DISCLAIMER: Los personajes pertenecen a Stephenie Meyer pero todo lo demás es mío.

Grupo de Facebook: Feeling the Reading: Bella Bradshaw.

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El día de Nochevieja me levanté muy nostálgica y con un humor raro. Estaba disfrutando de la Navidad en Londres pero al mismo tiempo recordaba el 31 de diciembre del año pasado en Los Ángeles y el estar en casa con mis padres me hacía sentir de nuevo como si tuviera 20 años y no hubiera avanzando en mi vida.

Inicié el año por facetime con Edward y Garret cuatro horas antes de las 12 de la noche en Londres coincidiendo con la media noche en Mumbai. Cené con mis padres intentando centrarme en compartir con ellos el inicio de un nuevo año y dejando de lado esa sensación de que yo no debería estar aquí.

Las chicas también me hicieron Facetime pero rechacé la videollamada alegando que estaba con la familia.

Volví a Barcelona el viernes 3 de enero y la ciudad me recibió con una temperatura extremadamente baja para lo que suele ser habitual aquí.

En mi casa hacía mucho frío, olía a cerrado y la nevera solo tenía cervezas, dos limones arrugados, un bote de kétchup y otro de salsa de soja por lo que no me quedó más remedio que visitar el supermercado.

No tenía la obligación de ir a la oficina pero sin nada que hacer y con Edward viajando entre ciudades de la India me aburría en casa y me acerqué allí sin sorprenderme de encontrar a Ona en su oficina.

No estuvimos trabajando como tal pero sí estuvimos juntas en su despacho viendo el calendario de lo que se nos venía encima. La feria del Mobile a principios de marzo era prioritario, habíamos rechazado casi todas las demás campañas de publicidad para centrarnos en esta debido a su envergadura.

Si el Barcelona Beach Festival fue importante esto es el doble de importante. No auguro un febrero fácil ni con demasiado tiempo libre.

Por supuesto la semana en que Edward regresó de la India tenía que coincidir con mi semana de exámenes del máster para los cuales tenía que viajar a Madrid cuatro días.

A Edward no le supuso ningún problema y ofreció cambiar su vuelo a Madrid en vez de a Barcelona pero a mí me sentó mal. Sabía que no íbamos a poder hacer muchos planes juntos porque yo tenía que estudiar y bastante distracción suponía estar en un hotel como para encima intentar sacar tiempo para citas románticas. Tan solo tendríamos el fin de semana para disfrutar como pareja y luego Edward viajaba a México.

Él me esperó en la zona VIP de la T4 del aeropuerto Adolfo Suárez de Madrid a la que yo no pude entrar porque mi billete, pagado por la empresa, no contaba con ese extra.

Hacía varios días que no habíamos hecho videollamada pero me sorprendí al verle.

-¿Y este nuevo look?- le digo tocándole la cara.

-Nuevo look obligado. Se me ha roto la máquina de afeitar- me explica.

Estoy acostumbrada a verle como mucho con barba de tres días pero ahora tiene el bigote y el mentón cubierto de barba. Le da un toque sexy y más… ¿adulto?

-Salúdame bien- me pide agarrándome de la cintura y pegándome a él.

Me río y juego a apartarme solo para volver a acercarme a él y darle un beso.

Una sensación diferente la de sus labios contra los míos al no estar afeitado.

Nos separamos y caminamos por la terminal uno al lado del otro sorprendidos cuando oímos el sonido de una cámara de fotos.

Frunzo el ceño buscando de dónde viene y Edward tira de mí bajando la cabeza.

-Vamos-

-¿Pero había un fotógrafo?

-Seguramente sí. Estarán aquí por otra persona pero al vernos nos ha reconocido y si alguien le compra la imagen, eso que se lleva.

-Si lo hubiera sabido me hubiera maquillado- bromeo.

Edward se ríe de mi chiste mientras se para para pulsar el botón del ascensor.

Una vez dentro del taxi le pido que me enseñe imágenes de su viaje a India y me pasa el teléfono para que las vea cuando se me cuela un bostezo.

-Perdón, no me aburres eh- le aseguro tapándome la boca con la mano.

-Tienes ojeras, ¿estás durmiendo?

-No mucho, estoy agobiada, creo que voy a suspender.

Edward se ríe negando.

-Lo dudo.

-No es tan fácil estudiar con 20 años que con casi 30. Además sabes que en el trabajo las cosas también son estresantes y cuando llego a casa tengo que estudiar, no puedo permitirme descansar.

Él chasquea la lengua en señal de no estar de acuerdo.

-El viernes cuando acabes vamos a pasarnos toda la tarde en el spa del hotel.

-¿Has cogido hotel con spa?

-Four Seasons, suite con doble dormitorio- me sonríe.

-¿Por qué dos dormitorios?- pregunto frunciendo el ceño.

-Me dijiste que no te distrajera mientras estudiabas- explica con sinceridad.

-No dije eso. Dije que tenía que estudiar y que no íbamos a poder pasar tanto tiempo juntos como otras veces. Si nos vemos poco y cuando nos vemos dormimos en habitaciones separadas, entonces ¿para qué has venido?- le pregunto más frustrada de lo que debería estar.

Edward se sorprende de mi tono de enfado.

-Bella es broma, dos habitaciones para que puedas estudiar tranquilamente en una de ellas. Que tengas tu espacio como si estuvieras en casa. En ningún momento me he planteado no compartir dormitorio contigo.

-Ah-

-No te enfades.

-No me he enfadado tan solo… No sé, quiero hacer muchas cosas y no estoy pudiendo. Supongo que cuando los exámenes acaben todo volverá a ser como antes pero ahora mismo estoy muy estresada y no es buen momento para bromas.

-Lo entiendo cariño- me dice besándome la sien.

Cuando llegamos al hotel me quedo impresionada por su fachada en forma de V y su majestuosidad, ya por fuera es un edificio precioso.

La recepción del hotel es inmensa, cubierta de suelos y paredes de mármol es ostentosa en el sentido del buen gusto.

Nos guían hasta nuestra suite, la Suite Canalejas, y aunque el hombre nos intenta hacer un tour y una presentación de servicios, Edward le corta rápidamente y le indica que queremos descansar.

-Elige- me dice señalando las puertas de las habitaciones- ¿cuál será nuestro dormitorio y cuál tu despacho y zona de estudio?

Elijo el dormitorio que cuenta con una mesa de escritorio y una silla que grita ser cómoda.

También hay una mesa en la sala de estar de la suite pero no quiero forzar a Edward a quedarse encerrado en la habitación y no salir de ahí para no distraerme.

-¿Tienes hambre? ¿Pedimos servicio de habitaciones?

-Sí, por favor- digo sentándome en el sillón cogiendo el móvil.

Edward pide por los dos mientras yo aviso a mis padres de que ya hemos llegado a Madrid y reviso el email del trabajo.

Corta la llamada al mismo tiempo que yo bloqueo la pantalla del teléfono y me recuesto sobre el sofá.

-Ven aquí- me pide sentándose a mi lado y obligándome a sentarme encima de él.

Le beso pasando mis brazos por su cuello y recostándome en su pecho.

Nuestras manos acarician las partes del cuerpo del otro que estén a su alcance.

La boca de Edward abandona mis labios y baja por mi cuello.

-Edward- susurro con placer- me haces cosquillas- le digo riendo.

-¿Por la barba?

Asiento tocándosela.

-Pero me gusta- le digo besándole la mejilla.

La puerta interrumpe nuestra sesión de besos y soy yo la que me levanto a abrir.

No esperaba un servicio de habitaciones como éste. Básicamente han convertido la suite en un restaurante.

Después de comer Edward intenta convencerme de dormir un poco pero yo lo rechazo y en su lugar me tomo una bebida energética. Así pasa la tarde, conmigo encerrada en la habitación estudiando mientras él descansa.

A las siete creo que ya es hora de que deje de estudiar aunque pretendo dar un repaso rápido mañana por la mañana.

Salgo de la suite a la sala de estar donde Edward está metido de lleno en su portátil, cascos incluidos.

Me siento culpable por no prestarle atención al mismo tiempo que una parte de mí me grita que no sea idiota y que disfrute de él ahora que está conmigo.

Me acerco hasta el sofá y le abrazo por la espalda sorprendiéndole.

-¿Qué tal?- me pregunta quitándose los cascos.

-Basta por hoy. No quiero estudiar más.

Edward se ríe y niega.

-Aún es pronto. ¿Quieres que estudie contigo? Yo te pregunto- me propone.

-¿Vas a hacerme de profesor particular?-le digo dando la vuelta para sentarme en su regazo apartando el ordenador- mira que pensaba que a ti te gustaba más ser el alumno.

Edward se ríe a carcajadas dándose cuenta de que mi comentario alude al hecho de como perdió la virginidad.

-Cambiemos los roles- me propone.

-Vale-

Edward se pone de pie conmigo entre sus piernas.

-¿Pero…?- pregunto desconcertada.

-Iba en serio lo de preguntarte.

-Pero a mí me apetece sexo- discuto.

Edward se vuelve a reír y tira de mí hasta la habitación donde están mis apuntes.

-Si sabes responder las preguntas habrá sexo.

Pongo los ojos en blanco y me tiro encima de la cama mientras que él se sienta en mi silla de estudio y coge los papeles.

-5 elementos del branding- comienza preguntando.

-Esa es fácil- digo antes de nombrárselos.

-3 ejemplos de aplicación del neuromarketing en publicidad-

Edward continúa cuestionándome y yo sigo dándole las respuestas acertadas hasta que me canso y comienzo a desnudarme.

-Diseño del plan de medios para…- comienza a leer ignorándome por completo hasta que me quito el tanga y se lo lanzo cayendo justo en mis apuntes que él sostiene.

Edward se ríe y se levanta de la silla con mi tanga en la mano.

-Señorita Swan por favor…

Me río apoyada en mis codos en la cama.

-Deja eso y cógeme a mí- le pido con doble sentido separando mis piernas para que vea mi vagina.

-Bella yo quería ayudarte a estudiar, apoyarte, pero me lo pones complicadísimo.

-Podemos estudiar después ahora necesito un descanso con mi novio al que llevo casi un mes sin ver.

-Tu novio también te ha echado mucho de menos- me dice sentándose en el borde de la cama girado hacia mí- Ha echado de menos esto- dice pasando una mano por mi pierna- esto- continua tocándome los pezones- por supuesto esto- sigue tocándome el pubis- pero lo que más echa de menos es esto- responde bajando su cabeza y lamiéndome el clítoris.

Gimo y echo mis caderas hacia delante.

Su cabeza trabaja entre mis piernas hasta que me corro y luego me folla. Porque esa cadencia no es de hacer el amor, es de follar.

Después del orgasmo de ambos nos quedamos tumbados sobre la cama con mi cabeza sobre su pecho.

-A veces me siento un intruso viniendo a robarte tiempo y alterarte los planes- confiesa acariciándome el pelo sumidos en un cómodo silencio.

Me giro a mirarle con el ceño fruncido.

-¿Por qué dices eso?

-Porque cuando estoy fuera veo que tu vida es organizada, con horarios, con objetivos... y cuando vengo tienes que dejar todo eso a un lado por mí.

-Yo no lo veo como algo negativo. Obviamente que cuando no estás me organizo solo según lo que yo tenga que hacer y lo que me apetezca pero cuando vienes quiero pasar tiempo contigo y lo demás pasa a segundo plano. No me estás robando tiempo, al contrario, yo siento que es todo lo demás lo que nos roba tiempo.

-He pensado mucho en lo que hablamos en Brujas.

-Sí.

-Estoy organizándome de forma diferente. Estoy eligiendo shows que estén juntos, mismo día o días seguidos y dejando otros días libres para poder vernos, para que yo viaje o para que viajes tú.

Me le quedo mirando y no sé qué decir.

-Podremos vernos más- me promete besándome.

Asiento.

Una parte de mí sabe que no será suficiente solo con vernos más pero no quiero abrumarle. Tal vez él no esté preparado aún para hablar sobre vivir juntos y no quiero presionar. Yo una vez fui presionada y las cosas no salieron bien.

-¿Salimos a cenar?- propongo.

-¿Te apetece?

-Sí, me vendrá bien tomar el aire y salir de aquí. Me han recomendado un restaurante en la oficina pero no sé si hace falta reservar.

Le enseño el móvil para que lo vea y evidentemente hace falta reserva así que lo dejamos para el sábado.

Cenamos en un bar del centro a base de tapas típicas madrileñas y pedimos doble ración de croquetas porque nos encantan.

Por la mañana me levanto antes que él, me cubro solo con un albornoz y salgo a la habitación que se ha convertido en mi estudio.

Edward me encuentra allí media hora más tarde, pide el desayuno para ambos y me acompaña en metro hasta la zona de exámenes.

-Suerte- me dice minutos antes de que tenga lugar el llamamiento.

Me da un beso y me acaricia la mejilla.

-Vas a hacerlo genial. Cuando acabes estaré por aquí- señala la zona exterior con bancos y árboles.

-Hace mucho frío, puedes hacer turismo sin mí, no me enfadaré.

-Me lo reservo para hacerlo juntos pero sin duda iré a alguna cafetería. Madrid es un cubo de hielo estos días. Suerte nena- me dice de nuevo besándome antes de separarnos.

Saco mi identificación y camino hasta las primeras filas donde hay más personas esperando a examinarse.

Cuando me llaman muestro la tarjeta a la persona que está en la puerta y antes de entrar me giro para mirar a Edward pero no puedo verle con tanta gente.

Repetimos la misma rutina hasta el viernes por la mañana cuando hago mi quinto y último examen.

-Estaba chupado- le digo riendo según salgo del aula.

Todos los exámenes me han salido mejor de lo esperado y ahora me encuentro en un momento de felicidad extrema. Pletórica.

Edward se ríe conmigo y se levanta de la silla donde estaba esperándome.

-Yo ya sabía que te iba a salir de 10- me dice besándome.

-Ahora alguien me prometió un día de spa- le recuerdo.

Él se ríe y asiente.

-Está reservado-

-Y después del spa, ¿cena y sexo?- le propongo pasando mis manos sobre su pecho.

-¿Crees que te lo mereces?

-¡Claro que sí!-

Ambos nos reímos y salimos del centro de exámenes para volver al hotel.

Comenzamos con un circuito de spa, primero piscina, luego sauna y después baño turco. Después recibimos un masaje corporal relajante en pareja y por último un tratamiento capilar japonés con agua de arroz que consiguió relajarnos a ambos.

-Ha sido todo lo que necesitaba- le digo subiendo a nuestra suite en ascensor- gracias- le beso.

-No me tienes que agradecer nada pero me debes una.

-¿Por?

-¿Cómo que por? Porque me he puesto un tanga de papel por ti donde se me salían los huevos.

Me río a carcajadas.

-Ha sido incómodo al principio.

Me vuelvo a reír de él y le beso.

-No me hubiera gustado que la masajista viera más de lo necesario- confieso.

-Estoy seguro de que Mamen- la masajista- me ha visto todo, pero estará acostumbrada-

Al final decidimos que no merece la pena vestirnos y pasar frío para salir a cenar y decidimos hacer uso del servicio de habitaciones.

El sábado hicimos ruta de museos y ruta de los bares más típicos de Madrid. Caímos rendidos en la cama cuando aun no eran ni las nueve.

El domingo aprovechamos el brunch del hotel y la cama de nuestra habitación hasta la hora del check-out, no obstante cuando bajamos con las maletas a recepción nos avisaron de que los taxis tardarían en llegar porque había comenzado a nevar.

Estuvimos esperando en recepción bastante nerviosos por perder el vuelo, yo a Barcelona y Edward a Miami donde hacía escala hasta México.

-Mierda- dice él mirando su móvil.

-¿Qué pasa?

-Han retrasado el vuelo, me acaba de llegar un aviso al email- me dice pasándome el teléfono.

Como si de magia se tratase, mi teléfono comenzó a pitar avisándome de que mi vuelo también se retrasaba.

Me acerqué al ventanal del hotel solo para observar como la nieve iba cuajando en el suelo y la calle cada vez iba tornándose más tranquila, sin coches, sin gente en las aceras, sin ruidos.

-Pinta mal- dice Edward acercándose hasta mí por la espalda.

-O bien- digo con una idea en la cabeza- imagínate quedarnos aquí un día más encerrados por la nieve. Solo nosotros, sin trabajos, sin teléfonos.

Edward sonríe.

-Ojalá continúe nevando- susurra mirándome.

Cuando la hora de nuestros vuelos llegó aun seguíamos en el hotel. La nieve continuaba cayendo y en la calle habría unos 15 centímetros de espesor cubriendo las aceras.

-Voy a pedir que nos devuelvan la suite- me dice él levantándose y caminando hasta recepción.

Le veo hablando con el hombre trajeado que está detrás del mostrador y luego le veo sacar una tarjeta de crédito de su cartera.

Vuelve con una sonrisa en la cara y me da la mano para ponerme en pie.

-Vámonos-

Volvemos a la habitación que está totalmente recogida y limpia y soy yo la primera que propone darnos un baño en la enorme bañera. Después nos pasamos horas haciendo el amor mientras la nieve caía por la ventana.

Al segundo día tras la nevada nos levantamos con una incesante lluvia que se llevaba toda la nieve a su paso.

-No quiero irme- me susurra pegado a mi oreja tumbados en la cama completamente desnudos bajo las mantas.

-Entonces quédate. Vente conmigo a Barcelona, vive conmigo y trabajarás de Dj en la discoteca más importante de la ciudad- propongo.

Edward se ríe y me gira.

-Suena bien- me responde besándome.

Me reprimo las ganas de gritarle ''pues hazlo'' porque ya llegará ese momento.

Mi móvil rompe la burbuja íntima y sexual que hemos construido desde el domingo.

Es Ona preguntándome si mañana estaré ya en Barcelona o si puedo asistir a una reunión de forma telemática. Le respondo que aún no sé si el aeropuerto vuelve a funcionar con normalidad y que la llamaré en unas horas.

Edward llama a la aerolínea y le confirman que se prevé que los vuelos salgan con normalidad a lo largo del día de hoy así que sin ninguna gana comenzamos a hacer las maletas de nuevo y salimos hacia el aeropuerto sobre las 10 de la mañana.

Mi avión sale primero y el suyo un par de horas más tarde que nuevamente pasará en la zona VIP de la terminal 4.

-Llámame cuando llegues- me pide justo antes de que yo vaya a embarcar.

Asiento.

-Dame un beso y dime cuándo vas a volver- le pido.

Edward mira hacia el techo haciendo cálculos mentalmente.

-20 de febrero creo.

-Vale.

-Te quiero- dice besándome antes de separarnos- llámame-

Asiento cogiendo la maleta y enseñando a la azafata mi billete y mi identificación.

Me despido de Edward con la mano y le dejo tras de mí mientras bajo por el pasillo que da acceso a la puerta del avión.

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El 20 de febrero se hace extremadamente eterno hasta que llega.

Además el 14 de febrero es San Valentín y yo nunca lo he celebrado pero este año todo el mundo parece restregarme sus planes románticos en mi cara.

Mi plan romántico es hacer una videollamada a mi novio si con suerte llego a casa antes de que él se suba al escenario.

Tal vez intente compensar mi soledad pidiendo algo de comida a domicilio y viendo Netflix.

Es curioso como siempre he renegado de esta fecha hasta este año que quiero compartirlo con mi pareja y no puedo.

Un recuerdo llega hasta mí de hace años cuando Leo me compró un enorme ramo de flores y me lo llevó a la oficina. Fui la chica más envidiada en ese momento aunque cuando llegamos a casa le dije que no me gustaba celebrar ese día y que no quería más regalos.

Este año sí quiero, ¡qué daría yo porque Edward me sorprendiera viniendo a verme hoy aunque sea sin flores ni regalo!

Pero sé que no va a pasar porque anoche llegó a Los Ángeles donde está trabajando con otros djs en nuevos temas y donde yo me reuniré con él en dos semanas.

Así que paso el día evitando las historias cursis en Instagram y por supuesto ni se me ocurre salir a cenar o ir a alguna cafetería llena de parejas que me recuerden lo que yo puedo tener y no tengo ahora mismo.

Cuando Edward me visita el fin de semana del 20 de febrero y luego se marcha tan solo 36 horas después me doy cuenta de que tal vez, solo tal vez, no puedo esperar mucho más a que haya un cambio en nuestra dinámica de pareja.

Viajo a Los Ángeles un poco antes de lo previsto porque la feria del Mobile se ha cancelado. Casi todas las empresas asistentes han retirado su asistencia debido a la preocupación por el brote de gripe que lleva un mes o así saliendo en los medios.

Hemos intentado hacer de todo estás últimas semanas pero ha sido imposible salvar el congreso y este año no va a celebrarse. Así que una parte de mí está muy frustrada porque todo este trabajo se vaya por la borda pero al mismo tiempo estoy feliz de poder viajar antes a Los Ángeles y poder pasar junto a Edward tres semanas.

Tres semanas juntos suena casi irreal.

Edward vino a buscarme al aeropuerto, igual a la vez anterior, y la casa estaba tal y como la recordaba. Moderna, abierta, luminosa con ese característico olor a madera.

El sol y el calor me dieron una inyección de energía y de felicidad.

El tercer día estando allí quedamos a comer con la familia de Edward en un restaurante en Malibú, a medio camino entre nuestra casa y la de Esme.

Esme venía impecablemente vestida con un pantalón blanco y una blusa azul junto a sus maravillosos zapatos negros de tacón. Carlisle también llevaba pantalones claros y un polo color crema pero iba con un estilo más informal que su mujer.

Nos saludamos con un abrazo y Esme pareció realmente feliz de volver a verme.

-¿Sabéis las noticias?- nos comenta Carlisle en cuanto nos sentamos a comer.

-¿Lo del virus ese?- dice Edward poniéndose una servilleta en el regazo

-¿Cuál?- pregunta Esme.

-No, no, nada de eso-

-Carlisle, igual quiere decírselo él- le regaña Esme dándole un golpe en el hombro.

-Ya nos lo anunciaron pero él no estaba- se defiende su marido- Helen está embarazada- confiesa con una gran sonrisa.

-¿En serio?- pregunta Edward sorprendido antes de comenzar a reír- ¡Enhorabuena Carlisle!- le dice chocando ambas copas.

-Enhorabuena- sonrío yo tanto a Esme como a Carlisle.

-Estamos muy felices de saber que habrá un mini Cullen en casa las próximas Navidades- confiesa el pronto a convertirse abuelo.

-Nos lo contaron hace tres semanas cuando James hizo esa comida en su casa- indica Esme mirando a Edward fijamente.

-Ya te dije que no iba a poder ir.

-Pero es que últimamente nunca puedes ir a nada. Bella llevamos sin verle desde noviembre- me confiesa su madre mirándome a mí.

Miro a Edward que me devuelve la mirada serio.

-Estaba trabajando.

-Siempre estás trabajando- le recrimina su madre.

Bajo la vista al mantel ante la recriminación de Esme a Edward pero me doy cuenta de que no solo se ha reducido el tiempo que pasa conmigo si no también el que pasa con su familia.

-Espero que al menos a ella sí que le dediques más tiempo que a nosotros- continúa atacándole y mirándome.

-Esme…- le regaña Carlisle.

-Lo siento, es que estoy algo enfadada de que mi hijo siempre priorice su trabajo.

La incomodidad inunda la mesa durante un minuto hasta que llega el camarero a traernos más vino a petición de Esme.

Luego la conversación fluye de manera normal dejando Edward de ser el protagonista.

Tras la comida damos un paseo por el centro de Malibú aprovechando que la temperatura es agradable.

Carlisle nos convence para que vayamos un día a comer a Santa Bárbara antes de que yo tenga que volver a Barcelona y así estemos junto a James y Helen.

Por la noche esperábamos a Garret para cenar y hablar de trabajo pero canceló a última hora dejándonos solos.

Edward y yo aprovechamos cada minuto de la noche para estar juntos.

Al día siguiente Garret volvió a cancelar y Edward comenzó a extrañarse.

-Nunca ha hecho esto, además sin dar explicaciones- me dice sentados los dos en el sofá del salón.

-¿Urge mucho lo que tenéis que tratar?

-Tengo una actuación en San Diego pasado mañana y no sé qué es, ni cómo vamos a ir ni nada, así que sí, es urgente.

-Quizás esté enfermo- le sugiero acariciándole el pelo.

-O quizás solo está aprovechando que Giselle se ha mudado con él la semana pasada y no paran de follar.

Me río en un primer momento pero luego siento algo de envidia por ellos.

-¿Giselle se ha mudado?

-Sí- responde cogiendo el móvil de la mesa de café frente a nosotros- oficialmente hace una semana pero llevaba viviendo aquí desde que regresaron de Ibiza en octubre, solo que iban y venían, a veces estaban aquí y otras veces estaban en Alemania.

-No se han separado desde verano entonces- resumo yo pensativa.

-Ni con agua caliente se separan esos- ríe Edward.

-Ellos que pueden- respondo levantándome del sofá y metiéndome en la cocina.

Debería simplemente alegrarme por ellos, Garret me cae genial y compartí muchos días de verano con Giselle, considero a ambos amigos pero no puedo alegrarme porque la envidia me domina.

Se conocieron hace menos de un año en Ibiza, él viaja igual que Edward, ella vive en otro país como yo y sin embargo ya viven juntos. Es algo que irracionalmente me molesta.

Inesperadamente Garret apareció con Giselle por nuestra puerta cuando estaba anocheciendo. Traían bolsas de comida para llevar.

Saludé a ambos con dos besos y un abrazo notando que mi percepción hacia ellos ha cambiado.

Les veo felices, radiantes, todo sonrisas.

Cuando estamos terminándonos la comida Edward le pregunta por qué no vino el otro día.

Ellos dos se miran, sonríen y se besan.

Destilan azúcar.

-Nos hemos casado- dicen al unísono enseñándonos el anillo que ambos lucen en sus dedos.

Una fina banda dorada a juego.

Mis ojos casi se salen de mis órbitas al escuchar esta información.

-¿Qué?- pregunta Edward tan anonadado como yo.

-¿Cuándo?- les pregunto yo.

-Hace tres días. Nos fuimos a las Vegas y nos casamos- explica Garret feliz.

-No sabía que teníais intención de casaros- les dice Edward.

-No la teníamos pero…- comienza Giselle sacando su teléfono- nos enteramos de esto- nos dice mostrándonos una fotografía.

No se ve nada, es en blanco y negro pero he visto suficientes ultrasonidos en la tele como para saber que está embarazada.

-¿Estás embarazada?- pregunto.

Edward, que al parecer no había comprendido la fotografía, se gira abruptamente a mirarme como si acabase de soltar la mayor insensatez del mundo.

-¡Estamos embarazos!- anuncian ambos eufóricos.

Giselle comienza a llorar emocionada y Garret le seca las lágrimas con dos besos.

-Las hormonas- explica ella recuperándose.

-No sé qué decir…- comienzo yo.

-¡Enhorabuena!- expresa Edward aun sin salir de su asombro.

Yo también les doy la enhorabuena pero sigo completamente en shock.

-No sabía que os queríais casar, ni que estabais buscando ser padres- les cuenta Edward cuando acaban las felicitaciones.

Ambos se ríen y niegan.

-No teníamos nada planeado.

-Pero no la sacaste a tiempo- bromea Edward guiñando un ojo a Garret.

-En realidad fue culpa mía, se me olvidó tomarme la píldora un par de días.

-¿Sabíais ya que ibais a ser padres cuando os mudasteis?- pregunto interesada.

Irracionalmente dentro de mí siento que tiene más sentido si ella se mudó junto a él estando ya embarazada que simplemente si ella decidió dejar toda su vida en Berlín por él.

-¡No, no! No sabíamos nada. Yo me iba a mudar seguro y la primera noche que dormí en casa de Garret tras la mudanza le dije que tenía un retraso, se puso como loco y fue a una de esas tiendas que no cierran nunca, compró un predictor y ¡bingo! Había un bebé en mi útero.

-Yo ya sabía que quería pasar el resto de mi vida con Giselle así que teniendo la casa y el bebé, ¿por qué no la boda? Nos plantamos en Las Vegas y nos casamos. El motivo por el que el otro día no vine fue porque era mi noche de bodas- explica Garret.

-Y todo esto en menos de una semana- acoto yo.

-¿Increíble no?- dice Giselle sonriente.

-Y conociéndoos desde hace solo unos meses- expreso más en tono de crítica que en tono de admiración sin querer.

Hay un momento incómodo en la mesa.

-Cuando lo sabes, lo sabes- me responde Garret poniendo la mano en la rodilla de Giselle.

-Cierto, cuando lo sabes, lo sabes- le digo fingiendo una sonrisa y dando un trago a mi refresco- Voy al baño un momento, ahora vengo- expreso levantándome de la mesa con Edward mirándome con el ceño fruncido.

En realidad es tan solo una excusa para salir de ahí.

¿Por qué me molesta tanto que se hayan casado y vayan a ser padres?

¿Por qué de repente no quiero saber nada de su felicidad?

¿Por qué siento esta envidia irrefrenable?

No sé gestionarlo bien y eso me molesta.

Prefiero que me claven palillos bajo las uñas que bajar ahí abajo a ver a la feliz pareja.

Pero no puedo aguarles la fiesta así que bajo de nuevo fingiendo una sonrisa y me agrada notar que la conversación ha cambiado al ámbito laboral.

Me siento en mi sitio y Edward se gira a mirarme, le sonrío y él me sonríe antes de poner su mano en mi pierna bajo la mesa.

-Dubai es el lunes de la semana que viene- le recuerda Garret.

-Lo sé. Pero ida y vuelta directamente, sin hotel.

-Es un vuelo de 19 horas con escala- se queja.

-Bella está en casa y no quiero dejarla sola tanto tiempo- explica Edward mirándome.

-Puedo apañármelas bien dos días sin ti- le digo sonriente.

-Ya vas a estar dos días sin mí entre que llegamos allí, actúo y vuelvo, pero no quiero desperdiciar más días de estar separados- me responde dándome un pico.

-Ay sois monísimos chicos- expresa Giselle volviendo a emocionarse.

Me río y le paso una servilleta para limpiarse las lágrimas.

-Gracias- expresa cogiéndola de mis manos- esto de llorar por absurdeces… es incontrolable, lo sabrás cuando te quedes embarazada.

Abro los ojos sorprendida y horrorizada.

-Nosotros no estamos en ese punto de la relación- le contesta Edward amablemente.

-O si llegaremos a estarlo en algún momento- añado yo.

-Nosotros tampoco lo estábamos y mira- dice Giselle subiéndose la camiseta para enseñarnos su tripa.

Pensaba que el embarazo era de pocas semanas pero sin duda ese abdomen ya muestra signos de embarazo.

-¿De cuánto estás?- pregunto.

-De casi tres meses ¿te lo puedes creer? Había notado el cambio en mi cuerpo pero lo achacaba más a que con Garret como mucho y mal.

-Oye- se queja él.

-Es cierto cielo, contigo hay dulces todos los días.

-O sea que te quedaste embarazada en Navidad- resume Edward haciendo cuentas.

-Eso creemos sí- responde él dándole un beso.

Agradezco que se vayan e incluso declino la oferta de Giselle de ayudarme a recoger.

Edward y yo terminamos de tirar todos los envases a la basura y subimos a nuestra habitación.

-¿Estás bien? Te noto desconectada- me dice en la cama sobre mí.

-¿Desconectada? Estás dentro de mí aún- le recuerdo apretando su pene entre mis paredes vaginales.

-Sí, desconectada o distraída, no estás como siempre- resume saliendo de mi interior y tumbándose a mi lado.

-No me pasa nada- le aseguro girándome en la cama para verle de frente.

-Bella…-

-Creo que lo de Garret y Giselle me ha dejado en shock- le confieso en parte pasando una pierna por encima de su cadera.

-Te entiendo, ha sido muy fuerte.

-¿Crees que van muy rápido?

-No, la verdad, no me lo esperaba pero es como que encaja con su manera de ser- responde poniendo una mano sobre mi pierna acariciándome.

-Siento que nos han adelantado por la derecha- confieso riendo.

-¿Por?

Me encojo de hombros.

-Llevan menos tiempo que nosotros y ya tienen una vida hecha.

-Y nosotros la vamos haciendo poco a poco.

-Ya- digo girándome boca arriba en la cama.

-No hay por qué compararnos con ellos ni con nadie, cada relación es diferente- me dice agarrándome la barbilla y girándome la cara para mirarme a los ojos- ¿o quieres que te deje embarazada y nos vayamos a Las Vegas?- se ríe.

Me río junto a él y niego.

-No, no quiero eso- le respondo besándole.

Y es cierto que no me apetece casarme ni tener hijos pero aun así sigo sintiendo esa envidia y ese anhelo por lo que comparten Garret y Giselle.

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¡Hola! Perdón por no publicar este último mes. No he tenido la historia abandonada ni mucho menos porque la razón por la que no he publicado ha sido porque he estado escribiendo, mucho.

Como os dije en el capítulo anterior se avecina un cambio que ni ellos mismos se esperan, ¿qué será?

Bella cada vez lleva peor lo de esperar a dar el siguiente paso y se muere de envidia al ver que Garret y Giselle avanzan tan rápido en su relación. Edward sin embargo parece que está bien así.

¿Cómo solucionarán lo de estar cada uno en dos puntos diferentes?

¡Espero leer todas vuestras suposiciones sobre qué ocurrirá próximamente! ¡Nos leemos el próximo jueves!