Colocó el rebelde mechón de cabello corto tras su oído izquierdo, con sumo cuidado, con una delicadeza de la que ni siquiera él era consciente, tan suavemente que asemejaba una caricia colmada de un sentimiento que apenas se atrevía a sentir.

-Creo-empezó a decir impulsado por la cercanía de aquel ángel con rostro y cuerpo de mujer que siempre le tentaba-Más bien, estoy completamente seguro de que tu madre está muy orgullosa de ti, Akane.

-Lo dices en serio, Ranma?-una lágrima se escapó del café de sus ojos y resbaló por su mejilla.

Él sonrió internamente. Aunque se esforzaba por ocultarlo, Akane era una mujer frágil y dulce.

-Ajá-apenas logró articular.-Aunque tengas la fuerza de un gorila-dijo para disminuir la incomodidad del cumplido anterior.

La chica le dio una ligera palmada en el pecho y sonrió para él.

Igual a aquel día en que le fue puesta una bandita que lo llevaba a coquetear con cualquier mujer, no podía seguir conteniendo el impulso de confesarle lo linda que se veía en ese instante. Lo mucho que la quería. Lo mucho que siempre la había querido. Lo importante que era para él. Y que la protegería para siempre.

Solo que esta vez no se encontraba bajo ningún hechizo y quería llenarla de halagos únicamente a ella, pero se contenía para no importunarla.

Aparentemente satisfecha con su respuesta, Akane se limpió el rostro con el dorso de la mano. Ranma sin embargo no rompió el contacto con su prometida. No podía, había algo en él que lo evitaba. Un deseo acallado tantas veces que empezaba a doler.

Amagó indeciso acercarse a sus labios, pero se acobardó en el último momento, limitándose a acariciar la delicada piel de su rostro.

Buscó una señal de desagrado en los ojos de la chica, pero no lo encontró y posó nuevamente su atención en los labios femeninos ahora entreabiertos para él, expectantes de aquel aplazado contacto.

Se acercó despacio, decidido a esta vez lograr su meta.

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-Se parecen mucho-resolvió contemplando el retrato de la difunta señora Tendo-Tienen la misma mirada- añadió dejándose caer en el piso de la sala

Cerró los ojos para descansar y pronto se encontró profundamente dormido, agotado por el duro entrenamiento de ese día.

La señora Tendo se apareció en sus sueños y le sonrió comprensiva sentándose elegantemente frente a él con un bello kimono.

-Tú debes ser Ranma-dijo a modo de saludo. Su voz era muy similar a la de Kasumi-Tardé un poco en poder presentarme

Ranma asintió sin poder dar crédito. La mujer frente a él preguntó por su esposo y sus hijas mayores.

Él respondía lo mejor que podía, impresionado al ser completamente consciente de que la mujer estaba muerta hacía ya mucho tiempo y que era por tanto, imposible aquella conversación.

Aún así ni siquiera dudó al responder cuando ella preguntó por su prometida.

-Y mi pequeña Akane? Está ella bien?.

-Akane? Por supuesto señora Tendo, ella está bien, es muy saludable y fuerte, créame, me golpea cada vez que meto la pata-admitió avergonzado ante la madre de su prometida.

-Pero dime Ranma, mi niña es feliz? Tú la quieres, verdad?-inquirió tomándolo de ambas manos.

-Yo, bueno, pues, eso es...-balbuceó sin sentido.

La madre sonrió dulce y comprensivamente, su sonrisa era muy similar a la de Akane, descubrió el chico.

-Tuve que dejarlas muy pronto. Mis niñas eran tan pequeñas, sobretodo Akane-la señora Tendo seguía sosteniendo sus manos mientras le explicaba.

El asintió sin decir nada. Le impresionaba enormemente la calidez de las manos femeninas que sostenían las suyas con cariño.

-He estado muy preocupada por mi niña, mi pequeña Akane. Me fui antes de poder enseñarle muchas cosas y ahora que por fin te he conocido, Ranma...

El joven de ojos azules y cabello trenzado sintió un escalofrío recorrer su cuerpo.

Y si la madre de Akane no estaba de acuerdo con que él fuese su esposo?

Y si lo creía un majadero e inmaduro y por tanto indigno de tener su aprobación?

Y si ella se negaba a darle la mano de Akane!?...La señora Tendo sabía de sus otras prometidas?!

-Estamos comprometidos-repitió él una vez más, como tantas otras veces- Aun no, pero nos casaremos, eso seguro.

La mujer frente a él lo escucho atentamente en silencio.

- Y Akane, quiero decir, ella aun no es capaz de distinguir aceite de vinagre, pero lo intenta.-continuó explicando- Mi madre, ella le está enseñando y bueno, ya aprenderá. Al menos ya no causa incendios.

Su suegra sonrió al escucharlo, recordando sus propios días de aprendizaje en la cocina y lo mucho que se esforzó por aprender a cocinar cuando conoció a Soun.

- Sí. En realidad eso no importa, sabe?. Quiero decir, es sólo comida. Yo no, yo no tengo problema con eso, en realidad...Nos casaremos. Akane y yo somos prometidos...y pues...nosotros, es decir...además el dojo debe tener un heredero-balbuceó torpemente debido a los nervios

-Oh sí, ya veo-respondió la mujer, liberando sus manos y poniéndose de pie con la gracia de una geisha.

Ranma sintió que su suegra no deseaba continuar escuchando sus desvaríos.

-Por cierto, hace mucho que no veo mi jardín y mi cocina, me acompañas, Ranma?-preguntó volviéndose hacia él.

El chico siguió en silencio a la mujer de recogido cabello castaño, un color muy parecido al de Nabiki. La señora Tendo le explicó como había llegado cada elemento del jardín hasta ahí. Desde cada árbol hasta las truchas en el estanque.

-Kasumi eligió los árboles, al ser la mayor, y Nabiki nos dijo donde poner la decoración.

-En serio? Nunca lo imaginé. Qué escogió Akane?-quiso saber con genuina curiosidad

-Esa planta de allá-señaló la mujer.-Estaba tan feliz sosteniéndola con sus pequeñas manos.-rememoró la madre, con emoción en la mirada-Ella misma la plantó.

Y la imagen de aquellos días apareció con claridad ante sus propios ojos.

- Es única, no te parece?-preguntó la madre.

Una réplica de la madre, con la mano en el vientre bajo el delantal, llamaba el nombre de su hija menor. A Ranma le parecía aquel un gesto propio de las mujeres embarazadas.

Encontró a la niña llorando en el jardín y arrodillandose frente a su pequeña hija, la consoló, animándole a entregar la flor, cuyo tallo estaba roto.

La niña de cabello corto e inocente mirada almendrada le ofrecía una flor con una sonrisa tan dulce que no podías menos que amarla.

-Sí, es testaruda, pero muy linda-respondió enternecido con la imagen de su pequeña marimacho.

Si tenían una hija, le encantaría que se pareciera a ella, para consentirla y malcriarla. Se moriría de amor al tener una mini versión de Akane.

Su difunta suegra sonrió al escucharlo.

- Me refería a la planta, Ranma-dijo cubriendo con recato su sonrisa-Pero, también creo lo mismo de Akane.

Avergonzado, siguió los pasos de su suegra.

La señora Tendo se encaminó entonces hacia la cocina, seguida de cerca por Ranma que volvió a darle una última mirada a aquellas plantas.

Definitivamente, tenían el toque de Akane.

Crecían a su manera, abriéndose paso entre cualquier grieta con terquedad. Sus hojas eran llamativas, pero escondían espinas en el dorso, dificultando que cualquiera pueda tomar alguna de sus bellas flores con facilidad. Y sus botones florecian en cualquier momento del año. Libres y a su antojo, igual que ella.

Nada más entrar en los conocidos dominios de Kasumi, el joven de cabello trenzado notó las diferencias.

La cocina mostraba una disposición diferente y los instrumentos y utensilios eran todos distintos. Estaban, sin duda, en la cocina de aquellos días en que la madre de su prometida era quien estaba a cargo de todo.

Kasumi escuchaba con atención a su joven madre, mientras esta anotaba en un cuaderno la receta del día. Sentadas en el desayunador, Akane y Nabiki discutían alguna niñería.

-Ni siquiera tuve tiempo de enseñar bien a Kasumi-se lamentó la mujer-Nabiki siempre fue muy diferente a sus hermanas, no le interesaba cocinar, eso era claro-explicó entonces- Con Akane no supe nunca, era casi una bebé que aún se dormía en mis brazos.

-Señora Tendo-la interrumpió Ranma-perdón si soy indiscreto, pero podría decirme cómo pasó? El tío Soun no habla de eso con nadie.

La mujer miró a través de la ventana y se recordó junto a sus tres hijas y su esposo en el jardín. Sonrió con dulzura al revivir aquellos días llenos de felicidad.

- Qué te parece si mejor te lo muestro? Sería muy complicado explicarlo, Ranma.

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Aquel hombre de piel aceitunada, espeso bigote negro y una larga y cuidada melena oscura, volvió a recorrer el pasillo de su casa por veinteava vez, inquieto, nervioso y preocupado por la larga demora.

De repente, un llanto infantil rompió su agonía.

Soun Tendo se apresuró sobre la puerta de la alcohoba matrimonial, el lugar donde su esposa traía al mundo a su primer descendiente.

Expectante, el hombre estrujó sus manos con el nerviosismo del que es padre por primera vez.

La partera, que habia atendido los nacimientos en su familia durante las últimas cuatro décadas, entre abrió la puerta, asomando apenas la cabeza.

Soun deseó poder sacarle las palabras a aquella mujer. Necesitaba saber que su esposa y su primogénito estaban con bien, pero la partera, de rostro regordete, baja estatura y cabellos encanesidos, insistía en prolongar el silencio y las respuestas.

- Es...-pronunció finalmente, aclarando la garganta con una tos ronca- Es una niña.-anunció casi con tristeza.

Soun se sintió un tanto perturbado, parpadeo repasando el anuncio mentalmente varias veces en apenas segundos.

Había deseado que su primer hijo fuese aquel heredero de su dojo y su técnica. La familia Tendo era conocida por tener un amplio linaje de hombres bien entrenados en las artes marciales.

Sin embargo, una hija era tambien bienvenida, se dijo, recordando lo que su abuelo decía.

Las hijas sabían cuidar de los padres en la vejez y eran igualmente de gran ayuda en el hogar, pensándolo bien, quizás era mejor incluso que la mayor fuese una niña, podría cuidar del hermano menor.

-Están bien?- se atrevió a formular

La partera hizo un gesto indescifrable, pero casi de inmediato se hizo a un lado para dejarlo pasar.

Su esposa estaba casi desfallecida, el rostro y el cuerpo perlados de sudor. Lo miró con ojos cansados y se esforzó por sonreír para él.

Soun tomó a la pequeña en brazos y de inmediato cualquier idea tradicional se esfumó de su mente.

Aquella pequeña era el ser más hermoso que había visto en toda su existencia. Las dudas previas desaparecieron de su corazón y una sonrisa de genuina felicidad inundó su rostro.

-Esposa-llamó acercándose a ella con la pequeña en brazos-me has hecho el hombre más feliz de este mundo. Nuestra hija es como un ángel.-la elogió.

-Cómo la llamaremos?-preguntó ella, pues todos los nombres que habían pensado eran masculinos.

-Kasumi-pronunció con devoción el padre. La esposa sonrió y asintió extendiendo los brazos para tomar a la pequeña.

Soun siguió anhelando la llegada de un hijo junto a su joven esposa.

Poco después del primer cumpleaños de Kasumi, la mujer volvió a anunciar su embarazo.

Soun estaba seguro de que en esa ocasión sí sería un hijo el que nacería. Incluso fue con el adivino de su pueblo. El hombre le había dicho que su esposa daría a luz una criatura sana, inteligente y sagaz.

Con esa descripción, Soun partió de regreso a casa con su esposa embarazada.

El alumbramiento del segundo descendiente Tendo, tuvo lugar en la misma habitación que el de la primogénita.

Cuando la partera anunció que, nuevamente, su esposa había dado a luz a una hija, Soun no pudo evitar el suspiró ahogado que escapó de sus labios. Pero nuevamente, al tener a la niña en brazos, su corazón no pudo más que amar aquellos ojos tan despiertos y vivaces.

-Se llamará Nabiki-dijo el padre y su esposa aceptó aquel nombre con una sonrisa.

-Has escogido el nombre de ambas niñas, deberás cederme el derecho a nombra al siguiente -pidió su esposa con candidez

Soun Tendo aceptó el trato de buena gana. El matrimonio aún era joven y podían permitirse el buscar un embarazo nuevamente. El tercero seguro que era un varón, heredero de su arte marcial y su dojo.

Cuando Nabiki tenía apenas cinco meses de nacida, su esposa volvió a repetir el anuncio de embarazo.

Soun estaba pletórico y sinceramente seguro de que está vez sí tendrían un hijo.

Deseó con toda sinceridad que aquel sí fuese el esperado varón que heredaría su dojo.

Sin embargo, y contrario a sus plegarias, siete meses después, la historia se repetía. Esta vez en una sala de hospital, aunque por circunstancias muy ajenas a su deseo y costumbres, una hija llenaba sus brazos y su corazón cedía ante el encanto de sus ojos caobas.

- Se llamará Akane-decidió él nuevamente, pues su esposa se encontró convaleciente durante varios días después del parto.

Para colmo de males, el doctor que atendió a su esposa les avisó que la mujer no debía exponerse nuevamente al riesgo de otro embarazo. Su cuerpo necesitaba de tiempo para reponerse del haber engendrado tres hijas en un plazo tan corto.

Soun aceptó avergonzado de que su egoísta deseo por tener un hijo que heredara sus conocimientos hubiese derivado en detrimento de la salud de su amada esposa.

Resignado a no tener un hijo, y recordando la vieja promesa con su amigo Genma Saotome de unir a sus descendientes en matrimonio, Soun se dedicó a criar a sus tres hijas con amor y devoción.

Y, aunque le pesó en inicios, su familia era tan hermosa que el era feliz, inmensamente feliz, junto a su esposa y sus hijas.

Akane era apenas una niña de pocos años cuando, nerviosa, su esposa volvió a sentarse frente a él y tomó sus manos entre las suyas.

-Esposo-anunció-Estoy embarazada.

Soun abrió los ojos, con sorpresa. Mil ideas pasaron por su mente en un segundo, inesperadamente ninguna de ellas sobre el género del embrión que se desarrollaba en el vientre de su esposa. Su amada esposa. Su luz. Su todo.

-Debes interrumpirlo.

-No es posible, he alcanzado ya el cuarto mes.-determinó ella

-Pues no puedes tenerlo, no lo tendrás-Se descubrió diciendo con total convicción.

Indignada y molesta, pero con el aplomo que la caracterizaba, la mujer soltó sus manos y arregló su falda, borrando cualquier arruga de la tela blanca, antes de hablar.

-Esta vez es un hijo, estoy segura. Sé bien cuanto te indispone, pero he ido al doctor para saberlo con certeza-adujo intentando convencer al terco hombre de bigote

- Me importa poco-sentenció severo-Aborta a ese niño.

-Cómo puedes pedirme eso, Soun?-preguntó horrorizada ante la sola idea de extirpar de su vientre al fruto de su amor.

Su esposo se puso de pie y por toda respuesta, extendió su mano hacia ella.

-Iremos ahora mismo-ordenó

-No lo haré. Es mi deseo que este niño nazca y crezca, al igual que sus hermanas-respondió decidida, con los ojos inundados de llanto.

-No si el costo es tu vida, lo prohibo-insistió él-El doctor dijo...

-El doctor no es quien lo está gestando. El niño nacerá y llevará por nombre...

- Por Kamisama, esposa, escúchame al menos esta vez!-casi rogó Soun, tomando a la obstinada mujer por los hombros.

-Y se llamará-respondió ella, ignorandolo deliberadamente y acariciando el rostro de su esposo con dulzura.

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Ranma parpadeo sin comprender, o negándose a entender más bien.

Su suegra lo miró un tanto avergonzada.

-Amé a Soun más que a nada o nadie en este mundo. Habría dado mi vida por él.

-Es, es decir, qué pasó con el bebé?-preguntó Ranma

-Nació. Fue un niño tan guapo como sus hermanas. Llegué a mirar su carita antes de perder la conciencia. Entré en paro cardíaco debido a varias complicaciones en el parto.

Ranma escuchaba aquello con la piel erizada.

-Mi bebe falleció un día después de mí. Era tan pequeño. Tan pequeño, Ranma-Los ojos de la mujer se llenaron de lagrimas-Soun lo dejó en mi pecho y compartimos el mismo ataúd.

- No hay, no hay un nombre para él en su tumba-mencionó Ranma, con un hilo de voz.

-Soun no quiso que las niñas sufrieran dos pérdidas. El pobre, asumió en silencio todo.

A Ranma se le hizo un nudo en la garganta y no fue capaz de decir nada ante eso.