Los personajes de S.M. no me pertenecen, yo solo los tomo prestados.
Capítulo 11
1.-
"Se solicita mujer..."
Edward leyó el inicio de la publicación.
Había llegado a su casa con el corazón hecho un nudo, sin saber qué había pasado para que aquella mujer lo tratara de una manera qué no entendía. Así que, luego de repasar todo lo que ella le había dicho, cayó en la cuenta que le había insinuado que no sabía leer.
Lo entendía ahora que le echaba una ojeada al periódico. Con razón se había molestado. Aunque, ciertamente, Edward no creyó que fuera para tanto. Sí, bueno, él era hombre, por lo cual no cumplía con el requesito, pero, el creía que, hablando se entiende la gente, y si él le hubiera explicado que de verdad necesitaba el trabajo, quizá ella hubiera entendido y lo hubiera contratado...
Sin embargo, aquella mujer lo había echado de su repostería sin escucharlo.
Qué más daba, pensó Edward, decidiendo que no valía la pena seguir dándole vuelta al asunto. Esto, no le haría tener trabajo.
Se dirigió a alacena, donde, en uno de los cajones, guardaba un pequeña lata de galletas con sus ahorros. La tomó y la abrió, dándose cuenta, al contar el dinero, que sólo tenía para alimentar a su hija (otra vez con pan y huevo), una semana más... Él podía llenar su estómago con saliva y agua.
2.-
—¡Abuelita, Abuelita! ¿Me compas una hambuguesa?
—Se dice Hamburguesa, Anabela. Y, claro que sí, princesa. Te compraré todo lo que tú quieras.
—¡Gacias, abuela! Estoy cansada de come pan con huevo.
La abuela materna de Anabela, frunció el gesto, ignorando las palabras mal pronunciadas de su nieta, y se agachó a la altura de ella.
Era fin de semana y, ambas, estaban en el centro comercial, haciendo una visita, luego de que Edward la dejara con ella.
—¿Cómo así que nada más que pan con huevo, Anabela? ¿Tú papá no te está alimentando bien? —le preguntó a su nieta, preocupada por ella.
—Es que mi papá se quedó sin tabajo, Abuela, y dice que debo agadecer que tengo algo pada come. Ya no me quejo, abuela, pedo siempe quedo con hambe. No le digas a papá que te dije, abuela.
La abuela acarició la mejilla de su nieta y le tomó la mano, enderezándose para seguir su camino.
—No te preocupes, Anabela, no le diré nada a tu padre... —la abuela prometió. Sin ambargo, pensó que, en cuanto Edward fuera a su casa, en busca de Anabela, hablaría seriamente de esto con él.
