Harry observó cómo la multitud de pelirrojos se dirigía al andén 9 ¾. Escuchó a la mujer mencionar muggles y el número del andén. Harry recordó lo que dijeron los duendes sobre la familia Weasley. Tenían que ser ellos y estaba claro que esperaban ayudarlo a encontrar el camino.

Harry le dio a la mujer una sonrisa.

—Oh, lo siento mucho. Aquí hay mucha gente —continuó su camino.

Atravesó la barrera y arrojó el boleto extra a la papelera.


—Albus, Molly está en el flu. Ronald perdió el tren.

Minerva por fin lo encontró en la sala de profesores.

—¿Qué? ¿Cómo? Sé que llegan tarde, pero ella prometió que llegarían temprano —dijo Dumbledore un poco confundido.

—No pudieron atravesar la barrera. Ella dejó el boleto en casa. Los gemelos y Percy tenían los suyos. No tenía tiempo para devolverse si iban a tomar el tren.

Severus arqueó una ceja.

Dumbledore se levantó de su asiento mientras desenvolvía un caramelo de limón.

—¿Encontró a Harry?

—No. En serio, el niño de seguro ya estaba sentado en el tren después de robarle a todos.

Minerva y el resto del personal tenían apuestas sobre cuándo robaría a Dumbledore, su oficina y a Hogwarts en general.

—Ya he agregado nuevas barreras a las mazmorras.

Severus había agregado barreras adicionales a sus aposentos privados, laboratorio de pociones y oficina. También eliminó todo lo que no podía reemplazar.

—Sugiero advertir a los estudiantes.

Severus se preguntó cuánto tardaría Dumbledore en darse cuenta de su error.

—Ahora, ahora, eso no sería justo. No sabemos con certeza si fue él quien te quitó tus pertenencias. Los recuerdos sin duda no mostraron nada.

Dumbledore había exigido ver los recuerdos para ver cómo era Harry. Harry se parecía a su padre sin las gafas y tenía los ojos verdes de Lily. El niño era alto, delgado, pero con buena musculatura.

—Sí. Parece que he desarrollado el mal hábito de perder mis posesiones que he guardado en los bolsillos de mi túnica.

Severus iba a estar hablando con el niño. Quería recuperar sus bolsas de pociones. Una era de sus días de aprendiz y la otra era la que recibió cuando se convirtió en maestro.


Harry había hablado con todos en el tren. La igualdad de oportunidades era algo en lo que creía con firmeza. Las últimas semanas fueron interesantes. Los tutores que los duendes le encontraron fueron increíbles. Los duendes incluso le consiguieron un tutor de derecho y política. Acordaron enviarle tareas durante el año escolar. Quería terminar su educación en Hogwarts lo antes posible. Cuando salió del tren, escuchó al hombre enorme llamando a los de primer año para que se unieran a él junto al lago. No hacía falta ser un genio para darse cuenta de que querían que usarán los desvencijados botes para llegar. No estaba dispuesto a meterse en uno de ellos. Nunca aprendió a nadar y no ansiaba aprender. Se dirigió a los carruajes.

—Mira, Forge, un primer año se nos une.

—Sí, así es. Que genial broma para un primer año.

—¿Por qué no lo pensamos?

Los gemelos se inclinaron y se acercaron a los oídos de Harry.

—Queremos que nos devuelvan nuestras cosas.

—No sé de qué hablan.

Harry sintió que uno de ellos metía la mano en el bolsillo de su túnica. Amber le chasqueó las mandíbulas en advertencia.

—Ella es muy territorial.

Fred apartó la mano de un tirón.

—¿Qué? —miró su mano rojiza.

—Fue una advertencia. Podría haberte roto los huesos.

Amber asomó la cabeza. Como era una boa constrictor verde, no era venenosa, pero seguía siendo peligrosa. Amber siseó una advertencia y regresó a su nuevo lugar dentro del bolsillo de la túnica.

Fred y George intercambiaron una mirada rápida, asintiendo el uno al otro.

—Pequeño primero, tienes algunas habilidades que podríamos necesitar. Creemos que también podemos ayudarte.

—Nombren sus términos.

A Harry le gustaban los trueques.

—Somos Fred y George Weasley, reyes bromistas de Hogwarts, con el objetivo de superar a los merodeadores, nuestros dioses, con nuestra última broma.

—Harry Potter, con el objetivo de acabar con Dumbledore. Creo que podemos ayudarnos el uno al otro.

Harry vio sus miradas cuando reconocieron el nombre. Los vigilaría y vería si eran como su madre o no. Como sea los usaría.


Harry estaba parado en un rincón cuando vio a una señora mayor guiar a los embarcadores hacia el pasillo. Esperó hasta que ella se fue y se deslizó entre los estudiantes. Podía escuchar a una niña hablando de Historia de Hogwarts. Genial, una amante de las reglas. Otro parloteaba sobre cómo pudo haber ido a Eton. Harry vio a Malfoy. Ese niño iba a ser divertido. Olvidaba mucho los nombres, pero con el pelo así, se destacaba. Al fin fueron escoltados al Gran Comedor. Harry tuvo que admirar el truco con las velas ya que en serio daba una gran impresión a los de primer año, pero prefería que sus luces no flotaran. Vio a Severus Snape mirándolo.

Observó con atención al personal después de que cada estudiante fuera clasificado. El personal parecía justo a excepción del viejo, que solo se alegraba cuando alguien iba a Gryffindor. Severus aplaudía con cortesía para todos. Al igual que el resto del personal, pero si mirabas de cerca, podías ver una ligera curva en el labio de Severus cuando un estudiante iba a Slytherin.

—Potter, Harry.

Harry se tomó su tiempo para caminar hacia la señora mayor que sostenía el sombrero. Miró a cada profesor y sintió que Dumbledore trataba de influir en él. No iba a funcionar. Se sentó en el taburete.

—Qué buen comienzo.

—Lo sé. ¿Qué tal si hacemos un trato?

—¿Un trato, señor Potter?

—Claro, cuéntame sobre Dumbledore y la escuela y me aseguraré de no levantar sospechas.

—Ya veo. ¿Y si no?

—¿Cómo te sientes acerca de ser un par de calcetines para Dumbledore?

No sabía que para el director ese sería el mejor regalo que recibiría.

—Las amenazas no funcionan conmigo.

—No hago amenazas como estoy seguro de que habrás notado. Ahora, podemos hacerlo fácil o difícil. Iba a ser amable hasta que él trató de influir en mi decisión.

—Oh, cielos, lo intentó. También lo probó conmigo.

El sombrero se quedó en silencio durante unos segundos.

—Te haré un trato. Te pondré en Slytherin, donde perteneces, te ayudaré con Dumbledore si me prometes que me involucraré cuando vayas tras el viejo idiota. No puedo decirte todo lo que sé porque la magia que me creó lo prohíbe, pero puedo ayudarte en todo lo que pueda.

Harry lo pensó durante unos segundos.

—¿Cómo podrás hacerlo exactamente?

—Con los elfos domésticos.

El sombrero comenzó a explicar sobre Hogwarts, los elfos domésticos, los túneles secretos, las salas comunes e incluso los aposentos de los fundadores.

—Tú eres uno, así que podrás encontrarlos.

—Trato hecho.

Harry estrechó mentalmente la mano del sombrero.

—Mejor que sea Slytherin —anunció el sombrero.

Harry sonrió mientras se levantaba y caminaba junto a la mesa principal. Asintió con la cabeza hacia Severus y se sentó al lado de Draco.


—Potter, ven conmigo.

Severus no estaba feliz. Dumbledore quería a su niño dorado en Gryffindor, en lugar de eso, él lo consiguió. También quería que le devolvieran las bolsas. Había protegido sus artículos antes de dejar la mesa principal.

—Es un placer volver a verlo, profesor Snape.

Harry agarró un brownie mientras se levantaba. Ya había escondido mucha comida en los bolsillos de su túnica.

Severus esperó hasta que estuvieron fuera del Gran Comedor antes de detenerse.

—¿Dónde están mis objetos perdidos, pequeño ladrón?

Harry le dio una mirada inexpresiva.

—No sé de qué hablas.

Dumbledore apareció junto a ellos, después de haber usado la entrada del personal.

—Ah, mi niño, ven conmigo. Me encantaría charlar contigo en mi oficina.

Harry resistió el fuerte impulso de decirle al hombre que no tenía deseos de charlar con él, pero necesitaba más información.

—Sí. ¿Se uniría a nosotros, profesor Snape?

—Solo para asegurarme de que no te irás con todo lo de su oficina —habló Severus en voz baja ya que no se perdió la clara mirada de Dumbledore que le prometía mucho tiempo visitándolo si mencionaba los robos de Harry.


—Ahora, mi niño, me preguntaba dónde te has estado quedando.

—En una casa.

Harry miró alrededor de la oficina. Pudo ver muchos objetos brillantes, libros y un pájaro. Empezó a acariciar al pájaro.

—¿En dónde?

—¿Por qué?

Severus, normalmente, se habría molestado si alguien le faltaba el respeto a Dumbledore de esa manera, pero le había advertido a Dumbledore. También quería entender al niño que ahora estaba en su casa. La mejor forma de hacerlo era observar y escuchar.

—Bueno, necesito saber si estás a salvo. Necesito asegurarme de que te estén cuidando.

Severus quería golpear la cabeza de Dumbledore contra el escritorio. ¿En serio pensaba que el niño era tan estúpido? Sabía de la nueva tutela.

—¿Por qué?

—Me preocupo por ti. Tu familia significó mucho para mí. Estoy seguro de que tus parientes estaban muy preocupados por ti cuando te escapaste.

Severus tenía la mano en su varita. Sabía que ya la había cagado. Sabían que el niño no se escapó. Severus había estado con Dumbledore cuando visitaron a la familia y vieron la alegría que sentían al deshacerse del pequeño monstruo como lo llamaban.

—¿En serio? ¿Dónde estabas cuando me tiraron al bosque? ¿Dónde estabas cuando me golpearon? ¿Me mataron de hambre? ¿Me mantuvieron en una alacena debajo de las escaleras? ¿Dónde estabas las noches en las que tuve frío, hambre? ¿Qué tal incluso el año pasado? ¿Los últimos seis?

Harry no había dejado de acariciar al pájaro. No iba a mencionar el dinero robado o el trato que Dumbledore debió haber hecho con Molly Weasley.

—Estoy seguro de que es solo un malentendido y cuando regreses estarán felices de verte.

Sus familiares le enseñarían a escuchar a los adultos.

Harry se giró un poco y arqueó una ceja.

—¿Has dejado tus medicamentos? ¿Te has quitado esa cómoda camisa de fuerza?

Severus reprimió su risa. Se reiría más tarde cuando repasara este momento. Se había estado planteando esas preguntas durante años.

Dumbledore se sorprendió.

—Creo que tengo voz y voto sobre dónde te quedarás.

—No, lo siento, estás equivocado. Acabemos con esto. Saltaré la parte de la pregunta y solo te daré la respuesta. No regresaré a Surrey y tampoco me quedaré donde quieras. Mis parientes estadounidenses son mis tutores mágicos y yo me quedaré con ellos.

Harry sacó los papeles de tutela. Sabía que el hombre vio los documentos de emancipación ya que intentó que se declararan inválidos. Gringotts lo impidió y advirtió que Dumbledore no se rendiría.

—Hay una copia para mi archivo oficial.

Severus estaba impresionado. El niño le ganó a Dumbledore de nuevo.

—Tenemos otro asunto que discutir: tu clasificación.

—¿Por qué?

—Sí, tus padres estarían muy angustiados de que fueras un Slytherin. Si bien la Casa Slytherin tiene muchas buenas cualidades, tu familia es Gryffindor y te querrían en esa casa. No estoy seguro si el fideicomiso pagará tu educación si no te colocan en Gryffindor.

Harry se echó a reír. En serio no pudo evitarlo.

—Mi educación se pagó en su totalidad desde el 2 de agosto de 1980. Mi fideicomiso es para los útiles escolares y lo que pueda necesitar. Mi ropa proviene de mis tutores. Oh, es cierto, no lo sabes ya que, como mi antiguo tutor, nunca me diste nada. En cuanto a mis padres, no te lo creo. Los mataron cuando yo era un bebé. Considerando lo que leí sobre ellos, creo que se alegrarían de que yo estuviera vivo y no a dos metros bajo tierra empujando margaritas.

Severus vio a Dumbledore estremecerse un poco. Sí, su serpiente más nueva estaba demostrando que era astuto, taimado y tenía una lengua afilada.

—Mi querido niño, no puedo permitir que te quedes en cualquier lugar.

—Director, ¿supervisa a todos sus estudiantes? ¿Dónde viven? ¿Qué hacen?

—No, no, hay demasiados estudiantes para que pueda hacerlo. Sin embargo, soy tu tutor mágico mientras estás aquí en Hogwarts. Quiero asegurarme de que te cuiden a pesar de lo que ha sucedido en el pasado. Me temo que, debido a la última guerra, algunos podrían odiarte o intentar dañarte.

—Director, sé que es el tutor mágico de todos los estudiantes nacidos de muggles o mestizos que no tienen un tutor mágico cuando ingresan a Hogwarts. Yo ya tengo uno. No tiene voz con quién vivo, y no me van a reordenar. En cuanto a lo último, estar en una casa diferente no importará si intentan dañarme.

Severus no estaba seguro de quién le enseñó al niño sobre los decretos y el estatuto de Hogwarts, pero hicieron un gran trabajo.

—Ya veo. Bueno, si tienes algún problema, mi puerta siempre está abierta. Necesito hablar con Severus, así que un elfo te acompañará a tu dormitorio.


Severus pasó los siguientes veinte minutos escuchando a Dumbledore explicar cómo necesitaba que Harry confiara en él. Cómo Harry necesitaba irse a vivir con los Weasley. Dumbledore preferiría a los Dursley, pero se conformaría con la familia Weasley. Severus sabía que era porque Dumbledore no quería que Harry fuera influenciado por la familia Melrose. Severus miró su reloj.

—Albus, no hay nada que puedas hacer. Lo has intentado y has sido bloqueado. Son estadounidenses y no tienes poder. No es abusado. Los informes de salud de Gringotts lo demostraron. Llegó aquí bien vestido y sano.

—Severus, debes vigilarlo. Es vital.

Severus planeaba vigilar al niño. Iba a agregar hechizos de rastreo, entre otros encantamientos que pudiera encontrar para asegurarse de saber dónde estaba el niño y qué estaba haciendo.

—Planeo hacerlo.

—Gracias, Severus.

Dumbledore esperó hasta que Severus se fue antes de mirar su tablero de ajedrez. En serio quería maldecir a la familia Dursley.

—Fawkes, tal vez me estoy preocupando demasiado.

Dumbledore no obtuvo respuesta. Miró alrededor.

—¿Fawkes?


Severus llegó a su habitación. Agarró un libro y se dirigió a su escritorio para comenzar su investigación. Se detuvo. Allí estaban sus tres bolsitas de pociones. ¿Cómo? ¿Cuándo robó el mocoso sus posesiones esta noche? Se aseguró de agregar barreras de protección adicionales en su puerta. Incluso cambió la contraseña al antiguo rumano. Miró alrededor de su sala de estar, y vio una pila de galeones ahora al lado de donde había dejado su otro dinero. ¿Qué?