PARTE 30 El Gato en el Tablero
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Byleth corrió colina abajo apenas se declaró oficialmente a los ganadores de la batalla. Ciervos y Leones aplaudieron a sus compañeros por su bien merecida victoria, las Águilas se felicitaban entre sí e incluso compartían abrazos, era divertido ver a Ferdinand abrazando a Hubert y éste tratando de quitárselo de encima. Edelgard recibió animados abrazos de parte de sus compañeras, Dorothea fue quien más la apretujó mientras repetía que habían ganado, Petra fue firme pero menos brusca que la cantante, mientras que Bernadetta sólo se abrazó brevemente a la espalda de Edelgard antes de correr a la espalda de Dorothea. Caspar no dejaba de abrazar y cargar a Linhardt y éste no luchaba por liberarse, se notaba contento.
"Logramos la victoria luchando juntos", dijo Edelgard con firme voz apenas tuvo oportunidad. "Me siento feliz y orgullosa de haber peleado al lado de ustedes y..."
"¡Edelgard!"
El llamado hizo voltear a la princesa, sólo para ver a su profesora correr hacia ellos. Edelgard no pudo contener una sonrisa mientras recibía un apretado abrazo de parte de su profesora que incluso la levantó del suelo. Nada complicado debido a la diferencia de estaturas. La princesa correspondió el abrazo con fuerza y con una alegría que no podía contener.
"¡Ganamos!" Exclamó Edelgard contra el hombro de Byleth.
"Y estuvieron fantásticos", Byleth sentía unos enormes deseos de besarla pero tuvo que contenerse. Podía reservar los besos para después. Se obligó a sí misma a soltar a Edelgard antes de alborotarle el cabello un poco y mirar a las demás Águilas. Se notaba su gesto cálido y lleno de orgullo a leguas. "Me siento muy orgullosa de ustedes, atacaron juntos como les enseñé y ganaron. Fueron los vencedores".
Y entonces las Águilas vieron a su profesora sonreír, una sonrisa pequeña pero claramente feliz, alegre.
"¡Ganamos, profe, ganamos!" Gritó Caspar con una emoción inmensa antes de lanzarse encima de su profesora. Ferdinand, Bernadetta, Dorothea y Petra hicieron lo mismo. Byleth no hizo nada para quitárselos de encima.
"Los llevaré a celebrar, pediré permiso para llevarlos de día de campo", dijo la joven profesora sin dejar de sonreír ni quitárselos de encima.
Shez llegó corriendo de entre la arboleda y se lanzó a la espalda de Edelgard, casi derribándola. "¡Lo hicieron, ganaron!" Le dio un apretado abrazo. "¡Sabía que ganarían!"
"Tu confianza en nosotros me hace feliz, Shez", dijo la princesa con alegría. "Los demás dieron una gran batalla, pero nos aferramos al estilo de pelea que aprendimos de nuestra profesora".
"Me hubiera gustado pelear con ustedes".
"Eres más fuerte que todos nosotros juntos, Shez, y se supone que ésta fuera una batalla en igualdad de condiciones", rió Edelgard antes de soltarse de la mercenaria. "Tendremos oportunidad de pelear contigo a futuro, tienes mi palabra. Aún tengo un contrato reservado para ti y tu grupo mercenario apenas nos graduemos de la Academia".
La mirada de Shez brilló. "Y no sabes cómo espero a que llegue ese día. Mi capitana también. Además, la profe seguramente querrá ir contigo al Imperio, ¿verdad?" Preguntó la mercenaria con voz juguetona.
"Aún es pronto para hablar de esos planes", fue lo único que pudo responder la princesa antes de mirar a Byleth felicitando a cada una de sus Águilas con cariños y abrazos. Era la primera vez que veía a Byleth tan física con sus alumnos, culpa de la alegría seguramente. Le gustó verla contenta y sonriendo.
No pasó mucho antes de que la profesora calmara a todos, aún tenía sujeta a Bernadetta. "Es hora de regresar al Monasterio, nos espera un banquete en el comedor".
Todos celebraron de manera ruidosa.
Los miembros de los Leones y los Ciervos se acercaron a las Águilas para felicitarlas por la gran pelea. No había rencores, sólo algunos orgullos heridos y promesas de revanchas en las siguientes prácticas. Se felicitaban entre ellos. Shez se dio la oportunidad de ir a felicitar a Lysithea.
"Lo hiciste genial", dijo la mercenaria, dándole unas galletas a su amiga.
"Y perdimos", se quejó la maga, comiendo los dulces. "No entiendo cuál fue la diferencia de ésta batalla a pelear contra bandidos... Con bandidos lo hacemos bien, pero Annette resistió bien mis ataques durante bastante rato... Y seguramente viste cómo Lorenz peleó durante mucho tiempo con Sylvain".
"Bueno, no están entrenando como soldados normales, se espera que sean los que mandan, por eso es una Academia de Oficiales, ¿o no? Además todos ustedes tienen esos dichosos emblemas que les dan más magia y fuerza, es normal que no caigan como ladrones o soldados comunes".
Cierto, los emblemas. Lysithea frunció el ceño ante el constante recordatorio de esos molestos emblemas. Miró a Shez un momento. Shez no tenía un emblema pero era tan fuerte que por eso no pudo participar en la batalla. Varias de las Águilas tampoco tenían un emblema y lo hicieron fantástico. Incluso su profesora a cargo, Manuela, tampoco tenía un emblema y era una gran sanadora y un ser humano maravilloso. Y no había necesidad de listar los talentos de la profesora Byleth.
"No me gusta mis... Mi emblema", murmuró Lysithea, apenas si se escuchó lo que dijo.
"¿Mm?" Shez le miró con curiosidad. "¿Disculpa?"
"Nada. Tenemos que volver al monasterio, aunque no tengo muchas ganas de ver la cara de tragedia de Claude, tampoco que nos de un discurso".
"No fue una mala estrategia, es sólo que..."
"Las Águilas fueron más fuertes, se mantuvieron en dos grupos todo el tiempo y no se separaron para nada, todos los demás nos dividimos para abarcar más área, pero eso nos jugó en contra", la maga refunfuñó. "Edelgard es una líder fantástica, su estrategia nos aplastó a todos y no perdió a ninguno de sus compañeros".
"Entre todos hicieron la estrategia en realidad", aclaró Shez con una sonrisa.
"Más a mi favor, ella tomó en cuenta a sus compañeros", respondió Lysithea y miró de reojo a Claude. El chico lucía sonriente pero lo conocía lo suficiente para saber que estaba decepcionado de sí mismo. Fue él quien planeó la estrategia y a todos les pareció buena, incluso Lorenz se mostró orgulloso de ser quien abriera el camino para apoderarse de la ballesta y controlar todo el campo de batalla.
"Eso... Eso no lo puedo negar", Shez no tardó en sonreír y abrazar a Lysithea de manera brusca, la hizo gritar de gracioso pánico. "¡Pero aún así, lo hiciste genial! ¡Estabas atenta a tus rivales y también atenta a tu batallón de magos! ¡Lo pensaría dos veces antes de enfrentarme a ti y a tu magia!"
"¡De acuerdo, acepto los cumplidos, pero suéltame!" La maga trataba de quitársela de encima pero no podía, decidió rendirse. El abrazo se sentía bien, incluso suspiró. "Gracias, Shez".
"Bebamos té mañana, yo pongo los postres".
"Es una cita".
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Kronya corría a toda la velocidad que daban sus piernas.
Cuando la joven asesina pensó que lo más aterrador que le tocaría ver en su corta vida era cómo los generales de Shambhala peleaban a muerte entre ellos (y de los cuales sólo quedaron en pie Solon, Myson, Pittacus y Dolofonos; con el primero al mando de todos) ahora le tocaba salvar su propia vida primero de Solon y luego de los Caballeros de Seiros. ¿Cómo pudieron encontrarlos?
Se supone que la asesina ayudaría a Solon a alistar un hechizo en el Bosque Vedado, algo que les permitiera acceder al Monasterio por medio de un portal mágico. Iban con el séquito de magos del ahora líder de Shambhala y un grupo de soldados rasos de bajo rango. Lo que Kronya no esperaba era que Solon estuviera a nada de matarla para usarla como catalizador del antiguo hechizo. Según Solon, usarían como guía y escudo el arma que recientemente le habían enviado a la princesa Edelgard, con ello podrían inmiscuirse en el Monasterio una vez más, mezclar a los soldados entre los visitantes habituales del Monasterio, preparar un asalto al Mausoleo y conseguir unas Piedras Emblema para los experimentos en proceso.
Los otros Generales Agarthanos estaban sanando en la ciudad luego de la batalla.
Cuando Kronya sintió la sensación de peligro respirándole en la nuca, saltó, evadiendo más que a tiempo la mano de Solon. Y mientras el bastardo explicaba que un sacrificio era necesario para la liberación del hechizo, una flecha se clavó en el brazo izquierdo del poderoso hechicero, una flecha que llegó de entre la densidad del bosque. Y desde los árboles apareció la Galerna con su armada de Caballeros, empuñando su Filo de Trueno.
Antes de que Solon pudiera hacer uso de su magia más poderosa para atacar a los Caballeros y poder invocar un hechizo de portales que le permitiera escapar directo a Shambhala, sintió como si algo le estuviera apretando la garganta y ninguna palabra pudo salir de su boca. Pronto lo vio, había un Obispo viejo en las filas de los Caballeros que dominaba el hechizo de Silencio, un encantamiento poderoso que dejaba a los magos inhabilitados por unos instantes.
¡Pero Solon no tenía instantes! ¡Catherine la Galerna iba por su cabeza!
Los soldados Agarthanos rápidamente cubrieron a su líder, los magos invocaron un par de bestias demoníacas y Kronya simplemente salió corriendo. ¡No iba a pelear por el bastardo que estuvo a punto de sacrificarla! Y entre más se alejaba, el escándalo de la batalla cada vez quedaba más y más atrás.
¡Debo volver a casa! Pensó Kronya en pánico, pero la idea abandonó su cabeza así como llegó. Si Solon estaba dispuesto a sacrificarla, entonces los demás Generales estaban al tanto de los requerimientos del hechizo. Si regresaba a Shambhala sola tendría que explicar lo sucedido, incluso si trataba de mentir y decir que los atacaron apenas llegaron al Bosque Vedado... La matarían por escapar, la matarían por cobarde, la matarían por no cumplir con su papel y no quedarse a defender a Solon.
La joven asesina sintió los ojos húmedos. No tenía a dónde regresar, así que sólo corrió sin una dirección fija, lo más lejos de esa batalla, tan lejos que los Caballeros ni Solon pudieran alcanzarla.
Kronya no pudo ver cuando Catherine, Shamir y sus respectivos batallones de fieles Caballeros arrasaban con Solon y sus fuerzas. No había nada que Catherine y Shamir quisieran escuchar de Solon, lo mantuvieron mudo todo el tiempo. El pobre bastardo no tuvo ninguna oportunidad de combatir, pero fue capaz de escapar gracias a que una de las Bestias Demoníacas atacó a los arqueros que se escudaban en el bosque.
En cambio, interrogaron a uno de los soldados que mantuvieron vivo y éste dijo que planeaban infiltrarse en Garreg Mach y asaltar el Mausoleo cuando Solon diera la orden, eso era todo lo que ellos sabían. También comenzaron a interrogarlo, incluso haciendo uso de la fuerza, sobre cómo era el sitio detrás de esas puertas raras en la cordillera de Hrym.
Los habitantes de Shambhala no sabían que Alois, un puñado de comandantes de confianza y una numerosa armada de Caballeros de Seiros estaban listos para asaltar el escondite a la primera orden.
Kronya no lo sabía, pero se estaba salvando del inevitable destino que les esperaba a todos los Agarthanos en Shambhala.
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Edelgard no podía evitar una enorme satisfacción en su porte y gesto mientras compartía la mesa de té con Dimitri y Claude. Había pasado una semana desde la batalla de los Leones y las Águilas y al fin habían tenido oportunidad de reunirse luego de la subsecuente celebración y la evaluación de Byleth con respecto a las estrategias de cada Casa.
La joven profesora tuvo que resaltar la falta de equilibrio en las defensas de los Leones, dejar a Ingrid por su cuenta cerca del río fue el primer error, cuando pudieron ponerla junto con Felix y Mercedes, así Felix hubiera tenido más apoyo de parte de Ingrid y de Mercedes y las Águilas no hubieran tenido tan sencillo el camino para acorralar a Dimitri. Byleth también le recordó a Felix no moverse por su cuenta en un campo de batalla. Justo como las Águilas le dijeron al espadachín, una batalla como esa se ganaba en equipo. También a Dedue se le llamó la atención por tratar de "proteger" a Dimitri en lugar de pelear a su lado, entre los dos habrían sido imbatibles. Los Leones que pelearon por la ballesta fueron felicitados, ellos hicieron un buen trabajo y en realidad no fue culpa suya ser superados al final, pelearon hasta donde pudieron, cuando debieron recibir el apoyo de Dimitri y Dedue y eso los habría ayudado a arrasar a los Ciervos antes de que Claude y sus fuerzas llegaran a apoyar.
Dimitri se disculpó por los errores y prometió mejorar a futuro. En una batalla real eso le habría costado perder a sus leales compañeros. El resto de los Leones no pudieron disculparse, Byleth se los impidió, ellos pelearon bien, los que tuvieron las fallas fueron debidamente señalados y no había más por discutir.
En cuanto a los Ciervos Dorados, Byleth felicitó a Claude por la estrategia. La defensa que puso en el río fue buena considerando sus planes generales, el mandar a tan buenos elementos por la ballesta hizo de esa batalla algo realmente magnífico, y más cuando llegó para reforzar junto con Hilda y Marianne. Los Ciervos no lucían contentos y Byleth comprendía porqué. La profesora insistió en que haber trabajado y peleado en equipo habría hecho imparables a Leonie y a Raphael, pero estaban demasiado separados y era de esperarse que sus rivales los superaran. De la misma manera, quienes pelearon por la ballesta fueron felicitados.
Claude aceptó que no haber detallado mejor el plan de defensa del lado del río fue la falla principal de su plan, pero fuera de ello no fue una mala estrategia y realmente no había mucho por corregirles. Sólo les quedaba entrenar más para ser más fuertes, Leonie prometió hacer un mejor uso de la técnica y la lanza del Quiebraespadas, y Raphael estaba dispuesto a pelear al lado de sus compañeros al darse cuenta que sus poderosos músculos eran nada ante el trabajo coordinado y en equipo.
"Me temo que no fui el gato sobre el tablero, ¿verdad?" Claude tenía una sonrisa de decepción y aceptación en el rostro.
"No, no lo fuiste. No ésta vez, pero espero que lo seas algún día", dijo la profesora con suavidad.
Y en cuanto a las Águilas, Byleth no podía ocultar su mirada brillante de orgullo. La estrategia de Edelgard fue simple y aplastante, y el quedarse juntos en equipos les dio ventajas sobre todos los oponentes que se toparon en su camino. Edelgard no dividió demasiado sus fuerzas e ignoró por completo la ballesta.
"¿Cuál era el plan en caso de que alguien más tomara el control de la colina?" Preguntó Byleth, interesada.
"Cubrirnos con las ventajas de las áreas de las otras Casas", respondió Edelgard y todos asintieron. "Mantenernos detrás de los árboles o bien detrás de las defensas de madera".
"Por un momento pensamos que quizá las otras dos Casas se aliarían contra nosotros", continuó Hubert, "así que teníamos planeado retroceder hasta que todos tuvieran que cruzar por los puentes".
Monica sonrió, tomaba nota de todo. "Bien pensado".
"Y en caso de que fuéramos nosotros los asediados, tendríamos a nuestros compañeros más veloces y fuertes al frente mientras los demás apoyábamos desde atrás", explicó Ferdinand y en ese momento Petra y Caspar levantaron la mano. "El plan era derribar primero a los magos de las otras Casas y luego atacar todos juntos".
"Ese plan en especial fue idea de Ferdinand, debemos reconocerlo", comentó la princesa y todos asintieron.
La profesora asintió de nuevo. "No tengo mucho por agregar a su modo de planear las estrategias, pero eso no quiere decir que no puedan aprender más. Seguiremos con estrategias de batallas campales", Byleth comenzó a caminar entre los escritorios, "también mejorar sus habilidades de liderazgo, seguiremos trabajando en sus fortalezas principales y en sus técnicas secundarias, y comenzaré con las clases de espada para los que no la dominen, pronto recibirán espadas ceremoniales como parte de su uniforme de invierno y las espadas no son accesorios, son armas".
"Yo ayudaré con esas clases", dijo Shez enseguida y Byleth asintió, confirmando sus palabras.
"E incluso yo recibiré las lecciones, no me vendría mal aprender a defenderme con un arma", agregó Monica y las Águilas se alegraron de saber que entrenaría con ellos.
Las clases eran para todas las Casas, desde luego.
"De hecho, espero contar también con ustedes, Petra y Dorothea, para ayudarme con sus compañeros", dijo Byleth.
"¡Yo ayudaré!" Exclamó una orgullosa Petra.
"¿Yo? ¿Estás segura, profe Bylie?" Preguntó la cantante, sorprendida.
Byleth asintió. "Tu técnica de espada es de cuidado y puede mejorar mucho más, estás más que preparada para ayudar a los demás a aprender lo básico".
"Oh, entonces lo haré con mucho gusto".
"Me siento orgullosa de todos ustedes, sabía que ganarían", dijo Byleth con una sonrisa pequeña, una que alegró mucho a sus alumnos.
Edelgard recordaba esa sonrisa, ese día y esas palabras, estaba tan feliz que no podía ocultarlo durante su té con el siguiente Archiduque de la Alianza y el futuro Rey de Faerghus.
"Bien, princesa, cuéntame qué planeas pedirnos como favor", Claude ya no podía resistir la curiosidad.
"Yo también quiero saberlo", agregó Dimitri, un poco ansioso.
"No voy a mentirles, no se me ha ocurrido nada y tampoco tengo planeado cobrar sus favores tan pronto", respondió Edelgard mientras se encogía de hombros. "Pero cuando llegue el momento, se los haré saber".
"Oh", Claude hizo una cara de descontento.
"Hey, esto fue tu idea", reclamó la princesa. "No te quejes ahora".
"Yo estoy dispuesto a cumplir con el trato, sólo me sentía curioso pero tampoco tenía planeado presionarte, Edel", dijo Dimitri enseguida, más tranquilo.
"¿Edel?" Claude levantó una ceja, genuinamente curioso.
"Larga historia", fue todo lo que dijo la princesa antes de beber un poco más de té.
"¡Oh, vamos! ¡Eso es cruel! ¡Pensé que éramos amigos, princesa! ¡Lastimas mi sensible corazón!" Exclamó el arquero de manera bastante dramática.
"¿Qué dices? ¿Le contamos?" Consultó el príncipe.
Edelgard se encogió de hombros. "Se pondrá insoportable si no le damos algo".
"¿Ves? Somos amigos y me conoces muy bien, princesa", Claude se acomodó en su silla.
"Dimitri y yo somos amigos de la infancia, pero por asuntos más allá de nuestro control muchas de nuestras memorias de aquellos días quedaron un poco borrosas", explicó la princesa. "Estuve en Fhirdiad por una temporada cuando era niña, lo conocí y nos hicimos muy buenos amigos".
El príncipe asintió. "Yo tampoco la recordaba, pero sí la daga que le regalé cuando nos despedimos", agregó Dimitri, contento, mientras Edelgard mostraba la daga en cuestión.
"¿Una daga? ¿Le regalaste una daga a una niña?" Claude no pudo contener una risa.
Dimitri frunció el ceño de manera graciosa y ofendida. "Es un buen regalo".
Edelgard tomó aire de manera profunda mientras miraba la daga. Quizá ya era momento de dar un paso gigantesco en la senda que estaba forjando ya no en solitario con Hubert marchando fielmente en su sombra, si no al lado de más compañeros y amigos que compartían su descontento con el sistema actual. Ante ella tenía a otra víctima de ese sistema. "Oye, Dimitri..."
"¿Hmm?"
"¿Te gustaría escuchar una historia?"
Claude puso más atención al notar la seriedad de la princesa, pronto percató qué era lo que Edelgard estaba planeando. "Oye, princesa, ¿de verdad vas a...?"
"Sí, voy a contarle lo que te conté".
"¿Y sin pedirle alguna historia o secreto a cambio?" El arquero sonaba ofendido. "A mi me cobraste una historia muy personal, eres una princesa cruel y malvada".
"Dimitri y yo compartimos una historia en común, además quiero que él sepa esto también", la princesa miró la daga. "Es para luchar con todas las ventajas posibles por el futuro que yo deseo..."
El príncipe se mostraba confundido. "¿De qué hablan?"
"De la historia de éste mundo", respondió Claude, ahora sonriente.
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El frío y la nieve comenzaban a cubrir todo Fódlan con un manto blanco, aquellos que no estaban acostumbrados al frío usaban abrigos extra, abrigos que eran parte del uniforme de la Academia. Los originarios del siempre frío reino de Faerghus conocían muchas actividades invernales y las compartían con sus compañeros de las otras Casas, las guerras de nieve durante los días de descanso se convirtieron en una diversión que muchos compartían.
Las lecciones teóricas eran más demandantes y las prácticas físicas y mágicas más intensas.
Manuela se dedicaba a enseñarles a los alumnos a tratar lesiones más peligrosas, como huesos importantes rotos, quemaduras graves, heridas con sangrados abundantes (para desagrado de Linhardt) y ¡al fin! ayudar a cuidar de las mujeres embarazadas y traer a un bebé al mundo. Para esas lecciones en especial, Manuela llevaba a los alumnos a los pueblos cercanos a visitar a las mujeres que estuvieran en espera de un bebé. Para suerte de las Águilas Negras, una de esas mujeres entró en trabajo de parto durante la lección y Caspar fue quien se ofreció a sostener la mano de la futura madre. El chico terminó con su mano casi rota pero feliz de asistir un parto al fin.
Hanneman se enfocaba en mejorar la resistencia mágica de los alumnos y en aumentar la variedad de hechizos mágicos ofensivos de los alumnos con habilidades mágicas latentes. El investigador estaba ampliamente satisfecho con los resultados de los alumnos, incluso aquellos que no eran propiamente magos tenían habilidades mágicas que debía desarrollar y mejorar. Pero Hanneman tenía un par de pendientes en las manos, pendientes con el nombre de Lysithea y Marianne. Mientras que Lysithea le hizo saber sobre su corta expectativa de vida por culpa del segundo Emblema que poseía, Emblema cuya existencia Hanneman mantenía en secreto incluso de sus colegas y superiores; Marianne se creía maldecida por el Emblema en su sangre y le costó mucho trabajo darle a entender a la chica que ella podía sacar lo mejor de ese Emblema independientemente de su naturaleza, era ella quien decidía qué hacer con ese poder. Marianne prometió tener esas palabras en cuenta.
Además estaba la historia que Dorothea le contó hacía algunos días, sobre el noble que tuvo una aventura con una sirvienta esperando tener descendencia con una Cresta y, al no lograrlo, echó a la mujer y a su bebé a la calle. Y cómo ese Noble que ella sospechaba era su padre, intentó cortejarla durante sus días como cantante el Mittelfrank. Hanneman no podía estar más asqueado, esa historia en especial le removió muchas memorias y el porqué de su obsesión con estudiar los Emblemas.
Por otro lado, tenía constantes pláticas con la princesa Edelgard y cómo a ésta le sorprendía que Hanneman abandonara su privilegiada posición para perseguir su investigación y tratar de develar los secretos de los Emblemas. Al profesor no le sorprendía del todo, luego de lo visto en muchos de sus alumnos, que Edelgard también mostrara desagrado por los Emblemas y, que hasta ese día, nunca se hubiera parado en su oficina a seguir el simple protocolo de confirmar su Cresta por medio del detector de Emblemas.
Justo como Lysithea y Marianne.
Pero Hanneman sentía que no debía preocuparse en exceso por sus alumnas por una simple razón: se mostraban apoyo mutuo, y lo sabía porque Lysithea precisamente le preguntó si sabía dónde estaba Edelgard. No podía preguntarle a la profesora Byleth porque había salido al pueblo con Monica a malgastar los fondos que recibía del Monasterio, obviamente en caros regalos para sus alumnos. Bastaba con recordar el caro libro de Emblemas Ilustrados que sacó una enorme sonrisa de Linhardt el día de su cumpleaños hacía algunos días. El cumpleaños que seguía era el de Marianne.
"Ugh, estoy muerta", mascullaba la joven maga mientras sentía sus brazos adoloridos. Las prácticas de espada la estaban llevando al límite de su cuerpo, pero Lysithea von Ordelia no era del tipo que se rendía.
Edelgard terminaba de servir el té para ambas, las dos se encontraban en el cuarto de la princesa. Tenía suficientes postres a la mano, la princesa por sí misma gustaba mucho de los postres pero procuraba no devorarlos todos.
"Si lo necesitas, puedo pedirle a nuestra profesora que sea un poco menos recia contigo", dijo Edelgard de inmediato, preocupada al ver a su compañera así.
"No te atrevas", reclamó la joven maga de inmediato. "No soy una niña que necesita protección ni cuidados especiales".
Edelgard sonrió. "Lo sé. Y me consta que no eres una niña, después de todo, Petra tiene tu misma edad... Umm", la princesa se llevó una mano al mentón. "Bueno, no tiene mucho que cumplió los 16, y tú los cumplirás en la Luna del Pegaso, ¿verdad?"
Lysithea parpadeó un par de veces, "Sí, en tres Lunas más". Luego puso un gesto sorprendido. "¿En serio Petra y yo somos de la misma edad? Ella es muy hábil y fuerte y..."
"Si crees que por tu edad o por tu físico vamos a tratarte como a una niña, al menos las Águilas, estás equivocada", dijo Edelgard con seriedad y terminó de acomodar el té y los bocadillos. "Y si te consuela, Linhardt pide descansos durante los entrenamientos físicos y la profesora lo permite".
Lysithea puso un gracioso gesto de molestia. Linhardt en especial era un entrometido y no se medía en sus acercamientos cuando se trataba de los Emblemas, no como el profesor Hanneman.
"Bueno, Linhardt es un genio perezoso", murmuró la maga, "pero no te preocupes por mi, la profesora Byleth no me fuerza más allá de mi capacidad física, es sólo que no estoy acostumbrada a las actividades físicas en general".
"Lo sé", sonrió la princesa, "aún recuerdo aquella vez que te vi limpiando el polvo de los libros de la biblioteca".
Desde que no tenían bibliotecario, los alumnos por sí mismos se pusieron la tarea de ofrecerse a ordenar y mantener limpios los libros y naturalmente acomodaron sus turnos. Edelgard hablaba de una vez que la encontró limpiando los libreros sola, al grado de agotarse mucho, la princesa tuvo que mandarla a descansar y ella terminó de limpiar lo que faltaba.
Lysithea refunfuñó antes de morder un pastelillo. "No me lo recuerdes. Y gracias de nuevo, no debiste molestarte".
"No es molestia, somos compañeras y estamos para ayudarnos".
"Y gracias por aclararme que al menos ustedes no me tratan como a una niña. No sabía que había alguien igual de joven que yo, Petra luce más madura".
"Al igual que tú, Petra se vio obligada a madurar", comentó Edelgard antes de darle un sorbo a su taza de té.
Lysithea frunció ligeramente el ceño antes de también beber un poco de té. "Supongo que ninguno de nosotros la ha tenido sencilla".
"Eso me temo. No olvides que eres nuestra compañera también aunque pertenezcas a otra Casa".
"Gracias, Edelgard. Al menos tú me respetas, Claude adora molestarme".
La princesa sonrió. Estaba más que al tanto de que Lysithea pasó por lo mismo que ella pero no estaba segura de cómo tomar el tema. Quizá aún no era el momento.
"Claude es un bufón pero me atrevo a decir que no lo hace para hacerte enfadar, confía en tus habilidades, por eso te puso en el grupo principal de ataque".
"Eso es cierto".
Ambas siguieron bebiendo té en un cómodo silencio, a Edelgard no le molestaba que Lysithea comiera más postres que ella.
"Por cierto... ¿Puedo preguntarte algo? Algo sobre Shez".
La princesa levantó una ceja, curiosa. "Por supuesto".
"¿Sabes cuándo es su cumpleaños?"
Edelgard negó. "Me temo que no, ella tampoco lo sabe en todo caso. La profesora Byleth le preguntó su cumpleaños para poder anotarla en su diario y celebrarla como a los demás, pero Shez dijo que no sabía".
"Oh", Lysithea puso un gesto de decepción.
La princesa sonrió. "Pero si tienes pensado darle un regalo, sólo hazlo, seguro que lo apreciará".
"Gracias", la maga devoró otro postre y luego miró a Edelgard largamente.
¡Qué iba a saber Edelgard que Lysithea también sospechaba algunas cosas de ella!
"Sé que eres fuerte, te vi pelear cara a cara con Dimitri", la maga bebió más té antes de mirar fijamente a la princesa. "¿Has sentido cansancio o agotamiento?"
Edelgard negó, no muy segura de adónde quería llegar Lysithea con esa pregunta. "Me atrevo a decir que gozo de una gran capacidad física, aunque es en la magia en la que fallo mucho, sólo tengo un hechizo de fuego y puedo hacer el hechizo de sanación básico".
"De acuerdo, entonces haré otra pregunta".
"Te escucho".
"¿Tu cabello siempre ha sido de ese color?"
A la princesa casi se le resbaló la taza de entre las manos, miró a Lysithea con sorpresa, ésta no le dejó responder.
"Mi cabello no era de éste color..." murmuró la maga.
Ambas guardaron silencio mientras se miraban fijamente. La princesa suspiró de alivio luego de unos segundos, pensó que sería raro que ella tomara el tema de la nada, pero Lysithea le ahorró el trabajo.
"¿Desde cuando lo sabes?"
"Desde que entré a la escuela. Mi padre conoció al Rey Ionius, ya sabes, durante y antes del desastre en Hrym".
Edelgard asintió. "Y lamento mucho que las tierras de tu familia sigan sufriendo por esos sucesos. Apenas esté en el trono, me encargaré de arreglar todo".
"Agradezco eso, Edelgard", dijo Lysithea con una respetuosa inclinación. "A lo que voy es que mi padre siempre supo que el Emperador tuvo muchos hijos, y de pronto sólo había una hija. Todos los hijos del Emperador tenían el cabello castaño claro, y cuando te vi y supe que tú eras la princesa de Adrestia, sospeché que algo andaba mal. No tengo más datos pero tampoco me cuesta unir puntos, eres la única persona además de Marianne y de mi que no nos hemos acercado al detector de Emblemas del profesor Hanneman", explicó la maga con seriedad. "Marianne es asunto aparte, nunca ha querido revelar su Emblema, pero si tú tienes la Cresta de Seiros no tiene nada de malo que pases tu mano por ese aparato... A menos que escondas algo... Como yo".
Edelgard suspiró hondo. "Los Emblemas en serio son un problema".
"Sí, lo son", murmuró Lysithea y enseguida negó de manera furiosa un par de veces. "No quiero que los dulces me sepan mal si me enojo por éste tema. ¿Podemos hablar a detalle sobre esto en otra ocasión? Cuando no estemos comiendo".
"Es un trato".
Ambas sonrieron y siguieron bebiendo su té y comiendo sus dulces.
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La misión de ese mes era ayudar a mantener a salvo a los mercaderes que iban a dejar lo último de la cosecha a los pueblos alrededor del monasterio. Los lobos rojos y las bestias gigantes en especial buscaban la comida fácil en tiempos fríos como esos. Iban a necesitar todos esos víveres para poder recibir apropiadamente a los feligreses que iban a rezar a la Diosa durante la Celebración de la Luna Etérea, y también a celebrar el aniversario del Monasterio. Era el turno de los Ciervos Dorados, y considerando que no batallarían contra enemigos humanos, con dos asistentes bastaría. Esos asistentes serían, desde luego, Edelgard y Dimitri.
Una buena manera de mejorar los dotes de liderazgo de los alumnos era organizar a sus hombres para atacar a monstruos gigantes. Fue desde la Batalla de los Leones y las Águilas que los alumnos tuvieron control total sobre sus batallones, antes de eso todos seguían las indicaciones de Byleth y los batallones tenían permitido aconsejar a los alumnos. Pero ahora los alumnos tendrían autoridad total sobre ellos.
Byleth estaba en el pueblo con Monica y Shez. Byleth iba de compras, quería encontrar algo bonito para Marianne, en unos días sería su cumpleaños. Monica se unió a ella para comprar un regalo también. Mientras que Shez sólo quería salir a pasear, a conseguir un regalo también para la cumpleañera, ¡oh, y un regalo para Lysithea!
"¿Creen que éste osito le guste? Miren, tiene armadura y espada, ¡se ve genial!" Exclamó Shez mientras miraba el muñeco, aunque su gesto de entusiasmo desapareció cuando escuchó el precio. "Ugh... Detesto no tener dinero..."
"Puedo comprarlo por ti, dinero de mi sueldo", ofreció Monica de inmediato. "Me puedes pagar cuando el Monasterio te dé tu recompensa".
Shez sonrió. "¡Por favor, prometo pagarte apenas pueda!"
Byleth encontró una maceta con un Lirio del Valle, era una de las flores favoritas de Marianne, y la que encontró tenía un hermoso color rosáceo que no había visto en el invernadero.
Una vez terminadas las compras, las tres salieron del pueblo de regreso a Garreg Mach... Y entonces Shez sintió algo que la hizo mirar a uno de los costados del solitario y oscuro camino.
"¿Pasa algo?" Preguntó Byleth, atenta al ver a Shez alerta.
"Puedo sentir una presencia familiar... Conozco ésta energía... Por allá", la joven mercenaria señaló unas rocas a lo lejos.
Lo que ninguna de las tres esperaba encontrar era a una inconsciente Kronya.
CONTINUARÁ...
