Yo sé que no podemos estar así para siempre pero al menos contaba seguir juntos un mes o dos más, bien fuese aquí o en Barcelona.

Edward no ha dudado en apoyarme durante todo el confinamiento así como en asegurarme que si yo empezaba a trabajar él vendría conmigo, por tanto lo mínimo que puedo hacer ahora es apoyarle y alegrarme porque esté recuperando una parte de su vida que ama tanto como es su trabajo.

Lo que pasa es que una parte de mí, y no sabía lo poderosa que podría llegar a ser esa parte, quería encerrarle en casa y no dejarle salir.

Además dentro de mí comienza a surgir otro temor, el de volver a quedarnos separados indefinidamente.

¿Qué pasa si vuelven a cerrar las fronteras cuando estamos en países diferentes?

¿Cuánto tiempo será esta vez?

¿Y si él no puede volver?

Ya no serían 10 días como ha dicho, si no más.

No sé si sería capaz de soportarlo.

Él en otro país y yo volviendo a estar encerrada y sola. Simplemente no.

El nerviosismo y la intranquilidad se apoderan de mí y de repente el día ya no es tan perfecto como era antes de esa llamada.

-Nena- me llama Edward entrando al baño.

No le he escuchado venir hasta aquí y me sobresalto.

Me giro para ver como mi reacción le parece divertida.

-Dime- le respondo fingiendo que mi voz no está alterada.

-Tengo que ir un momento a Santa Eularia a por un adaptador para el enchufe de la mesa de mezclas. ¿Vienes?- propone.

Niego.

No como respuesta a su proposición si no porque no quiero aceptar que se vaya a ir. Si no ha necesitado ese adaptador para la mesa de mezclas hasta ahora, ¿por qué lo necesita tan urgentemente?

-¿No?- pregunta frunciendo el ceño.

Niego de nuevo.

-Pero siempre vamos de compras juntos- me recuerda.

-Me duele un poco la cabeza por el sol- miento.

Se acerca hasta mí y posa sus labios en mi frente.

-La verdad es que estás caliente- dice al sentir mi temperatura- ¿quieres que te traiga algo?

-No, es solo por el sol. Me daré una ducha, beberé un poco de agua fresca y me quedare a la sombra con el aire acondicionado, estaré bien- le digo.

-¿Por qué no haces todo eso y cuando te encuentres bien vienes conmigo? No tengo prisa y no quiero dejarte sola si te sientes mal.

-No me siento mal cariño- le tranquilizo tocándole la mano- ve y cuando vuelvas ya me habré recuperado.

Él suspira y acepta de mala gana.

-Es pronto aún pero puedo traer algo para cenar- propone.

-Genial- le digo fingiendo una sonrisa y saliendo del baño.

No tengo hambre pero aun son las cinco de la tarde. No obstante siento mi estómago cerrado y sé que permanecerá así hasta que Edward vuelva de su viaje a China.

-¿Hay que comprar algo más?- pregunta metiéndose a la ducha.

-No lo recuerdo ahora-

-Puedo traer pato del sitio ese de comida asiática que tanto te gusta- propone.

-No quiero nada de China- le respondo más seria de lo normal.

-Vale pues… ¿pasta del italiano del paseo marítimo?

-Lo que quieras- respondo saliendo de la habitación y bajando a la sala de estar.

Pongo el aire acondicionado y me siento en el sofá para continuar viendo la serie de Netflix que empezamos juntos el otro día.

A los 10 minutos Edward baja recién duchado vestido con ropa de calle.

-Me voy- me informa cogiendo las llaves del coche y dándome un beso.

-Vale, ven pronto- le digo sonriente.

-No te dará tiempo a echarme de menos- me guiña el ojo.

-Cursi- le digo.

-Sí, pero te encanta que lo sea-

-Sí, la verdad- acepto viendo como desaparece por la puerta.

Intento centrarme en la serie pero mi cabeza no para de pensar en el viaje de Edward.

¿No es el fin del mundo no?

Antes de la pandemia pasábamos mucho tiempo separados y no pasaba nada.

No tiene por qué pasar nada.

Son solo unos días.

Intento enfocarlo de manera positiva pero siento mucha aprehensión al respecto.

Él se va, hace su trabajo, vuelve y todo normal.

El problema es que yo no lo siento así, siento que separarnos va a romper la dinámica tan buena en la que nos hemos metido desde hace meses. Una vez que uno de los dos vuelva al trabajo, todo cambiará.

Edward vuelve mucho antes de lo que esperaba con diferentes tipos de pasta del pequeño restaurante italiano frente a la playa de Santa Eularia que tanto nos gusta.

También ha pasado por el super para comprar alguna cosa que nos hacía falta y yo había olvidado.

-He traído vino, la empanada de pulpo que te gusta y…- dice subiendo las cejas emocionado.

Saca un bote de la bolsa y me lo lanza para que lo atrape con mis manos.

Me río al verlo.

-Lubricante anal- leo.

-Se acabó la otra noche- me recuerda.

-Eso fue hace una semana y no te ha impedido nada.

Edward se ríe.

-No me gusta la vaselina.

-Lo llevaré arriba- digo poniéndome en pie para ir a guardarlo al cajón de mi mesilla junto al resto de juguetes, condones, geles y demás.

-¿Se te ha pasado el dolor de cabeza?

-Sí- digo subiendo las escaleras.

Cuando vuelvo a bajar Edward está doblando la bolsa de la compra.

Me siento frente a él en un taburete y le miro.

-¿Qué?- dice cohibido- esta vez la estoy doblando bien.

Me río porque se piensa que le miro para regañarle por no doblar la bolsa adecuadamente.

-¿Quién te ha llamado antes?

Edward termina de doblar la bolsa y la guarda.

-Garret- suspira dando la vuelta a la isla de la cocina y sentándose a mi lado.

-¿Para?

-No finjas que no lo sabes porque sé que nos has oído hablar.

Miro al suelo avergonzada.

-No ha sido queriendo, me ha extrañado que no salieras al jardín y te he oído.

-No me importa que me escuches a escondidas, no tengo secretos contigo- dice jugando con el tirante de mi vestido.

-¿Vas a irte?- pregunto mirándole.

Intento fingir fortaleza pero sé que mis ojos transmiten todo lo que siento por dentro.

-Quiero hablarlo primero contigo. Quiero saber tu opinión.

-Mi opinión es que quiero que seas feliz y sé que tu trabajo te hace feliz pero pienso en que te vas a marchar y no quiero volver a separarnos.

-Soy mucho más feliz aquí contigo que trabajando, créeme.

Le sonrío y le agarro una de sus manos.

-¿Cuántos días vas a irte?- pregunto fingiendo estar entera y conforme con su decisión.

-¿Tú quieres que me vaya?

Suspiro buscando las palabras exactas.

-Sé, sincera, dime cómo te sientes al respecto. No busques las palabras adecuadas, tan solo suéltalo.

-No, no quiero que te vayas- confieso.

-Vale.

-Pero no quiero decidir por ti y mucho menos condicionarte.

-No es decidir por mí, pero me gusta saber que no quieres que me vaya. Yo tampoco quiero irme, no voy a aceptarlo de hecho.

-Pero Edward…

-La única opción viable para que yo vaya es que tú vengas conmigo y no puedo llevarte porque la organización del festival es muy estricta. Nada de acompañantes para minimizar el riesgo de contagio.

-En realidad mi mayor temor no es que te vayas, si no que no vuelvas.

-Volvería- me promete.

-¿Y si no? ¿Y si estando allí vuelven a cerrar fronteras? ¿Y si nos pilla de nuevo a cada uno en un país diferente? No puedo soportar la idea de volver a pasar un confinamiento de meses alejada de ti. Siento ser una novia tan emocionalmente dependiente de ti y no animarte a irte, asegurándote de que todo está bien pero es que…

Él me corta besándome.

-Yo también tengo ansiedad por separación contigo.

-¿Hay un nombre para esto que me hace sentir tan mal?

-Hay un nombre. Se llama ansiedad por separación y es totalmente normal sentirlo cuando ha ocurrido un hecho traumático como es nuestro caso.

-¿Y tú también lo sientes?- pregunto.

Él se ríe.

-¿Tienes que preguntarlo?

Me encojo de hombros.

-¿Cuándo te pido que me acompañes cada vez que salgo de casa o cuando te vas tú y te llamo si ha pasado más de una hora y no has vuelto? Yo también lo siento sí.

Me río uniendo cabos.

-Gracias por quedarte- le respondo bajándome del taburete para abrazarle.

-Soy consciente de que en el algún momento vamos a tener que separarnos, pero no aún. Me quedo con eso. Además dijimos que juntos todo el verano y aún es agosto- me recuerda.

-Pero en tres semanas será septiembre.

-¿Has tenido noticias de tu empresa?- me pregunta.

-Nada aún y eso que sé que mis compañeros se han incorporado a principios de este mes.

-Es raro, ¿no crees?

-Fui la última en incorporarme, asumo que no me necesitan y si tienen que despedirme yo seré la primera.

-No van a despedirte- me anima Edward.

-Espero que no porque necesito trabajar para ganar dinero. Estoy genial aquí contigo pero me siento fatal de no estar aportando casi nada a la casa. El alquiler lo pagas tú, la comida en parte también la pagas tú… Soy una mantenida.

-El dinero no es problema. Podemos vivir así un par de años.

Me río y niego.

-Ya sabes que no solo gano dinero haciendo shows, también por el uso de mi música, de mis empresas… aunque no haga sets sigo teniendo ingresos.

-Yo no- comento apesadumbrada.

Mi cuenta del banco va descendiendo cada vez más.

Estoy distraída intentando no pensar ello pero la realidad es que el dinero mensual que me ingresan por estar en un ERTE no es suficiente para vivir.

-Bella lo mío es tuyo cariño, no te preocupes por el dinero- me besa.

-Sabes que no me gusta estar así.

-Lo sé. Quieres ser independiente.

-Sí.

-Esperaremos un poco a ver qué te dicen en tu empresa y luego ya veremos.

Asiento y apoyo mi cabeza contra su hombro.

Casi de madrugada el teléfono de Edward vuelve a sonar obligándonos a parar la serie.

-Garret- responde.

Estoy tumbada en el sofá con mi cabeza en su pecho así que oigo perfectamente la voz de Garret al otro lado.

-¿Has leído mi mensaje?- dice él.

-Sí, me da igual el dinero y el jet privado con vuelo directo. No voy a ir- responde mi novio.

-Todos los djs están como locos por volver a la escena musical, ¿y tú no quieres?

-Yo priorizo otras cosas.

-No me creo que Bella te haya prohibido que viajes- dice muy serio.

Me tenso porque no pensaba ser partícipe de su conversación.

-No, ella de hecho me ha animado a ir, pero la decisión final ha sido mía. No quiero viajar tan lejos, no quiero irme de casa sin las garantías de saber si volveré. No es momento de sets aún Garret.

-Eso es una absurdez.

-¿Te arriesgarías a ir tú? Si das positivo en la PCR tienes 15 días de aislamiento obligatorio y si vuelves a dar positivo tras esos 15 días, empiezas el aislamiento de cero. ¿Te arriesgarías a ir tú pese a saber que te expones a no estar con tu mujer y tu hija un mes o más?

-Edward tienen las medidas sanitarias más estrictas del mundo, es casi imposible que te contagies.

-Aun así no pienso arriesgarme. Además llevo meses sin hacer un tema nuevo y no han dado tiempo de planificación así que no.

-Como quieras pero… en algún momento hay que volver,

-En algún momento pero no todavía.

-De acuerdo, de todas formas no tengo que dar una respuesta hasta mañana por la noche, piénsatelo.

-Está pensado- afirma firme mi novio.

Se despiden y Edward lanza el teléfono al sofá de enfrente.

-¿Estás seguro?- pregunto clavando mi barbilla en su pecho para mirarle.

-Mucho, totalmente- me responde acariciándome el pelo- es solo un set y ahora mismo yo prefiero quedarme aquí contigo, levantarme a tu lado, compartir todo el día juntos, conocer algún rincón de la isla y no perdernos nada el uno del otro.

Sonrío antes de besarle y acariciarle la barbilla.

-Gracias por elegirme.

Edward frunce el ceño y se separa de mí.

-Nunca he elegido mi trabajo frente a ti nena. Sé que así se sintió durante una temporada pero tú siempre has sido mi prioridad número uno.

Yo también frunzo el ceño.

-No siempre y no te lo reprocho, pero no mientas- le digo.

-No miento Bella, solo que mi trabajo es tan complicado…

-Vale.

-No me crees.

-Sí, te creo, pero cuando estábamos semanas sin vernos y casi no podíamos ni llamarnos no se sentía así- confieso.

-Lo sé, pero cuando estábamos largas temporadas separados yo también te echaba de menos, también pensaba en ti y prefería estar contigo a estar a miles de kilómetros. En mi cabeza tú siempre estás sobre las demás cosas.

Asiento mirándole.

-Ven aquí- me pide antes de acercarme a su boca y besarme.

.

El 26 de agosto fue un día importante para mí.

Hice una videollamada con mis amigas y con mis padres, los cuales no habían podido viajar a Ibiza como planeamos al inicio de verano porque si salían del país a la vuelta debían guardar una cuarentena de 10 días de forma obligatoria, lo que lo hacía incompatible con el trabajo de mi padre en su empresa.

Fuimos a comer a casa de David donde nos presentó a sus hijos que habían venido de vacaciones, y al volver a casa Edward me lanzó a la piscina sin previo aviso, ropa incluida.

Él también se lanzó al agua con ropa y tras varias aguadillas y juegos llenos de risas salimos de la piscina quitándonos la ropa para secarnos.

-Le gustas al hijo de David- comenta poniendo su camiseta sobre el respaldo de la hamaca para que se seque.

-¿A Timothée?- pregunto riendo- tiene 18 años.

-¿Y?

-Que soy mucho más mayor que él- explico.

Edward se ríe y niega con la cabeza.

-No ha parado de mirarte en todo el rato. Tú no te has enterado pero yo sí. Te ha mirado de manera que no me ha gustado-

Ahora soy yo la que se ríe.

-Es un niño- digo sacudiéndome el agua del pelo.

-Con 18 años ya te funciona la polla, créeme, me consta- dice serio.

-No digas esas cosas- le regaño.

-¿Por? Es cierto. He dado gracias al cielo cuando has rechazado meterte a la piscina, lo que le faltaba, verte en bikini.

-Edward, yo no lo he sentido así y no quiero que pongas esas ideas raras en mi cabeza. Me incomoda.

-A mí también me incomoda verle con la mirada perdida pero la vista fija en tus pezones- me señala.

-¿La culpa es mía por no usar sujetador?- pregunto ofendida.

-¡No! Claro que no es culpa tuya, simplemente…

Suspira sin saber encontrar las palabras.

-Simplemente es el primer hombre del que me he sentido celoso desde la pandemia. Soy consciente de que eres preciosa y tu cuerpo llama la atención haciendo que todos te miren pero a él no parecía importarle que yo estuviera a tu lado.

-Oye no te sientas celoso y menos de un adolescente. Entiendo lo que dices ¿vale? Y es verdad que yo no le he pillado mirándome porque su hermana ha absorbido toda mi atención pero estoy segura de que vamos a coincidir con ellos en más ocasiones y no quiero sentirme incómoda a su lado. Es el hijo de un amigo. No le demos importancia, yo no voy a dedicarle ni una mirada y en cuanto me haya visto un par de días se le pasará el embobamiento que dices que tiene conmigo, será producto de la novedad.

-Eso espero porque a mí también me incomoda que sea el hijo de David.

-Además he decidido que no quería bañarme en la piscina de David porque quería venir a casa contigo, solos.

A Edward le cambia la cara inmediatamente.

-¿Distrayéndome con sexo? Funciona- ríe.

-En realidad es que anoche no lo hicimos.

-Nos quedamos dormidos en el sofá- me recuerda.

Habíamos salido pronto por la mañana para realizar una ruta de senderismo en grupo por la zona de Es Cubells que es tremendamente escarpada. Era una ruta difícil e intensa, llegamos reventados y nos quedamos dormidos en la primera superficie horizontal que vimos.

-Pero estoy en esos días…- le informo- esos días en los que estoy caliente todo el rato- continuo diciendo rozándome contra él- ¿y tú?- le pregunto bajando mi mano para comenzar a masturbarle.

-Yo estoy caliente siempre.

-Veamos- le digo antes de arrodillarle y metérmele en la boca.

Aun no está duro pero lo estará en breves.

-Dios qué boca tienes amor- me dice acariciándome el pelo.

Libero mis labios y en su lugar dejo besos por todo su tronco, la punta, su pubis, sus ingles.

Agarro sus glúteos con cada una de mis manos y los aprieto separándolos.

-Tócate- le pido.

Con una de sus manos comienza a masturbarse con mi cabeza a escasos centímetros.

Mientras él agarra su polla yo acaricio sus testículos con mis labios y mi lengua.

Chupo y me lo introduzco en la boca uno a uno.

Miro a mi novio que tiene los ojos entrecerrados.

Así que me aventuro a bajar mi lengua un poco más allá.

Solo acaricio la zona lisa que va desde sus testículos a su ano.

-Bella- para él.

-¿Qué?

-¿Qué estás haciendo?

-Solo quiero darte placer- le respondo inocentemente.

-Y me lo das pero cuando chupas mi polla.

-Lo sé pero también sé que los hombres sentís placer cuando os estimulan la próstata. Tú me lo haces a mí y yo me dejo- le recuerdo.

-Ya pero… es diferente. No me siento muy cómodo contigo por esa zona.

Intento no sentirme ofendida.

-Prometo no ir más allá ¿vale? Solo hasta donde estaba ahora mismo. Y si no te gusta pararé.

Asiente.

Continuo mi exploración con mi lengua por esa nueva zona con cuidado de no ir más allá.

Sé que le gusta, lo veo en su cara.

-Ahora aquí- me dice metiéndome su pene en la boca- así- me anima- chúpamela.

Sigo dándole placer con mi boca pero mi dedo acaricia esa zona húmeda por mi saliva.

Sin querer subo mi mano un poco más allá y rozo su ano.

Él da un respingo.

-Quiero que disfrutes. Quiero que sepas lo placentero que es. A mí me gusta cuando tú me lo haces- le digo- déjame por favor.

Asiente.

No voy a ir más allá, tan solo acariciar esa zona por fuera con mis dedos. Como haciéndole cosquillas.

Él se deja llevar y disfruta por fin.

Tanto que sus manos me aprisionan contra su pelvis introduciéndose por completo en mi boca.

Embiste contra mi garganta y cuando le oigo gruñir ha descargado su semen en mi paladar.

Trago y me la saco de la boca aun palpitando.

Chupo su punta alargando su placer.

Sus piernas tiemblan.

Sonriente me pongo en pie y le beso.

-Eres una bruja- me dice mordiéndome el labio inferior.

Me río y vuelvo a besarle.

-Quiero explorar todo contigo, mi cuerpo es tuyo y tu cuerpo es mío- le explico.

-Lo de hoy ha estado bien pero no quiero ir más allá, ¿vale?

Asiento aceptando sus límites.

-Y como tú has empezado, ahora me toca a mí jugar- sentencia.

-Dame un minuto- le pido.

Necesito beber agua.

Edward me sigue a la cocina como un león sin perderme de vista.

-Vamos- me mete prisa mientras me termino el vaso de agua.

Me río y ralentizo aun más el proceso.

Sonrío mirándole.

Sabe que estoy jugando con él.

Se ríe y da la vuelta a la isla de la cocina llegando a mi lado y dándome un cachete fuerte en el culo.

-¡Ah!- me quejo poniendo una mano en mi glúteo.

Contrario a pedir disculpas él golpea el otro cachete con la misma fuerza.

-¡Edward! Duele- le digo apartándome de él- no quiero sadomasoquismo en mi cama.

-Vale-

-En serio- le digo extendiendo mi mano- cachetes de juego sí, pero de hacer daño no.

-Perdón- me dice llegando hasta mí y acariciándome el culo donde me ha golpeado antes.

-Si vuelves a hacer algo así, se acabó el sexo. Cierro las piernas para siempre- le amenazo.

-Vale, vale. Lo siento, de verdad. Quería probar nada más.

-¿Por qué?

Se encoge de hombros.

-Hay gente a la que le excita.

-¿Es que lo has hecho antes?- pregunto formando una imagen en mi cabeza de mi novio golpeando a mujeres por placer.

-¡No, nunca! Solo lo he visto.

-¿Dónde?- pregunto mosqueada.

-En páginas porno obviamente- responde encogiéndose de hombros.

Me quedo callada mirándole.

-Es una práctica sexual que respeto pero que no comparto- le aclaro- me gusta el sexo, me gusta innovar e ir más allá pero la violencia física me pone cero.

-Lo entiendo nena, lo siento. Oye no volveré a hacerlo ¿vale? Prometido- me dice abrazándome.

Asiento contra su pecho.

-¿A ti te pone? ¿Te ha excitado golpearme?

-Sin más. Estaba excitado por lo que iba a hacerte después, no por los cachetes.

-¿Y qué ibas a hacerme después?- pregunto dudosa.

-Nada de violencia- me promete besándome- puedo mostrártelo si aún estás de humor.

-Vale- digo aceptando un poco dudosa aun.

-Ven conmigo- me pide llevándome al sofá- sube y ponte de rodillas.

Hago lo que me pide.

Siento el material suave de la tela del sofá en mis rodillas.

El aire acondicionado choca contra mi cuerpo desnudo poniéndome la piel de gallina.

-Amo tus pezones- me susurra antes de acariciarlos con la lengua.

Cuando su boca se separa de mi cuerpo y deja un rastro de saliva, de nuevo el aire acondicionado choca contra mis pezones endureciéndolos aún más.

Su boca desciende por mi torso hasta llegar a mis labios vaginales.

También los acaricia con sus labios y deja la zona húmeda.

Me río porque me hace cosquillas.

-¿Qué?- pregunta lamiendo la zona de mis ingles.

-Que me gusta lo que me haces- confieso sincera.

Él sonríe y continúa lamiéndome.

Siseo comenzando a sentir placer. Inconscientemente echo mi cadera hacia atrás alejándome de su boca.

-Shhh tu cuerpo es mío. Tú lo has dicho- me recuerda.

-Sí pero vas tan lento que a veces siento que no lo soporto-

Edward se ríe.

-Ponte de espaldas, apóyate en el respaldo del sofá- me pide moviéndose.

Lo hago y siento su mano separándome las piernas.

Seguidamente siento su boca en mi clavícula, en mi escápula, mi espina dorsal, mi coxis.

Y finalmente la siento ahí.

Aun recuerdo cuando me daba vergüenza y reparo el sexo anal. No sabía lo que Edward podía hacerme sentir con él.

Ahora era una práctica habitual en nosotros.

Disfrutaba con ello.

Aunque nunca sería algo que admitiese públicamente.

Un secreto entre nosotros.

Siento su lengua acariciarme en forma circular y también de arriba hacia abajo.

Cierro los ojos disfrutando de la sensación.

Me giro levemente para ver la cabeza de Edward entre mis glúteos.

Una de mis manos va a su pelo y tira de él con fuerza al mismo tiempo que presiono su cara contra mí.

Su lengua aumenta la presión y mi placer.

-Sigue- le pido.

Suelto su pelo y mis manos vuelven a agarrar el respaldo del sofá al tiempo que echo hacia atrás mi cadera.

La lengua de Edward abandona mi entrada anal para bajar a mis labios vaginales.

Gimo sintiendo como introduce dos dedos en mi vagina.

A los pocos segundos siento también como introduce un dedo en mi culo, penetrándome por ambos lados.

-¿Te gusta?

Me río.

-Sabes que sí.

-¿Y ahora?

Pregunta antes de sacar sus dedos y meterme su polla completamente.

Mi vagina se contrae contra ella mientras él embiste en mi interior.

-¿Hoy vas a correrte para mí?- pregunta contra mi oreja antes de darla un mordisco.

-Lo que quieras- le digo moviendo la cadera.

Tras un par de embestidas más sale de mi interior dejándome a punto de correrme.

Siento como se levanta del sofá y va hasta el pequeño baúl decorativo que tenemos al lado de la tele.

Un elemento ornamental que compramos a un anticuario de Ibiza que no estoy segura que nos lo hubiera vendido de haber sabido que iba a ser donde guardásemos condones y lubricante.

Edward vuelve a ponerse tras de mí y siento como echa el lubricante en mi entrada.

Luego siento su punta revestida en el condón presionando y finalmente entra en mí.

Gimo cuando su pelvis golpea mis glúteos.

-Amo follarte el culo- me susurra comenzando a moverse.

Da un par de embestidas en mi interior y se sale para cambiar de postura.

Me tumbo boca abajo en el sofá pero Edward me levanta.

-Hoy quiero hacértelo de otra manera.

Frunzo el ceño volviendo a ponerme de rodillas.

-Tú encima.

-Nunca lo hemos hecho así.

-Si no te convence no lo hacemos- me ofrece.

-Podemos probar pero no sé… así me dolerá más- afirmo segura.

-Entonces lo dejamos.

-No, probemos- acepto- a ver qué tienes en mente.

Él se tumba boca arriba y yo me coloco encima con las rodillas a cada lado de su cadera dándole la espalda.

-¿Así?- pregunto colocándome.

-Así, sí.

Agarro su pene entre mis manos y la llevo a mi ano.

Voy con miedo de que me duela.

-Poquito a poco nena- me dice él sujetándome las caderas.

Bajo poco a poco hasta que estoy sentada encima de ella completamente.

-¿Estás bien o te duele?

-Estoy bien por ahora, cuando te muevas no sé.

-Tú vas a moverte. Suave- me indica ayudándome a subir y bajar.

Voy lento, muy lento.

No me siento muy segura.

-Lo haces genial- me anima desde atrás.

-Tócame- le pido moviendo su mano de mi cadera a mi clítoris.

Estimulada por ambas partes comienzo a moverme más y más.

El placer que aporta el sexo anal es diferente.

A mí me gusta combinarlo con el sexo vaginal pero solo anal también está bien.

-¿Está aquí el juguete que me gusta?

-Le tienes dentro cariño- me dice con voz rasgada.

Ambos nos reímos sin dejar de movernos.

-El otro- aclaro.

-Está arriba-

Paro y me incorporo haciendo que salga de mí completamente.

-¡Bella!- se queja.

-Ahora vengo- prometo girándome a mirarle.

Tumbado boca arriba su polla apunta firme hacia el techo.

Corro escaleras arriba, abro nuestro cajón y cojo el pene de silicona que Edward odia y que yo adoro.

Bajo con él en las manos.

Retomamos la posición donde lo habíamos dejado conmigo encima de él.

-Métemela tú- le pido poniendo el juguete en sus manos.

-Chúpala- me exige poniendo el pene de mentira en mi boca.

Aunque no le hace gracia que use un pene de silicona, sé que le gusta verme chuparlo.

Su polla da un respingo dentro de mi recto y él embiste con más violencia.

Seguidamente saco el juguete de mi boca y lo llevo a mi vagina.

Edward me ayuda a colocarlo.

Gimo alto cuando me penetro doblemente.

-Ahora sí fóllame- le pido moviendo mi cadera.

-Mírate- me dice obligando a girar mi cabeza para vernos en el reflejo de la televisión.

Me corro rápidamente y como siempre que practicamos la doble penetración un chorro sale de mi interior.

-¡Sí, nena, eso es!- me anima Edward.

Él también está a punto de correrse.

Otro chorro sale de mí y siento que no voy a poder más.

Saco el juguete de mi interior y segundos más tarde Edward está corriéndose en mi culo.

La sensación post orgásmica dura varios segundos más y siento mis piernas temblar.

Sin fuerzas relajo mis brazos y apoyo mi espalda completamente en el torso de él.

Respiramos con dificultad y luego nos reímos recuperándonos.

-Gírate con cuidado- me pide.

Me incorporo con dificultad y siento como sale de mi interior resbalando.

Me giro y me tumbo completamente contra él.

Nos besamos sintiendo como el aire choca contra nuestros cuerpos sudorosos.

-Me ha encantado- le digo entre besos- me daba reparo lo de que me penetrases desde atrás.

-Si te hubiera dolido hubiésemos parado- me recuerda besándome.

Nos besamos completamente relajados hasta que siento la necesidad de limpiar el estropicio.

-¿Dónde ha caído el chorro?- pregunto poniéndome de pie.

-Yo me encargo- se adelanta él yendo a la cocina a por papel y a tirar el condón.

Cuando vuelve se agacha hacia el suelo y recoge el líquido que he expulsado.

Le termino ayudando y luego me convence para darnos un baño juntos y estrenar la ducha exterior que tantas ganas tenía de usar.

Edward está poniéndome crema hidratante en la espalda y en mis glúteos donde continúa la marca de su mano cuando mi teléfono suena.

-Lo siento- me dice acariciando la marca y dándola un beso.

-Está bien porque no volverá a pasar- digo estirándome para coger el móvil que está en la mesa.

Es casi la hora de cenar así que asumo que serán mis padres.

Miro la pantalla y tengo que mirarla dos veces para asegurarme de que estoy viendo bien.

Es un número de teléfono muy largo que hace meses que no me llama.

-¿Quién es?- pregunta Edward al notar mi bloqueo.

-Es de la oficina- respondo.

.

.

.

¡Hola! Antes de nada GRACIAS POR LAS 2000 REVIEWS de verdad, que para mí es muy importante poder leeros y conocer vuestras opiniones sobre la historia.

Ahora sobre el capítulo, Edward no se va a China, elige a Bella frente a su trabajo. Sin embargo, el trabajo de ella está de vuelta y en este caso no puede rechazarlo tan fácilmente como él. ¿Habrá llegado la hora de volver a Barcelona? ¿Afectará a su relación el que Bella se vaya a trabajar y Edward se quede en casa?

El próximo capítulo es uno de los más importantes de la historia, así que si queréis que lo publique el domingo tan solo hacédmelo saber.

¡Nos leemos!