Disclaimer: nada de esto me pertenece, los personajes le pertenecen a Stephenie Meyer y la historia a fanficsR4nerds, yo solo la traduzco.


ALONG THE WAY

Capítulo veintitrés

26 de diciembre

Mercer Island, Washington

El olor del café me despertó a la mañana siguiente. Gemí, estirándome en el sofá. Mi espalda ya no era lo que había sido y me estremecí mientras intentaba estirar los músculos.

―Te dije que debería haber dormido yo en el sofá ―me regañó una suave voz. Pestañeé, levantando la mirada más allá de la brillante luz matutina hacia Bella. Estaba sentada en la mesita de café que tenía delante con dos tazas en las manos. Me incorporé y cogí una.

―Estoy bien ―gemí antes de tomar un largo trago de café. Estaba demasiado caliente, pero no me importó. Me calentó el cuerpo y suspiré. Bella sacudió la cabeza, rodando los ojos. La miré mientras bebía mi café más despacio―. ¿Cómo has dormido?

Algo pasó por los ojos de Bella y se removió, encogiéndose de hombros.

―Bien. ―Bajó la mirada a su taza―. En paz sin ti roncando ―dijo, mirándome con una sonrisita burlona. No alcanzó del todo sus ojos y sabía que yo no roncaba a no ser que hubiera bebido mucho, así que sabía que había algo más tras sus palabras.

Respiré profundamente, encontrando el valor.

―He extrañado saber que estabas cerca ―admití suavemente. Bella pestañeó, mirándome sorprendida―. Ha sido más fácil dormirme cuando estabas conmigo.

Un ligero sonrojo se extendió por las mejillas de Bella y bajó la mirada a su café. Parecía casi cohibida mientras me miraba entre sus pestañas.

―Sí ―susurró―. Para mí también.

Le sonreí y mi corazón se liberó del agarre de acero que lo había encogido desde mi confesión.

Tomé un trago de mi café y Bella sonrió con la mirada en su taza. Ojalá sonriera siempre. Estaba radiante cuando sonreía. La miré fijamente. Sabía que nos íbamos a tomar las cosas con calma y que los dos habíamos acordado que no tendríamos una relación física, al menos de momento, pero joder. Necesitaba besarla.

―Tu madre y tu tía están haciendo el desayuno ―dijo suavemente, volviendo a mirarme. Me lamí los labios, ignorando su intento de cambiar de tema.

―Tengo muchas ganas de besarte, Bella ―dije suavemente. Ella soltó un grito ahogado, abriendo los ojos como platos. Me preocupaba haberla presionado demasiado, muy rápido, pero vi su mirada ir a mis labios y supe que ella sentía lo mismo.

―Tu familia está en la habitación de al lado ―susurró. Yo fruncí el ceño.

―Lo sé y prometí que me contendría, pero... ―Sacudí la cabeza. Mi conversación con mi padre resonaba en mi cabeza. No quería contenerme con Bella. Era lo más puro que había en mi puta vida y la necesitaba como un salvavidas.

La dulce mirada de Bella se clavó en la mía y se mordió el labio. Casi solté un gruñido. Ella dejó su taza en la mesa y extendió las manos, cogiendo también la mía. La miré con cautela, sin estar muy seguro de qué hacía. Se volvió hacia mí, y sonrió un poco antes de levantarse de la mesita de café y arrastrarse por mi regazo, sentándose a horcajadas sobre mis caderas. Solté un suave gemido mientras se hundía sobre mí, poniendo sus labios sobre los míos.

Joder, era increíble.

Sus dedos se hundieron en mi pelo mientras mis brazos rodeaban su cintura, sosteniéndola contra mí. Quería perderme en ella.

La lengua de Bella acarició mis labios y yo abrí la boca, tocando su lengua con la mía. Sabía a café y azúcar. Quise devorarla.

Sus caderas se movían sobre mí y se sentía muy bien, pero mi cuerpo picaba, pedía más.

Mi mano se coló bajo su camisa, deteniéndose en la parte baja de su espalda, acariciando su piel, y ella gimió, frotándose más fuerte contra mí. Sentí mis ojos rodar hacia atrás por el contacto. De alguna manera, cada vez que nos besábamos, mejoraba. ¿Cómo era posible?

Bella separó su boca de la mía, dejando besos por mi mandíbula hacia mi oreja. Sus manos habían bajado por mi espalda y estaban subiendo mi camiseta cuando un sonido en las escaleras nos hizo detenernos. Bella se apartó mientras escuchábamos a mi prima Irina hablar en francés con su hija de cuatro años. No nos habían visto y Bella me miró, mordiéndose el labio. Se inclinó, dejando un último beso en mis labios antes de quitarse de encima. Gemí mientras se ponía de pie, removiéndome en el sofá para intentar esconder mi puta erección antes de poder ponerme de pie. Bella soltó una risita, y yo sacudí la cabeza mientras Irina y Sasha llegaban al piso de abajo.

―Buenos días ―nos dijo Irina. Sasha se removió en los brazos de su madre e Irina soltó a la niña.

Bonjour! ―dijo Sasha, corriendo hacia el sofá. Bella le sonrió ampliamente.

Bonjour, Sasha. ―Mi sobrina se derritió bajo la sonrisa de Bella―. As tu bien dormi? ―le preguntó Bella. Sasha sonrió ampliamente.

Oui! ―dijo con voz cantarina. Irina sacudió la cabeza y llamó la atención de su hija. Me giré para mirar a Bella mientras Sasha e Irina iban a la cocina.

―¿Hablas francés? ―le pregunté. Bella soltó una risita.

―No, en realidad no. Tenía una amiga en la licenciatura que era alumna de intercambio francesa. Me enseñó algunas frases básicas, pero la mayoría se me han olvidado.

Sonreí. Irina y su marido, Laurent, vivían en París, así que su hija hablaba principalmente francés, aunque sabía que Irina intentaba que la niña también hablara con fluidez en inglés.

―Bueno, estoy impresionado ―le dije. Ella sonrió satisfecha y cogió su café. Yo estiré la mano hacia mi taza―. ¿Cuándo quieres salir?

Bella me miró, mordiéndose el labio.

―Edward, en serio, no hace falta que vengas. Deberías pasar tiempo con tu familia.

Me puse de pie, estremeciéndome dolorido antes de sacudir la cabeza.

―Voy contigo, Bella. No hay más que hablar.

Ella asintió y pude ver la gratitud en su mirada.

―Vale ―dijo suavemente―. ¿Después del desayuno?

Asentí.

―Suena bien. ―Cogí mi café―. Voy a ducharme. Volveré enseguida.

Bella asintió y me sonrió suavemente mientras yo iba al piso de arriba.

* . *

Cuando volví a bajar, todos estaban despiertos y alrededor de la mesa del comedor. Esa mañana solo éramos nueve, así que cabíamos bien en la mesa.

Mi madre y la tía Carmen habían preparado grandes bandejas de huevos, bacon crujiente y unos gofres perfectamente dorados. Había un enorme bol de fruta y algunas sobras de la noche anterior. Miré todo con apreciación mientras me sentaba junto a Bella. Irina y Sasha estaban sentadas al otro lado de Bella, y Sasha entretenía a Bella con una historia que sonaba casi entera en francés. Bella le estaba sonriendo y no estuve seguro de si entendía a la niña o no.

Irina miraba a su hija indulgentemente, sacudiendo la cabeza con una pequeña sonrisa cuando la niña se animaba en su relato.

Laurent estaba al otro lado de Irina, hablando con mi padre con su fuerte acento francés.

Tomé asiento a la mesa y Bella me sonrió, apartando brevemente su atención de Sasha. Le devolví la sonrisa mientras Sasha estiraba la mano hacia Bella, pidiéndole de nuevo toda su atención.

Regarde moi! ―dijo Sasha, poniéndose de pie en su silla y estirando las manos para girar la cabeza de Bella. Bella rio e Irina extendió los brazos hacia su hija, recolocándola con delicadeza para que volviera a estar sentada. Le murmuró algo en francés y la niña resopló, haciéndome sonreír.

―Parece que tienes una admiradora ―dije suavemente. Bella sonrió, echándole una mirada a Sasha.

―Es adorable y, honestamente, que hable en francés solo la hace más mona. Es difícil decirle que no.

Sonreí satisfecho, asintiendo de acuerdo. Cogí la jarra de café y me eché más en la taza. Se la ofrecí a Bella, que asintió, así que le rellené la taza.

―Y, Edward ¿cuánto tiempo vas a quedarte?

Miré a mi tío y fruncí el ceño.

―No tengo nada planeado ―dije, sacudiendo la cabeza. Miré a Bella, que se estaba sirviendo un gofre―. Voy a ir a ayudar a Bella a encargarse de algunas cosas en la casa de su familia en Forks.

Mi madre me miró.

―¿Forks? ¿Vais a Forks? ―preguntó. Yo asentí, mirándola―. ¿Cuándo?

Miré a Bella, que tenía la mirada fija en su plato y parecía un poco culpable.

―Después de desayunar ―dije, volviendo a mirar a mi madre. Ella frunció el ceño y Bella me miró.

―Edward ―dijo Bella suavemente. La miré y sacudí la cabeza.

―Bella, ya te he dicho que voy contigo.

Ella me miró fijamente ―con sus grandes ojos cautelosos, pero también llenos de gratitud. Quise extender la mano hacia ella para ofrecerle consuelo físico, pero todos los ojos estaban en nosotros, así que me conformé con rozar su rodilla con la mía. Ella sonrió un poco y devolvió su atención a su gofre.

―¿Volverás antes de irte a Nueva York? ―me preguntó mi madre. La miré y respiré profundo.

―Sí ―le prometí. La mirada de mi madre fue a Bella rápidamente antes de volver a mí. No sabía que estaba pensando y me pregunté por un momento si mi padre había hablado con ella anoche. No le había pedido específicamente que no dijera nada, pero no podía imaginar que se lo contaría sin mi permiso.

Devolví mi atención a la comida que tenía delante y cogí la fuente de los huevos. Las conversaciones comenzaron por la mesa y yo me centré en la comida.

Bella emitía pequeños zumbidos mientras comía los gofres y yo sonreí con los ojos en el plato. Era un puto colibrí que comía demasiado azúcar.

El desayuno era una comida muy relajada y, pronto, Bella y yo estábamos recogiendo nuestros platos y llevándolos a la cocina. Los limpiamos y nos ofrecimos a guardar la comida, pero mi madre nos echó.

Subimos a mi antigua habitación y Bella cogió su maleta, ya preparada en el borde de la cama. Le sonreí mientras iba a mi armario. No me quedaban muchas cosas en casa de mis padres, pero debería de haber algo que pudiera ponerme. Abrí el armario y revisé lo que había dentro. Bella se sentó al borde de la cama, mirándome.

―No hace falta que te quedes conmigo en Forks ―dijo Bella suavemente. La miré sobre mi hombro. Ella subió los pies hasta apoyarlos en el marco de la cama y se rodeó las rodillas con los brazos.

―¿Qué?

―Me refiero a que no va a ser muy interesante. Tengo que revisar las cosas se mi padre y ver qué hago con todo, además de planificar un funeral. Seguramente serán días largos y estoy segura de que no será muy divertido estar cerca de mí.

Tenía la vista fija en sus rodillas mientras hablaba y yo me aparté del armario para ponerme delante de ella. Me arrodillé para que me mirase a los ojos.

―Oye ―dije suavemente―. Mira, sé que no hace mucho que nos conocemos, pero quiero estar ahí contigo en esto. ―Hice una pausa, sacudiendo la cabeza―. No puedo ni empezar a decirte cuánto me has ayudado a procesar toda mi vida durante esta pasada semana. Sería un puto desastre si tú no hubieras estado ahí, guiándome.

Los ojos de Bella se llenaron de lágrimas y yo extendí la mano, limpiándoselas suavemente de las mejillas mientras caían.

―Te estoy pidiendo demasiado ―susurró. Yo sacudí la cabeza.

―Bella, soy yo el que se está ofreciendo.

Ella me miró y me pregunté si habría algo más, algo más profundo que le daba miedo. Había algo más profundo que me empujaba a mí hacia delante, eso estaba jodidamente seguro.

Estiré la mano hacia la de Bella y la cogí. Ella me apretó los dedos suavemente mientras controlaba sus lágrimas. Me quedé delante de ella hasta que se detuvieron y ella asintió, tomando aire profundamente.

―¿Estás lista? ―pregunté suavemente. Bella asintió.

―Sí, vamos.

* . *

Mi madre me detuvo mientras iba al piso de abajo. Bella nos sonrió y siguió por delante de nosotros mientras mi madre me señalaba que la siguiera a su habitación. Vi a Bella dirigirse a la sala de estar desde las escaleras y suspiré antes de seguir a mi madre.

La habitación de mis padres parecía estar casi igual que siempre. Su enorme cama estaba contra la pared del fondo, de frente a la pared sur que estaba hecha principalmente de cristal y les daba una vista de los árboles y el mar. Había un pequeño banco al final de la cama en el que Alice y yo solíamos jugar. Mi madre fue a él y le dio una palmada al hueco que quedaba a su lado. Fruncí el ceño, pero me senté, sabiendo que no me dejaría ir hasta que dijera lo que fuera que tenía que decir.

―Cariño ―dijo en cuando me senté―. ¿Estás bien?

La miré fijamente sin estar completamente seguro de qué contarle.

―¿Papá habló anoche contigo?

Mi madre sacudió la cabeza.

―Dijo que tal vez necesitaras hablar conmigo, pero eso fue todo. ―Aunque se le daba bien esconderlo, pude ver el dolor en su expresión porque no hubiera confiado en ella. Asentí y me removí, inclinándome hacia delante con los codos en las rodillas.

―Sí ―dije un momento después. No quería hablar de toda esa mierda de nuevo, estaba agotado y hablar con mi padre no me había aclarado la cabeza tanto como había esperado. Seguía igual de jodidamente confuso.

Debí de mantenerme en silencio demasiado tiempo, porque mi madre suspiró y extendió la mano, poniéndola suavemente en mi espalda.

―Bella me gusta mucho ―dijo suavemente. La miré.

―¿Sí? ―No pude evitar que mi tono saliera esperanzado y mi madre sonrió, asintiendo.

―Está muy centrada y es muy amable. Parece una buena amiga.

Me estremecí.

―Lo ha sido ―admití―. Ella... ―Hice una pausa, inseguro de cómo seguir―. Ha estado ahí para mí de formas en que no sabía que alguien podía estar.

Mi madre se quedó en silencio y volví a mirarla. Frotaba pequeños círculos en mi espalda y me miraba pacientemente. Su expresión no mostraba más que amor y respiré profundo, reuniendo el valor.

―Rose y yo vamos a divorciarnos. Me ha estado engañando.

Mi madre se estremeció.

―Oh, cariño, lo siento mucho ―dijo, rodeándome los hombros con el brazo. Yo no me moví para abrazarla, tenía las manos unidas entre las rodillas para mantener la compostura y poder seguir confiándole mi historia―. Lo descubrí la semana pasada. Conocí a Bella justo después, el mismo día, y no sé... es como... ―Me detuve, sacudiendo la cabeza―. Estaba tan enfadado y herido y confuso, y Bella ha estado ahí para mí a través de todo ello, incluso cuando no sabía porqué siempre estaba saltando. Fui un imbécil con ella al principio. Lo tenía todo muy embotellado en mi interior, pero ella me aceptó igualmente. Estuvo ahí para mí.

La mano de mi madre se movió para seguir frotándome la espalda. Estuvo bien. No lo había vuelto a hacer desde que era pequeño.

―Qué regalo fue conocerla ―dijo mi madre suavemente. La miré.

―Mamá, ella me ha salvado. ―Sacudí la cabeza, todavía asombrado por haberlo pensado―. Me habría autodestruido, pero ella me sacó de ahí. Suena a puta locura, pero solo hace una semana que la conozco y sé que ya estoy siendo mejor persona.

Mi madre sonrió, volviendo a pasar el brazo por mis hombros y apretando suavemente.

―Cariño, siempre has sido un buen hombre. Tienes un corazón enorme. ¿Has estado en contacto con él los últimos años? Puede que no. Pero siempre ha estado ahí, en tu interior, esperando a que volvieras a encontrarlo.

Fruncí el ceño.

―Rose nunca me hizo ser mejor persona ―dije, sacudiendo la cabeza―. Me empujó a superarme y conseguir cosas, pero no a ser mejor.

Mi madre suspiró.

―Creo que Rose y tú teníais un tipo de relación muy concreto ―dijo suavemente.

―¿A qué te refieres?

―Hacíais muy buena pareja para una vida de éxito y apariencias. Nos preocupaba pensar que tal vez eso fuera todo a lo que se redujera tu vida, pero estaba claro que era lo que querías, así que nunca dijimos nada. ―Mi madre se encogió de hombros―. Cariño, siempre hemos sabido que eras capaz de hacer cosas enormes, pero también sabíamos que eras el tipo de persona que necesita descubrirlo por sus propios medios. ―Sonrió y volvió a frotarme la espalda―. Me gusta que Bella te haya ayudado a redescubrirte a ti mismo.

Sacudí la cabeza.

―Mamá, yo... ―Me detuve con las palabras atascadas en la garganta―. ¿Cómo puede ser que me sienta así por ella? ―Esperaba que ella supiera de qué coño estaba hablando. Mi madre rascó suaves círculos en mi espalda.

―El amor no es lineal ni una fórmula. No podemos decidir cuándo encenderlo y apagarlo, o cuándo es un buen momento para que empiece. Es algo que se planta en nuestro interior y crece cuando se cuida. ―Mi madre sonrió―. Bella es una cuidadora. Fue evidente para mí desde el principio. No me sorprende que tengas estos sentimientos por ella.

Sacudí la cabeza, tragando con dificultad el nudo de mi garganta.

―Pero estoy a punto de divorciarme de una mujer que me ha roto el corazón.

Mi madre hizo un sonido con la garganta.

―Cuando yo me divorcié, recuerdo sentirme culpable por sentir tanto alivio ―dijo en voz baja. La miré. Nunca antes habíamos hablado de su divorcio―. Apenas estuvimos casados un año y había jurado amarle el resto de nuestras vidas y, aun así, un año después, no podía esperar a terminar con él. No le encontraba el sentido.

―¿Qué pasó?

Mi madre suspiró.

―Los dos nos dimos cuenta de que nos habíamos idealizado. Nos casamos a ciegas y al final salió la fea verdad de nuestra relación, nuestras incompatibilidades salieron a la superficie. Los dos habíamos sido lo suficientemente ingenuos como para creer que nos casábamos con otra persona.

Fruncí el ceño, bajando la mirada a mis manos.

―¿Cuánto tiempo tardaste en confiar en ti misma para volver a amar?

Mi madre sonrió cuando la miré.

―No mucho. Tuve que hacer frente a mucho odio por mí misma durante un tiempo y tardé en superarlo, pero tu padre me ayudó. Nos conocimos solo ocho meses después de mi divorcio y en las primeras semanas supe que le amaba más de lo que había amado nunca a mi primer marido.

Fruncí el ceño.

―Pero tardasteis un tiempo en casaros ¿verdad?

Mi madre asintió.

―No confiaba en que no fuera a cometer el mismo error otra vez. Amaba a tu padre más de lo que había amado a nadie, pero me asustaba estar idealizándole como había hecho con Charles. Viéndolo con perspectiva, desearía haber visto a alguien para sanar de mis problemas. Tal vez los hubiera superado un poco más rápido.

Tragué y volví a bajar la mirada a mis manos.

―¿Y si solo estoy proyectando esta falsa esperanza en Bella? ¿Y si estoy imaginando que somos más de lo que somos? ―Darle voz a aquel miedo me dio un susto de muerte y mi madre volvió a frotarme la espalda.

―¿Te parece que eso es lo que estás haciendo?

Me quedé mudo, con las manos temblando entre mis piernas mientras pensaba en lo que sentía por Bella. Al principio había pensado en ella como una persona perfecta, sin fallos y que no podía hacer nada mal. Desde entonces, me había dado cuenta de que había estado equivocado; era humana y las cosas le costaban igual que a mí. Aquello solo había hecho que me gustara más.

Además, Bella veía quién era realmente y no me juzgaba o me hacía de menos. Ella me veía y simplemente... me aceptaba. Nadie de fuera de mi familia había hecho aquello nunca.

,Miré a mi madre, a quién le brillaban los ojos mientras sonreía. Solté el aire tembloroso y le sonreí débilmente.

―No ―dije por fin―. Me gusta por sí misma.

Mi madre asintió, subiendo la mano hasta mi cabeza y pasándome los dedos por el pelo.

―No pasa nada por seguir adelante, cariño. Permítete aceptar cosas nuevas en tu vida, incluso aunque otras cosas acaben.

Suelto un tenso suspiro, sonriéndole suavemente.

―Gracias, mamá.

Ella sonrió y me rodeó con los dos brazos. Yo me giré para devolverle el abrazo.

―Cariño, quiero que seas feliz y amado por encima de todas las cosas. Si Bella puede darte eso, entonces no la dejes ir.

La apreté suavemente y pestañeé para alejar una lágrima errante que amenazaba con caer.

―No planeo hacerlo.

* . *

Al final, mi madre me dejó ir y fui al piso de abajo, dónde encontré a Bella hablando con mis tíos. Levantó la mirada cuando bajé y me sonrió, insegura. Le devolví la sonrisa, esperando mostrarle con ella que todo iba bien. Vi cómo sus hombros se relajaban de inmediato.

Nos despedimos de mi familia y les prometí a mis padres volver a verles antes de coger mi vuelo a Nueva York. Los dos abrazaron a Bella, sorprendiéndola, antes de que saliéramos por la puerta. De todas formas, a ella no pareció molestarle porque, cuando nos fuimos, tenía una amplia sonrisa en la cara.

No podía soportar un minuto más en el coche de juguete que habíamos alquilado. A parte de mí le gustaba porque todo aquello había terminado siendo una gran aventura, pero mi cuerpo había tenido suficiente.

En su lugar, conseguí convencer a mi padre para que me dejara su coche mientras que dejaba el de alquiler en su casa. Él conducía un Mercedes GLE 580 y, en cuanto me puse al volante, gemí de placer. Bella se subió en el lado del copiloto y se acomodó en su asiento, echándole una mirada de apreciación al coche.

―Bueno, esto sí es un coche ―le dije.

Bella soltó una risa con un resoplido mientras yo arrancaba el motor. Encendí la calefacción del volante y de los asientos delanteros, suspirando.

Bella se echó a reír y yo le eché una sonrisa.

―Pero mira que eres pijo ―dijo, sacudiendo la cabeza.

Yo sonreí satisfecho y salí del camino de entrada de mis padres.

―No hay nada de malo en buscar el placer, Bella ―dije, echándola una mirada. Ella se removió un poco en su asiento y yo sonreí satisfecho, centrándome en la carretera.

Nos dirigimos al oeste de la isla, hacia el centro de la ciudad. Decidimos coger el ferry para cruzar hasta la Isla Bainbridge en lugar de rodearla. No había una forma rápida de llegar a Forks, así que nos preparamos para disfrutar del viaje.

De nuevo...


Hola!

Feliz Año Nuevo. Entramos en la recta final de esta historia, queda un capítulo, un epílogo y dos outtakes, además de la mini secuela de tres futuretakes.

Espero que os haya gustado el capítulo.

La próxima actualización será el domingo y el sábado pondré un adelanto en Facebook. Mientras, contadme qué os ha parecido este capítulo.

Gracias por leer y comentar!

-Bells