Día a día y semana a semana comenzamos a construir una bonita rutina.

Las mañanas son relajadas. Desayunamos juntos en el jardín y luego cada uno se dedica a algo diferente.

A mediodía Edward ha insistido en que le enseñe a cocinar así que preparamos juntos la comida mientras yo le indico por qué hago algo así y cómo debe hacerlo él. Poco a poco va aumentando su recetario y cada vez es más autónomo en la cocina.

Hemos ido visitando diferentes playas y calas como cala Llenya, cala Llonga, nos atrevimos a volver a cala Saladeta que estaba atestada de gente y por supuesto volvimos al mirador de Es Vedrá a ver el atardecer.

Siempre sentiré que ese islote es la zona más mágica de la isla.

Un domingo Edward me volvió a llevar a cala Benirrás donde los tambores suenan durante la puesta de sol y recordé que fue uno de los primeros sitios a los que fuimos juntos ese primer verano.

Últimamente nos encontrábamos huyendo un poco de aquellas zonas más turísticas y donde siempre había gente.

Habíamos vuelto a la cala favorita de Edward, cala Olivera, que no tenía más de 50 metros de largo y tan solo 10 de ancho. Vinimos aquí ese primer verano juntos pero yo a penas la recordaba.

Mi cabeza ha borrado la majestuosidad de sentirse solo en esta cala rodeada de grandes acantilados cubiertos de pinos verdes. El agua no es azul turquesa si no verde azulada lo que la dota de cierto misterio.

Había un pequeño chiringuito que se encontraba cerrado esta temporada a causa del COVID, lo que hacía que literalmente no hubiera ningún servicio. Nada de alquiler de sombrillas y tumbonas, no hay puestos de vigilancia y tampoco hay cobertura en el móvil.

Tan solo habíamos coincidido con un par de personas allí y todos eran residentes de la isla.

También nos llamó la atención el hecho de que la mayoría fueran completamente desnudos. Todas las playas en Ibiza son nudistas pero no es obligatorio practicar el nudismo en ellas. El primer día Edward mantuvo puesto su bañador y yo mi tanga toda la jornada. Desde hace un tiempo cada vez que vengo a Ibiza ya no uso parte de arriba del bikini porque aquí es normal practicar topless. El tercer día estábamos prácticamente solos salvo un grupo de personas situados al otro extremo que iban completamente desnudos.

-Me siento cohibida de llevar bañador- le comento riendo.

-Te entiendo, me pasa parecido. Es como estar desubicado, como ir a un partido de fútbol con esmoquin.

Ambos nos reímos de su comparación.

-Podríamos simplemente quitárnoslo- le propongo- como cuando estábamos en el barco por tu cumpleaños.

-¿Y luego no te empezará a dar vergüenza?

Me encojo de hombros.

-Si la cala se llena siempre podemos volver a usar bañador.

-Hecho- dice levantándose de la toalla y quitándose el bañador.

Se queda completamente desnudo delante de mí y acto seguido yo levanto mis caderas quitándome la única prenda que llevo en mi cuerpo.

-¿Estás cómoda?

-Completamente- sonrío levantándome para ir a nadar sin nada que se interponga entre el mar y mi piel.

A partir de ese día nunca más volvimos a usar ropa de baño en esta cala.

Era como una extensión más de nuestra casa donde podíamos ser completamente libres de vivir nuestra privacidad. Entendimos porque la gente que practica nudismo se siente más conectada a la naturaleza y nos hizo sentir que pertenecíamos a esta isla. Era nuestra cala.

Situada en la costa este no permitía ver la puesta de sol pero leí en internet que era perfecta para ver amanecer.

Edward casi me mata cuando le propuse levantarnos a las 5:30 de la madrugada para llegar a la playa a la hora del amanecer pero accedió.

El sol aún no había salido cuando aparcamos en el parking pero había la suficiente claridad como para ver por donde pisar.

Como esperábamos, la playa estaba vacía y el mar estaba completamente plato.

Nos pusimos al lado derecho, junto a las rocas, en nuestro sitio de siempre.

Extendimos primero una esterilla de madera y luego una gran toalla que habíamos comprado a un vendedor ambulante en la playa de Es Canar.

Nos sentamos uno junto al otro en silencio observando como el sol salía poco a poco alejando los tonos violetas del cielo y sustituyéndolos por tonos naranjas.

A las 7:02 el sol había salido por completo y se podía apreciar perfectamente su forma redondeada ahora de color rosa.

-Dime que no ha merecido la pena- le digo a Edward girándome para mirarle.

-Lo ha hecho nena- me responde besándome -¿Un baño?

-Aún tiene que estar el agua fría- apunto.

Él se ríe soltando una carcajada.

-Aquí el agua nunca está fría.

-No me apetece-

-Vamos- me dice poniéndose de rodillas frente a mí.

-No- me río echándome hacia atrás.

-Por las buenas o por la fuerza cariño- me amenaza antes de coger mi cadera con ambas manos al tiempo que intento girarme sobre mí misma riéndome.

-¡Que no!- grito entre risas.

-Yo he madrugado por ti-

-Pero ha merecido la pena- contraataco.

-Pero la experiencia no es completa si no aprovechamos para meternos en el mar.

-Dame unos minutos. Como unos 30 o así- intento negociar sonriente.

-Vale, tú ganas pero estoy cronometrando- me dice tumbándose detrás de mí.

-Tengo frío- le digo pegando mi espalda a su pecho y buscando su brazo para ponerle sobre mí.

-No te duermas- me dice susurrando contra mi oreja.

-Vale- sonrío cerrando los ojos.

Oigo la risa de Edward sabiendo que si seguimos así voy a dormirme pero poco a poco él se encarga de que el sueño vaya abandonándome.

Sus manos acarician mi brazo y mi espalda.

Sus besos tocan mi cuello y mi clavícula.

-Oye- le llamo riendo.

-Mmm- dice contra mi espalda.

-Me estás calentando.

-Estamos solos en nuestra playa. ¿Por qué no?

-¿Y si viene alguien?

-Disimulas- me ordena empujando su cadera contra mi culo.

Como ya es costumbre en esta cala, estamos desnudos por lo que siento completamente su pene duro y caliente contra mis glúteos.

-No prometo nada- le digo girándome para quedar cara a cara.

Nos besamos desbordando el deseo y la pasión que sentimos por dentro al tiempo que agarro su pene entre mis manos y empiezo a masturbarle.

Él es quien rompe el beso agarrándome del pelo con suavidad y bajando mi cabeza hasta su cadera.

-Chúpamela- me ordena.

Me coloco mejor sobre mis rodillas antes de metérmela en la boca y comenzar a masturbarle con mi lengua y mis labios.

Oigo sus gemidos masculinos y levanto la vista para ver su cara de placer.

Siento como aumenta mi excitación al saber que soy yo quien le está haciendo sentir así.

-Métela como me gusta- me dice tocándome la barbilla.

Sonrío sin sacarla de mi boca porque sé a qué se refiere.

Abro un poco más mis labios y relajo mi lengua llevando mi cabeza un poco más abajo hasta que mi frente toca el tatuaje de su pelvis.

-Así nena- sisea forzándome un poco más con su mano en mi cabeza.

Me folla la boca con un par de embestidas antes de que yo ponga mi mano sobre su abdomen y me separe para volver a respirar.

Edward tira de mi pelo hasta ponerme a su altura y me besa.

-¿Estás bien?

Asiento volviendo a besarle.

Rompo el beso para volver a introducirle en mi boca como a él le gusta.

Hay un punto donde no sé si soy yo quien le está follando con mi boca o si es él quien me está follando la boca. Nunca confesaré abiertamente que me gusta cruzar ese límite del control donde no se sabe quién manda sobre quién y el placer te consume.

Siento como está a punto de correrse por la tensión de sus músculos y por la fuerza de su agarre sobre mi pelo.

Es entonces cuando le niego el orgasmo y le saco de mi boca.

Su garganta emite un gemido mitad quejido y sonrío mirándole a los ojos.

-No aun- le digo besándole.

-Quiero comerte el coño- me susurra mirándome seriamente.

Oímos un ruido y ambos nos giramos nerviosos hasta su procedencia pero tan solo hay aves.

Nos reímos de nosotros mismos antes de volver a besarnos y de que Edward me tumbe en la toalla con las piernas abiertas.

Pone su boca sobre mí sin juegos, lo agradezco.

Acaricia y chupa mi clítoris poniéndole entre sus labios volviéndome loca.

Luego su boca da largos lametazos de abajo a arriba cada vez abarcando más distancia hasta que el recorrido de su lengua va desde mi ano hasta mi clítoris.

Su lengua se introduce en mi interior y su nariz toca mi clítoris.

Estoy lista para correrme y él lo sabe.

Aprisiono su cabeza entre mis piernas para mantener esta sensación.

Voy a correrme hasta que siento su boca separándose de mi coño y mordiéndome la cara interna de mi pierna izquierda.

-¡Ay!.

-No aún- repite mis palabras cuando yo le he sacado de mi boca.

Me río y abro más mis piernas liberando su cabeza.

-Mira como brillas- me dice tocándome los labios externos con su dedo.

-Tú también brillas- le indico señalando su barbilla mojada de mi excitación y su saliva. Me siento sobre la toalla y beso su barbilla limpiándole. Puedo sentir mi sabor en su piel.

-Bella.

-¿Qué?- respondo acariciando su pelo.

-¿Podemos follar ya?- me pregunta mirando su polla que está dura y levantada.

Me río y la toco masturbándole.

-Métemela- le propongo.

-Quiero que me folles tú a mí-

Gimo por sus palabras y le beso mientras le empujo hacia atrás recostándole completamente.

Me subo a su cadera y sin juegos me la introduzco por completo.

Siento su calor dentro de mí y su dureza.

Ambos gemimos por el contacto.

Cabalgo sobre su polla, hacia delante y hacia atrás. Arriba, abajo.

Le aprieto cuando está dentro de mí.

Su mano en mi teta.

Su otra mano acaricia mi clítoris.

-Estás tan mojada.

-Estoy así desde que me has follado la boca- le confieso.

Él suelta un gemido aun más fuerte y ambas manos van a mi cadera para follarme con más fuerza.

Solo se escucha el sonido de las olas y de nuestra piel chocando.

Me corro sobre su polla gritando levemente y cerrando los ojos.

Sus movimientos no se detienen buscando su propia liberación y cuando mi orgasmo baja de intensidad abro los ojos para ver su sonrisa triunfal al saber que acaba de hacer que me corra primero.

Su vista baja a nuestra unión y para sus movimientos.

Me levanta con suavidad y me indica que me coloque a cuatro patas sobre la toalla.

Oigo como él también se arrodilla tras de mí y luego siento su boca de nuevo en mí.

Gimo mordiéndome el labio y dejando caer mi cabeza contra la toalla pero manteniendo la cadera arriba.

Su lengua también viaja a mi entrada anal antes de separarse por completo y volver a introducirse en mí.

Continúa follándome así hasta que siento uno de sus dedos intentando entrar en mi culo.

-No- le digo girándome y apartándole la mano.

-¿Por qué no?- pregunta divertido- si siempre te meto un dedo mientras follamos.

-¿Tú quieres follarme el culo esta noche como siempre?

Asiente.

-Pues la arena no puede entrar ahí y tus dedos están llenos de arena.

-Vale nena- se ríe.

-Y no pares- le digo en tono mandón moviendo mi cadera.

Oigo su risa antes de sentir como retoma el ritmo y luego como vuelve subirle hasta que se tumba sobre mi espalda gimiendo antes de correrse en mi interior.

Noto sus pulsaciones dentro de mí y estoy casi a punto de volver a correrme.

-No pares- vuelvo a ordenarle.

Con menor agresividad que hace unos segundos continúa moviéndose en mi interior hasta que alcanzo mi segundo orgasmo.

Nos besamos aun unidos retomando el ritmo de respiración normal.

Cuando él sale de mí y se tumba a mi lado respirando aun con dificultad me atrae consigo apoyando mi cabeza contra su pecho.

Miro hacia abajo donde su pene aún sigue erecto pero no tan duro como hace unos minutos.

-Te he puesto perdido- le digo tocando su pelvis que tiene pequeñas bolitas blancas producto de mi excitación y el roce.

-Déjalo, así está bien. Yo también te he puesto perdida a ti- señala el exterior de mis muslos donde parte de su semen ha caído y ahora se seca.

-¿Sabes?- le digo pasando una pierna por su cadera y notando como algo más de su esperma sale de mí- yo siempre he tenido la fantasía de hacer el amor en la playa.

Edward me mira y se ríe.

-Yo también- me confiesa antes de besarme.

-Me ha gustado hacerlo sabiendo que en cualquier momento alguien puede aparecer. Hace que se sienta prohibido.

-¿Qué voy a hacer contigo?- se ríe girándose de lado para mirarme mejor- cumples todas mis fantasías más…

-¿Más atrevidas, sucias?

-Por decirlo de alguna manera- se ríe antes de besarme.

-Ahora ya sí me apetece bañarme- le indico poniéndome de pie.

-Vamos- dice uniéndose a mí y dándome un cachete en el culo.

Nadamos un poco disfrutando de lo calmado que está el mar a estas horas. Incluso hacemos un poco de snorkel.

Nos habíamos vueltos unos expertos en hacer snorkel y ahora en el maletero del coche siempre había dos equipos y zapatos estilo cangrejeras para poder ser testigos de la fauna marina que hay bajo el agua.

La playa es únicamente nuestra hasta casi las diez de la mañana cuando llega otra pareja pero se ponen tan lejos de nosotros que es como continuar solos.

Íbamos a volver a casa para comer pero de camino pasamos por el bar Anita y Edward paró para tomar unas hierbas ibicencas y un pequeño bocadillo o montado como lo llaman aquí de jamón.

Al final dimos un paseo por el pequeño pueblo de San Carlos donde vimos sus calles y la iglesia porque poco más tenía por ofrecer.

Llegamos a casa sobre las cuatro bajo el sol implacable de julio y con el inconfundible sonido de las chicharras.

La casa no era nuestra, la teníamos alquilada hasta septiembre, por lo que no podíamos hacer muchos cambios en ella. No obstante en la carretera hasta Santa Eularia había un vivero a pie de carretera y no había podido evitar parar.

Compré varias macetas de plantas incluida la lavanda, el romero, la hierbabuena y una orquídea salvaje que ahora forman parte de nuestro jardín.

-Estoy molido- me dice Edward saliendo de la ducha secándose con una toalla.

-Yo también- le respondo poniéndome en pie y caminando hasta la ducha- ¿te apetece si nos echamos un poquito la siesta?

-Sí por favor, no pienso salir de casa hasta mañana. No vuelvas a hacerme madrugar así- me guiña un ojo antes de meterse bajo la única sábana que usamos para dormir.

-Si no hubieras madrugado nos habríamos perdido ese amanecer tan brutal y seguirías sin haber cumplido tu fantasía sexual- le recuerdo metiéndome al baño.

Oigo la risa de Edward antes de encender la ducha y cuando salgo ya está completamente dormido.

Me uno a él durmiendo un poco pero vuelvo a levantarme sobresaltada una hora después.

-Cariño esto no puede ser- me dice Edward encendiendo la luz de la mesilla.

Aun es de día fuera pero tenemos las persianas bajadas y la habitación está completamente a oscuras.

Me seco las lágrimas de las mejillas y me concentro en calmar mi respiración y el ritmo de mi corazón.

-No entiendo por qué tengo ese sueño una y otra vez- le digo frustrada.

-Yo lo he buscado en google- confiesa.

-¿Has googleado mi pesadilla?

-Bella la tienes todas las noches, cada vez que duermes te levantas llorando y sobre saltada. Me preocupa- me dice besándome un hombro.

-¿Y qué dice google?

-Que es tu subconsciente. Has estado muchos meses aguantando del tirón, manteniéndote serena aunque estabas sola en una ciudad extraña, sin salir de casa y rodeada de noticias sobre muertos. Has impedido que el miedo se apodere de ti estos meses pero ahora está saliendo a la luz.

-Tiene sentido- acepto.

-¿Por qué no hablas con alguien?

-¿Con un psicólogo? ¿Por un sueño?- pregunto pensando que está exagerando.

-No es por un sueño, es por lo que representa para ti ese sueño. Las emociones que sacas cuando estás dormida.

-La peor parte es la de no poder gritar. Quiero gritar pero no puedo. Es muy angustiante.

-Ojalá yo pudiera ayudarte pero no puedo. Habla con alguien especialista sobre esto por favor- me pide acariciándome la mejilla con un dedo.

Asiento cogiendo su mano con la mía y besando sus dedos.

-Siento haberte despertado hoy y todos los días.

-No seas boba, no pidas perdón por eso. Tan solo a veces pienso que si yo hubiera estado contigo ahora no te pasaría esto.

-La pandemia no fue culpa tuya- le recuerdo tocándole la espalda y apoyando mi barbilla en su hombro.

-Ni tuya-

-Pero yo tomé la decisión de irme- le recuerdo.

Es algo que pesa dentro de mí.

Algo que bombardea mi cabeza cada día desde el 13 de marzo cuando enfadada con él por no ceder a mis deseos me subí a dos aviones poniendo miles de kilómetros entre ambos.

-No te culpo por ello. Yo también fui intransigente esa noche.

-Tenías que viajar, no era el momento de discutir- le recuerdo.

-Solo necesitaba cinco minutos para explicártelo todo pero en ese momento no tenía en orden mis… pensamientos como ahora que he tenido meses para pensar. En ese momento no supe trasladarte mi postura y como ya he dicho fui intransigente.

-Yo quería darte espacio para aclararte pero si soy sincera una parte de mí también quería castigarte. Quería que vieras lo que era no estar sin mí en tú vida, que mi ausencia te hiciera replantearte tu postura- confieso avergonzada.

-Pues funcionó.

-Dios lo siento- le digo abrazándole y apoyando mi frente contra su espalda- estaba enfadada y dolida y…

-Y lo entiendo. No defiendo que actuaras así pero también soy consciente de que yo no te lo puse fácil esa noche y también te pido perdón por eso. Solo quiero que sepas que yo nunca he querido mantenerte al margen de mi trabajo, a mí me encanta que vengas conmigo pero soy consciente de que mi ritmo de trabajo es incompatible con algunas cosas que te hacen feliz.

-Mi trabajo no es más importante que tú- le aclaro porque creo que sé por dónde van los tiros.

-Pero tu familia y tus amigos sí.

Me quedo callada porque sí, es cierto que son aspectos importantes para mí.

-Yo no veo mucho a mi familia y tampoco a mis amigos pero estoy acostumbrado a que nuestra relación sea así. Hay cosas que ellos no saben de mí, de las que yo no les hago partícipes porque no siento que quiera compartirlo con ellos. Tú no eres así, no quiero arrebatarte eso.

-Pero te tendría a ti. Tú también eres mi familia y mi mejor amigo.

-Gracias mi amor- me dice besándome.

-Sé que en marzo dejamos esta conversación a medias pero ahora mismo no sé cómo enfocarla porque nuestra situación es muy diferente, todo ha cambiado. Tú no trabajas, yo tampoco…- le digo- todo lo que puedo pedirte es que mientras sigamos desempleados nos mantengamos juntos- le sonrío.

-Dijimos todo el verano- me recuerda.

Asiento.

-Y todo el verano va a ser- me promete.

-¿Y cuándo llegue septiembre? Tal vez el virus ya no exista y todo vuelva a ser como antes.

-Cuando tu jefa te indique que te reincorpores yo iré contigo a Barcelona. Viviremos juntos allí, ¿vale?

Asiento.

-No voy a volver a dejarte sola- me promete antes de besarme.

-Gracias- le sonrío.

Sé que estamos intentando tapar el sol con un dedo pero la realidad es que yo quiero vivir con él y así va a ser todo el verano y cuando este acabe él vendrá conmigo.

No hemos aclarado qué pasará cuando él vuelva a trabajar pero después de meses sin vernos estoy dispuesta a aceptar el vernos cada tres o cuatro semanas antes de no vernos nada.

El sonido de un móvil me sobresalta.

-Es el mío- me dice él poniéndose en pie y caminando hasta la mesita de la habitación solo en calzoncillos para coger el teléfono.

Le veo mirar la pantalla y fruncir el ceño.

-¿Qué pasa?- pregunto saliendo de cama y llegando a su lado- es Garret- le digo leyendo el nombre.

-Ya pero no me apetece hablar con él.

Hago memoria y no recuerdo que haya hablado con Garret desde que estamos juntos en Ibiza. Tampoco hemos vuelto a hacer videollamadas con él y con Giselle porque hemos estado muy ocupados el uno con el otro.

-¿No vas a responder? Igual es importante.

-Últimamente Garret solo significa una cosa, vida familiar.

Ahora soy yo la que frunce el ceño.

-¿Y?

-Discutimos porque vinieron a casa restregándonos lo felices que eran por haberse casado en Las Vegas sin previo aviso y por estar esperando un bebé.

-Edward eso tiene más que ver conmigo que con ellos.

-Y luego han estado todo el confinamiento haciéndonos llamaditas juntos y pasándose por mi casa recordándome que estaba solo y que mi pareja estaba a miles de kilómetros de mí sin saber cuando volvería a verla- me confiesa mirándome triste.

Siento como me estrujan un poco el corazón y me siento mal por él.

Durante estos meses él ha sido el fuerte, el que ha tirado de mí para que no me sintiera sola y el confinamiento no acabase conmigo.

Pero ahora veo que él también ha sufrido y eso me pone triste también.

-Cariño…-le digo pasándole los brazos por detrás del cuello- no creo que esa fuera su intención.

-Lo sé, sé que no lo hace a malas pero cada vez que venían a casa eran todo felicidad. Todo comentarios sobre lo genial que ha sido estar juntos sin tener horarios ni obligaciones externas. No ha sido así para mí, no me he sentido feliz ni de lejos hasta hace unas semanas cuando viniste a casa. De alguna manera me lo han restregado por la cara y ahora siento cierto resentimiento ante ellos.

-¿Resentimiento o envidia?

-Envidia fue entonces, resentimiento es ahora. Deberían haber sido más empáticos. Ellos no me han preguntado ni una vez como estaba pasándolo yo sin ti o cómo estabas pasándolo tú en un país lejano sola. Así que no me apetece cogerle el teléfono para que me diga lo bien que están ahora.

-Ahora nosotros también estamos bien, muy bien. Yo me encuentro muy feliz de estar contigo. Seremos nosotros los que destilemos miel y no ellos.

Edward se ríe ligeramente pero al menos ya parece que ha cambiado su humor y con ello me siento complacida.

-Pero te entiendo ¿sabes? A mí también me atacó fuerte la envidia cuando vinieron a casa ese día, lo sabes.

-En ese momento no te entendí, pero ahora sí.

-Pensabas que quería que nos casásemos y me dejases embarazada ''de sorpresa''- le recuerdo.

Ambos nos reímos porque estamos muy lejos de querer esas cosas.

-Amo nuestra relación- le confieso seria- me gusta como somos juntos, como nos tratamos, como nos comprendemos y como nos queremos. Es todo lo que quería y no sabía que necesitaba.

-Yo también amo nuestra relación. Es maravillosa y especial. Sé que nunca podría compartir lo mismo con otra persona que no fueses tú, no sería ni parecido. Eres la persona más importante que he tenido nunca en mi vida Bella.

Nos besamos con todo el amor que sentimos por el otro.

El beso se rompe poco a poco entre mordiscos juguetones en nuestros labios y picos castos.

-Vamos a salir a cenar. Vamos a pasear por el centro de Ibiza cogidos de las manos y cuando vengamos a casa voy a hacerte el amor toda la noche- me promete.

-Sí por favor- le pido besándole.

.

.

.

¡Hola! En primer lugar trasladar desde aquí mi pésame y rabia hacia todo lo que está pasando en Valencia. Sé que hay chicas valencianas que leen esta historia, espero que estéis bien.

En segundo lugar, Bella tiene esta pesadilla de forma repetida cada noche, Edward le ha dicho que no va a volver a dejarla sola así que todo apunta a que no van a separarse por ahora. Ambos siguen disfrutando de la isla, conociendo nuevos rincones de los que subiré fotos mañana al grupo de Facebook.

El próximo capítulo es cortito así que he pensado que si dais buena acogida a este puedo subir el siguiente tal vez ¿el miércoles? Ya me diréis en los reiviews que os parece la idea.