IV. PASADO
—¡Axel, despierta!
En cuanto abre los ojos, el sudor ya empapaba su frente y respiraba por la boca con desesperación, como si se estuviese ahogando. Es de noche y la oscuridad lo espanta al sentirse desorientado, todavía en el limbo de sus sueños y la realidad. No puede verla, pero Julia lo tiene aferrado por los hombros con fuerza.
—¿Otra vez tuviste esa pesadilla? ¿O esta vez sobre qué fue?
Axel lo intenta, pero no puede responderle. Sus sentidos embotados y su agresivo despertar no le permiten coordinar su cuerpo, hasta que logra llevar una mano a su frente casi helada. No recuerda qué soñó, pero siempre es lo mismo. No tiene que explicarlo, Julia lo sabe bien.
Le toma varios minutos para volver a respirar con normalidad y sentirse tranquilo, aunque el dolor en su pecho es insoportable. Su hermana también se relaja y lo suelta para apartarle el cabello humedecido del rostro. Aunque lo intenta, Axel siente que su propia boca no se curva en la sonrisa que desea darle.
—¿Cómo has…? —Julia le indica con un gesto que no siga hablando.
Su hermana prende la luz de la lámpara en su mesita de noche y lo ayuda a incorporarse con lentitud. Su hermano no suele alterarse por mucho tiempo, pero nunca le ha gustado dejarlo solo cuando tiene pesadillas.
—Estaba yendo al baño y cuando pasé por tu habitación escuché que jadeabas. Te encontré respirando con dificultad. Te traeré algo, ¿sí?
Cuando lo deja solo, Axel regresa de nuevo a su posición para dormir, pero no cierra los ojos, teme siquiera intentarlo. El silencio de la noche es sepulcral, aun así, el ex delantero de Raimon jura que, a veces, puede escuchar el sonido de las olas rompiendo contra la superficie de la playa. Sus días en Okinawa suelen venir a su mente cuando menos lo necesita. El paradisíaco lugar es triste, y hubiera sido solitario de no haber sido por Thor. Pensar en él, en su rostro preocupado, le recuerda que nunca ha estado solo, pero que se sentía increíblemente solo. Estar lejos de Mark se percibía en todos sus cinco sentidos: Esa sonrisa enorme que lo animaba, su risa exagerada mientras gritaba su nombre, el sabor del ramen que comían junto a Jude todos los días después de entrenar, el calor de su mano cuando tomaba la suya tras caer al suelo; y el olor a tierra y sudor mezclados. Extrañó eso durante su tiempo en la isla. El equipo entero se había convertido en su nueva familia e irse sin dar explicaciones le había roto un poco el corazón. No le gustaban las despedidas así, pero odiaba más sentirse una carga; era mejor sentir que se decepcionaban de él a preocuparlos por algo que no podían controlar.
Había sido un episodio amargo en su vida, pero no se comparaba a sus días en el Sector Quinto.
Axel se encoje en su sitio, ese recuerdo es más cercano; todavía es una herida abierta que sangra en silencio, que tomará tiempo sanar.
Son las dos de la mañana, duda que pueda volver a dormirse.
Julia regresa y Axel le agradece de corazón cuando recibe la taza de leche caliente de sus manos. El sabor que percibe es el de haber usado miel en lugar de azúcar para endulzarla y la tibieza inunda su estómago, relajándolo.
—¿Ya te sientes bien, hermanito? —Cuando su hermana lo ve sonreír, la inquietud en ella merma un poco más.
—Sí, necesitaba esto. Gracias, Julia —Axel mantiene la vista fija en la taza, pero sonríe de forma genuina—. Puedes dejarme, estoy mejor.
—¿Estás seguro? —Julia se niega, pero la expresión cariñosa de Axel la calma.
—Sí, tienes examen temprano. Necesitas dormir si quieres recordar todo.
Julia ya no se opone, en su lugar, confía en que un suave beso de su parte debería ser suficiente para hacerle entender que puede llamarla las veces que quiera. Axel sabe que siempre la ha tenido a su lado, no sería diferente ahora, ni nunca.
Cuando de nuevo se encuentra solo y a oscuras, un sentimiento helado de desesperación le recorre toda la espina dorsal.
No sabe qué ocurre con él, pero sospecha que está experimentando algún tipo de efecto rebote. Fue un día en el que empezó a sentirse angustiado sin motivo aparente, hasta que tuvo que encerrarse en un baño de la oficina sin saber cómo controlar su repentino malestar. No es tonto, sabe muy bien que esa sensación la ha vivido antes, pero no allí, sino en otro lugar en específico, en situaciones muy específicas.
Es su pasado, ha regresado a él para recordarle que alguna vez vivió en las manos de Cinquedea y que era el momento de enfrentarlo, que Ozrock lo tuvo entre la espada y la pared y sus noches sin dormir tenían su nombre. Se cumpliría un año desde que comenzaron las pesadillas y tres meses desde que se intensificaron. Su mente necesita procesar todo de una vez por todas, todo lo que nunca se permitió sentir por el bien de la revolución, de la seguridad de todos.
Pero dolía.
Por culpa de su agotamiento nervioso, su humor era bastante inestable. Axel no había tenido un ambiente normal en el Sector Quinto, tampoco podía considera a la asociación como un lugar menos tenso; la sala de maestros, aunque alborotada, le gusta más. A pesar de su inseguridad inicial, los profesores le recordaban a sus días de secundaria en el club de Raimon. Era una figura popular entre los docentes incluso sin hacer nada, hasta que comenzó a sentirse irritado de repente y hablar de un tema no importante lo agotaba en exceso. Su popularidad había descendido, pues si al llegar era visto como alguien serio y recto con su trabajo, pero con quien se podía contar para tener una charla agradable y una tarde de meriendas, ahora se trataba de un hombre hundido en sus responsabilidades y que no compartía con nadie a menos que fuera estrictamente necesario. Odiaba que lo vieran así, pero siente muy pocas fuerzas para intentar integrarse. Incluso su somnolencia había aumentado, al igual que su incapacidad de dormir.
Incluso había días en los que no quería ver a nadie.
O días en los que nadie le hablaba por su semblante sombrío.
Contestar mensajes y cartas le parecían tareas agotadoras.
No hay manera de explicar qué es lo que ocurre con él.
Pero logra aparentar, de alguna manera.
Su vida en el Sector Quinto le había enseñado cómo ser estoico, una persona taciturna y álgida, como un intento desesperado de protegerse y de no perderse a sí mismo. Axel era Zabel, pero Zabel no era él. El haber tenido que ensuciarse las manos con cosas que nunca se perdonaría lo ataca en sus pesadillas. Es en sueños que puede ver a los niños que nunca regresaron del Santuario, los que tuvieron que desaparecer, los que le suplicaron detenerse.
Su camino al trono fue un infierno.
Antes de rogarse a sí mismo que se detuviese, era el Gran Emperador, y pronto fue demasiado tarde para hacer algo. La revolución dependía de él estando dentro, moviendo hilos, fingiendo que era un hombre hambriento de poder y que el fútbol no era más que una herramienta a su disposición para su beneficio propio. Su fachada de sumisión ante Cinquedea lo llevó a callar, resignarse, a aceptar que poco a poco había arruinado más de una vida, incluso si era con un fin mayor: Salvar el fútbol y todo lo que significaba a costa de sacrificar a otros. Ese era Alex Zabel, el hombre más temido y despreciado fuera y dentro del Sector Quinto. Había hecho demasiado daño, siempre de forma consciente, con la voz de Axel Blaze en su interior rogándole que aguantara, que pronto acabaría todo.
Despreciando su nueva faceta, prefirió alejarse de la gente que quería sin explicación alguna.
Si es él quien sufre, no importaban los daños colaterales.
Ese pensamiento provoca que Axel sonría. Es egoísta y no le importa, por una vez en su vida quiere serlo, aunque todo lo persiga como un fantasma.
El sentimiento de culpa, la rabia, el remordimiento y la vergüenza por no haber hecho algo más, carga con todo en silencio, ni siquiera su hermana tiene idea.
Cuatro de la mañana, no logra conciliar el sueño. La alarma suena y sabe que es inútil intentar dormir.
El mareo y el dolor de cabeza lo obligan a retorcerse sobre el colchón hasta que logra levantarse. Su sentido de responsabilidad es más fuerte que el dolor de sus músculos entumecidos y comienza a prepararse para su día. Julia se despide de él con un grito y después de dejarle el almuerzo listo, sabe la incapacidad de Axel para hacer ese trabajo después de una mala noche, incluso si amara cocinar.
Cuando pone un pie fuera del edificio, percibe sus sentidos más sensibles que de costumbre. El sol brilla, pero la sensación de frío en su piel lo obliga a envolverse en una bufanda. El olor del tabaco que los vecinos ancianos suelen fumar en sus balcones le provocan náuseas y para empeorar su malestar, la maestra de deportes se encuentra de un humor increíble, lo que significa que la bulla cotidiana le será estruendosa.
—¡Buenos día, amistades! —la oye gritar cuando ingresa al salón de maestros—. Hoy llegué con los ánimos por los cielos.
—Descuida, los niños te lo bajarán en diez minutos —alguien le responde con ánimos de molestarla.
—¡Di lo que quieras, estoy feliz!
—¡Ja! ¡Ya te enojaste!
Las risas lo estremecen, todo le da vueltas.
—"Me tengo que controlar"— se repite mentalmente cuando el deseo de hundir la cabeza entre sus brazos lo ataca.
Celia llega un poco tarde, apenas lo mira como para notar su estado y, conociendo Axel su agudeza para captar detalles, la sola idea de que pregunte comienza a angustiarlo, pero ella no dice nada, sino que toma un sobre y saca los exámenes de su curso para comenzar a corregirlos. Axel recuerda que es jueves y esos días ella no ingresaba a enseñar sino hasta las diez.
El salón poco a poco se vacía hasta que solo quedan ellos.
—¿Puedes crees que la mayoría de mi aula tiene mala nota? —Celia agita uno de los exámenes muy cerca al rostro de Axel, logra alarmarlo tanto que desplaza su atención a ella.
—¿Por qué tan bajo? —Axel frunce el ceño— ¿No sabes enseñar?
—¡Soy muy buena enseñando! ¡No digas eso!
—No lo estoy diciendo yo, lo está diciendo… —Axel toma el examen y lee el nombre—. Dexter Poine*
Celia abre la boca para reclamarle, sin embargo, la cierra tras mostrar un gesto pasmado que el presidente no entiende.
—No… Creo que tienes algo de razón —la maestra lo mira de forma tan intensa que él empieza a sentir sus latidos acelerándose por la incomodidad—. Dexter es un niño genio y acaba de sacar mala nota en un examen de historia*.
—No hablaba en serio, no eres mala maestra —aunque compone una sonrisa educada, puede ver, por la expresión de la chica, que no le cree nada. Celia cruza los brazos sobre el pecho y se recuesta de forma perezosa en el respaldo de la silla, sin dejar de mirarlo.
—Bueno, si me está señalando uno de los ex estudiantes destacados de Raimon, debe ser por algo.
—No era tan bueno.
—Cierto, porque dormías en clases.
—Eso es mentira, Hills —Axel se encoge de hombros, cohibido, aumentando el sentimiento malicioso en ella.
—¡No lo es! ¡Hay pruebas!
—Solo fueron momentos…
—¿Lo admites?
—Lo admito —Axel se niega a sentirse acorralado y levanta el mentón en señal de no arrepentirse de nada—. Fue un par de veces, lo dices como si solo hubiera hecho eso todo el tiempo.
—Saliste en el periódico escolar porque alguien te fotografió al menos tres veces.
—¿Quién me va a fotografiar durante las clases sin ser obvio?
—Mis contactos, eran todos expertos —Celia también levanta el mentón, bastante orgullosa.
—¿Qué contactos? ¿Al menos tres veces y solo una noticia? ¿Y por qué yo? ¿Y por qué tendrías contactos en mi aula si no…? Oh… —Axel abre tanto los ojos que la risa de Celia se oye fuerte por todo el salón.
—¡Celia Hills, del periódico escolar! ¡Ella conoce al capitán del club de fútbol y a Axel Blaze, puede conseguirnos una exclusiva! —Celia recita el discurso que alguna vez dijeron sus compañeros en sus días de estudiante—. ¿Crees que iban a dejar pasar esa oportunidad para mostrar tus fotografías durmiendo? Hice muchas cosas para evitar que salieran a la luz, solo dejé que publicaran una porque te veías… Porque las noticias son importantes. ¡Quizás la mala no sea yo! ¿Qué te parece?
Axel apoya en codo en la mesa y descansa el mentón sobre una mano, con la expresión tan perdida que vuelve a hacerla reír.
Cuando su mente por fin termina de digerir toda la información, a Axel solo se le ocurre recurrir a la risa para mantener su cordura intacta. El último año había sido un desastre total y se ha acostumbrado a animarse con pequeñas cosas a fin de no dejarse llevar totalmente por la desesperación, y al ver a Celia tan contenta, le hace pensar que, tal vez, no todo era tan malo.
Se dijo a sí mismo que todo estaría bien. Tenía que ser así.
Aquel pensamiento lo empuja a sentirse un poco más seguro. Celia poseía un sentido del humor algo absurdo y filoso, y era optimista por naturaleza, cualidad que ni siquiera el último año del carácter amargo de Axel había podido destruir. Celia parecía inmune a él, por lo que se convenció de que, quizás, su actitud y situación solo estaban en su cabeza, y que los maestros ya no le prestaban atención por no ser novedad.
Pero, incluso si tenía eso, momentos así, no basta para que el agotamiento lo abandone, para dejar se tener noches de insomnio y recordar cosas que no quería.
No basta; de nuevo, siente como si un montón de ramas se enraizaran por su cerebro hasta dejarlo débil. No sabe cuál es la expresión en su rostro, ni su postura corporal, pero Celia lo está viendo fijamente y sabe que será inútil intentar que deje de hacerlo.
—¿Blaze? ¿Estás bien? No te lo quería decir, pero tienes ojeras y te ves cansado.
Su voz ya no es animada, ni siquiera sonríe, sino que la preocupación se refleja en cada parte de su actitud al preguntar.
—Tuve una mala noche —Axel se sincera, no tiene caso mentir.
—Uhm, ¿necesitas algo? ¿Energizante? Te puedo traer uno.
—No, solo necesito dormir.
—¿Estás seguro?
Axel trata de sonreír, de mostrarse contento, pero todo lo que está sintiendo y pensando se lo devoran vivo. Al fin consigue esbozar una sonrisa amable bastante creíble.
—Estoy seguro. Terminaré esto antes de irme a la asociación.
—¿Por qué no vas ahora? Puedo encargarme de enviar las cartas después de corregir mis exámenes.
Hay algo en su comprensión que lo molesta y lo agobia todavía más, pero logra disimularlo tras un ligero ademán de rechazo a su ofrecimiento.
—No, estoy bien.
—No estás bien. Tranquilo, solo son cartas.
—Estamos atrasados con los informes de fin de semana, deberías adelantarte con eso.
Celia lo mira de forma tranquilizadora.
—Somos compañeros. ¿Ya olvidaste qué significa eso? En el fútbol, siempre cuentas con la ayuda de tu compañero en todo momento. Deberías aprender de los chicos, ellos son expertos en ayudarse. Y buenas noticias, a mí me están pagando.
Celia no parece dispuesta a seguir hablando con él y vuelve a fijar su atención en sus exámenes. Se la ve enfadada, pero Axel sabe que no es así. Se despide de ella antes de cerrar la puerta de la sala de docentes, todavía inseguro de lo que acaba de hacer.
Celia lanza una mirada furtiva hacia la puerta, realmente podía sentir que algo no estaba bien.
*He visto que en los fanarts japoneses, Haruna suele ser profesora de inglés, historia y matemáticas. Preferí dejarla como profesora de historia japonesa, en honor a sus días de reportera y su talento para recopilar información.
Dexter Poine*: Personaje fichable de IE GO.
