Ekko sintió su patineta más pesada que cualquier otro día en su vida. La había diseñado con sus propias manos tras la pérdida de su figura paterna, aquel que le había dado todo tras la pérdida de sus padres quienes apenas conoció. Irónicamente, logró diseñarla y construirla con habilidades que había adquirido junto con su compañera de infancia, aquella a la que estaba dispuesto a salvar. Tras la muerte de venzo y de Vander, la muerte de todas las personas que apreciaba, que quería. Sabía que tenía que haber una comunidad alejada de todo, que no tuviera que depender de conflictos entre las dos metrópolis en los que ya ninguno formaba parte.

- ¿Estás seguro de que irás sólo? – Escuchó Ekko del otro lado de la humilde armería que había armado a lo largo de los años. Se trataba de Héctor un joven de una raza que Ekko desconocía, pero nunca tuvo interés debido a que su lazo iba más allá que eso. Portaba orejas grandez y estilizadas como de un murciélago, así como otros rasgos como sus ojos cristalinos y su nariz levemente rosada en contraste con su piel oscura y satinada. Era su más leal compañero, quien le había ayudado desde los primeros vestigios de la comunidad a la que habían llamado los Firelights, compartían su característica de ser huérfanos bajo el yugo y la violencia que se puede esperar en una ciudad como Zaun y, aún de forma más importante, su insaciable sed de justicia.

- No puedo tomar más riesgos, Héctor – Respondió secamente, esperando que su mano derecha no insistiera más – Tomó muchísimo tiempo para que Silco nos tomara confianza, estamos más cerca que nunca de entrar por la puerta grande a… - Tragó saliva con dolorosa nostalgia – Lo que queda de La Última Gota.

- Al menos debería quedarme cerca, por si las cosas salen mal, sabes que en ese lugar hay gente armada hasta los dientes. – Replicó Héctor. – Si las cosas salen violentas no podrás salir en una pieza, además… – Hizo una pausa antes de continuar buscando enfatizar más en su punto – Los Firelights te necesitamos.

Ekko, haciendo caso omiso a las suplicas de su compañero, acopló la patineta de su diseño a un dispositivo en su espalda que podía soportar su enorme peso. También tomó un largo barrote de metal con un extremo en terminación esférica que casi media lo mismo que su torso. Dio la media vuelta y, sin mirar a su amigo a los ojos en un intento para dejar de dar explicaciones, caminó hacia la salida de la pequeña armería pasando por su lado. Él sabía perfectamente que la misión a la que estaba a punto de adentrarse era demasiado peligrosa, que quizás y no saldría con vida de ese tortuoso lugar. Sin embargo, no podía permitirse el no intentarlo. Sin pensarlo demasiado y en un acto de aseguramiento replicó:

- Sabes perfectamente que los Firelights también te necesitan a ti, nos necesitamos los unos a los otros y es lo que nos ha hecho prosperar. Estaré bien y volveré poco después de que caiga la noche – Se detuvo a mirar su reloj de bolsillo hecho con partes recicladas de otros aparatos, partes que se podían encontrar en cada esquina de la podrida ciudad. Acto seguido sólo pudo atinar a decir con una sonrisa antes de partir:

- Volveré con ella, no hagan nada tonto mientras no estoy.

La base de los Firelights, a pesar de ser humilde, sería considerado como un paraíso para cualquier persona. Consistía en una porción de terreno en las absolutas afueras de Zaun a la que solo se podía acceder por túneles. Su entrada disimulada con una gran válvula del sistema de ventilación de la ciudad la hacía mucho más secreta. Tenía un gran árbol en el centro para recordar a todos que puede haber vida noble en sitios tan desolados como la ciudad, un símbolo de esperanza. Mismo que se encontraba rodeado con construcciones básicas que correspondían a los hogares de sus habitantes, así como otros edificios como la armería y el comedor. Era simple pero sustentable, o al menos eso era lo que Ekko concebía cuando encontró el sitio para los de su clase, los huérfanos de Zaun.

Terminada su despedida, Ekko tomó su patineta y en un rápido movimiento, dejando en evidencia su amplia práctica con el artefacto se subió sobre el y levitando salió por los aires de aquel recinto, libre de las toxinas presentes en la población adyacente.

Mientras Ekko rondaba por las azoteas de los grises edificios de las calles de Zaun, con un pesado y largo abrigo cubriendo todo su cuerpo, logrando que los habitantes lo confundieran con un jorobado desafortunado más. No podía ocultar la ansiedad de lo que estaba por ocurrir. Desde los primeros días de la banda de los Firelights, sabía que debía haber una forma de ganar ingresos para garantizar su prosperidad de su nueva familia. Por lo que la, desgraciadamente única, opción viable tras la muerte de Benzo y Vander fue la de trabajar para Silco. Por lo que en el momento en el que Ekko logró la artesanal producción de la patineta aérea, la más lógica vacante que se podía cubrir era la de la distribución local de brillo. Ese asqueroso, adictivo y nauseabundamente brillante líquido que acabó con la vida de todas las personas que amaba. A pesar de lo difícil que era, Ekko sabía que por el momento era la única forma de lograr un futuro seguro para los Firelights. Sin embargo, todo cambió aquel día en el que uno de sus informantes lo interceptó en el comedor con la noticia más estremecedora para Ekko: Había localizado a Powder en La Última Gota, siendo prisionera de Silco. Powder era su mejor amiga de la infancia, prácticamente la única persona de su edad en su pandilla de amigos protegidos bajo el manto de influencia de su padre Vander. En ese momento comprendió que su sociedad con Silco, además de ser desagradable y frustrante al punto de casi hacerlo vomitar, podía ser de provecho. Por lo que, durante los meses subsecuentes comenzaron los preparativos para su rescate. Meses difíciles en los que Ekko se vio forzado a escalar en la escalera jerárquica de los socios del hombre más poderoso de Zaun. Aumentando la producción de patinetas, de miembros Firelights y esfuerzos por conseguir ingresos externos para la inevitable ruptura en su desgastante, pero lucrativa relación comercial. Ekko se preguntaba si ella lo recordaría, si le resentiría por tomar tanto tiempo en encontrarla, por no ayudarlos cuando más lo necesitaban. A pesar de que cuando eso había ocurrido eran sólo niños, Ekko jamás pudo diluir su culpa.

En el camino a su reunión con Silco, Ekko repasó cada posibilidad en su cabeza, había sido citado con el fin de discutir el nuevo costo por sus servicios ante la reciente invención de un sistema capaz de crear brillo más refinado en volúmenes más grandes y a menor costo. Era la oportunidad perfecta para salvar a Powder ya que tenía de su lado el factor sorpresa al ser invitado por el mismo Silco. Ekko resolpló en molestia tras el simple pensamiento de ser socio de un monstruo como Silco, pasó la mayoría de su introversión conteniendo su odio y ganas de matarlo ahí mismo.

Llegado a su dolorosamente conocido destino, se acercó a las grandes puertas ubicadas en la parte de atrás del bar, los recuerdos lo inundaban y Ekko no podía hacer nada para detenerlo. De ser su lugar seguro debido a la presencia de Vander y su padre, pasó a ser un bar peligroso bajo el mando de Silco donde se gestaban los planes más macabros para solamente ganar más poderío sobre la ciudad.

Tras tocar la grande puerta de metal, se abrió súbitamente por un brazo metálico con un aparente contenido de brillo morado que se dejaba ver en pequeñas mangueras transparentes protegidas por hebras gruesas de metal. Dejando ver a aquella que una vez fue la mano derecha de Vander para convertirse en su mayor traidora, Sevika. La cual sólo se limitó a decir con una sonrisa retorcida:

- Pasa, niño; El jefe vendrá muy pronto a atenderte. – Sin perder tiempo Ekko se limitó a inclinar la cabeza en signo de entendimiento y pasó por la puerta. Su mano se encontraba en el mango del bastón fuertemente agarrado, apenas soportando el impulso de golpearla en ese instante.

- De pocas palabras, ¿Eh? – Preguntó Sevika de forma burlona sin estar buscando una respuesta – Pide lo que quieras en la barra, es cortesía para los socios. No intentes nada estúpido porque te desmembraré vivo, ¿Entendido?

La rudeza con lo que dijo aquellas palabras fue suficiente para hacer que la sangre de Ekko ardiera apenas conteniéndose repitió el gesto qué ya le había ofrecido y la vio marcharse hacia una sala privada que parecía ser para juegos privados de cartas. Ekko no pudo soportar pensar - "Te desmembraré yo a ti, perra traicionera" - mientras se adentraba en el bar, tratando de observar puntos clave en cada esquina de este.

Tras unos minutos de deambular temiendo que Silco llegara a su acordada reunión, logró tomar cada gramo de valentía en su voluntad, motivado por su misión y se dirigió a una de las esquinas del bar que se encontraba alejada de aquella donde se encontraba el salón donde había entrado Sevika. Asegurándose de mimetizarse con los borrachos y posiblemente hasta las nubes de brillo. Lo cual no resultó difícil debido a su limitado tamaño a comparación de estos. Encontró unas escaleras al final de un pasillo que se encontraba a escasos pasos de donde se encontraba. De nuevo tratando de pasar desapercibido, caminó hace el pasillo de forma disimulada entre la gente presente. Ya llegado al pasillo donde sólo se encontraban dos personas besándose salvajemente en un rincón. Ocasión que Ekko aprovechó parasarlas de largo sin mucha dificultad para finalmente subir las escaleras. Pidiendo con todas sus fuerzas encontrar a Powder en esa zona de La Última Gota. La zona en la que él recordaba que era su habitación.

Ekko maldijo en su interior todo lo que pudo cuando al subir encontró el lugar completamente diferente a como el recordaba la última gota. Al subir se encontró con un pasillo aún más largo que el anterior con 5 puertas cerradas y un espacio aparentemente abierto al final de este. Su cabeza daba vueltas, no podía soportar la ansiedad mezclada de estar cada paso más cerca de quizás encontrar a su pobre amiga capturada y de que en cualquier momento podría llevar Silco y notar que algo andaba mal. No había una sola persona en el corredor en el que se encontraba, a pesar de sentirse aliviado de estar lejos de la muchedumbre, drogada con brillo de todos los colores posibles, sin embargo, un naciente sentimiento de vulnerabilidad salía a la luz a cada paso que daba debido al incontrolable sentimiento de estar vulnerable a cualquier ataque. Dando pasos lentos, pero decididos, fue pasando por todas las puertas, esperando encontrar una pista del paradero de Powder.

Al dar su vigésimo paso su oído pudo detectar algo inesperado, una canción a lo lejos que parecía producirse en lo que sea que estuviera del otro lado de esa salida al final del pasillo. Una música independiente a la proveniente del bar que provenía de detrás de él. Sintiendo un apretón en su corazón entre emoción y nervios de la posibilidad de encontrar algo relacionado con Powder, caminó cada vez más y más rápido, impulsado por su fuerte deseo de por fin reunirse con aquella persona a la que apreciaba tanto a aquella persona con la que solía jugar, conversar… crear. Su emoción le hizo imposible recordar la situación hostil en la que se encontraba por lo que no pensó en empuñar su arma ni sintió el peso de su patineta jalando su espalda, como impidiendo que llegara por fin a esa sección al final del ahora eterno y sofocante túnel rodeándolo.

Al pasar el umbral del pasillo, visualizó una gran sala, enorme en realdad. En el centro se encontraba una especie de hélice gigante que abarcaba casi toda la cilíndrica habitación. Dicha estructura se encontraba a desnivel de donde se encontraba por lo que la única forma de acceder era por unas escaleras que se encontraban a su derecha. La melodía de fondo siendo cada vez más notable y envolvente debido a las curvas paredes. Casi sin aire debido a que Ekko había olvidado respirar, descendió por las escaleras de un salto, pudiendo visualizar en el extremo de una de las aspas de la enorme hélice una artesanal carpa hecha con restos de varios tipos de tela con diferente diseño y texturas la cual daba refugio a una especie de escritorio con varios tubos llenos de brillo y otros artefactos pequeños metálicos con pintura amarilla y rosada dando detalles que, a la distancia, Ekko no pudo determinar.

Ekko se acercó al escritorio, su corazón latiendo tan fuerte que podía fácilmente saliendo de su pecho. Al explorar con la mirada los artefactos presentes en aquel pedazo de metal con un banco pegado por un lado observó una gran lupa con un soporte articulado que la fijaba a un extremo de la mesa, rodeado de varios tubos de ensaye medio llenos de varios tipos de brillo, de todos los colores yendo del amarillo hasta el rosa. Finalmente volteó hacia el extremo que favorecía la posición del banco, eran variaciones de granadas con varios detalles conformados por pintura rosada, amarilla y violeta, dando la apariencia de una bestia con colmillos. Al ver esto, Ekko inmediatamente hizo la conexión y sin pensarlo un solo segundo gritó aquel nombre que lo estaba consumiendo por tantos meses, tantas noches de insomnio:

- ¡Powder! – Gritó tan fuerte que pudo sentir el eco de su voz, multiplicando la proyección de su voz

Gritó alrededor de 3 veces hasta que escuchó con una voz femenina, ronca casi imperturbable proveniente de un grueso travesaño metálico arriba de él:

- Dios mío, te escuché la primera vez, ¿Sabes?

Ante la remembranza de aquella voz, Ekko giró su cabeza hasta arriba con una velocidad que pudo romperle el cuello. Al segundo pudo visualizar una trenza de pelo azul. – "Se podrá tratar de…" – Pensó Ekko en lo que bien podría ser en voz alta hasta que vio un movimiento súbito, extremadamente rápido de la trenza azul arriba de él. Seguido del movimiento Escuchó el sonido de un impacto suave junto una leve vibración en donde estaba parado. Al regresar la cabeza al frente por fin la vio. Llevaba ropa muy similar a como la recordaba, portaba una pechera negra con textura de cuero favoreciendo el aspecto izquierdo de su pecho, dicha pechera cubriendo la tela de su camiseta con un patrón rayado de colores morado y rosado y pantalón oscuro junto con unas botas con una punta metálica que combinaba con el color y material de la habitación, sin ningún tipo de agujeta lo que les daba apariencia abierta y descuidada. Al ver su rostro, vio que era la misma Powder de siempre, pero con trenzas que le llegaban hasta la altura de las axilas y un fleco enorme que coronaba su piel pálida casi grisácea, sus grandes, preciosos y profundos ojos con un azul tan intenso que dejaría al brillo en vergüenza. Tenía una complexión increíblemente delgada con un torso que fácilmente podría medir con una de sus manos. Tenía bolsas por debajo de los ojos que la hacían parecer cansada, incluso rota por lo que Ekko asumió era debido a su tiempo presa.

- ¡Powder! ¡Me alegra tanto haberte encontrado! – Exclamó Ekko mientras se le abalanzaba a la joven, envolviéndola en un fuerte abrazo. Powder no se movió ningún centímetro ante el estímulo de Ekko, tampoco correspondió el abrazo.

- ¿Ekko? ¿Qué demonios haces aquí? ¿No deberías estar con Silco ahora? – Preguntó con tono frío y desinteresado, mismo que sorprendió a Ekko quien estaba al borde de las lágrimas para ese momento. Ekko se separó de Powder y la analizó con la mirada antes de hablar.

- Vengo por ti, Powder. Traté de acercarme lo más posible a Silco para venir contigo y salvarte de sus garras. Vengo a sacarte de aquí, así que apúrate que nos pueden descubrir en cualquier momento… - Dijo Ekko tan rápidamente que con dificultad se le entendía. Powder lo miró a los ojos con mirada confundida mientras Ekko buscaba por su pobremente organizado escritorio por algo importante para ayudarle a llevar, hasta que escuchó la perturbadora respuesta de su vieja amiga:

- Ekko, Powder murió – Respondió con el mismo tono dolorosamente plano. Su ronca voz raspando contra los oídos de su antiguo compañero. - Yo vivo aquí.

- No digas estupideces, Powder ¡Debemos marcharnos ya! – Dijo Ekko desesperado, sabía perfectamente que Silco no tomaría mucho para llegar. Con la esperanza de apresurar las cosas soltó las pocas herramientas que había tomado, cayendo en el suelo en una moción extrañamente similar a sus expectativas del encuentro y la miró directamente tratando de acercarse. La peliazul no correspondió y en un rápido desplazamiento se alejó de él.

- Ekko, yo vivo aquí, tontito. Soy Jinx ahora. Será mejor que te largues. – Dijo aumentando el volumen de su voz, sorprendiendo cada vez más al joven quien sólo podía verla con confusión.

- ¡¿Jinx?! Eso no tiene ningún sentido. Eres mi amiga, Powder. No puedes quedarte aquí con quien mató a Vander, a mi propio padre. Déjate salvar, por favor… - Exclamó con voz más quebradiza de lo que pretendía, su alma rompiéndose en mil pedazos ante la creciente probabilidad de que fallaría su misión. – He logrado formar una comunidad, los Firelights. Puede ser tu nuevo hogar, tiene gente como tú y como yo… Huerfanos.

- No necesito nada de eso, niñito. Trabajo para Silco quien fue el único que me entendió y me ha cuidado desde que maté a toda mi familia. Cuando ni siquiera tú estuviste. – Explicó venenosamente, su tono progresando a enojo. – Powder, de quien tú hablas, está muerta. Y adivina qué… - Susurró, con frialdad, casi ronroneando. – Llegas demasiado tarde.

- Pero, vengo a salvarte. Silco no busca de ti más que tu ingenio y sólo planea utilizarte – Explicó Ekko rogando a las alturas que pudiera convencerla – Yo pensé que habías muerto hasta que me enteré que estabas aquí… Hemos arriesgado tanto por ti, poder. Sólo por ti, ¿No te das cuenta? – Cuestionó antes de que Jinx le contestara demasiado rápido.

- ¡Miren todos al niño salvador! Quien ha hecho maravillas para salvar a su amiga muerta. – Exclamó mientras se le acercaba de forma errática, sacudiendo las manos en una expresión pomposa y grandilocuente que sólo hacía que la voluntad de Ekko se rompiera más y más.

Mientras discutían, Ekko percibió ruidos de pisadas provenientes del pasillo por donde había llegado a su fatídico encuentro con Jinx. Eran varias pisadas que por el volumen y ritmo, inmediatamente identificó como varias personas viniendo hacia el aparente taller de Jinx. Desesperado y con la esperanza de poder resolver las cosas en un ambiente menos hostil decidió tomar el riesgo:

- Te llevaré por las malas entonces – Dijo con tono bajo, casi como contándole un secreto al viento antes de extender su mano con rapidez para tomar el brazo de Jinx. Sin embargo, esta última era más rápida que él. En un pestañeo no sólo aquella extremidad había desaparecido del umbral de su agarre, sino que antes de que él siquiera lo pudiera percibir había logrado consagrar un manotazo en su mejilla izquierda.

Ekko se frotó la mejilla con su mano ipsilateral, como tratando de deshacerse del dolor. Sin embargo, lo que realmente estaba haciendo era tratar de aliviar el alma. Su pómulo ardía, podía sentir como iba aumentando en temperatura, como se inflamaba poco a poco. Se quedó sin palabras, su amiga de toda la vida, su compañera de infancia, su confidente. Quien creía que había muerto hasta hace unos meses. Todo su entusiasmo se vio diluido y sacudido por el manotazo , siendo reemplazado por furia.

- Soy Jinx ahora, niño. Gané ese nombre tras matar a toda mi familia, después de que mi hermana me abandonara y también muriera. Yo traigo mala suerte, ¡De ahí el nombre! – Contestó Jinx con un tinte de incomodidad en la voz, como si le hiciera sentir ansiosa la presencia de Ekko y el golpe que acaba de propinarle. Sin embargo, este último se encontraba tan aturdido por su reciente rechazo que no lo notó.

Antes de que Ekko pudiera responder algo, escuchó un disparo venir del pasillo por el que había llegado, impactando sobre su patineta, lo que provocó que un sonido de fuga de gas y líquido explotara cerca de sus oídos, añadiendo a su ya intenso estado de confusión.

- Ahora lárgate, antes de que te maten. – Dijo Jinx con relativa calma, como si no hubiera habido disparos momentos previos.

Ekko no podía pensar, con los pocos segundos que le quedaban antes de que otro disparo fuera efectuado, analizó la habitación una última vez. Su mirada perdiéndose en la infinita pared de metal sin esquinas, un cilindro gigante con una especie de turbina en el centro – "¿De verdad a esto le llama hogar?" – Pensó Ekko poco antes de visualizar una pequeña ventilación en el punto más alto de cilindro. Tomó su patineta y en el mismo movimiento rápido y ágil que usó cuando partía emocionado para rescatar a Jinx. Sería el mismo que usaría para regresar con el corazón roto y sin su aparentemente ya muerta amiga. Mientras volaba hace esa salida de ventilación, su atención estaba tan centrada en esta que en ningún momento notó el brillo verde de su patineta que se fugaba a grandes cantidades, apenas lo suficiente para llegar a la ventilación. Al sentir la falta de potencia, Ekko utilizó lo último que quedaba de sustentación para dar un salto para poder agarrarse de las orillas de la salida en medio de ya múltiples disparos que pasaban demasiado cerca de él como para ignorar. Su patineta por su parte, cayó ahora impulsada por el último salto que había dado su dueño y al impactar contra el piso se logró romper el otro tanque de brillo verde, el cual estaba más presurizado, por lo que salió propulsada por el brillo hacia una de las curvas paredes de la gran habitación, rebotando de forma veloz y errática.

Mientras Ekko saltaba con dirección a la salida de ventilación, dejando inservible su patineta en el proceso. Jinx lo observó mientras las voces de sus difuntos amigos Mylo y Claggor con un volumen ensordecedor dentro de su cabeza.

- Sólo te falta matarlo a él.

- Libérate de todo.

- Como de nosotros.

- Mátalo

Harta de la presencia de las voces, Jinx sacó su arma de una funda que tenía rodeando su diminuta cintura. Era una pistola diseñada por ella misma que mezclaba las características de un arma convencional con la tecnología del brillo. Sin reparo y aún atormentada por las voces, apuntó rápidamente a quien fue su amigo. Su dedo de encontraba tembloroso sobre el gatillo moviéndose sobre este como si fueran ansiosas caricias. Las voces de que la atormentaban aumentaron en intensidad.

- Vamos, dispara.

- Sólo falta él, Jinx.

- Así nunca podrás perderlo.

- Ya lo perdiste.

- ¡Cállense, carajo! – Gritó Jinx disparando hacia el techo arriba de ella a ciegas, impactando contra el duro metal – Necesito pensar.

- No hay nada qué pensar. – Respondieron las voces en unísono, antes de proceder a realizar todo tipo de comentarios y sugerencias de que tenía que matarlo. Con cada segundo dejando su cabeza aun más adolorida de lo que ya solía tenerla siempre. Para cuando había, por fin, decidido a dispararle, el cuerpo de Ekko escapó repentinamente seguido del rápido paso de un par de luces verdes, igual que el de la ya destrozada patineta de Ekko.

- Te dije que vendría sólo, Héctor. – Condenó Ekko a su salvador mientras se sentaba en el extremo de la patineta de Héctor, quien se encargaba de mantener el rumbo a su hogar. Tras conseguir una trayectoria que los llevaría a su destino siguiendo una línea recta, respondió a Ekko con sarcasmo:

- No puedo confiarte demasiados riesgos, Ekko. – Dijo esperando una respuesta humorosa de parte de él. Sin embargo, al notar que no venía con Powder, asumío lo peor. – ¿No encontraste a Powder? – Preguntó sintiendo arrepentimiento poco después por la respuesta que recibiría.

- Por desgracia, Héctor. Esta muerta ahora. – Respondió con voz quebradiza mientras miraba fijamente a La Última Gota a la distancia. Todo sería diferente ahora. Su relación comercial con Silco afortunadamente ya había terminado, por lo que por fin se podrán dedicar a lo que más ansiaba. Arruinar todo el negocio de brillo que atormentaba a Zaun. De ahora en adelante se dedicaría a sabotear cualquier operación de Silco hasta que se quedara en las cenizas. Sin embargo, el pensamiento de, ahora Jinx lo azotó. Afortunada o desafortunadamente ese encuentro que había tenido con ella no iba a ser el último.