-¿Quién es?- pregunta Edward al notar mi bloqueo.
-Es de la oficina- respondo.
Edward se bloquea al igual que yo.
El teléfono se queda en silencio de nuevo para volver a sonar segundos después.
-Responde- me dice él.
Deslizo el dedo por la pantalla para coger la llamada.
-¿Dígame?
-¿Bella?- dice una voz al otro lado que conozco bien.
-Hola Ona- saludo.
-Hola. Te llamo porque he estado reunida con recursos humanos y creemos que podremos volver a trabajar al 100% por lo que por fin te podrás reincorporar- me informa con alegría.
-Genial- miento.
-No sé mucho más porque no nos han informado de nada pero quería llamarte yo antes para que estuvieras preparada. Seguramente mañana te llamen y ellos te contarán los detalles.
-Muchas gracias- digo con ganas de terminar la llamada.
-Espero verte pronto por aquí Bella. Un saludo-
-Igual, hasta luego Ona- digo terminando la llamada.
Suspiro cerrando los ojos y dejando el móvil donde estaba.
-¿Buenas noticias?- me pregunta Edward poniéndose frente a mí.
-Eso creo. Era Ona para avisarme de que mañana me llamarán de recursos humanos para mi reincorporación.
-Por fin- expresa sonriente- y tú preocupada pensando que te iban a despedir.
-Ya- digo fingiendo una sonrisa.
-¿Te han dicho cuándo?
-No sé nada, sabré más mañana.
-No te entusiasma volver al trabajo- afirma mirándome serio.
-No sé…-suspiro- sé que no quiero perder esto- expreso señalándonos a ambos.
-Eh, no vas a perder nada. Yo voy a irme contigo, no quiero estar en ningún sitio que no sea contigo- me confirma pasándome los brazos por el cuello antes de besarme.
-Lo sé-
Lo sé. Sé que va a venir conmigo pero no será igual.
¿Cómo va a ser igual cuando voy a pasarme ocho horas diarias lejos de casa? Por no hablar de que la temporada de más trabajo está a la vuelta de la esquina con la campaña de Navidad y eso significa casi mudarme a la oficina.
Rompo el beso y me separo de él.
-Voy a preparar la cena- le digo antes de colocarme un tanga y un vestido de tirantes finos que uso para estar en casa.
Dejo a Edward a solas en el jardín y yo voy hasta la cocina donde preparo en modo automático una ensalada de quinoa y unas tostadas de tomates y burrata.
Edward viene a mí cuando estoy aderezando la ensalada.
-¿Te ayudo?- pregunta poniendo sus manos en mi cintura.
-No hace falta, gracias- sonrío.
Él no se mueve de su sitio y noto que sus ojos no pierden detalle de lo que hacen mis manos.
-¿A qué hora te llamarán mañana?
-No lo sé- suspiro.
-Es que tendremos que cancelar el día de playa.
-¿Por qué?- pregunto frunciendo el ceño.
-Porque en cala Olivera no hay cobertura- me recuerda.
Suspiro más sonoramente.
Edward se ríe y me besa el cuello.
-Iremos pasado- promete.
-¿Y si me dicen que tengo que incorporarme ya?
-No tiene sentido que te obliguen a incorporarte un viernes.
-Bueno… en mi empresa todo puede pasar. No hay tiempo que perder- le recuerdo.
Siento una contradicción dentro de mí.
Solo he recibido una llamada de mi jefa y ya siento que me está condicionando la vida. Estoy cancelando planes por ella y obligando a mi pareja a cancelarlos también.
No se siente bien.
No se siente bien que me hicieran un ERTE de un día para otro.
No se siente bien que lo único que yo tenía en Barcelona me dejase tirada a un lado como una colilla.
No se siente bien que no haya tenido noticias de mi jefa en todo este tiempo. Nada de ¿Bella estás bien? ¿Bella estás a salvo? Nada de humanidad en medio de una pandemia mundial.
No se siente bien que haya sabido por mis compañeros que ellos sí se habían reincorporado y yo no. Que no haya recibido una llamada informándome sobre mi situación.
Ellos no han tenido consideración conmigo y yo debo dejar mi vida de un día para otro con tan solo una llamada.
Sé que para las empresas somos solo números pero siento que no se me ha valorado como persona ni como trabajador.
¿Quién me garantiza que continúe en la empresa en seis meses?
Mi contrato legalmente acababa en junio pero no podían despedirme estando en ERTE. Tal vez ahora lo hagan.
Y por primera vez no me preocupa, me siento bien si lo hacen.
He amado mi trabajo cada día, porque me sentía valorada, importante, sentía que lo que hacía servía para algo pero estos meses he sentido que no valía nada.
Siento que he dado mucho por una empresa que ha dado poco por mí.
-Bella- me llama Edward sacándome de mi trance.
-¿Qué?
-Que comas- me dice señalando mi bol lleno de comida sin tocar.
Asiento y cojo algo de ensalada en mi tenedor para llevármelo a la boca.
Trago con dificultad.
Lo intento un par de veces más pero desisto.
No tengo hambre.
Aparto el bol de mí y Edward me mira interrogante.
-Estoy llena- miento.
Mira el bol casi intacto y luego me devuelve la mirada frunciendo el ceño.
-Y estoy cansada. Me iré a la cama- le digo poniéndome de pie- ¿te importa?
-¿Estás bien?
-Sí, es que estoy cansada. Hemos hecho muchas cosas hoy- le recuerdo fingiendo sonreír.
-Vale cariño, déjalo yo lo recojo- me dice viendo que iba a hacer ademán de recoger mi bol y mi vaso con el agua sin beber.
-Gracias- digo besándole el cuello cuando paso por su lado antes de subir las escaleras y meterme en la cama.
Reviso el móvil mirando historias de Instagram y leo algo en Twitter.
Son casi las 10. No me he acostado tan temprano en meses pero siento sueño y caigo rendida sobre la almohada.
A las tres de la mañana me levanto completamente descansada.
Edward está durmiendo a mi lado sobre la sábana porque tiene calor.
Doy un par de vueltas buscando volver a dormirme pero es imposible así que me levanto sin hacer ruido. Me pongo el vestido que llevaba antes y cojo el teléfono saliendo de la habitación.
Bajo a la sala de estar y me tumbo en el sofá en el que hemos estado esta tarde Edward y yo.
Estoy completamente desvelada pero mi cabeza solo está fija en mi oficina.
Si fuera más temprano llamaría a Montse y le preguntaría qué están haciendo ahora en la empresa pero es de madrugada y lo más cerca que puedo estar del trabajo es accediendo a nuestra plataforma.
Subo de nuevo y entro en la habitación infantil donde Edward tiene su portátil.
Lo enciendo, meto la contraseña para acceder al escritorio, abro el navegador e introduzco el nombre de mi empresa.
Tecleo mi usuario y clave de acceso para descubrir que están desactivadas.
-¡Qué hijos de puta!- digo en voz baja.
Me enfado.
Me frustro.
Ojalá mandarlos a la mierda.
Mi vida es mejor sin ellos.
Si no fuera por el dinero…
Siempre tengo la opción de trabajar en la empresa de mi padre pero eso es sinónimo de volver a Londres y no me veo viviendo allí. Siento que la ciudad me lleva a recordar a una Bella del pasado que ya no existe.
Salgo a la piscina, me desnudo completamente y nado furiosa de un lado a otro.
Es una furia contra mí misma, contra mi jefa, contra mis compañeros…
Es rabia de saber que mi vida va a volver a cambiar y voy a dejar de ser dueña de mi tiempo. Mis horarios van a volver a estar supeditados a la empresa y mi relación también.
No quiero renunciar a mi libertad.
Cuando emerjo a la superficie veo a Edward de pie al lado de la escalera.
-¿Qué haces?
-No podía dormir.
-Vamos- dice animándome a salir del agua cogiendo una toalla.
Subo por las escaleras y en cuanto estoy fuera me enrolla en una toalla al tiempo que sus brazos hacen fricción contra la tela dándome calor.
-¿Qué pasa?- me pregunta buscando mi mirada- y no me digas que nada.
Sonrío dándome cuenta de que me conoce demasiado bien.
-No sé… es que siento que volver a esa empresa va a cortarme las alas.
-Explícate.
-Para empezar tendremos que abandonar la isla, volver a una ciudad grande con todo lo que eso implica. No más mañanas de senderismo, ni tardes en nuestra cala ni noches cenando juntos en el jardín.
Edward me escucha atentamente.
-No quiero volver a tener que estar ocho horas metida en una oficina, condicionando mi vida a los horarios que mi jefa me imponga. Recuerdo el ritmo de vida que tenía antes de todo esto y simplemente… no es compatible con nosotros, con una vida plena.
-Pensé que eras feliz, que tu trabajo te hacía feliz.
-Y lo hacía, porque no tenía nada más. Pero he pasado meses encerrada y ahora meses aquí contigo y he descubierto una vida más tranquila, más sosegada, he descubierto cosas nuevas que me gusta hacer y que también me aportan felicidad. Cosas que no voy a poder mantener cuando vuelva a trabajar porque mi trabajo me absorbe demasiado. Además la manera en la que me han tratado desde que empezó todo lo del COVID no me parece justa. ¿Merece la pena dedicar casi 12 horas diarias a trabajar en una empresa en la que no se han dignado ni a informarme sobre mi situación laboral en seis meses? ¿Merece la pena que yo de tanto por algo que me impide disfrutar de otras cosas? No lo sé- suspiro.
-No tienes que aceptar volver si no quieres.
-Me gusta mi trabajo pero también me gusta sentir que importo en mi trabajo y sinceramente eso aquí no lo he sentido en mucho tiempo.
-¿Quieres cambiar de trabajo?
-Sinceramente no quiero trabajar- me río- ahora en serio, no sé. Solo he recibido una llamada y ya tenemos que cambiar nuestros planes para mañana por ellos. Siento que mi tiempo vuelve a ser suyo y no mío. Siento que nos va a separar de alguna manera otra vez- termino confesando mi mayor temor.
-¿Cuánto de esto tiene que ver conmigo?- pregunta mirándome fijamente.
-¿Por qué dices eso?
-Solo quiero que sepas que cuando volvamos a trabajar las cosas no van a ser como ahora pero tampoco como antes. Recuerdo como estábamos a finales del año pasado y principios de este y eso ya no funciona para mí. ¿Cómo voy a estar sin verte un mes? ¡Ni de coña! Voy a irme contigo, donde sea que vayas, y cuando salgas de trabajar yo voy a estar en casa esperándote. Estableceremos una nueva rutina. Y si quieres cambiar de empresa yo te apoyo, en Barcelona o donde quieras.
-Gracias- le digo besándole.
Sus palabras me aportan algo de tranquilidad.
Siento que podemos seguir siendo la pareja que hemos conseguido ser aquí, en Ibiza, pese a que yo vuelva a trabajar.
-Bella yo te he visto muy feliz trabajando. Tengo tu cara grabada en mi mente del día que tuvo lugar el evento del Barcelona Beach Festival. Quiero que siempre tengas en tu vida algo que aporte esa felicidad.
Sonrío recordando ese día.
-Si en esta empresa no te valoran, en otra lo harán.
-¿Volver a echar curriculums?- suspiro- siempre he pensado que me haría grande en esta empresa. Es una multinacional, tengo opciones de crecer laboralmente. Siento una contradicción dentro de mí porque quiero lo que me ofrecen pero no como me lo ofrecen.
-Eres una gran profesional, ¿por qué no renegocias los términos de tu contrato? Has dado mucho por esa empresa, estás en tu derecho de exigir una mejora.
-¿Y si me mandan a la mierda?
-Entonces podrás irte sabiendo que esa no es la empresa donde vas a hacerte grande.
Suelto un quejido y apoyo mi frente contra su pecho.
Siento sus labios en mi pelo mojado y sus manos frotándome la espalda.
-¿Quieres ver un poco la tele hasta que te vuelva el sueño?- ofrece.
Niego.
-Vamos a la cama- le digo.
Asiente antes de agarrar mi mano y subir a la habitación.
Me duermo rápidamente gracias a la mano de Edward jugando con mi pelo y mi nuca, relajándome hasta que cierro los ojos.
A las 7 de la mañana me vuelvo a levantar como hacía más de un mes que no hacía.
Tengo la respiración acelerada, mi cuerpo está bañado en sudor pese a no llevar ni una prenda de ropa encima y mis mejillas están mojadas.
He debido de gritar porque Edward se despierta.
-Shhh nena. Está bien, es un sueño nada más- me intenta reconfortar.
-Ha sido el mismo de siempre- recuerdo.
Con una mano limpia mis mejillas.
-Hace mucho que ya no te pasaba-
-Lo sé.
-¿Por qué crees que ha vuelto?
-Ni idea- digo volviendo a tumbarme en la cama.
-Ven aquí- dice metiéndome entre sus brazos.
En realidad sí lo sé.
El psicólogo con el que hice un par de sesiones online al principio del verano me dijo que los sueños suelen reflejar los miedos que en estado consciente intentamos controlar.
En mi caso el hecho de que el sueño fuera tan real y siempre el mismo era una forma en la que mi cuerpo manifestaba el estrés postraumático y la ansiedad con la que había vivido los meses encerrada.
La incapacidad de gritar pese a sentir que necesitaba y quería hacerlo era un síntoma de haber reprimido emociones.
No estoy segura pero creo que el sueño ha vuelto precisamente hoy porque es la primera vez que he estado estresada y preocupada desde que llegué a Ibiza. Los sueños pararon después de hablar con el psicólogo pero tal vez todo tenía que ver con que me encontraba feliz, tranquila y relajada.
El trabajo volvía a asociarme con Barcelona, mi piso donde pasé meses sola y encerrada y el estrés del mundo laboral.
No pude volver a dormirme así que bajé a preparar el desayuno.
Hice huevos revueltos, tostadas, rallé tomate y corté jamón.
Subí a despertar a Edward, desayunamos en la pequeña mesa que tenemos en la habitación y antes de que se terminase el café yo estaba encima de él sin bragas.
-Venga fóllame, aquí en el suelo- le pido entre besos metiendo mi mano en su ropa interior.
-Bella no- dice apartándome y sujetando mis manos.
-¿No?- pregunto riendo.
Nunca me ha rechazado.
-No- repite obligándome a ponerme en pie y colocándose el calzoncillo bien de nuevo.
-¿Por qué no? Nunca hemos rechazado al otro cuando nos ofrece hacer el amor.
-Tú no me estás ofreciendo hacer el amor Bella.
-No te entiendo- frunzo el ceño cruzándome de brazos.
-Recuerdo la vez que me hiciste follarte en el suelo antes de irte a Londres cuando nos conocimos. Fue una despedida y esto se siente parecido, las mismas palabras, tu misma actitud, tu misma mirada de desconexión. No sé por qué estás comportándote así pero no me gusta.
-No lo sé, porque desde que me llamaron ayer nada se siente igual. Sigo aquí contigo, en esta casa que siento nuestra y aun así yo siento que han activado el tiempo de descuento. No sé por qué- confieso limpiándome una lágrima.
Él chasquea la lengua.
-Tal vez tengamos que despedirnos de la isla y de la casa pero no vas a despedirte de mí. Pensé que anoche te dejé eso claro- me dice sentándome en su regazo.
-Sí pero…- comienzo a decir pero no termino la frase.
-¿Pero qué?
-Pero no sé si eso va a ser suficiente, no sé si eso va a hacerme feliz- le confieso por fin.
Veo sus ojos.
No me he expresado bien y le he hecho daño.
-No quería decir eso, me refería a que…
-Te referías a que aunque yo me mudase contigo no te haría feliz.
-Sí, esa parte sí- me apresuro a aclarar.
-Pero no es suficiente porque cuando yo esté trabajando fuera nos vamos a separar. Y ese tipo de relación no te hace feliz, lo recuerdo. Me lo dijiste cuando discutimos antes de separarnos.
-Sabes que tú siempre me haces feliz. Desde que estamos aquí he sido la persona más feliz del mundo y lo has visto con tus propios ojos.
-He sido testigo sí, pero esto no es la realidad. Yo lo sé y tú también- expresa serio.
-Edward…
En ese momento mi teléfono suena congelándonos a ambos.
-Cógelo, seguro que es de tu trabajo.
Me levanto con pesar separándome de él y camino hasta la cama.
Respondo sin dejar de mirar a Edward que sigue sentado con la vista perdida en la ventana.
Su mirada vuelve a posarse en mí cuando tan solo segundos después de responder me oye colgar.
-¿Qué te han dicho?
-Que si pueden hacerme una videollamada. ¿Puedo usar el portátil?
-Todo tuyo- me dice poniéndose en pie y saliendo de la habitación con la bandeja del desayuno.
.
.
.
Uff llegó la vida real de golpe.
¿Qué pasará ahora?
Mil gracias por todos vuestros mensajes en los reviews, me encanta leeros. Bienvenidas también las nuevas lectoras.
Como siempre, review = adelanto. ¿Tal vez pueda actualizar el miércoles? No lo sé, no prometo nada.
¡Nos leemos!
