Los personajes de S.M no me pertenecen, yo solo los tomo prestado.

N.A: Durante mucho tiempo he estado ausente en este fandon. De hecho, tengo una historia de no acabar... dudo mucho que lo haga: mi mente ha cambiado su forma de narrar y, en cuanto busco la manera de releer lo escrito y retomarlo, siento un mareo intenso que me hace declinar.

En esta ocasión, vengo con "Destino". Es una pequeña idea que había sido grande en su momento, pero que, he pensado desarrollarla ahora como lo estoy haciendo, si quiero tener la gracia de leerla hasta el final.

Espero que sea de su agrado.

Capítulo 1

1.-

Cuando Isabella se quedó embarazada tenía 17 años.

Había sido con un chico de su salón, el cual la había estado pretendiendo un par de meses sin que ella quisiera hacerle caso.

Su mamá, había quedado embarazada joven. Su abuela también. Por eso Isabella intentó terminar la preparatoria sin meter la pata. Sin embargo, fue tanta la insistencia de este muchacho, que términó cediendo. Su familia no se lo tomó de buen a grado cabe decir; su padre la llamó puta y su madre la miró con una cara de desprecio como si ella no hubiera pasado por la misma situación... Claro está que el padre de la criatura de Isabella no se hizo cargo; en cuanto se enteró, se desapareció del colegio y nadie supo nada de él, incluyendo a Isabella, que sabía donde vivía y fue a exigirle que diera la cara porque, como habían tomado la noticia en su casa, lo más probable era que la echaran.

El muchacho no estaba.

La madre de él la corrió, diciéndole que su hijo a buena hora se había ido a probar suerte en las minas, porque ya venía una mosquita muerta como ella, a encasquetarle un hijo, nadie sabía de quién.

Y a Isabella no la corrieron de la casa. Eso sí, debía dejar la escuela y buscar un trabajo que le diera de comer a ella y a la boca que vinía en camino.

Isabella no sabía hacer nada... Es decir, sabía lo básico, como caminar, hablar y entender en cuanto se le mandaba, pero no sabía nada con respecto a trabajar. Sin embargo, debía hacer algo con eso, ya que no creía que sus padres estuvieran de broma cuando le decían que tenía que buscar algo con lo que mantenerse. Además, no quería que cambiaran de opinión y la echaran de la casa, porque no tenía donde ir. Así que Isabella, antes de que se le notara la barriga, dejó los estudios y fue al centro de su ciudad a buscar trabajo. No debía ser complicado encontrar una vacante, pensó Isabella: se acercaban las vacaciones escolares y, por ende, las tiendas debían de estar buscando empleados. Y así era. El problema era que, cuando ella era sincera e informaba de su estado, nadie la quería de empleada.

Isabella tardó todo un día en darse cuenta en el aprieto en el que estaba. Si las cosas seguían así, era mayor el riesgo de que sus padres la echaran de su casa.

Cerca de las tres de la tarde, Isabella decidió sentarse en el banco de una plaza. Le dolía un poco la cabeza y estaba mareada a causa de que no había comida más que el desayuno. Tenía algo de dinero para almorzar, pero había considerado guardarlo para el día siguiente ir a otro sitio a ver si al fin conseguía trabajo. Suspiró: dudaba mucho de que así fuera...

—¡Dos por un dolar, dos por un dolar...!

De repente, el griterío de un vendedor ambulante le hizo voltear la cabeza y, a Isabella, se le ocurrió una idea.