DISCLAIMER: Los personajes pertenecen a Stephenie Meyer pero todo lo demás es mío.
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A dos calles de mi casa hay una tienda de electrónica donde compré otro cargador hace unos meses precisamente para dejarle en la oficina y nunca quedarme sin batería. Ahora de poco me sirve allí.
Tengo un momento de agobio porque me siento prisionera de mi casa, sin poder salir y sin poder comunicarme.
Me permito unos minutos de furia y luego me siento en la cama completamente frustrada para buscar soluciones.
Cojo el portátil, me meto en Amazon y compro otro cargador con la esperanza de que me llegue pronto y me funcione.
Paso una noche horrible por segunda vez consecutiva y ese sentimiento de aislamiento me acompaña en cada momento.
Mi casa se ha convertido en un desastre de platos sucios, ropa desordenada y latas de refresco.
He perdido la noción del tiempo y mis días ya no tienen horarios ni rutinas, me guío por lo que me apetece en cada momento y la mayor parte de las horas me las paso viendo alguna serie mala en Netflix.
El cuarto día por fin me llega el cargador del móvil.
El repartidor insiste en que no va a subir a mi piso y me veo obligada a vestirme y a bajar al portal. En vez de entregármelo en la mano, me lo deja en el suelo y él se aleja como un metro o así cuando me ve bajar las escaleras.
No me pide ni identificación ni mucho menos firmar la entrega.
Me siento una apestada pero la sensación solo me dura unos segundos hasta que cojo el paquete, lo abro y veo que el nuevo cargador es igual al que ya tengo así que seguro que funciona.
El teléfono tarda unos segundos en encenderse, la batería debía estar completamente descargada.
Cuando lo enciendo con tan solo un 5% me empiezan a llegar cientos de notificaciones que me impiden operar con el móvil.
Tengo llamadas perdidas, whatsapps, notificaciones de Instagram, de emails…
No pierdo el tiempo y voy a las últimas llamadas para ser testigo de que Edward me ha llamado unas 20 veces en estos días, la última llamada hace tan solo dos horas.
Le llamo y no tarda ni dos timbres en contestar.
-Bella- responde aliviado.
-Hola- digo sonriendo aunque él no me vea.
-¡Por fin! Llevo llamándote días-
-Me dejé el cargador en tu casa y el teléfono se apagó mientras hablábamos la última vez- le digo recordando las últimas palabras que intercambiamos.
-Lo sé, vi el cargador en la cama pero pensé que tendrías otro allí.
-No, he tenido que comprar uno por Amazon porque las tiendas están cerradas.
-¿Estás bien?
-Bueno… aburrida y me siento un poco desconectada de la realidad. Eres la primera persona con la que hablo desde hace días. ¿Y tú? ¿Sigues en Los Ángeles?
-Claro nena, ¿dónde más voy a estar? Las restricciones también han llegado aquí solo que no tan fuertes como en Barcelona, nosotros sí podemos salir a dar un paseo aunque sea.
-¿No tienes shows pendientes?
-Se han ido cancelando poco a poco y mi agenda está libre hasta finales de abril, la gente está asustada.
-Es normal, no sabes cómo es aquí, no hay nadie por la calle, da… miedo.
Ambos nos quedamos en silencio porque no sabemos qué más decir sin sacar el elefante de la habitación.
-Lo que dije el otro día… estaba enfadado.
-Lo entiendo.
-También estaba asustado porque de un día para otro me dices que no te hago feliz y eso me volvió loco. Volví a casa y vi que te habías ido y estallé.
-Tú siempre me haces feliz, lo que no me hace feliz es estar tanto tiempo separados- le aclaro- la dinámica en la que nos hemos metido estos últimos meses no me hace feliz.
-¿Estarías dispuesta a renunciar a tu trabajo para mudarte a Los Ángeles conmigo?
-Sí- respondo sin dudar.
-¿Y si lo tienes tan claro por qué no me crees cuando yo te digo lo mismo?
Suspiro.
-Porque yo siento que tú no estás en ese punto aún.
-¿En qué lo sientes?
-Porque en estos meses has incrementado tu trabajo y estás en uno de los mejores momentos de tu carrera y también por la forma en que te negaste a que yo sustituyera a Garret. Fue como un gran rechazo.
-Pero no estaba rechazándote a ti.
-Sí lo hiciste, me dolió tu cara y el tono de voz que usaste. Es como si quisieras reservarte esa parte de tu vida para ti y sé que Garret lo dijo de manera arbitraria pero sería la solución a todo.
-Quiero reservarme nuestra relación para nosotros, sin meter el trabajo en medio.
-Pero es que tu trabajo no es normal, no es como el mío donde tengo un horario establecido y fijo y cuando acabo soy una persona libre. Tu trabajo implica a tu vida personal y no puedes mantener ambos ámbitos separados. Lo que llevamos haciendo hasta ahora no puede mantenerse mucho más, vernos solo cuando no estás trabajando nos deja ser pareja unos días al mes, nada más. ¿Cómo vamos a construir una vida juntos así? Yo no puedo Edward. Por eso necesitas tiempo para pensar todo y valorarlo bien, en realidad lo que te estoy pidiendo es redibujar las líneas que separan tu vida profesional y tu vida personal conmigo, no es una decisión para tomar a la ligera.
-Vale, voy a pensar en lo que me dices y cuando pasen estos días de confinamiento tomaremos una decisión. Iré a Barcelona y hablaremos.
-Vale- acepto.
-No quiero perderte Bella-
-Ni yo tampoco. He tardado muchos años en encontrarte y no puedo perderte ahora pero tampoco puedo seguir así.
-Siento que mi trabajo sea un lastre una vez más.
-No lo es. Me gusta tu trabajo, me gustas tal y como eres con tu trabajo incluido, tan solo necesitamos dar un paso más.
Le escucho bostezar al otro lado de la línea.
-Perdón.
-No pasa nada- digo mirando el reloj del horno y dándome cuenta de que allí debe ser de madrugada- es tarde, seguro te he despertado al llamarte, ve a dormir y mañana hablamos.
-No estaba dormido. Estoy mentalmente hecho polvo por todo lo que nos ha pasado desde el lunes y he estado durmiendo mal.
-Me está pasando lo mismo.
-¿Podemos hacer un pequeño paréntesis hasta que yo pueda ir a Barcelona? Necesito poder hablar contigo con normalidad y mantener el contacto no va a impedir que no piense en todo lo que me has dicho.
-Sí, sí por favor, me voy a volver loca si no puedo hablar contigo hasta entonces. Ve a la cama e intenta dormir por favor, te quiero.
-Lo intentaré, yo también te quiero, ¿lo sabes verdad?
-Lo sé- digo asintiendo con la cabeza aunque no me vea.
Termino mi llamada con Edward sintiéndome un poco mejor.
Aprovecho para llamar a mis padres y responder whatsapps de mis amigas. Tengo cientos de mensajes y no voy a leerme todos.
En Londres la situación es casi peor que en España. El sistema nacional de salud está completamente desbordado y las cifras de muertos diarias a causa del coronavirus no paran de subir.
Así comenzamos una rutina que nos ayuda a sobrellevar el estar separados y encerrados en casa.
A medida que pasaban los días iba haciendo algo nuevo. Me había unido a unas clases de deporte que daba un gimnasio en directo por Instagram, había intentado nuevos hobbies como pintar mandalas, leer algún libro… hasta que nada fue suficiente porque el aburrimiento, el hastío y la desesperación se hicieron conmigo.
-Nena…- me dijo Edward al verme la cara.
-No aguanto más- confieso llena de hastío.
-Solo dos días más y seguro que levantan restricciones- intenta animarme.
-La gente dice que lo van a alargar ¡y encima están tan felices! Que se quede en casa el que quiera pero los demás no- digo enfadada llevándome las manos detrás de la cabeza.
-No entiendo como no os dejan ni salir a pasear. Aquí al menos eso sí está permitido. ¿Qué vas a hacer mañana?
-Nada. Leer, hacer alguna actividad del gimnasio que hace directos en Instagram, aburrirme.
Edward se ríe ante mi tono de niña enfadada.
-¿A qué hora vas a hacer deporte?
-Mmmm a las 12 digo mirando el horario en Instagram.
-Podemos hacerla juntos, ¿qué te parece?
-Pero allí serán las tres de la mañana.
-De eso ya me preocupo yo tranquila- me dice guiñándome un ojo.
-Vale- sonrío mucho más animada que antes- ¿sabes? me estoy planteando pintar el piso.
-¿Tú?- pregunta asombrado.
-Sí yo, ¿por qué pones esa cara?
-Porque no tienes ni idea. Una cosa es pintar mandalas y otra pintar paredes- me pica.
-Que idiota eres, ya lo sé- me río.
Él también se ríe al otro lado de la pantalla.
-No recuerdo que estuvieran mal tus paredes.
-Son color crema y eso ya no se lleva, quiero pintarlas de color blanco para que sea un piso más luminoso.
-¿Y vas a poder hacerlo sola?
-Primero tengo que verme unos tutoriales en Youtube- admito.
Edward suelta una carcajada llena de incredulidad hacia mis dotes de pintora.
-Se avecina desastre-
-Va a quedar bien-
-Lo creeré cuando lo vea-
-Cuando eso ocurra lo mismo estamos en 2021.
-No creo. No podemos estar mucho más tiempo así, la gente se volvería loca.
-Eso espero.
El día 30 de marzo se anuncia que el estado de alarma con sus correspondientes medidas se extiende dos semanas más.
Cuando paso la noticia a Edward por whatsapp los dos nos frustramos y nos enfadamos; con la situación, con el gobierno, con todo.
La primera semana de abril es medianamente soportable, la segunda pasa sin más y cuando llega la tercera mi ánimo cae por los suelos. No tengo ganas ni de salir a hacer la compra, mis horarios de sueño se han trastocado, duermo por el día y hago cosas por la noche lo cual me facilita mucho más hablar con Edward.
Echo de menos la gente, el contacto humano, hablar con alguien cara a cara, estar en la calle sin prisa…
Una noche cerca de las tres de la mañana, hablando con Edward, es cuando me rompo.
Él me está contando que está cambiando los muebles de la terraza, está redecorando.
-Yo creo que va a quedar bien pero cuando vengas y lo veas juzgas por ti misma- me dice a través de la pantalla.
-Te echo de menos- digo de repente.
-Yo también a ti- me sonríe- ¿qué pasa?
-Nada- digo intentando controlarme pero mis ojos ya están llenos de lágrimas.
-¡Bella!- exclama cuando finalmente las lágrimas corren por mis mejillas- no llores cariño, sé que está siendo muy duro para ti pero tienes que pensar que esto algún día también se va a acabar.
-No paro de recordar ese día hace un mes, no debí venir a Barcelona, no debí cambiar los planes. La cagué porque quería estar sola y mira, más de un mes llevo sin hablar con alguien en persona, sin abrazar a nadie, 0 contacto, tengo lo que me merezco. Si hubiera esperado un par de días, estaría allí contigo y no aquí sola- digo desahogándome mientras las lágrimas no paran de caer.
-Bella escúchame, me mata saber que estás mal, que estás sola y no poder estar ahí para ti. Pero indistintamente de mí tú eres una mujer fuerte e independiente, con las ideas muy claras, que sabe manejar situaciones mucho más difíciles que estas. Esto es una circunstancia temporal, no algo definitivo y cuando esto acabe yo voy a estar en el primer avión a Barcelona para estar contigo cada segundo hasta que te canses de mí.
Sus palabras solo me hacen llorar más.
-Por favor, para de llorar mi amor- me pide.
Respiro hondo y me limpio las lágrimas que aun surcan mis mejillas.
-Estoy mejor, gracias- digo sonriéndole.
-No me tienes que agradecer nada. No sabes cómo te entiendo.
-Se me está haciendo complicado estar sin ti, lo he sobrellevado hasta ahora pero esta semana se me ha hecho muy muy difícil. No me acuerdo ni de cómo eran tus abrazos.
-Bella, espero que tengas claro una cosa, cuando te coja y te vuelva a tener en mis manos, no te voy a soltar en días. Así que aprovecha para moverte libremente ahora- me dice serio.
Me río de su promesa.
-También echo de menos el sexo y no es por el sexo en sí si no por la conexión tanto antes, como durante y después. Nunca te lo he dicho pero mi momento favorito es cuando acabamos los dos y nos damos un beso mientras nuestras pulsaciones vuelven a su ritmo normal, cuando aun estás dentro de mí y nuestros cuerpos están sudorosos e hipersensibles. Siempre es un beso suave, tranquilo, porque estoy contigo y acabo de hacerte el amor y eso es todo, todo lo que necesitamos.
Veo como Edward echa la cabeza hacia atrás y suspira con la mirada en el techo. Su nuez se mueve al tragar saliva.
-Necesito estar contigo ya- susurra clavándome sus ojos a través de la pantalla.
-Sé que lo que te voy a proponer no compensa el estar juntos pero… quítate la camiseta- le pido con una idea en mente.
-¿Qué vas a hacerme?
-Solo cosas buenas- digo deleitándome con la vista.
Edward se echa hacia delante en el sofá para quitarse la camiseta. Cuando lo hace la imagen se va y cuando vuelve está sin camiseta y por fin puedo ver su pecho, su abdomen, el tatuaje que cruza sus caderas y el vello que baja desde su ombligo hasta su pubis que tan bien conozco.
-Deja el móvil frente a ti en algún soporte- le ordeno.
Pone un par de libros para sujetar el móvil en posición vertical sobre la mesa del salón y se sienta de nuevo frente a mí.
-Te toca. Quítate la sudadera- me dice señalándola con un dedo.
Me río y hago lo que me pide.
Supongo que no se espera que debajo de la sudadera no lleve nada.
-Ahí están mis chicas- dice con entusiasmo para después silvar- ¿Sin sujetador eh?
-Estoy en casa, no me hace falta. Fuera los pantalones.
Se pone de pie delante de la cámara y se baja tanto pantalones como calzoncillos, todo a la vez.
Vuelvo a ver mi polla favorita después de un mes. Ya está erecta y preparada.
Lo siento bonita, hoy juegas sola, pienso para mí.
-Fuera los pantalones- me dice mientras se sienta de nuevo frente a la cámara.
Me pongo de pie y me quito los leggins. Tampoco llevo bragas.
Edward se ríe cuando lo ve.
-No eres tan traviesa cuando estás conmigo en casa.
-¿Te gustaría que lo fuera?
-Claro. Chúpate dos dedos y acaríciate los pezones con movimientos circulares.
Hago lo que me pide, primero con uno luego con otro, cuando termino ambos son dos picos puntiagudos.
-Tócate Edward, de arriba abajo.
Veo como su mano cubre su polla y comienza a moverla de arriba abajo, despacio.
-¡Para!
-Ni hablar- dice riendo mientras me mira y sigue tocándose.
-Porfa sube a la habitación y abre mi cajón, te va a gustar.
-Podrías haberlo dicho antes- dice renegando pero se pone de pie y oigo sus pisadas alejarse. Yo aprovecho y también voy a mi cajón a por mi fiel amigo rosa.
Le dejo fuera del campo de visión de la cámara junto al lubricante.
Edward baja con el tubo en las manos.
Se vuelve a sentar con su polla mirando hacia arriba increíblemente dura.
-¿Vamos a usar esto?- pregunta pícaro enseñándome el bote de crema efecto estimulante que usamos a veces.
-Pon un buen chorro sobre tu mano- le pido expectante.
No me hace caso y se lo echa directamente sobre la cabeza de su polla dejando que resbale por todo el largo.
Él sisea y yo contraigo mi vagina.
Su mano vuelve a deslizarse de arriba abajo, esta vez un poco más rápido.
-¡Qué desperdicio! Con lo lista que estoy para que me la metas.
-Enséñamelo- pide con voz rasgada.
Sonrío y cojo el móvil de la mesa.
Me abro de piernas sobre el sofá y estiro mis labios vaginales para que vea mi entrada.
Está brillante, cubierta de mi excitación.
-Por favor chúpate dos dedos y tócate.
Así lo hice, siempre dándole un close up de todo el proceso a Edward.
-Quiero metértela hasta el fondo- me dice.
-¿Así?- pregunto introduciendo dos dedos.
-Joderrr-
Muevo mis dedos en mi interior, empapándolos con mis fluidos y cuando siento que voy a correrme los saco.
Pongo otra vez el móvil frente a mí y cojo el conejito.
Lo chupo y lo arrastro por mis pechos bajando hasta mi pubis.
-No sabes la envidia que tengo a ese conejo-
Edward sigue acariciándose a sí mismo.
Lo introduzco en mí poco a poco hasta que las orejas del conejo rozan mi clítoris.
-Voy a correrme en breves- digo jugando con él dentro y fuera.
-Enciéndelo. Vibración 6 y bájale la intensidad tres puntos.
Hago lo que me pide.
Es mi ritmo favorito y Edward lo sabe.
Noto la vibración interna y externa sobre mi clítoris, llevándome a un orgasmo que está a punto de suceder.
No sé por qué pero en un momento dado me da por girarme y ponerme de espaldas al sofá. Ahora Edward puede ver como me folla el conejito desde atrás mientras que le doy una gran visión de mi culo.
-Ese culo también te le voy a follar- me promete.
Instintivamente me toco mi entrada trasera mientras cabalgo al conejito que está apoyado en el sofá.
-Bella mírame-
Me giro lo suficiente para coger el teléfono y ponerlo contra la pared, en el respaldo del sofá.
-Voy a correrme.
-Me gustaría que lo hicieras en mi boca- le digo mientras sigo cabalgando al conejo.
-Sí, Sí- dice mientras su polla expulsa chorros blancos y sus caderas se levantan del sofá una y otra vez. Imagino esas caderas contra mí y que es su polla en mi interior mientras coloco el móvil sobre el sofá al lado del conejito dándole una visión perfecta de mi coño.
-Córrete. Vamos. Mira como has puesto al conejito.
Finalmente me corro dejándome caer sobre el conejo que no para de vibrar y sobre mi móvil.
Cuando me recupero mínimamente apago el vibrador, me giro y cojo el móvil.
Veo como Edward se está limpiando.
-No está mal para no tenerte a mi lado- le digo recuperando la respiración.
-Me ha gustado mucho, enséñame ese conejito.
Cojo el conejito del suelo y se lo enseño, sigue brillando.
-Fíjate cuanto te has corrido.
-Un mes de reserva, ¿qué quieres?
-Que te corras igual cuando sea mi polla.
-Prometido.
El orgasmo me ha dejado muerta y agotada.
Se me escapa un bostezo sin querer.
-Perdón.
-No pasa nada, sé que los orgasmos te dan sueño. Siempre te quedas dormida después.
-Porque el sexo contigo es como correr una maratón.
Ambos nos reímos antes de despedirnos.
Por primera vez en semanas duermo del tirón hasta las 11 del mediodía.
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¡Hola! Pues sí, pandemia, coronavirus… ahí están metidos los pobres.
Por supuesto no hay nada arreglado y el drama volverá pero obviamente no van a hablar de algo tan importante por teléfono y encima con el panorama que hay encima así que han hecho una pequeña pausa hasta que la situación se arregle y puedan retomar esa conversación.
También pedios disculpas si a alguna no le llegó el adelanto porque FF no me deja ver los mensajes enviados y aunque yo sí los envíe al decirme varias de vosotras que no lo habéis recibido me da la impresión de que hay algún fallo en la plataforma. Disculpas de nuevo.
A cada review recibido en este capítulo recibirá un adelanto, como siempre, y espero que FF los envíe.
¡Muchas gracias por leer!
