General
—Insisto, mi amor, yo los llevo.
—No es necesario, querido, está a quince minutos de la casa caminando, además, no voy sola, —la mujer pelinaranja se agachó, poniéndose a la altura de los dos niños—mis fieles acompañantes vienen conmigo y me protegerán de cualquier cosa, ¿cierto?
—Así es. —dijo un pequeño rubio con entusiasmo.
—No dejaremos que nada malo le pase a mami. —la pequeña rubia de su lado habló, con la misma energía que el niño.
—Bueno, pero me lo prometen.
—¡Sí! —dijeron al unísono, provocando una sonrisa en el rubio mayor.
—Si es así, adelante. —el hombre se hizo a un lado de la puerta para dejar pasar.
—Nos vemos en la noche, mi amor. —la pelinaranja se despidió de su marido con un beso en los labios.
Este por su parte vio cómo se alejaban desde el marco de la puerta, fue cuando una llamada lo hizo reaccionar.
—¿Sí, diga?
—Doctor, lo necesitamos.
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Capítulo 1. Una Despedida y Un Futuro Hola.
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General
Una pelinaranja se encontraba en el mercado sosteniendo una canasta con una mano mientras que con la otra daba la mano a su pequeño hijo, quien a la vez sostenía la mano de su hermana melliza.
—Eso fue todo, hora de irnos a casa. —les sonrió a sus hijos para después emprender el camino regreso a casa.
Mientras caminaban por el mercado, la ojiazul sentía una presión en el pecho, algo que sólo le pasaba en ocasiones específicas, en situaciones que no le gustaban…
—Hmp. —bufó la pequeña rubia de dos coletas cuando se le escapó de las manos su pelota hacia atrás de un puesto.
Mientras tanto, el pequeño rubio se encontraba mirando a su madre de manera extraña, ya que esta veía a todos lados de manera rápida que no se percató que su hermana se había separado de él.
—Mami, —sacudió la manga de su blusa—¡mami! —dijo más fuerte, capturando la atención de la adulta.
—¿Q-Qué pasó, mi amor? —bajó la mirada.
—¿Te sientes bien?
—S-Sí, n-no te preocupes, es sólo… —en eso se dio cuenta—¿Y tu hermana?, ¡¿dónde está tu hermana, Naruto?!
—No sé… —el niño comenzó a voltear a todos lados, igual que su madre.
Momentáneamente, una pequeña de dos coletas iba detrás de la pelota, cuando una mano adulta la detuvo.
—¿Es tuya? —preguntó aquel hombre.
—Sí—contestó—, ¿me la puede devolver, por favor?
—Claro, —sonrió, mientras se ponía a la altura de la niña—y más a una niña con tan buenos modales como tú. —le devolvió la pelota.
—Gracias.
La pequeña se dio la vuelta sin mirar atrás y volvió al lado de su madre y hermano.
—¡Himawari! —la ojiazul abrazó tan rápido vio a la niña—¡¿Dónde estuviste?!
—Perdón, pero la pelota se había ido… —bajó la mirada, sintiéndose culpable.
Suspiró. —No me vuelvas a dar este susto, ¿entendido?
—Sí, perdón mami…
Tras reponerse del susto, la pelinaranja decidió salir del mercado para volver a casa, ignorando todavía aquella sensación que seguía en su pecho.
Cuando la mujer estaba a punto de salir, algo se le vino a la mente.
—Qué tonta, con todo esto se me olvidó ir por algo.
Pero cuando iba a regresarse, unos sujetos se paran frente a ella y sacan un arma, asustando a la mujer y a las personas que estaban a su alrededor.
Al ver que uno de ellos le empieza a temblar el brazo, la ojiazul mayor decide poner a sus hijos atrás de ella, lo que hace poner más nervioso a aquel sujeto.
—¡Esto es un asalto! —grita uno de ellos, haciendo estallar los nervios de todas las personas presentes.
Tras los gritos de las personas, el tipo con el arma apuntada hacia la pelinaranja jala del gatillo por accidente, dándole dos tiros en el pecho a la mujer.
—¡Idiota! —se escucha decir a uno de los enmascarados—¡¿Qué hiciste?!
Le da un golpe a su compañero quien seguía en estado de shock tras lo que acababa de hacer para después huir de ahí.
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—Arashi, ¿qué sucede? —respondió un rubio con teléfono a la mano.
—Minato… Algo serio pasó…
Su tono sonaba realmente serio, poniendo de igual manera al rubio.
—¿Qué pasó? —se enderezó en su asiento.
—Se trata de tu esposa…
—¿Qué le pasó a Tami?
—Fue herida por dos balas en el pecho.
Terminó por soltar.
—¡¿Qué?! —se paró de golpe de su silla—¡¿Dónde la tienen?!, ¡debo ir con ella!
—No, escúchame, Minato, sabes que el reglamento de un médico es que no puede atender a sus propios familiares por cuestión sentimental.
—¡A la mierda con eso! —como pudo se puso la bata blanca—¡Se trata de mi esposa!
—Entiende que no puedes, no te permitirán hacerlo…
—¡¿Entonces quién la va a operar?!
—Seré yo, Minato.
Por un momento se detuvo.
—Por favor, Arashi, sálvala.
—El equipo y yo haremos todo lo posible, amigo.
El rubio cerró los ojos.
—¿Tan mal esta?
—Recibió dos tiros en el pecho y por el tiempo en que se demoró la ambulancia en llegar, perdió mucha sangre.
Antes de que el rubio pudiera decir algo más, el hombre del otro lado de la llamada habló.
—Tengo que irme, ya está todo listo en el quirófano, te hablo luego.
Y colgó.
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—Hijo, —una señora de edad adulta con algunas canas en el cabello se le acercó al rubio—vine tan pronto como me enteré.
Ambos se abrazaron.
—¿Cómo te enteraste? —por la agitación, el hombre no había podido avisarles a los demás de la situación de su esposa.
—Eso es lo de menos, ahora, lo importante es que se salve Tami, sus hijos la necesitan.
—¿Y los niños?, ¿dónde están?
—Los está cuidando Mayumi en casa.
En ese momento, un castaño salió de la sala del quirófano.
—¡Arashi! —el rubio se dirigió directamente a él—Dime que todo salió bien, por favor.
Pero el castaño se quedaba callado, evitando la mirada azul de su amigo.
—Arashi, por favor, ¡habla ya! —sacudía de los hombros al moreno, sosteniendo una que otra lágrima.
El hombre fue alzando la cabeza poco a poco hasta encontrarse de frente al rubio.
Y con el gesto serio dejó salir unas palabras frías de su boca: —Tami murió, Minato.
Los grandes ojos azules del rubio se abrieron de golpe, dejando salir las lágrimas que había estado reteniendo durante horas, desde que su esposa había ingresado en la sala de urgencias.
Sentía cómo la respiración le faltaba, los latidos de su corazón sonaban fuertemente contra su pecho.
—Hijo… —la mujer adulta pudo detener al ojiazul para que no empezara a flaquear.
Un gélido silencio abundó por todo el pasillo, para segundos después escuchar unos sollozos.
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—Ay, Minato, —una castaña se le acercó para darle el pésame—lo siento tanto… Ojalá tuviera las palabras necesarias en este momento para consolarte, pero… —suspiró—Tú sabes cuánto quería a Tami, era como una hermana para mí.
El Namikaze sólo asentía.
—De todos modos, quiero que sepas que la familia Sarutobi vamos a estar siempre para ti en lo que necesites.
—Gracias, Azami…
Tras decir esto, la nombrada se fue a reunir con sus hermanos mayores, entre ellos estaba Arashi, quien todavía traía el mismo gesto desde que salió del quirófano.
—Minato, —la voz de un hombre mayor al rubio llamó su atención—sé que estás pasando por un momento difícil, pero…
—¿Qué pasa, papá?
—Ven conmigo, necesitamos hablar.
Ambos rubios salieron al patio trasero.
—Se trata sobre los señores Tsuchigumo. —fue directo al grano.
—¿Llegaron?
—Por asuntos de trabajo me informaron que llegarán mañana para cremar a Tami.
—Malditos… —negó con la cabeza.
—Era su única hija, Minato- —fue interrumpido.
—Única hija a la que dejaron sola cuando se enteraron de su embarazo.
El rubio mayor no dijo nada ante eso.
—Llegarán mañana, —bufó—eso demuestra lo tanto que le seguía importando su hija.
—Son gente ocupada, entiéndelos.
—Ay, por favor, papá, —lo miró fijamente—¿cuánto haces de la playa hasta el pueblo? Desde que se les avisó ya estarían en estas horas llegando al funeral de su propia hija, pero no, y ahora se sienten con todo el derecho a hacer con su cuerpo lo que quieran.
El rubio tensaba los dientes por el coraje.
—Aún así, —volvió a hablar su padre—eso no sería lo único que me preocuparía.
—¿Qué quieres decir?
—Minato, esos señores también son abuelos de tus hijos.
Abrió los ojos de par en par al entender lo que quería decir.
—No, ellos no me pueden quitar a mis hijos.
—Sé que siendo tú el padre se quedan contigo automáticamente tras la pérdida de la madre, pero hay que ser realistas, hijo, los Tsuchigumo son gente de dinero y varios conectes, yo sólo digo que tengas cuidado.
—Pues no, no dejaré que su dinero me intimide, si piensan que por eso pueden quitarme a los gemelos, se equivocan.
Al volver al interior de la casa con paso decidido, el Namikaze se apoyó sobre la encimera de la cocina, suspirando.
—Minato, —el choque de una cuchara contra la porcelana de una taza se hizo escuchar—lamento tanto tu pérdida.
—¿Por qué a ella?...
La pelinaranja puso la taza a un lado para acercarse al rubio, tocando su hombro.
—Tami y yo nos decíamos primas, aunque no nos uniera nada genético, pero ella siempre me defendía de los demás cuando íbamos en el internado, gracias a ella supe lo que era tener una verdadera familia.
Por un momento volteó a ver a los gemelos quienes estaban con la madre del Namikaze.
—Y ahora que se ha ido… —suspiró con pesar—Siento que me he quedado completamente sola en este mundo… —su voz empezaba a romperse.
—No digas eso, —habló el rubio—tienes a tus padrinos, los padres de Arashi y a sus hermanos también y… —pensó un poco—también nos tienes a nosotros.
Los ojos azules de la pelinaranja se encontraron con los del Namikaze.
—Oh, Minato, no quisiera ser una carga para ustedes…
—Tú eres la madrina de Naruto y Naruko, Yumi, así que tendrás que estar para ellos más que nunca de hoy en adelante.
Una pequeña sonrisa se formó en el rostro de la pelinaranja.
—Gracias, Minato—se aproximó a abrazarlo, siendo correspondida—. No sé qué haría sin ti.
Las manos de la mujer pasaron lentamente por toda la espalda del hombre, disfrutando esa cercanía, respirando su olor y sintiendo su calor sobre su pecho, apareciéndole una sonrisa de satisfacción.
—Bueno, antes de que cierren el ataúd, quiero despedirme de ella, si no te molesta.
—No, no, ve…
—¿No quieres ir conmigo?
—No… La verdad prefiero quedarme con la última imagen de mi esposa. —mostró una sonrisa amarga.
—Entiendo.
Mayumi salió de la cocina para dirigirse al ataúd de Tami.
—No te preocupes por tus hijos, yo los sabré cuidar… también a Minato… —sonrió ladinamente—Gracias por dejarme el camino libre, "pri-ma".
Después de estas palabras cerró la caja.
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Continuará…
