Severus se despertó con Fawkes mirándolo con una carta en el pico.

—Fawkes, es temprano.

Fawkes dejó caer la carta. Severus abrió la carta.

Sev, ¿qué tipo de pajarito es este? Tuvo la amabilidad de pasar la noche conmigo.

Severus miró a Fawkes.

—Él te robó, ¿no?

Fawkes hizo un pequeño movimiento de cabeza acompañado de un aleteo de sus plumas.

—Ese mocoso volverá más loco a Albus Dumbledore.

Severus se preguntó cómo pasaron por alto al niño que salía con Fawkes. Severus se vistió y se dirigió a los dormitorios de los niños. Tenía una serpiente con la que hablar.

—Tío Severus, no te esperaba tan pronto.

Draco todavía estaba en la cama, lo que no lo sorprendió. En realidad, todas sus serpientes estaban en ellas menos una.

—Estoy buscando a Potter.

Sabía que el niño debería estar aquí.

Blaise se sentó.

—Se está bañando.

Draco señaló la cama arreglada.

—No creo que haya pasado la noche aquí. No estaba aquí cuando nos fuimos a dormir.

Severus no estaba seguro de por qué Draco delataba a su nuevo compañero de dormitorio.

—Draco solo está siendo remilgado porque Potter no estaba asombrado de él. Draco, esa no es una buena razón para ser un soplón —murmuró Theo debajo de sus mantas.

Blaise se echó a reír. Draco le arrojó una almohada.

—Potter no sabía lo importante que es la familia Malfoy.

Blaise comenzó a reír de nuevo.

—Deberías haber visto la cara de Draco cuando Potter se fue.

—Aún no tengo ni idea.

Harry guardó sus artículos de aseo.

—Sin embargo, cualquiera que esté en contra de Dumbledore es mi amigo.

Los Slytherin se sorprendieron, pero Severus notó que Harry no parecía preocupado por eso.

—¿Qué hiciste?

Harry le dio a Severus una pequeña sonrisa.

—El hechizo de privacidad que me enseñaron los duendes. Nada de lo que se diga en esta habitación se puede compartir con nadie. Sabes que no iba a confiar en ese viejo tonto.

—Mi oficina, Potter.

Severus levantó la mano cuando Draco, Blaise y Theo estaban a punto de objetar sobre el hechizo de privacidad.

—Ni una palabra —se giró y salió de la habitación.


—Potter, voy a establecer algunas reglas, tú las seguirás…

—¿Reglas? ¿En serio? ¿Me consideras un seguidor de reglas?

Severus observó al niño sentarse con una gracia que solo había notado en un sangre pura o en aquellos que tenían mucha confianza en quiénes eran. Por lo general, los niños no tenían ese tipo de confianza a los 11 años.

—No obstante, lo harás o descubrirás lo que yo considero un castigo.

—Guau, dijiste eso con una cara seria.

—Potter, te abstendrás de robar. Obedecerás todas las reglas de Hogwarts. Si te atrapan rompiéndolas, tendrás detención conmigo. Si pierdes puntos, serán dos detenciones. No me importa quién seas ni lo que has experimentado. Estás aquí en Hogwarts y serás un estudiante modelo o serás expulsado.

—No, gracias. Primero, si me atrapan será porque me incriminaron. Segundo, no robo. Libero artículos útiles para futuros empeños. Tercero, ni siquiera estoy seguro de si seguiré siendo un estudiante de Hogwarts, así que la expulsión no me aterroriza.

Harry se levantó despacio.

—Ahora, ¿has terminado de intentar intimidarme para que tengamos una verdadera charla?

Harry comenzó a caminar por la oficina. Se detuvo en la estantería de Severus con una pequeña pantalla encima.

Severus se reclinó en su silla. Sabía que cualquier elección que hiciera ahora lo afectaría por el resto de su vida. Presentía que Harry Potter no iba a ser nadie a quien Dumbledore pudiera controlar. El niño era un Slytherin.

—Hagamos un trato. No te atrapan, no me liberaras nada, y te enseñaré lo que Dumbledore no deja que se enseñe. Tuviste lecciones de los duendes.

—¿Pociones incluidas? Estás en el puesto número 3 en el mundo, 1 en Europa de pocioneros. Además, estoy seguro de que me falta etiqueta.

—Sí.

Harry le tendió la mano.

—Trato hecho.

—Trato hecho. Puedes leer cualquier libro que…

Severus pensó en sus barreras. Sabía que sus barreras no mantendrían al niño alejado de sus libros.

—… no esté bajo una barrera. No quites mis barreras. Si deseas leer un libro que ha sido protegido, pídemelo.

Harry sacó tres libros de los bolsillos de su túnica.

—¿Me los prestas?

Severus sabía que no debería haberse sorprendido, pero lo estaba. Miró los libros en cuestión y supo que eran de su habitación, no de su oficina.

—No irrumpas en mis aposentos.

Harry le dio una mirada inocente.

—No irrumpí en nada.

—Discutiremos algunas reglas.

Severus sacó un pergamino. Tenía la sensación de que se necesitaría un contrato en el futuro y sería útil para cualquier discusión futura.


Harry miró al enorme perro de tres cabezas.

~¿Esto es lo que considera protección?~

~El perrito es fácil de distraer.~

~Sí, ahora me pregunto qué planea esconder el viejo tonto. Es demasiado pronto para que él lo tenga en su lugar. Querrá burlarse de quien quiera atrapar.~

~La cadena limita el alcance. El perrito no tiene hambre, parece un cachorro.~

Amber se deslizó por los bordes de la habitación.

~No hay magia.~

~Interesante.~ Harry miró alrededor de la habitación de nuevo. ~Tiene que haber una especie de túnel o laberinto debajo de la trampilla. No protegido con barreras.~

~Huele a planta.~

~Interesante. Creo Amber que tenemos un trabajo.~


Harry se sentó junto a Fred que tenía un libro de pociones abierto.

—Fred, tengo una pregunta para ti.

—Soy George.

—Buen intento. La pregunta es ¿qué clase de perro tiene tres cabezas?

—¿Perro? ¡Ah!

Fred se reclinó en su asiento.

—No estoy seguro, pero hay un libro sobre animales mágicos que te proporcionará toda la información que necesitas. Tienes que pedirlo por correo. Alguien no lo ha devuelto desde el año pasado. La señora Pince ha estado muy molesta por eso.

—Interesante. Por cierto, tu hermano menor ha estado tratando de hacerse amigo mío. ¿Qué le pasa? Siempre anda despotricando sobre Slytherin hasta que me ve.

En verdad el más joven lo asustó.

—Ronnie es como nuestra querida madre. Odian todo lo Slytherin. Así que espera un vociferador suyo cuando Ronnie escriba a casa y se lo cuente.

—¿Un vociferador?


Era lunes, el primer día de clases. Harry estaba sentado entre Draco y Blaise discutiendo el libro de defensa contra las artes oscuras cuando las lechuzas se abalanzaron. Harry miró la carta roja que estaba frente a él.

—¿Un vociferador?

—Sí. ¿Por qué recibirías uno?

Draco y el resto de los primeros años estaban un poco confundidos.

—De la madre de Ronald Weasley. Ni siquiera la conozco.

Harry lo empujó con su varita.

—¿Qué hago con esto?

—Yo digo que lo tires. Si lo abres, te gritará.

Blaise y el resto de los primeros años comenzaron a debatir qué hacer con él.

Harry levantó la vista y vio la mirada de suficiencia en el rostro de Weasley. Cogió la carta y se acercó a Weasley.

Harry dejó caer el vociferador en los huevos del niño.

—Lo siento, Weasley, pero que tu mami me grite no me hará en tu amigo. Tienes que hacer tus propios amigos tú solito. Quizás tu mami pueda concertar una cita para jugar con bebés de tu edad —salió del Gran Comedor mientras los estudiantes se reían.


Severus observó a Harry caminar con el vociferador hacia la mesa de Gryffindor. No estaba seguro de lo que Harry planeaba hacer, pero sabía que no sería lo que Molly Weasley o Albus Dumbledore esperarían.

—Lo siento, Weasley, pero que tu mami me grite no me hará en tu amigo. Tienes que hacer tus propios amigos tú solito. Quizás tu mami pueda concertar una cita para jugar con bebés de tu edad.

La carta aterrizó en los huevos.

—Albus, ¿Molly envió un vociferador?

—Al parecer.

Dumbledore sabía que lo hizo. Quería que Molly le escribiera una carta a Harry para que Harry la conociera. Sabía que estaba molesta por el tren y por tener que llevar a su hijo a Hogwarts por flu. La escuchó despotricar anoche acerca de que Harry estaba en Slytherin. Le dijo que escribiera una carta para contarle a Harry sobre sus padres. No pensó que fuera a enviar un vociferador.

—Sí, eso sin duda le hará querer a la familia Weasley.

Severus escuchó el comentario de Minerva.

—Lo manejó muy bien.

A Filius le gustó la manera del niño.

Severus sabía que Ron Weasley iba a encontrar muchos de sus artículos liberados.


Harry miraba a la gata sentada en el escritorio. Había llegado antes que nadie. Había visto a la gata entrar, saltar sobre el escritorio y acomodarse. Caminó hacia el escritorio e inclinó la cabeza. La gata lo miró con fijeza. Diez minutos después, los estudiantes se estaban poniendo nerviosos.

—Me pregunto dónde está la profesora McGonagall.

La amante de las reglas volvió a mirar alrededor de la habitación como si fuera a aparecer.

—A quién le importa.

Ron Weasley hablaba en voz alta sobre un juego llamado Quidditch con dos de sus compañeros.

—Creo que tenemos que decírselo a alguien —anunció la amante de las reglas, haciendo que sus compañeros leones gimieran.

Los Slytherin hablaban en voz baja o leían sus libros. Draco estaba sentado junto a Harry.

—Apuesto a que irá a decírselo a Dumbledore.

—No vale la pena esa apuesta.

Harry sabía que la niña se levantaría en unos minutos. No ahorita, ya que no quería meterse en problemas si la profesora llegaba mientras ella no estaba.

—¿Qué tal qué tan pronto? Yo digo diez minutos.

Pronto se hicieron todas las apuestas. Harry sacó su reloj.

—10.6 minutos —anunció Harry cuando la amante de las reglas se levantó.


—Potter, necesitamos hablar.

Severus acababa de salir de la oficina de Dumbledore. Nadie pudo encontrar a la profesora McGonagall.

—¿De qué?

Harry se dirigía hacia la biblioteca. Quería saber sobre algunos de los hechizos de defensa contra las artes oscuras.

Severus llevó a Harry a la habitación más cercana.

—¿Sabes dónde está la profesora McGonagall?

—No. La última vez que la vi fue en el desayuno. No apareció durante nuestra clase. La amante de las reglas fue y lo informó.

—Granger le informó al profesor Dumbledore.

Severus trataba de pensar en lo que podría haberle pasado a Minerva.

—Severus, ¿cuál es la política de mascotas? Tengo a Amber, un pajarito y ahora una gata. ¿Necesito deshacerme de uno? No quiero. A Amber le gusta tener amigos.

—¿Amber? ¿Una gata?

Severus sabía que se iba a arrepentir de haberlo preguntado.

—Sí, una dulce gatita atigrada. Sin collar y parecía un poco solitaria.

Severus se pellizcó el puente de la nariz.

—¿Dónde está la gata?

Harry metió la mano en el bolsillo de su túnica y sacó la bolsa expandible.

—Necesito comprar suministros para la nueva gatita.

Harry metió la mano y sacó a la confundida gata. Se aferró a ella, pasando la mano por su pelaje.

—¿No es bonita? Es tan dulce.

La gata se transformó en la profesora McGonagall.

—¡Potter!

—¡Oye, ¿qué le hiciste a mi gata?!

Harry no estaba feliz de que su gata esté perdida.

—Potter, ven conmigo ahora mismo.

McGonagall trató de pasar por Severus que estaba parado frente a la salida.

—¡Ella robó a mi gata!

—Creo que ha habido un ligero malentendido.

Severus no podía creer que dijo eso.

—¡Ella robó a mi gata!

—Soy la gata, Potter.

Harry la miró.

—Oh. ¿Cómo? ¿Es doloroso? Las películas hacen que los cambios se vean dolorosos. ¿Eres Gatúbela? ¿Bob Kane y Bill Finger también son magos? Tengo todos los cómics de Batman. Me encantan los cómics de DC. Stan Lee escribe para Marvel, así que tengo sus cómics también. Ha creado grandes superhéroes. ¿Son magos también?

El normalmente tranquilo niño no dejaba de soltar pregunta tras pregunta.

Severus y McGonagall intercambiaron una mirada rápida. Acaban de descubrir un área de interés para el pequeño delincuente.

—Minerva, quizás puedas permitirme manejar esto.

—Estoy de acuerdo, con la excepción de que él va a escribir un ensayo de un metro sobre la transfiguración animal.

—¡Qué padre!

Harry estaba emocionado por esto.

—¿Qué tan común es? ¿Cuántas formas existen?

Minerva agitó su mano.

—Tú mismo encontrarás las respuestas.

Severus se hizo a un lado.

—Le informaré a Albus.

—Potter, tenemos algunas cosas de las que hablar.

—Sí. ¿Crees que la señora Norris me dejará tener uno de sus gatitos?