PARTE 29 El Vuelo de las Águilas
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Durante esa Luna, Byleth se enfocó en enseñarles estrategias con sus batallones. Los alumnos ya se desenvolvían bien en pelea según sus fortalezas, ya fuera con armas, cuerpo a cuerpo, magia e incluso Fe que tenía más de un hechizo ofensivo de luz. Ésta vez tendrían batallones más numerosos y acordes a sus necesidades y habilidades. Los profesores no participarían, los líderes de cada Casa serían los comandantes y ganarían los que acabaran completamente con los miembros de las otras dos Casas, alumnos y batallones por igual. Shez y varios compañeros suyos de los mercenarios de Berling estarían escondidos en el campo de batalla, vigilando que nada se saliera de control.
Faltaba menos de una semana para la gran batalla y los alumnos estaban emocionados, todos querían ganar y demostrar lo aprendido hasta el momento. Byleth se limitó a enseñarles distintas estrategias por medio de libros y de batallas en las que ella misma participó con el grupo de su padre, pero no les dio pista alguna de cómo superar a las otras dos Casas. Shez tampoco. De las estrategias ya se encargaría cada líder de Casa junto con sus compañeros.
Era hora de comprobar si Edelgard, Dimitri y Claude ya habían mejorado las fallas de liderazgo mostradas durante la primera batalla de prueba a principios del año escolar. Edelgard tuvo suerte de contar con alguien de carácter como Dorothea para hacerla escuchar, Dimitri necesitaba dejar de cargar toda la responsabilidad en su espalda y Claude debía aprender a trabajar en equipo.
Luego de todas esas Lunas era momento de ver si lo lograron.
"Oh, vamos, sé que puedes decirme qué Casa es la que podría ganar", insistió Flayn con voz dulce y molesta adrede. Tomaba una taza de té con Byleth, Seteth lo permitió como parte de la disculpa por el asunto de Metodey.
Flayn se enteró de lo sucedido y regañó a Seteth por más de una razón, éste nada pudo hacer para defenderse. Al serio hombre no le quedó más que aceptar que Flayn pudiera ver a Byleth para pasar el rato.
"No lo haré", respondió Byleth mientras devoraba los postres en la mesa, pero no con la voracidad de Raphael, ella se daba el tiempo de saborear cada bocado. "No es ético mostrar mis preferencias, todos mis alumnos son fuertes y talentosos", esa fue la respuesta de Byleth como Profesora de Táctica y Combate, pero si tenía que ser totalmente sincera, podría asegurar que las Águilas Negras serían las ganadoras de la batalla. Habían mejorado muchísimo y Edelgard estaba en muy buenos términos con sus compañeros. Últimamente la había visto pasar más tiempo con Linhardt y Caspar.
Dimitri también estaba en buenos términos con el resto de los Leones Azules, con la pequeña pero significativa diferencia que a Dimitri lo trataban como la realeza que era, el único que no lo trataba con tanto respeto era Felix. Mientras que Claude... Al menos consideraba más a sus compañeros y sus mejoradas habilidades, y siempre contaba con un As bajo la manga.
"No tiene nada de malo que muestres preferencia por tu grupo, apuesto a que la profesora Manuela y el profesor Hanneman quieren que sus grupos a cargo ganen", insistió Flayn con un gesto travieso.
"Bueno, sí, quiero que mis Águilas ganen", confesó Byleth. "Tengo confianza en que ganarán".
"Iré a ver el evento, será muy emocionante".
"¿Has visto los combates de años anteriores?"
"Sí, suelo estar en la misma carpa que Lady Rhea y mi hermano Seteth, junto con un grupo de Cardenales de confianza".
"¿Y los profesores vamos a estar...?" Preguntó Byleth, no estaba al tanto de muchos detalles técnicos del evento a decir verdad.
"En otra carpa un poco más cerca del campo de batalla", respondió Flayn de inmediato. "Tendrán bebidas y bocadillos. Normalmente Sir Alois y otros importantes Caballeros de Seiros están presentes también, pero éste año no podrán asistir".
"Oh", Byleth lamentó no poder mostrarle a Shamir y a Sir Alois el avance que había hecho con sus alumnos. Sí, incluso quería que Sir Catherine los viera. Según la Galerna le contó durante esa noche que celebraron su cumpleaños, los Leones Azules ganaron la batalla cuando ella estudió en la Academia. "Han estado muy ocupados, lo comprendo".
"Normalmente no están tan ocupados, pero hay asuntos importantes que deben tratar, es todo", fue todo lo que explicó Flayn.
Al principio Seteth no quería decir nada, pero eventualmente Flayn supo que aún había Agarthanos sueltos y llevaban años haciendo de las suyas. Al fin habían descubierto una ciudad subterránea donde estaban los Agarthanos restantes, pero primero debían atrapar a Solon y descubrir quiénes eran los comandantes restantes, no podían ni debían dejar a ninguno de esos monstruos sueltos.
Flayn, por mucho que detestara la violencia, estaba totalmente de acuerdo con ese plan.
"Me encantará ver cómo lo hacen los alumnos éste año".
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"A los dos se les caerán las botas por la sorpresa que les vamos a dar", dijo un alegre Claude mientras compartía la mesa y un té que él mismo eligió, el té de Aguja de Pino Almyrano, uno de sus favoritos. "Ustedes dos me agradan, pero los Ciervos Dorados ganaremos".
Luego de recuperar el sentido del gusto, Dimitri felizmente probaba todo lo que le acercaran, y encontró el sabor de ese té bastante cálido, un poco fuerte pero los postres ayudaban a balancear los sabores. "Lamento estar en desacuerdo, mi estimado Claude, pero los Leones Azules seremos los ganadores de la batalla".
Edelgard soltó una pequeña y femenina risa. "Me agrada que sientan confianza, pero las Águilas Negras venceremos".
"¿Apostamos?" Fue la inevitable propuesta del arquero.
"Claude..."
"Oh, no seas un aguafiestas, Alteza Real. Apostemos algo".
"Yo no veo el problema en apostar, Dimitri, será divertido ver a Claude perder".
"Uh, un golpe justo al estómago, princesa, pero lo acepto".
"De acuerdo, ¿qué quieren apostar?"
"Hagamos que la apuesta sea interesante, los que pierdan, le deberán un favor al ganador. No debe ser algo inmediato, que esto dure incluso después de que nos graduemos", propuso Claude y notó los gestos sorprendidos del príncipe y la princesa.
"Oh, eso es una apuesta interesante", Edelgard no tardó en sonreír, para enseguida darle otro delicado sorbo al té, ese sabor era interesante, le gustó.
"Es un premio bastante vago si me lo preguntas, ¿hay algún límite para lo que se pueda pedir?" Preguntó Dimitri, igualmente interesado.
"Los detalles son importantes, sí", Claude se sirvió más té. "¿Les parece que sea algo que sólo nosotros podamos cumplir? Nosotros como personas, nada que implique la intervención de terceras personas ni nada material que no sea nuestro".
"Eso... Eso suena interesante", murmuró el príncipe.
"Tener el favor de un príncipe y un futuro Archiduque suena bien para mi", dijo Edelgard con tono divertido. "Acepto la apuesta".
"Seré yo quien me haga de sus favores", aseguró Claude.
Dimitri sonrió por lo bajo. "Como futuro Rey de Faerghus apenas me gradúe, tener sus favores será una gran oportunidad. Además aún tenemos esos tratados de comercio pendientes".
Tanto Claude como Edelgard percataron lo que Dimitri quiso decir con esas palabras.
"Dimitri..." Pero Edelgard no pudo decir nada más.
"No puedo compartir los detalles y les suplico no buscarlos. Ya se enterarán cuando sea el momento", dijo el príncipe en baja voz. "Cosas han pasado en el Reino. Apenas me gradúe de la Academia, ascenderé al trono de Faerghus".
Claude, curioso como era su buena costumbre, estuvo a punto de preguntar más, su gesto lo delataba pero Edelgard se lo impidió, le metió un panecillo en la boca y fue ella la que tomó la palabra.
"Eso quiere decir que podremos llevar a cabo esos tratados de comercio apenas los tres nos graduemos", dijo la princesa con discreta emoción. "Tengo que arreglar un par de cosas en la Capital apenas sea coronada como Emperatriz, no quiero que nadie en la Corte Imperial me ponga peros".
"Cierto, debo convencer a los viejos de la Mesa Redonda, lamentablemente no puedo ordenar libremente como ustedes", dijo Claude, divertido, "pero me las arreglaré, apuesto a que les encantará la carne del Imperio y los metales del Reino. Quizá eso ayude a disminuir la cantidad de cazadores furtivos de los bosques".
"Yo también debo arreglar dos o tres cosas en el Reino apenas tome la corona. Tenemos mucho trabajo por hacer antes de que podamos negociar libremente", Dimitri comió más postres, en serio estaban deliciosos.
"Por el momento debemos centrarnos en graduarnos de la Academia, aún tenemos mucho por aprender", la princesa de Adrestia les miró con una sonrisa fiera. "Que gane el mejor".
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El día finalmente llegó.
El día era claro, no había nubes en el cielo y todos estaban en los históricos campos de Gronder para la gran batalla de los Leones y las Águilas. Los alumnos de las Tres Casas y sus respectivos batallones estaban ya dispuestos en sus zonas designadas. En una pequeña colina estaba la lujosa carpa donde la Arzobispa y su séquito (Seteth y Flayn incluidos) se encontraban, un grupo de Caballeros los resguardaban. Un nivel más abajo, en una amplia saliente rocosa, estaba la carpa para los profesores y otros trabajadores que interactuaban con los alumnos, Jeritza entre estos. La persona encargada de la Biblioteca también tenía un sitio ahí, pero era día que no encontraban a alguien de confianza, los alumnos tenían que acudir a Monica von Ochs y a su memoria eidética cuando requerían información sobre libros.
En ambas carpas había mesas dispuestas con comida y bebidas, cosas de las que Byleth ya estaba disfrutando.
"No sé cómo puedes comer, yo muero de los nervios", comentó Monica mientras negaba con la cabeza. El enorme apetito de Byleth pasaba bien desapercibido.
"Lo harán bien", dijo la joven profesora mientras comía carne de alce con sus pobres modales.
"Muero por saber qué tipo de estrategias seguirán, los hemos preparado bien", comentó Hanneman, que se contentaba con una taza de té y galletas.
"Mis Ciervos van a ganar, desde luego", Manuela ya estaba echando mano del licor disponible.
"No si mis Leones tienen algo qué decir al respecto", fue la inmediata respuesta del académico.
"Mis Águilas ganarán", pudo decir Byleth entre bocados.
Jeritza se mantenía silencioso como de costumbre pero quería que el grupo de su hermana Mercedes ganara, se distraía con los postres disponibles. Monica se rindió y decidió beber algo de té también para calmar sus nervios, deseaba con todas sus fuerzas que las Águilas ganaran.
El sol marcó exactamente el mediodía y la Arzobispa se puso de pie ante alumnos, batallones, Caballeros y personal de la Academia por igual.
"¡La Batalla de los Leones y las Águilas está a punto de comenzar! ¡Ganará la Casa que derrote a todos los oponentes en el campo!" Informó Rhea con poderosa voz. "¡Como ya les indicaron sus profesores, sus tomos mágicos y armas están hechizados, así que cualquier daño letal que hagan sólo dejará paralizados a sus oponentes!" La Arzobispa miró a todos y continuó con las instrucciones. "¡Los batallones que pierdan a sus alumnos al mando deberán bajar las armas de inmediato!"
Alumnos y batallones vistiendo los colores de sus respectivas Casas ponían la debida atención en respetuoso silencio.
"¡Su compañera Shez y sus colegas mercenarios servirán de mediadores en caso de que alguna situación se salga de control!" Continuó Rhea. "¡Alumnos de la Academia de Oficiales, demuestren lo que han aprendido y den todo de sí! ¡Que gane el mejor!"
Dimitri fue el primero en dar un paso al frente de sus compañeros y los batallones que vestían el uniforme azul del Reino. "¡Se los advierto, no pienso tener piedad de ustedes!"
Claude también se posicionó ante sus compañeros y mercenarios, todos vistiendo el brillante amarillo de la Casa de los Ciervos. "Lo único que importa es ganar, me da igual cómo", le dijo a su armada.
Edelgard lucía confiada, se sentía confiada, y la mejor seña de ello fue que simplemente se acomodó unos mechones de cabello. "Nos alzaremos con la victoria. A cualquier precio".
Rhea levantó un brazo y poderosas trompetas sonaron en todo el campo. "¡Comiencen!"
"¡Al ataque!" Ordenó Edelgard.
"¡Por nuestro honor!" Sonó la voz de Dimitri.
Claude se limitó a señalar a sus oponentes al frente.
Cada uno de los líderes de Casas tenía una estrategia lista.
En el centro del campo había una elevación con una ballesta, la estrategia anotada en cada libro de estrategia dictaba que quien tomara control de la elevación y de la ballesta tendría una significativa ventaja sobre sus oponentes. Las Águilas estaban posicionadas en el lado del profundo río a donde sólo se podía acceder por medio de dos puentes que daban a los territorios enemigos, a los Leones les tocó una zona abierta pero muy bien protegida con trampas y muros de madera cuyo único propósito era entorpecer la marcha de los atacantes, mientras que los Ciervos gozaban de la protección del área más frondosa a donde era complicado ingresar a pie y a caballo.
Edelgard ya sabía qué hacer, hizo un plan con ayuda de todos sus compañeros de Casa y todos rápidamente se movieron a las posiciones que les correspondía. Dimitri, por su lado, pensaba ir por una estrategia clásica pero confiable: el avance del grueso de sus tropas. Claude tenía por misión crear un caos y aprovecharlo, si lograban derribar a los estudiantes de las otras Casas, los batallones ya no tendrían guía ni órdenes.
Byleth, pese a tener la boca y las manos ocupadas con su comida y bebida, miraba con mucha atención lo que sucedía a nivel del suelo. Ella no intervino en las estrategias de sus alumnos, de hecho los dejó planear en privado los últimos días previos a la batalla, así que cualquier estrategia sería una verdadera sorpresa.
La joven profesora no tardó en ver cómo las Águilas se movían rápidamente. Se dividieron en dos equipos, Edelgard pretendía atacar a los Leones y a los Ciervos al mismo tiempo, pero fue la división de los equipos lo que más le llamó la atención a la mercenaria. Camino al territorio controlado por los Leones, iban la mismísima Edelgard acompañada por Dorothea, Caspar y Bernadetta, todos con sus respectivos batallones, mientras que camino hacia los Ciervos iba Ferdinand al mando de Linhardt, Petra y Hubert y sus batallones.
Una estrategia directa que sólo podía funcionar si las Águilas contaban con una fuerza aplastante.
Y el primer choque sucedió por el lado de los Ciervos. Ferdinand a esas alturas era un combatiente a caballo y él y su batallón fueron los primeros en enfrentarse a sus rivales en uniforme amarillo. Leonie y Raphael estaban a la vista y rápidamente se dispusieron a atacar, las únicas órdenes que Claude les dio fue la de ir hacia el río y pelear a voluntad, una misión perfecta para ellos. Raphael sólo quería pelear y Leonie moría por mostrar su técnica mejorada con la lanza del Quiebraespadas.
Leonie apresuró a su caballo y fue la primera en chocar con Ferdinand, el chico resistió el poderoso golpe de la lanza con su escudo. Los batallones se estrellaron con fuerza tratando de limpiar el camino para sus líderes. El orgullo de Ferdinand le habría dictado enfrentarse a Leonie uno a uno en un enfrentamiento justo y limpio, pero las Águilas seguían al pie de la letra la lección de su profesora a cargo: nunca atacar solos. Hubert y su batallón llegaron de entre los árboles, la tupida naturaleza jugaba en contra de todos los bandos, y apoyaron a Ferdinand en el ataque. Leonie se sentía confiada para superar a Ferdinand a pesar de que él tenía una defensa de cuidado, de momento la batalla estaba bastante pareja, pero la aspirante a mercenaria no tuvo defensa alguna contra los poderosos hechizos oscuros de Hubert. Un par de ataques mágicos que llegaron desde detrás de Ferdinand bastaron para dejar a Leonie desprotegida, lo suficiente para que Ferdinand y su lanza soltaran un ataque poderoso directo al pecho de la jinete que la derribó.
Leonie fue la primera en experimentar la sensación paralizante de la que les explicaron, lo que recibió fue un ataque letal y eso la hizo gritar de frustración más que por el dolor de la caída. Antes de que Ferdinand o Hubert pudieran revisar que Leonie no se hiciera daño al caer del caballo, uno de los mercenarios de Berling apareció para detenerlos y revisar a la chica.
"¿Todo bien?" Preguntó el mercenario.
"El orgullo es lo que más me duele", murmuró Leonie y miró a Ferdinand y a Hubert. "¡La próxima me las pagarán!" Y no ayudó que su batallón cayera a causa de la desventaja numérica desde antes.
"Buena batalla, compañera, ¡tu técnica es magnífica! Prometo darte la revancha uno a uno cuando estemos en la escuela", dijo Ferdinand con una sonrisa.
"¡Más te vale!" Exclamó la chica, derrotada. Podía aceptar una derrota, pero estaba confiada en vencer a Ferdinand en una pelea uno a uno.
"Andando, tenemos que seguir avanzando", dijo Hubert y le dio una palmada al caballo de Ferdinand.
"¡Sube, compañero!" Exclamó un emocionado Ferdinand e hizo que Hubert subiera al caballo, así sería más fácil avanzar juntos. "¡Vamos!"
Hubert no dijo nada a eso, se limitó a sujetarse de los hombros ajenos mientras sus batallones marchaban a toda velocidad detrás de ellos. Byleth pudo verlos y se sintió orgullosa de ver que Ferdinand y Hubert eran capaces de trabajar juntos y ser un equipo imbatible.
Quien también tenía problemas enfrentando a las Águilas era Raphael. Daba igual lo grande que fuera el chico y lo poderosos que fueran sus músculos, de nada le servía su enorme físico si no era capaz de atrapar a la veloz Petra. Los ataques de la espada eran precisos y Raphael a momentos debía cubrirse con ambos brazos usando sus guanteletes. Y lamentablemente para Raphael, Linhardt ya dominaba un ataque de magia de fe.
"Nosferatu", sonó la voz del perezoso sanador.
Raphael tuvo que evadir ese ataque a sabiendas de su pobre resistencia mágica, pero eso lo dejó a merced del siguiente ataque de Petra. La princesa tenía una sorpresa para Raphael: su segunda arma, un arco de acero con el que disparó una flecha directo a una de las piernas del grandulón. No hubo un daño visible, nada de sangre, sólo el dolor del impacto como era de esperarse, seguido de una sensación paralizante, clara señal de que el daño real en su pierna habría sido grave. Raphael cayó sobre la rodilla de su pierna sana y lo siguiente que vio y sintió fue la espada de la princesa golpeando su cuello.
Petra miró con satisfacción cuando el enorme Raphael cayó al suelo. "Buena pelea. Yo sentir honor de probar fuerza tuya".
"Lo mismo digo. Nada personal, pero incluso yo quiero ganar esto", sonó la desinteresada voz de Linhardt.
Raphael no tuvo más remedio que sonreír mientras un mercenario de Berling salía e indicaba al batallón que su alumno había caído y debían bajar las armas. "Me ganaron, pero los Ciervos saldrán vencedores".
"No será así si nosotros derrotar primero. Flecha derriba ciervo", dijo Petra con bravura.
"Lo que ella dijo", asintió Linhardt y enseguida miró a su compañera. "Alcancemos a los demás".
El par tenía que reunirse con Hubert y a Ferdinand. Su trabajo era derribar a cada uno de los Ciervos Dorados.
Desde su sitio, Byleth comprendió la estrategia de sus Águilas. Un ataque directo, aplastante e imparable; pero las Águilas Negras no eran las únicas en combate, Ciervos y Leones estaban enzarzados en batalla para tomar la ballesta, los Ciervos querían a Ignatz en la ballesta, mientras que los Leones pensaban posicionar a Ashe y a su batallón, pero éste no podía acercarse demasiado ante el riesgo de ser derribado de su wyvern por una flecha precisamente de Ignatz y su grupo de arqueros. Detrás de Ignatz estaba Lysithea y su batallón de magos, mismos que comenzaron con una verdadera lluvia de fuego para mantener atrás a los Leones que estaban en tierra y con la misión de llevar a Ashe a la ballesta. Y para aderezar la ofensiva estaba Lorenz y sus lanceros.
Ashe no iba solo, desde luego, para ayudarlo a llegar a la ballesta contaba con el apoyo de Sylvain y Annette con sus respectivos batallones. La batalla entre todos los grupos era pareja, rápida y casi caótica. El joven jinete de wyvern atacaba con su propio arco en un intento de avanzar hacia la ballesta, pero el riesgo de caer ante tantas flechas lo hacía complicado. Por su lado, Annette era quien enfrentaba a Lysithea, no podía permitir que ella atacara a Sylvain o lo derribaría. Sylvain, por su lado, tenía las manos ocupadas con Lorenz.
La atención de Byleth fue al otro extremo del río donde Ingrid y su batallón de pegasos lamentablemente no fueron rival contra las cuatro Águilas que se topó en el puente. No esperaba a tantos enemigos a decir verdad. Bernadetta y su excelsa puntería fueron los que derribaron a Ingrid de su pegaso, una sola flecha fue suficiente, la nerviosa arquera, en su pánico, sacó lo mejor de su cuerpo e hizo un tiro crítico directo al pecho de Ingrid que la derribó de las alturas. Edelgard fue lo suficientemente rápida para atrapar a la jinete de pegaso y dejarla en el suelo delicadamente.
"Gracias, Lady Edelgard", fue el débil agradecimiento de Ingrid, la sensación paralizante era molesta. "Y ese fue un gran tiro, Bernadetta".
"¡Perdón, perdón, perdón! ¡No quería lastimarte!" Gritó la arquera, aún en pánico.
"No te disculpes, fue un gran tiro, lo hiciste bien. Ahora sigan, no se supone que hablen con los enemigos que recién derribaron". La Caballero Pegaso no tardó en sonreír. "Pero no crean que podrán derrotar a mis compañeros".
"Me agrada tu confianza, pero nosotros ganaremos", respondió Edelgard y miró al grupo que iba con ella. "¡Sigamos!" La princesa confiaba ciegamente en que Ferdinand y el equipo que le tocó liderar podrían lidiar con Claude y los Ciervos.
Mientras, en el lado de los Leones, Dimitri no tardó en notar que los pegasos de Ingrid ya no estaban a la vista y frunció el ceño. Por supuesto que las Águilas no se iban a quedar en su nido. Ignoraba qué estrategia tendrían en mente, pero quizá intentarían tomar la ballesta también. Si Ingrid fue la primera en caer, entonces sólo Felix y Mercedes estaban de ese lado cubriendo la zona. Dimitri confiaba en Felix, pero en lo que no confiaba era en qué tendría Edelgard en mente para ganar alguna ventaja sobre el espadachín. Además Claude estaba interesado en la ballesta, por muchos era sabido el magnífico arquero que era.
Y no que estuviera equivocado en su teoría.
"¡Avancemos!" Ordenó Claude a Hilda, que estaba sobre su wyvern al igual que el, y a Marianne, que de momento le tocaba compartir montura con Hilda. Dorte aún no estaba listo para la batalla. "Entre todos aplastaremos a los Leones y tomaremos la ballesta. En esa posición, las Águilas poco podrán hacer". Después de todo, ese sitio era clave, el de mejor vista, el de mayor ventaja para aquel con buen ojo y puntería.
"¡Ja, la sorpresa que se van a llevar cuando nos vean!" Hilda sonaba divertida. Iba armada con un hacha corta, perfecta en su ligero peso pero dureza para atacar a distancia. Su mejor hacha estaba dispuesta en uno de sus costados.
"¡Cuidado!" Gritó Marianne y jaló las riendas del wyvern de Hilda. Pudieron evadir una flecha por nada.
Claude notó que la flecha vino de entre la maleza de la base que acababan de abandonar. ¿En serio las Águilas pasaron por encima de Leonie y Raphael?" Y no sólo eso, no tardó en ver a un decente número de tropas arrasar con las fuerzas que dejaron en tierra para cubrir su marcha. Y ahí estaban las Águilas. Como no se deshicieran de esa amenaza, quedarían en medio de los dos bandos y serían aplastados.
"¡Vamos!"
Y Claude no era el único en problemas. Felix al fin tenía la revancha que quedó pendiente desde la Batalla de las Tres Casas, contra las mismas oponentes. Mercedes cayó ante Caspar. El chico llegó de la nada como animal desbocado y atacó a la sanadora con un hacha, y que Mercedes cayera fue totalmente culpa de Felix, no la protegió. Al ver a las Águilas llegar a su zona, corrió hacia la princesa Edelgard, dejando pasar a Caspar.
Mercedes evadió los primeros ataques de Caspar, pero una flecha de Bernadetta justo en la rodilla dejó a la sanadora a Merced del chico. Y tanto Caspar como Bernadetta se disculparon con ella, cualquier persona se sentiría el peor ser humano en la existencia si atacaba a alguien como Mercedes.
Pero Felix notó que Caspar y Bernadetta no avanzaron, en cambio, junto con sus armadas se dedicaron a atacar a su batallón. ¡Los cuatro junto con sus armadas pensaban atacar la base de los Leones! ¡Estaban ignorando por completo la ballesta!
"Al menos tendré mi revancha", murmuró Felix, cargando contra la princesa de Adrestia. Esperaba que repitiera la misma técnica de la vez anterior, que usara su enorme hacha como escudo... Pero no sucedió. A su primer espadazo, Edelgard respondió con un ataque similar y su espada fue empujada por el hacha.
"¡Dorothea!" La llamó Edelgard.
Felix se cubrió con sus brazos esperando un ataque mágico, pero en lugar de eso, Dorothea salió desde detrás de Edelgard y lo atacó con una espada. Felix compuso su postura a tiempo y, mientras que Dorothea no tenía la enorme fuerza de Edelgard, tenía una agilidad increíble. La chica evadía todos sus ataques como si bailara, y soltaba estocadas precisas que no hacían mucho daño pero que tampoco dejaban de llegar.
"Nada mal", sonrió el espadachín.
"Lo mismo digo, fortachón", dijo Dorothea con una sonrisa, no dejaba de bailar alrededor de él, de usar sus ligeros pasos de una profesional en el escenario para evadir sus brutales ataques. "¡Edie!"
Y con un salto, Dorothea se quitó del camino, sólo para ser Edelgard quien tacleara a Felix con su escudo por delante. Fue como ser embestido por un jabalí salvaje. Edelgard soltó un golpe con su enorme hacha directo a uno de los costados de Felix, éste usó su propia espada para resistir el golpe lo mejor posible. Felix salió rodando varios metros y se puso en pie aprovechando el momentum... Sólo para sentir un golpe en la espalda que paralizó su cuerpo por completo. ¿En qué momento Dorothea se movió a su espalda? Felix cayó de cara al piso.
"Lo lamento, fortachón, pero una batalla no se decide en un duelo uno contra uno", se disculpó Dorothea.
"Una batalla se pelea y se gana en grupo", agregó Edelgard. "No me gustaría enfrentarme a ti en una batalla uno a uno sin que nadie intervenga, Felix", dijo con una sonrisa y miró a su gente. "¡Vamos!"
No pasó demasiado antes de que los batallones derrotados se quedaran simplemente sentados y platicando sobre la pelea. Los mercenarios de Berling fueron a revisarlos. Fuera de los golpes, no había ningún daño de cuidado.
"Mercedes..." Fue el molesto llamado de Felix.
"Te escucho", respondió la dulce chica.
El espadachín se mordió un labio. "Perdón por dejarte sola".
"No te disculpes, soy yo quien debería ser capaz de defenderme".
"No, debí pelear a tu lado", Felix suspiró. "Ella tiene razón, una batalla se pelea en grupo, y yo dejé a mi batallón y a ti a su suerte..."
Mercedes sonrió, era bueno ver a Felix aprender más y crecer. Ambos esperaban que Dimitri y Dedue pudieran defenderse contra las Águilas.
Arriba en la carpa del personal del monasterio, Byleth miraba con un orgullo que no podía ocultar, veía cómo el grupo de Edelgard avanzaba de manera aplastante hacia la base de los Leones, donde sólo había dos alumnos con sus batallones. Y la profesora lo lamentaba por Claude, porque estaba en medio de los Leones y las Águilas que llegaron desde el otro extremo del río. A pesar de que Ignatz llegó a la ballesta, no pudo usarla, fue alcanzado y derribado por Sylvain. Pero a cambio, Annette no fue rival para la poderosa magia de Lysithea.
Con cuatro Águilas a su espalda, Claude tuvo que tomar una decisión: arrasar a los Leones restantes junto con sus compañeros que aun estaban en pie, y apenas lograran esto, tendrían una pequeña pero significativa ventaja numérica contra las Águilas.
"¡Al ataque!" Ordenó Claude a Hilda y ésta asintió. Ambos volaron a toda velocidad hacia la zona donde sus compañeros peleaban contra los Leones.
Por su lado, Dimitri veía la batalla desde lejos y las manos le temblaban por los deseos de unirse a los demás. Dedue lo resguardaba en silencio, al menos hasta que uno de los mercenarios avisó que alguien venía desde el lado del río. Quienes llegaron luego de evadir los numerosos muros protectores fueron Dorothea y Caspar junto con sus batallones. Dimitri se tensó.
"No se mueva, mi señor, yo me encargaré de ellos", dijo Dedue, serio.
"¡No! Son dos contra uno", alegó Dimitri de inmediato.
"Y no dejaré que ninguno de los dos se acerque a usted", fueron las palabras del joven duscuriano antes de ordenar a sus hombres marchar hacia las Águilas.
"¡Necio, ven acá!" Pero el príncipe no pudo hacer nada para detenerlo.
Lo que ni Dimitri ni Dedue se esperaban era que Edelgard y Bernadetta salieran cuando Dedue apenas estaba enzarzado en medio combate contra Caspar. La defensa de Dedue era de cuidado, pero en cuanto a resistencia mágica... Poco pudo hacer cuando Dorothea lo atacó con un par de hechizos que lo dejaron debilitado, lo suficiente para que Edelgard y Caspar lo derribaran con un ataque doble.
El príncipe ahora estaba por su cuenta.
Mientras, en la zona cercana a la ballesta, Ashe cayó ante un ataque de Lysithea, mientras que Lorenz seguía conteniendo a Sylvain. Claude llegó con las chicas y fue Marianne la que aprovechó su recién mejorado hechizo de Nosferatu para debilitar a Sylvain.
"Aún hay tiempo", murmuraba Claude mientras derribaba a un debilitado Sylvain con una de sus flechas.
Pero no tuvo tiempo. Leones y Ciervos fueron atacados con magia por Hubert y su batallón de magos. Las flechas de Petra derribaron a Hilda, mientras que Ferdinand enfrentó a Lysithea y pudo derribarla, aunque eso le costara recibir una ataque que lo dejó debilitado. Por suerte, Linhardt estaba ahí y rápidamente curó a Ferdinand, dejándolo listo para seguir peleando.
De los Ciervos sólo quedaban en pie Lorenz, Claude y Marianne... En clara desventaja numérica contra las Águilas.
Fueron arrasados.
Y antes de darse cuenta, Dimitri era el único que seguía en pie junto con su batallón. Las Águilas lo rodearon desde ambas direcciones.
"Ríndete, Dimitri", dijo Edelgard con seriedad.
"Sabes que no puedo hacer eso", dijo un igualmente serio Dimitri. "No sin pelear contra ti una vez más, sé que perderé, pero al menos dame el honor de pelear contra ti de nuevo".
Edelgard sonrió. "De acuerdo".
La batalla ya tenía un ganador, todos lo sabían, pero Dimitri sólo quería una probada del poder y las habilidades mejoradas de Edelgard durante esas Lunas.
"¡Nadie se meta!" Ordenó Dimitri a su batallón.
"Yo me encargo de esto", le dijo Edelgard a sus compañeros.
Lanza y hacha chocaron con fuerza unos segundos después. Dimitri tenía en mente las lecciones de su profesora de mantener su guardia en todo momento, pero la fiera manera en la que Edelgard lo atacaba no le daba el lujo de estar a la defensiva. Comenzó a atacar, su pesada lanza obligando a Edelgard a levantar su escudo constantemente, pero Dimitri pronto notó que su oponente no sólo detenía los ataques. La princesa empujaba la lanza con su escudo y, aprovechando que Dimitri tenía que usar ambas manos para poder blandir su lanza, comenzó a atacar más rápido, como si su hacha y escudo apenas le pesaran.
Todos comenzaron a apoyar a Edelgard. Todos los restantes eran Águilas, desde luego.
Aprovechando su menuda estatura, Edelgard nuevamente dejó a Dimitri con los brazos arriba luego de repeler su ataque, para enseguida soltar su escudo y darse algo más de velocidad. Sin darle tiempo de reaccionar, atacó a Dimitri con el mismo movimiento de aquella vez: posicionarse a espaldas de Dimitri y soltar un golpe con su hacha.
Dimitri quedó en una rodilla ante el dolor del golpe y una sensación casi paralizante que lo hizo soltar su lanza. Las voces en su cabeza comenzaron a sonar con fuerza luego de semanas de murmullos inentendibles.
"¡No te rindas! ¡Ataca!" Sonó la voz de su padre, demandante.
Dimitri negó. "Me rindo", le dijo más a la voz que a Edelgard y dejó su lanza en el suelo.
Los cuernos sonaron con fuerza.
"¡Los ganadores de la Batalla de los Leones y las Águilas, son las Águilas Negras!" Declaró Rhea con poderosa voz.
Todos celebraron.
CONTINUARÁ...
