cargo de dirigir Shambhala de ahora en adelante", dijo Myson en voz alta y de pronto se hizo un silencio tenso.
"Yo, desde luego", respondió Solon mientras sonreía de manera cruel. "Soy el más capacitado para mantener las cosas bajo control no sólo allá afuera, también aquí en Shambhala".
"¡Oh, por favor! ¡Ni siquiera fuiste capaz de mantener tu fachada en la Academia y has estado huyendo como rata desde entonces!" Exclamó Pittacus con tono burlón y venenoso. "Y después de tu triste experimento en Remire, los Caballeros te persiguen como sabuesos. Pobre de ti", agregó la hechicera con falsa dulzura.
"¿Y supongo que tú te crees suficiente para guiar a todos?" Preguntó Bias con voz burlona, pero no dio tiempo de responder. "Todos aquí sabemos cómo es que se elige a un nuevo líder entre los nuestros, así que dejemos de jugar y pongámonos serios".
Kronya se sintió sudar frío al ver que todos preparaban sus armas y tomos mágicos. Así se hacían las cosas entre ellos, los más fuertes eran los que se alzaban por encima de los demás y guiaban al grupo. Según la joven asesina sabía, Thales se había impuesto con fuerza y aplastante poder entre todos los Agarthanos por muchos siglos.
"Oh, ¿de verdad se creen lo suficientemente fuertes como para tomar el lugar de Thales?" Preguntó Myson con voz seria.
"Hay una manera de saberlo", sentenció Solon, sacando su tomo mágico.
Sólo Kronya fue testigo de lo que sucedió en esa sala de reunión.
¿Qué iban a saber ellos que un discreto grupo de magos de la letal y eficiente armada de los Vestra estuvo aguardando en el sitio donde murió Thales? ¿Qué iba a saber Kronya que esos magos la rastrearon y siguieron hasta llegar a las puertas escondidas de Shambhala?
~o~
A Catherine y Shamir les hubiera encantado quedarse a ver la gran batalla de los Leones y las Águilas en los campos de Gronder, pero el deber las llamó, sus hombres escucharon rumores sobre unos magos manipulando bestias gigantes en los caminos cerca de la región de Hrym, viajeros los vieron y dieron aviso a unos caballeros de Seiros.
Los "viajeros" eran agentes de los Vestra.
Bastó seguir los rumores por unos días para llegar a la cordillera de Hrym. Los Caballeros quedaron sorprendidos al ver extrañas, inmensas puertas de metal, nada parecido a lo que conocieran y hubieran presenciado antes. Esas puertas daban al interior de las montañas, o al menos eso parecía, ¿quizá hacia el subsuelo? No se arriesgaron a entrar, no cuando no tenían idea de lo que les esperaba dentro.
Unos días de vigilancia después, vieron a Solon salir de esas puertas junto con un grupo de magos y una chica de rara apariencia que supusieron era Kronya, las descripciones en los reportes concordaban. No pudieron seguirlos luego de un punto, usaron un hechizo de portales, pero al menos quedó un rastro mágico con el que podrían trabajar.
Toda esa información llegó al escritorio de Rhea y mandó a Catherine y a Shamir a encargarse de ese asunto. Alois y sus hombres buscarían a Solon con ayuda de los rastros mágicos, un mago experimentado lo ayudaría con ese trabajo. Por el momento, Catherine y Shamir tenían por misión adentrarse al escondite de los Agarthanos para saber a qué se estaban enfrentando. A partir de ahí tenían que moverse con cuidado.
"Los Caballeros de Seiros los encontraron, encontraron el escondite de las Serpientes", informó Hubert en baja voz y con inmensa satisfacción. Sus hombres confirmaron el hallazgo, las puertas metálicas a un sitio posiblemente subterráneo. "¿Desea que sigamos vigilándolos, Lady Edelgard?"
"No. Ya les diste suficiente con qué guiarse, dejemos que terminen el trabajo", respondió Edelgard con calma. Estaban en la biblioteca estudiando libros de batallas recomendados por Monica. La gran batalla sería en una semana y todos estaban emocionados, preparándose a consciencia y entrenando. "Si tenemos suerte, entonces ese es su escondite principal".
"Parece ser el caso, Milady".
"¿Y qué hay de Solon?"
"Los Caballeros de Seiros lo están rastreando, no creo que quieran que se repita lo de Remire".
"Esperemos que no se repita. Al menos ya me enviaron el arma", y Edelgard no sabía qué sentir al ver un arma tan bien hecha, un arma que podría rivalizar con las Reliquias de los Héroes, un arma hecha sólo para ella y nadie más. En parte agradecía tener a Aymr, si los Caballeros hubieran encontrado el arma antes, las investigaciones eventualmente la llevarían a ella.
"No veo nada de malo en aprovechar lo que podamos de ellos, no tardan en caer", Hubert sonrió ante esa idea. "Y aún no sabemos cómo reaccionaron luego de saber que Thales está muerto".
"Me hubiera gustado estar ahí", la princesa sonaba divertida con la idea. "Por ahora pídele a tus hombres que regresen a Enbarr y mantengan vigilado a Aegir y a Varley, ellos posiblemente ya sabrán que Lord Arundel está muerto", aunque esa información no se haría pública o habría un caos en la Corte Imperial. "Aegir no dirá nada o todos sabrán que ya no tiene el respaldo de Thales. El cobarde podría intentar escapar".
"Lo evitaremos, Lady Edelgard".
"Creo que es todo lo que debemos discutir por ahora, nos toca estudiar. Por mucho que me importe lo que pase con las Serpientes, también quiero ganar la Batalla de los Leones y las Águilas".
"Mostrar nuestra superioridad ante los Leones y los Ciervos es algo que también deseo, Milady", dijo Hubert, más relajado. La vida de un simple estudiante le gustó, aprender y ser más fuerte le gustó. Cuando entró a la Academia de Oficiales por primera vez, lo último que le pasó por la cabeza era disfrutar de ese tiempo, y todo se lo debían a...
"Quiero que la profesora Byleth se sienta orgullosa de nosotros", murmuró Edelgard mientras miraba el mapa en las páginas de su libro, un ligero sonrojo adornaba sus mejillas. Tenían por tarea crear una estrategia alternativa a la batalla en los libros que les tocó estudiar.
Sí, Hubert admitía que la influencia y las acciones de la Profesora Byleth jugaron un papel esencial en los cambios de sus planes originales. Cambios beneficiosos para ellos, para todos en general.
"Apuesto a que sacaré una mejor nota que usted en la tarea, Lady Edelgard", dijo un bromista Hubert.
"¿Apostamos?" La princesa sonrió, le gustaba el reto.
"Una medida de café".
"Una caja de té Hresvelg".
"Hecho".
Y ambos siguieron con sus deberes escolares como los buenos estudiantes que eran. Les gustaba ser estudiantes, disfrutaban ser estudiantes. Sería la normalidad y la pacífica vida a la que podrían aferrarse apenas comenzaran las hostilidades.
~o~
Rhea tuvo que esperar hasta tener una noche libre. Tenía mucho trabajo encima con los preparativos de la batalla en Gronder, la persecución de los Agarthanos y los trabajos administrativos de Garreg Mach. Confiaba en que Seteth estaba dormido a esa hora y ordenó a los siempre fieles guardias que no la molestaran ni se acercaran mientras iba a dedicarle rezos a los que estaban enterrados en el cementerio del Monasterio.
Ahí estaban las tumbas de Sitri y Jeralt. Había un ramo de flores, seguramente un regalo de Sir Alois antes de partir a su misión. Hizo las flores a un lado y con su inmensa fuerza movió primero la pesada lápida que cubría la tumba de Jeralt. Y ahí estaba, un esqueleto usando armadura y envuelto en las blancas mantas ahora degradadas.
Fue el turno de la tumba de Sitri. Rhea admitía que no hizo un buen trabajo, no la metió en un ataúd y tampoco envolvió el cuerpo, sólo encontraría los huesos en medio de...
"No está", murmuró Rhea con sorpresa mientras sus manos se hundían en la tierra y buscaban los huesos. "Sitri no está aquí", su voz sonaba agitada. No había nada, sólo un montón de tierra. "Oh..." ¿Qué tal si el otro cuerpo no era Jeralt?
Y si Sitri no estaba ahí, entonces...
"Byleth..." Rhea sonrió por lo bajo.
CONTINUARÁ...
